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Capítulo 9:

Luego de que usara mi preciada y única chaqueta como pañuelo sin mi consentimiento, bajamos a merendar. Porque sí, estuve todo el maldito día resolviendo problemas ajenos...creo que visitar al Tuerto no estaría mal, asustar un par de idiotas...¡Empezar una pelea en el bar!¿Cómo no lo había pensado antes?

El punto es que cuando fuimos a la tienda, su padre estaba, según él... "Remodelando" la oficina, por lo que se dio un par de días libres.

—No me has dicho tu nombre —toma el jugo de naranja hasta vaciar el vaso. Se limpia los labios y sonríe—. Si vas a estar aquí, necesito algo de información básica.

Y aquí vamos con la estupidez de las veinte preguntas... ¿Qué sigue?, ¿mi color favorito? Sí, cómo no.

—No lo necesitas...con llamarme cariño, basta —. Tuerzo la boca hacia un lado. Adoro hacerla enojar, y eso que ni nos conocemos.

Rueda los ojos mientras mastica un trozo de pan.

—Ayer dijiste que me lo dirías...

¡Cómo insiste! ¿Para qué quiere saberlo? ¿Se lo va a tatuar en el culo?

—Me decían Sombra, ¿contenta? —Gruño, ni crea que le voy a revelar el real...eso es algo privado.

Estira el cuello como si no hubiera entendido, y se pone un mechón de cabello tras la oreja:

—¿Sombra? ¿Por qué? ¿Eres morenito?

Suelto una carcajada seca y cojo un poco de mermelada para el pan.

—Wow ¿No es muy racista de tu parte, preciosa? —. Me burlo con tono inocentón.

—Tú eres el que abusa de una chica no vidente, eso — recalca — es discriminatorio y machista.

Sonrío y arrugo la frente:

—Buen punto —le doy una mordida—. No, no lo soy. Cambiando de tema... ¿Mañana tienes que ir a esa cosa?

—Es el "Instituto especial"— hace comillas con los dedos—. Me enseñarán a leer y escribir en braile, a moverme en espacios abiertos, en fin...a ser independiente —termina por levantar los hombros—. Tomé un par de clases, por eso tenía el bastón y a Hipo, sé moverme en sitios conocidos con algo de ayuda...

Y ella siguió y siguió...casi me pego un tiro, y digo casi, porque tiré las balas. No sé hasta qué punto hice bien, ahora se muestra más entusiasta que el estúpido ratón de Disney, con puro "Cuando regrese a la escuela esto, cuando regrese a la escuela, lo otro". Y ni quiero mencionar el momento en que se sumó el viejo, todo "Sí, que lindo, mi bella hija" ¡¿Olvidaste que querías morirte hace un rato?! Me van a enloquecer.

¿Actualmente? La tortura se da en su habitación, y no, no la estoy escuchando, por si les quedaba alguna esperanza.

—Ey —abro la boca al no aguantar su voz un segundo más—. ¿No tienes amigos con los que desquitarte, o algo? —Enlazo mis manos en la nuca y escondo mi cabeza entre las rodillas.

Y...consigo que se calle, de nada, tímpanos, ustedes se lo merecen.

— Pues no, —lo siento, se ve que son tan malnacidos como yo— nadie quiere soportar a una minusválida depresiva —intenta no sonar triste—. Pero está bien, al menos me hizo darme cuenta de lo falsa que es la gente.

No son falsos, tienen instinto de preservación.

La puerta es golpeada tres veces e ingresa el señor:

—¿Cómo estás? —Sonríe apenas y se sienta en la cama— Vine a despedirme, estoy muy cansado...lo siento.

Ella libera un escalofrío, supongo que por el significado que pudieron haber tenido sus palabras.

—Estoy bien, no pasa nada... —se le recuesta— Papá, te quiero mucho.

—¿Y eso de qué va? —Le remueve el pelo, divertido. Ángel se ríe por lo bajo.

—Sólo quiero que lo sepas...hasta mañana.

Él besa su frente y se levanta para irse. Eso, vete antes de que te desmayes, hombre.

—¡Genial! —Froto mis manos— Me marcho con tu padre... ¡Hasta luego! —Hoy le voy a hacer el amor a ese sofá. Tengo un sueño tremendo.

—Espera...no puedes dormir en el sillón de ayer.

Me doy vuelta, enarcando una ceja. ¿Qué acaba de decir?

—¿Por qué no?

Realiza un gesto extraño:

—Papá duerme ahí.

—¿Eh? —Estoy exhausto, debe ser que no capto bien las cosas...¿el veterano duerme en el sofá?

—No ha querido dormir en su cama desde lo de Mamá.

Sonrío aliviado:

—¡Pues no hay problema! Ahí duermo yo —. Asunto resuelto.

Abre los ojos, horrorizada:

—¡No! ¿Estás loco? Duerme en el suelo —. Frunce el ceño.

Ah...claro, pretende que sustituya al perro.

—Pues si la cosa está así... —Me quito los zapatos y sin mediar palabra, sin siquiera reparar en su problema con el "espacio personal", me tiro en el colchón como si hubiese sido mío toda la vida. Y obviamente, a ella no le cae en gracia ni un poquito.

—¡Ey! ¡Sal inmediatamente de mi cama, idiota! —Se levanta y tira de las colchas todo lo que sus delgados y frágiles dedos de porcelana le permiten, incluso acaba por golpear su trasero contra el suelo— ¡No tienes derecho! —Se cruza de brazos...vaya, parece una infante caprichosa, qué gracioso.

—¿Ah no? ¿Quién te dijo? —Libero un bostezo y me acomodo mejor. Que no me joda, la salvé de quedar huérfana.

—¡Es mía!

Cierro los ojos y sonrío, vencido por el cansancio:

—Mmm, egoísta saliste —. Susurro.

—¡Qué salgas! —Siento como su enclenque cuerpo pretende golpearme (otra vez), pero extrañamente, habiendo razones para hacerlo (lo reconozco, yo tampoco prestaría la mía si tuviera) lo deja de lado. Supongo que piensa que me dormí. Agudizo el oído y escucho sus clásicos gruñidos y quejas sobre mi persona, junto al rechinido de la puerta del armario. Abro los ojos, manteniendo mi respiración constante para que no sospeche nada...tengo que verlo— Egoísta saliste —intenta imitarme con una voz gruesa, meneando la cabeza— ¡Egoísta su abuela! —Escupe entre dientes. Lentamente retira su camiseta y los pantalones, brindándome una vista completa de su aniñado cuerpo. ¿Curvas? Bien formadas, pero se deslucen con tan poco relieve, y...¿esos son pandas? Sí, tiene unos jodidos ositos en su ropa interior. Ruedo los ojos y reprimo una risa. ¿Decepcionado? Un poco...aunque le daría un...ocho de diez...se lo gana por el esfuerzo...y sus lindas piernas. Por lo demás...no podrías acostarte con ella a no ser que cumplas el papel de estúpido puberto virgen, o el de nerd patético...no, tiene mucho carácter para ese, dejémoslo en el puberto.

Termina cubriéndose con una larga camiseta blanca de algodón que le da por la mitad del muslo (muy parecida a la mía) y soltándose el pelo, todo mediante el tanteo excesivo con los dedos.

Bueno...ahí la cosa podría funcionar...pero lo echa a perder con esos pandas del demonio observándome desde su casi inexistente trasero...

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La luz me molesta, así que cubro mi cara con la almohada. Ah...mucho mejor. Es raro...pensé que la chica ocupaba más espacio... ¿O ya se levantó? Ni modo que tengo que hacer mi trabajo.

Me rasco los párpados mientras apoyo los pies. Estiro mis brazos, veo a Ángel durmiendo en el suelo, bostezo... ¡¿Ángel durmiendo en el suelo?!

—¿Qué haces ahí? No me digas de verdad no usaste la cama —. Levanto ambas cejas.

Ella, hecha una bola igual que un gato, se para entre quejidos y desagradables crujidos provenientes de sus huesos...bien, es terca la muchacha, terca y estúpida.

Lleva pesadamente su cabeza hasta donde cree que estoy yo, mostrando una cara de perro viejo y enfermo, con ojeras tan oscuras como las sombras de una bailarina de tubo.

—¿A ti qué te parece, genio?

—Dime, ¿te molesta que comparta la cama contigo? O, ¿tienes miedo de que te viole? Porque si es por lo último, lamento decirte que no necesito hacerlo a la fuerza, amor —. Se me escapa una semi sonrisa lobuna y guiño un ojo. No me importa que no lo vea, es necesario para engrandecer mi ego.

Se exaspera, golpeando la planta del pie en el piso.

—¡No es por eso! ¡Prácticamente acaparaste todo el colchón! —Extiende los brazos con el ceño arrugado—. Y encima roncaste como los mejores, ¿sabes lo que se siente tener la cabeza en el suelo durante horas, escuchando toooda tu sinfonía? ¡No! ¡No lo sabes!

Ay, se me puso insoportable...

—¡¿Qué tanto problema?! ¡Me empujabas y ya está! —Me coloco los zapatos y me dispongo a buscar de desayunar. Hace casi dos días que estoy aquí... ¡Ya soy parte de la familia!

Ah...pero no, ella no está dispuesta a dejarme tranquilo. ¿Dónde habrá metido sus pastillas el viejo?

—¿Y crees que no lo hice? —increpa— ¡Tiré de tus piernas! ¡Tiré de tu cabello!, ¿acaso entras en coma cuando duermes? —Da pasos rápidos para llegar hasta donde estoy, ignorando el hecho de que podría hacerse puré contra cualquier cosa— ¡Responde!

Freno justo a tiempo, porque ella avanza más de la cuenta y casi, casi revienta su cara contra los escalones, si no es que me tomo el fantástico trabajo de aferrar su brazo y desviarla, estaría desarmada en la planta baja.

—Hazme el favor de no ser tan torpe hoy, no estoy de humor, ¿entiendes? —La suelto y continúo mi camino, aunque juraría que su cara se puso roja... ¡Qué lindura! (Sarcasmo, vale aclararlo, ni que fuera de esos tarados ama bebés y junta flores).

Llegamos a la cocina, donde su padre está haciendo el desayuno... ¡Al fin! ¡Voy a dejar de comer basura! Lo primero que tienen que enseñar en esa escuela, es a cocinar sin mirar, porque si no... (sé que yo podría hacerlo, pero, ¿qué tal si asusto al viejo por hacer "flotar" las cosas de la cocina? No es por vago, no, ¡es por salvaguardar estas pobres almas inocentes!).

—¡Cariño! —Se aproxima a saludarla con un beso en la coronilla— ¿Cómo amaneciste?

Ella sonríe mientras busca sentarse en la silla. Bueno, sonríe... Lo intenta, porque la verdad que se ve más como alguien que acaba de caerse de un tren en movimiento, dos veces.

—Bien, aunque estoy un poco contracturada...tendré que golpear la almohada muy duro para que no me moleste más —. Gruñe.

—Oh...¿no es linda? Una amenaza indirecta —. Me siento al lado.

Él se pone justo frente a mí y coloca un tazón con cereal y leche delante de ella, acto seguido le da la cuchara.

—Papá...¿es cereal? Aún tengo problemas con los cubiertos —. Frunce el ceño algo frustrada.

Espera...¿tiene problemas con eso?

—Te vistes, te bañas, caminas sin ver... ¿Y no puedes con una cuchara? —Ruedo los ojos sin creerlo— Después el idiota soy yo...

Suelta el aire con un bufido lento, sin que su padre lo note. No hay nada mejor, que darse cuenta de que tienes el poder de jugar con la irritabilidad de la gente. ¡Es divertido! Ojalá hubiera más gente que me escuchara, así podría ponerlos en todo tipo de situaciones... Ah, cierto, los estúpidos puntos. Mejor esperaré a ser volador para eso.

—Hoy empieza tu entrenamiento, ¡así que a intentarlo! —La anima y se dispone a comer su propio cereal...y aquí es cuando me entero de que no habrá un tazón para mí, genial.

Después de unos minutos, y de que mi estómago gruña al menos en tres oportunidades, abro la boca:

—Oye, Ang... ¿Te molestaría convidarme un poco? —No me culpen por querer usar su nombre para obtener alimento, son medidas desesperadas.

Ella, que tiene manchas de comida por toda la cara (no dejó que su padre la limpiara, orgullo femenino, supongo) levanta la cabeza y se gira hacia mí, regalándome una expresión muy, muy parecida a la diarrea. Es más, si la diarrea tuviera cara, sería exactamente esa (con trozos de hojuelas y todo).

—Sí, me molesta —. Se lleva la cuchara a la boca y mastica enérgicamente. Frunciendo el ceño.

—¿Qué? —. El viejo alza la mirada, confundido. ¡Ja! Quiero ver cmo la arregla.

Se apresura a tragar, y casi, casi se ahoga en el proceso, porque tose un par de veces antes de responder:

—Dije...—Piensa por un segundo—¡Sí, hoy hay fiesta! No puedo esperar para encontrarme con la profesora. Espero no haberme atrasado mucho estas semanas.

