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Capítulo 1

Iria

Me levanté sobresaltada cuando oí la asquerosa melodía de la alarma. Cogí el móvil y la apagué, me estiré y salí de la cama con una gran sonrisa. Un día nuevo estaba por comenzar, y tenía ganas de asistir a la primera clase de mi tercer año de universidad. Enfermería era, sin duda, una carrera estimulante y divertida para quien le gustaban ese tipo de cosas. Adoraba a mis profesores, que me enseñaban con la ilusión de salvar vidas, y adoraba las prácticas, en las que conocía a todo tipo de personas y ayudaba a quien lo necesitaba.

Entré en el baño y prendí el grifo de la ducha. Mientras se calentaba el agua, hice mis necesidades y preparé la ropa que me pondría para ese día. Después de clases, había quedado con mi mejor amiga, Clare, para ir a comer a la cafetería de la universidad, y esa tarde iría a trabajar a la biblioteca para ganar dinero extra.

Mi rostro se volvió sombrío al recordar aquellos años en los que el dinero escaseaba en mi casa. Mis padres pidieron mil créditos que no podían pagar, a personas con las que nunca debieron tratar, y su destino fue inevitable... El encarcelamiento de mi padre y la muerte de mi madre me llevó a una casa de acogida con una pareja que se ocupó de darme la felicidad que toda niña necesita tener.

Me mantuvieron hasta los dieciocho años, pero, tras irme de Texas a Nueva York, siguieron ayudándome. Pagaron los primeros plazos de la universidad y me ayudaron a conseguir un trabajo, apoyándome y aconsejándome como los padres que me criaron desde que era una niña de tres años. Sonreí; mi vida había sido buena, muy buena, y estaba feliz de haber conseguido todo lo que me propuse con mis propios méritos, aunque recibiera alguna que otra ayuda.

Me metí en la ducha y dejé que el agua caliente recorriera mi cuerpo. Me envolví en una toalla y me miré en el espejo: hacía mucho que me compré las lentillas, pero últimamente llevaba mis gafas de culo de botella a clase. Tras ellas se escondían dos pequeños ojos avellana, cubiertos de rizadas pestañas. Mi tez blanca combinaba a la perfección con las pecas que recorrían toda mi nariz y parte de mis pómulos, y mi cabello rubio estaba recogido en un moño mal hecho. Siempre había tenido problemas con mi cuerpo, era una joven acomplejada, sin duda, pero según Clare, tenía las curvas en los lugares correctos y estaba para parar un tren.

Nunca lo creí; me dediqué a reírme de los intentos de Clare por demostrar que estaba buena, pero nunca tendría sus atributos. Ella era morena de cabello y piel, sus ojos verdes eran simplemente impresionantes, como dos bellas y resplandecientes esmeraldas, y tenía un cuerpo de escándalo. Ella estudiaba economía, y coincidíamos en la residencia femenina. Su puerta estaba en frente de la mía, y por ello no tardé en escuchar unos golpes en la puerta.

—¡Iria! ¡Tardona! ¡A ver qué te pones hoy!

Sonriendo, caminé hasta la puerta para abrir a la loca de mi amiga, que entró como un caballo encabritado a mi habitación.

—¡Buenos días, guarra! —exclamó alegremente.

—Buenos días, puta —saludé, riendo.

Retrocedí sobre mis pasos hasta el baño y cerré la puerta antes de que Clare se metiera dentro para evitar, como acostumbraba, que se sentase sobre la tapa del retrete mientras yo me duchaba. Me vestí con unos jeans rotos por las rodillas, una camiseta de tirantes con vuelo y una chaqueta vaquera, que era perfecta para las temperaturas aún veraniegas de Nueva York. Me puse mis deportivas blancas, y cepillé mi cabello antes de salir, colocándome las gafas.

—No está mal —comentó—. Esa camiseta está un poco pasada de moda, pero se siguen llevando los volantes, así que te lo dejo pasar.

Reí sacudiendo la cabeza; no sabía de dónde sacaba tiempo para estudiar y sacar tan buenas notas en su carrera, si la mitad del tiempo lo pasaba leyendo revistas de moda y viendo pasarelas por la televisión. Mi amiga era una gran fan de la ropa, y lo demostraba dándome consejos de vestimenta y acudiendo a clase con un precioso vestido de flores de tela importada, que le llegaba unos centímetros por encima de las rodillas.

—¿Lista?

Cogí mi mochila y asentí. Ella se colocó el bolso en el hombro, y abrió la puerta de la habitación, cogiendo mis llaves. Nos pusimos en camino a nuestros respectivos edificios, y al llegar al suyo, ella se despidió con un beso en la mejilla y recordándome que comíamos juntas.

El resto del camino lo seguí sin prestar atención a nada, perdida en mis pensamientos, y ocupé un asiento libre en la segunda fila del aula. Me tocaba historia de la medicina, y la verdad es que no era la clase más interesante del temario, pero no estaba tan mal.

Así pasé la mañana, tomando apuntes y atendiendo a las palabras de mis profesores, sin saber que esa noche mi vida cambiaría para siempre.

***

El último timbre resonó por todo el aula, y el profesor dejó de hablar inmediatamente. Recogió sus cosas y se fue con prisas, igual que algunos de mis compañeros. Yo salí de las últimas, y recorrí el camino a la cafetería observando a las parejas que comían sentados en el césped del campus, o a los chicos del equipo de fútbol americano entrenar.

Atravesé las puertas de la cafetería e inmediatamente arrugué la nariz. El olor a fritanga y sudor se acumulaba cerca de la cocina, y una multitud de alumnos ocupaban las mesas y la barra del bar. Una mano en un mar de mesas llenas de gente me llamó la atención, y vi a Clare saludándome efusivamente. Avancé esquivando personas, y cuando llegué a la mesa me paré en seco. Clare estaba sentada junto a un joven rubio que vestía una sudadera del equipo de fútbol, y fruncí el ceño.

—¡Hola! —saludó mi amiga—. Iria, te presento a Julen, el capitán del equipo de fútbol americano de la universidad. Julen, esta es mi amiga, Iria.

El joven rubio me miró de pies a cabeza y sonrió de una manera extraña.

—Encantado.

—Lo mismo digo —dije, poniendo cara de póker.

Mi amiga me miró, disculpándose en silencio. Retiré una silla y me senté en frente de ella, sacando mi teléfono y revisando las redes sociales mientras ellos conversaban. No me di cuenta de que Clare me estaba hablando hasta que sentí una patada en la espinilla.

—¡Auch!

—Iria, te estoy hablando —rodó los ojos.

—Lo siento —murmuré—, estás ocupada y no te quiero molestar.

—No molestas —dijo Julen.

—Eso —correspondió mi amiga—. Estábamos hablando de que Julen va a ir a comprar la comida. ¿Qué te apetece?

—Un sándwich vegetal y una botella de agua, por favor.

El chico asintió, mientras Clare recitaba, casi de memoria, el menú de la cafetería. Comía como una cerda y no engordaba ni un gramo, y eso era algo que mucha gente envidiaba, incluida yo. Julen quedó pasmado cuando ella soltó un taco de billetes en su mano para que pagara todo, y dijo que se pidiera lo que quisiera, que ella se ocupaba.

Lo cierto es que la familia de Clare era muy rica, y siempre pensé que ella podía aspirar a una universidad más prestigiosa. El mundo de las finanzas había sido muy próspero para sus abuelos, y posteriormente para sus padres, y ella estaba orgullosa de poder continuar con el legado de su familia.

Por otro lado, mi familia había trabajado humildemente en una ferretería muchos años, y el poco dinero que ganábamos era para cubrir los gastos mes a mes, ahorrando lo que sobraba. Así pude matricularme en la universidad, y gracias a la nota de mi prueba de acceso, conseguí una beca. Desde entonces, trabajaba cada tarde para conseguir dinero para la matrícula del año siguiente, y algún que otro capricho, aunque mis padres se empeñaran en pagarlo todo ellos.

Mis pensamientos se disiparon cuando Julen apareció con tres bandejas de comida que sostenía a duras penas. Depositó primero mi bandeja ante mí, después la suya, y finalmente la de Clare, que estaba llena de comida. Una hamburguesa, patatas fritas, nuggets, un refresco, un helado y un café era la dieta perfecta de mi mejor amiga. Julen se conformó con un bocadillo de jamón york y queso y unas patatas en forma de gajo, y yo con mi sándwich vegetal y mi botella de agua.

—Amiga, das asco —reí, al ver que comía como un camionero.

Julen la observaba con una sonrisa torcida, y ella simplemente enseñó todos sus dientes manchados de salsa y con una hoja de lechuga sin masticar.

—Clare —la llamó Julen, con tono cauteloso—, deberías preguntárselo... ¿No?

La joven lo miró como si tuviera tres cabezas, pero sus ojos se iluminaron y asintió. Bebió dos grandes sorbos de su refresco y me miró como si fuera un caso perdido. Julen me observaba con atención, mientras devoraba lentamente una patata, como si fuera un ratón.

En ese momento me temí lo peor. Juro que si me hubieran propuesto una cita doble lo hubiera preferido mil veces antes que lo que Clare me soltó en ese momento:

—Iria, Julen nos ha invitado a salir esta noche con él y sus amigos. —Sus ojos destilaban súplica sin tan siquiera haberme explicado su petición; fruncí el ceño ligeramente—. Es una fiesta un poco curiosa...

—Es una pelea de boxeo —finalizó Julen—. Un amigo mío va a pelear y quería ir a verle.

Clare le miró como si quisiera asesinarle, pero luego me miró a mí, que me había quedado completamente muda. ¿Por qué si iba a ver a un amigo suyo, tenía que ir yo? Entendía que Clare quisiese ir con él, me había hablado muchísimo de lo guapo que era y cómo se movían sus músculos al entrenar... Pero ¿yo qué pintaba ahí?

—Creo que tenéis cosas de las que hablar —dijo Julen, terminando de comer el último trozo de su bocadillo—. Te veré luego, preciosa.

Se levantó de la mesa besando la mejilla de mi amiga, y se fue, llevando su bandeja hasta la papelera más cercana. Clare observó su caminar hasta que salió de la cafetería, y luego me miró a mí.

—No creerás en serio que voy a ir, ¿no?

Clare rodó los ojos y bufó.

—Por favor, acompáñame, necesito tu apoyo moral.

—Lo que necesitas es que alguien te sujete el bolso mientras tú te lías con el guaperas del equipo de fútbol —dije, terminando de comer.

—No, Iria, por favor. Esta vez no será así, no te dejaré sola en ningún momento. —Su labio inferior cabalgó sobre el superior, y puso ojitos de cachorro abandonado—. Por favoooor.

Rodé los ojos.

—Es que... ¿Una pelea? ¿En serio?

—Lo sé, a mi tampoco me convence mucho, pero si esta vez elige él, no podrá quejarse cuando le lleve de compras. —Ambas nos reímos, pero prosiguió—. En serio, me gusta mucho Julen... Tenemos tantas cosas en común...

—Ah, ¿sí? Enumérame dos —sonreí con picardía, y ella se puso a pensar.

—Bueno... ¿A ambos nos gusta la moda?

Enarqué una ceja y me reí. Ella sacudió la cabeza y suspiró.

—Está bien, a lo mejor no tenemos muchas cosas en común, pero lo que tengo claro es que me gusta. Por favor, Iria, te suplico que me acompañes esta noche.

Clare cruzó las manos como si estuviera rezando por un milagro, y la verdad es que pensé seriamente en decirle que no. En las peleas de boxeo había de todo, desde alcohol y gente idiota hasta sexo y drogas en cada esquina. Nunca había ido a una pelea y me llamaba un poco la atención ese mundillo ahora que había sido mencionado... Pero tampoco estaba segura de si ver a dos hombres peleando con los ojos cargados de ira era algo que necesitase ver para poder vivir.

Después pensé en Clare y en todo lo que había hecho por mí esos tres años. Nos conocimos el primer día de universidad; ella evitó que hiciera el ridículo cayendo por las escaleras de la residencia femenina el día que me instalé en mi habitación. Desde entonces nunca me dejó sola y siempre se portó muy bien conmigo, pero en las fiestas lograba tenerme de sujetavelas cuando encontraba algún maravilloso ligue. Por supuesto, luego tenía que conducir yo su coche, ya que ella iba enrollándose con algún hombre en la parte de atrás.

Clare no era mujer de un solo macho, pero últimamente eso estaba cambiando. Ella buscaba una relación seria, quería enamorarse y saber lo que era el amor, quería vivir en un mundo color de rosa y si le gustaba la sensación, quedarse en su pequeña burbuja, pero no estaba teniendo mucho éxito. Tal vez Julen podría ofrecerle algo similar, pero no veía al joven con ganas de mantenerse mucho con ella. Es más, había algo en él que me daba mala espina.

—Está bien —solté, finalmente—, te acompañaré. Pero te juro por Dios que si me dejas sola...

—¡Eres la mejor amiga del mundo mundial! —chilló, llamando la atención de las mesas vecinas a la nuestra—. Ya verás como no te vas a arrepentir, será una noche fantástica, como... ¡Como una de nuestras noches de chicas!

Mientras Clareproclamaba su felicidad a toda la cafetería, yo me reía de sus ocurrencias. Megustaba mucho ver a mi amiga feliz, pero rezaba porque esa noche no pasara nadaque nos perjudicara. Lo que no sabía, es cuan equivocada estaba.

Y hasta aquí el primer capi de Hell :) No olvidéis votar y comentar :D

Abrazo de oso, Vero~~

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