Capítulo 10
Faith
—Lo sé, créeme que lo sé —respondí después de permanecer unos largos segundos en silencio. Lo comprendí al fin, ahora lo que comenzaba a debatir mi mente era si lo merecía o no. Si, ahora mismo era igual de infiel que cualquiera, no había diferencia entre uno y otro porque ambos fallamos. Pero a mi parecer merecía más que migajas, no un amor a medias que luchara por mantenerme siempre en el anonimato, sino uno que no se avergonzara de caminar a mi lado.
—Es bueno tener las cosas en claro —dijo terminando de comer y bebiendo todo el contenido de su copa.
—¿Tú tienes claro las cosas conmigo? —pregunté dejando de lado la comida y fijándome por completo en él.
—Por supuesto, somos sólo dos personas en busca de apaciguar el fuego de la lujuria. Ambos nos deseamos desde la primera vez que nos vimos, lo hemos dejado claro, preciosa Faith.
Me levanté de la silla desatando el nudo de mi abrigo, dejándolo entre abierto y deleitándome en cómo sus ojos se posaban en mi cuerpo, deseándolo aún cuando lo ha tenido muchas veces para él.
—¿Está listo para su postre, señor McConnell? —deslicé la tela hasta que cayó al suelo
—A eso vine, a comerme mi postre favorito.
Se levantó de su silla para venir hacia mi, me tomó de la cintura alzándome hacia su cadera la cual rodeé con mis piernas, mis brazos rodearon su cuello y mi boca apresó la suya con la desesperación calándome, mordí y chupé su labio inferior, jadeando con tan solo la idea de tenerlo una vez más para mi. Cualquier mujer desearía estar en mi lugar, yo que comenzaba a adueñarme de su piel, de sus orgasmos y de su atención.
No era un simple polvo de una noche, nos habíamos vuelto amantes, dos personas que decimos complacer las necesidades que no suplían nuestras parejas. Ardíamos en cada uno de nuestros encuentros, éramos tan pasionales y cada día que pasábamos lo demostrábamos. Perdía la cordura a su lado, me olvidaba de todos y de cualquier consecuencia que podría acarrear nuestros encuentros.
Había pasado una semana desde la cena, esa noche fue maravillosa e indescriptible, mi relación con Aiden se había vuelto más distante y un pequeño aborrecimiento hacia su persona había aparecido, cada día me convencía más de lo que otros veían y yo no. Tanto tiempo cegada por un amor que hace mucho dejó de existir y me lo confirmaba la foto que Rebecca me acababa de mandar, aparecía besándose con Isabella Ramos.
Solté un suspiro pesado ladeando mi cuello para recibir sus besos, un gemido salió de mis labios cuando apretó mis senos mientras su pelvis se elevaba recibiendo mis caderas.
—Deja de ver esa basura —murmuró molesto arrebatándome el celular y aventarlo al otro extremo de la cama. No repliqué sólo me dejé llevar por el éxtasis que me ofrecía su cuerpo, pasee mis manos por su abdomen apreciándolo como si fuera una divinidad, algo irreal a mi completa merced.
—Mattew —exclamé sintiendo su tibieza llenar mi canal, caí en su pecho escuchando el latir apresurado de su corazón.
—Mierda, preciosa, tu cuerpo cada día me embruja más —tomó mi cabello hacia atrás para besar mis labios de forma bestial, tal como lo haría un hombre complacido.
—Me encanta, jefe, me encanta como me folla y me deja con el trasero adolorido. No quiero que esto acabe —murmuré contra sus labios
—Eres tan descarada, Faith —sonrió descendiendo sus labios a mi cuello.
—Eso te gusta
—Me fascina
Me abracé a su espalda sintiéndome reconfortada, era bueno haber estado en sus brazos cuando recibí ese mensaje que destruyó lo último que quedaba de mi "perfecta" relación. Ya no habían más que escombros y quizá ni soluciones, mentiría si dijera que eso no estaba desgarrándome de dolor. Porque así era, de no estar con Mattew ahora mismo me encontraría llorando, llena de impotencia e ira al haberme tragado tantas mentiras, al haber aguardado por tantas falsas promesas que me hizo.
Por eso no había sentimiento de culpabilidad en mi, el estar ahora mismo follando con otro en la misma cama que muchas veces hicimos el amor solo me elevaba el libido.
—¿Qué harás? —me preguntó cuando el teléfono volvió a sonar anunciando otra llamada de Aiden, desde que salió el artículo no ha dejado de insistir y llenar de mensajes pidiéndome que responda a sus llamadas, qué hay explicaciones coherentes y que no crea lo que dicen los medios.
