Capítulo 12
Faith
Miré el reloj por quinta vez consecutiva, me paseaba por la alfombra frente a mi cama aún sin decidirme si bajar o no, había pasado alrededor de una hora desde que subí. El miedo a afrentar todo iba incrementando en cada segundo, no quería que me envolviera en sus mentiras y volver al mismo círculo vicioso.
«Yo también lo traicioné»
Envolví mi cuerpo en una bata acercándome a la puerta, agarrando valor de donde no lo tenía y bajando decida a terminar con este asunto de una vez por todas. Estaba de espaldas a mi, con una taza humeante y viendo al pequeño jardín. Carraspee llamando su atención, se volteó mirándome con lo ojos brillosos, su expresión denotaba culpabilidad, parecía arrepentido de todo pero eso a mi no me servía. Me indignaba que hasta que sintió que me perdía volvió, me molestaba que no me diera tanta prioridad como se la daba a sus amigos.
—Bajaste
—Si —tomé asiento en un sofá individual sin cambiar mi expresión seria y mis ojos acusadores
—Se que ahora mismo todo es confuso para ti, comprendo tu enojo y soy consiente de que todo es mi culpa...
—Lo es —lo interrumpí
Bajó su cabeza derrotado, su cabello largo se movió hacia enfrente como una cortina, se sentó frente a mi dejando de lado su taza de lo que parecía ser café.
—Mi manager sugirió una relación con Isabella porque era lo más conveniente para mí, refuté esa decisión porque yo ya tengo una novia y esa eres tú. Hubo un lío por eso y al final me vi obligado a aceptarlo, arreglaron todo para que tuviéramos una "cita" —con sus dedos hizo comillas en el aire, aún sin ser capaz de sostenerme la mirada —sucedió un pequeño beso que fue captado por lo reporteros que ya tenían la orden de fotografiar ese momento exacto. Me siento culpable, no tienes una idea de lo mal que me siento, no puedo con el peso de ser el responsable de tu sufrimiento. Te juro Faith que no sucedió más.
Entones me miró a los ojos esperanzados de encontrar comprensión en ellos, las cuales no habían y no le creían nada, mi corazón ya se había roto desde la noche en que me dejó esperándolo y lo sucedido sólo fue un golpe más, quizá el último.
—¿De verdad crees que te voy a creer semejante mentira? ¿Tu manager te amenazó? —solté una rusa cargada de ironía —¿Por qué no sólo lo aceptas y ya? No es algo muy difícil de hacer, Aiden. Después de todo no creo que tengas problema con sobrepasar tu descaro, venir a mi casa como si nada y pretender que te voy a perdonar como lo he hecho tantas veces. ¡Estoy cansada de esta mierda!
Me levanté con la histeria apoderándose de mi, no soportaba que me creyeran tonta, que se sintieran con el poder de jugar conmigo y obtener mi confianza por unas míseras mentiras.
—Es la verdad —me imitó levantándose para acercarse a mi pero yo no negué con mi cabeza, no quería tenerlo cerca —Él dijo que era necesario para tener la atención de nosotros y que la película sea un éxito en taquilla, al ser los protagonistas la gente querrá vernos juntos y...
—¡Basta! Ya basta, no quiero que sigas. No quiero seguir escuchándote decir que no tenías opción, porque siempre la hay —lo señalé derrotada, ya estaba, lo había perdido todo. Esta relación ya no tenía remedio, ambos habíamos fallado y el estar culpándolo solo a él me hacía sentir una completa mierda, el ver la desesperación en sus ojos por obtener mi perdón me estaba llevando al límite.
—¡Perdóname, Faith! Yo te amo...
—No lo pareció esa noche, me quedé esperándote, había preparado una cena y todo el lugar estaba envuelto en una escena romántica, quería que sintieras lo mucho que te amaba y te había extrañado, pero tú ¿qué hiciste, Aiden? —sonreí histérica sufriendo con los recuerdos de esa noche, como lloré desconsolada en los brazos de mi amiga, sintiéndome tonta. Desde esa noche todo cambió, con esa decisión se cambió el rumbo de nuestra relación.
—Mi amor, yo...
—¡No digas nada! Me lo dejaste muy claro, en tu lista de prioridades estoy por debajo de muchos. Por lo que tú amor no me basta, necesito que me lo demuestre, que me des mi lugar, me respetes, el amor no sólo son palabras, es demostrarlo, es serle leal a la persona que dices amar y.... —«Y yo ya no te amo» terminé en mi mente, porque esa era la verdad, no podía seguir engañándome y ser hipócrita. Fallé y seguiría haciéndolo, por lo que la mejor decisión sería darle punto final a nuestra historia.
—Lo haré, haré todo para obtener tu perdón, de ser necesario le gritaré a los cuatro vientos lo mucho que te amo, que la mujer dueña de mi corazón y de mis pensamientos eres tú y nadie más. Que no hay ninguna relación con otra, te haré sentir la mujer más especial del puto mundo, Faith.
Negué con la cabeza, sintiendo mis ojos arder y mi corazón oprimirse.
—Ya es demasiado tarde, ¿no lo crees?
—Nunca es tarde —se movió hasta llegar a mi y tomarme por los hombros buscando mis ojos, mi aprobación pero lo único que encontrarían eran dudas, culpabilidad y resentimiento. No podría asegurarme de las infidelidades de él pero si de las mías.
—Es mejor alejarnos, necesito pensar.
—No, escúchame, Faith —tomó mi mentón con delicadeza acercando sus labios a los míos, rozándolos —podemos solucionarlo, son tres años, tres putos años que hemos compartido juntos y han sido maravillosos, podemos seguir creando más
Una lágrima rodó por mi mejilla y él se acercó a tomarla con sus labios, esos mismos que hace tiempo no sentía y que muchas veces me llevaron al cielo y que ahora sólo se sentía un frío contacto, si quererlo terminé desatando mi llanto, esta vez no por su error sino por el mío. Me dejé llevar por la tentación, caí en ella y me hundí, no podía salir del barro en el que me encontraba, él hombre al que le había tomando la mano sólo me jalaba más adentro.
—Dame tiempo, ahora mismo no sé qué decisión tomar.
—Lo que desees, pero no me pidas que me rinda porque no lo haré. Sólo te diré que no me alejaré de ti, déjame quedarme aquí y demostrarte que lo que te dije es verdad.
Lo miré indecisa, ¿cómo podría llevarlo a la misma cama donde mi amante estuvo anoche? ¿Donde tomó mi cuerpo una y otra vez a deleite de ambos? ¿Donde no sentó ni un gramo de arrepentimiento?
—Cómo dije, necesito espacio. Puedes quedarte en la otra habitación, de igual manera no pasaré el día aquí.
—¿Estás trabajando? —el gesto de molestia que hice causó una mueca en su rostro —Me siento una mierda al no saber qué ha pasado de la vida de mi novia en semanas.
—Hace un mes, exactamente —en unos días se cumpliría la fecha en la que lloré porque mi novio prefirió a sus amigos antes que a mi, día que nunca me olvidaría. —Y si, estoy trabajando como asistente de uno de los Senadores de California.
—Wow, eso es muy bueno.
—Según mi padre, es lo más bajo que conseguí.
—Lo siento.
Me alejé de él, no quería sentir su tacto sobre mi piel, no cuando él de otro estuvo ahí y me dio de la calidez que hasta hace unos meses él me proporcionaba.
—Ve a descansar, y respeta mi espacio. No te creo lo que me dijiste, de ser así me lo hubieras dicho y no tomarme por tonta.
—Te lo iba a decir pero nunca contestaste mis llamadas, ¿qué ocurrió con nosotros, Faith? ¿Qué hay de la hermosa relación que teníamos antes de irme a Londres?
Lo miré por unos segundos teniendo clara la respuesta.
—Quizá nunca debiste ir a Londres.
No esperé una respuesta, me retiré de la estancia y volví a mi habitación sintiéndome peor que antes. Me senté en la cama alcanzo mi celular para observar más fotos en mi galería, viendo los bonitos momentos capturados al lado de Aiden. Las múltiples aventuras, las risas en cada locura cometida y las noches donde nos amábamos intensamente.
Mi cabeza latía del dolor de cabeza, las decisiones que debía tomar eran difíciles y la idea de confesarle mi infidelidad se cruzó por mi cabeza, ¿él me perdonaría? Era obvia la respuesta, un absoluto no. Y era irónico puesto que los hombres siempre buscaban ser perdonados y cuando era su turno jamás lo hacían.
A Mattew seguramente su esposa lo perdonaría, como todas las veces en las que le fue infiel, dudaba mucho que ella no supiera de las múltiples aventuras, las cuales él insinuó, de su esposo. Anoche lo demostró, buscaba su atención desesperadamente y él en ningún momento se la dio.
Pero qué me importaba a mí lo que sucediera con ellos, no entendía porque el rumbo de mis pensamientos siempre se desviaba a él, tenía días en los que su imagen era lo único que rondaba por mi cabeza, los momentos que he pasado a su lado.
No cabía duda que esto me saldría demasiado caro.
Con eso en mi cabeza logré dormir, no supe ni cómo lo hice pero al día siguiente desperté por el incesante ruido de la amarla. Repetí la rutina de todos los días, a diferencia que apliqué más maquillaje al tener unas grandes sombras negras bajo mis ojos.
Tomé una larga respiración antes de salir y enfrentarme a mi novio quien me esperaba en la cocina con un desayuno preparado, mi estómago se contrajo y la indecisión de quedarme o irme apareció, podría hacer lo mismo que él hizo y sólo marcharme, pero mi corazón era tan débil que no pude hacerlo al verlo ahí, esperándome con una ilusión que hacían sus ojos brillar.
Tomé asiento en la silla que había retirado para mi.
—Gracias, no debiste molestarte.
—Sabes que no es molestia, me encanta consentirte cada que puedo.
Sonreí y miré mi desayuno, era mi favorito, hoy cakes con miel y arándanos acompañados con un sumo de naranja. Conocía tan bien mis gustos como yo los suyos. Agradecí su silencio durante el tiempo que estuve en la mesa, me acompañó hasta la salida donde me tomó por la cintura y me dio un beso en los labios, el cual no pude corresponder.
—Aiden —el tono de advertencia lo hizo dar un paso atrás, aún no estaba lista para esto y él no estaba respetando el espacio que le pedí.
—Lo siento, pero no me culpes, tengo cuatro meses sin verte y mantener el control me es difícil.
No dije nada y sólo salí de casa, abordé mi auto para conducir hacia mi trabajo, otro dolor de cabeza. Estaba saliendo de una tortura para llegar a otra, mi vida era un caos completa y ese hombre de ojos zafiro y de atractivo divino se había encargado de volverla así, tan caótica.
Al llegar al lugar entré bajo los murmullos de los empleados, para ninguno era secreto lo que sucedía con mi jefe, algunos me juzgaban y otros sólo escuchaban lo que los demás tenían para decir de mi, era su centro de distracción en este lugar. Ordené todo para la llegada de mi jefe, faltaban sólo unos minutos para que se apareciera, preparé su taza de café y me paré al lado de la puerta de su oficina, me enderecé al escuchar sus firmes pasos acercarse, al ver la rigidez de los empleados y el silencio al pasar entre ellos.
—Buenos días, señor McConnell —saludé cuando llegó a mi lado y abría la puerta ingresando su huella digital, con un gesto en su cabeza me indicó que lo siguiera, se acomodó en su silla encendiendo el ordenador mientras llegaba a su lado y colocaba la taza en la mesa.
—Hoy saldremos con el señor Baker a inspeccionar algunos sitios, usted vendrá conmigo —dijo volteando a verme y tomándome de la cintura para caer sentada en su regazo, se acercó peligrosamente a mis labios y la imagen de Aiden llegó a mi mente, con disimulo aparté mi cara y sus labios pegaron en mi mejilla.
La confusión en su rostro fue inmediata, abrió su boca para replicar pero el que tocaran la puerta nos obligó a separarnos, tomé mi posición a un lado del escritorio simulando ordenar algunos documentos cuando él dio el pase. Era Giorgia.
—Mi amor has olvidado estos documentos en casa y decidí traértelos personalmente, pueden ser confidenciales y no quise arriesgarme a... —se calló al reparar en mi presencia, la mujer innegablemente era hermosa, lucía un atuendo que le favorecía con su cuerpo y color de piel —¿Qué haces ahí? Retírate y déjame a solas con mi esposo.
