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Capítulo 17

Sabrina iba conmigo en el auto de su hermano, el resto de los chicos iba en el auto de los Thompson, Jesse me seguía desde atrás. Cada par de minutos miraba por el retrovisor.

No podía apartar algo extraño que estaba dentro de mí, una sensación que nunca había experimentado. Una mezcla de "sé que algo malo va a pasar" con "quiero que esto pase ahora, no importan las consecuencias". Ni yo podía entenderme.

Estacioné el auto y bajamos, los chicos hicieron lo mismo.

–Síganme –y entonces entré al bosque. No cerca del lago, no donde había pasado con mis amigos antes. Nunca había estado aquí antes pero sentía que podía llegar a aquel lugar de algún modo.

Al sentirme rodeada por los árboles sentí un Déjá vú. Mis pesadillas, aquí empezaba todo. Mi carrera contra los cazadores, mi fuego envolviéndome, mi muerte. Todo fue aquí.

¿Qué era esto? Nada tenía sentido. ¿Cómo podía estar todo esto vinculado?

–Sé cómo llegar. Pero tendremos que correr.

Me miran confundidos pero asienten. Aunque no lo parecen, están armados, hay varios cuchillos escondidos en sus bolsillos, Sebastian llevaba varios polvos que podían ayudarnos en casi todo y yo... yo llevaba una daga. La daga que quería, con el polvo que podría matar a cualquier hechicero. Pero ¿podría esto matar a Caín? iba a averiguarlo.

Jesse se coloca a mi lado. – Voy a tu ritmo –su rostro es serio, está concentrado. Asiento y miro al resto, todos estamos listos.

Miro hacia adelante y empiezo a correr, no tan rápido, no tan lento y de manera silenciosa.

Es como si estuviera en mi pesadilla de nuevo. Corriendo del cazador, tratando de sobrevivir. Pero esta vez nadie me persigue, son ellos, son mis amigos y Jesse está a mi lado, no me persiguen, ellos van conmigo. La realidad se mezcla con el sueño y en cortos momentos me parece que estoy soñando de nuevo. Pero mi pie no se enreda en ningún lugar, nadie me atrapa. Sigo corriendo y esta vez es de día.

A lo lejos puedo ver la casa, paro de correr y todos hacen lo mismo. Nos escondemos tras los árboles, respirando con dificultad, era tiempo de que se camuflaran, era tiempo de ser la carnada.

–Bueno –dice Sebastian recobrando la respiración– Beban lo que les di.

Cada uno saca un frasco largo pero delgado de su bolsillo. Parecen tubos de ensayo, de esos que utilizan para hacer muestras de sangre. Todos bebieron el espeso líquido verde con una mueca de asco.

Sebastian pasó por cada uno de ellos murmurando por lo bajo, cerrando los ojos, tocando sus hombros y uno por uno iba desapareciendo. Jesse me miró.

–Estaré a tu lado, no dejaré que nada te pase.

Asiento tragando saliva. Sebastian se acerca a él y segundos después desaparece también. Siento un tirón en mi pecho, no podía verlo ni sentirlo pero estaba ahí.

Sebastian me mira. – Estaremos aquí, sólo nosotros podemos vernos entre nosotros mismos, nadie más. Cuando sea tiempo levantaré el hechizo y nos haremos visibles. Sé que podrás hacerlo.

Entonces desaparece.

Me siento sola, a pesar de que sé que están, justo ahí. Me giro, sabiendo que no debía esconderme, que debía hacer que me viera, tenía de regreso su collar, estaba en el bolsillo de mi pantalón. Sabía que podía sentir mi presencia mediante me acercaba.

Vamos. Sal para poder cazarte.

Me detengo cuando estoy frente a su casa. Las ventanas están justo como las vi a través de sus ojos, la puerta de madera se abre y Caín sale.

Mi respiración se entrecorta. Me mira, hay un leve ápice de sorpresa en su mirada. Viste de negro, sus manos están apretadas en puños a cada lado de su cadera y se va formando una sonrisa maliciosa en su rostro.

