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Capítulo 3


Faith

Mi corazón parecía salir de mi pecho, mi respiración era demasiado pesada y mis pies no daban para más. De camino al trabajo mi coche se averió, tuve que salir y buscar un taxi porque estaba llegando tarde pero no encontré nada. Por eso ahora mismo me encontraba casi corriendo con tacones de ocho centímetros y un vestido ajustado, miraba la hora a cada nada, faltaban algunas cuadras y estaba sobre los quince minutos tarde.

—¡Oh, Dios, no llegaré nunca!

Estaba sudada, había perdido todo el glamour con el que salí de casa y con el miedo latente de que quizá ahora si conocería al tan temido y mencionado mal carácter del señor McConnell.

Las puertas de la enorme residencia me recibieron, hasta donde tenía entendido antes este lugar era su residencia donde también atendía todo lo relacionado con su labor, pero al parecer a su esposa eso no le gustaba y pidió que se mudaran a otro lugar para mantener su intimidad lejos del trabajo.

—¡A mi oficina, señorita Petterson! —exclamó el señor McConnell con su potente voz desde el umbral de su oficina.

Dejé mi bolso en el escritorio y me apresuré a entrar, ni siquiera me dio tiempo para ir a beber agua, tenía mi garganta demasiado seca por lo que relamía mis labios a cada segundo.

—Siento llegar a esta hora, señor, tuve un inconveniente con mi auto y... —alzó su mano como señal para que me callara, su semblante era serio como de costumbre.

—Evite las explicaciones que de igual modo no le creeré, no hay excusas para ser tan irresponsables como el llegar cuarenta minutos tarde, sino fuera porque Baker me pidió que le diera el puesto usted ahora mismo estuviera despedida.

Traté de mantenerme serena como si el que me hablara con la voz alzada no tuviera efecto en mi.

«¿Cómo se sentirá esa gran mano alrededor de mi cuello mientras...?» «¡Basta!» me reprendí tan pronto el pensamiento cruzó por mi cabeza, era una desfachatez de mi parte estar pensando ese tipo de cosas mientras mi jefe me gritaba las razones que tenía para despedirme.

—...Y si quiere preservar el empleo más le vale que esto no vuelva a repetirse. No trabajo con gente incompetente e irresponsable. Ahora retírese a hacer su trabajo —Señaló la puerta mirándome como si fuera un insecto.

—No se volverá a repetir, señor. Téngalo por seguro.

No dijo nada y sólo desvió su mirada a su laptop, me apresuré a salir encaminándome a la cafetería para beber toda una botella con agua, me sentía deshidratada y con mis piernas ardiendo por tan larga caminata.

«Maldito» pensé al caer en cuenta que llamó incompetente como si a él nunca se le hubiesen atravesado inconvenientes.

De mala gana regresé a mi puesto para hacer todas las actividades requeridas, revisé su agenda y vi que tenía un almuerzo con el señor Moore, miré la puerta de su oficina dudosa si ir a recordarle o no.

Me levanté decidida pero en eso el teléfono de la oficina comenzó a sonar, para mi sorpresa era la secretaria del señor Moore que llamaba para cancelar la reunión y pedir que la agendaran para la siguiente semana.

Con las manos temblorosas di dos suaves toques en la puerta, pero sólo recibí silencio como resultado, volví a intentarlo.

—Adelante

Abrí la puerta entrando a aquella estancia donde sentía asfixiarme con su presencia, me acaloraba su mirada y la manera en que me escrutaba, en cómo los músculos de su brazo se marcaban por sobre su saco, era difícil no desviar la mirada a ellos y no relamerse los labios.

—La secretaria del señor Moore acaba de llamar para cancelar la reunión en el almuerzo, pidió re agendarla para la próxima semana.

—No, la próxima semana estaré en el congreso y no tendré tiempo. Agéndalo para cuando tenga tiempo

—Pero eso es hasta dentro de un mes.

—Avísale a su secretaria, para cancelar una cita conmigo tienen que pensarlo muy bien —Soltó con mal humor, solo asentí y le pregunté si se le ofrecía algo más pero negó con la cabeza y me ordenó que lo dejara solo.

Hice todos los preparativos para el viaje del domingo, las reservaciones estaban hechas y sólo debían ponerme de acuerdo con él para hacer la agenda de esa semana.

—Faith, espérame —hablaron a mis espaldas cuando iba camino a la cafetería, me detuve y me giré a ver a Anne que trataba de alcanzarme.

Comimos juntas en una mesa que compartimos con otros de los empleados, quienes comenzaron a hacer chistes del señor McConnell y de su mal carácter, se tenían mucha confianza entre ellos como para imitar al jefe a modo de burla. Me removí incómoda queriendo marcharme de ahí, no me gustaba ser partícipe de este tipo de cosas, podría traer consecuencias y lo que menos quería era perder mi trabajo.

—¿Te vas ya? —preguntó Anne cuando me vio levantarme y recoger la bandeja

—Si, tengo mucho trabajo por hacer.

—Uf, tú eres la que más mal la pasas, o bueno la que más mal la pasarás —comentó uno de ellos

—¿Por qué lo dices?

—Porque pasarás mucho tiempo con él, aguantarás su mal carácter y su trato tan déspota, la mayoría de sus asistes no le duran. No es por desearte mala suerte pero yo no te calculo más de dos semanas —los demás rieron con lo último que dijo, forcé una sonrisa y asentí, no dándole importancia a sus opiniones que al final no me servían para nada.

—¿Si?

—De hecho, yo digo que renuncias al regresar de Washington —opinó otro

—Yo digo que no aguanta la semana —se rió una mujer mirándome de una extraña manera, reparé en ella, no la había visto y de no ser porque movió su boca estaba segura que nunca lo hubiera hecho. No tenía aspecto de ostentar un cargo importante.

—Yo si le tengo esperanzas —dijo Anne regalándome una sonrisa, asentí hacia ella por su manera de querer ser amable o quedar bien conmigo.

—Si me disculpan, me retiro a trabajar.

Me giré dejando la bandeja junto a las otras, regresé a mi escritorio tomando mi libreta y volviendo a tocar su puerta.

—Señor, debo organizar su agenda para la próxima semana. La anterior asistente no dejó avanzado nada y yo aún no conozco sus actividades —no dejó de mirarme en ningún momento, no disimulaba ni un poco al pasear sus ojos por mi cuerpo y detenerse en mis labios.

—Siéntate —con la tinta en su mano señaló una de las sillas frente a mi, le obedecí de inmediato acomodándome frente a él, fijándome que el vestido al ser ajustado se deslizó hacia arriba mostrando gran parte de mis piernas. Por alguna razón no me molesté en acomodarlo, sino que en su lugar crucé mis piernas y acomodé la libreta y encendí la pequeña grabadora que colgaba de mi cuello.

Lo vi levantarse de su silla y rodear la mesa, recostándose sobre el filo de esta. No bajó su mirada a mis piernas, la mantuvo en en mis ojos escaneándome como si buscara algo en mi, quizá alguna muestra de coquetería, pero por mucho que me gustara no lo iba a hacer, no sería tan descarada al coquetear abiertamente con quien solo llevaba tres días de ser mi jefe.

—A primera hora del lunes tengo que estar en el Capitolio, pasaré todo el día allí por lo que no te apures con la agenda, si se presentan reuniones inesperadas te harás cargo de agendarlas en un horario que no interrumpa con mis deberes.

Asentí, mientras apuntaba que estaría en el Capitolio, estaba tan nerviosa que no era capaz de mantenerle la mirada y tampoco le confiaba algo a mi mente tan desmemoriada, de la cual no dudaba que olvidara lo que me acaba de decir. Al levantar la vista me encontré con la suya sobre mis piernas, no pude evitar medio sonreír de lado al haber logrado mi objetivo.

—¿Es todo, señor?

Desvió su mirada disimulando, se quedó pensativo por un momento para después asentir.

—El domingo a las cinco de la tarde partiremos, te presentas en la pista privada.

Me levanté para salir pero detuve mi intención al recordar que no sabía dónde era.

—Eh, señor, desconozco la ubicación del lugar.

—Te la haré llegar —respondió permaneciendo en aquella postura relajada.

—Sino necesita nada más, me retiro.

—Adelante

«Cálmate, cálmate. Piensa en Jesús y elimina todo pensamiento impuro de tu cabeza» me decía a mi misma mientras caminaba a la salida con sus ojos sobre mi, no era necesario voltear para confirmarlo, la intensidad de su mirada era tan fuerte que la podía sentir.

Pasé de largo de mi escritorio para ir al baño, necesitaba refrescar mi rostro, es más, mi cuerpo entero lo necesitaba.

La abstinencia estaba jugándome una mala pasada, si, eso era. Porque ¿cuándo he tenido ese tipo de pensamientos por alguien que no es mi novio? ¿cuándo un hombre que no sea Aiden me había puesto a temblar con una sola mirada? «Nadie, sólo él»

Pasé el resto del día tratando de limpiar mis pensamientos, lo mejor era que contestara de una vez por todas a Aiden y dejara de estar pensando en otros hombres.

Regresé a casa en taxi, el auto estaba en un taller después que lo fueron a recoger, esperaba que pronto lo arreglaran o sufriría esperando por taxis. Preparé mi cena y me acomodé frente a la tv, mañana era sábado por lo que no tenía que preocuparme por levantarme temprano.

Mi móvil comenzó a sonar, como de costumbre, mi novio era el remitente. Sin ganas aparté la comida y acepté la llamada. No dije nada y sólo esperé a que él lo hiciera.

—¡Al fin contestas, mi amor! —«Mi amor» ese sobrenombre sólo lo usaba cuando la cagaba.

—Hola —fue lo que atiné a responder

—Estaba preocupado, ¿cómo estás?

Bien

—¿Qué pasó, cielo?

Deseaba tenerlo cerca para darle una patada en los huevos y luego irme.

—¿En serio lo preguntas, Aiden? —pregunté siendo irónica

¿En serio no comprendes cómo es mi trabajo, Faith? —se puso a la defensiva utilizando ese tono indignado que tanto odiaba

—Si, lo comprendo. Lo que no comprendo es cómo mi novio prefirió irse a Las Vegas con sus amigos y dejarme plantada como una estúpida. Así que no me vengas con tus desfachatez de querer hacerte la víctima de que no te comprendo cuando eres tú el que me hace a un lado.

Hubo silencio al otro lado de la línea por varios segundos, los cuales se hicieron eternos.

Lo siento —dijo al fin —no debí mentirte, pero es que sabía que no me entenderías. Estaba estresado, hacía mucho que no salía con mis amigos y llevábamos planeando esto desde hace un tiempo.

Eso me dolió aún más.

—Quieres decir que nunca estuvo en tus planes venir a verme —un nudo se formó en mi garganta.

—No, cuando te mencioné que tendría libre unos días tu asumiste que iría contigo y no quise quitarte la ilusión, mucho menos que te enojaras conmigo.

Tragué grueso y agité mis pestañas tratando de espantar mis lágrimas, no iba a llorar. No era una cría a la que por primera vez le rompían el corazón.

—Bien, supongo que no hay nada que hablar. Sino te importa, quiero descansar.

—Faith, no te pongas así...

—Hasta luego Aiden.

Mi amor, no... —corté antes de que terminara la frase.

Siempre lo mismo, sus amigos no podían esperar pero yo si. Ellos siempre son más importantes, les da mucha prioridad y jamás les falla a cada plan que hacen. «Perfecto» pensé enojada e indignada, mientras yo me sentía culpable por estar pensando pecaminosamente en otro hombre, él salía con sus amigos y dejaba que la prensa levantara rumores de relaciones con otras chicas, rumores que no se molestaba en desmentir. «Es un imbécil»

...

El domingo por la mañana me levanté de mal humor, me dolía la cabeza, al igual que todo mi cuerpo estaba tensionado. No había tenido un buen fin de semana, el día anterior me llegó un aviso de pago por la cuota de la casa, a penas y había iniciado a trabajar, no vería el pago hasta fin de mes.

—¡Uy! Parece que alguien tuvo una pésima noche —dijo Rebecca llegando con una mochila en su mano.

—No tienes idea —murmuré aventándome en el sofá y viéndola con somnolencia desde mi ubicación.

—Bébete un café bien cargado porque hoy pasaremos el día avanzando en los preparativos.

—Pensé que vendrías ayer, te estuve esperando.

—No pude, pasé todo el día con la familia de George.

Asentí

—Lamento desilusionarte pero hoy no podré ayudarte, por la tarde tengo que abordar un avión con mi jefe.

La desilusión se plasmó en su rostro y me dio pesar no ayudarla, pero no podía desgastarme antes de tiempo.

—Está bien, entiendo.

—Pero un desayuno si te lo acepto —musité levantándome del sofá al verla asentir con entusiasmo.

—¿Qué esperas para irte a cambiar? Porque con esas fachas no salgo contigo ni a la esquina.

Llevé mi mano a mi pecho fingiendo indignación.

—Eres una pésima amiga.

—Soy la mejor.

Y lo era.

Salimos a comer unos hot cakes, después dimos una vuelta por las tiendas cercanas, no tenía muchas ganas de comprar, no quería alterar mi presupuesto puesto que la situación no estaba para eso.

—Relájate, pronto recibirás tu sueldo y podrás pagar esas últimas cuotas. Aunque sino fueras tan orgullosa ya fuera tuya desde hace mucho

—Lo que tengo es por mis méritos y así seguirá siendo. No quiero su dinero.

—Es entendible pero... —selló sus labios y permaneció pensativa, como si estuviera debatiéndose si decir algo o no.

—Suéltalo

—Es que ya no somos unas jovencitas, Faith, lo que sucedió fue hace unos años y tus padres no son los culpables de lo qué pasó. Fue tu hermana

Me quedé mirando a un punto fijo por unos momentos, tenía razón y por el mismo motivo es que aún seguía en contacto con ellos.

—Pero no me creyeron, Rebecca. Tú lo sabes muy bien, para ellos si tuve una aventura con mi cuñado.

—Pero tú y yo sabemos que no fue así, y el que te mantengas lejos sólo los hace creer que te sientes culpable.

—¿Eso han dicho? —pregunté volteando a mirarla fijamente, casi nunca tocábamos ese tema y nunca la dejé que me hablara de lo que decían de mí en casa.

—Fue lo que dijo Lauren en la última reunión a la que fui, y eso fue hace sus meses. —hizo una mueca —Es una perra, dijo eso porque sabía que te lo diría. Cito sus palabras, "Faith sólo nos confirmó lo que hizo con mi marido al alejarse. Todos en la familia sabemos que se siente culpable"

Me mordí la lengua con el montón de maldiciones que quería soltarle, era mi hermana pero para mi hace mucho dejó de serlo. Después de que se inventara que me había acostado con su marido, dando entrevistas a revistas importantes del país relatando el infierno que fue pasar por esa situación, haciéndose víctima y acusándome a mí de traicionar a su sangre.

Recordar eso me trae pésimos recuerdos, mis padres estaban enfurecidos al igual que mis hermanos, me trataron horrible, humillándome e hiriéndome con palabras que jamás voy a olvidar.

«Eres una zorra, siempre lo supe. Poppy tenía razón al decir que te le insinuabas a su marido» «Eres una vergüenza y has traído la desgracia a esta familia» eso me dijo mi madre al llegar a casa, ni siquiera me dejaron explicar nada, sólo se dedicaron a juzgarme.

—Aún no entiendo los motivos de Lauren para hacerte eso. Estabas en lo mejor de tu carrera, estabas desempeñándote muy bien en tu cargo de vicepresidente de la empresa y de repente salió con eso.

Yo si lo sabía pero nunca quise compartirlo con nadie. Me apenaba decir que mi hermana y yo siempre vivimos en una constante rivalidad de demostrar quien era la mejor, ambas queríamos ese puesto en la empresa, dado que mi hermano mayor tendría la presidencia al ser el mejor preparado de todos.

Con Jake, mi cuñado, éramos muy buenos amigos desde la universidad. No supe en que momento conoció a mi hermana, fue todo un shock para mi cuando se presentó en casa como el novio de Lauren.

—O sea, siempre supe que sentía celos de tu amistad con Jake pero de ahí a planear semejante cosa, porque aún sostengo que él fue parte de esto.

—No lo sé, Rebecca. Aún no recuerdo nada de lo qué pasó esa noche.

—Es que cada vez que lo recuerdo me lleno de ira, cada que tengo frente a mi a ese par de escorias me dan ganas de retorcerles el cuello.

Sonreí.

—Hablé con Aiden anoche —le cambié el tema, no quería seguir debatiendo aquello que seguía poniéndome mal. Porque esas lagunas en mi cabeza no me dejaban tranquila y pasaban noches enteras pensando en ¿qué pasó esa noche?

