Capítulo 8
Hacemos palomitas, nos servimos bebidas y nos dirigimos a la sala. Tenemos una hora y media para hablar, antes de que tenga que volver por sus hermanos al instituto.
–Bien, hablemos sobre los hechiceros, son los mismos que la gente llama Brujos, pero odian ese término, prefieren ser llamados hechiceros. Son especialistas en comunicaciones con potencias de la naturaleza y difuntos. Algunos son capaces de curar el cuerpo y el alma.
–Si lo pones así no suenan tan malos –comento llevando un puñado de palomitas a la boca.
–No todos lo son como ya te había dicho. Pero sus poderes vienen del mal, poderes demoníacos.
–Entonces hay magia negra y blanca.
–Eso es lo que se dice, la magia blanca la usan para cosas beneficiosas, como curar personas o volver fértil la tierra. Y la magia negra para cosas malignas, como provocar la muerte de alguien más, invocar demonios, entre otras cosas.
Asiento. –Entiendo, sigue.
–Estos tienen la capacidad de transmitir el arte de la magia de generación en generación. Se dice que pueden manifestarse en forma de animales.
– ¿En serio? –pregunto asombrada. Zack asiente
–Pero no en forma de conejos ni nada por el estilo, los animales más recurrentes son los cuervos, gatos negros, búhos, ratas y así sucesivamente. Suelen usar talismanes para aumentar sus poderes, los hechiceros tienden a cargar con su magia en su propio talismán.
Me toco el cuello justo donde está el cordón grueso.
–También tienen libros de magia llamados grimorios.
–Ok, te estoy entendiendo en todo esto, lo que no entiendo es que tenemos que ver los orígenes con ellos. ¿Por qué tanto odio?
–Hubo un tiempo, cuando los orígenes primeros eran los únicos en existir, los hechiceros se sintieron amenazados y le proclamaron la guerra, sin embargo los primeros orígenes son inmortales y poderosos, los primeros ganaron y mataron a muchos hechiceros –se mete una palomita de maíz a la boca–. Hay un secreto, se dice que los orígenes fueron los que iniciaron la caza de brujas, muchos hechiceros murieron en esas épocas pasadas. Se escondieron, quedaron en anonimato y así es como lograron pasar desapercibidos y todo por la venganza de los orígenes.
– ¿Murieron hechiceros que ni siquiera participaron en la guerra contra nuestra especie?
Zack asiente. –Así es, los que se sentían amenazados ahora eran los orígenes, decidieron reproducirse con mujeres mortales, por eso es que nuestro poder no es como el de ellos, somos menos fuertes y no somos inmortales, sólo nos curamos las heridas mínimas.
– ¿Cómo es que ahora están prohibidas las relaciones amorosas con humanos? Si ellos principalmente son los que decidieron involucrarse con esta raza.
–Cuando los orígenes ya se habían reproducido lo suficiente vinieron las leyes que conocemos ahora, si seguíamos reproduciéndonos con humanos nuestra especie iba a quedar cada vez más débil.
–Pero no lo veo justo, me refiero a que ellos sean inmortales y nosotros no.
Su rostro se vuelve sombrío. –Hay una balanza entre lo sobrenatural y lo natural, creo que debe ser así, el ciclo de la vida tiene que cumplirse, seamos lo que seamos.
No estoy de acuerdo, si el ciclo tenía que cumplirse ¿por qué ellos son inmortales?
– ¿Por qué en ellos no aplica lo del ciclo? –pregunto ligeramente asqueada.
–Porque en caso de la extinción de nuestra especie... ellos crearían otra.
–Bien, sigamos –estaba comenzando a irritarse con la actitud de los Primeros.
–Entonces quedamos en que nos reproducimos –asiento–. Los hechiceros también tuvieron una movida, crearon en cierto modo a los cazadores – –guarda silencio un momento–, esa historia es muy confusa, nadie sabe a ciencia exacta como fue que de un día a otro los cazadores ya estaban haciendo su trabajo, lo que sí se sabe es que los hechiceros son seres crueles que les encanta asesinar, probablemente no tengan almas, porque, ¿quién con un poco de alma es capaz de cometer tantas atrocidades? –Observa a Abby directamente–. Pero vuelvo a repetir, no todos los hechiceros participan en eso, los que suelen hacerlo son los que tienen descendencia con los muertos por culpa de los primeros orígenes, entre otros seguidores.
–Entiendo, ahora muchas cosas tienen sentido, pero lo que pasó en el bosque, ¿crees que tiene algo que ver?
Niega con la cabeza. –No lo sé, ten algo en claro, va a ver una guerra, una guerra superior a la que vivimos ahora con los cazadores. Algún día uno de los dos bandos decidirá empezarla...
–Eso es lo que temo, que esto sea el inicio de esta guerra –mi voz se vuelve un susurro. Miro el bol de palomitas, está vacío–. ¿Hay algo más?
–Muchas más, tantas cosas que no pueden decirse en una hora –mira su reloj–. Es hora de ir por los chicos.
–Gracias por decirme la verdad.
Sonríe cálidamente. –De nada, te dije que soy como un diccionario o enciclopedia.
