Capítulo 6
Su padre vino poco después con la noticia: Por fin habían traído a la bola de pelos.
El funeral más organizado que he visto, con palabras y todo (sí ,hasta un perro tuvo más que yo).
<<Oye, te tengo buenas y malas noticias.>>
No quiero que ella escuche mi conversación, por lo que pruebo hablar con el cerebro:
<<Arielito, ¡cuánto tiempo!, ¿qué tal la familia?>>
Sé que rodó lo ojos por mi comentario. Ah, que aguante. Se lo merece por no abrir la boca hasta ahora.
<<¿Quieres oír las noticias o no?>>
Ahora quien los blanquea soy yo:
<<Ya qué, escúpelas alado.>>
Responde luego de unos segundos:
<<La buena es que juntaste puntos ayudando a la chica.>>
¡Bien! Al fin un avance. Pero espera...
<<¿Y la mala?>> Me cruzo de brazos, listo para recibir el golpe.
Libera un suspiro de aburrimiento:
<<Para variar, lo arruinaste...¿sabías que aprovecharte de un minusválido es algo bastante feo?>> Usa un tono de retardado mental que me dan ganas de golpearle la cara.
<<La verdad no, pensé que tú lo eras>>. Sonrío de costado.
<<Con la misma facilidad que inventas réplicas, deberías ayudar a la gente.>>
Ok, me ganó esta mano. No tengo qué contestarle.
Decido centrarme en la escena conmovedora, la pequeña chica ciega llorando, y su padre abrazándola como si no hubiese un mañana...manga de llorones.
—Oye —le doy un codazo sin dejar de ver la tierra removida del patio que tienen atrás—, ¿te importa si vamos a almorzar? Ya no hay más que hacer aquí.
Gira el rostro hacia mí como si le acabara de decir un insulto sucio.
—Para tu información, voy a ir a comprar flores —. Habla alto, pues su padre se fue a atender el teléfono.
Ruedo los ojos y bufo, qué bien me vendría un cigarrillo en estos momentos.
—Está muerto.
Presiona sus labios, parece que va a llorar otra vez.
—No lo dejaré así bajo tierra nada más. A él le hubiesen gustado.
—Claro, a él le hubiese gustado orinarlas y romperlas después.
Lanza un suspiro que acaba en gruñido y se va dando un portazo, oh, mira cómo se enoja.
Cuando entro, la veo muy decidida, poniéndose un sobretodo gris y abriendo a puerta para irse.
—¿A dónde vas, querida? —Pregunta el hombre mientras acomoda unos papeles, quitándolos del mostrador. Tiene el cabello canoso y algunas arrugas pronunciadas en la frente, así que supongo que pasa los cincuenta. ¿Cuantos tendrá la chica? Bah, ni que me importara.
—Iré a comprar flores, papá.
Él cierra los ojos con cansancio:
—Ya hemos hablado de esto, no puedes salir sin tu bastón...además es mala idea.
Su cara se vuelve un poema, realmente chistosa. Veamos cómo le dice a su querido papi que lo olvidó en la calle.
—Lo dejé recostado afuera. Lo tomaré cuando salga.
—Voy contigo —.Fue a acercarse cuando ella lo detuvo.
—No te preocupes, cuida el negocio. Ya — .Se gira para esbozar una sonrisa no muy convincente.
Sale sin más y yo voy detrás.
Camino despreocupadamente con los brazos detrás de la cabeza, ella por otro lado, piensa tres veces antes de dar un paso, se le ve nerviosa. Mucho.
—Dime cariño, ¿qué cree tu padre que pasó?
Duda en responderme o no:
—Pues...que Hipo escapó mientras yo estaba tranquila en casa —.Se encoge de hombros mientras lucha por avanzar.
— Picarona saliste, ¿eh? —Uso un tono grave, provocando que se sonroje—¿Qué hacías afuera tan tarde?
Su gesto se endurece más de la cuenta:
—No te importa.
Ok, mejor no me meto más, que se le alteran las hormonas. Sigue con su extraña forma de caminar, como si tuviese los pies atados o algo.
—¿Eres mitad pingüino, que caminas así?
—JA-JA-JA, te habrás dado cuenta de que no tengo con qué esquivar obstáculos —.Y como si fuera tarado señala sus ojos, los cuales cubrió con lentes oscuros antes de salir.
—Confía en mí, soy tu lazarillo, ¿recuerdas? —Le doy un codazo suave que la hace brincar de su sitio.
—Claro, cómo olvidarlo — .Frota su brazo con molestia.
Ruedo los ojos, vaya que salió pesada la ciega.
Me fijo en un anuncio que muestra una oferta en repuestos, podría reparar mi moto con eso pero...¡ah!, estoy muerto.
Un ruido macizo me saca de la ensoñación y...oh, la chica.
—¡Eres un imbécil!—. La verdad me sorprende que pueda seguir gritando después de haberse cargado el poste de luz con la cabeza....pero sí, soy idiota.
—Lo siento, no lo vi —. Me corrijo, no soy idiota, más bien jodido del cerebro.
—Qué casualidad...¡YO TAMPOCO! —La ayudo a ponerse de pie mientras me da golpes con su mano libre en toda la espalda.
—¡Ya, lo siento!, ¿está bien? Deja de hostigarme —sigue como si nada. Tendré que jugar mi otra carta—además, quedas como decrépita dándole tan duro al aire—y ahí tenemos, claro, si pasa por rara ahí si se detiene, será maldita.
—Si vas a ser mi lazarillo más vale que hagas bien tu trabajo —extiende su brazo con el ceño fruncido— dame tu mano —lo pienso dos veces, (igual viene y me la rompe en venganza)pero se la tiendo. Ella la toma con rudeza y coloca mi brazo de forma que perece que estoy llevando a una anciana— detente en cuanto veas un toldo azul, ¿entendido? Y camina en línea recta. Un buen lazarillo siempre está atento al entorno que lo rodea —.Su tono más duro no puede ser, yo creo que ni en el infierno me trataban así.
Sonrío burlonamente ante su comentario:
—¡Sí, sensei!
Ella libera un suspiro cargoso antes de que la haga avanzar...corriendo.
—Eres... —toma aire para poder hablar mientras se sostiene con las rodillas—un estúpido.
—Ya, pero llegamos.
Mi ceño se frunce, donde siga llamándome así me lo voy a creer.
La tomo de la mano antes de que agregue algo más y ¡adentro, ve por tus malditas flores y dame un respiro!
Estoy pensando en dejarla plantada, pero me preocupa que lleguen los lampiños voladores a tirarme con algo por la cabeza...y de paso sacarme algún punto que haya podido ganar.
<<No te preocupes por eso, amigo...¡sigues en cero!>>
Me levanto de un salto desde la acera (donde esperaba a que saliera ella de una buena vez), realmente enojado:
—Ariel serás hijo de... —Juro que si pudiera traerlo a la Tierra y pegarle una patada en su blanco culo lo haría. Oh sí, y hasta le pongo talco primero.
—Disculpa la tardanza, ¿quién es Ariel? —Aparece Ángel, cargando con un ramillete de anda a saber qué flores.
Me cruzo de brazos:
—No te importa.
Y en lugar de reprenderme,abofetearme o cualquier otra cosa de las suyas, sonríe:
—Estás aprendiendo, Lázaro-san —.Realiza una reverencia.
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