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Capítulo 18



Faith

Desperté sintiendo sus enormes brazos rodear mi cintura, con sumo cuidado me deshice de ellos para apresurarme al baño a vaciar mi estómago, desde que me desmayé en la empresa he quedado débil y teniendo algunos episodios de mareos y náuseas. Debía ir al médico a chequearme, el estrés me mataría si seguía tan descuidada como siempre.

Lavé mi boca llenándola de pasta mentolada queriendo eliminar ese horrible sabor de mi boca. Siempre que me encontraba bajo tanta presión me pasaban este tipo de cosas, mi cuerpo se debilitaba, mi estómago no resistía la mayoría de las comidas o no me daba hambre, y mi cabeza sufría unos espantosos dolores de cabeza.

—¿Estás bien? —preguntó con voz adormilada apareciendo por el marco de la puerta sin tener pudor alguno por su desnudez.

Asentí con mi cabeza escupiendo la espuma en lavado.

—Si

—No lo parece —torció su gesto —estás pálida.

—Vomité un poco, nada de qué preocuparse.

—¿Segura?

—Si, el estrés me pone de esta manera. —Y la depresión también, pero eso era algo que no diría.

Pareció no muy convencido con mi respuesta pero asintió y no añadió más del tema, se pego a mi espalda y enterró su rostro en mi cuello, sin haber besos, sólo disfrutando del calor que mi cuerpo emanaba.

—¿Nos damos un baño? —preguntó sacando su rostro y con una sonrisa pícara en su expresión.

—¿Solo un baño? —fingí decepción y lo que recibí un fuerte apretón en mi trasero.

—Sabes que no —tomó mi mano jalándome a la ducha y abriendo la regadera dejando que el agua fría empapara nuestros cuerpo, se mantuvo cerca de mi cuerpo repartiendo besos y murmurando cosas que sólo me hacían calentarme y encender un fuego que ni el agua era capaz de apagar, sólo él.

Me ayudó a restregar mi cuerpo mientras yo hacía lo mismo con el suyo, la vehemencia con la que sus ojos me miraban me hacían sentir especial, como si fuera la mujer más hermosa del mundo, la más sexi y la más sensual.

Mattew con una sola mirada devoraba mi cuerpo, no había necesidad de que tocarme para tenerme a sus pies y lo que más me fascinaba de todo esto es que yo tenía el mismo poder sobre él, con un solo gesto lo tenía a mi entera disposición.

—¿Qué me estas haciendo, Faith? —murmuró después de haberme dado un paseo a las estrellas, o bajarlas para mi, luego de tocar cada rincón de mi y enloquecerme con cada roce, con cada palabra y con cada beso. Me estaba comenzando a sentir suya, mi cuerpo respondía a su entera voluntad y eso no podría gustarme más.

«Es peligroso» me recordaba mi subconsciente, y si, lo era, pero esto se estaba saliendo de mi control, ya no podía mandar órdenes a mi corazón para que no se enloqueciera con tan sólo observarlo, que mis ojos los buscaran a cada nada y que mi cuero quisiera estar unido al suyo en cada momento.

—Volaremos directamente a Washington desde aquí —dijo cuando estaba terminando de vestirme.

—No tengo ropa adecuada, a penas y empaqué ropa de playa. Necesito ir a Los Ángeles.

Hizo una mueca y negó con la cabeza.

—Sería demasiado tiempo, es mejor que compres algo adecuado allá.

—No es una mala idea pero temo que no puedo darme el lujo de gastar dinero innecesario.

—¿Quién dijo que tú las pagarías? —besó mi boca para que evitara negar su propuesta —Y no acepto un no por respuesta.

—Está bien, prometo compensarte con lo que más te gusta —murmuré contra sus labios.

—¿Si? Eso suena interesante, señorita Petterson.

—Estoy segura que le encantará —le di un último beso antes de separarme y terminar de arreglarme, dentro de una media hora subiríamos a su Jet privado para volar a Washington y descansar lo necesario.

Él se adelantó a bajar con las maletas mientras hacía unas llamadas, casi todo el tiempo se mantenía con el teléfono al oído con temas referentes a los negocios, problemas que necesitaban de su atención y sólo él podría solucionarlos. En el poco tiempo que llevaba con él admiraba cómo se hacía cargo de tantas cosas al mismo tiempo, era un gran hombre de negocios que conseguía todo lo que quería, sus negocios iban bien y generaban muchos ingresos según había logrado ver.

Extrañaba mi vida como empresaria, usar mis métodos para conseguir que los demás hicieran lo que mejor me convenía, pasar mi vida haciendo lo que me gustaba y aportar un poco al cambio en el mundo, mientras estuve en la empresa de papá tomaba de mi tiempo libre en las fundaciones que apoyaban a la mujer, de cerca me tocó ver el sufrimiento de algunos y era ahí donde me daba cuenta de lo afortunada que había sido al tenerlo todo de pequeña, el amor y el apoyo de mis padres nunca me faltó, aún cuando se suponía que había traicionado a mi hermana con lo más sucio mis cuentas bancarias siguieron recibiendo el dinero de las acciones que poseía en la empresa, siguieron comunicándose  conmigo y pidiéndome que volviera. No eran los mejores pero hicieron todo a su alcance por darme la mejor infancia.

Mi resentimiento con ellos fue por no haberme dado la oportunidad de hablar, ni quisieron escucharme cuando tenía el derecho de dar mi versión de lo sucedido. Mi hermana a pesar de lo mucho que me difamó no la odiaba, pero el presentimiento de que tuviera que ver con lo ocurrido me impedía perdonarla y quererla.

Cuando bajaba las escaleras recibí las notificaciones de mi celular, tenía muchos mensajes y llamadas de mis padres, hasta de mi hermano pidiéndome que habláramos y preguntando dónde estaba. Seguramente habían vuelto a Los Ángeles para buscarme en casa, no quería seguir huyendo de la situación pero por el momento no quería verlos, primero debía saber todo lo qué pasó para después enfrentarlos.

Salí al jardín encontrándolo de espaldas a mi sentado en una de las sillas de la mesa en el jardín, el desayuno estaba servido y el olor me provocó demasiado. Era delicioso que hizo a mi estómago gruñir.

Me acerqué a él para darle un beso en sus labios los cuales siempre me recibían con las mismas ganas, tomé asiento a su lado y me serví del jugo de maracuyá (también conocida como la fruta de la pasión)

—¿Cuántos días estaremos por allá? —pregunté probando el tocino

—Hasta el jueves, volaremos en la noche de regreso a Los Ángeles, preparas tu maleta y nos vamos a Bora Bora.

Mordí mi labio inferior conteniendo la emoción que sentía por viajar y estar tanto tiempo en compañía con él, sabiendo lo que significaba compartir tantas horas a su lado.

—Es un buen plan —le guiñé un ojo —estoy ansiosa por presumir mis vacaciones, hace mucho no subo contenido a mis redes y como dije, ahora mismo necesito mantener la atención de todos.

—Por mi bien.

Terminamos de desayunar y subimos al avión manteniendo conversaciones de negocios durante todo el vuelo, no de la manera más profesional porque cuando estábamos a solas de nos dificultaba tener nuestras manos quietas y nuestras bocas separadas.

—¿A dónde vamos? —pregunté al no reconocer las calles que nos llevarían al hotel.

—Hay ropa que comprar, ¿lo recuerdas?

Sonreí asintiendo, claro que lo recodaba pero no pensé que me acompañaría. Nunca había hecho compras en compañía de un hombre que no fuera mi hermano o George que solía acompañarnos a Rebecca y a mi. Con Aiden nunca pude porque el miedo a que las cámaras nos encontraran juntos y terminaran con mi perfil bajo eran demasiado grandes.

El auto se detuvo frente a una prestigiosa tienda, él me alentó a bajar y seguirme manteniéndose a mi lado sin tocar mi cuerpo, me sorprendí al encontrar el lugar solamente con los empleados que nos recibieron bien, con champaña y con trajes de mi talla previamente seleccionados.

—¿Reservaste este lugar? —reí mirándolo de reojo mientras paseaba por toda la ropa encantada con todo lo que miraba.

—Si, debemos mantener el perfil bajo, ¿recuerdas?

—Bueno sólo no era necesario que vinieras —hizo una mueca dándole un trago al whisky que le habían servido.

—¿No me quieres aquí?

Volví a reír sacudiendo mi cabeza.

—No estoy diciendo eso, me encanta que estés aquí y me ayudes a elegir la ropa que luego tú quitarás —me acerqué a besar suavemente sus labios que sabían a whisky.

—Anda, pruébate todo lo que te guste.