El tono demandante me desagradó, de mala gana tomé mi agenda y miré a mi jefe en busca de su aprobación, muy su esposa podría ser pero las únicas órdenes que obedecía eran las de él.
—Estoy ocupado, deja los documentos y márchate —se dirigió a su esposa —señorita Faith organice lo de la salida, comuníquese con la secretaria de John Price y confirme la reunión para mañana.
Asentí poniendo atención a todo y memorizándolo para ir a hacerlo de inmediato.
—¿Algo más, señor?
—No, puede retirarse.
Forcé una sonrisa pasando por el lado de la mujer que caminaba con confianza hasta donde él se encontraba, sentándose hasta donde hace un momento estaba yo y ahí fue donde me arrepentí no haberlo besado y dejado mi sabor en ellos. Cerré la puerta de mala manera cuando los vi besándose, sentía mi corazón arder así como mis orejas.
Era una estúpida por sentir esto por alguien que no debía, no entendía porque estaba teniendo esta reacción cuando desde un principio sabía de ella y mi posición, que él no me pertenecía así como yo tampoco le pertenecía a él. Ambos éramos prestados.
—¿Estás bien, Faith? —Anne se acercó a mí levemente preocupada.
—Si, ¿por qué no debería de estarlo?
—Estás roja y tus manos están temblando —señaló mis palmas que en efecto temblaban sobre el teclado —¿segura que lo estás?
—Si, sólo necesito algo de aire.
Me miró dudosa pero después asintió y se retiró sin añadir ningún comentario, aunque las razones eran obvias para cualquiera. No soportaba a la esposa de Mattew, ni las miradas que me lanzaba, quizá su instinto le decía que no debía fiarse de mi.
Hice lo que me pidió mi jefe, anoté la hora y el lugar donde se vería con John Price. Miraba la puerta a cada nada y la curiosidad me carcomía por saber lo que estaba ocurriendo, me levanté para pasearme por la cafetería y distraerme un rato.
Algo pareció caerse en el interior de la oficina y lo que escuché a continuación me dejó congelada y sin saber cómo reaccionar.
—¡Oh, Mattew! —soltaron luego de un escandaloso gemido —¡Sigue así mi amor!
Me obligué a reaccionar y alejarme lo más pronto posible de ahí, estaban follando y ¡maldición! El asco que sentí me obligó a ir al baño a vaciar todo mi desayuno en el retrete, el vomito no paraba y la opresión en mi pecho no me dejaba respirar bien. Las lágrimas se me salieron de los ante la angustia, mi estómago dolía y al parecer no quería quedarse con nada dentro.
Al escucharla las imágenes de ellos dos cogiendo se proyectaron en mi cabeza, él besándola y tocándola como lo hace conmigo, susurrándole lo mucho que le gusta y tocando su cuerpo, ella arañándolo y recibiendo sus embestidas.
Tuve que presionarme el estómago, veía todo borroso y parecía que la sangre había abandonado mi cuerpo, sentía frío y como pude me puse de pie pulsando el botón para que succionara todo el vomito, como pude llegué hasta el lavado sintiendo la debilidad en mi cuerpo. Abrí el grifo mojándome las manos y llevarlas a mi rostro, las síntomas no quería desaparecer, mis ojos comenzaban a pesar y un sueño inmenso me embargó. No sabía que me estaba pasando pero parecía que las oscuridad era la única que me daría alivio.
....
Mattew
Confundido veo a la mujer de bonitas curvas salir de mi oficina, su comportamiento era extraño y el que rechazara mi beso me llevaba a suponer varias cosas, entre ellas el que se estuviera aburriendo de esto.
Fruncí el ceño molesto al reparar a Giorgia sobre mis piernas y plantando un beso en mis labios, bruscamente la aparto levantándome de la silla y por consiguiente ella también.
—¿Qué haces aquí? —pregunté de mala manera, suficiente tenía con soportarla en casa como para que venga siguiéndome aquí.
—Ya te lo dije, vine a dejar esos documentos que olvidaste —miro de reojo la carpeta que yace en mi escritorio.
—Es la demanda de divorcio, te la dejé para que la firmes de una puta vez.
—¡Ja! Ni en tu sueños, querido. No voy a firmarlos, soy tu esposa y así va a ser hasta el día en que muera —me giré a verla hastiado preguntándome cómo fue que llegué a querer a esta maldita mujer superficial.
—Los firmarás, no me obligues a utilizar otros métodos que seguramente no te gustarán.
Achicó los ojos volviéndolos amenazantes, se acercó a mi tratando de seducirme, fracasando en el intento porque me había vuelto inmune a sus trucos, las únicas caderas que lograban hipnotizarme y perder el control eran las de esa mujer que había desaparecido hace un momento de esta oficina. No las de Giorgia, ni siquiera las de otra mujer.
—¿Qué opinará tú madre de todo esto? Soy su nuera favorita y es obvio que se opondrá a esto, no creo que quieras ponerte en contra de tu familia.
La miré con burla soltando una pequeña carcajada.
—¿Quién crees que soy? ¿Un crío de veinte años? Ve a decirle a quien quieras, nadie te salvará de lo inevitable, vamos a divorciarnos te guste o no.
—Hace unos años obedeciste a tu padre cuando te dijo que no te divorciaras, ¿qué te hace creer que esta vez no será así? Me basta con ir a llorarle a tu madre.
—Pasan los años y nunca desarrollaste tu cerebro, sigues siendo tan estúpida como siempre —vi sus ojos arder y eso sólo me alentó para continuar —no me divorcié por la campaña que estaba por iniciar, no iba a envolverme en un escándalo por querer divorciarme de ti, es por eso que esperé a tener el puesto para deshacerme de ti.
—Han pasado cuatro años de eso, ¿por qué hasta ahora?
—No había tenido tiempo —me encogí de hombros —me enfrasqué tanto en mi trabajo y de pasar de mujer en mujer que hasta me olvidé de tu presencia, después de todo no me resultaba difícil porque nunca estabas aquí.
—Eres tan egoísta, ¿cuándo comprenderás que nadie en su sano juicio abandonaría su carrera por un hombre?
—Jamás te pedí que lo hicieras —le refuté, siempre salía con lo mismo, excusándose bajo la misma frase por la que todos, incluso mi familia, me odiaron. "El esposo machista que quería que renunciara a sus sueños para que se mantuviera en casa mientras él trabajaba" "El esposo que quería obligarla a ser madre y que abandonara su carrera" fueron algunos de los títulos que me dieron las revistas por su culpa.
—¿Entonces qué es lo querías?
—He respondido esto tantas veces y ahora ya no tiene sentido hacerlo. Puedes hablar la mierda que quieras y me da igual —respondí recostando mi cadera sobre el filo de la mesa cruzándome de brazos.
—Quiero darle sentido, Matt, quiero recuperar lo que teníamos cuando nos casamos —se acercó midiendo sus pasos, mirándome con súplica —yo te amo y sé que en lo más profundo de tu corazón aún sientes algo por mi.
Sonreí mirándola con aburrimiento.
—¿Tanto te gusta herirte con el mismo cuchillo?
Soltó un bufido volteando a ver la puerta, apretó sus labios moviendo su cabeza, notablemente fastidiada.
—¿Te estás acostando con tu asistente? —no reaccioné y permanecí en la misma postura —No me agrada esa chica y por tu bien espero que no sea lo que estoy pensando, porque te juro Mattew que esta no la dejaré pasar.
—No te metas con ella que no tiene nada que ver en este asunto.
Alzó una ceja y se acercó tomando un objeto de cristal que descansaba en el escritorio.
—¿Si? Veamos qué tan cierto es —lanzó el objeto al piso —¡Oh, Mattew! —soltó un gemido ridículamente alto —¡Sigue así mi amor!
Me levanté de inmediato llegando a ella y tapar su boca con mi mano. Mi paciencia había rebalsado y no podía odiar más a esta maldita desquiciada.
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Qué mierda tienes en la cabeza? ¿Te das cuenta del lugar donde estás? ¡Es mi jodido lugar de trabajo!
Se quitó mi mano mirándome desafiante.
—¿Qué? ¿Me dirás que no te has cogido a nadie aquí? —se rió —sólo te lo advierto que eso se acabó, me vas a respetar y me darás mi lugar como tu mujer que soy.