Voy a mi casa y subo a mi habitación a procesar todo. Una guerra, puede que el inicio de ella.
¿Por qué siempre tiene que haber guerra?, ¿por qué siempre tiene que haber sangre?
Pienso en los Primeros, –como decidí llamar a los primeros orígenes para acortar las palabras–. Sé que los hechiceros empezaron con la amenazas, pero lo que hicieron fue cruel, murieron inocentes, no todos eran malos. Algunos no tienen elección, nacen siendo lo que son, y son juzgados por los errores de otros. Pasa lo mismo con los orígenes, "con nosotros". Los hechiceros crearon un arma contra nosotros, no teníamos la culpa del error –si es que puede llamarse así–, de los primeros, la guerra debió terminar con ellos, no con los nuevos orígenes.
Y en cuanto a los Primeros, ¿por qué no nos hicieron más fuertes? ni siquiera interfieren con los cazadores, sólo están en alguna parte impartiendo reglas, matando a las familias que cometieron el error de tener un bebé mestizo. Niños que no tienen la culpa.
Pienso en esas familias, en los orígenes de fuego que se enamoran de orígenes de hielo o al revés, ¿qué culpa tienen de enamorarse?
Sólo tengo algo claro, nos destruimos los unos con los otros. Así será el fin del mundo. Nada de meteoritos, nada de infecciones. Nosotros mismos. Humanos contra humanos, Hechiceros contra hechiceros y orígenes contra orígenes.
Me doy una ducha larga con agua fría, quito la tierra de mi cuerpo. Dejo que el agua choque contra mis heridas, por unos momentos me quedo escuchando la música de fondo mientras miro a los azulejos del baño. El agua cae en mi cara, cierro los ojos.
Siento un profundo dolor de cabeza, me hace abrir los ojos de golpes y el agua se mete en mis ojos. Los restriego, me arden un poco. Veo a mi alrededor, se mira turbio así que me recuesto en los azulejos de la pared frente el agua.
"Son muchas cosas en las que pensar".
Salgo de la ducha cuando el malestar pasa, me envuelvo en una toalla y me voy a mi habitación. Hay mensajes de Natalia, Cody y Jared.
Los contesto uno por uno, haciéndoles saber que estoy bien. Cuando termino me lanzo en la cama. Siento el suave edredón bajo mi cuerpo. Eso ayuda a que mi espalda descanse después de tantas corridas, sustos y golpes. Voy sintiendo como voy cediendo ante el sueño, las heridas ya no me duelen tanto y me siento liviana. Antes de darme cuenta ya estaba dormida.
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Estoy en el cementerio, hay neblina. Los árboles son espeluznantes. El sol no se ha puesto por lo que aún puedo ver por dónde voy. Hay hilera tras hilera de lápidas. A lo lejos el suelo parece estar atestado de ellas. Camino con paso débil, siento ira en mi interior, mezclado con odio y un leve sentimiento de culpabilidad. También tengo la sensación de que ejerzo presión sobre algo en mi mano. Cuando miro, hay un ramo de rosas blancas. Pero mis manos no son mis manos y no tengo control sobre mi cuerpo. Son las manos de un extraño. El temor, mi temor invaden mi alma. ¿Qué me está pasando?
Paro de caminar, justo en frente de dos lápidas. Me arrodillo delante de ellas y coloco seis rosas en cada una de las tumbas. "Ana Warner", "Jason Warner", logro leer a través de la neblina.
Otro sentimiento, no puedo descifrarlo. Es difícil comprender las emociones que siento en este instante.
–"Ni siquiera pudo estar con ustedes" –las palabras salen de mi boca, pero no es mi voz, es una voz cargada de odio y poder.
Aprieto los dientes y siento sangre en mi lengua. Empiezo a decir palabras, no entiendo lo que digo, parece estar en otro idioma. Pero las palabras están cargadas de dolor. Lo memorizo, me lo repito una y otra vez esa frase.
Entonces las rosas se vuelven negras y luego arden en fuego.
Me levanto de la tierra con una presión en el pecho que sólo puedo calificar como ira y miro al cielo con odio.
Despierto. Mis manos están sujetas a la sábana con fuerza. Mis dedos blancos por la presión. El sudor resbala por mi pecho y mi cabello medio mojado está pegado a mi cuello, haciendo que me sofoque.
¿Tuve una pesadilla? No lo recuerdo.
Decido levantarme y estudiar un poco para pasar el tiempo. Más tarde le pediría a Natalia que me pase los apuntes.
Abro mi bolso y lo miro. El libro de mitos y leyendas.
Empiezo a leerlo para saciar mi sed de información. Habla sobre pequeños cuentos de pueblos y de la maldición de la noche, sobre los hijos de la noche o bebedores de sangre. Habla sobre criaturas hermosas que viven en lo más profundo del océano, hermosas como peligrosas. Leo cada una de las leyendas, llenándome de intriga y así paso hasta que Jared llega, me inspecciona y se ríe de mí. Le pido que no le diga a mamá y me aconseja que me ponga un suéter si no quiere que vea mi herida del brazo.
A las siete, una hora después de la llegada de mamá llaman a la puerta.
Me levanto del sillón y abro. Zack está ahí y detrás está Jesse, que parece más una sombra por la noche.
