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20. Familiar.

Sabía que era demasiado ingenuo de su parte en tratar de complacer a su esposo más de lo normal. Ante la posibilidad de una infidelidad, entendía que cambiar su actitud no haría que Thor dejase a su amante —si es que tenía—, pero algo tenía que intentar.

Al inicio planeaba ser frío y distante con él, asegurarse de que sintiera su molestia, pero en cuanto se encontró frente a él, se recordó a sí mismo que se trataba del hombre que amaba y a quien había jurado seguir en las buenas y en las malas. Fue por esa razón que se estaba desviviendo por hacerlo feliz, accediendo a todos los absurdos pedidos que éste le hiciera.

Aunque eso no significaba que dejaría pasar el hecho de que estaba teniendo una aventura.

—¿Entonces cuál es el plan? —preguntó Rhodey emocionado, que estaba sentado en el asiento del piloto.

—Esperaremos a que salga y luego lo seguimos toda la noche —respondió Tony, sin perder de vista la entrada del estacionamiento del lugar de trabajo de su esposo.

Agradecía que la madre de Rhodey estuviera a cargo de la empresa, porque eso significaba que de nuevo volvía a tener a su amigo a su disposición casi todo el día, lo cual era bueno, ya que Loki parecía obsesionado con hacer cientos de pinturas para la galería.

—Y después deberás ser mi chef personal por toda una semana —agregó el moreno con una gran sonrisa, a lo cual Tony se encogió de hombros con desinterés.

Justo después de eso, hubo movimiento en el estacionamiento.

—¡Sigue a ese auto! —gritó Tony dramáticamente mientras señalaba al coche plateado, este estaba a más de media cuadra de distancia. El moreno rió—. Lo siento, esta podría ser mi única oportunidad de decirlo y no iba a desperdiciarla.

—Es tan emocionante —chilló el conductor antes de arrancar el coche y seguir al hombre.

Ambos estaban tomando muy en serio esta misión de espionaje —como insistía en llamarla Rhodey—. Incluso se habían vestido de pies a cabeza de negro: usaban gorros y guantes negros, al igual que decidieron conducir el auto negro de cristales semi-polarizados que pertenecía a la madre del que conducía.

Al salir del lugar, observaron cómo Thor se detuvo frente a la entrada del edificio. Jane no tardó en salir con un vestido blanco hasta las rodillas y una saco beige. 

—Se ve horrible —comentó Tony con rencor, ganándose una mirada sorprendida de Rhodey, que prefirió no decir nada más.

La chica se subió al asiento del copiloto con una gran sonrisa, que hizo que se formara un gran nudo en la garganta de Tony, que no pudo decir nada. Solo siguieron al coche por la ciudad hasta detenerse frente a una tienda de pintura.

Ambos se bajaron y entraron al lugar, mientras que los dos amigos los observaban desde sus asientos. Rhodey estaba comiendo unas papas que había sacado de la guantera, y Tony estaba usando unos binoculares que sólo había usado una vez en un viaje a las montañas con sus hermanos.

Solo estuvieron dentro por una par de minutos. Salieron con dos botes medianos de pintura color lavanda que pusieron en los asientos traseros, para después volver a ingresar al vehículo. Nuevamente los siguieron por las calles, que ahora solo estaban iluminadas por el alumbrado público, dando a la situación una atmósfera todavía más intrigante.

Finalmente, Thor entró al estacionamiento subterráneo de un edificio alto y de aspecto algo caro. El par esperó un poco para evitar levantar sospechas y ser descubiertos.

En un segundo, alcanzaron a ver cómo Thor y Jane entraban a un elevador con ambos botes de pintura en el piso. Corrieron para alcanzarlos, pero fue inútil; ni siquiera sabían en qué piso vivía la chica, pero eso no iba a detenerlos.

—Preguntaré con el conserje —dijo un frustrado Tony en cuanto las puertas de metal del ascensor se abrieron—, tú quédate en el coche por si necesitamos salir rápido.

Mientras Rhodey se subía al vehículo para escuchar música y comer papitas, el castaño fue a la recepción. Tocó la campana y pronto salió un joven de unos diecisiete años con aspecto algo gótico y granos en la cara.

—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó con aburrimiento e impresionante lentitud.

—¿Me podrías decir en dónde vive Jane Foster? —preguntó, recargándose sobre el mostrador—. Sé que probablemente las reglas no te lo permitan, pero juro que...

Fue interrumpido por el adolescente, que parecía no importarle si resultaba ser un peligroso criminal, y le indicó el piso y departamento de la chica.

Ya de nuevo en el elevador, presionó el botón del último piso y las puertas comenzaron a cerrarse, pero una mano grande lo impidió.

—Lo siento mu... —comenzó a disculparse el hombre al mismo tiempo que entraba con Tony, pero se detuvo a media palabra y sonrió con esa característica sonrisa que parecía perseguir al castaño—. ¿A qué debo el placer?

Él tomó la mano de Tony y le dio un beso, que hizo que rodara los ojos con un leve sonrojo por las acciones del hombre con traje elegante.

—No es de tu incumbencia —arrebató su mano para cruzarse de brazos.

—¿Entonces es una coincidencia que vayas al piso en que vivo? —preguntó Steve, poniendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón.

—No todo se trata sobre ti —contestó de manera brusca—. Vengo a ver a una amiga, Jane.

El rubio se relamió los labios tratando de ocultar su sonrisa. Ya iban a medio camino para llegar al piso destinado.

—Adorable chica. Ella y su novio son una linda pareja —comentó para llenar el silencio que se estaba formando en el ambiente.

Tony se sorprendió. No sabía que la chica estuviera en una relación, pero su enojo no disminuía, ya que eso no significaba que no estuviera pasando nada entre su esposo y ella.

Ambos bajaron en cuanto las puertas del elevador se abrieron en el piso correcto. Steve se dirigió a la puerta de su hogar, que tenía un número 18 dorado, y colocó la llave en la cerradura, mientras que Tony se quedó parado en medio del pasillo sin saber qué hacer o a dónde dirigirse.

—Ella vive al final del pasillo, en el departamento veinte —le dijo el rubio una vez abrió su puerta, pero en vez de entrar, se quedó ahí parado para observar al castaño.

Tony agachó la cabeza muy avergonzado, incluso tenía las mejillas rosadas. No podía ir y tocar la puerta, pero tampoco quería decirle al chico la verdadera razón por la que estaba ahí. Al final no tuvo que decir nada, ya que la puerta que había indicado Steve se abrió, dejando escapar una luz y dos voces que podía reconocer.

No lo pensó dos veces antes de actuar para evitar ser descubierto: con pasos rápidos fue hasta la entrada del departamento del rubio y lo empujó adentro, cerrando la puerta una vez que estuvieron ambos adentro. Sin pensar, jaló a Steve de los hombros, y retrocediendo un paso, cerró la puerta pegando su espalda a esta. Jaló otra vez al otro hombre contra él sin darse cuenta.

—Entonces sí vienes por mí —sonrió Steve. Al verlo, había quedado pegado a él con sus dos manos recargadas en su pecho. Decidió acercarlo aún más colocando sus manos en su cintura.

—Shh —chistó, haciendo el gesto universal para pedirle que guardara silencio, y comenzó a escuchar lo que sonaba detrás de la puerta.

—Muchas gracias por llevarme a comprar la pintura y después traerme a casa —agradeció Jane.

—No fue nada, Tony siempre dice que nunca debemos dudar en ayudar a otros.

Aunque no lo veía, podía sentir la sonrisa con la que lo dijo, y lo hizo sonreír también de forma inconsciente.

—A veces juro que ese hombre es un santo.

—No dirías lo mismo si supieras las cosas que hacemos en la cama —alardeó Thor justo antes de despedirse y entrar al ascensor.

Ambos siguieron guardando silencio hasta que escucharon la campana, que indicaba que las puertas del elevador se estaban abriendo. Después de eso, sólo esperaron unos segundos más hasta estar seguros de que el pasillo volvía a estar vacío.

—Tengo que irme —habló Tony, alejándose finalmente de Steve, haciendo que este último gruñera ante la falta de cercanía.

—¿Y no recibo nada por dejar que te escondieras en mi casa? —preguntó molesto, recargando su mano sobre la puerta para mantenerla cerrada.

El castaño rodó los ojos y se paró de puntitas para darle un beso en la mejilla. 

—De nuevo serás bienvenido en mi restaurante —aprovechó la sorpresa del de ojos azules para abrir la puerta y escabullirse hasta el elevador, y así, poder regresar al estacionamiento con su amigo.

—Maldito enano adorable —gruñó un sonrojado Steve, que mantenía su mano en su mejilla besada mientras caminaba a su habitación.

En cuanto Tony llegó al coche de Rhodey, éste ya lo esperaba con ambas manos puestas en el volante y listo para arrancar en cualquier momento.

—¿Qué pasó? —le cuestionó Rhodey en cuanto lo vio entrar por la puerta, pero no recibió respuesta. En vez de eso, recibió una indicación de que siguiera a Thor, quien ya debía estar doblando la esquina.

—Solo le dio un aventón a casa —mencionó Tony, luego de un par de cuadras recorridas detrás de su esposo—, ahora debemos llegar a mi casa antes que él para evitar que descubra que salí y se enoje conmigo.

Rhodey frunció el ceño. El enojo se podía leer en cada una de sus facciones, pero no dejó de manejar en ningún momento.

—Antes que nada... —exclamó, sin apartar la vista del camino—, ¿estás consciente de lo tóxico que eso suena? —observó cómo Tony estuvo a punto de responderle, pero no se lo permitió—. Y segundo, por si no lo has notado, estamos yendo en sentido contrario a tu casa.

El chico miró confundido por la ventana. Tenía razón, se estaban adentrando más en el centro. Al ver el reloj, comprobó que aún era antes de la hora usual en que Thor solía llegar a casa.

—¿A dónde va entonces? —preguntó, confundido.

Rhodey se encogió de hombros como respuesta, y siguió conduciendo con un nervioso Tony a su lado izquierdo.

Menos de cinco minutos después, se detuvieron en una calle que reconocía muy bien. Le parecía increíblemente extraño ver que estaba entrado al familiar edificio por su propia cuenta.

—¿No lo vamos a seguir?

—Seguro... —contestó, inseguro. Ni siquiera se dio cuenta cuando su amigo estacionó el auto.

Seguía lleno de intriga en la subida de las escaleras.

Ambos iban dos pisos debajo, cuidando de no ser descubiertos. En cuanto vieron que Thor entró en el acceso a uno de los pisos, subieron corriendo para alcanzar a ver cómo golpeaba en una puerta.

La espera para que abrieran la puerta fue una completa tortura para Tony, y cuando finalmente se abrió, se quedó sin palabras. Ya sabía quién abriría la puerta, pero una parte de él esperaba que fuera alguien más... Que estuviera confundido de estudio y de edificio.

—Estoy seguro de que esto no es lo que pensamos —le dijo a Rhodey mientras veía a Thor entrar al estudio en el que vivía Loki—. Creo que lo mejor será irnos a casa.

—Es lo más inteligente que has dicho en toda la noche —le dijo, pasando su brazo izquierdo sobre el hombro del castaño en señal de apoyo—. Puedo apostar a que están hablando de ti, es lo único que tienen en común.

Tony sonrió por el comentario.

—¿Qué te parece si preparo una lasagna?

—¿En serio? ¿ahora? —preguntó Rhodey con emoción en su rostro.

—Seguro, te lo ganaste —le sonrió de vuelta—, solo vamos a casa.

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