–Pero miren a quien tenemos aquí –su un tono sarcástico y peligroso. Parece buscar algo a través del bosque, claramente no confiaba en que estuviera sola, A diferencia de él, tenía familia y amigos que me querían–. ¿Cómo encontraste este lugar? –Pregunta, su tono es enfadado.

Me muerdo la lengua sin saber qué decir. Caín avanza unos pasos, bajando por los escalones que crujen bajo su peso.

–Te pregunté algo, ¿acaso eres sorda?

Me niego a retroceder, eso es lo que quiere. Ver miedo en mí.

Sus ojos están llenos de furia. Caín no me quiere aquí, no quiere que yo sepa que esta casa está aquí, no quiere que nadie lo sepa y se siente impotente al saber que lo he descubierto.

–Veo que encontraste lo que querías –digo en tono serio, pero este frunce el ceño–. El libro –le aclaro y eso hace que su confusión aumente–, el libro que encontraste en mi habitación. El diario de tu madre.

Su mandíbula se tensa. –Lo has leído –sisea en tono mordaz. Su enojo aumenta y en estos momentos no sé si es bueno o malo.

–Lo he hecho –miento, no sabía más de lo que había visto en la visión–. Es triste, ¿sabes? que seas lo contrario a lo que tu madre deseó que fueras.

Sus ojos se oscurecen y avanza, lo hace con furia y me recuerda a un león yendo por su presa, pero yo no lo era. Saco el collar de mi bolsillo y lo elevo a mi lado, Caín para de golpe.

–Vine a hablar, no a luchar. Pero te aseguro que si te mueves, un paso más y tu preciado collar no existirá más.

–Tú lo tenías – sus ojos se mueven hacia los míos–. Dámelo –no lo pide, lo exige.

–No, no a menos de que cooperes.

Se ríe y niega. – No sabes a lo que te metes. Te dije que me lo dieras.

–Y yo he dicho que hasta que cooperes.

No para de sonreír. – Ni siquiera preguntaré sobre qué quieres que coopere, lo que me pregunto en este momento es ¿por qué aún no te he matado? –Se queda pensativo–. No importa, puedo hacerlo ahora, con un simple y sutil movimiento, no lo verías venir. Luego tomaría el collar... y me iría –por cada palabra es un paso hacia mí y me pregunto cuándo será el momento en el que aparezcan. ¿Por qué tardan tanto? Se me estaban acabando las ideas.

– ¿Qué te detiene entonces? –Lo reto.

Sonríe mientras sigue avanzando.

–No lo sé. Recuerdo haber visto tu rostro aquella noche en la fogata, de momento a otro te perdí de vista –la fogata, la noche en la que Cody había muerto. La ira empieza a subir por todo mi cuerpo, como un fuego esparciéndose por mis venas–. Pensé que habías muerto, luego te vi en el supermercado la otra noche y desde entonces te seguí de cerca, ¿sabes por qué? Porque estoy casi... casi seguro de que tú fuiste la que provocó que mis planes no resultaran tan desastrosos como lo planeaba. Lo apagaste todo, ¿fuiste tú verdad? –Tensa la mandíbula–. Y sigues haciéndolo, sigues intentando arruinar mis planes.

– ¿Cómo no hacerlo? si planeas asesinar a todos –en mi voz hay odio, no podía soportarlo– No lo permitiré.

– Los cazadores ya vienen y no podrán detenerlos.

Esta vez soy yo la que ríe y me mira con confusión.

– Ellos no vendrán, me encargué de eso ¿no eras lo que querías? ah, no. No era eso. Tu esperabas que huyera, que todos lo hiciéramos, pero no contaste con que nos levantáramos.

Pero su expresión no es lo que esperaba ver. Caín sonríe.

–Aliados.

Casi frunzo el ceño, pero me repito que no debía cambiar mi expresión.

–Era justo lo que quería. Pero en estos momentos, lo que quiero es mi collar de regreso –su sonrisa se borra–. Y lo tendré.