– ¡Hey! –Los saludo sorprendida por la visita–. ¿Quieren pasar? –pregunto haciéndome a un lado en señal de invitación.
–No –dice Jesse con voz suave–. Queremos hablar sobre ciertos asuntos.
–Oh –murmuro viendo hacia la sala. Jared me mira con el ceño fruncido, seguro sospechando algo.
–Denme un segundo –les digo antes de retroceder–. ¡Mamá! Saldré con Zack y Jesse un momento.
Mamá frunce el ceño y le regalo una sonrisa.
– ¿A dónde?
Abro la boca para contestar pero Zack irrumpe en la casa y escucho a Jesse maldecir.
–Hola señora Williams, Jesse y yo queríamos ir con Abby a la heladería.
–Zack tiene ciertos antojos –dice Jesse en tono burlón.
–Oh bueno, claro que puedes ir –me autoriza–. ¿Necesitas dinero? –se levanta buscando su cartera.
–No hay problema, Jesse invita –señala Zack de la manera más natural.
Jesse lo fulmina con la mirada.
–Si –aprieta los dientes–. Yo invito.
–Esta bien, que se diviertan chicos –se despide mi madre entusiasmada.
Salimos todos de casa.
–Pensé que íbamos a...
Zack me interrumpe. –Sí, vamos a hablar pero quiero comer helado. ¿Vamos? –asiente en dirección hacia el auto de, creo que el auto es de Jesse o de Lilith.
–Bien –subo los hombros ligeramente emocionada.
Las calles están a oscuras, la luz de las farolas nos hacen ver el camino. Llegamos a la heladería, puedo ver el parque en cuanto bajo del auto, hay sólo un par de personas iluminadas por las luces enredadas decorativamente en los árboles que me recuerdan a las fechas navideñas con los colores tan simpáticos. Eso le da un toque interesante al parque.
–He escuchado que hacen ricas malteadas –comenta Zack bastante animado.
Miro hacia el cielo sin estrellas y me abrazo los brazos cuando sopla un frío viento en nuestra dirección.
Entramos a la heladería ¿A quién se le ocurre comer helado cuando hace un frío de infierno? Zack agarra el menú del exhibidor y lo pone en medio de los tres para que podamos escoger.
– ¿Qué vas a pedir? le pregunto a Jesse, que parece no saber que pedir.
–No lo sé –me mira–. ¿Qué me recomiendas? –sonríe de lado haciendo que me ruborice un poco.
Siento como su mirada pesa y hace que quiera salir corriendo lejos.
–Bueno –mi voz de repente se vuelve temblorosa–. Yo siempre pido una malteada de menta y crema con galletas –hace una mueca y me causa gracia–. Esta bien, claro que no va a gustarte –vuelvo a dirigir mi mirada al menú en busca de algo que pudiera agradarle.
– ¿Es buena esa combinación? –pregunta después de unos segundos de silencio.
–A mí me gusta –carraspeo un poco, tengo la garganta seca, ¿Por qué diablos estoy nerviosa?–. Pero no sé cómo son tus gustos.
Tuerce el gesto como si de verdad se lo estuviera pensando.
–Extraños.
–Entonces puede gustarte –sonrío relajándome un poco.
Aparece una leve, mínima casi microscópica sonrisa en su rostro.
–Está bien, me daré la oportunidad de probar que tal.
Zack tiene razón, Jesse parece usar una máscara, sólo que por momentos parece olvidar que la trae puesta.
Al final Jesse de verdad paga todo, pensé que era sólo una broma de Zack el venir aquí.
Nos dan nuestros pedidos, miro la cara horrorizada de Jesse al ver lo que había pedido. Y debo admitirlo que si tiene un color raro, es una mezcla de un gris extraño.
Nos sentamos en una de las mesas de madera. Hay un centro de mesa con rosas plásticas, el lugar es bastante rústico. Zack mira extrañado nuestros pedidos y se arregla las gafas.
– ¿Qué se supone que es eso?
–Vómito. – Contesta Jesse antes de que yo pueda hacerlo.
Ruedo los ojos. –No, es menta y crema con galletas. ¿Quieres?
Niega rápidamente con la cabeza.
–No, no. Prefiero no morir de indigestión –bromea dándole un sorbo a la suya.
Miro a Jesse, este toma un sorbo de la malteada, no lo veo hacer mueca de asco sino al contrario, parece saborear la bebida. Luego toma otro y otro sorbo.
– ¿Y bien? –pregunto al borde de la curiosidad.
–Jesse y Sebastian fueron al lago luego de que te fueras –comenta Zack observando su malteada.
–No encontramos nada, no había indicios de que alguien pasó por ahí –esta vez es Jesse quien habla.
–Pero estaba ahí –aseguro–. Tiraba piedras al lago. Parecía enfadado por no recuperar su collar.
–No entiendo por qué es tan especial ese collar –comenta Zack mirando en dirección a mi cuello.
– ¿Y si es un talismán? –pregunto en voz baja, no quiero que nos escuchen las personas que están en las mesas cercanas.
–Los talismanes son para los hechiceros, no para los orígenes –aclara Zack–. Puede que le tenga algún apego emocional.
–No creo que un tipo como chispitas tenga apego emocional a algo –cuestiona Jesse observando a su hermano.
–Puede que Zack tenga razón. Pero es más que eso, si yo perdiera algo importante para mí lo buscaría, sí. Pero no sentiría una ira como esa, no puedo explicar ese sentimiento tan... malévolo.
–Entonces, puede que sí sea apego obsesivo al collar. Tal vez le pertenecía a alguien importante para él.
–O se lo robó a un bruj... hechicero –corrijo rápidamente.
Ambos me miran.
–Puede ser –comenta Zack analizándolo desde ese punto de vista–. Ese tipo no es alguien amigable, puede que se lo robara a un brujo, lo que significa que si es un talismán –señala con el dedo a mi cuello en dirección a la piedra–. Tienes poder ahí pero la magia es del mismo hechicero, sólo el hechicero puede usarlo con su magia.
– ¿Y si lo busca como rastreador? –pregunta Jesse dándole vueltas al asunto–. La mayoría del tiempo es utilizado para eso, rastrear a los hechiceros.
– ¿A quién? –pregunta Zack, pero es más para él que para nosotros.
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–Gracias por todo –me despido mientras abro la puerta–. Nos vemos mañana.
Zack mueve la mano frenéticamente mientras entra a su casa.
Mamá y Jared ya están acostados cuando llego, así que me acuesto, con la ropa de salida puesta, el sueño me está matando.
Es extraño el no sentir el collar en mi cuello, pero es lo mejor. Jesse y Zack van a investigar sus propiedades. Si de verdad es un talismán o lo que sea que es lo descubrirán y con eso rastrearán al dueño, ahí se descubrirá la verdad, si el collar es del chico o es de algún hechicero al que se lo robó. Si de verdad es de él, acabaríamos con todas las dudas.
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–Una semana –dice Natalia angustiada–, sólo una semana y no tengo con quién ir a la fogata –se queda pensativa–. Zack es mi amigo, tal vez él quiera ir.
Me giro hacia ella. –No, Zack no puede ese día.
Frunce el ceño, me muerdo la lengua. ¿Por qué lo solté así?
– ¿A qué te refieres?
Me aclaro la garganta intentado arreglar la situación.
–El viernes nos reuniremos, los Thompson y los Williams –digo restándole importancia.
– ¿Qué pasa con Jared, él va a estar en la fogata?
Oh sí, se me acaba de escapar ese detalle pero a Natalia no.
–Son dos cosas diferentes –mi voz es tranquila, necesito disimular bien mi error–. Mamá dejó ir a Jared porque es parte del equipo, es importante para él, pero Zack no es del equipo y Lilith lo quiere ahí, tiene algo que ver con que todos nos llevemos bien.
Su mira es de confusión. –Correcto, sin ofender, ambas familias son realmente extrañas.
Me divierte su respuesta, no tiene ni idea de cuán extraños somos.
Jared podía ir pero los Thompson y yo debíamos ir de encubierto. Si pasaba algo extraño teníamos que quedar en el anonimato. Nuestras madres no podían saber lo que hacíamos.
Llegamos al instituto. Nos despedimos y vamos a nuestras correspondientes clases.
El profesor ya está ahí cuando llego, me siento y recibo la clase. En el pasillo me encuentro con Cody, camina hacia mí, se mira bastante agitado. Su rostro se contrae en ira y cuando pasa a mi lado ni siquiera me mira.
Me giro hacia él. Tenía lo puños apretados a su costado. Miré mi reloj, la próxima clase iba a empezar pronto, pero mi mejor amigo necesita de mi ayuda.
Corro tras él esquivando a los estudiantes, lo veo cruzar el pasillo, el que lleva hacia los vestidores y antes de que entre lo llamo. Para de andar y se queda quieto mientras yo sigo corriendo. Mi mochila se mueve de un lado a otro en mi espalda. Llego hasta él un poco agitada por haber corrido.
Está de espaldas y con los hombros tensos, su pecho sube y baja más rápido de lo normal.
– ¿Qué te pasa? –le pregunto tratando de ver su cara. Pero este mira hacia otro lado para evitar que lo haga–. Eh –lo llamo pero él no se voltea.
Tomo su hombro y lo hago girar con la cabeza baja. Su respiración se escucha entrecortada.
– ¿Qué sucede? – –le pregunto suavemente, necesito saber que le sucede no que explote.
Sigue sin mirarme así que coloco mis manos en su rostro y lo levanto suavemente. Sus ojos están rojos. Mi cara debió pintar mi asombro porque se zafa de mi agarre.
–No es nada Abby –su voz es débil comparada al del alegre Cody–. Necesito cambiarme –señala los vestidores con la cabeza.
–Tienes clases de Matemáticas no de deportes –le corrijo.
Muerde su labio con fuerza. –Necesito estar solo –pide casi en su susurro, no lo hubiera escuchado de no ser por lo cerca que estoy de él–, por favor déjame.
Me niego a hacerlo. Hago todo lo contrario y me acerco más, él no se mueve mientras envuelvo mis brazos alrededor de él.
–Dime que pasa, eres mi mejor amigo Cody, necesito saber qué te pasa.