Me volví a la ropa más emocionada probándome todo el atuendo que fuera de mi gusto, terminé eligiendo más del que necesitaba ante su insistencia de darme todo lo que me gustaba, elegí zapatos, pantalones de sastre, blazers, algunos corsé y vestidos. En fin, casi todo un guardarropa.

—¿Eres así con todas tus amantes? —pregunté cuando sus guardas recibieron todas las bolsas y las metían en el coche, él sonrió y negó.

—Nunca he tenido una por tanto tiempo, normalmente les pago por los servicios con efectivo.

—Contigo es de pagarte a ti, no es un trabajo complacerte, es un gusto.

Él rió tomando mi mentón y acercarlo a su boca para devorarme con sus deliciosos labios.

—Quizá para ti lo es pero no para otras.

—No seas modesto, si fueras mi cliente te hiciera descuento.

Rió

—No serías una buena... —prefirió no terminar la oración —En ese negocio lo que se busca es el dinero, el placer es un plus.

—Tienes razón.

Al llegar al hotel lo primero que hice fue darme un baño y ponerme cómoda para salir un rato al balcón y disfrutar del aire fresco. Le pedí a Mattew que me tomara algunas fotos para subirlas a mi Instagram, en cuestión de minutos tenía miles de reacciones y comentarios. En la mayoría mencionaban a Aiden pidiendo que subiera fotos con él, lo cual no sucedería.

—¿Tienes redes Mattew? —pregunté tomando una de las manzanas del frutero que yacía sobre la barra.

—No —contestó de inmediato

—¿Por qué?

—No tengo tiempo para trivialidades.

—Entendible.

Cenamos juntos en el restaurante del hotel, más tarde pasamos un rato al bar donde él sólo se sentó en la barra a verme bailar, movía mis caderas dejándome llevar por el ritmo de la música, sentía su mirada sobre mi cuerpo lo cual me alentaba para seguir seduciéndolo con mis movimientos. A cada nada las chicas se le paseaban por enfrente, algunas más atrevidas se acercaban a conversarle y dejar alguna insinuación.

—Él está conmigo, chica —dije llegando a su lado cuando una mujer demoró más de lo que las otras lo hicieron, su intensidad lo tenía tenso por eso decidí venir a rescatarlo.

«O porque no soporté tanta atención de las mujeres hacia él»

—Eso quisieras —se me burló —es conmigo que está, ¿cierto, guapo?

La miré divertida cuando él rodeó mi cintura con su mano, le guiñé un ojo a la chica antes de apresar los labios de mi hombre con voracidad, remarcando que él era mío, o al menos por este momento. Sus manos de colaron por el interior de mi vestido pegándome a él, ahogué un gemido cuando mordió mi labio inferior haciéndolo sangrar un poco y succionar la sangre.

—Volvamos a la suite —murmuró contra mis labios —sólo siente como me tienes, preciosa.

Se restregó contra mi dejándome saber cómo estaba, yo también estaba deseosa de volver a tenerlo entre mis piernas pero quería disfrutar de él de otra manera que no fuera tener sexo.

—Solo si bailamos la próxima canción —propuse cuando escuché que la que sonaba estaba a punto de terminar.

—No, yo no bailo.

—Ven —tomé de la mano jalándolo a la pista —no seas aburrido.

—Sabes que soy de todo menos aburrido —rodeó mi cintura pegándome a él para inclinarse a tomar nuevamente mis labios.

Baila Conmigo de Tiesto sonó por los altavoces, me alejé de él sonriéndole con picardía mientras mi cuerpo comenzaba a moverse, sus ojos me seguían, sus manos tomaron mis caderas cuando le di la espalda para pegar mi cuerpo al suyo sin dejar de bailar, sentía su desesperación y le letra de la canción no es como que ayudara mucho, mi imaginación voló trayendo a mi cabeza todos los momentos candentes vividos a su lado.

—Me estás torturando, Faith —susurró en mi oído mordiendo el lóbulo de este.

—Calma, sólo un rato más.

Para mi sorpresa no volvió a insistirme, me dejó bailar alrededor de su cuerpo logrando contagiarlo un poco y acompañarme en algunas canciones. Cuando volvimos a la habitación estábamos tan calientes que no hubo necesidad de preludios, estábamos tan ansioso el uno del otro que no nos dio tiempo de quitarnos la ropa.

Mi garganta ardía de tanto gritar de placer, mi cuerpo sudoroso se compasaba tan bien con el suyo, nuestras bocas no se separaban nunca y mis oídos amaban oír sus gruñidos y jadeos masculinos. Mi cabeza memorizaba cada gesto que sería imposible de olvidarlos, no había ningún otro hombre que no fuera él, no sabía a qué me llevaría todo esto y realmente no estaba preparada. Pero si tenerlo así todo el tiempo no me importaba seguir adentrándome a las aguas profundas de lo incierto. Cada momento con él valía la pena de cualquier consecuencia venidera.

...

La semana estaba pasando bastante a mena, seguía al margen de la prensa, no había dado ninguna declaración, seguía contactando a todos los que trabajan en las mejoras de la empresa, en unas semanas más me presentarían ante la junta como la nueva presidenta de Tentation. Eso me tenía bastante nerviosa y ansiosa, trabajar en algo que era mío me enorgullecía y me haría dar lo mejor de mi, quería demostrarme a mi y luego al mundo de lo que era capaz.

Willow me ayudaba con algunos asuntos legales, puesto que me había prestado a su equipo para que se encargaran de todos los papeleos. A Mattew preferí no molestarlo, él tenía suficiente trabajo como para molestarlo con él mío.

El jueves por la tarde recibí una llamada de madre directamente del teléfono de la oficina.

—Necesitamos hablar contigo, hija —había dicho luego que descolgara el teléfono.

—¿Cómo conseguiste este número? —me sorprendí —bueno, no importa, sino es por asuntos que requieran al señor McConnell es mejor que cuelgue, otro asunto no lo atenderé en horarios de trabajo.

—Faith, hija, hay muchas cosas que conversar, no huyas más por favor.

—No tengo tiempo, pase buen día, señora Petterson —dije antes de colgarle, no quería oírlos, era su hija y al menos esperaba de su parte el beneficio de la duda, pero nunca me lo dieron. Prefirieron quedarse con una versión y descartar la otra sin siquiera oírla.

Revisé la agenda de Mattew y me detuve en la de fechas especiales que recuerdo me había mencionado la antigua asistente, el aniversario con su esposa era este domingo, mismo día en el que regresaríamos de Bora Bora. Bonito regalo le daría a su esposa.

Por alguna razón me alegraba que pasara ese día conmigo, sabía de la situación con su esposa por la cual no me molestaría en organizarle nada.

Por la tarde volvimos al hotel para recoger nuestras maletas y regresar a nuestra ciudad, al subir al jet y tomar nuestros respectivos asientos pedí algo de jugo de frutas para que me refrescara, mis piernas ardían del cansancio.

—Gracias —agradecí a la azafata tomando el vaso de jugo, me deshice de los tacones y subí mis pies sobre sus piernas, no me rechazó el gesto, en su lugar posó una de sus manos sobre mis piernas sin dejar de mirar el móvil.

—¿No tendrás problema con tu esposa? —pregunté luego de un momento

—¿Por qué los tendría? —frunció el ceño —Jamás le doy explicaciones de adónde voy, casi nunca estoy en casa, sólo somos días conocidos viviendo bajo el mismo techo.

—Y compartiendo cama —añadí con un gesto amargo, me molestaba eso. Mi parte egoísta me hacía quererlo solo para mi aún sabiendo que eso nunca sucedería.

—De hecho no —contestó con tranquilidad

—¿No?

—Antes si, bueno, compartíamos habitaciones pero no dormíamos en la misma cama. La mayoría del tiempo no estoy en casa por lo que nunca pensé en mudarme de habitación por completo, hasta hace unas semanas.

—Debo decir que oír eso es de mi absoluto placer.

Él sonrió

—Claro que si.

Unas horas más y aterrizamos en Los Ángeles, pasó dejándome en mi casa donde Rebecca ya me estaba esperando, le había avisado porque necesitaba hablar con ella y tener una conversación cómo se debía, no me gustaba distanciarme de ella.

Cuando me vió corrió a abrazarme, terminamos llorando como las sensibles que éramos.

—Prometo no volver a enojarme por tonterías, el asunto no tenía nada que ver conmigo.

—No te culpo, lo que hago no está bien y no debí mentirte.

—En eso estoy de acuerdo.

Reímos y pasamos a la cocina donde me aguardaba con café y panecillos, platicamos por horas de los preparativos de su fiesta, le hablé de las vacaciones que me tomaría con Mattew y me ayudó a preparar las maletas, si el asunto le disgustaba no lo demostraba.

—Toma muchas fotos del lugar, con George aún no nos decimos a dónde ir en nuestra luna de miel.

—Esa es una decisión demasiado difícil considerando los lugares tan hermosos que existen. En mi opinión deberían elegir un sitio donde nunca hayan visitado y que siempre han querido ir.

—Sería una agradable experiencia. Le diré a George que haga una lista y yo haré la mía y veremos si coincidimos en un lugar al que ambos queramos ir. No quiero que acepte uno solo por complacerme.

Rebecca esa noche se quedó en la habitación de invitados, donde afortunadamente no había nada que le perteneciera a Aiden, lo cual era bueno porque no quería verlo hasta que sanara por completo.

Por la mañana con mi amiga preparamos un rico desayuno mientras aguardaba por Mattew quien ya venía en camino.

—¿Has pensado en la reacción de Aiden si se entera de esto?

—Si, y ninguna es buena.

—En mi opinión, él se lo merece. No creo en su cuentecito, para mi que ese hombre lleva siéndote infiel desde hace mucho tiempo.

También creía lo mismo pero jamás tuve una prueba más allá de mi intuición, pero no podía acusarlo de algo sin tener con qué refutar.

—¿Aún lo amas, Faith?

Esa pregunta muchas veces se debatía en mi cabeza y aunque desearía que fuera diferente la respuesta era clara.

—Si, pero ya no como antes.

—Es de imaginarse, el corazón no puede olvidar en días lo que vivió en años.

Sonreí

—Recuerdo en cómo mi corazón parecía salir de mi pecho cada que pensaba en él, y ahora todo es tan diferente, los momentos bonitos fueron reemplazados por momentos dolorosos.

—Cuando superes todo eso hasta entonces recordarás sólo lo bonito de la relación.

—Duelen mucho las traiciones y es por eso que quiero evitarle ese dolor.

—¿Le tienes compasión a quien no pensó en ti cuando te lastimó? —mis ojos se llenaron de lágrimas, aunque no lo pareciera la ruptura con él me dolía demasiado.

—Soy así —me encogí de hombros —y no puedo cambiar eso.

Mi amiga me dio un abrazo besado la coronilla de mi cabeza.

—No te merecen, fuiste demasiada buena con Aiden, le aguantaste muchas cosas y lo que sucedió es un claro ejemplo de que hasta la persona más enamorada se cansa de esperar lo que nunca le darán. Tuviste que buscar en otros la atención que él te estaba negando, te dio prioridad hasta que ya te había perdido.

A veces me gustaría creer eso, pero lo que hice no tenía justificación, por muy necesitada que estuviera jamás debí buscar otro mientras seguía con él. Pero las cosas estaban hechas, el arrepentimiento nunca llegó y dudo mucho que lo hiciera.

Media hora después Mattew estaba esperándome fuera de casa, me despedí de Rebecca antes de marcharme con una sonrisa de oreja a oreja, la emoción no la podía ocultar, a cada nada me le lanzaba encima para besar sus labios, estaba actuando como una cría enamorada.

—Se que debería dejar de lado los negocios estos días —llegó con un trago en una mano y una copa de champán en la otra —deberías ir buscándome una suplente, una que sea igual de eficiente que tú.

Tomé la copa sonriendo y volviendo a ubicar mis piernas sobre las suyas como en el viaje anterior.

—Ya he pensado en ello y tengo en mente a alguien —recordé a mi antiguo asistente, era una mujer muy capacitada —sólo espero que acepte. Cuando volvamos haré un par de llamadas para poder contactarla.

—Perfecto, confío en que me traerás la mejor.

Reí

—La mejor ya la tienes.

—Eso lo sé, me harás falta en la oficina.

—Quizá ya no tenga tiempo para nuestros encuentros —dije fijándome en su reacción, pero él sólo sonrió ladeando la cabeza.

—Ambos sabemos que hará hasta lo imposible por hacer tiempo para mi, ambos nos necesitamos y eso ha quedado más que confirmado.

Sonreí vaciando todo el contenido de mi copa e inclinarme hacia él para tomar su boca y degustarla a mi manera.

—Me encanta tu confianza.

—Y a mi me encantas tú.

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