Capítulo 18
Mi mano va hacia la daga escondida en el bolsillo de mi chaqueta, estoy lista para usarla.
Cuando llega hacia mí, levanto la daga y la llevo en dirección de su pecho. Atrapa mi mano y la presiona con fuerza haciendo que mi agarre en el mango de esta duela como el infierno. Aprieto los dientes por el dolor.
Frunce el ceño mientras levanta mi mano e inspecciona la hoja. Luego ríe.
–Chica lista. – Dice mirándome. – Que mal que seas lenta.
Me hace soltar el mango y la daga cae al piso a centímetros de la mano de Jesse.
Vamos, despierta. Pido en mi mente.
Caín me agarra por la cintura con ambas manos y yo trato de ir hacia Jesse, grito pero no despierta. Entonces Caín me hace girar y ya no puedo verlo tirado en el piso, quiero que despierte, quiero que todos lo hagan.
–No pueden quedar así. – Digo en un gruñido. – Despiértalos.
Sin embargo no hace nada, no más que apretar su agarre. – Lo harán, en cuanto nos vayamos.
Siento la soga deslizarse en mis manos y antes de que trate de alejarme agrega. – No seas necia, puedo hacer que te quedes en estado vegetal si quiero. – Me quedo quieta al instante. – Eso pensé. – Murmura cerca de mi oído.
Y me lleva.
Abro la boca pero antes que pueda decir algo todo sucede muy rápido, ni siquiera sé lo que en realidad pasa o tal vez no sé cómo explicarlo.
Sólo con un giro y ya no estábamos ahí. Fue como atravesar la barrera del tiempo, como pasar por un túnel negro y luego en un abrir y cerrar de ojos de nuevo estábamos en el bosque. Aún es de día por lo que puedo ver todo a mí alrededor.
–No hago esto para asustarte. – Dice detrás de mí. Me giro para verlo.
–No me digas. – Digo con sarcasmo.
–Te traje aquí para que pudieras saber la verdad y pudieras ver lo que realmente somos.
–No me interesa tu verdad Caín, a ninguno de nosotros nos importa. Sólo queremos que pares.
–¿Que pare de luchar?
–Si. – Digo con enojo. – Que pares.
–¿Acaso no quieres hacerlo tú? ¿No quieres que esta guerra pare ya, que seamos libres?
–Por supuesto que sí, pero no si hay muertes de inocentes de por medio. Tú no tienes piedad por nadie, tú no pareces tener corazón.
Me observa con el ceño fruncido, un mechón de su cabello blanco cae cerca de sus ojos. – Hay algo más ¿Cierto? – Lo miro confundida. – Hay algo más por lo que me odias tanto, no solo por matar a inocentes.
Trago saliva mientras comprendo a lo que se refiere, quiere saber la razón de mi odio hacia él.
Debía admitir que odiaba el hecho de que matara a inocentes, de que matara a los de mi raza, siendo él también uno de nosotros. Pero había una razón que sobresalía y aunque suene egoísta así es.
–La noche de la fogata yo estaba ahí buscando a un amigo, sabía que algo malo iba a pasar así que fui por él y entonces tu lo incendiaste todo. – Una lágrima corre por mi mejía izquierda y no me molesto en limpiarla. – Lo incendiaste a él.
Su rostro se transforma, deja de fruncir el ceño y me mira asombrado. Abre la boca ligeramente, sin saber que decir. No me importa, no quiero escucharlo. – Antes de que pudiera llegar hasta él, la fogata se esparció por todo el lugar.
–No te quemaste. – Dice confundido, luego abre los ojos como platos. – Yo te vi ahí, eras la chica que lo apagó todo, la que huyó después.
No hui le grito en mi mente. O por lo menos no quería hacerlo.
–Esa era yo, la que sobrevivió pero no pudo salvar a su amigo. Y sé que es tu culpa. – Grito. – Todo es tu culpa.
Se acerca y lo empujo cuando intenta tocarme.
–No te acerques, tú destruyes todo lo que tocas.
–Lo lamento. – Dice tratando de calmarme y por la forma en la que me mira casi creo que lo dice enserio así que me río.
