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Capítulo 16


Pasó una semana y el viejo, afortunadamente, está al cien por cien de nuevo. Juro que si tenía que comer una barrita de cereal más, masticaría a Juan con las muelas. (Me lo traje, lo escondí del personal y lo alimentamos con carne de la cocina que amablemente pedí prestada. A ver, la gente de ahí está enferma y el gato está sano, midan prioridades... Ok, tranquilos, me sacaron varios puntos por eso).

Una vez en la casa, tuve la extraña sensación de que Ángel quería decirme algo. Pensé que sería: "Sombra, ¿me ayudas a comprar ropa interior más digna?", pero mi sentido angelical aún no está bien afilado.

—Papá me habló de la cirugía — se sienta al borde de la cama y entrelaza sus dedos sobre las rodillas.

—¿Y? —Juego con la pelota de Juan, tirándola al aire desde el colchón donde estoy acostado (ella ya se rindió, y hasta deja que ponga mis zapatos).

—Le dije que no.

La atrapo y giro la cara, sorprendido:

—¿Qué? ¿Y te vas a quedar ciega?

—Pues prefiero eso, a tener que meterlo en más problemas. El otro día lo escuché hablando con uno de los prestamistas...ya sacamos un crédito cuando mi accidente, nadie le dará otro sin financiar ese primero —cubre su rostro—se nos vence el alquiler del local, las ventas en libros bajaron, y yo no tengo como aportar nada.

—Tienes razón, pero permanecer así no es una opción.

Entreabre los dedos, sonriendo tristemente:

—Exactamente eso dijo mi padre.

Veo el reloj, descubriendo que es hora de ir a clases. Ja, la salvó la campana.

—Bueno, ya se nos ocurrirá algo en el camino, ¡hay que inflar tus neuronas!

—¿Qué tengo hoy?

—Soy tu lazarillo, no tu profesor —le ayudo a ponerse la mochila— matemática, física y...

—¿Literatura?

—Casi... Química.

Bajamos las escaleras y nos despedimos del viejo:

—¡Adiós papá! —Le da un beso en la mejilla.

—¡Nos vemos, viejo! —Palmeo su espalda. Él salta y se gira, confundido.

—¡Adiós, amor! Ten cuidado —. Toca su cuello y vuelve a mirar.

Me río y salimos.

El sol brilla sobre nuestra cabeza, algún que otro gorrión comiendo cosas del suelo vuela cuando caminamos. Ángel está tarareando una canción, moviendo el bastón a su ritmo.

—Está en rojo—frenamos en el semáforo, y esperamos a que se ponga en verde—. ¡Vamos!

Si me hubieran dicho hace un tiempo que sería el ayudante de una no vidente, me hubiera reído en su cara, y luego lo hubiera golpeado por decir tanta estupidez.

—Es un hermoso día, ¿verdad? Se siente cálido  —comenta, acomodando sus gafas.

—Sí, es lindo... Cuidado—anuncio—caca de perro a tu izquierda.

—Gracias.

—Dime una cosa  —me pongo la mano en los bolsillos— ¿no tienen algún pariente adinerado que les preste algo?

—No, los tíos y la abuela están igual que nosotros. Tranquilo, Sombra, ¡no es tan malo! Me acostumbraré... es la suerte que tocó.

Presiono los puños, no, nada de conformarse.

—Suenas como si te encantara. Oh, sí, felicitemos al destino por ser tan bueno contigo.

—Bien, fue una mierda, y si se tratara de una persona, probablemente querría insultarla hasta quedarme afónica, pero, ¿qué gano con eso? —suspira— No quiero que nadie más sufra por mi estado. Es mejor dejar todo como está, que andar metiéndonos en líos... ¿No crees?

—Amor, estás hablando con alguien que murió por meterse en uno —observo a los lados distraídamente—. Debe haber algo que podamos hacer...

Entonces, justo frente a mí, un chico pasa en bicicleta, llevando a una chica en el manillar. Los veo cruzar en cámara lenta, y una solución se inserta en mi cabeza como una flecha incendiaria.

—¿Qué viste? ¿Un demonio?  —Tira de mi brazo, inquieta.

—No, algo mucho mejor—sonrío de costado— una gran idea.

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—No  —se levanta, caminando de un lado al otro— no, no, no. Estás loco, bien loco. ¡Es imposible!

Ruedo los ojos y recuesto mi cabeza en el banco. Después de clases, le conté mi plan en el parque cerca de su casa. Escuchó con mucha atención, hasta que nos metí a ambos, obviamente.

Por favor...¿acaso no confía en mí? Fui el mejor corredor, conozco a las motocicletas como la palma de mi mano. ¡Y que se llame Muerte Súbita no la hace tan peligrosa!

—Áng, estás asustada, lo sé. También estás confundida, puede que en serio parezca una locura...

—¡Lo es!—En realidad, su cara es lo que me resulta más descabellado en este momento.

—Ya. ¡Piénsalo al menos! Soy invisible, nadie sabría que soy yo quien está manejando, eres pequeña y podrías entrar delante sin problemas, ¡tendrías dinero de sobra para tus deudas!

—¿De cuánto estamos hablando?—Genial, la voy endulzando. (Y después me quejo de los demonios, me aplaudo).

—Un millón—suelto.

La escucho toser y regresar al lugar.

—¡¿Un millón?!

—¿Ves? Podrán arreglar todo, y aún les dará para financiar unas buenas vacaciones.

Lleva sus manos al cabello y se lo peina hacia atrás.

—Es una locura—repite.

—¿Al menos aceptarías intentarlo? No tienes por qué inscribirte, simplemente iríamos a recuperar las piezas de mi moto, yo la armaría, y luego sólo deberías subir para que practiquemos.

—No lo sé... 

—Será emocionante, ¡lo más emocionante de tu vida! Déjame hacer esto por ti —la empujo suavemente con el cuerpo— estoy seguro de que tú y yo lo conseguiremos.

—¿Siempre fuiste tan positivo?

—Nah, la taradez me la pegaste tú.

  Finalmente, libera un suspiro, algo exagerado, si me lo preguntan.

— De acuerdo...estamos locos, mal de la cabeza — susurra para sí. 

Al acabar la conversación, regresamos a casa. Y con regresar, me refiero a encontrarnos con el viejo molesto porque llegamos tarde. ¿Qué problema tiene con eso? No la van a secuestrar, y si  pasara, de seguro la devuelven a los diez minutos, y hasta le pagan.

—Ángel, explícame en dónde estabas —toda posibilidad de escapar es nula, nos tiene rodeados, y lo que es peor, cubre la nevera. ¿Cómo puede ser tan cruel? Que castigue a su hija si quiere, pero yo soy imputable, un ser celestial, y una belleza masculina, privarme el alimento es pecado mortal.

—Le di de comer al loro de la vecina —sonríe.

—¿Y estuviste una hora dándole de comer? —Alza una ceja— Ya sé que la vecina no tiene un ave, le pregunté ...a pesar de que sabía que era una excusa disparatada —su ceño se va arrugando— deja de mentir, o tendré que castigarte.

—Bueno...yo, eh... te diré—se rinde— estaba charlando con ese chico... —Ahhhh, el virgen inventado, ya me acordé— Paul.

—Pues qué interesante  —su voz suena dura, es más, le falta un collar y un pañuelo, y queda bien pandillero— te prohíbo que sigas saliendo con él, a no ser que me lo presentes.

—¡Papá! ¡No seas tan inflexible! No precisamos seguir esta clase de protocolos.

—Es un chico que está paseando con mi hija—la señala— ¡y no creas que no sé lo que sientes por él!

—¿Eh?—Salto yo. ¿Cómo? Wow, esto se pone interesante.

—Por Dios, ¡Papá!  —Su rostro enrojece, aunque no sé decir si es por la vergüenza, o la frustración— ¡Somos amigos nada más! Maldición.

—Ah...claro. Esas sonrisitas espontáneas cada vez que hablas de él.

Espera un segundo:

—¿Hablas sobre mí?

—¡Papá! ¿Te quieres callar? Me harías un gran favor— frunce el ceño también—.   Prometo presentártelo, ¿feliz? ¡Deja de molestar!

Se va.

—¡No trates así a tu padre!

—Tú no entiendes —sale hacia su cuarto, corriendo (si no es porque casi se da contra la pared).

Tras un rato (respeto su intimidad, pero exijo saber qué fue eso) golpeo la puerta y entro. Ella está sentada con las piernas arriba del colchón, acariciando a Juan en su falda.

— Y... ¿Ya sabes cómo vas presentarme?

Gruñe, escondiendo su rostro, y asustando al gato.

—No planeo hacer semejante cosa—se arroja a un costado— y no le conté de ti. Inventé a Paul, ¿recuerdas?

Oh, claro.

—Ok, ok, ignoraremos el hecho de que me amas-me lanza una almohada— y pensemos cuándo y cómo llevaremos a cabo el plan. Bueno, los planes.

—¿Los?

—Sí, le acabas de prometer conocer un hombre que no tienes, eso hay que arreglarlo. Así que además de la moto, debemos conseguir a uno...

—¿Qué? No, eso sí que no. ¿De dónde vas a sacar un chico dispuesto a actuar?

—Ya que lo mencionas...—me rasco la barbilla— ¿Recuerdas cuando descubrí que era capaz de hablar por teléfono con los del delivery?

—Ni me digas, aún siento vergüenza por eso... ¿Pedirle el número a la chica?

—No me culpes, su voz era bonita —levando los brazos— y obtuvimos refresco gratis con eso, bebé.

—Ajá, sí, volviendo al asunto  —cambia de tema— ¿Cuándo es que la Grieta del Tuerto está abierto?

Oh, no embromes...ni que fuera local bailable.

—Depende, primero debo averiguar cuándo es la próxima reunión, tú encárgate de tener algo que ponerte.

—¿Eh? ¿Hay que ir formal o algo?

Arrastro mi rostro con las manos, debo tener paciencia, paciencia.

—Lo único seguro, es que nada de lo que tengas en tu armario va a funcionar.

—Ah, déjame adivinar, ¿look de niña mala?

—¡Perfecto! ¿Hay de eso?

Toda su ilusión se va al suelo.

—No —rápidamente salta en su sitio— pero lo arreglaré. Tú dime cuándo es, y yo lo tendré listo—. Me guiña un ojo con confianza.

Genial, ¡que comience el juego! (Si al final se muere, estamos cagados).

¡ALOH!, ¿OMÓC NATSE? Sí, pasó tanto tiempo que ya olvidé de qué forma escribir XD. Seré honesta, estuve a punto de no publicar más porque se me fueron las ganas de seguir con la historia. Pero después me dije: "Total, desde el 2016 que estás con esta cosa, dale cuando quieras". Y me dieron ganas de nuevo :v.

En fin... voy a seguir haciendo ruido un rato más XD.

¡Gracias por todo y saludos desde mi rincón! :D.

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