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Capítulo 11

Estoy despierta pero no abro los ojos. Escucho como lejanamente personas charlan, siento la textura del edredón bajo mis dedos. Huele a mi hogar, huele a algo que conozco.

¿Qué me ha pasado?

Lo recuerdo todo de golpe, como una lluvia de recuerdos: fuego, muertes, destrucción.

Cody.

Abro los ojos y me enderezo, quedo sentada en mi cama, recostada a la cabecera. Siento mis ojos volverse agua. Recuerdo lo que le dije antes de que todo pasara, como lo traté, lo que pensé de él y recuerdo lo que él me dijo a mí al final. Abby, te estaba buscando.

No iba a dejarme, a pesar del desastre a su alrededor. Pero yo sí lo dejé a él. Recuerdo la mueca de dolor en su rostro. Su piel...

Las lágrimas descienden por mis mejillas. Escucho pasos por el pasillo, la puerta de mi habitación se abre y entran Jared y mamá.

Sus ojos se abren y cristalizan. Jared trae en sus manos unos paños que chorrean agua dentro de un recipiente metálico.

–Abby... –Dice mi mamá avanzando hacia mí. Se detiene al borde de mi cama.

No puedo hablar, siento que si abro la boca para hacerlo... me vendré abajo.

Ella se sienta a mi lado. –Yo lo siento tanto –me abraza mientras se disculpa, su piel es fría contra la mía, me produce escalofríos. Sin importar eso, le devuelvo el abrazo y lloro en su hombro, la aprieto con fuerza contra mí y me rompo en llanto.

Cierro los ojos y me sacudo por el sollozo.

–Lo lamento mi niña, lo lamento.

Así paso junto a ella hasta que mi respiración se calma lo suficiente para que pueda hablar.

–Cody está muerto –susurro con mi voz entrecortada–. Ellos lo quemaron vivo –me aprieta más mientras soba mi espalda–, pero no iba a dejarme, se quedó buscándome... y yo lo dejé –miro a Jared, recuerdo buscarlo también a él–. Te busqué también –digo en voz más baja.

Sus ojos están rojos y miro como una lágrima resbala hasta caer por su mentón.

–No estaba ahí... me fui temprano.

– ¿A dónde habías ido? estaba preocupada.

–Con Karum, estábamos bebiendo en el bar Red Door junto con varios del equipo –baja la cabeza–. Abby lo lamento tanto –se acerca dejando las cosas en mi escritorio–, lamento el no haberte creído, lamento haberte dicho las cosas que dije.... yo sé que... que tu no buscabas robarme mi momento.

–Creo que te diste cuenta de eso muy tarde.

Jared asiente. –Lo sé, sé que pude prevenirlo.

Miro hacia la ventana, es de día. – ¿Cuantas horas pasaron?

Mamá se endereza y se sienta a mi lado, Jared permanece de pie con el rostro tenso.

–Han pasado dos días.

Todo se detiene. Las ganas de llorar han aumentado. Han pasado dos días, me perdí su velorio. Me perdí su entierro. Lo perdí a él.

Respiro profundo conteniendo más lágrimas.

–Lo han... ¿lo han enterrado ya?

Mamá asiente. –Si hija.

Me muerdo el labio "no llores", "no llores"

– ¿Cómo está Natalia?

Se queda en silencio unos segundos, pensando en la respuesta. –Destrozada... ella, ella vino a verte cada día. Justo hace unas horas ella se fue.

Asiento. –Volví por... volví por ellos.

–Ella lo sabe.

Miro de nuevo hacia la ventana.

Recuerdo también esos ojos azules en la oscuridad. Recuerdo a Jesse decir todo lo que dijo, tratando de que no me diera por vencida.

– ¿Entonces por qué no te vas?...

– Porque no pienso dejarte

Nos recuerdo en el suelo, él arrodillado junto a mí. Jesse me salvó, Jesse me sacó del infierno.

–Jesse –saboreo su nombre entre mis lágrimas–, él me sacó de ahí.

Mamá asiente sonriendo tristemente. –Jesse te trajo a casa. Estabas inconsciente y ardiendo. Nos explicó la situación mientras ayudaba a ponerte paños húmedos, nos ayudó a mantener tu temperatura normal. Pensábamos que ibas a cambiar esa noche.

Jesse me trajo a casa.

– ¿Él está bien? –Pregunto.

–Sí, él y sus hermanos están bien.

– ¿Qué fue lo que pasó? Yo... casi muero quemada pero no sé cómo lo hice... algo me protegió, algo así como una burbuja a mi alrededor.

–No estás del todo bien y sí, eso lo hiciste tú –me explica mamá–. Fue tu poder...

–Pero... no sé cómo lo hice, pude usarlo con Cody –me lamento por mi debilidad–. Pude haberlo proyectado hacia él.

–Basta Abby, no puedes culparte por su muerte –intenta detenerme Jared.

–Tú eres el menos indicado para hablar conmigo –le recuerdo y se calla.

–Amor, Jared tiene razón, no puedes hacerte eso. Además, no es fácil proyectarlo...

– ¿Eso significa que ya cambié?, ¿qué soy una origen?

Niega con la cabeza. –No, pero significa que pronto lo serás, has desbloqueado tu velocidad y ahora tú parte de fuego, las llamas ya no pueden quemarte. Pero tienes fiebre, es por tu primera vez experimentando de esa forma con el fuego pero pasará con los paños.

Todo esto me estaba confundiendo, lo de mis habilidades eran importantes pero en este momento no me apetecía saber mucho de eso, quería saber lo que había pasado.

¿Quiénes eran ellos?, ¿por qué lo hicieron?

– ¿Qué saben del tema?

–Lo mismo que todos.

– ¿Lo mismo que todos?

–Sí, todo salió en las noticias. Aparecieron... imágenes de los fallecidos, tomas del lugar. Las investigaciones empezaron pero les dijeron a las familias de los fallecidos y a todo el mundo que fue un ataque terrorista.

– ¿Ataque terrorista? –Si no me sintiera tan mal, me hubiese reído.

–Sí. Cancelaron las clases por una semana.

– ¿Qué pasó con el resto de las personas, no todas murieron?

–Hija... tienes que descansar.

–Necesito saberlo todo –sentencio.

Mamá asiente y me contó cada detalle.

Hubo muchos muertos, veintidós en total. Los que sobrevivieron fueron llevados al hospital, unos están graves por las quemaduras. Algunos murieron siendo llevados en la ambulancia, otros en el hospital y otros como Cody murieron en el acto de la masacre. Los cuerpos fueron llevados a la morgue, se llamaron a los familiares para recoger los cuerpos. La policía y los bomberos llegaron al lugar, sin embargo no había llama alguna, yo lo había apagado todo, no me sentía orgullosa de ello, no pude salvarlo, no pude salvar a nadie, sólo a mí misma.

No se sabía nada de aquel grupo, sólo que eran orígenes de fuego y eran cinco. Tres chicos y dos chicas, no pude verles la cara, ni eso pude hacer bien.

Estoy sola en mi habitación, había pedido un poco de espacio para pensar.

Esos malditos... se lo llevaron, se llevaron a muchos. Conocidos, desconocidos. Algunos los había visto una que otra vez en clases, habían otros con los que había charlado y tenía buena amistad y luego está Cody que era como mi hermano, que es como mi hermano.

Tengo que saber quiénes fueron, necesitan morir.

Siento ese sentimiento de dolor, un vacío en mi pecho. Creo que lo peor de todo, es saber que nunca más podré verlo de nuevo, saber que el lunes por la mañana no me encontraré con él, que en la hora libre ya no podré comer con él, robarle sus uvas. Saber que no podré reír con sus chistes o que nunca más recibiré su llamada o sus mensajes. Que nunca más iremos los tres a la heladería, nunca más se podrá burlar de mis pésimos gustos... tampoco iremos más a ese lago en canoa... que nunca más podré escuchar y ver su risa. Nunca podrá ser feliz con Natalia, y nunca podrá graduarse... nunca lo volveré a ver, nunca sentiré de nuevo su olor a limón. Cody, mi mejor amigo, mi hermano.

Alguien toca la puerta. No me muevo, tampoco lo hago cuando se abre. Pero cuando veo a Jesse entrar, es imposible no estremecerme.

Camina y se queda al borde de la cama sin saber qué hacer.

No me mira, mira al suelo. Usa ropa oscura, como siempre y combina con su cabello y sus ojos azules. No pienso dejarte. Su voz fue suave cuando lo dijo, parecía sincero. Su toque era frío contra mi piel así como lo era siempre pero esa noche me hizo temblar, no de dolor, no de miedo. Me sentí segura.

¿Por qué lo hizo? ¿Por qué se arriesgó por mí? ni siquiera nos llevamos bien, ni siquiera le agrado.

Estoy cubierta por mis sábanas y en ropa de dormir cómoda que consistía en unos shorts cortos y una camiseta de tirantes color blanco.

Ninguno sabe que decir, yo por lo menos no sabía. Tal vez un "gracias" o un "¿por qué me salvaste?"

–Hola –lo saludo al fin.

Sus ojos se fijan en los míos. –Hola –sonríe, sólo un poco–, ¿cómo sigues?

–Bien, supongo –El ambiente se vuelve tenso–. Gracias por... por no dejarme ahí.

Asiente. –Zack vino a verte a diario mientras estabas inconsciente. Estaba preocupado.

Zack, el chico al que dejé de hablarle injustamente se preocupaba por mí.

–Dile que estoy bien y que no se preocupe.

Asiente. –Yo... sólo quería saber cómo seguías –se mira incómodo mientras se lleva una mano al cabello.

La duda me carcomía así que decidí preguntar, no perdía nada.

– ¿Tú estabas ahí mientras ocurría?

Niega tensamente. –No, yo vine aquí y no te encontré... así que, así que volví.

–Volviste, ¿por qué?

–Porque a pesar de que no había pasado nada aún, confiaba en tus instintos. Aunque al parecer llegué tarde.

Bajo la cabeza. –Tú no tuviste la culpa.

–Ni tu –me dice firme pero suave. Lo escucho acercarse un poco más–. Fuiste valiente.

Lo miro ligeramente asombrada.

– ¿Valiente? –Niego con la cabeza–. Creo que te golpeaste la cabeza muy fuerte.

Se encoge de hombros. –Tal vez, pero eso no cambia mi forma de pensar –se ríe y su risa es contagiosa.

–Gracias –digo otra vez–. Y perdón por haberte golpeado en aquel momento.

Sus blancos dientes sobresalen de su sonrisa. –Me lo merecía.

Me lo quedo viendo. Es perfecto, su rostro, sus ojos, su cabello.

– ¿Te apetece salir? –Pregunta haciéndome sobresaltar.

– ¿Cómo? –Pregunto confundida. Creo que escuché mal.

Jesse se aclara la garganta.

–Que si te apetece salir...

No estoy de mucho humor, de hecho no me siento para nada bien.

–Pero... ni siquiera estoy lista.

Sonríe. – ¿Eso es un sí? Puedo esperar abajo –señala la puerta.

No lo sé ¿y si terminaba mal? la mayoría de las cosas que hacía con Jesse terminaban mal.

– ¿Por qué lo haces? –Pregunto. Jesse borra su sonrisa lentamente y se queda viéndome.

–Porque sé lo que es perder a alguien, el estar a solas no ayuda mucho –las ganas de llorar vuelven a mí. Aunque suene mal, se siente bien tener a alguien que entienda tu dolor. Al ver a Jesse aquí, luciendo un rostro sincero y diciendo palabras consoladoras me hace sentir segura, sin embargo eso me preocupa.

–No necesito tu compasión –le aseguro tragando el nudo en mi garganta.

–No es compasión, no es lástima. Sé que eres fuerte y que a pesar de que no lo creas, superarás esto –niego con la cabeza empezando a sofocarme.

–No puedo –admito, me regaño a mí misma cuando siento el labio temblarme–. Cody es... era demasiado importante para mí, un hermano.

Se sienta a mi lado en mi cama y toma mi mano con suavidad. Su piel fría se siente bien contra mis manos tibias.

–Confía en mí, una vez, sólo dame una oportunidad de hacerte sentir mejor.

Sus ojos prácticamente me suplican y aunque una parte de mi sólo quiere hacerse una bola dentro de las sábanas asiento.

Entro a la ducha, no tardo mucho a pesar de que quería llorar a cántaros ahí. Me pongo mis jeans y una camisa manga larga a rayas negro y blanco. Dejo mi cabello suelto y busco mi maquillaje. Trato de disimular la inflamación bajo mis ojos. Cuando estoy lista me doy cuenta de que estoy nerviosa.

Bajo las escaleras lentamente, la mano empieza a temblarme. Jesse está sentado en el sillón frente a Jared, se le mira tranquilo. Jared por otro lado se mira como si en cualquier momento fuese a tirársele encima.

No veo a mamá en la sala.

–Ni tú me agradas chispitas así que supéralo –escucho decir a Jesse en tono... Jesse–. Esto es por ella, no por ti.

Jared abre la boca pero la cierra cuando me mira, Jesse se gira y también me mira. Su mandíbula se tensa.

–Creo que estoy lista –logro decir, mi voz se oye rasposa.

Mamá aparece detrás de mí. –Cuídala mucho Jesse –le pide mientras me abraza–. No vuelvan tarde.

–No se preocupe señora Williams, la cuidaré –pasa de ella a mí–. ¿Vamos?

Asiento. Me despido de mamá y Jared.

Eran las cuatro de la tarde y el cielo era de un gris y triste, ¿o yo era la que estaba gris y triste?

Cruzamos la calle para ir por el auto de Jesse. Zack sale de la casa y al verme corre hacia mí abrazándome fuertemente.

Sus ojos, sus ojos verdes me recordaban a Cody. –Abby –tararea mi nombre–. Oh Dios, me alegra que estés bien.

–Me alegro que no estuvieras ahí – honestamente.

–Lamento lo de Cody –sé que lo dice en serio. Se nota en su rostro el lamento.

–Lo sé –afirmo con media sonrisa.

Subimos al auto y una vez en marcha bajo la ventanilla y recuesto mi cabeza en el borde de la ventana. Mi cabello se remueve por el viento, cierro los ojos y me dejo llevar por la sensación. Jesse conduce en silencio, no uno incómodo sino uno tranquilo.

Levanto la cabeza al ver a dónde nos dirigimos y me dan ganas de regresar. La heladería. Cody, Natalia y yo veníamos mucho aquí. Se estaciona en frente.

–Créeme, sé lo que hago –su sonrisa es cálida.

Bajamos del auto y miles de recuerdos vuelven a mi mente: Cody sonriendo, Cody enojado, Cody comiendo...

Entramos en silencio, el olor a almizcle viene a mí. Miro hacia las mesas de al fondo, ahí acostumbrábamos a sentarnos cada vez que veníamos.

Nos dirigimos al recibidor y pedimos. Jesse pide lo mismo que yo, la malteada de crema con galletas y menta. Nos sentamos en una de las mesas del fondo, en esa mesa...

No sé qué decirle.

–Dime cómo lo conociste –dice con voz suave.

No sonríe, sólo me mira.

– ¿Quieres que te hable de Cody? –Mi ceño se frunce.

¿Acaso es una broma?

Jesse asiente lentamente.

–Creo que eres pésimo para levantar el ánimo...

–Sólo recuérdalo, dime como se conocieron.

Era una mañana fría, estaba nerviosa. Mi primer día de instituto, no podía encontrar mi casillero y como era tarde, empecé a correr. Para ese entonces no conocía a Natalia.

Choqué con alguien, era un chico alto, el doble de alto que yo, pero muy delgado. Su cabello era de un castaño intenso y sus ojos verde –claro eran simplemente hermosos y extraños.

– ¿No te fijas por dónde vas? –Preguntó él. Parecía agitado y enojado.

Recuerdo el enojo que sentí al escuchar sus palabras groseras, yo tampoco andaba de muy buen humor.

–Que idiota eres –le había contestado, también me había enojado.

Recuerdo que me arrodillé para recoger mis libros y papeles de inscripción mientras ignoraba al idiota a mi lado. Pero hizo algo que no pensé que haría, me ayudó a recoger todo lo que había en el piso.

–Lo lamento, estoy un poco sofocado. Soy de nuevo ingreso y no encuentro mi primera clase.

Dejé de recoger mis papeles y lo miré. –Yo también soy de nuevo ingreso y no ando siendo una idiota con todos –le dije en parte broma y en parte verdad.