Da un paso y de la nada Sebastian aparece entre Caín y yo. Jesse está a mi derecha y Sabrina a mi izquierda. Siento una mano en mi hombro haciéndome retroceder y miro a Zack. Me dejo guiar hacia atrás y quedo junto con Sebas lo más alejada posible.

–Eso no se podrá amigo –entonces Sebastian abre su mano y sopla algo lila de su mano. El polvo cae en la cara de Caín y este retrocede intentando limpiarse aquello, entonces cae. Su rostro está manchado de lila al igual que una parte mínima de su cabello blanco. Sus manos son puños a sus costados.

Sebas se gira hacia mí y sonríe.

– Buen trabajo, es tiempo de empezar.

Suelto aire y miro a Jesse, su boca está entreabierta y hay una daga en su mano, la guarda de inmediato y viene hacia mí. Nos abrazamos, estuvo ahí conmigo, estaba a mi lado todo ese tiempo. Su corazón latía rápido, podía sentirlo golpeando junto al mío.

– Eres valiente –murmura contra mi cuello.

Se escucha un carraspeo proveniente de Sabrina.

– ¿Y si se consiguen una habitación mejor?

Mi rostro se tiñe de rojo, por Dios, esta chica era peor que Zack. Miro el cuerpo caído de Caín.

– Hay que llevarlo pronto, el efecto pasará pronto –apresura Sebastian.

–Eso es lo que intentaba decirles, pero en mi idioma –defiende Sabrina rodando los ojos–. Andando.

Esta vez hicimos un cambio. Jesse, Sebastian y Sabrina iban con Caín en uno de los autos, Zack y Sebas iban conmigo. No me sentía enojada por no perderme el viaje con ellos, lo contrario, estaba aliviada por no tener que ir con ese pirómano en el mismo auto.

La calle por suerte estaba despejada cuando llegamos. Íbamos a esconderlo en el sótano de la casa de los Thompson. Zack, Sebas y yo fuimos los primeros en bajarnos para revisar si alguien estaba viendo, el cargar a un chico atado y dormido no era lo común en ningún lugar.

Tanto Lilith como mi madre se pusieron de pie en cuanto entramos y cuando vieron a Caín se voltearon a ver.

– ¿Esa es la razón por la que casi nos asesinan los cazadores? –Pregunta Lilith.– A esa edad no sabía ni cómo controlar mis poderes.

Mamá resopla. – Esta generación está cada vez peor. Chicos traigan el cuerpo abajo – dice girándose junto a Lilith. Los chicos que cargaban a Caín las siguieron. Bajé junto con todos al final y los vi sentarlo en una silla metálica, lo ataron bien a ella y luego resoplaron exhautos–. Bien ¿lo despertamos ya?– Pregunta Sabrina

– ¡Claro que no! –Ruge su hermano–. Aún no lo he inyectado para que se mantenga sedado –en una de las mesas metálicas cercanas había frascos, hierbas y dagas. Sebastian revisó un frasco con líquido transparente que parecía agua y con una jeringa lo llevó hasta Caín. Inyectó el líquido en su cuello con un movimiento brusco y luego sacó la aguja. Se puso al nivel de su rostro y le dio una cachetada, Caín se removió pero no despertó así que Sebastian lo hizo de nuevo hasta que este despertó. Parpadeó varias veces y miró hacia nosotros con los ojos entrecerrados.

– ¿Qué demonios...? –Dijo despacio con voz ronca y adormilada.

Quiso removerse pero su cabeza cayó de lado y sus ojos giraron y se cerraron, Sebastian chasqueó los dedos frente a él haciéndole despertar de nuevo.

– Eh eh, no te duermas. La tortura ni siquiera ha comenzado –eso no pareció preocuparlo.

–Voy a matarlos –su voz apagada y soñolienta–. A todos.

–Abby –susurra Jesse–, debes irte.

– ¿Qué? No, quiero saber lo que tiene que decir.

– Lo mejor es que no cariño –niega mama con la cabeza–. Vamos arriba –me agarra del brazo pero no me dejo llevar.

–No. Déjame quedarme, no interferiré en nada, sólo escucharé.

Lilith camina hacia nosotras intentando ser comprensible.

– Tu madre sólo quiere evitarte el tener que ver esto, pero Sarah, si quiere quedarse.... es mejor que conozca hasta los riesgos de la vida.

Mamá aprieta sus labios. Era madre, se preocupaba. Lo entendía.

–Cariño...

–Mamá.

–Bien –acepta en derrota–. Iré arriba con Lilith y tu hermano.

Me da una última mirada antes de subir de nuevo. Escuché la puerta cerrarse y sentí una mano tomando mi brazo, el toque era frío.

–No debiste quedarte –me reclama Jesse.

La habitación no era ni muy oscura ni muy iluminada, había sólo una mesa metálica y unas sillas apiladas en una esquina. Las paredes eran de ladrillo y olía a humedad.

Me pregunto para qué utilizaban esto antes. Caín estaba sedado, apenas y se mantenía despierto.

Sebastian me pidió el collar y se lo di sin vacilar. Este lo tomó y se acercó a Caín, poniendo el collar cerca de su rostro. Caín levantó los ojos hacia el collar e intentó moverse hacia adelante pero la mano de Sabrina lo devolvió hacia atrás. Sebastian negó con su dedo índice.

–No, así no se ganan las cosas.

Caín hizo de sus manos puños y lo miró con furia.

– ¿Qué quieren?– Ruge este.

–La verdad –pide Sebastian–. ¿Quién diablos eres? ¿Qué quieres? y ¿Por qué lo quieres?

–No voy a decirles nada –sentencia este con odio.

–Entonces... ¿no importa si lo destruimos? –Agarra la piedra con ambas manos y comienza a tensar los dedos alrededor de la piedra– Puedo romperla y...

– ¡No!– Grita Caín–. No lo hagas.

–Mmm así me gusta, que seas obediente –sonríe y palmea su cabeza.

Está haciéndolo enojar.

–Soy Caín.

Sebastian resopla.

–Dinos algo que no sabemos hasta ahora. Tu nombre completo.

Caín lo reta con la mirada hasta que habla.

–Soy Caín Warner –se nota el orgullo en su voz y una leve sonrisa en su rostro.

–Diría que es un gusto. Pero claramente no lo es. Caín Warner –lo llama Sebastian– Dinos qué eres.

– ¿Qué pasa? –Pregunta Caín– ¿Me temen? ¿Temen porque no saben a lo que se enfrentan? –Su tono es arrogante y en estos momentos no puedo interpretarlo de manera seria ya que sus palabras se arrastran por lo sedado que está.

Sabrina ríe y lo jala del cabello haciendo su cabeza hacia atrás.

– ¿Miedo?, ¿de ti? –Vuelve a reír–. No seas ridículo –jala de nuevo y su raíz se tensa. Este gruñe mientras siente el dolor en su cráneo.

– ¿Es todo lo que tienes? –La reta.

Eso no es bueno.

Sabrina suelta a Caín y uno de sus dedos se envuelve en fuego mientras se dirige a su hermano. Su dedo está a centímetros de la piedra.

– Vuelve a retarme... una vez más.

Caín cierra la boca. ¿Por qué aquel collar es tan importante para él?

–Soy un híbrido –su voz cansada–. Hijo de una origen de fuego y un hechicero.

Todos se quedan en silencio. Eso ya lo sospechábamos, Jesse a mi lado sigue con la misma expresión ilegible.

– ¿Qué quieres? –Pregunta Sebastian.

Caín mira al suelo respirando entrecortadamente. Dolor, ira, tensión. Todo junto podría ser lo que sentía.

–Quiero... quiero venganza.

–Explícate mejor –exige Sabrina caminando detrás de él.

Pareciera una diosa, una diosa de guerra. Su cabello en ondas se miraba impecable a pesar del momento. Si no conociera lo buena que puede llegar a ser de seguro me daría temor.