–Lo lamentas. – Repito. Esta vez soy yo la que se acerca, lo hago tan cerca que puedo ver cada detalle de su rostro. – ¿Acaso los monstruos son capaces de sentir? – Digo lentamente y con odio en cada palabra.
Sus ojos se oscurecen mientras me mira y luego parpadea. Me alejo. – Tienes razón. – Dice asintiendo. Ese es el verdadero Caín, el Caín enojado, justo el que tengo en frente. – No lo siento, no soy capaz de sentir.
Se limpia la boca con el puño de forma brusca.
–No te traje aquí para intentar agradarte sino para que comprendas la guerra. No estoy sólo, no somos pocos y si nos ayudan entonces podremos vencerlos, no a todos de una sola vez pero podemos llegar a su centro, a los cazadores que dominan al resto.
–Seguimos en lo mismo Caín. Ninguno de nosotros matará a inocentes.
–Entonces negociaremos.
–Eso tratábamos de hacer antes.
Se ríe. – ¿Drogándome y atándome?
Asiento. – Eres peligroso, no nos íbamos a arriesgar. – Miro mis manos aún atadas. – Pero veo que no tienes diferentes métodos.
Mira mis manos y levanta la mano. El nudo se deshace por si solo y cae al suelo.
–¿Feliz?
–Lo estaré cuando mueras. – Digo indiferente. –Prosigue.
Me mira con enojo pero sigue. – Te enseñaré a ti nuestro escondite, te explicaré cómo pensamos vencerlos para que tú puedas convencerlos, claramente tendremos que convencerte a ti primero. Me encargaré de eso.
Miro a mi alrededor, no hay más que árboles y hierbas. – No hay nada aquí. – Murmuro confundida.
–No porque no lo veas, significa que no esté ahí.
Se gira y avanza hacia la izquierda. Alza la mano para tocar la nada. "Nada" o al menos eso pensaba yo.
Su mano se apoyó en lo que parecía un cristal, Caín cerró los ojos y empezó a murmurar algo en voz baja. Luego se acercó a mí. – Estos somos nosotros.
Frente a mi todo cambió. La barrera transparente se desvaneció y se alzó una gran aldea. Había cabañas por doquier, algunas incluso construidas encima de otras. Había gente ahí, vestían como cualquier persona en Old Town. Había niños, jóvenes y personas adultas. Había cientos de pobladores aquí y todos ellos, los que estaban fuera de sus casas se giraron a vernos. No se miraban sorprendidos, siguieron con sus labores, siguieron caminando luego de unos segundos. Debía admitirlo, no se miraban débiles. Pude ver como cerca de nosotros había un grupo de chicos entrenando con espadas, luego, a la derecha había más pero estos entrenaban con cuchillos, lanzándolos a los árboles y clavándolos con fuerza hasta la empañadura. Me quedo con la boca abierta ante esto.
Miro a Caín. Este se mira orgulloso. – Aquí no hay diferencia de razas pequeña. – Tuerzo el gesto ante su apodo hacia mí, abro la boca para hablar pero me interrumpe con su explicación. – Aquí hay orígenes, hay hechiceros. – Me mira. – E incluso humanos.
–Humanos. – Repito
–Si, hay gente de todo el mundo que quiere lo mismo que yo, que quieren luchar.
–¿Cómo los convenciste?
–La mayoría ha perdido algo gracias a ellos, amigos o familiares, eso los impulsa, yo sólo los reúno y los llevo hacia donde quieren estar. El punto de partida hacia la batalla.
No digo nada, no sé qué decir. Nunca pensé que Caín tuviera a tantos aliados. La idea de luchar contra los cazadores ya no se encontraba tan lejana. ¿O sí? todo depende de su plan.
Quiero luchar, pero no quiero muerto. Mi pedido suena cada vez más imposible.
–Quieres llegar a un acuerdo con todos nosotros. – Digo atrayendo su atención. Este asiente. – Pero yo quiero llegar a un acuerdo contigo... quiero pedirte algo a cambio.
Me estudia con la mirada, no frunce el ceño, no se mira enojado. Se mira tranquilo.
