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Capítulo 13.

Post; Elisa.

Seguía mirándome con aquella estúpida sonrisa, no lo conocía del todo y ya lo odiaba. Y no podía entenderlo, se suponía que era un ángel pero se me hacía odioso y prepotente todo lo contrario a Miguel.

─ No necesito un niñero, lo que necesito es encontrar a mi madre ─inquirí molesta, alzando mi barbilla y cruzándome de brazos.

La risita de Miguel me llegó desde el asiento delantero.

─ ¿Sabes lo peligroso que se volvió el pueblo, gracias a tu querido demonio? Debió haberse quedado en el infierno y cumplir su trabajo ─soltó ─. Ahora nosotros tenemos que volver a traer la tranquilidad y arreglar todo el asunto.

─ ¡Pues arréglalo y a mí déjame en paz! ─grite eufórica.

Era inexplicable lo que sentía por aquel tipo, con sólo verlo y oír su voz me resultaba de lo más detestable. No podía creer que llegara a sentir un odio de lo más profundo por un ángel.
Y al parecer podía notar mis sentimientos hacia él, ya que cada vez reía más y no quitaba esa gran sonrisa que sólo a mí lograba estresarme.

─ ¿Has escuchado lo que dicen? ─preguntó curioso.

No entendí de lo que hablaba, así que me quedé callada esperando su respuesta.

─ Que del odio al amor ─dudó. ─ Hay un paso.

─ ¡No! ¡Jamás! ─solté sin pensarlo dos veces.

Aquel sujeto borro su sonrisa tan rápido y sin más se volteo hacia la ventana. Se perdió en sus pensamientos y después de eso no volvió a dirigirme la palabra.

La camioneta se inundó en un silencio incómodo, y por más que trataba de reconocer el camino no podía notar nada conocido.

Recargue mi cabeza en el cabezal del asiento, y la eche hacia atrás, cerrando mis ojos. Me sentía cansada, exhausta por tantas emociones vividas en las últimas horas. El ronroneo del carro al andar y el viento que golpeaba mi rostro, hacía que me arrullara y un sueño llegara a mí poco a poco.

Estaba a punto de quedarme dormida, cuando sentí que al auto paro y el sonido de una puerta al abrirse y cerrarse llamo mi atención. Abrí un ojo y mirando de reojo pude notar que él tal Rafael ya no estaba a mi lado.

Me acomode en el asiento, removiéndome un poco y despertando del todo. Vi como Miguel bajaba rápidamente y abría la puerta situada a un lado de mí, cuando la abrió me dedico una sonrisa y extendió su brazo para darme su mano y ayudarme a bajar.

La acepte encantada, ya que la cercanía de Miguel era fascinante. Tomé su mano y baje con su ayuda. Me indicó un camino largo, empecé andar y a lo lejos pude visualizar una gran mansión blanca.

─ Vas a quedarte aquí por unos días, mientras arreglamos todos los problemas que hay ─comentó alcanzando mi paso.

─ ¿Porqué no puedes ser tú quien se quede a mi lado?

─ Necesito arreglar unos asuntos pero volveré pronto por ti.

─ ¿Lucifer? ─al preguntar un dolor en mi pecho me recordaba el amor que aun le profesaba.

─ Más bien con su tío Belcebú ─aclaró Miguel notando mi cambio de ánimo, ya que se acercó un poco más a mí.

Le agradecí con una sonrisa.

Cuando al fin llegamos a la entrada, pude notar lo grande que era. Parecía un gran castillo, chapado a la antigua. Miguel abrió la gran puerta y se hizo a un lado para que pasara yo primero después me siguió, cerrando esta de nuevo.

Era tan espaciosa, con grandes candelabros colgando del techo. Enfrente de la entrada unas largas escaleras que daban al segundo y después al tercer piso. A la izquierda un gran y hermoso comedor de madera y a la derecha un recibidor con enormes sillones blancos de piel. Más allá se veían puertas que a mi parecer daban tal vez alguna cocina o baños y cuartos de huéspedes. Las paredes estaban adornadas con pinturas antiguas, en una de ellas abajo del sofa pude reconocer el rostro y las alas de Miguel.

