CAPÍTULO 1.
****
Los rayos del sol apenas estaban tocando los cristales de la ventana de aquella habitación, pero la joven rubia ya estaba en la ducha, pues como cada veinte de Agosto había despertado antes de lo habitual, pues con anterioridad había planeado todo un día de actividades para esa ocasión especial.
Con sigilo Luna Lovegood bajó las escaleras, quedándose parada en el segundo piso, donde se encontraba otra habitación, y con delicadez tocó la puerta.
—¿Padre? —musitó con suavidad y esperó unos segundos más.
Nuevamente golpeó la puerta; nada.
La rubia no percibía sonido alguno que le indicara que su padre hubiera despertado, por lo que decidió que era mejor ir preparando el desayuno, ya que no quería salir muy tarde.
Llenó la tetera y la colocó al fuego para que se calentara y preparar té. Del horno sacó hogazas de pan y se dispuso a preparar tostadas. El chillido de la tetera hirviendo la alarmó y de inmediato se dirigió a ella para retirarla del fuego, después tomó un par de tazas y colocó unas hojas de hierbabuena dentro de ellas, para después verter el agua hirviendo.
Cocinó un par de huevos con tomate, colocó las tostadas en la panera y lo llevó todo a la mesa.
Miró hacia la escalera pero su padre aún no aparecía por ella. Comenzó a desayunar sola, echando miradas de vez en cuando hacia arriba y tratando de percibir algún sonido.
Unos minutos más tarde ella ya se encontraba en el jardín, cortando unos hermosos tulipanes coloridos que ella misma había plantado unos meses antes, formando un ramo grande que con una sonrisa llevó de regreso a su casa.
Como ya tenía todo listo, decidió sentarse un momento en el sofá.
Comenzaron a pasar los minutos y suspiró.
Se hallaba sentada en la sala, con el enorme ramo entre las manos, pero no había señales de su padre todavía, él aún yacía en la habitación y la rubia a pesar de que el caso era el mismo cada año, no pudo evitar sentir la decepción cruzar en ella.
Pasó una hora de espera y Luna escribió una nota en un pedazo de pergamino que Xenophilus manejaba por toda la casa.
«Padre, el desayuno está preparado.
Me adelantaré un poco, pues seguramente no dormiste muy bien anoche.
Luna.»
Tras aquello, la rubia tomó los tulipanes y se dirigió a la chimenea.
— «Hogsmeade » — pronunció con claridad, soltando un puñado de polvos flu y pronto se vió envuelta en grandes llamas esmeraldas.
Al llegar a la chimenea de la estación de Hogsmeade, Luna salió de ella y se sacudió un poco su ropa que había sido ensuciada por la ceniza de la chimenea. La rubia transitó por el barrio conocido, saludando con amabilidad a muchos de los trabajadores que conocía por el lugar. Caminó unos metros hasta llegar a su destino y suspiró al posarse en la entrada de un enorme recinto empastado. Leyendo mentalmente el enorme nombre que lo coronaba.
«En honor a los caídos»
No tuvo necesidad de tomar los carruajes apostados fuera de la estación. Ya que a diferencia de Hogwarts, el cementerio estaba muy cercano a la estación.
La rubia apretó con más decisión el ramo de tulipanes y se adentró al lugar, caminando bajo el cielo nublado hasta encontrar el punto donde iba. Ella miró con melancolía la lápida de su madre y pasó su mano para limpiar las hojas que habían caído sobre ella.
—Hola mamá. —susurró la joven reemplazando el viejo ramo de tulipanes con el nuevo. —Lamento mucho que papá no pudiera venir…de nuevo. Pero estuvo algo ocupado en las últimas semanas con el Quisquilloso, te imaginarás el trabajo que tiene ahora que Voldemort ha regresado. —comentó sentándose en la hierba junto a la lápida.
Siempre que iba al cementerio a ver a su madre, hablaba con ella como si se tratase de una conversación frente a frente, con la creencia de que ella podía escucharla desde el más allá. Ella necesitaba creer eso, pues el vacío en su vida crecía cada vez más, a pesar de estar rodeada de amigos.
— Pronto volveré a Hogwarts, es mi quinto año y creo que me irá muy bien. — siguió contándole, mientras regaba el césped que se hallaba junto a la sepultura.
Una sensación extraña logró perturbarla, obligándola a despegar la vista de la lápida y dirigirla a unos metros más detrás de ella. Sentía como si la estuviesen observando. Frunció el ceño y agudizó más la vista, su sensación era acertada, pues la figura masculina que la miraba desde unos metros de lejanía era perfectamente conocida para ella, al igual que para una buena parte del mundo mágico; le parecía imposible que él estuviera ahí.