Me lo imagino de niño. Un niño de cabello blanco recostado a las tumba de su madre, mirando la tumba de su hermano. Pero como había dicho Caín antes. Ese niño murió junto con su madre, ese niño no existe. Caín lo asesinó.
–Dime lo que necesitas, pero dímelo después. Primero quiero que conozcas a algunas personas aquí.
Antes de seguirlo hacia los suyos lo detengo para preguntar por los míos. – ¿Ellos ya despertaron? – Pregunto.
Sabe a lo que me refiero y asiente. – Lo hicieron tal y como te dije. Despertaron cuando nos fuimos.
Me tiende la mano para que lo siga. Sus ojos me evalúan y por segundos no puedo ver maldad en ellos, eso no significaba que no estuviera ahí.
Agarro su mano y me doy cuenta que es totalmente diferente a tocar a Jesse. La mano de Caín es tibia, no caliente al punto de quemar, sino como mi temperatura, un poco más tibia de lo normal. Sus dedos se cierran sobre los míos y me hace caminar hacia la aldea junto a él.
Mi corazón se acelera mientras cruzo la barrera. Doy pasos cuidadosos cuando paso la línea y luego que ya estamos al otro lado de la barrera, parece cerrarse de nuevo para los ojos del resto.
–Ya no pueden vernos. – Dice. – Ahora ven, te presentaré a mi equipo especial.
Quito mi mano de la suya mientras camino tras él. Me mira por un segundo antes de seguir caminando.
Observo todo a mí alrededor. A los niños jugando. A las mujeres entrenando. A las cabañas, estas no son muy grandes, son como del tamaño de la casita en donde encontramos a Caín. Son de madera brillante y ventanales de cristal, cada una decorada al gusto del huésped. Una niña está jugando junto a un chico, este le dice algo a la niña y ella sonriente enciende la rama que el niño le ofrece, luego el fuego se apaga, no. El fuego se congela por el niño.
Ambos me sonríen y les devuelvo el gesto.
–Dayana y William. – Dice Caín. – Se volvieron inseparables desde que se conocieron.
Las cabañas se extendían a ambos lados del bosque y detrás de estas había incluso más, el recorrido era bastante largo ya que si enfocaba mi vista para ver la última cabaña no podía. Las filas de cabañas seguían y seguían. Caín dobló a la izquierda y se cruzó entre cabañas hasta llegar a la tercera hilera en donde nos detuvimos frente a una muy peculiar.
La puerta no tenía perilla. Me mira antes de colocar su mano en el centro de la puerta y luego esta se abre como si nada. Me hace un gesto de que lo siga.
Subo los pequeños escalones y luego entro. Por suerte no está oscuro. Hay gente aquí y me asombro al ver a alguien que no esperé nunca en mi vida ver en lugares como estos.
Sus anteojos ya no están y debo admitir que se mira mejor sin ellos.
–Elías. – Murmuro.
Este me mira confundido, como si no supiera de qué hablo. Trago saliva. – ¿Se conocen? – Pregunta Caín en tono extraño.
–No. – Dice Elías.
–Sí. – Digo yo al mismo tiempo.
–Estoy demasiado seguro de que nunca en mi vida te he visto. – Dice de manera poco amistosa.
Tuerzo el gesto, no se parecía al Elías de la otra vez.
Una puerta se abre y entra un chico... entra Elías.
Me encuentro confundida por centésima vez en el día.
Elías sonríe. – él no te conoce, pero yo sí. Abby este es mi hermano Gemelo Jordy.
Ahora lo comprendo, eran hermanos gemelos. Elías seguía llevando sus anteojos.
Su hermano estaba serio mirándome.
–Vamos a matemáticas juntos. – Le aclara Elías a Caín quién estaba frunciendo el ceño. De nuevo.
–Bien, déjame presentarte al resto. Natasha. – Llama Caín y ella se levanta del sillón color esmeralda. Camina hacia nosotros, sus pasos son felinos y femeninos. En mi mente empecé a imaginar una pelea entre Natasha y Sabrina. Cuál de las dos ganaría?
Esta no sonríe, no esperaba que lo hiciera ya que he visto su lado perra y no me agradaba.
Se detiene al lado de Caín y lo besa castamente en los labios, mirándome cuando lo hace y luego se queda junto a él. Quiero reír ¿Qué esperaba que hiciera ante eso?¿Enojarme, ponerme celosa? Esta chica está mal.
Caín se queda en su lugar, indiferente ante lo que Natasha acaba de hacer – Estos son los hermanos Martin. – Señala a los chicos. Jordy y Elías. – Y ella. – Dice señalando a una chica baja pero igual de hermosa que Natasha, debía admitir que se parecían bastante. Su cabello también era café con la diferencia de que en la parte baja era de un tono gris, casi blanco. Pero nada comparado al color de cabello de Caín. – Ella es Aria, la hermana de Natasha. Las hermanas Morgan.
Aria asiente en mi dirección y hago lo mismo.
–Traje a Abby para negociar. – Anuncia
Natasha se ríe a su lado y lo hace tensar la mandíbula. – ¿A negociar? ¿A este pedazo de basura?
Me muerdo la lengua pero no funciona. – No me confundas contigo. – Digo cortante.
Ella gruñe y camina hacia mí pero Caín la sujeta de la muñeca. – Si no puedes estar aquí entonces sal y no estorbes.
Ten eso perra Pienso mientras me río mentalmente.
Natasha se calla mientras me mira con odio retenido.
Caín me hace gestos para que me acerque. Me guía hacia la mesa del centro.
La cabaña no tenía una cocina ni habitaciones. Las paredes que dividían esas partes ya no estaban y era una habitación abierta, un gran cuadro equipado con armas.
Había un gran televisor en la pared lateral pero dudo que lo ocupen para ver episodios de The Walking Dead. El sillón estaba frente al televisor y las paredes estaban decoradas con armas. Espadas y pistolas colgadas por doquier además de planos y mapas. La mesa en el centro de la habitación estaba repleta de papeles pero lo que estaba extendido en ella era un mapa del mundo con puntos rojos por doquier.
–Primeramente, tú me dijiste que querías algo a cambio. – Asiento. –¿Qué quieres?
–Tú quieres aliados, más aliados. Pero yo quiero evitar la muerte de los inocentes. No quiero que nadie además de los que están dentro de estos mueran. Así que si tu prometes que eso no pasará más yo prometeré que...
No puedes prometer nada. Ellos no han elegido aún Me digo a mi misma. –Prometeré que trataré de convencerlos.
Ninguno ríe. – Tratarás de convencerlos. – Repite Caín como si no comprendiera.
–Yo no puedo decidir por ellos Caín, no puedo meterlos en una guerra sin saber si ellos quieren participar o no.
–Lo que me pides no tiene sentido ¿Qué pasa si no aceptan?¿en qué quedamos nosotros?
–Pueden hacer otros planes, cualquier cosa menos hacer eso... no pueden.
Natasha levanta unaceja ante mis estupideces pero no dice nada.
No aceptará y quedaremos en las mismas. La angustia me invade, y aún más cuandoél se acerca a mí y me mira fijamente.
–Sólo tengo una pregunta para ti,pequeña.
No miro a ninguno en la sala, sólo miro sus ojos parecidos al fuego. – Y esaes...
–¿Tú quieres luchar?
¿Que si quiero? quiero acabar con los cazadores, quiero sentirme segura yquiero que las personas que amo se sientan de la misma forma. Quiero que seamoslibres sin temor a morir de los cazadores. Pero había algo que más que me hacíadudar de mi respuesta.
–No soy como ustedes. – Murmuro. – Aúnno me he transformado...
Caín se pone firme frente a mí y su voz sale ronca y pesada mientras vuelve arepetir la pregunta... –¿Tú quieres luchar?
Me pongo firme yo también. Segura de mis palabras. – Si, si quiero luchar.
Caín sonríe y lo odio. – Entonces tenemos un trato.
Extiende su mano y yo la aprieto con fuerza.
Acababa de unirme con el enemigo. ¿Qué es lo que dicen? "Mantén a tusamigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro