Capítulo 1: El nuevo habitante.
Amanda:
Salgo de la ducha y me seco con mi toalla, la tiro al suelo y corro hacia mi closet en busca de ropa. Me cambio rápidamente y cepillo mi cabello, no hago un gran esfuerzo ya que la brisa lo despeinara bastante. Me coloco mis sandalias y salgo de mi tienda. Tomo una manzana de una de las canastas y me dirijo hacia mi padre quien se encuentra hablando con los pescadores de la isla.
—¿A qué hora se supone que llegará? —pregunta mi padre a Omar, uno de los pescadoras.
—No sabemos exactamente, pero ya sabes cómo puede ser la gente adinerada, les encanta hacer entradas inesperadas —responde Omar, los miro confundida mientras le doy un mordisco a mi manzana.
—¿Quién viene? —pregunto acercándome un poco más a ellos.
—Una familia de Florida enviará a uno de sus hijos aquí, al parecer por una especie de castigo o algo —responde Omar alzando ligeramente sus cejas, asiento con la cabeza y le pego otro mordisco a mi manzana.
—¿Desde cuando los de ciudad ven Maui como un lugar de castigo y no para vacacionar? —Omar y mi padre se encogen de hombros.
—Al parecer el odio del chico hacia el calor es una de las razones —comenta mi padre—. No imagino el desespero que tendrá al pobre a penas llegue y no encuentre aire acondicionado por ningún lado.
No me interesa pensar en su desespero ni en lo sudorosas que estarán sus extremidades así que optó por retirarme de la conversación.
—Oye, Amanda —me giro al escuchar la voz de Juan, quien camina hacia mi con una sonrisa y unas flores en sus manos—. Las vi y se me hizo inevitable no pensar en ti —no entiendo que le recuerdan a mi unas flores en transición a pudrirse pero esta bien, la intención es lo que cuenta, las tomo en cuanto me las entrega y le dedico una pequeña sonrisa.
Juan no es mi novio, y no sé si él piense que es mi novio. Realmente no sé muy bien que somos, solemos pasar bastante tiempo juntos y hasta nos hemos acostado, y aunque personalmente no soy muy buena cargando títulos, si nunca me ha pedido que sea su novia no me considero como tal. Quizás suene anticuado o algo por el estilo pero no soy adivina para simplemente saber de la nada si alguien me ve como su novia o no. Yo quiero la linda propuesta, la sorpresa, la emoción.
—Gracias.
—¿Oíste del chico que llega de florida? —me pregunta comenzando a caminar junto a mi.
—Si, Omar y mi padre justo estaban hablando de ello. Se supone que lo mandan acá como una especie de castigo, ¿No? —asiente con la cabeza desviándonos hacia la orilla Del Mar, donde caminamos mojando nuestros pies con el roce del agua.
—Al parecer el chico es todo un caso —dice alzando sus cejas—. Quien sabe que habrá hecho para que sus padres lo hayan querido mandar tan lejos —hago una mueca desenterrando mis pies de la arena—. Oí que se acostó con su madrastra y su padre lo corrió por ello —arrugo la nariz y lo miro incrédula— Eddy mencionó que la razón es porque quemo parte de su casa en una fiesta, aunque Allison dice que realmente es porque es adoptado y sus padres no lo quieren más.
—Demonios, no ha llegado aquí y ya hay mil teorías sobre él.
No soy fan de las teorías ni de los chismes, me enloquece el hecho de que la gente se dedique a crear mentiras y a regarlas por ahí, pero más aún me enloquece la gente que se las cree.
Como Juan, por ejemplo.
El chico no ha pisado Maui y ya hay rumores de que tuvo sexo con la madrastra, vaya reputación la que tendrá en la isla. Me alejo de la orilla y desvío mi camino hacia las chozas, miro de reojo a ver si Juan sigue a mi lado y por fortuna ha seguido por su propio camino. Me agrada pero en ocasiones puede ser un poco intenso. Al llegar a la choza de Miranda, toco y al oír su señal entro.
—¿Dónde dejaste a tu perrito faldero? —me pregunta haciendo referencia a Juan, tuerzo los ojos y niego con la cabeza.