Para mi no hay nada que explicar. Hay cosas que simplemente no las tienen, no tenía el coraje de contestar esas llamadas y reclamarle por lo hecho, no tenía la cara para hacerlo.
—No lo sé y no quiero pensar en ello ahora mismo —murmuré volviendo a pegar mis labios en su pecho desnudo. Sus grandes manos acariciaban mis glúteos y su miembro aún permanecía en mi interior.
—¿Irás al compromiso de Rebecca Baker? —pregunté recordando que había sido yo quien recibió su invitación, al tener negocios en común con su padre y ser un hombre importante en la ciudad era invitado a todas las fiestas de la élite de California.
—Si, ¿quieres acompañarme? —su pregunta me tomó por sorpresa, supuse que asistiría con su esposa.
—Me encantaría —respondí al no querer llegar sola y su compañía siempre era buena.
—Perfecto, pasaré por ti a las ocho.
Al ser su asistente no causaría tanto revuelo al vernos juntos, a parte que era coherente que lo acompañara a este tipo de eventos, ya lo había hecho en Washington por lo que casi toda la élite sabía que trabajaba para él.
—Pensé que irías con tu esposa —no pude evitar lanzar el comentario, no sabía porque pero cada día esa mujer me causaba más intriga. No la conocía pero según las palabras de Rebecca era una mujer que cautivaba con su presencia.
—Pues no es así —respondió esquivo mientras jugueteaba con mi seno
—Me calientas que hables de ella mientras estás en mi interior —jadee sintiendo como se ponía erecto al mínimo movimiento —me prendes que seas un maldito infiel.
—Como a mi me prendes que mientras lloras por otro estés brincando sobre mi polla, ¿con qué cara le vas a reclamar lo que tú llevas haciendo hace semanas?
Solté una risita nerviosa.
—Es diferente, al menos yo no dejo que me capturen besándome a otro.
—Pero si dejan que te escuchar gritar por más —su pecho vibró con su risa —mis empleados son testigo de ello.
—Es excitante que esa bola de perdedores me escuchen gemir, me calcularon sólo una semana para aguantar tus exigencias antes de salir corriendo como tú antigua asistente. Y mírame ya voy por la tercera y no puedo estar más que complacida con mi jefe.
Giró nuestras posiciones dejándome debajo de él volviendo a embestirme, cerré mis ojos siendo incapaz de resistir su mirada profunda, me dediqué a recibirlo, a murmurar lo mucho que me gustaba tenerlo así. Sentir su falo entrar y salir de mi húmeda vagina me hacía perder las fuerzas, perdía el poder de controlarme y sólo me entregaba a su entera disposición.
Escuché la puerta de entrada ser abierta seguido de un llamado de Rebecca, miré al hombre encima de mi pidiéndole en silencio que parara pero en su lugar sólo me penetró con más ganas, por mucho que quise resistir solté un par de gemidos escandalosos que estaba segura que le advirtió a mi amiga lo que estaba haciendo.
—Iré a ver —dije apartándolo de mi, salí de la cama tomando su camisa abotonándolas a prisa, me pase las manos por el cabello tratando de arreglarlo mientras caminaba fuera de la habitación.
Bajé las escaleras encontrándome a mi amiga de brazos cruzados reparando mi aspecto. Tenía el ceño fruncido e hizo una mueca al tenerme a sólo unos escalones.
—Estaba preocupada por ti y vine para consolarte pero parece que otro ya lo está haciendo por mi —relajó su postura y me miró divertida.
—Yo, eh... —la miré avergonzada sin saber que decirle.
—Ya me voy para que sigas en lo tuyo, y para que sepas que eso —señaló hacia arriba —es la mejor venganza para ese perro infeliz de Aiden.
—Rebecca —la llamé cuando se dio la vuelta para marcharse —Llevo dos semanas siéndole infiel
Me miró sorprendida por unos segundos pero después hizo una mueca restándole importancia.
—Y él lleva tres años, se lo merece —me miró —no te juzgo, luego del desplante que hizo es razonable que hayas buscado a otro.
Sonreí, mordí mi mejilla desde el interior para no soltar el nombre del hombre que se encontraba arriba, ahí si me saltaría unas cuentas cosas.
—Gracias
—Diviértete, que mañana te quiero ver deslumbrante —me guiñó un ojo para después continuar su camino a la salida, me quedé ahí parada hasta que la vi desaparecer.
«¿Estaré actuando bien?» me pregunté cuando volvía a la habitación y miraba al hombre desnudo que se encontraba en mi cama, un hombre que no era mío, que era casado y que posiblemente su esposa lo esperaba preguntándose por qué esta noche no llego a dormir a su lado.