–Es complicado –me devuelve el abrazo–. Demasiado.
– ¿Perdiste un juego? –Intento adivinar. Cody ríe tristemente.
–No, ya quisiera que se tratara de eso.
–Entonces si debe ser grave –me separo de él–. ¿Una chica?
Me asombraría que de eso se tratara, Cody no es del que se enamora y llora por las chicas. Es más, creo que es al revés. Pero asiente, asombrándome.
– ¿Quién es? –carcomiéndome la duda por dentro pregunto.
El timbre suena pero no nos movemos.
–Eso es lo complicado –susurra–. Más bien, tarde.
– ¿Nos escapamos? –le tomo la mano.
Niega con la cabeza. –No, faltaste ayer, no puedes faltar hoy también.
–Me estás asustando y necesito que me digas quién es –pido con calma. Pero no responde–. ¿Es linda? –intento sacarle las respuestas a la fuerza.
–Hermosa.
– ¿Has hablado con ella ya?
Sonríe y baja la cabeza. –Sí, muchas veces.
– ¿Desde hace cuánto te gusta? –no puedo con esto, necesito que me diga quién es.
–Desde que la conocí –sonríe tímidamente.
Frunzo el ceño, esto no me está llevando a ninguna parte.
–Y eso fue...
–Hace ya bastante –hace una mueca de dolor.
Empiezo a irritarme. –Okey veo que esto no funciona contigo ya que tus respuestas son vagas.
–Ella es hermosa, es perfecta. Su sonrisa es magnífica –no puedo creerlo, no puedo creer lo que veo, ese brillo en sus ojos, estoy atónita ante su comportamiento–. Verás yo soy un... soy un idiota que va de chica en chica –admite en voz baja.
Asiento para que siga, parece dispuesto a decirme por fin quien es.
–Ella es demasiado buena como para lastimarla con mi idiotez, pero sin embargo... no pude mantenerme lejos de ella.
–Entonces la sigues como un acosador.
Me mira mal y susurro un "lo siento".
–Me di cuenta de muchas cosas sobre ella, incluyendo sus sentimientos por mí. ¿Podrá ser...?
Los nervios me carcomen, esto ya está tomando forma. Natalia, creo que habla de Natalia.
– ¿Hace cuánto lo sabes?
–Meses después de que la conocí.
No concuerda con ella, sino Cody no se hubiera comportado así a su alrededor. No hubiera besado a tantas frente a ella, no es así de cruel.
–Entonces decidí alejarla –continua.
Ruedo los ojos "el peor error de un chico"
–Salí con más chicas y más, la ignoro constantemente. ¿Sabes? porque pensé que así ella no sentiría más eso, no soy bueno para ella, no soy bueno para nadie.
– ¿Entonces cuál es la diferencia?, ¿por qué ahora?
–Porque me di cuenta que logré lo que me propuse, ya no me quiere.
– ¿Por qué lo dices?
–Quiere a alguien más, la escuché.
–Detalles –vuelvo a impacientarme ante su falta de referencias.
–La vi con él, ella lo miraba de la manera que me miraba a mí y él la miraba del mismo modo –traga saliva sonoramente–. Luego vi el rostro de ella cuando se fue. Su sonrisa continuaba ahí.
– ¿Quién es él? Al menos dime eso.
Su rostro se contrae por la ira que vuelve a él.
–Thompson –dice con odio y me asusta un poco su tono–. Zack Thompson.
–Es Natalia –murmuro.
Cody baja la mirada. –Sí, es ella.
¿Qué rayos está pasando?
– ¿Sabes cuánto la hiciste sufrir? –Ahora enojada con él–. No, no lo sabes. Te miró tantas veces con esas chicas, te miró besarlas y casi hacerlo en medio del pasillo. Muchas veces trató de entenderte, entender esa parte de ti. Me asombró cuando lo hizo porque yo aún no lo hago. ¿Por qué lastimar a la persona que amas de esa forma?
–Para protegerla.
– ¡Cállate!, no seas idiota. ¿De dónde sacaste eso?, ¿de dónde sacan todos lo mismo? No la proteges, la hieres, la destruyes por dentro. Querer es cuidar, querer es demostrarlo no alejar a la persona que quieres –lo regaño fuertemente y me sorprendo a mí misma por eso–. Ella apenas conoce a Zack y si, a ella le está gustando la manera de ser de él y ¿sabes por qué? –le pregunto, él niega–. Porque él no la aleja, trata de entenderla, la busca y charlan como personas normales.
Se traga un grito de frustración y se jala el cabello.
– ¡Basta! –Me grita–. No me ayudas.
– ¡Si te estoy ayudando! –Exclamo también alzando la voz–. Te estoy diciendo que hacer. ¿La quieres? –mi tono ese elevado pero decidido.
Cody niega. Antes de que pregunte cualquier cosa dice.
–No, no la quiero. La amo
Sonrío complacida con su respuesta.
–Entonces ve por ella, sácala de clases y dile lo que sientes.
–Pero ella y Zack... –suelto aire, tiene razón.
–Si es para ti... al menos intenta averiguar si lo es. Sino solo te tocará aceptarlo Cody.
