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Capítulo 15

Post; Elisa

Deambular por un lugar desconocido para mí era sumamente difícil y perderse demasiado fácil. Conocía solamente el camino de la cocina a mi nueva habitación y viceversa. Me arrepentía haber venido a este castillo, escape de la cabaña por encierro y de nuevo caí en lo mismo pero con acompañantes diferentes.

Todas las ventanas se encontraban selladas, y la única puerta por donde salir era la principal, que según Miguel se encontraba custodiada por ángeles caídos. Así que la palabra "escapar" no se encontraba en este momento en mi vocabulario.

Frustrada me tire en el sofá, ahogando un sollozo. Quería salir, necesitaba respuestas y ninguno de mis custodios las respondía. Le echaban la responsabilidad a otro y ni siquiera me dejaban hablar con él. Todo era muy frustrante más porque estar sola hacía que mi estadía se hiciera más desesperante.

Cerré mis ojos, recargando mi cabeza sobre el respaldo del sofá. Quería impedir que las lágrimas hicieran su aparición. El nudo en mi garganta era insoportable, ahogaba el llanto y los gritos. Ahogarme con ellos al parecer era la mejor solución en este momento para mis problemas.

─ Deberías ir a tomar la siesta en la habitación ─la voz de Rafael me saco del trance que mi mente y mi cuerpo se obligaban a tomar. Cerré los ojos con más fuerza ─. ¿Te sucede algo, Elisa?

Una lagrima escapó y rodó por mi mejilla, lo que evitaba a toda costa, sucedió. Llorar frente a Rafael era una debilidad que quería ocultar, quería ser fuerte o por lo menos aparentarlo en su presencia. Pero esta vez fue inútil, ya que el llanto contenido al fin salió de mí.

La ráfaga de lágrimas no tardo mucho en caer sobre mi rostro, y una vez empezada no podía parar. El llanto era incontrolable, sollozaba como si lo hubiera contenido por años.

Sentí como Rafael, se sentó a un costado mío. Tomó mi mano y apretó, eso contactó hizo que abriera mis ojos y aunque los sentía pesados y ardían pude verlo. Levante mi cabeza y me acomode derechamente, él pasó un brazo sobre mis hombros y jalo de mí hacia él.

Fue un abrazo tranquilizador, sentía una serenidad que no había sentido nunca, ni siquiera con Miguel. Poco a poco me fui tranquilizado y aunque seguía hipeando y escurriendo mocos, las lágrimas habían parado. Una serenidad en mi alma me inundó completamente. Y cuando menos lo espere, un beso en mi frente de su parte hizo que miles de emociones se removieran dentro de mí. Pero entonces mi razón conecto y rápidamente me separe de él.

Ver su rostro sorprendido me costó demasiado a mí razonamiento, me confundía y pensaba una y otra vez que tal vez, eso era lo que él quería lograr conmigo.

─ ¡No! ─grite, soltando de una sacudida su abrazo.

─ ¡¿Qué rayos te sucede?! ─preguntó Rafael alzando su tono de voz, en su rostro pude distinguir la sorpresa mezclada con enojo.

─ ¡Se lo que tratas de hacer! ─acuse.

─ Y según tu, ¿Qué es lo que quiero hacer?

─ Escuche tu platica con Miguel. Jamás me harán olvidar lo que siento por Lucifer.

Al soltar aquellas palabras, Rafael se levantó de golpe y se quedó fijamente frente a mí mirándome, pude notar como su cuerpo se tenso y sus manos las convirtió en puños a cada lado de su cuerpo. Irradiaba enojo por doquier.

─ Valla y yo pensé que a tu edad eras un poco más madura, pero me equivoque ─soltó las palabras como si fueran veneno, pude notar el rencor en su rostro ─. Sigues siendo una niña, que no sabe las consecuencias de sus actos.

─ Eres un imbécil.

─ ¿Yo? ¿Estas segura de eso? ─cuestionó con cierto sarcasmo ─. ¿Quién es la que se enamoro de un demonio, niña?

─ Deja de decirme así, Rafael.

─ Te pensaba lo demasiado madura, para distinguir entre el bien y el mal.

─ ¡No creas que porque eres un ángel, eres el bueno aquí, Rafael! Te piensas que eres un ser perfecto, piensas que todo lo haces bien, pero no dejas de juzgar y de creerte Dios ─mi nivel de cabreo era tanto, que no media la intensidad ni lo que mi boca soltaba, en este nivel no me importaba lo que pudiera decir, al fin y al cabo era más que la pura verdad ─. No me importa que me juzgues, yo bien que conozco a Lucifer.

Me levante del sofá encaminándome al centro de la gran sala, el nerviosismo y la rabia hacían que caminara de un lado hacia el otro en el salón. Rafael seguía mirándome inmóvil como un pelele.

─ ¿Aún lo amas? ─la pregunta formulada por su parte, hizo que parara de golpe. Me quedé tiesa en el centro, con los ojos muy abiertos. No esperaba para nada esa pregunta y menos de su parte.

Se acercó a mí, dejando solo un pequeño espacio entre los dos. La rabia hacía él desapareció. Pero el nerviosismo a su cercanía seguía presente.

─ ¿No contestaras? Dime, ¿aún lo amas? ─preguntó en un susurro.

Estar tan cerca de él, nublaba mis pensamientos, cuando menos lo espere volvió acercarse más. Era tanto que nuestros pechos casi se tocaban y una electricidad empezó a correr por todo mi cuerpo. Era una sensación extraña y diferente tanto que mi cuerpo reacción con un saltito.

─ Sabes Elisa, tu silencio lo dice todo. No estás segura de tus sentimientos por él ─afirmó con un tono de voz meloso. Muy diferente al de hace unos minutos, para nada acusatorio a como estaba acostumbrado hablarme.

De pronto con su mano derecha tomó mi barbilla apretando un poco y después me beso...

Fue un beso rápido, nada que disfrutar. Me separe de golpe. Pero no duró mi cara de confusión, de nuevo tomo mi rostro entre sus manos cálidas y me beso nuevamente...

Y por más que quise resistirme, el beso fluyó y fue correspondido. Nuestros labios encajaron a la perfección, se movían al unísono. Sus labios eran suaves y perfectos, cuando ya no pude más, pasé mis manos por su cuello acercándolo más a mí. Sentía su lengua recorriendo mis labios pidiendo permiso para adentrarse a mi boca, se lo concedí. Nuestras lenguas se unieron en una danza rítmica y dentro de mí, la llama de la pasión se encendió.

Hasta que una voz nos hizo reaccionar.

─ ¿Me pueden explicar que sucede aquí? ─la voz de Miguel me cayó como un balde de agua helada.

Retire mis manos de su cuello y tan rápido como pude, las pose sobre su pecho y con toda mi fuerza lo avente lejos de mí. Sentía mi rostro en llamas aparte de la dura mirada de Miguel, Rafael me miraba como si no entendiera mi razón. Se veía más preocupado por cómo había reaccionado yo a la presencia de Miguel frente a nosotros.

─ Un error ─musite.

─ ¡Si! ─confirmó Rafael en un tono arisco ─. Fue el peor error que cometí.

Después de eso, se fue rumbo a las escaleras, subió por ellas y entró en una habitación del segundo piso. Dejándome ahí hecha piedra y enfrentándome sola a las ya intuidas preguntas de Miguel.

─ ¿Me lo explicaras Elisa?

─ Ya te lo explico él ─conteste, señalando el lugar donde Rafael había desaparecido.

─ Tengo que decirte algunas cosas.

Me disponía a irme, a encerrarme ya que no había otra cosa más que hacer, tal vez  tomar un baño y aclarar el tormentoso momento con el ángel déspota con quien me había besado.

─ ¿Puede ser luego Miguel?

─ Es sobre... Lucifer ─no fueron suficientes más palabras para tuviera toda mi atención.

─ ¡¿Qué... Qué pasó con él?! ─mi voz era desgarrada ─. ¡Dime Miguel!

─ Te busca como loco. Tanto que...

─ ¡¿Tanto.. Tanto qué, qué Miguel?! ─la desesperación emergía y el semblante de Miguel asustaba.

─ Mandó destruirnos, es capaz de romper nuestro acuerdo...



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