El chico se había reído. –Me agradas –me señaló con el dedo mientras sonreía–. Mi nombre es Cody, Cody Sammer.

Ambos nos habíamos ayudado a encontrar nuestros salones, quedamos en vernos a la hora libre. Antes de esa hora me había encontrado con Natalia en el mismo salón, nos reunimos los tres en la cafetería y nos volvimos amigos.

Jesse escucha atentamente mientras hablo, sólo me detengo cuando siento ganas de llorar, espero a que pase y sigo con la historia.

–Había una chica –digo recordando el momento en que Natalia vió con otros ojos a Cody–. Era como la princesa del salón, se metió con Natalia. La ofendió frente a todos en clase, Cody la defendió y le tiró el jugo de manzana que llevaba para la cafetería, yo no estaba presente pero ella me lo contó todo, bueno no todo. Omitió la parte en la que se enamoró de él.

Jesse me observa mientras sigo hablando. Le cuento las mejores partes, la vez en la que Cody nos tiró al lago y nadamos por horas, cuando nos contó sus "oscuros" secretos, le conté sobre la primera vez que nos relató de sus sueños.

–Quiero ir a Londres –había dicho él–. Quiero buscar una universidad ahí.

Al finalizar seguía sin entender por qué Jesse pretendía hacerme recordar todo eso, era más doloroso.

–Era como tu hermano –analizó bajando la mirada al envase vacío–. Lamento tu pérdida –miro mis manos mientras me muerdo los labios para no llorar más–. Necesito conocer ese parque –exige al fin.

El parque de mi historia.

–Es... es demasiado duro. No puedo.

–Por favor –suplica con una sonrisa tranquilizadora.

–Me va a recordar a él y será peor.

–Cuando alguien muere... –Mi corazón se agita de dolor–. Lo único que nos queda son los recuerdos con esa persona. Los momentos buenos y los momentos malos. Esos recuerdos los mantienen vivos en nuestro corazón y nuestra mente.

Me levanto junto con él y vamos hacia el parque.

Hay flores rosas que caen de los árboles, el viento las mueve de un lugar a otro haciéndolas parecer nieve rosa. Las bancas son de madera y metal, hay por doquier.

Hay unos columpios, tres de ellos en el centro. Si los miro directamente puedo vernos a los tres meciéndonos en ellos, riéndonos y hablando. Caminamos, el lugar huele delicioso.

–El dolor de la pérdida nunca se va –habla mirando al frente–. Siempre se mantiene presente. Yo también he sentido el vacío de la pérdida –sacude la cabeza–, pero un día, aunque el dolor siga ahí... lograrás liberarte, el dolor te hace fuerte.

Miro los columpios, hay tres niños ahí. Una lágrima resbala por mis mejillas y me giro para que no me vea llorar, la limpio y respiro profundo pero eso lo empeora porque un sollozo se escapa por mi garganta. Jesse me gira, parece asustado.

–Me duele no ver su sonrisa nunca más –digo al fin con voz entrecortada. Lo abrazo, lo rodeo con mis brazos sin importar que él no corresponda. Porque ahora lo necesito, necesito un abrazo. Sus brazos me rodean. Jesse me deja llorar en su hombro y no dice nada cuando lo hago.

Mi cabeza está cerca de su pecho y puedo escuchar su corazón, por alguna razón sus latidos me tranquilizan. Su olor me relaja, huele a menta y jabón.

De regreso a casa me siento mejor, más relajada. Duele pero ahora es diferente.

–Tenías razón –le digo viéndolo mientras conducía–. El recordarlo me ayudó mucho, gracias.

Jesse sonríe, las comisuras de sus labios se elevan poco a poco. No dice nada, sólo sigue sonriendo. Me pregunto cómo Jesse aprendió a controlar de esa forma el dolor, ¿pasó por eso sólo?

¿Cómo logró descifrar esa técnica?, ¿cuantas veces tuvo que ponerlo en práctica?

El dolor nos hace fuertes. Él era fuerte, lo que significa que Jesse sufrió mucho.

No sé mucho sobre lamuerte de su padre, no sé sobre la vida que Jesse llevaba en Bretder pero megustaría saberlo todo. Jesse alivió mi dolor    

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