Capítulo 14
Maratón 2/3
Faith
Los días siguientes días después del desmayo fueron todo un caos en la oficina, la semana estuvo llena de reuniones y proyectos que se llevarían acabo, el señor Senador estuvo fuera supervisando el mismo que todo se cumpliera bajo sus estipulaciones. La presión con tanto acumulado me dejaba cansada, a penas llegaba a casa y caí completamente rendida en la almohada, ni siquiera me había quedado tiempo en avanzar en mi proyecto.
Aiden intentaba por todos los medios impresionarme, me preparaba el desayuno y me tenía la cena lista, mantenía la distancia y se conformaba con la poca o nada atención que le daba.
Un ramo de tulipanes amarillos descansaba sobre mi mesa cuando llegué a mi escritorio, una tarjeta sobresalía, disimulé una sonrisa, dejé mi bolso sobre la mesa y tomé el pequeño sobre.
"Se dice que el color amarillo siempre se relaciona con lo transparente y duradero, tal y como la relación que decidimos construir hace más de tres años. Eres mi felicidad, Faith, te amo eternamente.
Tuyo por siempre,
Aiden Wells."
La tarjeta fue arrebatada de mis manos, rápidamente me voltee enojada dispuesta a lanzarle su buen insulto por entrometido pero me detuve al ver a Mattew con el entrecejo fruncido leyendo la notita.
—¿Puedes devolvérmela? —pedí en voz baja, un poco molesta por su actitud. «¿Desde cuando le importan este tipo de cosas?»
Me la devolvió de mala gana ordenándome que lo siguiera, extrañada miré la hora, hoy había decido venir más temprano. Con la agenda en mano entré, dándole los buenos días y persiguiendo a leerle los compromisos que tenía para el día.
—¿Algo más que necesite de mi señor? —pregunté de la forma más profesional, no quería que mal entendiera mi pregunta.
—No, vaya tranquila a perdonar a su novio, señorita Petterson —el veneno con el que soltó aquellas palabras me descolocaron, no me miró en ningún momento lo que me parecía extraño.
—Con su permiso, señor.
Salí de ahí confundida por su actitud indiferente, todos los días solía pedirme que me acercara para besarme y toquetearme un poco pero esta vez solo lanzó su comentario respecto a lo que leyó en la nota. No me gustaba el rumbo que estaban tomando las cosas, no tenía por qué molestarse por mi relación con Aiden.
Decidí ignorarlo e ir por su café a la cafetería, para mi mala suerte no estaba vacío como lo hubiese preferido.
—¿Qué tal estás, Faith? —preguntó Anne a mi lado, con el carisma que la representaba.
—Estoy bien, gracias.
—Discúlpame que no lo haya preguntado antes pero no me quedó tiempo, el trabajo no nos ha dando tregua en estos día. Tú lo sabrás.
—Si, a penas y me daba tiempo de venir por mi dosis de café.
—Me asusté tanto cuando te encontré tirada en el piso del baño —comentó llamando mi atención, no sabía que había sido ella quien me encontró —no supe qué hacer, gracias a Dios el señor McConnell apareció y te llevó a su oficina.
—No sé que me pasó ese día —no sabía que contestarle a lo dicho.
—Ese día estuvo lleno de dramas —se llevó la mano a la boca ocultando una risita —Antes de encontrarte el señor McConnell sacó del brazo a su esposa, luego estuvieron discutiendo frente al lago, Noah dijo que el señor le lanzó los anillos al agua.
La miré con sorpresa pregúntame cómo es que ellos lograban saber todo lo qué ocurría aquí.
—¿Cómo es que lo sabe? —no podía quedarme con la duda.
—Noah es el encargado de vigilar las cámaras de seguridad, todo el perímetro está lleno de cámaras y pudo corroborar que en efecto fueron los anillos que lanzó. Si te fijas en su mano ya no trae el anillo de casado.
Debía fijarme, el lunes no reparé en ello, estaba tan concentrada en complacerme que no me fijé en sus manos. Tal vez debía checar esas fotos que me tomó sobre él, las cuales aún no tenía el valor de ver.
—Seguro solo son chismes, deberías no involucrarte en ellos, Anne.
Ella rió
—No podemos evitarlo, es lo que nos mantiene entretenidos en ese lugar. Todos sabemos lo que ocurre, aunque algunas veces prefiramos no decirlas.
La manera en la que observó me dio a entender a qué se refería, decidí marcharme antes de que comenzara a lanzar más indirectas o se atreviera a preguntar directamente. Toqué la puerta del despacho siguiendo las reglas de mi jefe.
—Adelante —pronunció su profunda voz que sólo se escucharla me humedecía, mi cuerpo se encontraba ansioso del suyo. No habíamos vuelto a tener sexo desde el lunes, y ya era viernes y mi cuerpo comenzaba a extrañarlo.
—Le traje su café, señor —tomando la confianza que no me había otorgado el día de hoy, rodeé la mesa acercándome más de lo necesario a su cuerpo, mis fosas nasales captaron su aroma y la añoranza de sus besos me hicieron hormiguear mis labios.
Me enderecé volteando a verlo, estaba tenso, su cejo fruncido, sus ojos se veían cansados y las ojeras me dejan ver que no había descansado bien.
—Te ves cansado, ¿está todo bien?
—Si ya dejó el café puede retirarse, señorita Petterson —seguía sin dedicarme ni una mirada, decidí ignorarlo y ubicarme a su espalda poniendo mis manos sobre su hombro para darle un masaje —¿Qué haces, Faith?
—¿No es obvio? Voy a darte un masaje. Estás muy tenso.
—No es necesario, es mejor que me debes solo, estoy trabajando y no tengo tiempo para estas cosas.
Okay, esto era incómodo.
Lo mejor era dejarlo solo y no insistir, el hombre estaba molesto y no tenía claro sus motivos, salí de ahí y sólo entraba cuando era de suma importancia o porque él me llamaba para que repartiera documentos por todo el lugar. A la hora del almuerzo la pasé con el resto de mis compañeros chismosos, donde me enteré quien se estaba ligando a quien, también de quienes engañaban a sus parejas con personas de aquí. Una indirecta muy directa.
Al final terminaron hablando de una película que se estaba por estrenar en cines la cual irían a ver. Me aburrí con sus charlatanerías y volví a mi lugar de trabajo, decidí llamar a Aiden para agradecer por el ramo de flores.
—Se que me has pedido tiempo —comenzó —y trato de dártelo, pero esta noche me gustaría que me acompañaras a cenar, hay un restaurante bonito y pintoresco como a ti te gustan a las afueras de la ciudad, hice una reservación para los dos.
Me recosté de un todo en mi silla, llevé la mano a mi cabeza cuando esta comenzó a doler, a qué maldita hora terminé metida en esto. Si tan solo hubiera resistido, sino hubiese caído en las garras de la lujuria ahora mismo no estuviera debatiéndome entre dos hombre.
—Suena bien —contesté para mi sorpresa, tal vez si debía escucharlo, después de todo habían sido tres años a su lado y me dolía tirarlos a la basura por un desliz que cometimos.
—Perfecto —casi lo vi sonriendo.
—Tengo que colgar, estoy muy ocupada.
—Está bien, mi amor. Te veo en casa.
Casa donde metí a mi amante por más de una semana, donde me lo follé sin pensar ni un momento en él y que seguramente de saberlo jamás me lo perdonaría.
La jornada de la tarde no fue tan pesada en comparación a los días anteriores, salí con mi jefe a varios sitios y por último pasamos por la oficina del señor Baker, quien nos recibió con cordialidad y hablaron de la convocatoria al Capitolio la próxima semana, lo que significaría que tendría que viajar y pasar días enteros a su lado.
Mi tiempo a solas tenía que esperar un poco más.
Cuando íbamos de regreso no dijo nada, y a diferencia de otros días ignoró mi presencia, iba tan concentrado en el iPad que sostenía en su mano, lo cual me recordó lo que Anne me había dicho por la mañana y en efecto, no llevaba la alianza en su mano. Parecía ser que los problemas con su esposa eran bastante grandes y que quizá por eso su nivel de tensión y las ojeras en su rostro, y con todo el trabajo en encima debía ser una carga muy pesada de sobrellevar.
—¿Quieres que te lleven a tu casa? —preguntó sin mirarme
—No, dejé mi auto en la oficina y mañana no quiero tomar un taxi.
—Bien.
Fue lo único que dijo el resto del viaje, por mi parte también traté de ignorarlo y al llegar no me molesté en despedirme, sólo bajé y fui directamente hasta mi auto, lo puse en marcha y en cuestión de minutos estuve en casa. Al entrar Aiden me saludó con un beso en mi mejilla, parecía bastante emocionado contando en que quizá con esto se ganaría mi perdón, lo cual no sería así. Necesitaría más que una cena para que le diera esa segunda oportunidad.
