Nos robaron
Maggie
Al levantarme al día siguiente lo primero que hice fue marcarle a Justin. Todos los tres intentos obtuvieron los mismos resultados del día de ayer tras llegar de casa de mis padres.
Nathan viste ropa deportiva, el domingo sale con los primeros rayos del sol asomarse y regresa en el ocaso de este. Tiene cierta rutina con amigos de universidad, con los que suele reunirse desde sus primeros años de estudio. Van de pesca, béisbol, fútbol, cualquier tipo de juego de mesa o plan que se les ocurra. Aclara que no debe faltar el trago y las chicas.
Compartimos solo el desayuno y en las noches alguna anécdota de cómo fue su día. Contrario a lo que sucede con la mía, yo no sé absolutamente nada de la vida privada de mi hermano. Si hago las veces de detective y con base en la experiencia con mi ex, no hay una mujer en su vida.
—Apagado —comento y Nathan guarda silencio ayudándome a recoger los platos.
Al parecer, a mi madre le bastó presenciar nuestra disputa para "entender" el comportamiento de Connor hacia mí. "—¿Ahora entiendo por qué te golpeaba ¿Siempre eras tan soberbia y vulgar?". Mamá me veía con reproche, mi padre con decepción y Nathan a ambos enojado.
Después de la tercera interrupción supe que no podría defenderme y decidí irme. Mi madre me dio un sermón sobre la obediencia de una mujer y mi padre insinuó que yo pude provocar algunas situaciones.
—¿Qué te preocupa?
Deja los trastes en el lavaplatos y retira los míos de mis manos. Compartimos gastos y quehaceres, no le molesta en tomar un trapeador o lavar los baños. Aprendió (según sus propias palabras) a realizar cualquier actividad, sin que se sienta ofendido por ello.
—Los alcances en el juicio y que me defendiera de Connor.
Mientras el limpia la cocina, yo hago lo propio con la mesa de comedor y sala. La tarde de ayer, al entrar al auto y antes de seguir al ministro, tenía un rojo en su ojo izquierdo, el labio inferior partido y apoyaba su mano en su costado.
Connor está en peores condiciones, sin mencionar que se vio humillado al ser golpeado delante de todos. Era un hombre orgulloso, cuya popularidad era importante para él.
—Connor estaba bastante golpeado —continúo.
Connor puede demandar por lesiones y eso de ninguna manera caería bien al juicio entre Justin y Keira. Me preocupa que por defenderme salga dañado y aunque Nathan aseguraba lo veía poco probable, yo conservaba mis reservas.
Conocía muy bien al indio y a sus señales de humo. Como solía decir el ministro.
—No hubo un ganador o perdedor ayer, Maggie. Cualquiera de los allí presentes dirá que te defendía...
—¿Incluso nuestros padres? —cuestiono dando el frente y tomando uno de los cojines de los muebles.
—Sobre todo nuestros padres —recalca cada frase con las manos cubiertas de espuma —no lo dirán hoy, tampoco mañana... en realidad dudo que lo acepten —sonrío al ver su poco optimismo, pero guardo silencio para que su idea madure —ayer murió la credibilidad que tenían en Connor.
—Me alegro de que se les cayera el velo. Aunque eso no hace mucha diferencia para mí.
También llega demasiado tarde, una de las razones por la que le perdone tantas veces, fue por ellos. Mi lado razonable me dice que fue todo culpa mía, por no tener el valor de enfrentarlos. Papá y mamá eran de pensamientos anticuados, cumplían la biblia a cabalidad y atesoraban las costumbres de su iglesia. En ultimas, era yo quien sufría y la que debía buscar ayuda en mi necesidad.
Nathan acaba de ordenar la cocina y me ayuda con el resto de quehaceres en silencio. En algunas ocasiones nos cruzamos cada uno con un delantal, guantes y un paño en las manos.
—Llegarás tarde —comento en uno de nuestros tropiezos.
—Ayudaremos a Izan establecerse en la nueva casa.
Su teoría es que, si llega algunas horas tardes, le tocará lo menos pesado. Sus amigos suelen hacer las cosas más pesadas o las más difíciles.
—Estarán ebrios cuando les toque las livianas y correrán menos peligro.
Era un buen estratega es en todo lo que puedo pensar al verle sonreír apoyando su dedo índice en su sien. Un excelente hermano, gran abogado y estaba segura un esposo devoto. Viéndolo salir de su habitación con un maletín pequeño una hora y media más tarde me llega el interrogante de donde estaría la mujer que le merezca.
—¿Llevarás comida? —pregunto señalando el morral —puedo hacerles un emparedado ¿Cuántos son?
Mira el morral antes de aclararme es para mí, lo recibo con curiosidad. Viendo el contenido de este la duda incrementa y le observo interrogante.
—¿Un botiquín?
—No vas a estar tranquila hasta que no sepas que tiene —explica — tampoco quiero irme con el temor que has tomado un taxi y te has ido por tu cuenta.
—¿Quieres decir ...?
—Te llevaré y te recogeré al volver —sigue por mí y sonríe divertido ante mi rostro —ve por tus cosas te espero en el estacionamiento.
Afirmo sonriente casi volando rumbo a mi habitación mientras el sale con el maletín de primeros auxilios y el suyo en sus hombros. Escoger que ponerme se vuelve una odisea, saco varias prendas del armario y ninguna me gusta.
—Aburridas, muy sexys, atrevidas, inadecuadas, pordiosera—enumero lanzando cada una a algún lugar.
