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26. Lo que se tiene que hacer.

Este estaba siendo el mejor día para Steve: primero había podido desayunar con Tony en su departamento, y ahora por fin había podido resolver el caso de injusticia racial que le estaba costando más trabajo del que debería.

Hoy había logrado que la joven Rambeau quedara libre de todo cargo en su contra y pudo verla reunirse con su madre luego de pasar varias semanas en la correccional; incluso logró que les dieran una indemnización del gobierno por la injusticia que había sido cometida.

Y su felicidad continuaba: al regresar al despacho de abogados donde él trabajaba, se encontró con la sorpresa de ver a Tony sentado en la sala de espera, leyendo una revista sobre decoración de interiores. Probablemente era el primero que en realidad las ojeaba, ya que la mayoría solo las ignoraba.

—Debes dejar de seguirme —jugueteó Steve, tomando la revista que el otro tenía en manos.

Tony sonrió ligeramente. Sus ojos ya no se veían igual de rojos como lo habían hecho esa mañana y eso le alegraba.

—Yo llegué primero —volvió a tomar la revista que le había sido arrebatada.

—Sí, pero yo trabajo aquí —contestó el rubio con orgullo—. Ahora, si querías verme, pudiste mandar un texto. Aunque debo decir que es muy lindo saber que tratabas de sorprenderme.

Tony frunció el ceño, confundido por las palabras del más alto. Iba a responderle, cuando el amable recepcionista le informó que la señorita Romanoff estaba lista para recibirlo.

—Te veo luego, Steve —dijo con una sonrisa antes de caminar hacia la oficina que le había indicado el pelinegro que trabajaba en recepción.

Steve fue a su propia oficina, sorprendido por ver al muchacho ir a hablar con Natasha. La respuesta más obvia era también la que más lo sorprendía: Tony quiere divorciarse de su esposo.

Estaba consiente de que no debía sorprenderse, después de todo, cualquier persona con un poco de sentido común querría poner fin a su matrimonio si estuviera en las misma situación que Tony, pero a diferencia de la mayoría, sabía lo torpemente enamorado que el joven estaba de su marido.

Saber eso le llenó de felicidad por Tony, que estaba haciendo lo correcto, y en menor parte —o tal vez mayor— porque significaba que estaría soltero dentro de poco.

Al otro lado, Tony le contaba a la pelirroja todo lo que había pasado —a pesar de ya saber una parte de la historia por Sigyn— y pedía que le ayudara a divorciarse lo más rápido posible, antes de que pudiera pensar las cosas y quisiera darle otra oportunidad a Thor. Natasha, con mucha paciencia, le brindó apoyo emocional, al mismo tiempo que le explicaba todo el proceso por el que pasaría. Todo esto pasaba sin saber que en la oficina de al lado, Steve estaba pensando en cuál sería su movimiento para seducir a Tony, porque ahora que había aceptado su enamoramiento por él y sabía que estaba por dejar a su esposo, no quería desperdiciar ningún momento para acercarse más al castaño.

Por eso, cuando escuchó que la puerta de al lado se abrió, corrió para hablar con Tony para invitarlo a una cita, pero paró en seco cuando lo vio salir con los ojos nuevamente rojos e hinchados de haber llorado. Se sintió mal consigo mismo por no pensar que Tony necesitaría tiempo para recomponerse.

—¿Estás bien? —Steve se acercó más tranquilo de lo que tenía pensado.

—Sí, es solo que contarlo vuelve a abrir la herida —la voz de Tony sonaba un poco rasposa y su nariz se veía roja.

A pesar de parecer un desastre en ese momento, seguía viéndose hermoso, y eso solo hacía que Steve perdiera el aliento, al igual que se le rompiera un poco el corazón.

—¿Sabes por qué las focas ven al techo cuando están en una habitación?

El hombre abrió los ojos y se mordió el labio, con una expresión triste que le recordaba a un niño pequeño. No respondió, pero no esperaba que lo hiciera.

—¡Porque ahí están los focos! —respondió Steve con una gran sonrisa, que fue respondida por una débil carcajada.

—Steve, por favor, no molestes a mi cliente con tus bromas de quinta —salió Natasha de su oficina, para evitar que el rubio coqueteara con otros de sus clientes cuando están en su momento más vulnerable.

El mencionado se sonrojó avergonzado, pero no porque sus chistes fueran insultados —a eso ya estaba acostumbrado—, sino porque no sería la primera vez que buscaba llevar a la cama a alguna persona que salía llorando desconsolada luego de hablar con la pelirroja en busca de un divorcio.

