Post; Lucifer

Recorrí el estúpido bar de un lado a otro, Belcebú me observaba desde su habitual asiento, al parecer no podía quitar su jodida vista de mí.

─ No vayas a dañar el suelo de este bar ─comentó frunciendo el cejo y señalando con su barbilla las pisadas ya marcadas sobre el piso lleno de porquería ─. Es mi bar favorito.

─ ¡Estúpido bar, estúpido Rafael y estúpido e insolente padre de Elisa! ─escupí con furia.

─ Cálmate ─ordenó el viejo demonio, parándose de su banco y caminando hacia mí. Dejé de moverme ─. Pareces un niño pequeño refunfuñando por haber perdido su juguete favorito.

─ ¡Tengo que encontrarla!

El viejo demonio asintió levemente. Para después empezar a dirigirse de nuevo a su mesa, en el camino a ella negaba y murmuraba algo incomprensible pero no tenía cabeza para prestarle la atención que merecía. Lo dejé pasar, pero al llegar a su destino, de la mesa tomó su vaso de whisky le dio un rápido y ágil trago, para después mirarme con su mirada de tormento contenido.

─ ¿Si sabes que... Jamás serán felices? ─interrogó con cautela.

─ ¡Todo por este estúpido plan!

─ No, Lucifer ─afirmó ─. Ustedes no deben estar juntos. Un demonio y una humana jamás serán felices.

─ Sabes, Belcebú ¡Por esas palabras quiero destruir a mi padre!

Estaba ardiendo en cólera, por esas palabras tan sentenciadoras de su parte. Tan lleno de rabia mezclada con dolor, que tome con mis manos lo primero que vi más cerca de mí, un banquillo de madera se atravesó en el momento menos indicado para su existencia. Lo tomé con ambas manos y empecé a estrellarlo contra la pared una y otra vez, hasta hacerlo añicos y un chirrido proveniente se escucho como alaridos por haber sido destrozado de esa manera.

No me importo la reacción de todos a mi alrededor a mi arranque estúpido de espectáculo, podría prenderle fuego a todo el lugar si me lo proponía.

─ ¡Lárgate Lucifer! ─escuche que Belcebú me ordenaba, dejando a un lado su forma humana y sacando a su demonio, junto a todos los demás que tomaron pose de ataque ante mí.

Una risa provino de mi garganta, una risa demoníaca, aterradora y después de mucho tiempo la forma de demonio me poseyó. Todos al verme dieron un paso hacia atrás. Porque a pesar de que Belcebú estuviera al mando en la Tierra, yo seguía siendo el amo y sucesor del Infierno.

─ ¡Recuerda Belcebú, que aún puedo terminar con nuestro acuerdo!

Belcebú volvió a su forma humana, ordenando a todos los demás demonios que se mantuvieran tranquilos. Bajaron la guardia poco a poco.

─ Les daré una nueva orden, ahora a partir de este momento solo harán lo que yo ordene ─inquirí ─. Se dedicarán a encontrar a Elisa, trayéndola ante mí sin el más mínimo daño o se las verán conmigo.

Belcebú me miraba atónito, sin entender mis intenciones. Pero mi prioridad era solo una persona... Elisa.

─ ¿Qué demonios haces? Tu padre en cualquier momento aparecerá y no habrá otro momento para destruirlo ─declaró Belcebú.

─ ¡Ahora sólo me interesa encontrar a Elisa! ─grité.

─ ¿Y qué pasará con los ángeles? Deben estar con ella protegiéndola ─increpa un demonio, que se encontraba detrás de Belcebú.

─ ¡Destrúyanlos! ─les ordene, pasando mi mirada por cada uno de los presentes. Cuando aceptaron cada uno su misión, salieron corriendo.

Esperaba que lo cumplieran y si no lo hacían el castigo de volver al Infierno y cumplir su pena sería más dolorosa e insoportable que antes.

─ ¿Te estas volviendo loco o que te pasa? ─la pregunta de Belcebú me saco de mi trance.

─ ¿No se supone que es como me debo comportar, Belcebú? Soy un demonio, soy el amo del Infierno.

─ Entonces... Empecemos con la destrucción ─la sonrisa de Belcebú se extendió y pude notar en sus ojos la verdad.

Una verdad que no podía ser cambiada, se había llegado el día. El día donde el Infierno estaría en la Tierra. Donde yo, sería el que reinará y nada ni nadie lo impediría.