CAPÍTULO 12.
La verdad es que todo había comenzado a cambiar desde la última salida entre ambos jóvenes magos. Viktor por su parte, solía pensar en Luna con frecuencia; recordaba sus labios sobre los de ella y una sensación de calidez y ternura le invadía. Por otra parte, Luna también recordaba a Viktor en cada momento, mientras estaba en clases, mientras hacía su tarea y mientras estaba con sus amigos.
Astoria era la única a la que podía decirle sobre sus sentimientos; ella era algo hermética con respecto a eso, no le gustaba que todos se enteraran de sus cosas personales; sobre todo porque sus compañeros no eran los más amables.
— Hoy no fuiste a Hogsmeade —le acusó Astoria, quien estaba tendida en la cama de Luna —Deberías ir, no quiero que te pierdas de la diversión o de dar un paseo sólo por quedarte aquí conmigo.
Luna frunció el ceño, desde que la Slytherin se había peleado con Draco, su estado de ánimo había decaído mucho y se hallaba molesta o desganada la mayoría del tiempo. Por ende, la Ravenclaw no había querido asistir a ninguna parte sin ella, no quería dejarle sola pues sabía que no se encontraba emocionalmente bien.
En ese momento Rachel Goldstein entró en la habitación.
—Lovegood ¿Cuántas veces te he dicho que no puede entrar nadie que no sea de Ravenclaw a la torre? —le acusó con molestia —Y menos si es de Slytherin, Greengrass, sabes que no eres bienvenida y menos en mi habitación.
Antes de que Astoria se incorporara para responderle Luna se volvió para contestarle.
—No sólo es tu habitación, también es la mía —puntualizó —Por si no te habías percatado.
—Sé que también es tu habitación pero. . .
—Ah, pensé que lo no sabías —le interrumpió —Durante todos estos años jamás me has dado los buenos días durante las mañanas y qué decir sobre las normas de educación básicas —rebatió en un tono irónico que sorprendió a Astoria y a su compañera.
—Bien, de todas formas. . .
— Astoria se quedará aquí porque está en mi cama y no está incomodando a nadie, puedes traer a quien quieras e instalarlo porque te recuerdo que este es un espacio común de las tres personas que viven aquí.
Rachel no tuvo nada más que decir y sin más salió de la habitación dejando a las chicas nuevamente solas y a una Astoria muy sorprendida.
—Vaya, Luna; si eso me lo hubieras dicho a mí también me habría quedado muda ¿Desde cuándo implementaste la ironía como modo de ataque?
— ¿Estuvo mal?
—¡Para nada, estoy encantada! Sólo que pensé que jamás vería a Luna Lovegood sacando las garras de esa manera, siempre eres tan racional y bueno, centrada.
—Pues no toleraré que nadie venga a ofenderte en mi presencia —murmuró —Eres mi mejor amiga y siempre lo has hecho, así que también debo hacerlo para tí —recalcó y ambas se dieron una sonrisa cariñosa, Luna aprovechó el momento para sacar el tema de Draco a colación.
Se aclaró la garganta y meditó si era una buena idea, por lo que dudó.
—Anda, pregunta lo que quieras preguntar— soltó Astoria al darse cuenta de que su amiga fruncía los labios insegura.
—No quiero incomodarte, sabes que cuando quieras contarme cualquier cosa puedes decirlo libremente.
Astoria suspiró y fue inevitable que una lágrima traicionera se escapara de sus ojos. El tema de Draco la tenía frágil y no podía procesarlo del todo hasta ahora.
—Me duele, Luna—dijo al fin —Me duele que sea así conmigo, sé que algo oculta, que no es sincero y eso es lo que más duele.
—Has tratado de hablar no lo sé, con alguno de sus amigos.
Astoria esbozó una sonrisa irónica en su cara y luego negó.
—Draco no tiene amigos, nadie le escucha, nadie sabe lo que realmente pasa por su cabeza —relató —Por eso es que me duele tanto que me trate así, creí que lo que teníamos era especial, compartió conmigo cosas que jamás había hecho y así mismo yo con él.
—¿Vas a volver a hablarle?
—No lo creo, o al menos por ahora; una cosa es que esté enamorada de él y otra cosa muy diferente es que vaya a humillarme por una palabra proveniente de él, él tomó su decisión.
—Pero sabes que es una máscara, si dices que algo le pasa, lo más probable es que pueda estar fingiendo frialdad para alejarte.
— ¿Y qué quieres que haga?
Las palabras de Astoria salieron con un poco más de brusquedad de la que pretendía, por lo que cerró los ojos e inspiró profundamente, tratando de llenar sus pulmones completamente de oxígeno.
—Lo siento—murmuró apenada—De verdad que lo único que él consigue es ponerme de mal humor y no estoy dispuesta a amargar mi vida por un hombre que me desechó de la nada y que no hace nada al respecto, debo aceptarlo.
Luna puso una de sus manos sobre las de ella y le apretó. Ella le apoyaría en todo momento y le daría su consuelo en este momento difícil.
Por otra parte la Slytherin recordó que Luna le había mencionado hace unos días atrás que lo más probable es que el fin de semana se vería con Viktor, tenía claro que Luna no querría dejarla sola en el castillo por lo que en ese momento se aclaró la garganta y sonrió.
— ¿Me harías un favor?
Luna asintió y puso una sonrisa en sus labios.
—Necesito de la crema que ocupo para las ojeras ¿Tú podrías ir a Hogsmeade y comprar una para mí? —Astoria sabía que esa era la única manera en que Luna saliera de la escuela a encontrarse con Viktor.
— ¿Estás segura que quieres que te deje? Sabes que no es necesario y puedo enviar a alguien de mi confianza.
—¿A quién sería? Pues no confío en nadie más que en tí ¿Qué pasa si mi crema cae en las manos erradas y después termino con la cara llena de granos ? —cuestionó la Slytherin —No te pongas en negativa Lovegood, sé buena ¿Sí?
Por la cabeza de Luna jamás pensó que Astoria hacía eso pensando en ella, pues lo primero que pensó la Ravenclaw fue que quería estar sola y no quería decírselo para no hacerla sentir mal; sin embargo accedió y se colocó la bufanda.
—No hagas tal de pasarme galeones, esto te lo regalaré para hacerte un presente, para que te sientas mejor.
Dicho esto Luna se encaminó a las afueras de la escuela, trataría de pasear un momento y después volvería de inmediato para estar junto a su amiga. Pasó por el puesto de registro de salida, donde en ese instante estaba la profesora Sprout, para después terminar abordando a una de las carrozas; esta iba vacía pues la mayoría de los estudiantes ya debían de estar en el pueblo hace muchas horas.
El pueblo estaba tranquilo aquel fin de semana, no se veía mayor movimiento, solamente estaba comenzando a caer nieve, lo que hacía que todo el lugar estuviese más frío y algo solitario. Algunos estudiantes merodeaban por las cercanías, ella se dirigió a la tienda que su amiga le había pedido para comprar de inmediato el encargo que le había solicitado, prefería comprarlo cuanto antes, pues sabía que lo más probable fuera que lo olvidaría con el pasar del tiempo; Luna solía ser algo despistada y se distraía con facilidad ante cualquier cosa que llamara su atención. Entró en el lugar indicado y de su bolso color rosa sacó el dinero para pagar, no quería tardar; pues le apremiaba llegar pronto al castillo para hacerle compañía a Astoria.
Su tarea era esa y la había cumplido totalmente, por lo que se apuró para así volver, sin embargo alguien llamó su atención por completo; divisó a Viktor en una casa algo vieja y poco arreglada, tenía un jardín grande y espacioso. No pudo evitar acercarse a pesar de que su padre siempre le dijo que no tenía que visitar a un chico si no estaba en compañía de alguien más; eso por precaución, pero no sintió que él fuera una amenaza para ella, caminó en la dirección con algo de timidez, vió cómo se quitó un polerón oscuro que usaba y se quedaba en una camiseta que dejaba al descubiertos sus músculos a pesar del frío que hacía.
La rubia se sintió algo avergonzada, sentía que le estaba observando y que abusaba de su privacidad; de cierta manera había descubierto a donde vivía y él no le había llevado allí por su cuenta, pero pensó que no tendría porqué haber algún problema; así que se acercó y se aclaró la garganta antes de hablar.
—Sin querer he descubierto tu casa— murmuró y el chico levantó la vista de su tarea en el jardín.
—¡Luna! —exclamó— ¿Estás aquí? Yo. . .— Estaba realmente sorprendido por aquella visita inesperada.
— He venido por unas cosas para Astoria y caminé por aquí y te encontré sin pensarlo.
—Pues esta es una sorpresa demasiado grata e impredescible, me gusta —afirmó.
—¿Qué haces?—interrogó la rubia.
—Pues no había tenido tiempo de arreglar el jardín, todo era un caos pues la casa es vieja.
—Oh, ya veo.
Viktor sonrió y después cayó en la cuenta de que no se había acercado a saludarle.
—No quise insistir, pensé que este fin de semana estarías ocupada y por eso no te comunicaste conmigo, pero ¿Quieres pasar?
Luna dudó por unos momentos y luego de un par de segundos se acercó a la reja de madera de la casa, él también se acercó y giró el seguro. Ambos se miraron y Luna sonrió por el hecho de verle a pesar de que no había buscado hacerlo, sintió que podía ser algo del destino. Mientras que Viktor se sintió totalmente cautivado por estar en su presencia, por lo que apenas ella estuvo dentro él no se contuvo.
Acercó su rostro al de ella y sin pensarlo puso sus labios sobre los de ella, mientras que Luna correspondió de manera suave al roce de su boca, respondiendo al beso y dejándose llevar por él, el búlgaro puso sus manos en el rostro de la chica y se deleitó de probar por una vez más el tacto dulce de Luna.
Sus besos se le hacían a una sensación celestial.
Besarla había comenzado a ser como estar en el cielo.
Para él Luna era como un ángel.
Luego de varios minutos en esa tarea, se dieron cuenta de que se habían dejado llevar por el momento y se habían descuidado; implícitamente tenían un acuerdo de que eso debía de ser un secreto, pero la emoción en ese instante les había podido.
—¿Quieres que te ayude unos momentos en los arreglos del jardín?No debo de volver todavía al castillo.
—Eso me parecería perfecto.
Ambos se pusieron a la tarea de regar, poner apoyos, podar algunas ramas, mientras Luna hablaba con confianza sobre cómo había estado su semana en la escuela. Viktor la escuchaba de manera atenta, cautivado con los modismos y la manera en la que la joven se expresaba con ese tono de voz tan melodioso que la caracterizaba. Los dos arreglaron una enredadera de flores rojas en forma de copos y les pusieron apoyos para que no crecieran en direcciones incorrectas. Luna sintió dentro de ella una conexión que jamás había sentido hacia un chico, veía cualidades en Viktor que jamás había percibido en un muchacho de su edad, a pesar de que él era mayor que ella por algunos años, no era algo que le incomodara, en ningún momento había sentido rechazo y mucho menos sentirse intimidada por esa situación.
Luego de un rato, ambos estaban sentados en una terraza trasera que él había arreglado.
—¿Y tu amigo, cómo ha estado?—preguntó la rubia de manera cortés.
—Él se encuentra bien, sin embargo no quiero hablar sobre él.
Se acercó y tomó una de sus manos entre las de él.
— Luna, tú de verdad me gustas y creo que el sentimiento es recíproco de tu parte para conmigo.
La rubia sintió que su corazón empezó a latir desbocado ante las palabras del joven.
— Pues sería sumamente deshonesto de mi parte decirte que no es así, pues a mí también me gustas demasiado, es algo que no puedo explicar, pues no nos conocemos casi nada.
—Pero eso no importa ¿No crees? Podemos ir conociéndonos en el camino, pero no podría permitirme pasar por alto esto lindo que está surgiendo entre nosotros.
—¿Crees que?
—Sí, creo que debemos darnos la oportunidad de comenzar algo,algo que sea nuestro.
Viktor observó las facciones algo nerviosas de la rubia y con un dedo levantó su mentón.
—¿O no quieres hacerlo?
— Sí, pero tengo algunos temores; eres un chico famoso, soy tan simple, mírame.
Él posó sus ojos oscuros sobre los celestes de ella.
— Pues eso hago, y todo lo que veo de tí me gusta.
—¿Entonces. . .?
—¿Quieres que seamos algo más que amigos?¿Novios, tal vez?
Luna no pudo reprimir su felicidad, pero se sentía con los nervios a flor de piel.
—¿Tú quieres ser mi novio?
—¿Y tú quieres ser mi novia?
Ambos se abrazaron y eso sirvió para aceptar aunque fuera de manera implícita, no era necesario que todos lo supieran, al menos eso era lo que los dos querían, algo bajo perfil para conocerse e incrementar lo que habían comenzado a sentir. Porque ninguno podía negarlo, ambos soñaban con los labios del otro, ambos no podían dejar de pensarse.
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