Mira al vacío, poco a poco se le dibuja una sonrisa en el rostro hasta que veo una chispa de esperanza en sus verdes ojos.
Se acerca a mi rápidamente y me da un sonoro beso en la mejía antes de salir corriendo. Lo veo desaparecer. Sonrío pero a la vez siento culpabilidad por Zack.
Él no conoce la historia de ellos, él construirá la suya con su alma gemela cuando la encuentre. Me dirijo hacia mi casillero de nuevo, la puerta de mi salón ya debía estar cerrada.
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Busco con la mirada a los chicos, tengo de frente a Natalia. Más bien se estampa contra mí y me envuelve en un fuerte abrazo mientras habla demasiado rápido como para entenderle.
–Espera... habla con calma.
Ella sonríe enormemente.
–Cody –dice sin poder contener su felicidad.
Casi grito mientras la vuelvo a abrazar.
– ¡Dios! Ya era hora –exclamo compartiendo su alegría.
– ¡Gracias! –Me suelta para verme apretando mis hombros–. Cody me lo contó todo –sus ojos brillan, como los de él.
Sonrío. –Lo que te haga feliz.
Cody está sentado en una mesa y nos hace señas de que vayamos. Lo miro con sonrisa malévola.
–Te han domado, tigre.
Me mira con poca gracia. –Abby siendo Abby.
–Cody y yo vamos a ir a la fogata por si quieres ir –me ofrece Natalia entusiasmada.
–Espero que no me aparten ahora que están juntos, prometo lanzarlos desde el acantilado si lo hacen.
Ríen ante mi comentario. Se ven bien juntos. Son perfectos juntos.
–Prometemos no hacerlo.
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Salgo de mi última clase, los pasillos están atestados de gente y tengo que empujar a varios estudiantes para pasar.
El ambiente cambia en un segundo. Se escuchan gritos, así que cierro mi casillero de golpe para saber que sucede. Miro a mí alrededor, la gente empieza a hablar y luego se escucha a alguien gritar "¡Pelea!".
Los grupos de estudiantes empiezan a moverse, dirigiéndose al área cerca de la cafetería. Debo admitirlo, estoy asustada porque me imagino lo peor.
"Están aquí"
Me dirijo hacia donde todos corren.
–Son dos chicos –dice alguien detrás de mí.
– ¡Lo va a matar! –gritan desde adelante.
Hay un círculo de personas al final del pasillo, se escuchan los jadeos de dolor y cansancio mezclados con los gritos de los que piden más pelea.
Algunos graban todo, otros parecen horrorizados. Me meto entre la gente rogando que no sean personas que conozco.
Pero al estar de frente a ellos me doy cuenta que es así.
Jesse le da una patada en el estómago a Karum. Ambos tienen la cara llena de sangre y los brazos amoratados.
Me llevo las manos a la boca, esto no puede estar pasando.
Karum empuja a Jesse contra los casilleros y veo como este su hunde bajo su peso.
Jesse no cae. Le da un puñetazo en la nariz a Karum, este se dobla, Jesse aprovecha eso para levantar la rodilla y dirigirla con fuerza hacia la cara de Karum, este cae jadeando.
– ¡Para! –Le grito–. ¡Detente!
Jesse me mira, tiene una herida bajo el ojo y su nariz y boca sangran. Sus ojos me encuentran. Lo miro horrorizada y él no tiene ninguna emoción aparte de la ira en su rostro.
Gruñe y levanta a Karum para dejarlo caer de nuevo. Escucho como piden más, más lucha y más sangre. Karum lanza un puñetazo pero Jesse lo coge en el aire y lo detiene.
Karum se abalanza sobre él y ambos caen, Karum encima dándole uno, dos, tres puñetazos. Pero Jesse vuelve a tomar el control y el que da puñetazos ahora es él.
– ¡Basta! –Pido casi al borde de las lágrimas.
Me empujan hacia ellos sin siquiera darse cuenta y trato de retenerme en mi lugar.
Saco mi celular y le marco a Jared, pero no era necesario, él ya estaba haciendose paso entre la gente y coge a Jesse por los hombros.
– ¡Retrocede imbécil! –le grita Jared.
Jesse levanta el brazo y no puedo evitarlo, corro y me pongo en medio de los dos. Es mi hermano, sobre todas las cosas no puedo permitir que nadie le haga daño.
Los alumnos parecen congelarse y escucho el grito de horror de algunos. El brazo de Jesse está extendido, cuando me mira en medio lo congela a distancia de mi rostro. No puedo evitar cerrar los ojos y soltar aire esperando el golpe. Pero al no sentirlo los abro.
Jesse me mira horrorizado, baja su brazo y abre la boca para hablar. Jared me agarra del hombro pero quito su mano y voy directo hacia Jesse.
– ¡Abby no! –Lo escucho decir pero ya es tarde.
Jesse me mira. Su rostro por fin es legible, está lleno de asombro y horror.
–L –lo sien...
Levanto mi puño y lo golpeo en la nariz. Siento el impacto del golpe, siento mis huesos crujir y miro satisfecha su cara de dolor cuando gira la cabeza por el golpe. Su cara queda de lado, sus ojos cerrados.