Al ser descubierto, el joven fornido no tuvo más remedio que acercarse a la rubia, pues le parecía descortés ignorarla después de estarla observando un buen rato. Después de todo ella le había descubierto.
Luna observó al joven aproximarse con cautela y pronto ya estaba frente a ella.
—Lamento haber interrumpido. —habló aquel joven con el acento extranjero muy marcado. — No era mi intención de verdad.
Ella lo examinó con detenimiento. Sus facciones sólo habían cambiado un poco, pero él seguía teniendo la mirada de un águila a punto de cazar a su presa, mirada que ella había visto en cientos de pósteres dos años antes por toda su habitación compartida en la torre de Ravenclaw.
Sus compañeras no dejaban de hablar de «El bombón Búlgaro» mientras a ella le parecía que él era más que un joven apuesto. Había notado algunas cosas sobre él, a pesar de jamás haber cruzado palabra y sólo haberse mirado por casualidad en un par de ocasiones.
—Descuida. —exclamó la rubia poniéndose en pie de nuevo, pues había estado sentada en la hierba todo ese tiempo. —¿Qué te ha traído por aquí Viktor Krum? —inquirió mirándolo curiosa, mirada que siempre la había caracterizado.
A Viktor le pareció divertida la forma en que ella le hablaba por su nombre y apellido, pero mantuvo la mirada seria.
—Estaba de pasada. —admitió y alzó los hombros levemente, mirando a su alrededor. —Y quise visitar la lápida de Cedric.
—Oh. —exclamó la rubia girando su vista a la derecha. —¿Eran amigos? Ustedes competían en contra. —inquirió la rubia llena de su acostumbrada curiosidad.
—Nos llevábamos bien, era un buen contrincante. —pronunció el joven regresando su mirada a ella; observó sus enormes ojos celestes y volvió a desviar la mirada, esta vez a la lápida detrás de la rubia. —¿Pandora Lovegood?
Luna posó su mirada en él y después se giró, quedando frente a la lápida de su madre de nuevo.
—Ella es mi madre. —habló con melancolía.
Viktor leyó la inscripción en la tumba y asintió levemente.
—Lo siento mucho, debió ser difícil. —alcanzó a decir el búlgaro, reconfortando inexplicablemente a la rubia.
—Pues lo fue, aunque ha pasado mucho tiempo. En todo caso gracias, Viktor.
El silencio reinó unos segundos y entonces el búlgaro volvió a hablar.
—Escuche sobre el incidente en el departamento de misterios. —confesó buscando la mirada de la rubia. —¿Cómo te encuentras?
Luna lo miró y alcanzó a dibujar una ligera sonrisa.
—Estoy bien; fue un día muy triste, pero hemos logrado superarlo. —farfulló evitando hablar del tema de Sirius, pues este aún no salía a la luz. Además, le resultaba inquietante estar hablando con una estrella de quidditch. —¿Qué te trae a Inglaterra de nuevo?
—Me mudé hace unas semanas, tengo unos proyectos en mente, fuera de los campos de quidditch. —sonrió el búlgaro y Luna lo miró sorprendida.
—Entonces, era verdad…—susurró la rubia más para sí misma.
—¿Lo escuchaste en la radio? —inquirió el mago aún sin borrar la sonrisa.
—Escuché que dejaste el quidditch, mi padre habló sobre eso en el número de hace un mes del Quisquilloso. —dijo Luna, observando cómo Viktor arrugaba la frente, confundido. —Mi padre es escritor de una revista, y el habló acerca de eso.
Viktor asintió comprendiendo.
—¿Tus proyectos radican aquí? —inquirió la rubia incapaz de dejar su curiosidad de lado.
—Sí, me he mudado a Inglaterra. —declaró este. —Me he alojado en el pueblo de Hogsmade, por lo que creo que no será la última vez que me encuentres. —aseguró mirándola intensamente.
Luna sonrió y asintió levemente.
—Debo marcharme, fue un gusto hablar contigo…—hasta ese entonces Viktor recordó que sólo conocía a aquella chica como «Lunatica» como le llamaban todos sus compañeros en Hogwarts.
—Luna Lovegood. — la rubia adivinó sus pensamientos, provocando un ligero sonrojo en el joven de cejas pobladas. —Fue un placer hablar contigo también Viktor Krum, suerte en tus futuros proyectos.
Viktor sonrió agradecido y dió media vuelta, marchándose del cementerio.
Una vez que se hubo alejado, Luna se sentó nuevamente en el césped.
— Ese es Viktor Krum mamá, no pensé que estuviera aquí nuevamente ¿Recuerdas que te mencioné su nombre hace unos años en el Torneo de los tres magos?
El sol estaba a punto de irse, Luna había pasado todas esas horas hablando con su madre, a quien comenzó a contarle quién era Viktor Krum después de su inesperado encuentro, pero ella debía regresar a casa pues estaba empezando a oscurecer. Voldemort había regresado y los mortifagos más peligrosos de Azkaban habían escapado, todo lugar era inseguro.
—Tengo que irme mamá, pero volveré a penas comiencen las visitas a Hogsmeade, el próximo año para tu cumpleaños estoy segura que papá vendrá. —aseguró con un semblante tranquilo, mientras por dentro un nudo en su garganta estaba luchando por desatarse. —Feliz cumpleaños mamá.
Unas finas lágrimas escaparon de su rostro, mismas que limpió rápidamente con el dorso de su mano, pues como decía su padre «Los muertos perciben los sentimientos de uno, y debemos asegurarnos de siempre irradiar felicidad para que ellos descansen en paz» .
El regreso fue rápido, pues no se había entretenido más en el camino, estaba triste, cansada y hambrienta.
Abrió la puerta de su casa y se encontró de golpe con su padre sentado en el sofá, leyendo el Profeta.
—Esconden demasiada información sobre Quién tu sabes, Luna. —fue lo primero que mencionó Xenophilius al ver a su hija llegar. —¿Pero cómo es que los lectores no se dan cuenta?
Luna miró a su padre con reproche y se dirigió rápido a la cocina, pues no tenía animo de escucharlo aún. Preparó un par de tostadas con mermelada y se dirigió a su habitación, pasando de su padre de nuevo. Le asombraba demasiado el hecho de que él pudiera actuar con tal normalidad después de dejarla plantada por tercer año seguido, no encontraba razón por la cual esta vez pudiera excusarse. Sin embargo, sabía que de alguna manera lograría hacerlo de nuevo.
Pasada una hora la rubia escuchó el picaporte de su puerta girar, por el observó la plateada cabellera de su padre, quien entraba con un gran plato de salchichas asadas y puré de patatas.
—No cenarás sólo tostadas, Luna. —le mencionó su padre acercándose a la rubia con el rostro afligido. —Tuviste un día pesado, debes cenar bien.
—No estuviste de nuevo. —acusó la rubia por primera vez, desarmando a su padre por completo.
Xenophilius no dijo nada, más caminó hasta el borde de la cama de su hija y se sentó, dejando el plato en la mesa de la habitación.
—Cada año haces lo mismo ¿Es que acaso ya te olvidaste de ella? —inquirió ganándose un ceño fruncido por parte del mago.
—Claro que no Luna. —reprochó su padre y la miró con severidad. —¿Cómo olvidar a la mujer con la que estuve desde los dieciséis años? —interrogó a la rubia, quien se quedó un poco inquieta. —No puedo olvidarla Luna y el hecho de verla en una lápida no es mi mayor anhelo, perdóname cielo.
Luna observó a su padre apenada, pues hasta ese momento comprendió que lo había estado juzgando mal.
—Lo siento mucho papá. —susurró saliendo de su cama y caminando hasta él. —No tenía idea, tú no hablas mucho de ella, pensé que ya no la querías.
El mago abrazó a su hija con fuerza, alejándola después un poco para mirarla a los ojos.
—Aún amo a tu madre, eres idéntica a ella, mi niña. —sonrió el hombre. —Y así es como quisiera recordarla, a través de tí, no de una triste inscripción en su tumba .
Luna le sonrió con ganas y asintió.
—No voy a interponerme en que tú sigas haciéndolo, si esa es tu manera de tenerla presente, pues está bien.
Luna de pronto sentía la paz que le había faltado durante los últimos años y se sentía realmente relajada por aquello. Era un conflicto para ella que su padre no fuera a visitarla al cementerio pero ahora entendía mejor.
—Gracias papá. —dijo al fin la rubia separándose de él.
—Anda, cena algo decente…Ah por cierto. —recordó Xenophilius sacando una carta de su túnica. —Ha llegado la carta de materiales para este año, mañana mismo saldré de la editorial para...
—No hace falta. —dijo luna a punto de comer su puré. —Astoria y yo hemos quedado de ir juntas.
El mago arqueó una ceja, pues aún le parecía extraña la amistad de su hija con una Slytherin.
—Está bien, de verdad. —aclaró calmando a su padre, pues ella sabía lo que él pensaba de las serpientes.
—Muy bien, Luna. — el hombre se rindió y se acercó para besar la frente de su hija. —Descansa un poco.
Después de aquella charla Luna recordó su encuentro con Viktor por unos momentos y no dudo dos veces para escribirle a su mejor amiga.
Astoria Greengrass.
Su amiga en la mañana le había escrito para darle buenos deseos para el día de hoy, por lo que sintió la necesidad de devolver su gesto cariñoso, contándole todos los detalles de su intenso día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro