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7. La tumba de Aslan

Capítulo siete

La tumba de Aslan

—¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar aquí? —preguntó Julia, dando un bostezo. Llevaban más de una hora sin avanzar, frenados justo antes de que terminara el bosque. Estaba cansadísima, y ahora estaba abrazada a Lucy por la espalda para no caer del centauro en caso de que se durmiera.

—No lo sé. Siempre suceden cosas así —explicó Lucy—. Pero había olvidado lo que duele la espalda luego de hacer estos recorridos.

—Oh, entonces no soy la única —dijo ella con alivio—. Creí que solamente yo era débil y todo eso por cansarme.

—No, y no te preocupes. Lo que me encantaría es saber por qué nos detenemos.

Justo cuando terminó de decir eso, se empezaron a oír los cascos de los centauros galopando, golpeando el suelo, partiendo ramas y pisando piedras. De repente todos estaban avanzando. Julia se enderezó de inmediato, y se aferró a Lucy, quien tenía mejor equilibrio y práctica, y el centauro sobre el que estaban comenzó a galopar.

Pronto salieron del bosque, Caspian y Susan a la cabeza con el caballo negro, según las chicas pudieron ver una vez que el ejército se abrió un poco, despejando la vista. Estaban ahora en campo abierto, dirigiéndose a un lugar que tenía una especie de rampa de piedra que guiaba a un lugar subterráneo. Cerca de ese lugar, todo estaba lleno de narnianos, esperando para saludar a los reyes de Narnia en su retorno a las tierras. El pasto estaba altísimo; tanto, que tapaba gran parte de las patas de los centauros. Julia estaba segura de que se perdería en esos pastizales si caminaba por ellos, ya que apenas sería capaz de ver.

—Ya casi llegamos —dijo Lucy con emoción, dando vuelta la cabeza para ver a su amiga, que tenía un rostro aterrador. Julia se aferró a Lucy con más fuerza cuando el centauro aceleró la marcha. Estaban cerca—. Tranquila, nadie dejará que te pase nada.

Por más que fueran solamente palabras, ellas significaron un alivio en Julia, quien se sentó más erguida sobre el lomo del centauro y miró hacia ambos lados, animándose por primera vez a dejar de mirar hacia delante. Pero la valentía fue momentánea, porque pronto se sintió mareada y tuvo que concentrarse de nuevo en mirar la espalda de su amiga para recuperarse.

Pronto se aminoró la marcha. Volvieron a divisar el centauro sobre el que cabalgaban Peter y Edmund, y vieron a Caspian, indicando con una mano que todos frenaran. Su caballo negro seguía marchando al frente, con todo el ejército detenido. Susan y Caspian avanzaron hasta un punto a pocos metros de la entrada a la cueva subterránea, cerca de la rampa de piedra, y se detuvieron. El muchacho se bajó del caballo ágilmente y lo tomó por las riendas para controlarlo. Susan seguía arriba.

Julia se sorprendió al comprobar que los pastizales eran altos hasta para Caspian, cubriendo sus piernas casi por completo. Eso la hizo sentirse más pequeña que Reepicheep.

—¿Y ahora qué? —le susurró a Lucy. Para su sorpresa, fue Peter, que estaba a su derecha, quien respondió:

—Ahora se hará el importante y hablará con los narnianos como si fuera el mismísimo Aslan.

Claramente, Peter aún sentía rencor, y Julia no sabía bien si era porque le quitaba el puesto de líder o porque había cabalgado junto a su hermana. De todos modos, Edmund rió por lo bajo e hizo una mueca de burla que solamente las chicas vieron. Peter se extrañó cuando las vio reírse, pero no dijo nada y volvió a mirar al frente con rabia.

Caspian, que aún tenía las riendas en la mano y guiaba a su caballo y a Susan por el pastizal, se volvió hacia sus seguidores. Les indicó con una seña que se acercaran, e inmediatamente se reanudó la marcha.

—¡Ooooh! —se asustó Julia cuando su centauro comenzó a andar de nuevo. Una vez que todos llegaron a una distancia de cinco metros de la rampa de piedra, frenaron nuevamente y Peter, Lucy y Edmund descendieron de los caballos. Medio cubiertos por los pastizales, levantaron la vista hacia Julia—. ¿Están esperando a que baje?

Peter ya no escuchaba, simplemente marchaba con paso apurado hacia donde estaban Caspian y Susan. Lucy dijo:

—Podemos ayudarte, no te preocupes. —Miró a su hermano y carraspeó.

—Oh, sí, claro —dijo él de repente—. A ver, es muy alto para saltar, ¿no?

—Edmund, compórtate como un caballero y ayúdala a bajar —lo reprendió Lucy con falso enojo.

—Estaba bromeando.

Extendió sus brazos hacia arriba y le indicó a Julia que se doblara para poder agarrarla por debajo de los brazos. Con una sonrisa nerviosa y temblor en todo su cuerpo, Julia lo hizo. Él la afirmó con sus manos y ella dio un impulso para separarse del centauro. Pronto ya estaba tocando el suelo, Edmund aún afirmándola con sus manos. Se miraron.

—¿Viste que no era tan difícil? —le dijo él. Julia asintió sin moverse demasiado, ya que no quería que la soltara. Tal vez si se quedaba quieta él no quitaría las manos—. Pronto podrás hacerlo sola y sin problemas, no te preocupes.

En realidad, a Julia no le hubiera molestado que Edmund la ayudara a bajar por el resto de la eternidad, pero en lugar de decir sus pensamientos volvió a asentir. Lucy sonrió antes de decir:

—Creo que debemos avanzar ya. Caspian debe estar esperándonos, y Peter seguramente está echando humo.

Apenas dieron un paso hacia delante hubo un gran tumulto y todos los miembros del ejército se corrieron a un lado para dejarlos pasar. A Julia le pareció extraño que hubiera tanta ceremonia por aquellos chicos, a pesar de que habían sido reyes, pero para los otros dos era normal. Caminaron hasta el frente de la formación, abriéndose paso entre los altos pastos, que era lo único que les dificultaba el camino.

—Ojalá el vestido fuera más largo —comentó Julia—, me estoy raspando las piernas con este pastizal. Y ahora me arde la piel —se quejó, bajando una mano para rascarse, y luego volvió a pararse derecha, dándose cuenta lo poco fino que era hacer eso. Se suponía que estaba caminando con los reyes.

Una vez junto a Susan, que seguía montada al caballo, los hermanos y Julia se formaron en una fila, quedando alineados frente a la rampa de piedra que bajaba. A ambos lados de dicho camino había sendas filas de centauros, todos mirando hacia la rampa. Cada uno tenía una espada que subió cuando Caspian lo ordenó, levantando los brazos, de modo que quedó el camino con un techo de espadas. Eso indicaba que ofrecían sus vidas a los reyes. Caspian se volvió hacia los cuatro hermanos, le indicó a Susan que se bajara y les dejó paso libre para que avanzaran. Lenta y majestuosamente, como estaban acostumbrados, fueron caminando hacia delante sobre la piedra.

—Entiendo que yo no tengo por qué ir, ¿pero por qué no fuiste con ellos? —le preguntó Julia a Caspian. Ambos se habían quedado atrás, viéndolos avanzar.

—Aún son los reyes de Narnia, mientras que yo solamente aspiro al trono —suspiró, mirando al frente—. Y todos los reconocen.

—No te preocupes, ya todos se darán cuenta del buen líder que eres. Si puedes mover a todas estas criaturas tan fácilmente, no te será difícil reinar.

—Gracias... ¿Gillian?

—Julia.

—Julia —repitió él—. Discúlpame por el malentendido, jamás hubiera querido hacerte daño en realidad. Te confundimos con una telmarina.

—Luego tendrán que explicarme un poco sobre eso, porque no sé nada.

—¿Puedo preguntarte algo?

Julia no podía creer que el futuro rey de Narnia le pidiera permiso para hacer preguntas.

—Claro —contestó ella, aún sorprendida.

—¿Por qué estás con ellos?

—Es una larga historia —dijo ella y resopló. Luego se arrepintió, ya que era un gesto poco apropiado para la situación—. Ellos son todos hermanos y ya estuvieron aquí e hicieron todas esas hazañas que todo el mundo conoce. Y yo, que soy una simple chica de Londres...

—¿Dónde queda eso? ¿Es un reino lejano, o queda después de Calormen? —preguntó con interés—. Lo siento, no quise interrumpir.

Claramente, Caspian creía que Julia era alguien importante, de un reino poderoso. Pronto volvería a tratarla como a una inferior, tan pronto supiera la verdad.

—Es una ciudad. Del Reino Unido.

—Nunca había oído hablar de él. Sigue, por favor.

—Bueno, yo estaba con Lucy, esperando el tren... no sabes lo que es, ¿verdad? —Caspian negó con la cabeza. —Se utiliza para transporte de personas o de carga, como carbón o cosechas. Es como un trineo con muchos vagones, muchas cavidades. —Él pareció comprender la idea, porque asintió con los ojos bien abiertos, ya sin la cara de perplejidad que tenía antes. —Y entonces yo estaba allí, esperando con Lucy y sus hermanos, cuando de repente todos empezaron a sentir tirones y pellizcos por todas partes, y terminamos agarrados de las manos y aparecimos aquí. Lo que nos llamó fue...

—El cuerno que hice sonar, lo sé. El cuerno de la reina Susan —dijo con cierto deje de felicidad en su voz—. Me lo dio mi tutor, él me contó muchas historias sobre ellos y sus años aquí. Creí que sería imposible que ustedes... es decir, ellos... bueno, que aparecieran —dijo sin estar seguro de qué le convenía decir—. Creo que ya es hora de que entremos.

—¿Yo también?

—Claro, eres la invitada de los reyes, ¿no?

Julia prefirió no insistir en el tema. Siguió a Caspian por la rampa de piedra, pasando por debajo del techo de espadas, preguntándose con nerviosismo si a los centauros no se les habrían cansado ya los brazos. Por suerte a ninguno le falló la fuerza, así que las espadas no cayeron sobre ella, que era lo que temía.

Una vez que hubieron recorrido todo el camino de la rampa siguieron por un pasillo mal iluminado. Ya estaban en la parte subterránea que se adivinaba desde afuera, y todo tenía mucho olor a tierra y a humedad, como si fuera una madriguera en lugar de... Julia no estaba segura de qué era ese lugar. Pronto se enteraría.

Siguieron avanzando hasta que se hallaron en una parte más iluminada de la especie de cueva en la que estaban. Allí dentro había criaturas que Julia no pudo distinguir, ya que ser nueva y la penumbra no eran una buena combinación para reconocer narnianos. Todos ellos estaban forjando armas, con fogatas encendidas. Se oía el sonido de yunques y otros golpes metálicos que retumbaban por todo el lugar. La chica se estremeció, y Caspian lo notó. Él estaba acostumbrado al lugar, a los ruidos y a la falta de luz, así que pudo percibir inmediatamente la reacción de la chica, ya que todo eso no lo distraía.

—No temas, no te sucederá nada —le aseguró. Ella tragó saliva y siguió adelante, tanteando con ambas manos por miedo a que algo apareciera, ya fuera una columna o una criatura. Se moría de curiosidad, pero no se atrevía a preguntar nada, ya que se sentía como una molestia para el príncipe.

Pronto llegaron a una zona más iluminada, y de inmediato Julia reconoció la figura de los cuatro hermanos. Corrió hasta ellos, sin importarle lo infantil que se veía, y exclamó:

—¡Lucy!

Los reyes y reinas se dieron vuelta, y Lucy le sonrió.

—Pensamos que no vendrían más —dijo Edmund. Miraba a Caspian como si quisiera leerle el pensamiento, escrutando su rostro. Cuando el príncipe arqueó las cejas, sin comprender lo que hacía el muchacho, Edmund se encogió de hombros y miró hacia otro lado. Rápidamente olvidaron el tema.

—¿Dónde estamos? —preguntó Susan a Caspian.

—Es lo que iba a preguntar —dijo Peter, aún bastante enfurecido, aunque los humos se le habían apagado un poco.

—¿No lo reconocen? —preguntó Caspian con una sonrisa. Susan se ruborizó y miró el suelo. Julia no la culpaba: Caspian tenía muy buen aspecto, y era encantador con ella—. Ustedes mismos estuvieron aquí, aunque probablemente eso haya sido hace mil años. Este lugar, amigos, es la tumba de Aslan.

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Próximo capítulo: "Frente a la mesa de piedra", disponible a partir del 18 de septiembre de 2014.

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