Miro mi mano, me duele como el infierno y ahogo un grito. Siento mis ojos humedecerse por el dolor.
–Nada en el mundo justifica tus actos –le digo con desprecio mientras vuelve a mirarme, ni siquiera me mira a los ojos. Jared tira de mi brazo y esta vez cedo–. ¡Cobarde!
Empuña las manos mientras mira al suelo. Entre Jared y yo levantamos a Karum, huele a sudor y a sangre haciendo que nuestras camisetas se manchen con ella.
Está en muy mal estado, por suerte en un par de horas sus heridas desaparecerán.
No sólo lo golpeó hasta casi matarlo, sino que también nos expuso a todos, la fuerza que usaba no era la de un humano, era la de un origen.
¿Por qué lo hizo?
Lo llevamos al auto, miro correr a Zack y a Sebastian en nuestra dirección. Miran a Karum y paran de correr.
–No me digas que...
Jared es el que habla en un tono demandante.
–Los quiero lejos de mi hermana y de todos los que me importan –se dirige a ellos con enojo–. Y tu –señala con la mirada a Sebastian–. Tú estás fuera del juego. Vamos Abby.
Le hago caso sin mirar a los chicos y sin rechistar.
Me voy con Karum detrás mientras que con una toalla de las de Jared limpio su rostro. Un muy hinchado rostro.
–Lo siento –no puedo evitar decirlo.
Karum tiene los ojos cerrados y aprieta mi mano libre aguantando el dolor y demostrando que no importaba.
Llegamos a casa y ayudo a bajarlo, tengo inmensas ganas de llorar, Karum también es como mi hermano. Siempre está para mí al igual que Jared.
¿Por qué no me metí entre ellos antes?
Lo dejamos en la habitación de Jared, él lo cambia mientras yo agua limpia, vendas, cicatrizantes y lo necesario para ayudarlo con sus heridas.
Jared a cómo puede le limpia las heridas del rostro, colocando un poco de cicatrizante con una gasa esterilizada. Yo le curo las heridas del brazo que no son menos graves que las de la cara, pareciera que dos gatos se hubieran peleado sobre su cuerpo.
Con el pasar de los minutos que se convierten en horas, Karum ya tiene mejor semblante. Aún tiene los rasguños y ciertas partes rojas pero se mira menos inflamado.
Coloco toallas frías en su rostro y brazos para desinflamar más rápido. Puedo escuchar sus quejas de dolor pero aun así sigo haciéndolo. Busco también unas pastillas contra el dolor y que ayuden a su proceso desinflamatorio de la gaveta de medicamentos de mamá.
Jared y yo nos mantenemos al borde de la cama todo el tiempo.
Me regaño a mí misma por haber confiado en él, por haberle dado casi una oportunidad. Por tratar de justificar su manera de ser. Zack no tenía razón en eso. Yo perdí a mi padre, mi mundo cambió de momento a otro y también he sufrido dolor pero no soy así, nunca lo sería. Nunca sería un monstruo.
Me levanto para irme a cambiar, ya eran pasadas de las cuatro. Sólo esperaba que le dieran su más debido castigo.
El auto de los Thompson está estacionado ahí. Me asomo por la ventana y casi pego con el borde de esta al ver la ventana de Jesse. Está congelado.
Tomo aire mientras me pongo ropa limpia.
No puedo evitar pensar en sí estará bien pero también no dejo de pensar en la forma en que golpeó a Karum.
Pienso en el chico de la noche anterior, él que disfrutó de su rara malteada, pienso en el chico que me ayudó cuando caí como idiota y también en el chico que conocí primero. Entonces llego a la conclusión de algo. Jesse tiene dos caras y una de ellas da miedo.
Salgo de casa sin que Jared lo sepa y voy hacia la de los Thompson.
Lilith abre la puerta, sus ojos rojos y húmedos.
–Abby...
–Sólo... sólo vine por algo mío.
Asiente rápidamente y me deja entrar.
–Lo lamento –su voz se oía entrecortada–. Me llamaron del instituto y me lo dijeron todo.
–No es su culpa –la consuelo en un susurro antes de subir las escaleras.
Me detengo frente a su puerta. Conocía su habitación, ayudé a mi mamá a ordenar la casa para su llegada.
¿Qué hago aquí? Me he preguntado eso desde que salí de casa.
Coloco mi mano en la manija, está helada, muy helada. Toco la madera de la puerta. También está fría.
Trato de abrirla pero está trabada. Una mano me rodea y con fuerza logra darle vuelta a la manija, la puerta se entreabre.
–Gracias –le agradezco a un apenado Sebastian.
–Lo...
–Basta –digo–. Tampoco es tu culpa.
Siento como si estuviera bajo cero cuando entro a la habitación.
Casi grito de asombro al ver el desastre. Todo está congelado. El piso de madera está lleno de nieve, las paredes están llenas de hielo, el escritorio está congelado, al igual que el closet y los cuadros en la pared.
Jesse está sentado en la cama con la cabeza baja. No sé ha cambiado de ropa y tampoco se ha limpiado la cara, sigue lleno de sangre y tierra. Sus nudillos están magullados por los golpes.
– ¿Qué haces aquí? –pregunta en voz baja. Sigue sin verme.
–Quisiera saber por qué lo hiciste.
Jesse ríe, ríe realmente de una forma macabra.
–Vete de aquí –pide de una manera tan neutral que da escalofríos–. No quiero hacerte daño a ti también.
–Lo heriste a él, así que también me heriste a mí. Es como de la familia.
Se humedece los labios. –No me refiero a eso. Vete antes de que...
– ¿Me estás amenazando? –Pregunto enojada.
–No tengo control –dice aun manteniendo su tono demasiado tranquilo–. No cuando se meten con eso...
– ¿Qué pasó?, ¿qué te hizo enojar tanto? –Intento mantener la calma.
Cierra los ojos y aprieta los párpados. Se está conteniendo. Está lleno de tantas cosas, cosas malas.
–Te advertí aquella noche...
Lo recuerdo, no le gusta hablar sobre su familia. – ¿Te preguntó algo personal? –Estoy atónita, tal vez ese fue el motivo–. ¿Por eso lo golpeaste?
–Tú no lo entiendes, tampoco quiero que lo hagas.
– ¿Entonces qué quieres?, ¿qué pretendías haciendo eso? Sólo tenías que decirle que parara.
–Lo hice –se levanta de golpe haciéndome retroceder–. Le dije que parara pero no lo hizo, siguió y siguió.
–No tienes justificación –niego con la cabeza.
–No pretendo que me entiendas –su tono se vuelve mordaz–. Desde el principio lo único que quise es que te alejaras.
Frunzo el ceño. Siento algo punzante en mi pecho, por alguna razón esto también me está doliendo. Espero solo estar aturdida por el estado de Karum.
–Estás mal... tan mal. ¿Crees que...? –No sigo, recuerdo la primera vez que peleé con él, me llamó débil y lenta. Es mejor irme.
–Vete –mira hacia la pared–, y no regreses más, te quiero lejos –aún mantenía su mirada en la pared.
Aparto la vista de él y la poso en algo que brilla. El collar. Avanzo lentamente, me mira con la mandíbula tensa.
– ¿No hablas español? –pregunta más fuerte.
–El collar –señalo su escritorio–. Lo quiero de vuelta.
Me mira vacilante. Se mueve rápido toma el collar y me lo tiende. Alcanzo a ver su marco. El marco que puse un día para su foto. Está congelado.
Recuerdo la imagen. Su mamá, su papá y él, entonces recordé: ¿Por qué no aparecen Zack y Sebastian? Esa pregunta la tuve en mi cabeza desde que los vi.
Tomo el collar sin apartar la mirada del marco por unos segundos. Luego lo miro a él y me voy.
La nieve moja mis zapatos y el frío me hace temblar mientras abandono la habitación. Hubiera sido mejor jamás haberlo conocido
Jared está en la cocina y me ve entrar.
– ¿Dónde estabas? –me pregunta enojado–. Si me dices que en casa de...
–Déjalo así, no estoy de humor –lo ignoro mientras subo las escaleras.
–Espera –me llama–. Ya sé por qué lo golpeó –comenta con desprecio.
Me giro, había llamado mi atención.
– ¿Por qué?
Jared señala el comedor. –Siéntate, tenemos que hablar –obedezco y lo sigo, tomando una silla para escucharlo–. Karum estaba jugando...
Suspiro. – ¿Qué hizo?
–Es extraño, Karum sólo jugaba cuando dijo que sus hermanos no eran sus hermanos de verdad.
– ¿Qué? ¿Cómo salió es conversación?
–Karum estaba hablando con él sobre Bretder, quería conocerlo y empezó a hacerle preguntas sobre su familia –cierro los ojos y respiro profundo–. Y luego, al recibir respuestas demasiado cortas o ninguna empezó a decirle cosas en forma de broma: "Oh vamos ¿qué escondes? –imita Jared a su amigo–, ¿Eres adoptado? ¿O lo son tus hermanos? estoy seguro que sí, son raritos, más raros que tú", y fue ahí cuando perdió la razón –se encoge de hombros–. Y le doy la razón a Karum, digo, si son raros, son demasiado reservados, ni siquiera sabemos por qué están aquí.
Me levanto, mi paciencia estaba llegando a su límite.
–Eso no es tu problema –y subo a mi habitación sin ver el estado de Karum.
No bajo cuando mamá llega y se da cuenta de todo. Me quedo en mi habitación pensando en lo sucedido. Se metió con sus hermanos, Jesse ama a sus hermanos por encima de cualquier cosa.
Pero se enojó tanto cuando mencionó lo de la adopción, no puedo evitar tener curiosidad también. Jesse odia eso, que le hagan preguntas sobre su pasado y su familia.
Y eso sólo significa que esconde algo grande. ¿Será que huían? no de los cazadores, de algo más...
Me hago miles de preguntas, no puedo contestar la mayoría. Recuerdo el tacto de Sebastian, recuerdo lo de la puerta, Zack me dijo que confiara en él, pero también me dijo que todos tenemos secretos.
Es de madrugada,estoy cansada, mi día fue demasiado largo y comienzo a sentir cuando mispárpados comienzan a cerrarse
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