Caín gira su cabeza... hacia mí. Jesse se tensa y se acerca más a mí.

–Quiero venganza y quiero aliados para completar mi plan –mira a Sebastian–. Mi lucha no es contra los orígenes ni contra los humanos.

Mi voz se escucha sin antes poder detenerla.

– ¿Entonces por qué buscas asesinarlos? ¿Por qué tantas muertes?

–Son efectos colaterales.

–No –niego en un gruñido–, no lo son. Muchos son inocentes, eran inocentes. Como Cody.

–No me importa –suelta bruscamente.

– ¿Si no quieres nuestra muerte... la muerte de quién buscas?

–La de los cazadores –dice con desprecio. Nadie dice nada, parecen procesar todo–. Me mal interpretaron desde el comienzo. No soy lo que creen.

–Si lo eres, eres un monstruo. Un asesino.

Me mira con fuego en su mirada.

–A veces deben morir algunos inocentes para poder conseguir la libertad de todos. Eso es lo que quiero, quiero acabar con los cazadores, quiero gente que me ayude a hacerlo.

Sebastian exhala claramente aburrido del tema.

– ¿Piensas que te creeremos? Pude ver lo que le enseñaste –me señala–, era nuestra muerte la que buscabas.

Caín niega. –No, era un truco. Ha funcionado, están aquí, ¿cierto? –Sebastian frunce el ceño–. Quería que se levantaran, así como ella dijo. Pero no contra mí, sino conmigo.

–Un truco –repite el hechicero y luego ríe sin gracia–. Si querías aliados, ¿no era mejor pedirlos? Tú técnica es macabra.

– Me van mejor las cosas a la mala –levanta sus manos atadas– como puedes ver.

–Sigo sin creerle –declara Jesse.

Caín lo mira con desprecio.

– ¿Y este quién es?

–Este de aquí –se señala a sí mismo– será quien congele tu trasero si lo retas de esa manera.

Caín resopla. –Entonces, como les decía antes de que... este nos interrumpiera...

Suelta un grito de dolor y me fijo en su mano que se torna azul. Jesse estaba congelando su mano.

– ¡Basta! –Grita.

Jesse sonríe de manera arrogante. – ¿Qué decías? –Pregunta con una ceja alzada.

–Bueno, bueno –interrumpe Sebastian– Sigamos –carraspea– ¿Tu qué pensabas? ¿Qué íbamos a tragarnos todo eso? ¿Qué se supone que quieres que pensemos de ti ahora? ¿Que eres un héroe, el bueno de la historia...?

Tensa su mano, viendo cómo se descongela poco a poco.

–No, no se equivoquen, sigo siendo el malo aquí. He matado gente y no me arrepiento de nada, pienso seguir haciéndolo si así puedo acabar con esto.

–Estás tan mal... –interviene Zack– ¿Cuál es tu plan en sí? ¿Matar a las personas para que así los cazadores vengan y nos busquen, para luego aparecer con tu "ejercito" y acabar con ellos? ¿Sabes cuántos de ellos son en total? Miles en todo el mundo, ni tu ni tus amigos podrán con tantos. Tu idea es absurda. Un acto de suicidio y matanza de inocentes.

Caín sonríe tristemente. –Al menos lo intentaría, tengo razones para pelear. Pienso que es peor huir de ellos. ¿Eso prefieren hacer ustedes? ¿Huir? Eso no es vida.

Y por primera vez logré coincidir con él en algo.

– ¿Por qué estás dispuesto a morir en el intento? –Pregunta Sebastian– Dijiste que por venganza... ¿A quién te quitaron?

Un recuerdo vino a mi mente, de hecho eran dos...

Un sueño en el que Caín visitaba el cementerio, unas rosas en llamas y dos nombres en las lápidas. "Ana Warner y Jason Warner"

Luego el recuerdo de haberlas visto por mí misma, cerca de la tumba de Cody.

–No creo que saber eso sea necesario –su tono se vuelve aburrido– La cuestión aquí es... ¿Se unen a mí?

–No –sentencia Sebastian sin pensárselo y Caín lo mira con ira–. No me importa tu pérdida ni tus razones ni bla bla bla. Ya no seguirás con tu plan absurdo porque no te permitiremos asesinar a nadie más.

–No puedes detenerme. Ninguno puede. Piensan que somos pocos pero no, no lo somos. Una gran parte de hechiceros están conmigo y también orígenes, ellos saben por qué pelean. Si no se unen a mí entonces aléjense y créanme cuando les digo que la verdadera amenaza no soy yo.

– ¿Estás diciendo que lo que me mostraste no es del todo falso? ¿Qué sacrificarías a una gran parte de orígenes para poder "lograr" lo que buscas? –Pregunto ansiosa.

–Me sacrificaría incluso a mí mismo –me mira y luego hacia la escalera–. Se les acaba el tiempo. Los míos me encontraran y se pondrá feo.

–Y vuelves con tus amenazas –rueda los ojos Sebastian y se le acerca–. Nadie vendrá por ti, nadie podrá rastrearte así que deja ya el asunto.

Caín sonríe. –Y tú vuelves a subestimarnos.

Una guerra contra los cazadores. Es una batalla imposible, nunca se ganaría, a menos de que tengamos un plan de lucha, una que no incluyera la muerte de civiles. Los cazadores deben de tener un líder, ¿no?

Jesse me mira y frunce el ceño. – ¿En qué piensas? –Me pregunta en voz baja.

Miro hacia otro lado. No estoy segura, ¿estaba realmente de acuerdo con Caín? Caín, el asesino.

–Su idea... la lucha contra los cazadores –lo miro en busca de respuestas– ¿Qué opinas de eso?

Su ceño se frunce, está claro que no está de acuerdo.

–Es... es un suicidio Abby... nadie ha luchado contra ellos y a salido con vida.

–Pero... no, olvídalo. Tienes razón –suelto aire.

Estoy delirando.

Sebastian se endereza. – Caín Warner, esta es una amenaza para ti. Dejarás de asesinar gente para atraer a los cazadores, dejarás todas esas ideas locas que tienes en tu cabecita rubia y nos dejarás a todos en paz. No me interesa tu motivación para hacerlo, simplemente lo dejarás.

– ¿Crees que te tengo miedo... que les tengo miedo? Si me he quedado aquí todo este tiempo no fue contra mi voluntad, sino porque quería hablarles sobre lo que se viene, podría matarlos ahora mismo y salir de aquí como si no pasa nada.

– ¿No nos temes? –Ríe Sebastian mirándolo directamente a los ojos–. Pues deberías. Si no cumples con lo dicho, entonces te asesinaré... justo ahora, justo aquí.

–No le temo a la muerte Sebastian Galeano.

Este se queda de piedra, al igual que todos. ¿Cómo podría Caín saber su nombre?

No le dio a nadie tiempo de reaccionar, de momento a otro todos cayeron al suelo... todos menos yo. Vi caer a Jesse y traté de atraparlo para amortiguar su caída pero no lo logré. Este golpeó su cabeza contra el suelo, sus ojos azules cerrados...

Caín se levantó de la silla, sus manos rompiendo su atadura, luego quitó la soga de sus pies y me miró negando con la cabeza.

–No quería llegar hasta esto –susurra con voz de molestia.

Retrocedo entrando en pánico.

– ¿Qué les has hecho?

–No te preocupes por ellos, despertarán en cuanto nos vayamos.

Mi corazón se detiene al escuchar eso.

– ¿Irnos?

– Si –sonríe de manera macabra otra vez–, irnos. Justo ahora.

Avanza hacia mí enroscando la soga entre sus manos en forma de amenaza. Miro hacia el suelo, todos están dormidos, algunos incluso cayeron encima de otros. ¿Le habrá pasado lo mismo a mamá, Jared y Lilith? ¿Cuánto tiempo estarán así?

Mi mano va hacia la daga escondida en el bolsillo de mi chaqueta, estoy lista para usarla.

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