CAPÍTULO 10.
*****
Recibir la nota de Viktor fue lo que impulsó a Luna a ser ella esta vez quien tomara la iniciativa. El hecho de que el muchacho le hubiera invitado y luego mostrar esa preocupación por su persona, le hizo darse cuenta de que realmente le agradaba pasar tiempo con él.
Demasiado para ser honesta con ella misma.
Y al parecer a él, ella también le agradaba.
Por ese motivo y luego de meditarlo mucho, decidió dirigirse a la lechucería para enviarle una nota donde le invitaba a salir el domingo. Tenía que hacer algunos deberes pendientes, por lo que esperaría a la contestación de él para poder planificarse con tiempo, pues tenía bastantes ideas.
El viernes sus clases transcurrieron con normalidad y algo de lentitud, pero decidió que lo mejor que podía hacer era concentrarse y así el día pasaría con mayor rapidez. Además necesitaba terminar sus trabajos si es que llegaba a salir a Hogsmeade el fin de semana.
— ¿Tienes planes para mañana? — le preguntó Theo, quien estaba junto a ella en la biblioteca, a la espera de que Astoria llegara de sus clases. Ellos habían estado juntos hace unos momentos en criaturas mágicas y el Slytherin decidió acompañarla hasta que la chica llegara.
—La verdad es que no creo salir mañana al pueblo Theo, tengo mucha tarea pendiente y la verdad es que no quiero llegar a reprobar el ramo del profesor Snape.
— ¿Defensa de artes oscuras? —se interesó el chico, observando el pergamino donde ella escribía — ¿Se te hace muy difícil?
— La verdad es que las artes oscuras no son un tema que me interese particularmente, entonces me cuesta llevarle el ritmo —contestó de manera dulce, no quería hacer sentir mal a su amigo en ese sentido; porque sí, desde que ellos compartían clases se habían vuelto muy cercanos.
—Creo que eres una bruja muy buena, no siento que tengas problemas con ninguna materia en particular.
— Honestamente creo que son las materias donde enseña el profesor Snape, antes me costaba mucho todo lo relacionado con pociones —señaló entusiasmada, dejando de lado el pergamino —Ahora que la imparte el profesor Slughorn, puedo darme cuenta que no soy un desastre total después de todo.
— ¡Oh! ¿Hablando de él? ¿Crees que serás invitada a sus reuniones privadas de estudiantes? Siento que ninguno de los Slytherin le caemos muy bien—agregó Theo.
—Pues al parecer, él no cree en ninguna de las criaturas que le he mencionado en las clases, así que creo que tampoco estaré invitada.
En ese momento Astoria llegó cargada de pergaminos y dando por finalizada la conversación que mantenían ambos estudiantes; Theo sintió que siempre que estaba teniendo una buena plática con la rubia, Astoria llegaba y les interrumpía, sin duda sería algo que después le echaría en cara a su amiga.
Los tres se quedaron en bastante silencio, pues la Slytherin ya había sido regañada por la bibliotecaria por meter tanto alboroto al llegar al lugar. Además Luna sentía y quería, que la respuesta de Viktor fuera positiva, por lo que tenía que hacer lo posible por terminar cuanto antes.
— ¿Por qué estás tan callada? —Su amiga claramente se daría cuenta de que Luna no había emitido muchas palabras desde su llegada — ¿Te sucedió algo? ¿Este idiota te dijo alguna estupidez mientras no estaba?
Theo levantó la cabeza de su pergamino al oír la mención y le levantó el dedo de en medio a Astoria en señal de desprecio. Así mismo la chica le sacó la lengua como una niña chiquita.
—No Tori, nada ha sucedido, sólo que tu jefe de casa se ha esmerado en dejar demasiada tarea —respondió y suspiró cansada, la muñeca le estaba doliendo luego de un rato largo de escritura.
Astoria sacó las cuentas y recordó que esa materia le tocaba a Luna hasta la última hora del lunes.
— ¿Cuál es la prisa? ¿Según recuerdo esa materia te toca hasta el final del día lunes?
Luna iba a contestar, hasta que Theo interfirió.
—No todos son unos perezosos que dejan todo a última hora como tú, Greengrass.
— ¡No estoy hablando contigo! —exclamó por lo bajo, para no volver a ser reñida por Madame Pince.
—No es necesario que discutan —murmuró Luna, divertida al verlos llevarse tan mal a veces, siendo que eran mejores amigos.
—Pasa que Astoria, pelea con Draco y después a todos les anda lanzando maldiciones imperdonables —se quejó Theo.
La chica decidió ignorar aquel comentario y se enfocó nuevamente en su amiga.
— ¿Anda Luna, no me has contestado? Recuerda que soy tu mejor amiga ¿No será que tienes una cita secreta de la cuál no quieres decir nada? —le insinuó en tono coqueto, provocando que la rubia se tensara un poco.
Literalmente su amiga parecía de esas brujas que tienen una bola de cristal y lo deducen todo.
Por su parte, Theodore puso real cuidado en atender a la respuesta que Luna diría, tenía que admitir que él había estado queriendo invitarla a salir a solas desde hace tiempo, no obstante Astoria no parecía captar esas intenciones.
Luna plasmó una leve sonrisa y le lanzó una mirada a su amiga, una de tipo que sólo ella podría comprender. No quería que la interrogara sobre eso en presencia del Slytherin, Luna sentía que el tema de Viktor era tan nuevo, que sólo quería compartirlo con ella misma y con su amiga de años, no era nada en particular en contra de Theo.
— Ya lo dije, tarea de defensa contra las artes oscuras extra grande.— reiteró y esta vez su amiga se calmó y comprendió.
Así estuvieron todo lo que les quedaba de tiempo libre, juntos hasta la última hora, donde Luna ya no tenía clases; no obstante sus amigos si tenían que asistir a sus respectivas asignaturas. Por lo que ella se quedaría en la biblioteca mientras los chicos se encaminaron a sus salones. Cuando Theo se volvió, Astoria dejó un pergamino arrugado sobre las notas de Luna y esta sonrió, su amiga era una curiosa insasiable.
«Tienes que decirme qué es lo que tramas, Lovegood.
Soy tu mejor amiga, por lo que exijo saber si es que planeas una cita con el sexy búlgaro»
Luna dobló la nota y siguió con su quehacer hasta que consiguió terminar a eso de las ocho de la tarde, una hora antes de que la biblioteca se cerrara. Llegaría tarde a cenar, pero tenía que ir a dejar sus pertenencias a la torre de Ravenclaw, pues no podía ir con todos esos materiales al gran comedor.
Realmente se sentía cansada, por lo que sopesó la idea de quedarse en la habitación y dormirse de inmediato, pero realmente estaba hambrienta luego de ese día extenso. Al entrar en su alcoba vió que no estaba ninguna de sus dos compañeras, pero su vista se percató de inmediato que en su cama estaba descansando el mismo cuervo que hacía unos días le había traído la nota de Viktor.
Calmadamente dejó sus cosas en el baúl a los pies de su cama y se dirigió hacia el ave.
— ¿Tienes algo para mí? —le preguntó de manera tierna, a ella le encantaban todas las criaturas, por lo que antes de ir a la nota se dió tiempo de acaricialo y buscar en su escritorio algo de alimento para darle —Ten, debiste de estarme esperando mucho tiempo —comentó con su tono cantarín, y el avecilla aleteó a modo de afirmación.
La rubia obtuvo el pequeño pergamino y ansiosa lo desenrolló para notar la caligrafía algo desordenada del búlgaro.
«Estoy a tu completa disposición, Luna Lovegood, admito que esta propuesta me ha encantado. Allí estaré el domingo a las doce.
V. K»
Luna sonrió con alegría, sin duda con esta respuesta iría a cenar mucho más sonriente después de aquel largo día.
*****
El domingo Viktor se despertó temprano, pues luego de años entrenando en un equipo de Quidditch profesional, era algo que ya tenía demasiado interiorizado. Decidió que no se quedaría en la cama como otras veces hacía; este día era diferente, este día tenía que ser diferente.
Raudo se metió en la ducha y dejó que sus músculos se calentaran con el agua caliente que cayó por su cuerpo, a medida que pasaron los minutos se sentía relajado y vivaz.
Sin duda que la propuesta de Luna lo había sorprendido de muy grata manera. Más de la que debiera admitir, durante todo el tiempo en que había estado coincidiendo con ella, no pensó que fueran a comenzar a concertar citas; pues salir con alguien no estaba en los planes de Viktor, él no había llegado a Londres para empezar a salir con nadie.
Sin embargo allí estaba, calzándose unos jeans y una camisa a cuadrillé para no verse tan aburrido, como Ilarion solía referirise a su vestimenta. La rubia realmente le caía bien, realmente le llamaba la atención y realmente quería salir con ella, pero claramente era algo que no se hubiera esperado en esos momentos y en las condiciones en las que todo estaba sucediendo.
Se preparó un desayuno rápidamente, ayudándose de la magia, mientras hizo un poco de orden en la casa.
Aquel lugar era un desastre.
Desde que Ilarion se quedaba allí, aunque fuera algunos días, el sitio daba la ilusión de que una batalla campal había sido llevada a cabo. En ese instante no estaba y a Viktor tampoco le interesaba mucho con quién hubiera pasado la noche, pues sabía que volvería más temprano que tarde, por lo que él se dedicaría a ordenar y luego a terminar algunos labores de El Profeta que tenía al pendiente.
Cuando su desayuno estuvo listo, se sentó a degustar su comida tranquilamente y dejar que la magia esta vez siguiera con el orden del lugar. Tenía tiempo de sobra para hacer todo lo que debía, pero no quería estar apurado mucho menos llegar tarde; Luna le había escrito que se juntaran a las afueras de la Casa de los Gritos, pero al parecer la rubia tenía en mente otro sitio para su reunión.
Recordar a Luna lo hizo sonreír ligeramente, la rubia no era parecida en personalidad a ninguna de las mujeres que él había conocido, tanto en la escuela o en el mundo del Quidditch; la Ravenclaw era soñadora, optimista y no juzgaba a nadie, ella al parecer siempre veía lo bueno de las personas y de las situaciones, eso lo había descubierto en el tiempo que la llevaba conociendo y siendo honesto con él mismo, le gustaba lo que veía.
No sabía qué era lo que sucedía o lo que depararía su destino en Inglaterra, pero Luna estaba haciendo que fuera mucho más interesante y placentera su estadía en dicho país. No quería ir apurando las cosas, quería conocerla debidamente; no obstante no se negaría a salir con ella si es que se lo pedía de manera tan tierna y sutil como sólo la muchacha podía ser.
A eso de las diez y media subió las escaleras y se dispuso a ordenar algunos pergaminos con noticias que le llamaron la atención y que tenían que ver con eventos deportivos de antaño. Su trabajo en el periódico había sido todo un éxito, pues cada vez que él publicaba algo, los números en ventas se incrementaban. Estuvo durante aproximadamente una hora inmerso en algunas anotaciones y observando ciertos comentarios que tenía en su cuaderno, hasta que sintió la cerradura abrirse; claramente ese era su amigo, pero no podía quedarse a charlar.
Tomó una chaqueta y bajó con rapidez, quería pasar a comprar algo para la rubia.
— Mira a quién tenemos aquí, a la estrella del Profeta —sonrió Ilarion, quien a todas luces estaba aún algo tocado con el trasnoche y el alcohol que había consumido.
—Hueles a muerto —señaló Viktor, colocándose la cazadora —Báñate y no te vayas a ahogar en la regadera —comentó con sarcasmo.
— ¿A qué debo este recibimiento tan agrio? ¿Estás apurado?
—Pues claro, saldré y espero que la casa no esté convertida en un chiquero en mi retorno —sonrió.
Ilarion sonrió y le impidió la salida.
—Dime Viktor ¿Vas a reunirte con esa chiquita de Hogwarts?
El aludido rodó los ojos, tomándolo del brazo para salir.
— No te interesa.
— Viktor, Viktor — se carcajeó — Recuerda que puedes ir preso por asaltar cunas ¿Ella no debe tener más de, doce? —le molestó y se tiró al sofá, desparramando los cojines.
—Al menos yo sé con quién salgo Ilarion, no como tú que no sabes si quiera donde estás parado en este momento—debatió Krum.
—Tienes razón —murmuró el otro joven —Suerte, espero que consigas llegar a segunda base pronto, casanova.
Viktor cerró la puerta detrás de él y negó con la cabeza. No podía negar que la presencia de Ilarion Ulianov hacía todo más divertido, no se sentía tan sólo; al igual que Luna.
Se dió prisa y cuando estuvo fuera de la casa, emprendió el camino hasta el lugar donde se reuniría con la rubia, en medio del viaje, se detuvo a comprar algunas flores para ella, no sabía si le gustarían los tulipanes, pero quería llevarle algún detalle para hacerla sentir bien.
Observó su reloj y para su tranquilidad aún quedaban cinco minutos para la hora acordada, por lo que se apoyó en una serca próxima para esperar a Lovegood. Observó hacia donde podrían dirigirse, pues hasta donde él sabía, Hogsmeade no era tan grande y ellos no podían salir del pueblo sin autorización.
De pronto se percató de que venía caminando hacia él, con una canasta de mimbre en la mano, una falda larga de color blanco que ondeaba al viento y lo que parecía ser una chaqueta multicolor.
De inmediato sonrió, ella se veía como un ángel.
Un ángel algo excéntrico, pero un ángel al fin y al cabo, decidió acercarse e ir a su encuentro, pues la canasta no se veía tan liviana, además una extraña ansiedad recorrió su cuerpo al momento en que observó su cabello bailar.
— ¡Luna, vaya! —saludó —Déjame ayudarte —No pudo esconder la sonrisa al llegar frente a ella.
—Hola Viktor —Ella también estaba sonriendo abiertamente— ¿He llegado tarde? He perdido la carroza que me dejaría aquí a las doce —se excusó.
Él negó y una vez que cogió la canasta se dió cuenta de que estaba pesada.
¿Qué tanto habría traído?
S
e acercó para darle un beso en la mejilla, el que la muchacha correspondió gustosa.
— ¿Qué hay aquí adentro? —preguntó el joven, pues realmente sentía curiosidad.
—Lo veremos en cuanto lleguemos, espero que durante la tarde tengas mucha hambre.
—Debiste haberme dicho que fuera a encontrarte a la escuela —mencionó de manera cortés —Esto está pesado y no debiste de traerlo sola.
—No hay cuidado, enserio.
Ambos se sonrieron y él pudo observar que ella se veía realmente hermosa dentro de su estilo, Luna siempre lucía de manera excéntrica y eso la hacía especial.
—Hoy te ves muy bella, Luna —le halagó, logrando que la rubia sintiera algunas mariposas ligeras en su estómago. Que el bombón búlgaro le dijera eso, la hacía sentir muy bien, sobretodo viniendo de él —Creo que ya lo sabías, después de todo.
—Oh, creo que tengo un estilo muy. . .
— Muy de Luna Lovegood —contestó él y nuevamente las risas afloraron en ambos — Dime, Luna ¿A dónde me llevas?
Ella sonrió y se recogió el cabello en una coleta.
— No muy lejos, es un lugar donde estaremos a gusto, o eso espero.
Caminaron y él le preguntó sobre su semana en la escuela y ella sobre el trabajo en el periódico. Ambos estaban más relajados que las otras ocasiones en las que se habían encontrado, más risueños y mucho más conectados, la plática entre ambos fluía sin problemas y los dos estaban interesados en los temas de conversación del contrario.
En un momento llegaron a un muelle no muy lejano de Hogsmeade, que estaba rodeado de árboles, era el Lago Negro desde otra perspectiva, muy lejana a Hogwarts.
—Vaya, no sabía que el Lago Negro era tan grande —murmuró el búlgaro.
— Aquí no tendrás que luchar contra los Grindylows o convertirte en tiburón —aclaró Luna, recondando los sucesos del torneo.
Viktor sonrió y ambos se acomodaron en la orilla del muelle. Luna le pidió la canasta y de allí sacó una manta para que no estuvieran directo en la madera.
— ¿Y esto?
Luna tenía en las manos los tulipanes que él había comprado para ella.
— ¡Por Merlín! Que descuidado soy, las había traído para dártelas, pero cuando te ví tan cargada, las guardé de manera inconsciente en la canasta cuando abrochaste tus zapatos.
—Están muy bellas —comentó, sonrojada por el detalle.
—Era la idea, que te gustaran.
Por un momento ambos se quedaron observando de manera sonriente y profunda, ninguno quería apartar la mirada. Pero para sopresa de Viktor, él fue quien la apartó primero, sentía como si la rubia fuera a descifrar toda su vida con aquellos ojos celestes.
Quiso formular una pregunta para salir de ese momento.
— ¿Eso tiene. . . ?
— Un hechizo indetectable de extensión —completó la Ravenclaw.
— Veo que estás llena de sorpresas, Luna.
— No tanto, sólo creo que soy hábil en encantamientos.
— ¿Sabes que eso es ilegal? ¿No es así?
— ¿Me delatarás?
— Por supuesto que no ¿Cómo podría hacerlo?
—Eres un periodista, a veces por una noticia pueden hacer cualquier cosa.
Él sonrió y negó.
— ¿Por quién me tomas? —preguntó —Me siento ofendido—bromeó y las risas de nuevo no se hicieron esperar.
Realmente disfrutaban de la compañía el uno del otro, él no era tan serio como solía ser cuando tenía que escuchar las ocurrencias de Luna, que parecía feliz hablando sobre un montón de criaturas mágicas.
—Creo que pronto volveré allí para ver a las hadas.
— ¿No se escabullen? Pensé que eran muy esquivas — preguntó él, inmerso en la plática de la muchacha.
— Sólo con quienes tienen malas intenciones, ellas saben detectarlo —mencionó Luna.
El sonrió y le preguntó nuevamente.
— ¿Quién te enseñó todo lo que sabes sobre las criaturas?
—A mi mamá le gustaba contarme muchas historias, supongo que desde allí me quedó ese gusto —sonrió, sik embargo apartó la mirada.
— No quise incomodarte, lo siento —se disculpó el muchacho que notó que el semblante de la rubia había cambiado.
Ella hizo contacto visual con él y sintió que algo en ellos fluía sin ningún inconveniente, que al parecer podían hablar de cualquier tema y no había ninguna tensión.
— He preparado cosas para el almuerzo —señaló — ¿Quieres probarlas?
Él abrió los ojos sorprendido.
— ¿Tú las hiciste? ¿Enserio?
Ella asintió orgullosa, pues había estado todo el día sabado horneando panecillos y algunos dulces para la cita que le había propuesto.
—Espero que estén agradables.
Viktor se quitó la chaqueta, pues el sol estaba pegando fuerte, a pesar de que la frondosa capa de hojas los cubría. Tomó uno de los pastelillos de la rubia y se maravilló al ver que estaba delicioso, el sabor lo había transportado a su infancia, específicamente a su abuelo.
—Esto, esto es delicioso Luna —comentó —De verdad que me ha encantado, tienes un talento para la cocina, jamás probé algo así excepto en mi abuelo
— ¿Él es cocinero?
La cara de Viktor se tornó seria.
—Lo era, él falleció hace un tiempo.
— ¡Oh, lo siento tanto! ¿Puedo saber qué es lo que le ocurrió? —preguntó ella, Viktor no solía hablar mucho de su vida personal, o no lo había hecho hasta ahora, por ende, que compartiera eso, la hacía sentir muy especial.
—Mi abuelo fue seguidor de Grinderlwald hace muchos años, en su juventud —explicó — Los seguidores de Gellert mataron a muchos muggles e hicieron muchos complots en contra de ellos.
— Oh.
—Él era muy bueno conmigo, siempre fue un hombre dulce; cuando crecí no podía entender cómo él había sido parte de eso —comentó, recondando — Un día fuí a verle, él dijo que me esperaría con galletas de chocolate — susurró —Lo hallé tendido en el piso, había muerto —explicó —Nunca se supo que sucedió con él, pero lo más probable es que fue una venganza en su contra.
—Viktor, lo siento mucho —repitió Luna —Tú le querías mucho, por lo que me cuentas.
—Me crié con él, en su granja y cuando cumplí los ocho años nos mudamos a nuestra casa propia —murmuró, con tristeza; como si se culpara por haberle dejado.
—Él debe recordarte y debe cuidarte al igual que madre lo hace conmigo.
La chica puso su mano sobre la de él y ambos volvieron a observarse. Era increíble cómo Luna solía hacer sentir mejor a las personas con sus palabras y forma de ver la vida.
— ¿Está haciendo mucho calor no crees? —preguntó, desabrochando sus zapatillas de lona blancas —¿Te molesta si me las quito para mojar mis pies?
Viktor sonrió, dejando atrás el tema de su abuelo y guardandolo nuevamente en su mente. No sabía porqué lo había mencionado y se apresuró a imitar a la rubia. Ambos sumergieron sus pies en la cálida agua del lago.
—Espero que el calamar gigante no esté cerca y me succione lago adentro — habló el búlgaro.
—Oh, no. En este sitio lo veríamos, es más bajo el nivel del agua, por lo que no puede nadar —explicó Luna.
Viktor se percató de una miga de pastel había quedado en la comisura de sus labios y con cuidado se acercó para quitársela.
—Disculpa, pero ¿Puedo? —preguntó con una servilleta en su mano.
Luna asintió nerviosa, ella era algo descuidada, pero en ese momento sintió que todos los colores se le subieron a la cara por esa simple mención.
Viktor acarició su piel al limpiar y dejó la servilleta. Luna había evitado mirarle, pero algo conectó de pronto con ellos. El búlgaro acarició su cara y sonrió de manera tímida, sintiéndose nervioso repentinamente. Ella tragó seco, pues la situación se había vuelto algo diferente repentinamente.
Viktor comenzó a acercarse a ella sin pensar, verla de aquella forma había provocado en él, sensaciones que hacía mucho no sentía, que no se había molestado en sentir o que no había querido permitir. Luna no había experimentado ese tipo de mariposas antes, tampoco había sentido que el corazón le latiera de aquella manera.
Viktor al ver que ella no se había alejado, continuó con aquello que en ese momento deseaba, cerró sus ojos y apenas rozó los labios de la rubia con los de él.
Nada más había sido un roce.
Unos segundos y abrió los ojos, apartándose luego de ese tibio beso.
— ¿Puedo hacerlo una vez más? —preguntó en un susurro, mirándola directo a los ojos.
Ella jamás había estado en esa situación pero accedió con un leve asentimiento y cerró los ojos a la espera de que él la guiara.
Viktor depositó sus labios en los suaves de Luna, percibiendo su tersura y su esencia angelical. Fue lento, acostumbrándose a ella y luego cuando sintió que Luna correspondió, profundizó, sintiendo sus labios bailar sobre los de él, acarició su cara y se acomodó levemente para poder abrazarla con el otro brazo.
Esa sensación no la esperó.
No esperó sentir que estaba besando a un ángel.
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