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Capítulo 36

Post; LUCIFER

Quería decirle mil cosas a la vez, pero al ver su rostro lleno de emociones encontradas fue mucho para mí. Así que no hice nada, me quedé mirando al piso como un completo estúpido incapaz de pelear por la mujer que más amaba y la única que había echo sentirme diferente.

Levanté mi rostro justo en el momento que ella iba pasando frente a mí. Nuestros ojos se encontraron y en mí corrió una electricidad paralizante. Cuando estaba a punto de reaccionar, pararla, tomarla entre mis brazos y llevármela, ella solo siguió su camino sin mirar atrás.

Fue aplastante.

A lo lejos pude observar como se acercaba al humano, se les unió Miguel y Rafael, platicaban entre ellos.

Me dolía, cada parte de mi cuerpo dolía, me empezaba a preguntar ¿Cómo había llegado a tanto? ¿Cómo mis emociones dependían de una simple humana?

¡NO! ¡No lo iba a permitir! 

Cuando estaba apunto de irme del sitio, una densa neblina apareció por todo el pueblo. La temperatura empezó a descender, una risa a lo lejos se escuchó haciendo que todos tomaran posición de defensa ante los débiles humanos. Miré a mi padre que sabía perfectamente lo que sucedía, sonreía ampliamente. Fue entonces cuando me di cuenta de quien haría su aparición. «¡Mierda, maldito!»

Sonreí... «El hijo de p... lo había logrado»

La neblina poco a poco iba desapareciendo, le encantaba las entradas teatrales. 

Se acercaba con paso lento, vestía tal y como lo recordaba con un traje negro acompañado de una cazadora de piel negra, sostenía un bastón que claro era prácticamente pura apariencia tal y como mi padre haciendo melodramas.

─¡Hermano! Que alegría verte de nuevo... ─solté burlón, sabía cuales serían sus intenciones. Sabía que quería venganza.  Corría hacía mí y en cuanto llegó puso sus manos alrededor de mi cuello, apretando cada vez más fuerte, me levantó y entonces de un segundo a otro me dejó caer. Pero eso no era todo, un golpe en el abdomen hizo que me doblara y cayera de rodillas ante él.

─¡LUCIFER! ─un grito a lo lejos se escucho no solo llamando mi atención sino también la de Leviatán.

─Mira nada más ─masculló mirándola ─. La adorada Elisa, ¿Cómo estas cuñadita?

Las palabras de mi hermano fueron claramente sueltas con veneno hacía Elisa, cuando la mire pude notar como se paralizaba sabía perfectamente que no era por miedo hacía aquel demonio sino que era por rabia, rabia al recordar lo que Leviatán le había echo a su hermana.

Claramente escuche cuando Rafael le ordenó controlar sus emociones.

Leviatán se adelantó un paso aproveche el momento y me puse de pie inmediatamente, se enfrentó a los ángeles con una extensa sonrisa, levantando ambos brazos y enseñando las palmas de sus manos abiertas.

─¡Ya relájense, vengo en son de paz! ─informó riendo.

Lo miré cruzando mis brazos sobre el pecho, sabía que sus palabras eran más que mentiras. 

Mi boca y mi mente se preparaban para soltar unas cuantas palabrotas pero cuando estaba a punto de hacerlo, el cielo empezó a oscurecer, los edificios se volvieron a prender en llamas haciendo que desapareciera el frio del ambiente y que el calor que ahora gobernaba el lugar se hiciera insoportable.

Sombras empezaron a aparecer en el lugar, rodeándonos a todos, eran demasiados. 

Risas, burlas se escuchaban... habían llegado. 

Mire a Elisa, el miedo por segunda vez empezaba a brotar en todo mi cuerpo, el miedo que controla, el miedo que no te hace ser razonable y no por mí, sino por aquella mujer a la que amaba con todo lo que creía que era mi alma.

Las risas sonaron más fuertes y entonces...

A lo lejos se escucharon los gritos de una mujer, sabía que la había traído.

"Angélica"

Dos demonios la sujetaban, uno de ellos era Belcebú. La arrastraban hacía nosotros, ella trataba de soltarse pero era inútil. 

─¡SUÉLTENLA! ¡Suéltenla! ─los gritos de Elisa eran desesperados, la miré y pude observar como Rafael y Miguel la sujetaban. 

Mire a todos a mi alrededor para así calcular el numero de demonios y mandarlos a todos de nuevo el Infierno. 

─Ni lo intentes Lucifer ─la amenaza de Belcebú no hizo que cambiara mis intenciones.

─Elisa, ¿Qué tal si hacemos un trato? ─Belcebú se dirigió únicamente a Elisa ignorando a sus custodios que la protegían con capa y espada ─. Dejó a tu hermana libre y viva a cambio de tu vida. 

─¡NO! ─grite, la cólera me dominaba de nuevo ─. ¡Llévensela, llévensela rápido! 

Busque a mi padre con la mirada pero no lo encontré, se había ido como un cobarde. 

Los ángeles actuaron rápidamente, más ángeles aparecieron ahora no solo estaban Gabriel, Miguel y Rafael vi como este último trataba de tomar a Elisa entre sus brazos pero también veía como ella se resistía tratando de soltarse y correr junto a su hermana.

No podía permitirlo así que corrí junto a ellos.

Cuando estuve tan cerca asegurándome que pudiera escucharme le hable...

─¡Elisa, mírame! ─le ordene enseguida volteó a verme pude notar como sus ojos estaban bañados en lagrimas, como sus mejillas estaban en color rojo, como sus ojos denotaban miedo y sufrimiento ─. Angélica esta muerta recuérdalo, se que ella esta aquí pero... volverá a morir.

─¡¿Qué no la ves Lucifer?! ─lloriqueó ─. ¡Mírala esta viva!

─Llévenselos a los dos ─pedí mirando a Rafael y Miguel ─. Hay que acabar de una vez por todas con esto.

─¡NO, no puedes hacerme esto Lucifer! ─masculló, sus lagrimas brotaban sin parar sabía que el pánico se apoderaría de ella muy pronto ─. ¡Es mi hermana! ¡Por favor, tú no eres así!

La mire fijamente mientras que Rafael y Miguel la sujetaban para que no se soltara, se sacudía ferozmente, no la reconocía y una parte de mí la entendía estaba en shock por ver a su hermana.

─¡Lucifer, es mi hermana! ¡Tu no eres así conmigo, por favor! ─gritaba nuevamente. Me dolían sus ruegos, solo ella podía hacer que sintiera emociones de compasión y amor, que olvidara lo desalmado que yo podía llegar a ser pero también me recordaba que debía protegerla a toda costa y aunque no podía ser egoísta con ella esta vez era por su bien.

─Lo siento querida ─solté con la voz más fría que salió de mí ─. Pero recuerda que soy el diablo y soy egoísta con todo el mundo hasta... contigo. 

─¡Te odiare! ─inquirió con odio y aunque me dolían sus palabras, sonreí ─. ¡Jamás te lo perdonare!

─Llévensela, llévenselos ─ordene y Miguel asistió. 

Elisa me miró con sus ojos llenos de odio pero solo duró un momento ya que después dirigió su vista hacía tras de mí y un grito salió de ella, no de miedo sino de un dolor que hasta yo pude sentir.

Volteé rápidamente y los mire...

Belcebú le había encajado un cuchillo a Angélica en el abdomen, rápidamente mire de nuevo a Miguel.

─¡LLÉVATELA YA! 

Y entonces desaparecieron...

 

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