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𝐂𝐔𝐀𝐓𝐑𝐎

Andrei caminó con cuatro cajas de botellas de cervezas encimadas hasta el rincón donde debía apilar la mercadería. Los hombres que habían traídos las bebidas, apenas podían con dos. El castaño tomó menos cajas en la siguiente ida, no quería llamar la atención de nadie. Cuando salió de la bodega, dos hombres con impecables trajes lo estaban esperando afuera. Los reconoció del día que visitaron la granja.

¿Se les ofrece algo? –indagó de malhumor.

¿Te gusta apilar cajas para vivir? –preguntó uno de ellos.

No les interesa.

Tenemos una oferta para ti.

Belov se acercó a la puerta para mirar si su jefe estaba cerca. Al confirmar que no era así, regresó junto a los hombres.

Pueden hablar.

Le agradaste a la señorita Romanova. Quiere ofrecerte un trabajo.

Él frunció el entrecejo.

¿Qué tengo que hacer?

No podemos hablar de eso aquí. ¿Vienes o no? –señaló un automóvil oscuro fuera del callejón.

El castaño negó haciendo una mueca.

No arriesgaré mi empleo seguro por algo que desconozco. Denle las gracias a la señorita, pero yo paso. Pueden irse –regresó al trabajo.

Natalia estaba sumida en sus pensamientos mientras terminaba de aplicarse crema en todo el cuerpo. Había tomado un baño relajante para aliviar un poco de tensión. Lo cierto era que llevaba tiempo sin compañía masculina que valiera la pena. La última vez que le habían presentado a un candidato para que compartiera su cama, el hombre se había sentido tan intimidado por el poder del cargo de la mujer, que su desempeño había dejado demasiado que desear.

Ya habían pasado unos días desde que había encargado que le ofrecieran a Andrei ese trabajo. Belov había rechazado la oferta sin escucharla, así que tuvo que tomar medidas un poco más drásticas para lograr ser su única opción.

Tocaron a la puerta un par de veces, así que acomodó bien su camisón de seda negro y anudó su bata gris. Se acercó a abrir la puerta, escondiendo una sonrisa cuando el castaño ingresó a su habitación.

Así que decidiste aceptar, es una sorpresa –comentó haciéndose a un lado para dejarlo ingresar.

La pelirroja había apagado las luces que estaban embutidas en el techo, dejando que las lámparas de las mesitas de noche atenuaran la penumbra.

No me dejaron muchas opciones cuando me despidieron y se encargaron de que nadie quisiera contratarme –comentó ingresando y comenzando a observar toda la habitación sin observarla a ella ni siquiera de soslayo.

Romanova estuvo conforme con la pequeña transformación a la que habían sometido al hombre. Ya no se veía desaliñado, su barba estaba perfectamente perfilada y su cabello ahora tenía un corte mucho más parejo. Vestía una camisa mangas largas celeste que dejaba en evidencia sus musculosos brazos.

Andrei se detuvo a observar la enorme cama con dosel esculpido con detalles muy finos. El suelo alrededor estaba alfombrado con un tono ocre. Había largas cortinas en el costado izquierdo, pareciendo una salida al balcón.

No fueron muy específicos, solamente me dijeron que me querías en tu cama. Además de hacerme varias cosas –pasó su mano frente a su rostro para referirse a su cambio de look.

La mujer se sentó en el borde de la cama. Cruzó sus piernas, haciendo que la bata y el camisón enseñaran una porción de sus muslos.

Seguramente fue una parte de lo que las mujeres debemos sufrir para vernos perfectas. ¿Te dolió mucho?

¿De qué hablas? –se extrañó.

Ella se puso en pie y se acercó hasta el hombre. Desabrochó los primeros tres botones para ver una porción del pecho del castaño. Él no se movió, la dejó mirar.

Me refiero a que, si no eras lampiño, debió dolerte la cera.

Solo tocaron mi barba y mi cabello.

Bien por ti –le dio un golpecito en el pecho y se acercó a la zona del minibar–. ¿Quieres beber algo? Yo tomaré vodka.

Te acompañaré con lo mismo.

La pelirroja sirvió otro vaso para el hombre. Estaba algo ansiosa por comenzar con el encuentro.

¿Por qué yo? –inquirió cuando bebió todo el alcohol de su vaso.

Porque me gustaron tus ojos –fue sincera–. Además, no pareces tener problemas en decir lo que piensas.

Y eso me puso en tu lista de candidatos para satisfacerte.

Así es. Después podrás conseguir trabajo en lo que quieras ¿qué te gusta hacer?

Definitivamente, la respuesta no es acostarme con alguien por dinero.

Puedes considerarlo como un servicio a tu país. Es difícil encontrar compañía cuando una tiene tanto poder.

No dudo en que muchos de tus hombres desearían estar aquí.

Elegir a alguno de ellos podría ocasionar rivalidades.

Volvió a acercarse. Le parecía interesante que se quedara quieto, parecía que la dejaría hacer lo que quisiera con él. Se puso en puntas para tomar su labio inferior entre sus dientes. Sonrió cuando él siguió sin hacer otro movimiento, permaneciendo con los brazos a los lados. Lo siguió besando alrededor de la boca, tardando más cuando alcanzaba a tocar sus labios. Poco a poco, la respiración del hombre comenzó a alterarse, así que bajó sus labios al cuello del castaño.

¿No te sientes un poco tentado? –pasó sus dientes por su atractiva manzana de Adán.

No estoy seguro de las reglas que existen para estos casos.

Déjate llevar por tus instintos. Hazme disfrutar y yo haré lo mismo contigo. ¿Te parece justo?

Lo suficiente.

El castaño la sostuvo de la cintura con un brazo. Natalia no tenía nada de maquillaje encima. Él le acarició el rostro, sintiéndose muy a gusto con la tensión que había comenzado a aumentar entre ellos. Ella esperó a que la mano del hombre se acercara a su boca para atrapar uno de sus dedos entre sus labios. Con la idea de encenderlo, lamió lentamente todos los dedos del hombre.

¿Cómo debo llamarte? –inquirió sintiendo que su miembro comenzaba a endurecerse.

Puedes llamarme Natalia –sonrió–. He tenido una semana terrible, sé bueno y ayúdame a obtener algo de diversión.

Andrei asintió.

Antes de comenzar, quiero verte.

La pelirroja se estremeció. Retrocedió unos pasos y llevó sus manos al cinto de su bata. Él contuvo el aliento al ver el diminuto camisón negro que llevaba debajo. En la zona del escote, el encaje dejaba ver casi por completo sus atributos con los pezones ya erguidos.

¿Quieres ver más? –preguntó con voz melosa–. Tú también quítate una prenda –agregó al tener una respuesta afirmativa.

El castaño se tomó el tiempo para abrir por completo su camisa, enseñando un cuerpo muy trabajado. La mujer se acercó embelesada, levantando una mano para tocar el atractivo torso, sintiendo que él se estremecía cuando llegó a la zona de los abdominales. Se detuvo al borde de sus pantalones sabiendo que él deseaba que continuara.

En ese momento, fue como si ella hubiese pulsado un interruptor en él. Andrei la tomó en brazos y la dejó con delicadeza sobre la cama. Ella se aferró a su cuello para alcanzar sus labios. Se sorprendió cuando él devoró su boca con tanta intensidad que parecía querer robarle el aliento. No le permitió más que responder con la misma energía y cuando fue consciente, él la estaba apretando contra la cama mientras ella movía sus manos entre sus cabellos castaños.

Belov la hizo abrir las piernas para acomodarse entre ellas. Ella recargó su peso en sus codos para ir subiendo más hasta que su cabeza estuvo encima de la almohada. Se apartaron unos instantes para que él pudiera deshacerse de sus pantalones, medias y zapatos.

¿Por qué no te quitas todo? –preguntó la mujer.

Todo a su tiempo.

La pelirroja cerró los ojos cuando él comenzó a besar sus piernas mientras la acariciaba. La sensación de la barba contra su piel era deliciosa. Subió con una velocidad que hizo que ella comenzara a temblar. Andrei besó la intimidad de la pelirroja por encima del camisón, siguiendo después por su vientre hasta volver a alcanzar sus labios. Ella lo mordió ligeramente y ambos sonrieron. No apartaron la vista del otro mientras que él fue subiendo el camisón. Natalia levantó los brazos y arrojó la prenda lejos. Sintió frío por un momento hasta que el peso del musculoso espécimen encima de ella la abrigó.

¿Cuánto más me harás esperar? –pasó su índice derecho por el cuello del sujeto.

Solo un poco –mordió su lóbulo izquierdo antes de bajar sus labios por su cuello, continuando en medio de sus senos hasta llegar a su vientre.

Ella gimió cuando sintió la lengua del hombre en su ombligo. Belov se detuvo cuando alcanzó la intimidad de la pelirroja. Abrió más las piernas de ella, utilizando una mano para abrir los labios. Su boca no tardó en buscar la protuberancia, haciendo que ella soltara un gritillo de emoción cuando comenzó a estimularla con ímpetu. Desesperada por llegar, se aferró a la cabeza del castaño entre exclamaciones. Él no tardó mucho en utilizar sus dedos para penetrarla.

Romanova sintió que estaba llegando cuando él comenzó a atender sus pechos sin dejar de mover sus dedos en su interior. El orgasmo la golpeó con fuerza, haciendo que por instantes no sintiera nada más que placer. Cuando volvió a la realidad, él seguía besándola en el cuello. Ella buscó con desesperación quitarle la ropa interior. Andrei rio levemente cuando sintió que le pellizcó el trasero.

El calor volvió a subir por sus piernas cuando su mano exploró el miembro masculino. Las dimensiones que sintió la sorprendieron gratamente.

Hay preservativos en la mesita de noche –dijo la mujer.

El castaño estiró el brazo para alcanzar uno de los pequeños paquetes plateados. Se lo pasó para que ella lo abriera con los dientes. Natalia también fue la encargada de acomodar el preservativo en el potente miembro.

Volvieron a besarse cuando lo sintió adentro. Agradeció que le diera unos segundos para acostumbrarse a su tamaño. Él estuvo bastante pendiente de las reacciones de la mujer debajo suyo. Por primera vez en su vida, ella no pudo controlar los sonidos que escaparon de su boca. Andrei la sostuvo con firmeza de las caderas mientras que ella lo besaba cuando no estaba gimiendo o buscando aire. Disfrutó de la fricción entre sus cuerpos hasta que sintió que iba a llegar por segunda vez a la cima. Le mordió el hombro cuando se corrió, ocasionando que él también se viniera con una mezcla de placer y dolor.

Belov usó sus últimas energías para tumbarse al lado y no encima de la mujer. Natalia esperó a respirar con normalidad para acercarse a él y besar la espalda del castaño. Era impresionante como él había podido esconder tantos músculos debajo de ropa vieja. Se sentía afortunada de haber encontrado a un amante tan hábil como él.

Era esto lo que necesitaba –susurró complacida.

El hombre se levantó para quitarse el preservativo y fue hasta el baño para tirarlo en la basura. Al regresar, ella lo esperaba en la cama con una sonrisa radiante y sin cubrir su cuerpo sonrojado. La pelirroja admiró abiertamente el cuerpo desnudo del castaño.

No estás nada mal, campesino –comentó.

Imagino que ya sabes que eres hermosa.

Supongo que ese fue un cumplido –pronunció confundida.

No estoy aquí para eso.

Él tomó otro paquete de preservativos y se lo volvió a poner. No tardó mucho en volver a acercarse a pelirroja. Cambiaron de posición, volvió a tomarla posicionándose detrás de ella, embistiendo con tanta intensidad que ella temió morir de placer cuando también utilizó una mano para jugar con su clítoris.

Agotada, con la frente húmeda y con las piernas temblando, ella se aferró a una de las almohadas para recuperarse. Cuando fue consciente, el castaño se estaba vistiendo, sentado al borde de la cama.

Pudiste leerme demasiado bien –con pereza se cubrió con una manta sin intenciones de moverse.

Supuse que al dar órdenes todo el día, preferirías dejar que yo estuviera al mando en la cama –señaló abrochando los botones de su camisa.

Eres muy listo, Andrei. Me dejaste muy satisfecha.

¿Qué sigue? –preguntó con seriedad.

Tendrás que estar disponible cuando te necesite. Mis hombres te llevarán hasta tu nuevo departamento y te enviaré allí una mensualidad. Ahora que trabajas para mí, tendrás tiempo para hacer lo que desees.

De acuerdo. Entonces, hasta la próxima.

Natalia cerró los ojos cuando escuchó que él cerraba la puerta. Andrei parecía ser un hombre de pocas palabras. Más adelante intentaría que se abriera un poco más con ella.



¿Se lo esperaron? 








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