Subí a mi habitación para darme una ducha y elegir el atuendo de esta noche, un enterizo azul turquesa con una sola manga, esta era larga y acampanada, en la cintura tenía un moño que dejaba una pequeña parte de mi abdomen descubierto. Era un atuendo bastante elegante, que no dejaba tan a la vista mis atributos. No deseaba seducir a Aiden, lo cierto es que por muy flojo que fuera mi atuendo siempre sobresalían algunas partes de mi cuerpo pero no era nada parecido a lo que usé cuando quería que Mattew tuviera toda su atención en mi, que despertara su deseo inmenso por volver a tenerme.
Mi cabello como siempre lo dejé suelto, estaba vez lo llevaba lacio. Tomé mi bolso para bajar al primer piso donde sabía Aiden se encontraría, estaba de espaldas a mi con su móvil en manos, por lo que alcancé a ver discutía con Paolo, su manager.
—Ya estoy lista —dije cuando se volteó admirándome, caminó a mi tomándome por la cintura y dejar un delicado beso en mi boca.
—Te ves hermosa, cada cosa que te pones haces que luzca perfecta en ti.
Lo sabía.
—Gracias —sonreí a medias al descubrir que no tenía intensiones de soltar mi cintura.
Llegamos al restaurante después de quince minutos de trayecto, nos llevaron a la mesa reservada, un lugar más apartado del resto lleno de luces y flores. Corrió la silla para mi, tomé asiento viéndolo hacer lo mismo.
—Gracias por aceptar esto.
—Yo... —hice una pausa —aún no tengo una respuesta para ti, Aiden. Las cosas que han sucedido desequilibraron nuestra relación, no es tan sencillo perdonar a alguien como es pedirlo.
—Aunque parezca difícil no lo es
—Lo dices porque no fui yo quien te dañé, si todo fuese al revés, ¿qué harías tú? —me miró confuso —si tú estuvieses en mi lugar, ¿me perdonarías?
Se quedó en blanco procesando la pregunta o quizá debatiendo si mentir o decir la verdad, porque a mi su silencio me hizo saber la respuesta de inmediato.
—Lo haría, porque confiaría en ti.
Sonreí de lado, era claro que haría todo por conseguir mi perdón.
—¿Me perdonarías que me besara con otra persona? No lo creo, no creo que te guste saber que otro hombre puso sus manos en mi cuerpo.
Atenta a sus reacciones me percaté en cómo apretaba sus puños sobre la mesa, señalé sus manos y sonreí.
—Ahí una clara respuesta, tú no lo harías. Jamás me perdonarías una infidelidad, porque besar a otra persona cuenta como una.
Era la persona más descarada y cínica de este planeta, merecía el infierno por esto.
—¿Qué tengo que hacer para demostrarte lo importante que eres para mi? Sé que fallé, no debí hacerlo, estoy muy arrepentido Faith.
—Es más que obvio que tendrás que esforzarte más, con una cena no lo conseguirás. Tampoco con regalos caros —señalé la cajita alargada que descansaba sobre la mesa —Ni siquiera puedo besar tus labios sin imaginar que...
Sin imaginar los labios de otro hombre. Me guardé eso para mi y simulé que se trataba de la cuarta persona involucrada en esta relación.
—Me esforzaré más, te lo prometo. Conseguiré tu perdón mi amor.
Cenamos en silencio, lo que era bueno porque no tenía cabeza para fingir que todo estaba bien cuando la incomodidad era palpable. Al final me tendió la caja que contenía un bonito collar con un dije de lágrima. Regresamos a casa y cuando estaba por subir las escaleras tomó mi brazo pegándome a él y apoderándose de mis labios en un beso urgido y demandante, no fui capaz de corresponderme, me encontraba estática ante un sin fin de pensamientos que sólo me hacían confundirme y llenarme de dudas.
—No puedo seguir resistiéndome —susurró agitado contra mis labios —por favor, Faith, dime que también lo deseas, dime que también me has extrañado cómo yo a ti.
Antes si, incluso lloré decepcionada, pasé semanas soñándolo y fantaseando con tenerlo de esta manera, de revolcarnos entre las sábanas y fundirnos en uno, pero el desenfreno arrasó conmigo.
«¿Qué tanto había calado en mí? ¿Seré capaz de estar con Aiden sin imaginarme a Mattew?»
A duras penas asentí dándole mi consentimiento, sonrió abiertamente y se apresuró a tomarme en sus brazos y llevarme a la habitación dejándome delicadamente sobre la cama, me admiró por unos largos segundos como si lo que tuviera frente a él no fuese real, mi corazón estaba agitado y mi mente me gritaba que no lo hiciera, que me arrepentiría de ello.
Pero también creía que no había nada malo en ello, después de todo era Aiden mi novio, no Mattew.
Dejé que me besara mi cuello, mis senos y mi abdomen, que tocara mi cuerpo como muchas veces lo hizo, siendo tierno con cada movimiento, mirándome con amor y añoranza, lo que lograba infundirse en mi corazón y recordar lo mucho que lo amaba, pero había algo más, algo que faltaba en el acto y es que él no era Mattew, el hombre que arrasaba con mi cuerpo y lo tomaba sin ningún tabú, que no temía a lastimarme, un hombre seguro de que lo que hacía me enloquecía de placer. Mientras tanto Aiden me tomaba como si fuera de cristal, como si siendo brusco me rompería. Tal vez era porque tenía miedo a perderme o a qué lo alejara de mi, porque él también era un hombre apasionado.
—Te amo —susurró contra mis labios antes de salirse y agitar vaciándose sobre mi abdomen.
Mi reacción no fue pegarme a él como siempre lo hice, sino que me levanté y me encerré en el baño, mis lágrimas comenzaron a salir en cuanto estuve sola. Con mis manos temblorosas limpié mi abdomen y me metí a la ducha tratando de borrar cada toque o caricia que recibí. Esto no debía de sentirse así, no debía suceder así.
Mattew había calado demasiado hondo en mi, me sentía como en un laberinto sin salida, no sabía que hacer, estaba claro que mi única opción era Aiden pero después de haber probado el fruto prohibido no me bastaba, quería a alguien que no podía tener, a alguien que justamente ahora dormía al lado de su mujer mientras yo lloraba arrepentida de haber tenido sexo con mi novio.
No quería salir y enfrentarme a lo que dejé en la habitación, pero tampoco podría permanecer tanto tiempo adentro, por lo que salí envuelta en una toalla y pasar directamente a mi armario en busca de una pijama, me apresuré a vestirme para volver a la cama a dormir y olvidarme de todo esto.
—¿Estás bien? —me preguntó él jalándome a su pecho.
—Esto no soluciona nada, Aiden —me alejé de él —será mejor que no durmamos juntos.
Evité mirar su rostro de desilusión y sólo me hice un ovillo en la cama, cerré mis ojos no queriendo verlo cuando salía.
—Descansa, mi amor.
Al quedar sola sola solté el resto de lágrimas que quedaban por salir, no había ningún otro culpable que no fuese yo, me había metido en este embrollo sola, pensé controlarlo pero todo se había salido de mis manos.
Mi mente era un total caos y me costó horas poder conciliar el sueño, por la mañana desperté temprano y vestí con un vestido formal en color blanco, tomé lo necesario y salí de casa. Todavía faltaba mucho para entrar a trabajar, por lo que me detuve en un restaurante para desayunar algo lejos de los problemas y fingir por un momento que todo estaba bien.
Mientras bebía mi café una idea surcó mi mente y tal vez era otra de mis malas decisiones pero era eso o seguir sufriendo en casa.
—¿Faith? —contestó mamá al otro lado de la línea
—Hola, mamá —saludé mentalizándome que esta era la mejor solución —recibí tus mensajes sobre el viaje.
—Dime que si vendrás, todos dieron por hecho que no sería así pero yo les aseguré que este año sería diferente.
—Si, pero solo podré estar el sábado, el domingo tendré que regresar por la tarde.
—Lo que sea es bueno. Sabía que mi bebé nos acompañaría.
—¿A dónde iremos?
—A la isla privada de tu padre, esta misma tarde nos iremos. ¿A qué hora sales del trabajo?
—No tengo una hora exacta, ¿te parece si te aviso más tarde?
—Está bien, haré que todos se preparen de inmediato. A la hora que tú puedas nos iremos.
—Si, yo te envío un mensaje.
La emoción en la voz de mamá me animó un poco. Sólo trataría de mantenerme alejada de mis hermanos y ya estaba.
Al llegar a la oficina hice mi rutina con los nervios a flor de piel, no podía seguir jugando a tener sos hombres o esto terminaría muy mal. Preparé el café y me paré justo al lado de la puerta de la oficina contando los segundos antes de que apareciera, su imponente figura se cernió sobre mi, su presencia era de esas que no podrías pasar desapercibida, a simple vista ese hombre denotaba autoridad y poder.
—Buenos días, señor McConnell.
Ingresó el código haciendo el mismo gesto de todos los días, casi nunca respondía mi saludo y sólo me ordenaba que lo siguiera, se sentó en su lugar y empezó a acomodar todo, su aspecto no era mejor que el de ayer, no sabía que le sucedía pero lo que si tenía en claro es que no era mi asunto. Con su comportamiento me lo dejó en claro.
—Su café, señor.
Leí su agenda y me pidió que cambiara algunas citas, parecía no tener ánimo de nada. Hice mi pregunta de siempre y recibí una negativa pero cuando pedí permiso para retirarme me lo negó.
—Ven —me dijo palmeando sus piernas lo que me hizo sentir peor de lo que ya me sentía.
Dudé un segundo pero terminé obedeciendo y sentándome sobre sus fornidas piernas, lo sentí soltar un suspiro y después hundir su cabeza en mi cuello, me quedé paralizada por un momento pero después relajé mi cuerpo y acaricié su cabeza.
—¿Qué te sucede?
—Te extraño, preciosa —murmuró en mi cuello estremeciéndome.
—Ayer no lo pareció.
—Me tienes muy confundido y no sé qué decisión tomar —siguió hablando sin abandonar el sitio en mi cuello mientras sus manos se abrazaban a mi cintura —Tú estás con él y por alguna extraña razón no soporto imaginarte en sus brazos, me enferma que estés viviendo bajo el mismo techo. ¿Cómo es que lo perdonaste después de lo que te hizo?
—¿De qué hablas? Yo no lo he perdonado
Sacó su cabeza de mi cuello para mirarme a los ojos, parecía atormentado.
—¿No lo sabes? Tu noviecito declaró a la prensa que desde hace tres años mantiene una relación contigo, que viven juntos y que eres la mujer de su vida, con la única persona que se visualiza en un futuro —habló dejándome helada. ¿Aiden había hablado con la prensa? Esperaba que por su bien no lo hubiese hecho porque entonces no se lo perdonaría, después de tanto tiempo ya no me interesaba que me vieran como su pareja, no cuando estaba considerando dejarlo y tomarme el fin de semana como descanso para pensar en la mejor forma de hacerlo.
—Por favor, dime que no te has acostado con él —pidió mirándome con esa serenidad de siempre, me sorprendía la capacidad que tenía para ocultar sus emociones, eran momentos fugaces en los que expresaba lo que realmente sentía.
—Yo... —quería negarlo, mentirle y decirle que no, pero tampoco quería mentirle. Siempre había sido sincera con él.
—Lo hiciste —musitó soltándome, me preparé mentalmente para su rechazo y que me apartara de su lado pero no lo hizo, sólo desvió su mirada de mi hacía un punto fijo.
—Si —admití intentando levantarme de sus piernas pero él reaccionó rápido y me detuvo, apresó mi mentón con sus dedos fijando su intimidante mirada sobre mi.
—¿Te lo hizo tan bien como yo? ¿Lograste tener esos orgasmos a los que te hago llegar? ¿Te llena cómo lo hago yo?
Negué con la cabeza, no, todas las respuestas a esas preguntas eran un rotundo. Nadie era como él pero no estaba preparada para aceptarlo en voz alta.
—¿Gimes tan alto como conmigo, Faith? —permanecí en silencio lo que lo hizo enfurecer —¡Contesta!
—¿Y qué más da? —me zafé de su agarre y me levanté —¿Qué mas da lo que sienta contigo sino nos pertenecemos? Sabíamos que lo nuestro no era más que un efímero momento.
—¡No! ¡Podría ser algo más, Faith!
—¿Como qué? No quiero ser solo una amante, no quiero ser solo un momento quiero ser la vida entera de alguien y si lo soy para Aiden entonces esta bien, pero no sólo quiero las sobras de alguien más.
—Puedo darte más si me lo pides —se levantó mirándome con sinceridad
—Estás casado, Mattew. No puedes darme lo que yo quiero.
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