—Ese es otro hijo de puta al que quiero retorcerle el cuello. Dime, ¿qué excusa te dio esta vez?

Le solté todo lo que me dijo y lo que pensaba al respecto, ella me apoyaba y compartía mi opinión, animándome a darle fin de una vez por todas a esa relación que no hacía más que desgastarme.

—Lo haré, le dejaré en claro todo porque esto no puede seguir así. Y si él no hace nada para solucionarlo yo no podré seguir más.

—Sea cuál sea tu decisión estaré para ti —se levantó de su silla para abrazarme.

—Gracias, Rebecca.

—Ahora volvamos a casa porque supongo que aún no has preparado tu maleta.

Sonreí mostrando mis dientes y sacudí mi cabeza.

—Sabes la pereza que me da hacer eso.

—Andando, tienes que impresionar a toda la gente que te rodeará, la asistente del Presidente pro tempore tiene qué lucirse no sólo por su inteligencia, sino en relucir ese atractivo que pone a los hombres a temblar.

—Incluso mi jefe —solté una pequeña carcajada cuando se volteó a verme con los ojos agrandados y su boca abierta en total sorpresa

—Nooo —alargó la o —¿Es en serio?

—Si, lo he pillado varías veces observándome.

—Uff, es que como no verte —se llevó la mano a la boca tapándose la risa perversa —y ni hablar de ese hombre, es el divorcio en persona.

—No te lo discuto, eh. Ese hombre es... —hice una pausa meditando una palabra que describiera todo lo que era.

—Es como un dios —terminó por mi.

—Si y es una pena que esté casado.

—Si, y ella también es realmente hermosa.

No me extrañaba, alguien como él era obvio ese hecho.

—¿Quién es ella? —pregunté con curiosidad

—Giorgia McConnell, ¿no te suena? —negué con mi cabeza, casi nunca veía noticias o revistas. Estaba traumada con esas cosas —es una modelo reconocida. O tal vez la conozcas por su apellido de soltera, Griffin.

Hice memoria pero no la recordaba de nada, no solía hacerlo con personas que no eran de mi interés.

—No, ni idea.

—Es muy bella, aunque se rumorea que su carrera está llegando a su fin.

—¿Por qué? ¿Está embarazada o...?

—Por su edad, está cada vez más cerca de los cuarenta. Ha durado bastante en pasarelas, las agencias muchas veces prefieren modelos jóvenes.

—Oh, no sabía que sobrepasaba los treinta.

—Tiene treinta y cinco, posee un cuerpo glamoroso, se cuida mucho. Por eso mismo decidió no tener hijos.

Alcé mis cejas

—Se dice que ese fue el motivo por el que estuvieron a punto de divorciarse.

—¿El Senador si quería hijos?

—Si, o al menos eso dijo su padre al mío.

Vaya dato, no veía al señor McConnell como padre, a simple vista era un hombre demasiado serio.

—Que difícil situación.

—Si. Pero como después se metió a la política decidió seguir con su matrimonio para dar una buena imagen.

Llegamos a casa subiendo directamente a mi habitación para empacar la ropa que llevaría. Seleccionaba mi ropa interior mientras la escuchaba contarme todos los chismes que se sabía de ellos.

—No entiendo cómo es que no sabías de él, ¿no votaste por nadie?

—En ese tiempo estaba en Paris, ¿lo recuerdas?

—Si, cierto —se quedó en silencio por un momento viéndome elegir mi lencería —¿Me he perdido de algo?

—No

—¿Y por qué estás eligiendo lencería tan sexi si estás en celibato hasta nuevo aviso?

Desvíe mi mirada maldiciendo por lo bajo cuando sentí mis mejillas encenderse.

—¡Oh por Dios! ¡Dime que no es lo que estoy pensando!

Voltee a verla con frustración.

—No aguanto esto, estoy desesperada y no creo poder seguir aguantando esta tortura —estaba pasmada mirándome como sino me conociera —lo mejor será que acepte esa relación abierta que muchas veces me propuso Aiden.

—Sabes lo que opino de esas relaciones.

—Somos adultos y tenemos nuestras necesidades.

—Siempre y cuando mantengas alejadas tus emociones.

—Solo será una aventura de una noche —eso tendría que bastarme para controlarme, debía detener esos pensamientos y sueños húmedos con mi jefe, sino no soportaría la tentación que ese hombre era.

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