Viendo a Tony en la misma situación de la que se habría aprovechado anteriormente, le hizo por primera vez sentirse culpable.

—Tranquila, Nat —intervino Tony ya menos triste—. En realidad, me gustan sus chistes.

El rostro del más alto pareció brillar al escuchar esas palabras. No pudo evitar mirarlo con adoración (que pasó inadvertida por Tony, pero no por Natasha).

—¿Quieres que te acompañe a tu casa? —ofreció Steve de forma amable—. No tengo ninguna cita agendada por un buen rato.

—Muchas gracias, pero mi mejor amigo vendrá por mí —dirigió su mirada hacia la sala de espera—. Tenemos que resolver algunas cosas.

—Ugh. Si es listo, te esperará afuera —advirtió Natasha con fastidio—. Si lo veo, lo golpeo.

En ese momento, el celular de Tony vibró con una notificación que no tardó en revisar. 

—Pues aparentemente no lo es, porque está subiendo.

La chica gruñó molesta. 

—Me voy, no quiero hacer un espectáculo en el trabajo.

Como coincidencia, en cuanto la pelirroja entró a su oficina, se abrieron las puertas del elevador revelando a Loki, que vestía jeans rotos con sus típicas botas de motociclista, que iban a juego con su chaqueta de cuero negra ligeramente arremangada para permitir la vista de sus múltiples tatuajes. Steve no pudo evitar preguntarse cómo alguien tan inocente como Tony era amigo de alguien como ese cliché de chico malo.

Claramente no conocía el pasado universitario de Tony.

—Hola, corazón —Loki se acercó a Tony, dando un beso en la mejilla de éste, luego hizo un movimiento de cabeza hacia Steve como saludo—, ¿estás listo?

El mencionado asintió con la cabeza antes de limpiarse los ojos con las mangas de su chaqueta. El azabache frunció el ceño al ver la vestimenta de Tony, que no era la mejor para el terrible frío que hacía en las calles de Nueva York.

—Debiste traer algo más de tapar, te congelarás en mi moto.

Steve frunció el ceño al imaginar a Tony con ese chico en una motocicleta. 

—Puedes llevarte mi saco —ofreció Steve antes de quitárselo y ofrecerlo al castaño.

Loki miró mal al hombre de traje, antes de quitarse su propia chamarra y ponerla sobre los hombros de su amigo con rapidez, dejando al otro con su brazo extendido.

—Vayámonos... —Loki le dirigió una última mirada a Steve—, cariño.

Tony se acomodó mejor la chamarra sin darse cuenta de las miradas que se dirigían los otros hombres. No tenía cabeza para nada en esos momentos.

—Gracias, Loki —se agarró del brazo del nombrado y dio un par de jalones para que se fueran.

El chico cuyos tatuados brazos ahora estaban a la vista de todos, se fue con una expresión victoriosa. Y atrás se quedó un Steve muy molesto.

El rubio entró a la oficina de su amiga suponiendo que conocía al chico que acababa de llevarse a Tony —aunque sea solo un poco—. Encontró a Natasha sentada detrás de su escritorio leyendo con concentración algo en su computadora.

—¿Quién era ese chico? —preguntó molesto.

—Un pobre hombre cuyo esposo es una mierda —apartó su vista de la pantalla por un segundo para ver fijamente a su amigo—. Te prohíbo que te aproveches de él, ya ha sufrido suficiente.

—No estaba hablando de Tony, me refería al tipo que vino por él.

La pelirroja apartó por completo su mirada de lo que estaba haciendo para poner toda su atención en el otro.

—Es el ex novio de mi mejor amiga y coincidentemente también es el mejor amigo de Tony —hizo una mueca de desagrado—. Es tan obvio que está enamorado de él que no me sorprendería que quiera aprovechar el divorcio para intentar ser algo más.

—¿Tony de él? —preguntó, preocupado.

—Loki de Tony... —Natasha lo miró confundida, con los ojos entrecerrados—. ¿Cómo conoces a Tony?

El rubio se quedó callado, sin apartar la mirada fija en su amiga.

—Él es el hombre casado del que te había hablado.

Natasha tomó unos segundos para pensar bien en la historia que le había contado hace un par de semanas, y cuando por fin hizo click, su rostro se iluminó por completo justo antes de volver a ponerse seria.

—Él es muy bueno para ti.

Steve suspiró resignado.

—Lo sé.

Quería negarlo y decir que nadie sería más perfecto para Tony como él, pero recordar la clase de hombre que era antes, era suficiente para querer alejarse antes de poder arruinar más al chico.

—Pero voy a ser mejor por él.

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