─ En la segunda planta, en el cuarto diez podrás descansar. Esta preparado, tiene su baño personal y algunas cosas que hemos traído para ti. Necesitas descansar, más tarde te buscará Rafael para avisarte de la cena.

─ Gracias Miguel.

─ Ve, ponte cómoda.

Asentí y me dirigí hacia las escaleras. Eran tantos cuartos pero pude localizar rápidamente el que Miguel me había indicado. Al entrar un tono rosa cegó mi visión. En el centro una gran cama matrimonial se hacía presente sobre ella unos cambios de ropa y sobre la alfombra unos zapatos y pantuflas.

Rápidamente le eche una mirada a mis pies y comprendí todo.

°°°

El baño me calmó, las heridas en mis pies no eran tan graves después de todo.

Salí de la habitación vacilando, necesitaba encontrar a Miguel para mantener una larga platica con él, necesitaba respuestas y no me detendría hasta conseguirlas.

Baje a la primera planta y revise cuarto por cuarto. Acertado en los primeros pensamientos que tuve al llegar.

Cuando estaba apuntó de entrar a lo que al parecer era la cocina, una platica me llego a través de la puerta cerrada, pegue mi oreja para escuchar mejor y tratando de hacer el menor ruido posible.

─ Debes dejar de comportarte con ella como lo estás haciendo Rafael ─la voz de Miguel me sorprendía, era ruda, fuerte y autoritaria.

─ Me sorprende el cariño que le tiene a un estúpido demonio, a ese ser egoísta ─chillo aquel ángel engreído.

─ No nos corresponde decidir por sus sentimientos y recuerda tu también eres un ser diferente. ¿Crees que no se lo que sientes por ella?

─ Nosotros somos distintos a él ─acuso.

Me sorprendía las palabras de Miguel y la pregunta que le había formulado a su compañero. ¿Rafael, sentía algo por mí? Pero, no lo conocía.

─ No, no somos distintos. Nuestra misión es que ella vuelva a su vida normal. Así que olvida tu plan de hacer que olvide a uno con otro.

Los pasos acercándose me hicieron reaccionar y abrir la puerta.

Al entrar me tope a Miguel de frente.

─ Te buscaba ─mencioné apenada.

Rafael al verme, se volteo ignorándome.

─ Oh claro Elisa, vamos a la sala.

En el camino no me demore mucho en mi petición, era mejor soltarlo y pedirlo sin demoras pero si con prisas.

─ Quiero ver a Lucifer.

─ Eso aún no será posible.

─ Dijiste que era él, el que tenía que decirme ciertas cosas ¿no?

─ Aún no es momento.

─ ¡Oh Dios Mío! Me recuerdas a él ─bufé.

─ Mira Elisa, te has metido en donde jamás debiste. Disculpa que te hable con la verdad, pero jamás tendrás un final feliz con alguien que no es igual a ti. Los demonios y los ángeles debemos estar en el anonimato. Jamás debieron pasar las cosas que pasaron estos últimos días.

─ ¿Ahora me estas culpando? ─cuestione sorprendida y herida.

─ No, pero te recomiendo que te olvides de Lucifer.

─ Como si fuera tan fácil ─suspiré ─. Como si fuera fácil ordenarle a tu corazón. Como si pudiéramos romper la conexión que nos une.

Al recordar, mis ojos empezaron a arder señal que pronto caerían lágrimas por mis mejillas.

Nadie elige a quien amar, el sentimiento se da. El amor es lo que nos mantiene vivos, es como las plantas que necesitan su agua para vivir. Así pasa conmigo, necesitaba a Lucifer.

Necesitaba hablar con él, quería juntar de nuevo los pedazos de mi corazón, quería sanarlo. Quería que me explicara todo, en el fondo de él sabía que debía haber una respuesta. Solo yo conocía la faceta suya de protección y amor. A él siempre lo había catalogado como el malo, todos le echaban la culpa de sus errores.

Una vez el diablo fue ángel, pero... ¿Y si aún quedaba parte de ese ángel en él?

Nota de la Autora;

A qué Elisa, ¿Quién la entiende? Qué tóxica ¿no creen?
Pero creen al parecer tiene viva la esperanza por su amado.

DenisseVzz

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