Capítulo 17
El sol se oculta y yo me dirijo a mi vieja guarida. Los sonidos estridentes de canciones nuevas me hacen vibrar los oídos, y la electricidad excitante recorre las puntas de mis dedos, ¡juro que me siento vivo de nuevo!
—Veamos qué tienes para mí, viejo—me mezclo entre la gente, buscando al condenado anciano de un ojo.
La noche es fría, pero el calor de la gente y los motores es más que suficiente para que hierva la sangre, es mi maldito mundo, mi hermoso piso de concreto.
Analizo todas las personas empapadas en frenesí y éxtasis. Sudor, cicatrices, marcas, tinta, cadenas, faldas, barbas...allí está, tomando ginebra en un taburete.
—Hay mucho público hoy, ¿no le parece? —Dice uno de sus hombres, el calvo Antonio, que se sienta al lado suyo.
—La misma basura de siempre —escupe. ¡Ja! Extrañaba su mal carácter—. ¿Hiciste lo que te pedí? Porque no creo que hayas venido a ligar—le hace una seña al barman, y este le sirve otro inmediatamente.
El hombre abre su saco y extrae la billetera. Es el único desgraciado que puede traerla sin que le roben. Pero bueno, cualquiera sabe que si le rozas el bolsillo, van a lloverte balas.
Paga su trago y se lo lleva a la boca (ni idea de que se está bebiendo, parece líquido de frenos).
—Por supuesto que sí, ¿por quién me toma? — se ríe— Prometió no meterse...pero tiene que dejar limpia la zona.
—Ese maldito... ¿Alguna vez tuvo problemas conmigo? ¿Cree que soy su esclavo?
—Ya sabe cómo se pone—toma otro sorbo—. Pero si le resulta muy difícil, yo...
—Nah, gracias Antonio—le palmea el hombro un par de veces— después de todo es una rata desconfiada. Con eso solucionado, ahora podremos empezar a prepararlo todo.
—Jefe, aún hay otra cuestión.
Arroja el vaso al carajo, molesto:
—¿Qué? ¿Ahora qué quiere el bastardo?
—Su gente también debe correr.
¡¿Qué?!
—¡¿Está loco?! ¿Acaso el abano le llegó al cerebro? No, no vamos a unirlos, de ninguna manera...los suyos no tienen control, no le daré el lujo de mezclar las aguas—se aferra a la orilla de la barra y se pone de pie. Estoy de acurdo con él. Nosotros seremos locos, pero ellos ni cabeza tienen—. Además, no iba a meterse, ¿no es lo que acabas de decirme?
—Exacto. Dijo que él no iba a meterse, siquiera tocará los fondos, pero respecto a los suyos...es eso, o nada. Son sus tierras.
El Tuerto se frena y endereza la espalda, saboreando la idea con lentitud. Luego chasquea la lengua.
—Entonces les daremos una paliza —se da vuelta, moviendo su grueso índice de forma demandante— y si uno de los nuestros pasa esa línea, el territorio dejará de ser suyo. Díselo.
Antonio baja la cabeza para ocultar su sonrisa.
—De acuerdo, ¿algo más?
El Tuerto eleva una de sus comisuras:
— Dile que puede besarme las nalgas—su rostro se torna serio de repente— y avisa en cuanto las cosas estén en orden.
—Mañana mismo tendrá noticias, señor.
Oh, hermoso, no hay cosa más bella que venir porque sí.
Giro los talones para regresar, y mi estómago se anuda tanto que me hace caer de rodillas al piso.
¿Qué mierda está pasando?
Al levantar la vista tengo mi maldita respuesta: Demonios. Los hay en cualquier cantidad, enroscando sus lenguas en varias personas, teniendo sus propias orgías entre los pies de la gente.
<<Bebe más, bebe más, vomita y bebe más>>. Gime uno, mientras observa con una sonrisa macabra a un borracho arrastrándose.
<<Pelea, pelea ahora, destrózalo, pelea>>. Susurra otro.
<<Acábalo por mí>>.Uno de ellos imita una voz de mujer excitada, acariciando el rostro de un tipo encolerizado que no para de golpear a otro.
Puaj, son tan desagradables.
—Ja, intenten hacerme algo, desgraciados —me burlo. Soy intocable. Más allá de un leve malestar, no pueden conmigo.
O al menos eso pensaba un segundo atrás, porque diría que su mano aprieta muy bien mi cuello.
Afortunadamente logro salir de mi estupor antes de que me alcance con sus garras, y consigo darle un buen codazo.
Sus ojos aguados están en mí, y se le nota bastante molesto por cómo se mueve la piel sobrante de su tabique. Ok, ahora sí que no entiendo.
<<Ariel, pregunta: ¿No que no podía tocarlos?>> Retrocedo lentamente, moviendo la vista sagazmente hacia cada alimaña que se me acerca. Oh, oh, huelo problemas.
<<Así era>> se le oye nervioso y preocupado.
<<¿Qué hago?>> Uno se tira un poco hacia adelante, amenazándome con un gruñido animal. Reculo otro poco. Son como perros, y están rodeándome.
<<Considerando que no traes ninguna espada bendita contigo... ¿Sabes rezar en alguna religión?>>
Ruedo los ojos. ¿Es estúpido?
<<¿Me viste cara de monje? ¡No tengo idea!>> Más vale que me diga algo ya, porque se me cierra el círculo <<¿Qué opción queda?>>
Silencio, un denso y peligroso silencio.
<<Corre.>>
Salgo disparado en dirección a la puerta, golpeando uno para abrirme paso. Sólo eso basta para que intenten abalanzarse sobre mí. No los conté, aunque por el ruido, me atrevo a pensar que son como diez. Gruñidos, siseos, maldiciones, muchísimos insultos de tono grave a mi madre, a mí, y muchísimas condenas aseguradas. Lo bueno de haber ido al Infierno, es que ya sé qué esperar, no obstante, siendo honesto, la idea de tener mi rostro entre sus sucios dientes puntiagudos, mientras me lamen hasta las córneas, no suena a algo que quisiera hoy, gracias.
<<Es tu culpa, pobre Helen, tu culpa>>
<<Inútil, eres basura>>
<<Muere, muere y sé uno de los nuestros>>
<<Poder, mucho poder>>
—¡Ya estoy muerto, tarado! —Tomo una botella caída y se la estampo al que está por alcanzarme, llenándole la boca de vidrio. Entre una espesa sangre negra, parece sonreír.
<<Deja de dañarlos, eso sólo los hace más fuertes>>
Ah, con razón. Qué fastidio.
<<Ensucia tu alma, sé uno de los nuestros, pobre Helen, tu culpa>>
Continúo andando como enfermo, accionando las piernas al máximo.
<<¡AYUDA! ¡AYUDA!>> La voz de Helen, ellos están usándola.
Cierro los ojos un segundo, y presiono mis dientes con frustración.
Escucho la hoja del cuchillo en mi cabeza, enterrándose una y otra vez en el cuerpo de mi pequeña hermana. Sus jadeos lastimosos, la carne siendo cortada, un sonido viscoso y visceral.
—¡¡¡BASTA!!—cubro mis oídos— ¡¡BASTA!! —Sólo se repite, se repite, se repite.
Los gritos se van volviendo angustiantes, deformes y ensordecedores. Siquiera soy capaz de girarme a ver.
Las luces en la calle parpadean violentamente, los cubos de basura se vuelcan solos, arrojando toda la basura por los aires, los perros de las casas aúllan y ladran. Inclusive los autos estacionados activan sus alarmas. Si me alcanzan, me van a romper en pedazos.
Corro en zigzag, salto verjas y finalmente distingo la casa, pero la imagen se borra cuando un tirón repentino me hace ir hacia atrás. Me han agarrado el hombro izquierdo. Con un alarido, doy un último impulso y dejo que rasguen mi ropa, y parte de mi piel.
<<Muere, muere, muere, muere, muere...>>Farfullos que enloquecen, millones de susurros obscenos.
Abro la puerta. Lo único que logro observar al darme la vuelta, es una masa oscura y fermentada, llena de ojos brillantes. Orbes rojos ciegos de furia, clamando por mi alma, que desaparecen cuando la hoja regresa al marco.
Un jadeo, dos, tres. Trago saliva con dificultad, mientras las gotas de sudor resbalan por mi frente, cayendo al piso. Afuera ya no hay nada.
<<Se han ido>> Asegura.
Subo y me dirijo al baño para ducharme. Me duelen los pulmones, mierda.
Me quito la ropa y abro el grifo de agua fría. Mi cuerpo tiembla de lo caliente que está. Miro, un poco ido, como la sangre entra por el desagüe. Mi hombro está herido y la espalda me quema. Necesito aferrarme a las baldosas para no caer.
Las cosas no están bien, las cosas no están nada bien.
Me visto, pero el dolor es tal, que no soy capaz de colocarme la camiseta. Camino hasta el dormitorio, y la despierto.
—¿Cómo te fue?
—Ángel —al escucharme, todos sus sentidos se ponen en alerta— t-toca mi espalda, por favor—apenas puedo hablar sin soltar un grito—. Creo que me arrancaron un pedazo.