Él sacude la cabeza arqueando los labios, dándole la razón al tiempo que acaba su plato.

Ya me cansé. Tengo hambre...a acosar a la minúscula esta.

—Eh...no seas mala —me coloco detrás de ella y me inclino, respirando sobre su nuca— sólo un poquito, ¿quieres? — Ella se remueve inquieta, pero está de manos atadas, no puede levantarse sin quedar como una loca frente a su querido papi (por segunda vez)— Si no convidas— muevo los brazos despacio— te sale un sapo — murmuro en su oído, colocando mi mejilla contra la suya. Suave, la verdad. Presiona los labios con nerviosismo, tratando de ignorarme. Cariño, nadie me ignora...se da al revés —¡en la barriga! — Llevo mis manos a su vientre y la encierro junto a la silla. Se contrae completamente antes de pegar un salto.

Su padre mete la cuchara en el cuenco vacío y ahora sí, la mira con toda su atención:

—¿Qué te pasa?

Sonrío orgulloso. No le pasa nada, es que alguien no está acostumbrada a que la toquen, por lo que veo.

—Acabo de recordar que la vecina del café me pidió que le diera de comer a su loro...

Levanta una ceja:

—¿Tiene un loro? No lo sabía...

—Es un loro muy idiota, no tienes idea — se cruza de brazos— lo detesto, pero si no le doy de comer me tocará con sus repugnantes patas, y para evitar problemas, será mejor que haga lo que el maldito quiere —. Termina golpeando la mesa con uno de sus puños.

—Polly quiere galleta—. Uso mi voz seductora con la única intención de molestarla más. ¡Vamos! Son pequeñas bromitas...deberían considerarse neutrales a la hora de evaluar...¿no?

—¡No tienes idea de cómo desearía matar a ese loro! —Chilla, abriendo los ojos de par en par.

El hombre permanece inexpresivo:

—Bien...—comenta, recostándose más a la silla para guardar distancia— definitivamente no te regalaré un ave —. Se levanta, pone las cosas en el fregadero y se dirige a su hija otra vez— ¿No quieres que le dé de comer yo? No tengo problema con eso.

—Ojalá, pero me lo encargó a mí, así que...—se encoje de hombros— le daré de comer hasta reventar con tal de que me deje en paz.

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Después de esa extraña y nada incómoda (al menos para mí) escena en la cocina, las cosas transcurrieron con calma. Tanta, que estuve cerca de entrar en depresión. ¡Ah! Pero ni crean que soy un inútil que se la pasa el día entero rascándose, claro que no...

—Eh, nos vamos— dice. Aunque no le presto demasiada atención.—. ¡¿Puedes dejar el bendito juego de una vez?!

No, ni loco lo pongo en pausa...un poco más, este a la izquierda, tercera fila...

—¡Toma! Una horda destrozada, y todavía me quedaban soles para rato —. Nunca pensé que las plantas y zombis fuesen compatibles, pero vaya que lo son. —¿Qué decías? —Abandono la pantalla, dejando al hombre de la olla hablando solo.

Ella rueda los ojos, libera el aire y se da media vuelta al estilo diva...al estilo diva si no fuera porque se cayó al pisar sus propios cordones. Patético, gracioso, pero patético.

—Déjame adivinar...eres la mejor de tu clase —. Ironizo.

Se incorpora, quitándose los pelos de la cara con una mano.

—Dímelo tú, yo te pegué dos veces —. Escupe. Ok...golpe bajo, ya lo capté, que la gata guarde las garras.

—Eso fue casualidad...

Termina de levantarse con un poco de dificultad, y busca instintivamente mi cara.

—¿Sabes qué? Tengo que darte las gracias —. Se cruza de brazos.

Sonrío de costado, curioso:

—¿Por qué?

—Porque me diste una buena razón para haber quedado ciega... ¡No tengo que aguantar tu espantosa cara! —Eleva las manos al cielo, gritando.

Oh...me llamó feo, ¡cómo duele! Espera que lo publico en Facebook, con una carita triste y un corazón roto. ¿En serio? No da ni para lástima. Desearía que mis amigos estuvieran aquí, haríamos chistes de la A a la Z sobre esta tipa. Sí, ¡y después a destrozar el bar de nuevo!

—Ya, ya amargada... ¿Vamos?

Bufa con todo el aire de sus pulmones y se va refunfuñando cosas que no entiendo, ni me importan.

Bueno, veamos que tal son esas ridículas y aburridas clases. ¡Sólo espero que me den puntos por eso!

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