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6. Caer a tus pies.

Tony fue al restaurante a los pocos días de haber tomado la decisión de regresar a trabajar. Saludó a Carol, la chica que trabajaba en recepción para llevar las reservaciones y asignar mesas a los que llegaban sin una. Vio el restaurante con más gente de la que esperaba para ser un lunes.

Ya en la cocina vio al hombre que buscaba, quien destacaba de los demás trabajadores en la cocina puesto que su uniforme era negro, mientras que el resto vestía de blanco. Evandro era un hombre turco de treinta años, muy atractivo, tanto que Thor no estuvo de acuerdo con la idea de que trabajara para su esposo.

—¡Tony! —saludó Evandro alegre al verlo cruzar la puerta, y se acercó a él con los brazos extendidos—. ¿A qué debo la visita de mi pequeño amiguito?

El mencionado aceptó el abrazo gustoso. 

—Me pareció que fue hace mucho que decidí pasearme por el restaurante.

Una vez se separaron, el cocinero regresó a su lugar para continuar con la preparación de la comida; era uno de los platillos turcos que agregaron al menú con la llegada de Evandro.

—Aunque debo decir que sí hay otro motivo por el cual decidí pasarme por aquí. Tiene que ver con el chef para el nuevo restaurante...

El más alto lo miró curioso con sus ojos avellana, que estaban enmarcados por pestañas muy largas.

—Espero que vengas a decirme que tu amigo no es apto para decidir quién es bueno para el puesto, ya que toda la comida le parece buena.

Tony rió levemente.

—En realidad, esperaba que fueras tú...

Lo miró extrañado por unos segundos, sin entender del todo lo que quería decir su jefe.

—Pero yo ya trabajo aquí —tenía el ceño fruncido.

Tony sonrió muy grande antes de seguir con su explicación. 

—Es que quiero regresar a trabajar, y me gustaría hacerlo aquí... —se veía la emoción que salía por cada poro de su cuerpo—. Y también pensaba que podría empezar la siguiente semana, así tú puedes tomar unas vacaciones antes de que se inaugure el otro restaurante, donde igual está más cerca de la escuela de tu hijo.

 El turco dejó de lado los vegetales que estaba picando y lo miró con los ojos bien abiertos. Era difícil de saber si le agradaba o no la idea, y luego de un par de segundos, Tony estaba muy nervioso de que lo tomara a mal, por lo que completó:

—Pero si no te gusta la idea, puedo empezar en el nuevo restaurante, no tengo ningún inconveniente.

Finalmente Evandro rió y le colocó una mano en el hombro.

—¡Claro que quiero! —lo abrazó de nuevo—. ¡Adalet estará tan contenta cuando le cuente!

El más bajo soltó un suspiro de alivio.

—Me alegra mucho que estés de acuerdo.

—Hoy mismo compraré boletos para mi madre patria —Dio un beso en la frente del castaño, quien rió por la emoción de su amigo—, pero no sin antes asegurarme de que los platos turcos te quedan bien.

—Pero yo... —comenzó Tony apenado, siendo interrumpido rápidamente.

—¡Era broma, pequeño amigo! —regresó su atención a los vegetales—. Yo sé que eres el mejor cocinero de Nueva York.

Tony sonrió. Esto había salido mejor de lo que esperaba y eso era un completo alivio. No podía esperar a ver a Thor para contarle.

Se quedó hablando con Evandro por unos momentos más, pero no quería seguir estorbando en la cocina, así que comenzó a salir del restaurante. Al estar en la puerta, se giró para despedirse de Carol al mismo tiempo que empujaba la puerta para salir. Tal vez no debió empujar con tanta fuerza, o quizás debió observar en frente, porque pudo sentir perfectamente cómo golpeaba algo con el cristal.

Salió con gran velocidad a la calle para ayudar a la persona que ahora se encontraba en el piso por su culpa. En cuanto lo vio, supo reconocerlo como el hombre del bar, pero no tuvo tiempo de mencionarlo ya que se encontraba sujetando la cabeza del hombre con sus manos, al mismo tiempo que le preguntaba si se encontraba bien.

—Si lo que querías era tenerme a tus pies, lo único que debías hacer era sonreír y eso me hubiera dolido menos —Tony sonrió por el comentario y Steve sintió que se le iba el aliento—. O tal vez no.

—Yo en serio que lo siento, juro que no te vi.

Tony ayudó a Steve levantarse, aunque en realidad éste se levantó sin apoyarse realmente en él, ya que sentía que lo tiraría si usaba algo de fuerza con él.

—No lo sé, casi fui noqueado intentando entrar a mi restaurante favorito. Creo que necesitaré una buena compensación.

La sonrisa maliciosa en el rostro de Steve indicaba que se refería a algo sexual, pero Tony pareció no fijarse en eso, si no en sus primeras palabras.

—¿Este es tu restaurante favorito?

—Sí —afirmó, no tan sorprendido de que no le siguiera la corriente a su connotación sexual—, aunque antes era mejor.

—¿Perdón? —preguntó Tony, muy confundido por el comentario.

El rubio frunció el ceño y torció algo los labios antes de responder.

—Sé que sonará raro, pero siento que el sabor de la comida cambió un poco hace un par de años... —Tony lo miró asombrado, por lo que Steve agregó—: Es decir, ¡sigue siendo excelente! Pero antes me gustaba muchísimo más, sobre todo su especial.

—Quizás cambiaron de chef —respondió Tony divertido.

—Pues no debieron hacerlo. El actual es bueno, pero el anterior...

Se quedó a media oración por la mirada del más bajo, quien lo observaba con alegría, asombro y algo de orgullo.

—Ya sé cómo compensarte —dijo Tony antes de tomar al otro de la mano y jalarlo adentro del lugar—. Toma asiento, enseguida iré contigo.

Observó al hombre caminar al interior del restaurante y luego miró a su mano que hace poco había sido sujetada por el castaño. Pidió una mesa para dos la cual no tardaron en darle, ya que tenía reservación, y por ser cliente frecuente no le negaron aumentar una persona más en su mesa.

Esperó en la mesa mientras jugaba en su teléfono. No sabía qué estaba haciendo Tony o por qué se estaba tardando. También se le hacía algo raro que el mesero le haya ofrecido de beber, pero no le haya dado la carta como siempre.

Cuando finalmente vio a Tony aparecer, éste tenía un plato en las manos y lo colocó frente a él: era una pechuga de pollo enrollada con jamón parma y rellena de queso mozzarella con algo de puré de papas al costado, el antiguo especial del restaurante.

—La casa invita —dijo Tony antes de ofrecerle un par de cubiertos.

—¿Cómo...? —Se quedó a media pregunta. Tony se había sentado frente a él y lo veía con mucha emoción.

Decir que se sorprendió al probar el plato era poco. Sabía exactamente igual como lo recordaba, quizás incluso mejor. Se detuvo ante la mirada atenta a Tony, quien tenía una gran sonrisa mientras lo veía comer, cosa que también lo hizo sonreír a él.

—¿Cómo lo conseguiste? —preguntó, divertido.

Tony se sonrojó y agachó la mirada antes de darle una respuesta.

—Es porque este es mi restaurante, y yo era el chef principal hasta hace dos años.

Ahora sí que Steve estaba sorprendido. El responsable de los sabores que no podría olvidar en toda su vida era de ese hombre sentado frente a él, el mismo que se reía de todos sus chistes aunque fueran malos.

—Tengo tantas ganas de cogerte sobre esta mesa justo ahora.

El otro hombre levantó la mirada, sorprendido de lo que acababa de escuchar, y el rubio estaba igual, ya que no era lo que había querido decir, o tal vez sí. Ya ni él estaba seguro.

—Yo, um... —Tony se levantó—. Creo que mejor ya me voy.

Pero Steve lo tomó de la muñeca, evitando que se fuera.

—Lo siento mucho, Tony. Si te quedas, prometo no hacer otra insinuación.

Se lo pensó muy bien. Sabía que lo mejor sería irse a casa, pero también quería quedarse y conversar un poco más con este hombre que la vida parecía estar forzando en su camino.

—Está bien.

Steve sonrió, satisfecho. Y tal vez Tony estaba feliz de que el hombre le pidiera quedarse, pero no lo iba a aceptar ante nadie, ni siquiera ante él mismo.

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