Capítulo 10.
Post; Lucifer
Salió corriendo, su semblante al enterarse que su padre había muerto era devastador. La forma en cómo me miró, podía ver en su rostro la decepción y la tristeza.
La vi alejarse, quedando allí yo estupefacto. Pero en cuanto note que Rafael se disponía a seguirla, me acerque a él y lo tomé del brazo estrellándolo de nuevo contra la pared.
─ ¡Le cuentas lo que te conviene! ¿Verdad Rafael? ─le grite y escupí en su rostro. Lo sostenía del cuello.
Se soltó tan rápido, acomodándose la ropa con una gran sonrisa plasmada en su rostro.
─ Era hora que supiera la verdad, Lucifer. Ella verá todo lo que tú y Belcebú han hecho en el pueblo ─soltó sarcástico.
Me dirigí hacia la puerta, me disponía a ir en su búsqueda, necesitaba darle explicaciones.
Pero en cuanto iba a cruzarla, Rafael se interpuso para no dejarme salir.
─ No, no iras tras ella Lucifer. Es imposible, ella ya está con Miguel. Nosotros la protegeremos hasta que arreglemos todo lo que tus estúpidos demonios han hecho en el pueblo ─declaró ─. Dime, ¿Porqué no contarle la muerte de su padre?
─ A ti, no tengo que darte explicaciones. A ti menos que a nadie.
Rafael bufo.
─ Un demonio como tu jamás cambia, debí de sospecharlo, no se como Elisa puede estar enamorada de alguien tan egoísta. ¿Cómo pudo enamorarse de un demonio? ─preguntó.
Sus palabras me enojaron tanto, que mi mente empezó a calcular las mil maneras de destruirlo aunque me llevara a toda la Corte celestial en contra.
─ Jamás te ha preocupado, la quieres sólo para usarla pero ella ya está a salvo con nosotros ─declaró dándose la vuelta después para salir.
─ ¡¿Crees que no me preocupo por ella?! ─solté en un grito, Rafael me miró y frunció el cejo ─. Es por el único ser de quien me he preocupado. Por algo le oculte lo de su padre, ¿crees que ella soportaría enterarse que de nuevo su padre pacto un acuerdo?
─ Es mejor hablar con la verdad.
─ ¡Si claro, y tu solo le contaste lo que te conviene! No por ser un ángel, eres el héroe, el bueno de la historia ─escupí.
Ya no quería perder más el tiempo con Rafael, así que salí de la cabaña dejándolo allí. Tenía que encontrar a Elisa, si estaba con Miguel sería difícil.
Subí al carro y me dirigí al pueblo, mientras manejaba pensaba en la forma de explicarle lo que su padre había pactado. Y al mismo tiempo maldecía a Rafael por soltar aquellas palabras que sabía muy bien habían acabado con la confianza que tenía Elisa en mí.
Pero antes de llegar al pueblo hice una parada especial.
El camino era largo y desolado, al final de este se encontraba una casa vieja, al llegar los perros que cuidaban del lugar ladraron enloquecidos pero en cuanto me baje del carro sus ladridos pararon y se fueron corriendo con el rabo entre las patas.
Mis pasos era largos y rápidos, el cielo empezaba a nublarse. Era mucho el tiempo desde la última vez que me había parado en esta casa, se encontraba deteriorada, su color blanco se había vuelto nejo y empezaba a aparecer manchas verdosas y negras. Al subir los pocos escalones, estos crujían y uno ya se encontraba partido de un extremo.
Llegué a la puerta, en la estancia había una hamaca donde se encontraba un pequeño gato dormido. Toque varias veces pero nadie respondía, después de unos cuantos minutos decidí irme. Di media vuelta y baje de nuevos aquellos escalones, pero antes de llegar al último, el chirrido de la puerta abrirse llamó mi atención.
─ ¡Lucifer! ─exclamo la mujer.
En cuanto la vi, me di cuenta de lo deteriorada que se había vuelto su vida. Se veía un poco más vieja, las arrugas en su frente y bajos los ojos estaban muy marcadas, su cabello rubio se notaba quebradizo y dañado. La ropa rota y vieja.
Me sorprendía tanto verla en ese estado, hace unos meses estaba llena de vida ahora solo era una sombra de su pasado, la sombra de aquella mujer que lo tenia todo en cuanto belleza y cosas materiales.
Pero en su rostro vi, cuando sonrió y corrió a mí, para envolverme en un abrazo y empezar un llanto incontrolable, vi aquella mujer que escapó de mi momentos antes.
─ Rafaela...
─ ¡Quiero ver a mi hija, Lucifer! ─lloriqueaba en mi hombro.
─ Se escapó Rafaela.
En cuanto le solté esas palabras, la mujer me soltó y dio unos pasos hacia atrás. Me miraba con sus ojos tan abiertos.
─ ¡¿Porqué, qué pasó?! Dijiste que la cuidarías ─gritó desesperada. Llevándose sus manos hacia su boca para taparse y no dejar escapar el llanto y el sufrimiento.
─ Tuvimos un inconveniente y se entero que su padre está muerto.
─ ¡No! Juraste que jamás se enteraría, al menos no de mala forma... ─aquella mujer exclamo un sollozo, no paraba de derramar lágrimas ─. Dime que al menos no sabe porque murió.
─ No, eso no lo sabe. Quería que lo supieras, tu me has ayudado en varias ocasiones pensé que te lo debía, ahora solo quiero encontrarla ─dije.
─ Entonces vete, encuéntrala...
Rafaela, lloraba sin parar y no dejaba de apuntar hacia la carretera, los dos sabíamos del peligro que había en el pueblo. Los dos sabíamos del peligro que Elisa podía correr y más al enterarse de la muerte de su padre, sabíamos la tristeza que sentía, aunque el hombre no se mereciera aquellas lágrimas.
Me dirigí al carro dejando a la madre de Elisa atrás, subí y arranque. Saliendo a toda velocidad a la carretera y al pueblo. Me temblaban las manos, sentía un profundo coraje hacia Rafael.
Solo esperaba encontrarla y que El Señor protegiera bien a sus ángeles, porque dejaría de importarme, él acuerdo, la estabilidad y su divinidad.
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