—¿Qué andas haciendo? —pregunto dirigiendo mi mirada a las telas en su mesa.
—Estoy tratando de coser una falda para la fogata del viernes —asiento y paso mi mano suavemente por la tela. Miranda siempre ha sido muy buena con la ropa, es una de las mejores costureras de la isla por no decir la mejor. Es un gran talento, yo no logro ni coser un agujero en mi ropa sin coser mitad de mi brazo a el, mucho menos podría crear alguna pieza de ropa—. ¿Tú que te pondrás para la fogata? —tuerzo mi boca y ladeo mi cabeza, finalmente me encojo de hombros.
—No lo sé. Cualquiera cosa que se vea bien —contesto jugando con los hilos.
—Claro, con tu cuerpo todo se ve bien —dice alzando las cejas mirando directamente mi trasero—. No todos somos así de afortunados —bufo y dejo los hilos en su sitio al romper uno.
—No es ser afortunado y lo sabes —digo señalándola con mi dedo—. Se llama levantarse temprano a hacer ejercicio y no comer todo lo que se te pase por delante —hace una mueca de horror, rio.
—Prefiero seguir quejándome, suena más fácil y divertido —muevo mi cabeza en desaprobación—. ¿Te enteraste que tendremos un nuevo miembro en la tribu? —asiento con mi cabeza cansada.
—Todos parecen estar hablando de ello —comento soltando un leve suspiro.
—No es de menos, es normal recibir visitantes en épocas de turismo, pero no oímos muy a menudo que mandan a alguien vivir aquí como castigo. Para mi sería el mejor castigo del mundo... La playa, el zumo de cocos, bronceado sin mucho esfuerzo. Es el paraíso.
—No para todo el mundo, Miranda. Además, no viene aquí a vacacionar —hace una mueca con su rostro dándome el punto—. Quizás lo pongan a trabajar en las lanchas pescando o haciendo trabajo de jardinería.
—O hasta como ayudante en las escuelas —añade Amanda.
—Si es tan mala conducta que lo mandan lejos, no creo que sea buena idea tenerlo cerca de niños —Miranda asiente dándome la razón.
—Que curioso y hasta raro que vean Maui como si fuésemos un centro de rehabilitación o algo —abre la nevera y le da un sorbo a un vaso con agua—. Si tanto dinero tienen deberían mandarlo a un internado o algo militar.
—Querían ser originales —me encojo de hombros y me siento en el pequeño sofá, cruzó mis piernas y me relajo.
No me doy tanta mente averiguando la razón de por qué sus padres tomaron la decisión que tomaron, cada cabeza es un mundo, y a pesar de que si me genera curiosidad, si vivirá aquí tendré bastante tiempo para preguntarle en vez de andar especulando. Además, consideró que para alguien que probablemente no está acostumbrado al trabajo duro, llevar sol y trabajo manual, Maui sin duda es el sitio perfecto.
—Demonios –oigo decir a Miranda con una impresión notable en su voz, volteo a mirarla y me acerco a la ventana a ver qué es lo que mira.
Un bote bastante moderno, ni siquiera me molestaré en adivinar que marca es porque no tengo ni la más remota idea, esta parado en uno de los frentes de la isla, tiene escrito gigante "soy caro" por todas partes. Un señor sale de él vestido de blanco junto con unas gafas de sol negras, saluda a las personas en la orilla y a mi padre junto a otros que se acercan a él, después de hablar por unos minutos, se ve como un chico rubio baja del bote a regañadientes mientras carga unas cuantas maletas, se posiciona al lado del hombre de blanco y a pesar de que lucen bastante parecidos no se nota un aura muy dulce y familiar entre ambos.
—Déjame ver —digo quitándole los binoculares a Miranda, me posiciono mejor en la ventana y logro ver con claridad, primero al señor y luego enfoco mi vista en el chico, cara de culo, cabello rubio, ojos azules, aparentemente buen cuerpo, se tendrá que verificar en cuanto se quite la ropa.
Su apariencia grita problemas, pero es malo juzgar por el físico, capaz y es un ángel de Dios.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro