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Capítulo 20

–Abby.
Cuando abro los ojos me doy cuenta de que los tengo inundados de lágrimas. También me doy cuenta de que Jesse está casi sobre mi mirándome de forma preocupada. Cuando lo veo quiero volver a llorar porque está vivo.
–Abby. – Vuelve a llamarme y con su brazo en mi cintura me atrae hacia él. No puedo hablar porque mi pecho se eleva bruscamente y de mi boca salen suspiros entrecortados. – Estabas soñando, no ha pasado nada, sólo fue un sueño.
Apoyo mi cabeza en su hombro y trato de tranquilizarme. Un sueño no, una pesadilla. Es mi habitación, es mi cama. No hay sangre y no hay ningún cazador cerca.
Jesse me acaricia la cabeza y no dice nada más.
Mirando por la ventana me doy cuenta de que está amaneciendo gracias a Dios, porque no quiero volver a dormirme, no quiero volver a soñar.
Mis pesadillas sobre ellos nunca había sido de esta forma, por alguna razón no me dolían como esta ya que antes a la que le hacían daño era a mí, no a las personas que más quería. No es lo mismo que me hieran a mí a que los hieran a ellos, eso era insoportable.
Esto me hizo llegar a una conclusión, debía luchar aunque mi familia no estuviera de acuerdo. Eso es lo que hacían los humanos ¿no? Algunos van a la guerra sabiendo que pueden o no regresar. Temen pero no dejan que el miedo los controle. Y eso es lo que yo quiero hacer, controlar mi miedo y vencerlo porque si mi familia y amigos no podían luchar conmigo entonces lucharía sin ellos, por su bien.
Tengo que buscar a Caín y tengo que comunicarle que lucharé, que me comprometo a entrenar y como último recurso, también activaré mis poderes.
–Soñé que morías. – Le comunico a él en un susurro. – Soñé que mi familia y tu eran asesinados por un cazador.

Se queda callado mirándome y sus ojos de pronto se tornan preocupados. – Estás bajo presión. – Me agarra la mano y la lleva hacia sus fríos labios. – No ha pasado nada, todos estamos bien.
Lo sé, por ahora lo están. Miro sus ojos, observo cada detalle de ellos y luego hago lo mismo con su rostro y con él porque eso era lo único que me quedaría de él por ahora, los recuerdos. Voy a irme, sin él y sin mi familia.

Trato de sonreír. –Tienes razón. – Miro hacia la ventana. –Estamos bien.
Sabía que eso no lo había tranquilizado.
Hago que se recueste nuevamente a mi cama y ambos quedamos de frente.
¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? ¿Por qué él y yo simplemente no pudimos ser humanos? Presiono suavemente mis labios con los suyos y me dejo deleitar por la sensación.

Lo abrazo y lo apego más a mí y él me envuelve en sus brazos y sus piernas se enroscan con las mías, escucho su corazón palpitar salvajemente dentro de su pecho. Cierro mis ojos con fuerza mientras repito las mismas dos palabras en mi cabeza "Lo siento" "Lo siento"
Entonces lo dije y no sólo porque sabía que debía irme, sino también porque lo sentía.
–Te quiero. – Murmuro, no lo miro cuando lo digo porque a pesar de que me había demostrado que sentía lo mismo, tenía miedo y quizás no quería escucharlo e vuelta ya que eso me dolería más.
Nunca había querido a nadie así como lo quería a él, nadie había provocado esos sentimientos en mi estómago con tan sólo una mirada, él me había salvado, recuerdo esa noche, él se arriesgó por mí.
Sentí sus labios en mi cabeza y una lágrima se escapó de mis ojos al escucharlo. – También te quiero. – Su voz fue sincera cuando lo dijo.
Pasamos unos minutos más así, en silencio y escuchando nuestros corazones latir. Y luego tuvo que irse, ya había amanecido por completo y nuestras madres no iban a alegrarse al saber que habíamos pasado la noche juntos a pesar de que no había pasado nada malo.
Entonces tomé el collar y lo miré en mis manos moverse lentamente por los movimientos de mi mano. Era hora.
Cerré los ojos y me concentré para saber en dónde Caín se encontraba.
Me retiré de mi cuerpo y me metí en el suyo a través de la alucinación provocada por el talismán.

Habían murmullos, hombres a cada lado mío, en mi mano había una cerveza y cuando alcé la vista me vi en el espejo, vi su reflejo, él sonreía de lado y luego le dijo algo al hombre de al lado.
– El cargamento debe llegar pronto, mi gente está lista para pelear en cualquier momento.
El hombre asintió y noté algo extraño en él y luego supe que era un hechicero, lo vi rellenar su bebida con un movimiento de manos. Ambos, tanto Caín como él rieron.
–Las armas llegarán el lunes, trata de esconderlas bien, para nosotros fue difícil pretender que no pasaba nada y cuando empezaron a vernos de manera extraña tuvimos que hacer el doble para hacerles creer que esas armas eran para ellos, nosotros nos uniremos poco después.
–Los esperaremos con los brazos abiertos.
Antes de que me retirara vi el logo de Red Door y supe en dónde él se encontraba. Debía apurarme antes de que Caín se marchara.
No tuve que empacar mucho ya que las maletas que tenía del viaje de Bretder no estaban del todo vacías. Empaqué lo necesario, algunas fotos familiares también y entonces me di cuenta de que... aunque parecía lista no lo estaba.

Mi estómago rugió y no por hambre sino por los nervios. Tomé los sobres que había hecho con algunas palabras para mi familia y una para Jesse. Coloqué las de Jared y mamá bajo sus almohadas y la de Jesse en mi escritorio, sabía que él llegaría hasta mi carta.

Miré mi reloj, eran las diez. No sospecharían mucho de que estuviera tan callada a estas horas ya que a veces me despertaba tarde y era comprensible que estuviera cansada ya que lo que había pasado en estos días no había sido nada fácil, miré una última vez hacia mi puerta cerrada y brinqué por la ventana asegurándome de que Jesse no estuviera en su habitación.

El viento sopló en mi rostro mientras caí y me sorprendí al no caer de boca, era ágil así como Jesse lo era. Era mi origen interior que pronto saldría a la luz.
Miré hacia la casa de los Thompson y luego corrí, me escabullí entre las calles y no me fui recto ya que sabía que era posible que me encontraran más rápido. También era ilógico escaparme de día, lo sabía. Pero también sabía que si esperaba por más tiempo se me haría más difícil la decisión de irme y que probablemente me ablandaría con Jesse y le contaría todo, entonces él me detendría porque de los dos, él era el más cuerdo.

Cuando estuve lejos de casa, tomé un taxi hacia el bar, estaba cansada de ir cargando las maletas, la mochila hacía que mi espalda doliera y en mis brazos el bolso hacía que perdiera la sensibilidad en el brazo. Cuando vi el bar supe que lo había logrado. Le pagué al conductor que me vio de manera negativa. Los gorilas rapados en la puerta bloquearon la entrada. Lógico, era menor de edad y mi vestimenta desaliñada por la prisa no decía lo contrario.

–Estoy buscando a alguien. – Murmuré. – Sólo quiero verlo y luego me iré.
Uno de los grandulones se rio. –Este no es lugar para niñas, vete.
Me dieron ganas de poner los ojos en blanco pero eso no ayudaría mucho. –He dicho que busco a alguien...
–¿Y quién es ese alguien? – Preguntó el otro.
Abrí la boca para contestar pero se me adelantaron.
–Soy yo.
Caín apareció y su mirada enojada hizo que ambos se apartaran de la entrada. Aquella mirada fría intimidaba a cualquiera. Me miró. – De todas formas ya me iba. – Murmuró acercándose.

Cuando lo tuve de frente me sentí pequeña. – ¿Qué haces aquí? – Preguntó con el ceño fruncido.

Tragué saliva antes de contestar. –He venido para unirme a ti. – mi voz sorprendentemente salió como quería, segura y dura. Caín sonrió, sus ojos se iluminaron mientras lo hacía y un extraño pensamiento me vino a la cabeza, uno de que tal vez en verdad se encontraba feliz de que estuviera aquí.

–Vayámonos de este lugar. – Murmuró quitando la pesada maleta de mi brazo e hizo lo mismo con mi mochila, lo hizo tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar, lo seguí hacia su auto.

Tuve que enfocar mi vista, el auto hizo un pitido luego de que Caín oprimiera el botón que daba a entender que estaba abierto. No podía creerlo, era un deportivo naranja. ¿De dónde rayos sacaba tanto dinero este tipo?

No me importaba, ya no. Ese sentimiento de dolor se estacionó en mi pecho, sentía un crudo vacío en mi interior y vi la realidad de las cosas, ya no iba a verlos más.

Recordé los rasgos de Jesse pensando en que tal vez eso me calmaría, que recordarlo me haría más fuerte y segura pero no, me sentí peor porque lo había dejado.

Caín encendió el auto y lo puso en marcha, no dijo nada más, pudo notar mi estado y di gracias porque se mantuviera callado.

Entonces mi celular sonó y miré el nombre de Jesse en la pantalla, sentí un nudo en mi garganta mientras me debatía si debía contestar o no.
–Hazlo. – Me dijo Caín viendo hacia el frente. – Puedes despedirte.
Le hice caso y apreté mi agarre al aparato mientras contestaba.
–Hola. – Murmuré. Mis vista se apañó.
–¿Qué rayos haces? – Preguntó bruscamente. – Regresa de inmediato... no, olvídalo, voy por ti.
Pude escuchar además de su voz agitada como se movía y botaba cosas a su paso.
–No. – Lo paré. – Ya es tarde.
–Jodidamente no lo es Abby, dime dónde estás.
No dije nada porque el llanto ya emanaba de mí y no quería que me escuchara así. – No puedes venir.

Respiró profundo. – Por favor. – Pidió con voz baja y calmada. – No... no te vayas. – Mordí mi labio para evitar soltar cualquier ruido de lamento. – No me dejes.
Y eso fue todo, algo dentro de mí se rompió. –No me pidas eso. – Pedí. – Esto es lo mejor para todos, para mi familia, para la tuya, para ti.
–No si mueres. – Dijo, su voz... su voz había cambiado y se escuchaba débil, él no lo era. – Quiero que estés aquí, a mi lado y que si es necesario entonces luchemos pero que lo hagamos juntos, te quiero conmigo, te quiero a ti.
Sollocé y lo escuché contener el aliento. – Lo lamento. – Dije entrecortadamente. – Es lo mejor, recuerda que te... – Apreté mis ojos con fuerza. – Recuerda que te quiero y que nunca había querido a nadie así como te quiero a ti.
–No me dejes. – Suplicó y su voz se rompió al igual que mi corazón.
Esto quería evitar, que alguien saliera herido y más él.
–Adiós. – Murmuré y antes de cortar escuché lo último que dijo.
–¡Voy a buscarte! –Corté la llamada. Mi corazón latía con fuerza y mis ojos dolían al igual que mi cabeza.
Miré a Caín, no reía, no sonreía. Se mantuvo serio y cuando me miró me pareció ver comprensión en su mirada.

Sentí como mientras nos alejábamos mi garganta se iba cerrando cada vez más. Me dolía, dejarlo dolía, dejarlos dolía.

Cuando llegamos aparcó y me di cuenta de que había una pareja de chicos en la entrada. Saludaron con la cabeza mientras se acercaban, bajé del auto.

–Llévate el auto. – Le ordenó a uno y miró al otro. – Y tú ayúdame con estas maletas.
Las sacó y se las tendió.
–Gracias. – Murmuré y el chico rubio me sonrió amablemente.
Caín se colocó a mi lado. – ¿Vamos? – Preguntó.
Asentí, no quería hablar en estos momentos.
Mientras desaparecíamos en el bosque me martiricé a mí misma y en parte lo hice para ser fuerte porque en estos momentos no me sentía de esa forma. Me pregunté si así se sentirían los soldados al entrar por primera vez a la base. De esa forma tan vacía.

Reconocí el lugar en donde se encontraba aquella pared invisible, Caín repitió el procedimiento de la vez pasada y me instó a que cruzara, le di una última mirada a mí alrededor antes de ceder.

–Te daremos una cabaña. – Anunció a mi lado y aunque su mirada proyectada hacia el frente parecía dura, su voz no lo era. – Puedes salir y entrar de ella, recuerda que no es una prisión. Puedes cocinar por ti misma pero también o puedes comer en grupo como algunos lo hacemos a veces, hay varias chicas de tu edad con tus mismas habilidades y otras que son como... – Se interrumpió a si mismo. – Que son de hielo y puedes mezclarte con ellas y con todos.

Esta vez sentí las pesadas miradas de todos, de chicos, de adultos... todos observando con el ceño fruncido mientras pasaba. Me sentí aún más pequeña.

–¿Cuándo puedo empezar a entrenar? – Le pregunto.

–Estaba pensando en que por ahora no te esfuerces mucho ya que mentalmente no estás lista.

–No soy débil. – Le recuerdo en tono brusco y él me mira.

–Lo sé. – Murmura. – De eso me he dado cuenta. Entonces ¿cuándo quieres comenzar?

Miro al frente, desviando mi mirada de la suya ya que me hacía sentir segura en estos momentos y la verdad no quiero sentirme tan a gusto a su lado, no podía olvidar quién era y lo que había hecho.

–Quiero empezar mañana mismo.
–Entonces mañana será. Ta unirás al grupo de principiantes.

Entonces recuerdo algo, en estos momentos soy diferente a ellos. – Pero... mi poder no ha salido a la luz, no me he transformados.

–Hay algunos aquí que tampoco lo han hecho.
Sentí alivio de inmediato y por primera vez desde que sabía en lo que me iba a convertir no me sentí tan inútil, no me sentía menos. Aquí podría desenvolverme, desenvolver mi poder.
Quise agradecerle pero las palabras no salieron de mi boca.
–Esta es tu cabaña. – Dijo señalando una y avanzando hacia ella. Subió las pequeñas gradas y con una llave abrió la puerta también de madera. Se quedó en la entrada viendo hacia adentro y yo también asomé mi cabeza, había encendido la luz para que pudiera ver mejor. Era hermosa y tenía lo necesario.

Lo primero que vi fue la cocina y la sala, todo estaba amueblado y decorado, había un pasillo pequeño con dos puertas, una debía ser el baño y la otra mi habitación.

Escuché pasos tras de mí y me sobresalté. – Sólo es Jean. – Jean era el chico que traía mis cosas, Caín y yo nos apartamos y dejó las cosas dentro. Por un momento no supe que hacer.

–Bueno. – Dice Caín llamando mi atención, su tono es ¿tímido? – Nos irémos para que te pongas cómoda. – Señala la cabaña al lado, una grande con dos pisos. – Esa es mía y si necesitas algo sólo avísame. – Asiento sin palabras, esto de verdad estaba pasando, iba a quedarme aquí para prepararme para la guerra, junto a Caín.

Veo a Jean irse. – Gracias por todo. – Digo con voz rasposa y es que así se sentía mi garganta. Quería estar sola porque quería llorar.

Creo que de alguna manera entendió lo que pensaba porque se acercó. – Recuerda no aislarte, no dejas que te consuma.

No lo entendía, me di cuenta que en realidad no lo conocía bien, sólo unas cuantas partes de él y esas no me agradaban pero ahora, justo ahora conocí otra. Era distinta, amable y... humana.
Cuando tomó mi mano la alejé y me sentí como una tonta al instante al ver que sólo quería entregarme las llaves. Carraspeé mientras las agarraba.

–Te dejo. – Dijo empezando a alejarse. Lo vi caminar y meterse en su cabaña luego miré al frente y descubrí una chica ahí, arrodillada frente a un pequeño jardín a orillas de su casa. Estaba de perfil así que pude distinguir unos cuantos rasgos de ella.

Su cabello era negro y liso, su nariz era pequeña y fina, sus pestañas eran largas y curvadas de manera femenina y sus rasgos eran dulces, cuando alzó la vista sentí como de nuevo me golpearan en el pecho, sus ojos eran azules, como los de Jesse. Me sonrió de manera amigable pero yo... yo me aislé.

Me adentré en la cabaña sin verla de nuevo y cerré la puerta tras de mí.

No me dejo caer en el piso como hacen en las películas, me voy directo al baño y para cuando llego, mi rostro ya está mojado por las lágrimas. Observo mi reflejo. Mis ojos están rojos y mi cabello despeinado.

–Tú decidiste venir. – Me digo con voz dura mientras me miro a los ojos, la chica a través del espejo me devuelve la mirada. – Recuerda porqué lo hiciste.

Me enjuago la cara, lavo bien la parte bajo mis ojos y luego me seco con una toalla que estaba al alcance.

El baño es mediano, un poco más grande que el de casa.

Me permití recorrer la cabaña, las paredes eran de madera y el piso también, entro a mi habitación, hay una cama matrimonial en el rincón, una cómoda y un closet. No había mucha decoración, las paredes estaban sin ningún cuadro. Cierro la puerta y sigo inspeccionando, acorde avanzo me doy cuenta de que el lugar huele a flores silvestres. Es hermoso.

Había planeado que cuando saliera de la universidad me compraría una casa junto con Natalia, habíamos acordado vivir juntas y pagar todo a medias y esto... era un diseño perfecto para las dos. Unos sillones de color gris, un televisor pantalla plana, un desayunador con un tazón de fruta en el centro. Un pequeño hogar. Sin embargo yo no lo sentía así porque mi familia no estaba aquí y sin ellos no podía ser un hogar.

Jesse, sólo de pensar en su nombre hizo que mi pecho doliera. No iba a poder ser lo que había querido que fuéramos, no al menos hasta que todo esto terminara, si es que salía con vida. Entonces tal vez podríamos volver a juntarnos, tal vez él alguna vez me perdonara por dejarlo.

Me imaginé aquello. Jesse y yo volviéndonos a encontrar, él negándose a volver a envolverme con sus fuertes brazos y reclamándome por dejarlo y a lo lejos una chica, su alma gemela llamándolo, él girándose hacia ella sonriendo. Entonces me imagino ahí sola, viendo cómo se alejaba para reunirse con ella.

Trago saliva para alejar las lágrimas y saco mi celular, habían llamadas perdidas y al ver los nombres registrados decidí apagarlo sin leer ni un sólo mensaje. Me dispuse a desempacar mi ropa.
Cuando terminé me di cuenta de que había pasado mucho tiempo y que ya estaba empezando a oscurecer, tenía tres ventanas, una en mi habitación en donde se podía ver la cabaña de al lado y el espacio que había entre ambas, por ahí se podía pasar para dar a las hileras de cabañas en la parte de atrás y las otras dos estaban a cada lado de la puerta, todas tenían cortinas blancas.

Escuché como llamaban a la puerta y corrí para abrir, me sorprendió verla ahí. Era la chica de enfrente, la de los ojos azules. Vestía un vestido azul floreado de los que se usa en verano, su cabello estaba suelto y caí como una cascada oscura por sus hombros hasta llegar a su cintura.
–Hola. – Dijo sonriendo con la mano levantada mientras la sacudía.
Me hizo sonreír. – Hola.

–Soy Isabel. – Dice de manera animada. –¿Y tú eres?
–Soy Abigail, dime Abby.
–Me encanta tu nombre.
–Gracias. – Me quedé sin palabras y no supe que hacer. No sabía si invitarla a entrar, después de todo era una extraña y mamá... mamá me había repetido lo mismo una y otra vez "No dejes entrar a extraños a casa" pero también me había prohibido venir y aquí estaba. Caín también dijo que no me dejara consumir, que no me aislara y por lo que pude ver aquí todos eran como una gran familia, todos se conocían y ayudaban. Así que me dejé llevar. –¿Quieres pasar? – Pregunté.
–Si claro, estaba esperando a que me lo dijeras. – Se rio mientras entraba. Esta chica me agradaba.
Miré que traía una canasta llena de flores. – Te traje esto para que puedas ubicarlas en algún florero. Si quieres claro.
–Sí, muchas gracias.
Depositó la canasta en el desayunador y se sentó en una de las banquetas inspeccionando el lugar, hice lo mismo a su lado. Le agradecí esto porque por un momento me distrajo.
–Así que acabas de establecerte aquí ¿por qué?
Vaya, sí que era directa.
–Bueno, quiero proteger a mi familia de los cazadores. – Me encogí de hombros. – ¿Y tú?
Su sonrisa se fue borrando. – Bueno, creo que para mi familia sería tarde hacerlo, ellos están muertos, por ellos.
–Lo siento. – Digo. – No quise incomodarte.
–Tranquila, además yo empecé con lo de las preguntas. – Llevo tres años aquí, viajé de un lugar a otro buscando en donde quedarme hasta que me encontraron.
–¿Caín? – Pregunto.
–Sí, él y su grupo.
Su grupo, el mismo que hizo desastres en la fogata, me cuesta imaginármelos siendo amables, y más a Natasha. – Te vi llegar. – Dice ella. – Estaba fuera y vi como él te traía hasta aquí y la verdad me asombró.

Fruncí el ceño. – ¿A qué te refieres?
–Bueno, Caín no es malo. Es frío, arrogante, distante y un líder, llevo aquí el tiempo que te dije y nunca se había comportado así, no digo que no se familiarice con nosotros pero siempre mantiene una raya con el resto, por lo mismo, es un líder y hoy cuando los vi, noté que era diferente contigo, es como si tratara de agradarte.
Tragué saliva de manera amarga ante eso. No me agradaba en absoluto.
–Es porque él me arrebató a alguien antes, supongo que quiere remediar eso.
–No te agrada ¿verdad? puedo verlo en tu rostro.
Niego. – No confío en él, no del todo.
–Entonces confía en mí, él no es malo realmente.
Tuerzo el gesto. – No quiero hablar de eso, mejor dime ¿Hace cuánto que no tienen a alguien nuevo con ustedes?
Acepta el cambio y se lo agradezco mentalmente. – Hace unos pocos meses, fue un chico.
–¿Enserio? ¿Es amigable?
–Bueno, sí. Pero al principio no me dejó acercarme a él. – Me recordó a Jesse, a como todo había empezado entre nosotros. – Me alejaba o se iba y entonces un día dejé de insistir y él se acercó a mí, se convirtió en mi amigo.
–¿Pero dejó de gustarte?
–No. – Sonríe. – Pero me basta con ser su amiga, además si él sintiera lo mismo por mí sería imposible, a pesar de que ambos somos orígenes de hielo, no somos almas gemelas. – Se queda callada por un momento. – creo que tú y él podrían llevarse bien.
–Bueno, me encantaría conocerlo.
–La mayoría del tiempo hace guardia pero creo que mañana en la noche está libre, podemos reunirnos en mi casa. – Asiento. – ¿Y tú? – Pregunta moviendo las cejas. –¿Hay alguien ahí?
Sonrío. – Si, hay alguien. Su nombre es Jesse Thompson.
Le cuento sobre él, también sobre que a pesar de que no somos almas gemelas pudimos vencer eso por unos momentos antes de que nos separara esto.

–¿Entonces no has cambiado? –Pregunta asombrada. – Vaya, pero puedo sentir tu calor desde aquí.
–Si bueno, en algunos aspectos he cambiado, soy más rápida, más ágil pero aún no puedo usar mi fuego interior.
–Pronto lo harás, aquí te enseñarán.
Al verla ahí pareciendo tan inocente me pregunto cómo es posible de que ella sea una guerra, pareciera frágil pero no lo es, ahora lo noto, hay algo en su mirada, hay valor.

Me hice amiga de ella muy rápido, me pregunto si ella y Natalia se llevarían bien, probablemente no, Nat era posesiva conmigo. Muy posesiva.

Se fue una hora después, la cabaña quedó en silencio.

Otra vez estaba sola.
La vi caminar dentro de su cabaña, ella vivía sola, había perdido a sus padres. Sin embargo se miraba feliz. La admiraba.

Salí a recorrer el lugar, cabaña tras cabaña, habían espacios vacíos y en algunos se miraban líneas blancas en el suelo, podía ser para entrenar o algo así.

Me dirigí a la parte en donde las mujeres estaban practicando puntería, unas con arco y otras con dagas, todas daban en el blanco. Eran solo chicas, chicas de mi edad y otras un poco más mayores. Habían pocas de alta edad. Por otro lado los hombres habían de todas las edades, estos estaban del otro lado, en el lado izquierdo, sus ejercicios eran más avanzados y más rudos. Me di cuenta que esta parte tan solo era para el dominio de armas y de golpes, faltaba la parte del dominio corporal, el interno. Me dirigí ahí, me adentré más en ese lugar. Ahí estaban, reunidos en un gran espacio libre de árboles. Practicaban con sus dones.

Estaban divididos, en un bando los de hielo y en otro bando frente a ellos los de fuego. Hicieron movimientos coordinados, manteniendo en ellos las llamas pero no soltándolas, el fuego se fue extendiendo cada vez más arriba y ahí la vi, a Natasha, era una de las mejores y más ágiles, cuando me vio tensó el rostro, sin embargo no se distrajo de lo que hacía, a mi parecer parecía un pavo real, bella y orgullosa de lo que era, su cabello se movía en ondas con ella, divisé también al resto del grupo de Caín, a los hermanos gemelos y a la hermana de Natasha, Aria.
Entonces lo vi, no lo había visto antes, Caín era quien le enseñaba al grupo.

Estaba en medio de ambos mandos, gritando ordenes, demostrándoles cómo debían moverse.

Los de hielo lo seguían y en vez de sacar fuego, sacaban vapor helado, sus manos empezaron a cristalizarse y luego lo expulsaron, pequeñas esporas blancas por doquier y el fuego se alzó y quedó encima de ellos como una nube y esa nube naranja llena de poder se tornó azul. El fuego y el hielo se mezclaron, no iban en contra y me di cuenta de que juntos eran más potentes. Caín alzó sus brazos y despejó el fuego azul y este desapareció.

Estaba asombrada, mi corazón latía de emoción. Sus ojos me encontraron, eran fuertes y brillaban de excitación.

Mi respiración, se cortó. Era poderoso, todos aquí lo eran y pronto yo también lo sería. Me alejé de ahí.

Cené sola, había pan de molde y me lo comí con jamón y queso. Escuché ruidos afuera y cuando salí los miré reunidos en una fogata, todos alrededor de ella. Isabel les servía a las personas que hacían fila. Ellos ahí riendo y yo aquí, aislada y con un sándwich.

Quise desearles buenas noches a los míos, quise que Jesse me acompañara hoy también mientras dormía, quise ver a mamá y a Jared una vez más y haberme despedido como se debe de todos. Me fui a dormir, la noche era helada y sentí frío, mucho frío pero no me molestó porque me hizo acordarme de Jesse. Cerré mis ojos pensando en él y traté de imaginármelo ahí conmigo, rodeándome con sus brazos.

Mañana sería un nuevo día, mañana empezaría mi entrenamiento.  

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