11. Señor Rogers.
Las personas comenzaron a llegar, reuniéndose todos en el jardín. No podían ser más de veinte personas y un par de niños que se veían de la misma edad de Murat, los cuales se encontraban todos jugando con Steve. Una niña se colgaba de uno de los brazos del rubio, mientras que un niño pelirrojo se colgaba de una de sus piernas. Era claro que intentaban escalar al alto hombre, y éste, para sorpresa de Tony, estaba encantado con los pequeños.
La mujer turca se acercó a Tony, quien sentado en una escalera que conecta al jardín con el resto de la casa, observaba la escena con el ceño fruncido. Ella le ofreció un plato con pequeñas rodajas de carne que había aprendido hace algunos meses, que se llaman köfte. Tony las tomó gustoso, desviando su mirada hacia ella.
—¿Puedo preguntar por qué no dejas de ver al señor Rogers? —preguntó con una ceja alzada.
—Cuando conocí al señor Rogers —hizo énfasis en las ultimas palabras porque le parecía gracioso—, tuve una mala impresión de él, la cual resultó ser algo cierta —se llevó un pedazo de carne a la boca y luego de haberlo tragado, continuó—, pero cada vez que nos encontramos, termino pensando lo mejor de él, y ahora lo estoy viendo justo ahí jugando con esos niños como si nada lo hiciera más feliz. Cómo adoraría tener hijos.
Aunque lo último lo dijo casi en un susurro, fue escuchado de igual forma por Adalet. Ella devolvió la vista al hombre, que ahora tenía a su hijo en los hombros y eran perseguidos por los demás niños que buscaban ser cargados también.
—Pues yo te puedo decir que es una buena persona. Gracias a él, Murat fue aceptado en la escuela —confesó con una sonrisa. El castaño la miró sorprendido—. Cada escuela a la que íbamos nos daban largas listas para no aceptar nuestra solicitud de inscripción. Pero el motivo real era simple... Nos veían como inmigrantes musulmanes.
—No pueden hacer eso, la ley lo prohíbe —respondió molesto. Se preguntaba por qué Evandro nunca le contó eso.
—Te sorprendería cuan fácil se dobla la ley cuando hay racismo de por medio. Nosotros temíamos que si presentábamos una denuncia, nos deportaran. Acabábamos de llegar —miró en dirección a Steve con una expresión de completo agradecimiento—. De no ser por él, jamás nos hubiéramos animado a exigir justicia.
» Nos acercamos a él por recomendación de unos amigos a quienes había ayudado en el pasado. Si preguntas entre las minorías, vas a escuchar buenas referencias del señor Rogers.
Luego de decir eso, Adalet se disculpó para levantarse y dirigirse a hablar con otros invitados, que estaban conversando jovialmente con su esposo.
Tony lo vio asombrado. No podía imaginar que el hombre de quien había llegado a pensar tan mal pudiera ser tan bueno. Aunque claro, no querer una relación seria no era motivo para ser considerado despreciable a sus ojos; era el hecho de saber que no tenía problema con intimar con personas casadas. Eso era algo con lo que de más seguro no podría estar de acuerdo jamás.
—¿Ocurre algo? —preguntó Steve, sacándolo de sus pensamientos—. Llevas un largo rato viéndome, aunque no te culpo.
Volteó a su izquierda para ver a los niños correr por el jardín en una zona donde no había adultos, para evitar choques y por consiguiente, regaños.
—No te veía a ti —le sonrió ladino—, era a los niños.
—¿Tienes hijos? —preguntó Steve para seguir con la conversación por genuino interés.
Él negó con la cabeza.
—Thor no quiere hijos —respondió. Steve frunció el ceño, por lo cual agregó—: Quiero decir... que aún no decidimos en tener hijos.
—¿Pero tú quieres hijos? —preguntó, esta vez por completo interesado.
—Más que nada en el mundo —lo dijo casi sin pensar.
Steve se le acercó más, y con una voz que sonaba demasiado sensual para el gusto del más pequeño, ofreció:
—Con gusto te hago los hijos que quieras.
—Steve...
Se separó del más bajo, quien tenía un leve sonrojo. Debía controlar su galantería que el otro insistía en llamar coqueteo barato —eso si quería seguir siendo bien visto por el castaño—. Hizo una mueca de fastidio que hizo reír a Tony y eso pareció motivarlo a controlarse para tener una buena conversación.
Siguieron conversando un largo rato hasta que varios invitados ya se habían ido. Evandro se acercó a ellos y colocó cada uno de sus brazos en los hombros de los dos hombres. Su aliento olía a alcohol, pero no se veía borracho en absoluto.
—¡Mi pequeño y mi gran amigo! —se dirigió a ellos respectivamente, ganándose un ceño fruncido del castaño y una risa del rubio—. Me alegra tanto que se lleven bien, ya que a ambos les debo que mi familia sea feliz.
—Estoy seguro que no es para tanto... —comentó Tony, siendo ignorado por el turco. Comenzaba a darse cuenta que quizás sí estuviera algo pasado de copas.
—Tonterías, tú fuiste el único que me quiso contratar con un titulo emitido en Turquía —le dio un beso en la mejilla a Tony, quién rió dulcemente—. Y tú, ayudaste a mi pequeño a recibir su educación —apretó más su agarre sobre el hombro del rubio y lo zarandeó ligeramente. Él sólo se dejó hacer.
—Cómo decir que no luego de probar tu comida —dijo Tony, pero antes de poder recibir una respuesta, su teléfono comenzó a sonar—. Disculpen un momento.
Cuando sacó su celular, vio lo tarde que era. Thor ya debía de estar en casa.
Tony contestó la llamada y escuchó del otro lado de la línea a un Thor claramente molesto.
—¿Dónde estás?
—Sigo en la fiesta. En serio, lo siento, perdí la noción del tiempo —se apresuró a disculparse.
—Cuando un hombre llega de trabajar, espera que su esposa lo esté esperando en casa.
Tony se molestó al escuchar eso, pero no lo comentó; ni siquiera el hecho de que haya dicho esposa.
—Pudiste haber venido conmigo...
Una vez las palabras salieron de su boca, supo que no debió decir eso.
—Entonces es eso, te estás vengando por no haberte acompañado... —se escuchaba claramente molesto—. Pero no puedo faltar al trabajo cada vez que tú lo pidas.
—Tienes razón, perdón —Tony se mordió el labio arrepentido, pero su esposo no podía ver el gesto, sólo Steve, quien veía la escena con interés—. Iré a casa de inmediato.
—Tengo hambre, no tardes —su voz sonaba tan fuerte en el teléfono que hasta los dos hombres que se encontraban a unos pasos de distancia pudieron escucharlo—. Ven con cuidado. Te amo.
—Te amo —respondió feliz, pero en cuanto colgó, se volvió a sentir mal por culpar a su esposo de no haberlo acompañado, cuando bien sabe que tiene un trabajo.
Luego de colgar, se acercó de nuevo a los hombres. Ambos lo miraban atentos. Habían alcanzado a escuchar un poco de la conversación y ambos querían decir algo, pero la cara del castaño los detuvo. Parecía un niño pequeño que acaba de recibir un regaño, y de cierta forma así fue.
—Ya es algo tarde, lo mejor será que me vaya.
Tony le dio un abrazo a Evandro y luego se despidió de Steve con un movimiento de su mano.
—¿Quieres que te lleve a tu casa? —le ofreció el rubio.
—Vine en mi propio auto, pero gracias —rechazó con una sonrisa.
Le deseó un buen viaje al turco y después de buscar a la esposa de éste para decirle lo mismo, se fue del lugar.
—Es un idiota —dijo Steve sin pensar, siendo escuchado por el hombre de medio oriente.
—Si te refieres a Thor, no eres el único que lo cree.
El hombre puso su mano en el hombro del ojiazul en señal de estar de acuerdo, y ambos se levantaron para ayudar a la mujer a limpiar el jardín.
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