Capítulo 39
Post; Lucifer
Las palabras retumbaban en mi cabeza, como un martillo golpeando a su clavo, tan aferrado en clavarlo hasta el fondo así eran esas simples palabras fáciles de pronunciar pero difíciles en asimilar y oír.
«Me odiara, pero es por su bien» pensé.
Trate de olvidarlo y hacerme a la idea de las consecuencias que más tarde enfrentaría. Ahora debía concentrarme en los estúpidos que tenía enfrente de mí.
En cuanto me enfoque en ellos, vi la sonrisa cínica de cada uno, especialmente la de Belcebú. Este sonreía mostrando desalmadamente la alegría que le ocasionaba destruir. La alegría que le provocó el sufrimiento de Elisa al ver lo que le hacía a su hermana.
─Terminemos con esto ─dije, más para mí mismo que para los demás.
Mire a mí alrededor, solo nos encontrábamos Gabriel, Leviatán y yo contra unas cuantas docenas de demonios que no querían volver al encarcelamiento del Infierno. Era evidente que pase de ser su Amo a ser su enemigo.
Pude notar como Belcebú ordenaba que soltaran el cuerpo sin vida de Angélica, este cayó sobre la tierra haciendo que el polvo se elevara y la rodeara sin emitir ningún sonido, ni un movimiento que lograra darnos una señal de esperanza. Todos se echaron a reír, burlándose del cuerpo sin vida de aquella pobre alma torturada.
Un sonido, un gruñido proveniente de Leviatán me llevó a verlo, observarlo, notando el coraje que guardaba por las burlas y las acciones de nuestro enemigo. A pesar de todo no era secreto que mi hermano se encariño con esa chica, claro aunque fuera un poco, lastima que la complacencia a mi padre y el querer que lo tomara en cuanta fue mucho más fuerte que el amor hacia esa chica.
En eso éramos diferentes...
─Vamos a necesitar ayuda ─las palabras emitidas por Gabriel llamaron mi atención, ayudaron a disipar el rumbo de mis pensamientos, un rumbo el cual no quería tomar en estos momentos.
─¿Apenas te das cuenta de ello? ─bufe malhumorado.
─Pues también podrías aportar ayuda.
─¿Estas ciego? Mira a tu alrededor angelito, los demonios ya están en contra mía. Liberando a más será peor, no quieren volver a la prisión y la tortura.
─¡Se quedaron sin opciones, ya veo! ─gritó Belcebú, llamando la atención de nosotros tres ─. Es mejor que se rindan Lucifer, esta batalla esta perdida. Hazte a la idea de que el nuevo amo del mundo soy yo.
─Nada se define hasta que haya batalla ─solté.
Las risas que emitían ya de por si los demonios traicioneros se elevaron haciendo que solo estas se escucharan.
Cuando estaba a punto de dar señal, un estruendo tras nosotros se escuchó. Todos incluidos la banda enemiga voltearon a verla, un rayo proveniente del cielo a la tierra se visualizaba haciendo que todo se iluminara y cuando acabo la luz a lo largo de la lejanía la escolta celestial hacía su aparición.
Unos cuantos ángeles se extendían en todo el horizonte con su armadura y espadas deslumbrando, en el centro la presencia de Miguel y Rafael se hacían presentes exactamente vestidos como sus compañeros que flanqueaban preparados para el ataque. Me preguntaba en que condiciones habían dejado a mi Elisa, si estaba bien o llorando, si se les había ocurrido llevarla con su madre, si aún me odiaba...
─Despabila Lucifer ─la voz de Gabriel fue dura y arrogante, pero tenia razón, me estaba distrayendo demasiado ─. Unámonos a ellos para de una vez por todas terminar esta atrocidad y que regreses junto a tus demonios al Infierno.
Gabriel inicio la marcha, no queda más que unirnos por primera vez después de millones de años a la guardia de ángeles, me propuse seguirlo sin emitir ninguna protesta pero note que Leviatán no avanzaba con nosotros.
─¡Leviatán, vamos! ─le ordene pero no logre llamar su atención. Él seguía mirando con coraje y odio a Belcebú que se encontraba cruzado de brazos, mirándonos a todos junto a sus demonios, esperando.
Observe a mi hermano de pies a cabeza, irradiaba odio puro, apretaba sus manos en forma de puño, tenso. Sabía lo que pasaba por su mente en estos momentos, el coraje embargaba su cabeza y lo entienda, mierda, claro que lo entendía. Se encontraba como yo minutos antes, queriendo atacar sin mirar atrás, sin ver las consecuencias que un impulso con la sangre caliente, la cabeza caliente ocasionaría. Se suponía que yo el gran Lucifer tenía que actuar así, ser yo el que destruyera y empezara una pelea dejándose llevar por el impulso de la venganza, de la rabia porque así era yo, un demonio que solo sabía destruir y arruinar todo.
Pero ahora era diferente más bien quería serlo.
Quería serlo por ella, que después de todo esto, que después de que todo terminara y regrese a donde jamás debí de haber salido, ella me recuerde tan siquiera por una cosa buena. Que recuerde que lo último que hice en la Tierra fue por su bienestar para que viviera de nuevo en un mundo donde las cosas jamás debieron cambiar.
Donde el caos, el Infierno nunca debieron subir a esparcirse sobre el mundo terrenal. Donde el Infierno debió quedarse allá abajo juzgando a falsos y pecadores, donde yo debía hacer mi trabajo.
─¡Hermano! ─grite llamando a Leviatán, debía hacerlo entender que debíamos unirnos y atacar junto a los ángeles ─. ¡Debes pensar con la cabeza fría, hay que unirnos a ellos!
─¡¿Desde cuando tú piensas con la cabeza fría Lucifer?! ─contestó con toda la rabia que un demonio podía contener, porque eso estaba haciendo conteniéndose pero no faltaba mucho para que explotara ─. ¡¿Crees que ellos están siendo civilizados?! ¡Solo están esperando porque les gusta burlarse de nuestra posición si no ya hubieran atacado desde que solo estábamos nosotros tres!
─¡No podre mandarlos al Infierno Leviatán ya que no siguen mis ordenes están contra mí, así que solo nos queda unirnos a los celestiales y con su ayuda mandarlos a todos al Infierno al igual que nosotros. Tomare el mando del Infierno, hare el trabajo y tú puedes hacerlo junto conmigo!
Cuando mencione las últimas palabras tratando de hacer entender a mi hermano, en ese momento pude notar como iba abriendo sus puños, relajándose, esperaba que hiciera caso a mis palabras. Volteó a verme, con una sonrisa en su rostro...
─Lo siento hermano, pero ese es tu trabajo...
Entonces me di cuenta que estaba equivocado... éramos demonios y siempre lo seríamos.
Y cuando menos lo acorde...
Leviatán corría con su mano convertida en una filosa arma atacando a nuestro enemigo.
ULTIMOS CAPÍTULOS.
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