—Tu eres más mujer del jardinero que de mi —mi mejilla ardió por la bofetada que me había lanzado, un escozor me dio a entender que su anillo me había rasgado la piel. Con fuerza sujeté su mano tomando sus anillos sacándolos de su mano
—¿Qué haces? ¡Mattew! —chilló al ver que le había quitado los anillos de casada, reparé mi mano recordando que aún llevaba el mío —¡Dámelos!
Se abalanzó contra mí tratando de tomarlos pero no la dejé, me deshice de mi anillo quitándome un peso de encima, no quería nada que me atara a esta maldita desquiciada.
—¡Lárgate! —la tomé de su brazo arrastrándola hacia afuera, no miré a nadie pero sentía la mirada de todos sobre nosotros. No me detuve hasta llevarla afuera del lugar.
—¡Dame los anillos! —demandó furiosa
—¿Los quieres? —de reojo miré el lago a una distancia de nosotros —pues entonces ven por ellos.
Comencé a caminar a grandes zancadas hasta el lago con ella siguiéndome sin parar de gritarme que se los devuelva.
—¡Mattew! —gritó cuando los lancé con fuerza al centro del lago, solté a reírme cuando pasó por mi lado corriendo como si pudiese tomarlos en el aire, termina con sus pies metidos en el agua con la vista fija en el lugar donde los accesorios se hundieron.
—Ve por ellos, Georgia —me seguí burlando, la mujer salió del agua viniendo a mi con los ojos soltando lágrimas que me parecían de lo más falsas.
—Haz lo que quieras pero nunca, escúchame bien nunca te daré el divorcio.
—Lo que tú digas, Giorgia Griffin —recalqué su apellido
—McConnell —me corrigió —aunque no te guste, soy una McConnell
—No por mucho.
Di por terminada la conversación volviendo a mi oficina, mientras ella se quedaba llorando con la mirada perdida en el lago aferrándose a algo que desde hace muchos años ya no existe.
Al entrar escuché un escándalo en el pasillo de los baños y a todos los empleados rodear algo o alguien, confundido me acerqué para saber lo que sucedía abriéndome paso. Me alteré al ver a la persona en el suelo inconsciente con una de las secretarias arrodillada a su lado.
—¡Faith!
—Señor —tartamudeó la secretaria cuando me vio acuclillarme para recogerla.
—¡Apártense, maldita sea! —les grité cuando me levanté y se me dificultó la salida —¡Bola de ineptos!
La llevé a mi oficina mientras le grito a la secretaria que traiga el botiquín de primeros auxilios, la acosté sobre un sofá, su rostro estaba pálido y mojado, no sabía si de agua o sudor.
—Aquí está, señor.
—Explícame qué pasó —exigí sacando el alcohol y empapar un pedazo de algodón para ponerlo en su nariz y hacerla reaccionar.
—La encontré en el baño inconsciente, minutos antes la había visto en su escritorio y no parecía estar bien, sus manos temblaban.
Aparté el cabello de su rostro cuando abrió sus ojos, miré a la secretaria haciéndole un gesto para que saliera.
La miré con preocupación y le ayudé a sentarse cuando lo intentó y no pudo hacerlo por su propio cuenta, me senté a su lado tomando su rostro entre mis manos.
—¿Cómo te sientes?
Ella parpadeó mirándome con sus ojos aún adormilados.
—Estoy... bien —murmuró soltándose de mi agarre y dejándose caer sobre el respaldar del sofá —supongo que sólo fue un bajón
Me levanté para tomar la jarra de agua y llenar un vaso.
—Bebe —se lo tendí.
—Gracias —le dio un sorbo, seguía pálida.
—Será mejor que vaya a dejarte a casa, o al hospital.
—No, no. Estoy bien —me miró con esos ojos que últimamente me gustaba mucho perderme en ellos —y prefiero no molestarte, llamaré a Aiden para que venga por mi.
¿Aiden? ¿Su incompetente novio?
Apreté mi mandíbula sintiendo la molestia en mi sistema, el tipo la había engañado y aún seguía con él. Vaya cosa.
—Como quieras —me alejé sintiendo como si su cercanía quemara, ahora comprendía el porqué se apartó cuando intente besarla por la mañana.
«Que se largue con su maldito novio»
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