Da un salto y sitúa débilmente los dedos en esa zona. El frío de sus yemas me produce un espasmo desagradable. Pasa las manos de arriba abajo, y entonces toca una parte que me hace gritar y encorvarme sobre el suelo. Ya no puedo enderezarme, ya no puedo pensar.
—Oh por Dios —exclama horrorizada— tienes...tienes dos bultos —la oigo bajar de la cama y colocarse a un lado— y estás sangrando. Sombra, ¿me escuchas? Vas a estar bien, lo- lo solucionaremos, nostros... —No distingo lo que dice, mi respiración es tan fuerte que por momentos, no logro sentir otra cosa.
Una luz tenue ilumina la habitación. Ángel retrocede, asustada.
—¿Quién eres? — ¿Hay alguien más aquí? No lo sé, todo luce borroso y confuso.
—Soy... —una voz grave, conocida— tranquila, él...tengo...llevármelo—. Me carga en sus brazos sin esfuerzo alguno. Duele, maldita sea, duele como el demonio.
—¿Qué le pasa?—Alguien llora.
Una pausa. Parpadeo, un contorno sinuoso se forma ante mí, como un rostro serio.
—Está cambiando.
Y el blanco me cubre por completo.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Ok:
1) Algo muy loco pasó, yo lo sé.
2) Esta no es mi casa, bah, la casa de Áng.
3) Por alguna extraña razón, no me duele nada.
Intento levantarme y... ¡AH! No, ya entendí, ya entendí, nada de moverme, está bien, me quedaré boca abajo.
—Has despertado —pestañeo y, finalmente, enfoco a la figura blanquecina frente a mí... Ariel —. Eso es bueno, la fiebre bajó— . Se aproxima y remueve algo en mi espalda. Todo lo que veo es una porción del interior de lo que parece ser una cabaña, un banquito de madera, una repisa con unas flores...
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?
Escurre un trapo enrojecido en un cuenco de barro, lo remoja en otro, y lo vuelve a colocar entre mis omóplatos.
—Estás en mi hogar. Bienvenido —sonríe.
—¿Cómo? ¿Es el cielo? —Casi intento levantarme otra vez.
—No, no. Cada ángel tiene su hogar en una parte del vacío. Sólo él y sus invitados pueden traspasarlo. El cielo es el punto de reunión y aún no debes ir allí —. Regresa al banco, tomando asiento— respecto a qué pasó... tuviste un "Lux legumina".
Libero un bufido.
—Oh, vaya. Ahora todo me queda más claro. Me suena a marca de lamparitas, ¿sabes?
—Significa "Pulso de luz". En otras palabras, tu alma está sufriendo una metamorfosis —genial, soy un mariposón—. Deja las bromas de lado y escúchame bien —trago mis palabras y asiento con la cabeza— es un proceso muy doloroso que ha cobrado la cordura de varios. No todos lo soportan, y acaban convirtiéndose en caídos, seres de oscuridad que vagan por la tierra, sumiendo en dolor a la humanidad. Son más poderosos, y más fieros que los demonios que tú has visto. Son sirvientes de Satán—se inclina, aproximando su cara a la mía—, uno de ellos te buscará, y removerá lo más profundo de tu existencia. No habrá misericordia, no habrá ayuda, estarás completamente solo, ¿entiendes?
—Entiendo —libero un jadeo por un puntazo repentino.
—Excelente, entonces será mejor que empecemos —. Se aleja y regresa con un puñal en la mano.
—¿Eso para qué es? — Mis ojos no dejan de observar el filo con recelo, es bastante grande y tiene un algo escrito en la hoja y la empuñadura.
Él sigue mi mirada y comprende.
—Ah, esto...si enloqueces —levanta el arma con semblante inexpresivo—tendré que matarte.
Suelto una risa para disipar la tensión del ambiente.
—Tranquilo, no lo vas a necesitar.
Por un instante capto cierta pena en su rostro, como si yo fuera un ingenuo que no sabe lo que va a ocurrir. Pero mierda, en verdad no sé qué va a ocurrir.
Se pone de pie y ya no puedo verle la cara. Mi piel se eriza, mis músculos se contraen.
Siento una de sus suaves manos depositarse con firmeza en mi cuerpo, aunque estoy lejos de tranquilizarme. Unas ataduras doradas surgen de la nada en mis muñecas y tobillos, fijas a la cama. ¿Qué es todo esto?
—¿Qué...?—digo.
—Ten fuerza—y sin agregar nada más, entierra el cuchillo en mi carne.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro