33. Si esta es la última noche...
Tony estuvo emocionado todo el día por su primera cita en años. Todos lo pudieron ver luego de la tercera vez que cocinó el platillo equivocado, y ninguno iba a dejarlo vivir sin molestarlo después de eso. Esa era otra de las desventajas de tratar a sus empleados como familia.
—Fue un día terrible —se quejó Peter una vez hubo terminado de limpiar las mesas ya vacías—, me gritaron tres veces por llevar los platos equivocados y más de cinco por tardar en entregar la comida a los clientes... La propina de hoy no alcanza ni para comprar un libro de química.
El jefe lo miró con remordimiento de ser la causa de los insultos dirigidos al más joven de sus empleados.
—Imagina lo que fue picar más de cinco kilos de cebolla en vez de hervir cinco kilos de capellini porque alguien no bajaba la cabeza de las nubes —le secundó Pepper.
Ambos eran los últimos en irse, además de Tony. Entre los tres solían dejar todo limpio y en orden antes de cerrar el establecimiento.
—Yo te compraré los libros que necesitas para la escuela —el rostro del universitario se iluminó y comenzó a agradecer efusivamente al hombre—, pero no esperes a que te dé un regalo de cumpleaños el próximo mes.
—¡Esto es equivalente a mi cumpleaños, navidad y el día de San Patricio de los próximos tres años! —El muchacho lo abrazó fuerte y después tomó sus cosas, para salir corriendo del lugar en dirección a su casa.
Tony sonrió con ternura para luego ser sacado de sus pensamientos por la otra cocinera.
—Sabes que no está exagerando. Esos libros no son nada baratos.
—Lo sé, pero no me gusta que siga pidiendo horas extras para poder cubrir gastos cuando podría pasar más tiempo estudiando —se encogió de hombros y la mujer le dio la razón con un asentimiento.
—Todos lo apreciamos —rodó los ojos sin perder la sonrisa de su rostro—, pero ahora que se fue a casa, es momento de que me digas por qué has estado tan distraído todo el día.
Tony mordió su labio, con la intención de ocultar su sonrisa.
—No les había querido decir nada, pero Thor y yo nos separamos. Hoy legalmente soy un divorciado más en la sociedad.
—¿Y eso es lo que te tiene sonriendo cada dos segundos? —cuestionó Pepper, divertida—. Entiendo que era un idiota. Nadie aquí lo decía a pesar de que todos lo pensáramos, pero sé que eso no es todo lo que te tiene así.
Tony dejó de ocultar su sonrisa, comenzó a apagar las luces del lugar y a encender la alarma. Ambos llevaban puestos sus abrigos mientras se dirigían a la salida.
—Es que hoy tengo una cita.
Como si hubiera recibido una señal, Steve bajó de su auto donde estaba esperando para caminar hasta la entrada del lugar y saludar. Ofreció su mano y la chica la tomó sorprendida, pensando por qué el chico le parecía tan conocido.
—¿Estás listo? —preguntó el rubio una vez que Tony cerró el restaurante con llave.
—Seguro —se acercó a él para caminar al vehículo, pero se dio la vuelta hacia Pepper antes de subir—. ¿Quieres que te acerquemos a algún lugar?
—¡No, gracias! Mi motocicleta está en la esquina.
Ambos hombres se despidieron agitando la mano en el aire, y después se fueron en el coche. Fue una hora más tarde cuando Pepper estaba a punto de quedarse dormida, que recordó al dicho rubio de ojos azules como el cliente que iba semanalmente y del que frecuentemente escuchaba a los meseros hablar soñadoramente. Soltó una risa al imaginar la reacción de sus compañeros cuando se enteraran de la noticia.
Cuando Tony y Steve estuvieron juntos en el coche, se pusieron nerviosos nuevamente.
—¿A dónde quieres ir? —preguntó el dueño del auto luego de haber llegado a la esquina.
—No lo sé... —Tony agachó la mirada apenado mientras jugaba nervioso con el cierre de su abrigo—. Jamás había tenido una cita tan tarde...
Aún faltaba cerca de una hora para la media noche, pero la mayoría de lugares que el rubio consideraba decentes para una cita ya habían cerrado.
—Podemos ir a algún bar, un mirador o...
Steve se mordió la lengua para evitar que lo último saliera de su boca. Temía que el otro lo mal interpretara si lo invitaba a su hogar y de esa forma arruinar la oportunidad que tenía.
—También podríamos ir a tu departamento.
Steve lo miró sorprendido, causando que el castaño se sonrojara furiosamente y tratara de ocultar su rostro entre sus manos.
—Si tú quieres...
El rojo de sus mejillas estaba igualando al de su acompañante. Este último se atrevió a quitar sus manos de su rostro para mirarlo de soslayo.
—Si no hay problema contigo, después de todo, solo estaríamos conversando.
—Podría preparar algo de té o abrir una botella de vino —ofreció y comenzó conducir hacia su dirección.
Ya había compartido cama —aunque no de manera sexual—, y aún así saber que Tony estaría de nuevo en su departamento le llenaba de emoción, mezclada con un poco de nervios.
Al subir en el elevador, ambos sentían sus corazones latir más rápido que nunca, y solo sentarse en el mismo sillón causó que sus respiraciones fueran irregulares. Pero solo bastó que empezaran a hablar para que ambos se perdieran en los ojos del otro y pudieran abordar cualquier tema que se les pudiera venir a la mente en esos momentos.
—Hablando de eso... —habló el abogado cuando el otro hubo terminado de contar sobre la vez que intentó hornear un pastel, siguiendo las indicaciones que le había dado su mejor amigo—. ¿Alguna vez te dije que yo solía ser un panadero?
—¿Es en serio? ¿Crees que podrías enseñarme a hacer pan?
Tony se removió incómodo en su lugar por la emoción que mostraba Steve, completamente interesado en el pasado de su anfitrión.
—Pues yo no era exactamente quien hacia el pan...
Tony lo miró curioso mientras se rascaba la nuca.
—¿Entonces qué hacías?
—Era algo así como el cajero... —confesó Steve, ruborizado, ganándose unas fuertes risotadas del otro.
Cuando hubo terminado de reír, Tony lo miró con cariño mientras que el rubio murmuraba cosas sobre cómo trabajar en una panadería lo hacía técnicamente un panadero.
—Mejor cuéntame la historia detrás del nombre del estudio de Laufeyson —habló Steve un poco más fuerte que sus otros murmullos, pero sin perder su ceño fruncido que enternecía a Tony.
El castaño agachó la cabeza, sonrojándose levemente, lo cual no pasó desapercibido para el rubio.
—Cuando Loki se hizo su primer tatuaje... —Steve soltó un fuerte gruñido debido a que justamente en ese momento sonó el timbre—. ¿Esperabas a alguien?
—No que yo sepa...
Steve se levantó lento del sofá en el que estaban sentados para atender la puerta. Llevó la mano a la perilla con inseguridad al tener algunas ideas de quién podría estar del otro lado. La abrió sólo un poco para preguntar quién era, pero una mano delicada fue rápida en abrir la puerta por completo de un empujón. Tony giró asustado por el impacto ocasionado y se encontró con una azafata castaña, de mediana estatura y delgada arrastrando su pequeña maleta de ruedas. Al entrar, no perdió el tiempo en lanzarse a los brazos de Steve y darle un beso en los labios.
—No perdamos tiempo y llévame a la cama —el hombre frente a ella se petrificó en su lugar y dirigió su vista al sillón en busca de la reacción de su invitado, pero la primera en reaccionar fue la recién llegada, que acababa de reparar en la presencia del segundo hombre—. No esperaba un trío esta noche, pero nunca puedo rechazar uno.
—Peggy, esta noche no podremos hacer nada —volvió a llamar su atención el ojiazul.
La mujer le regresó la mirada con un puchero.
—Pero tendremos que esperar otro mes para que vuelva a aterrizar en Nueva York.
Tony se levantó de su lugar, entre molesto y triste.
—No será necesario que pospongan su encuentro mensual —dijo la última palabra con resentimiento—, creo que ya es hora de que me vaya.
—Tony...
Steve quiso detenerlo, pero Peggy le dio otro beso más rápido en los labios.
—Es una pena que no puedas acompañarnos —la mujer lo miró con otro puchero, que no hizo más que molestar al más bajo.
—¡No! —gritó el dueño del lugar alarmando a los presentes, haciendo que se quedaran inmóviles en sus lugares—. Peggy, te pediré un taxi para que te lleve a donde tú quieras, pero no podemos volver a tener sexo.
—¡Pero Steve...!
—Y Tony... —se dirigió a éste, estremeciéndolo por completo con miedo—. Por favor, no te vayas sin que aclaremos esto.
El castaño asintió sorprendido y se volvió a sentar en el mismo lugar, mientras veía cómo el rubio llamaba un taxi y acompañaba a la azafata a la salida del departamento. Luego del primer grito del hombre, esperó una reacción más violenta, pero en su lugar actuó calmadamente.
No es Thor, Tony se recordó a sí mismo cuando Steve se sentó de nuevo y tomó sus manos con cariño, expresando todo su afecto con los ojos.
—Lamento mucho eso —comenzó a disculparse cuando volvieron a estar solos.
Este es Steve. Hubo un malentendido y busca aclararlo.
—No tienes por qué disculparte, tú y yo no somos nada.
—Pero quiero que lo seamos —Steve habló serio, sin ningún rastro de duda en sus expresiones—. No mentía cuando dije que me estaba enamorando de ti.
—Recién acabo de divorciarme...
—Si quieres ir lento, iré lento. Si quieres esperar, esperaré —estaba dejando que salieran las palabras que su corazón le decía—. Y si al final no puedes enamorarte de mí, yo seguiré siendo tu amigo... Lo que tú quieras, solo debes pedirlo y yo lo seré.
Thor te había amado y eso no le impidió engañarte.
Sabía que no era justo para Steve que los comparara, pero no podía evitar tener preocupaciones respecto a empezar otra relación.
—Una vez me dijiste que todas las personas son infieles —Tony expresó su temor—, y yo no creo poder aguantar otra cosa así.
Steve tragó duro, arrepintiéndose de las palabras que alguna vez pronunció, porque viendo a esos hermosos ojos marrones, no podía contemplar la idea de que alguna vez quisiera estar con alguien más.
—Yo estaba equivocado y tú tenías razón. Nadie realmente enamorado sería infiel —movió su mano derecha para ponerla sobre la mejilla del castaño, acariciándola con suavidad—, y como puedes ver, estoy cayendo muy rápido por ti.
Una parte le decía que no creyera tan fácil las palabras del hombre, pero solo ver el océano de sus ojos, era suficiente para deshacerse de todas esas inseguridad que quedaron como secuela de su matrimonio. Quería creer en él.
Lo iba a hacer.
—Ninguno de los dos se dio cuenta, pero creo que saltamos al mismo tiempo —le dedicó una sonrisa para apoyar lo que decía—. Por favor, no sueltes mi mano ahora que estamos cayendo juntos.
Solo tardaron segundos en comenzar a besarse, y unos minutos en llegar a la recámara.
Se parecía bastante a la vez que llegó luego de su pelea con Thor, pero era completamente distinto, porque ahora no estaba actuando por despecho, sino porque se sentía correcto.
Por eso se dejó llevar por lo que sentía.
Dejó que Steve le quitara la ropa porque se sentía seguro a su lado.
Dejó que besara todo el largo de su cuerpo porque le gustaba el calor que su toque le brindaba.
Dejó que lo tomara porque quería sentir que se volvían uno solo.
Y en ningún momento soltó su mano.
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