Debería estar sintiendo empatía por esa mujer y no estar desnudándome de nuevo para volver al regazo de su marido, debía estar torturándome por la traición de mi novio en lugar de ubicar el miembro de otro hombre en mi entrada, debería estar haciendo muchas cosas que no fuera cabalgar a mi amante.
Pero mi carne era débil, no resistía a tentaciones tan grandes como lo era Mattew McConnell.
De reojo miré la pantalla de su celular encenderse y el nombre de "Giorgia" aparecer en él, era la tercera vez que le llamaba. Me acerqué para tomarlo y tendérselo, él me miró confundido y negó al ver el remitente.
—Quiero que le contestes y le digas que no llegarás esta noche, dile eso mientras me follas la boca —dije levantándome para ubicar mi rostro en su pelvis.
Le sonreí con descaro llenándome la boca con su miembro, chupándolo mientras él me obedecía y descolgaba la llamada.
—Dime —contestó sentándose para alcanzar mi vagina con sus manos y penetrarme con sus dedos.
—¿Donde estás, Mattew? —alcancé a oír.
—Estoy ocupado —dirigió sus ojos a mi, relamiéndose los labios al verme atragantarme con él, metiéndola hasta el fondo ocasionando que mis mejillas se llenen de lágrimas.
—¿Con tus putas? ¿Estás con una de ellas, cierto?
—Vete a dormir, Giorgia y no jodas.
Trataba de sonar normal pero su respiración acelerada lo delataba, su mujer sabía que estaba con otra y para su mala suerte no era con cualquier mujer, era conmigo. Cualquier mujer no lograría lo que yo he logrado con él, me lo cogía todos los días, me trataba bien y me escuchaba. No sólo era su juguete sexual, eso lo tenía claro por la forma en que se comportaba conmigo.
Nuestro trato era acabar con esto hasta que cualquiera se cansara y ninguno parecía estarlo. Cada vez que nos veíamos solo parecíamos dos animales insaciables que sólo lograban satisfacerse entre ellos. Podría aferrarme a ser su eterna amante, a ser el dolor de cabeza de Giorgia. No me interesaba nada de eso, su dolor o el poco valor que me daba, como sería la opinión de muchos.
—¿Contenta? —me preguntó cuando colgó la llamada, recibiendo un asentimiento de cabeza de mi parte, estaba tan entretenida con su miembro en mi boca que no quería soltarlo.
—Deberíamos hacer lo mismo con el tal Aiden —rió aferrándose a mi cabello e imponiéndome un ritmo, provocando fuertes arcadas que sólo me hacían lagrimear. Aún así no lo solté hasta que tuve su semen en mi garganta.
—¡Mmm! Que rico —lamí con mi lengua los restos que habían quedado en él.
—¡Joder, mujer! —cerró sus ojos desplomándose en la cama, me acosté a su lado oyendo su respiración regularse poco a poco.
—¿Te quedarás? —pregunté con inseguridad, por lo general nunca se quedaba, sólo una vez lo hizo y tampoco se lo pedía. Comprendía los límites de esto y también lo que involucraría pasar tanto tiempo juntos sin involucrar lo sexual.
«No puedo enamorarme de mi amante» esa era como la regla de oro para este tipo de relaciones.
—Si, ya le dije a mi esposa que no llegaría. ¿Lo recuerdas?
Sonreí
—Claro que si
....
Di media vuelta frente al espejo encantada con el resultado, vestía un vestido azul con escote corazón, descubierto de los hombres, definía mi silueta y dejaba al descubierto una de mis piernas. Mis brazos estaban cubiertos por unos guantes que llegaban hasta más arriba de mis codos hechos de la misma tela del vestido, de mi cuello colgaba un fino collar de diamantes que me había regalado mi padre en mi cumpleaños pasado. Mi cabello estaba suelto pero permanecía por detrás de mis orejas, prendado por pequeños accesorios acordes a los otros.
Un atiendo perfecto para deslumbrar pero no para ser el centro de atención, esta noche era de mi amiga, juntas habíamos elegido el atuendo de esta noche.
El timbre en la puerta me hizo saber que ya habían llegado por mi, caminé fuera de la habitación bajando las escaleras con cuidado de no doblarme el pie y echar a perder la noche. Abrí la puerta sonriendo hacia el hombre que lucía espectacular en un traje completamente negro, me miró de pies a cabeza, la forma en que lo hizo se sintió como una veneración.
—Estas deslumbrante, preciosa Faith —murmuró besando la comisura de mis labios, con cuidado de no arruinar mi maquillaje.
—Tu también —tomé su antebrazo cuando me lo ofreció, caminamos juntos hasta la camioneta ayudándome a subir a ella cuando el chofer abrió la puerta.
Él rodeó la puerta y el chofer subió de piloto, el auto se puso en marcha cuando él entró, me sonrojé cuando puso su mano sobre mi pierna, un gesto que venía adquiriendo desde hace unos días y del cual no podía negar lo mucho que me gustaba.
Durante el camino nadie dijo nada, por mi parte tomé un selfie recostándome sobre su hombro para subirla a mis redes sociales después de tanto tiempo ausente. Con mi hermana éramos algo conocidas, ella fue modelo por algunos años hasta que decidió retirarse para trabajar con mi padre y competir por el puesto que yo también quería. En cambio yo sólo era conocida por ser la hija de Thomas y de Selene Petterson, mi madre también fue modelo en su juventud.
Llegamos a la gran mansión de los Baker, en la entrada habían varios reporteros de la revista que cubriría la fiesta. Mattew rodeó mi cintura caminando a mi lado, al vernos llegar nos reconocieron y comenzaron a tomarnos fotografías y a hacer algunas preguntas que me resultaron incómodas.
"Faith, ¿has hecho las pases con tu familia?" "¿El señor McConnell es tu nuevo amamante?" "¿Aún no te hablas con tu hermana Lauren?"
El que supieran tantos detalles se debía a mi hermana, hace poco le habían hecho una entrevista donde dijo que aún no nos hablábamos y que mi familia me había alejado al no poder perdonarme lo que le hice.
"Señor McConnell, ¿por qué no ha venido con su esposa? ¿Ya se divorciaron? ¿Es la señorita Faith su amante?"
Su rostro era impenetrable, permanecía serio sin demostrar ninguna expresión. Medio se volteó para decir que yo era su asistente y por eso lo acompañaba esa noche. Adentro todo era más calmado, los invitados se encontraban dispersos por todo el salón hablando entre ellos, la música sonaba suave y algunos aprovechaban para bailar en la pista.
Los señores Baker fueron los primeros en acercarse a nosotros para darnos la bienvenida.
—Querida Faith —la señora Baker se acercó para saludarme con un abrazo y beso en la mejilla —te ves hermosa, ¿cierto Willow?
—Faith siempre se ve así —él se acercó a saludarme como siempre lo hacía.
Saludaron a Mattew con cordialidad, pregunté por Rebecca y anunciaron que pronto bajaría, desde mi lugar miré a George pasearse nervioso. Sonreí disculpándome con mi acompañante para ir a saludarlo.
—Te ves asustado, George —dije tomando una de las copas de champán que ofrecieron
—¿Yo? Para nada —respondió tomando una postura bastante rígida intentando parecer estar tranquilo.
Reí
—Solo espero que en la boda no te desmayes.
—Cállate, Faith —me miró mal —sólo estoy un poco nervioso, ¿vale?
—Si, se nota.
—Tu debes comprenderme, me siento igual que tú cuando te propusieron matrimonio —le dejé ir un golpe en el brazo mirándolo de mala manera mientras él comenzaba a reírse —¡oh, cierto! Nunca te lo han propuesto.
—Imbécil
—Supe lo de Aiden —hice una mueca ante su mención —lo siento.
—No lo hagas —voltee a ver a otro lado evitando su mirada llena de compasión —las relaciones definitivamente no son lo mío.
—A cualquiera le pasa, es normal equivocarnos.
—Pero no tantas veces —murmuré viendo al hombre con el que me acostaba, él era otro de mis tantos errores de los cuales presentía que sufriría con las consecuencias.
La atención de todos se fue a la escalera cuando mi amiga comenzaba a bajar por ellas, George se acercó al pie de estas para recibirla. Los miré con ilusión, se veían hermosos juntos, la nostalgia me llegó recordando lo que siempre quise para mi. Un amor bonito y duradero.
Inconscientemente miré a Mattew quien me miraba desde la distancia, tenía una mano en su bolsillo y en la otra sostenía su copa, le sonreí tímidamente para después bajar la mirada. «¿Qué fue eso?»
Me acerqué a la pareja para saludarlos y felicitarlos por su compromiso cuando lo anunciaron, abracé a mi amiga siendo feliz por ella.
—¿Cómo estás? ¿Todo bien? —preguntó con un deje de preocupación en su voz.
—Si, todo bien —le di mi mejor sonrisa
—No me mientas.
—No pienses en eso, ¿ok?. Estoy feliz celebrando la felicidad de mi mejor amiga.
—Cómo si tuvieras más —rió dándome otro abrazo —¿viniste sola?
—No, vine con mi jefe.
Me miró extraño y asintió levemente.
—Parece que se llevan bien —«Demasiado bien»
—Solo un poco, sigue siendo mi jefe después de todo
—¿Se te pasó el gusto por él?
Reí entre dientes volteando a verlo, conversaban con una pareja que si no me equivocaba era los White, unos empresarios que tenían sus sedes en la ciudad.
—El gusto por él nunca se va a terminar, sólo míralo. Es muy guapo —me mordí el labio inferior
—Lástima que esté casado —comentó a modo de recordatorio.
—Si, una pena.
«Una pena por su esposa» me reí en mi interior.
Conversé un rato con ella hasta que decidí alejarme para volver al lado de mi jefe, quien me sonrió cuando me posé a su lado y me presentó como su acompañante y asistente, saludé a cada uno que se iba anexando para tener la oportunidad de saludar al Senador.
Me tensé cuando vi a mi familia llegar tarde como siempre, llamando la atención con sus atuendos extravagantes. Mi hermano venía con su prometida, Lauren con Jake y papá junto a mamá.
—Parece que tú eres la descarriada, Faith —bromeó una de las mujeres
Sonreí ignorando sus presencias y deseando que no repararan en la mía. Hacía mucho que no veía a mis hermanos y sinceramente hubiera preferido que siguiera así.
—Lo soy —estuve de acuerdo.
—Siempre he dicho que la mejor de las hermanas Petterson es usted señorita Faith. Se le extraña en las reuniones y negociaciones, sin duda era la mejor, incluso me atrevería a decir mejor que su hermano —comentó uno que me hizo inflar el pecho orgullosa del desempeño que tuve en la empresa.
—Opinó lo mismo —estuvieron de acuerdo otros de ellos.
—Y como asistente debo decir que es la mejor que he tenido —opinó mi jefe ganándose mi mirada cómplice.
—Y no habrá otra como yo, señor McConnell
—Que humilde, señorita Petterson —se rió junto a los demás. De reojo observé cómo mis padres comenzaban a acercarse después de saludar a la pareja de prometidos.
—Ay no —murmuré por lo bajo
—¿Qué? —preguntó Mattew en el mismo tono de voz.
—Mis padres —cuando terminé de decirlo ellos llegaron al círculo irrumpiendo la conversación que se mantenía. Comenzaron los saludos formales con todos los presentes.
—Señor McConnell, qué gusto verlo por aquí —saludó mi padre ofreciéndole la mano, él la tomó siendo cordial, con un gesto de asentimiento correspondió su saludo. Solía ser bastante esquivo con la mayoría de los empresarios, pues siempre que se acercaban buscaban su favor para facilitar algunos negocios.
—Faith —mi madre me abrazó fugazmente, apartándose para darle pase a mi padre que también hizo lo mismo.
—Es inaudito que sólo en estos eventos podamos ver a nuestra propia hija —comentó tratando de ser simpático con los demás, aún cuando era conocido por no serlo.
—De hecho ni en los eventos se deja ver —comentó la misma mujer que hizo la broma.
—Eso no te lo discuto —respondió mi madre.
—Te has alejado mucho del círculo social, pero parece que el señor McConnell te ha arrastrado de vuelta a él. Te vi en el evento de la fundación en Washington.
—Si, acompañé a mi jefe.
—¿Y su esposa, señor McConnell? —la pregunta imprudente de mi madre lo tensó de inmediato —¿está enferma, Giorgia? Hace mucho que no se le ve con ella.
—Ella... —enmudeció cuando un par de tacones se acercaban a nosotros ganándose la mirada de varios de los presentes.
—Tuve un contratiempo —la voz de una mujer se escuchó a mis espaldas, por sobre mi hombro miré a la mujer que se ubicaba al lado de mi jefe y se inclinaba para besar sus labios.
Lo que había bebido subió a mi garganta, una extraña sensación me invadió el pecho y el desagrado por la mujer que ahora mismo analizaba discretamente se hizo presente.
Era hermosa, eso era cierto, tenía un rostro bello, un cabello rubio y una silueta delgada. Vestía un vestido negro combinando con el atuendo de su esposo, los anillos en su mano brillaban causándome un malestar en mi estómago. Y fue hasta entonces que observé el anillo en su mano masculina, sonreí en mis adentros al recordar donde había estado ese anillo hasta hace unas horas.
—La gran Giorgia Griffin, toda una leyenda en las pasarelas.
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