El móvil vibra en la mesa de noche y lo tomo rápido al ver que es Nathan. Antes que pueda excusarme por mi demora, su voz preocupada me interrumpe.
—Cubre tu rostro y cabello todo lo que puedas —escucho percibiendo su voz agitada —Puedes usar algo mío también tengo lentes oscuros.
—Bien —respondo en voz inaudible.
Por lo menos ha limitado mi búsqueda en que usar, pienso al tomar un vaquero, un jersey negro, los zapatos deportivos y un capuchón de Nathan. En el interior del ascensor, hice un último intento al llamarle. Esta vez estaba encendido, pero no contestó.
Justin solo era de los que se despiertan tarde un domingo. Nathan y yo había crecimos en un hogar que no nos daba diferencia en los horarios. Los domingos eran los días en que nos sacaban de la cama temprano. Siendo el día del señor, había que adorarle y el servicio iniciaba a las cinco treinta.
Muy a pesar de las recomendaciones de mi hermano he tenido curiosidad y en el buscador e digitado el nombre de Justin Austen Klein. La diversidad de prensa que empieza a seguir la noticia de su divorcio es superada solo por las notas al respecto.
Imágenes de él y Keira de novios, prometidos y casados inundan la pantalla de mi móvil. Leo la fecha exacta en que se hicieron novios, no debería sorprenderme ver que ella mintió en su cumpleaños y que Justin podría decir la verdad al decir que su llegada ese día fue para conocerme.
Pero lo hace.
Mi mente sigue intentando entender los motivos por los cuales Keira y Connor me habían hecho tanto daño. Desecho algunas notas, por ser más de lo mismo y encuentro la primera (de las más de diez), que hablan de mí.
La mejor amiga, no de Keira, sino de la pareja, casada con un miembro importante de Lennox y asociados, empresa de ropa femenina y masculina con una gran trayectoria en el país.
Keira y Connor nos fueron infieles. Pero, aseguraban nosotros tendríamos también una aventura. La diferencia era que ellos fueron pillados por nosotros "astutamente". La manera en que tocan el tema de nuestros divorcios me asquea y acabo por hacer caso omiso a la nota y no leer más.
A Bruno y Jocelyn Austen no les iba a agradan esa publicidad. No los conozco personalmente, pero he escuchado lo suficiente para saber que son padres posesivos y orgullosos de su vida sin conflictos.
Las puertas del ascensor se abren en el estacionamiento, subo la capucha e instalo mis lentes. No hay nadie a la vista, aun así, decido hacer una mini maratón del ascensor al auto de Nathan.
—Están en la entrada, me lo acaba de informar el guarda de turno —me dice al verme entrar agitada —cúbrete.
Inclino mi cuerpo cuando él pisa el acelerador y el auto arranca a toda velocidad hacia la calle. En medio del estrés que produce el exceso de velocidad, la duda corre por mi cabeza. Mi presencia en casa de Justin puede aumentar el rumor lejos de ayudarle. Lo pienso demasiado tarde pues Nathan ya se ha alejado del edificio y es imposible volver.
—Puedes erguirte —comenta luego de varios minutos —nadie nos sigue.
—Te estoy perjudicando...
—¿Bromeas? —interrumpe mi excusa disminuyendo la velocidad —necesitaba esta adrenalina en mi aburrida vida.
Por más que intento reír con ganas, solo logro brindarle una sonrisa falsa. Guardo silencio durante el viaje a casa de Justin, con la duda aumentando en mi cabeza.
—La prensa en su casa debe estar peor —no puedo evitar decir.
—No está en la casa que compartía con Keira, tampoco en el penthouse de la familia—responde y lo veo sorprendida.
—¿Tan delicado es?
—No estoy muy seguro, pero creo que ha tenido problemas con su padre. Han perdido mucho dinero no solo en la boda, también en la sociedad con los Lennox y si le sumas el divorcio...
—¿Por eso volverá a Berlín?
Lo que escucho me deja sin palabras y me quita las ganas de seguir preguntando. Bruno y Jocelyn Austen le exigen volver a casa. No volverá a representar a la empresa familiar.
—Según su padre es más fácil pagar sus borracheras que mantenerlo en la empresa —habla en tono bastante afectado —es una lástima porque Justin es un buen empresario. Lo que hizo con la empresa de su padre estos dos años lo demuestra.
Asegura desconocer lo que seguirá en adelante con la dirección de la empresa. Por el momento, solo sabe que Justin seguirá a cargo hasta nueva orden. No fui solo yo la afectada en esta historia, Justin también lo fue.
Quizás no tan doloroso, no existieron golpes físicos, aunque si un resquebrajamiento hacia su familia. Todo esto por querer demostrar a su padre que estaba capacitado para liderar. Algo que pudo hacerlo, pero que Keira y Connor lo echaron todo a perder.
—No me sugeriste venir a verle por los golpes.
El vehículo empieza a disminuir la velocidad ingresando a un conjunto residencial bastante lujoso y según recuerdo exclusivo. Se detiene frente a una de las más de treinta casas idénticas que conforman el lugar. Apoya su brazo encima del asiento en donde estoy y me baja la capucha antes de responder.
—Lo peor que le puede pasar a un ser humano es defraudar a tus padres aun si sabes que no eres culpable. —baja el rostro hacia mi mano que toma y entrelaza — te consume la tristeza, baja tu autoestima y la soledad suele ser tu peor enemiga en esos casos. Ve con cuidado —me pide abriendo la puerta e invitándome a salir —te llamo antes de venir por ti.
—Gracias — le digo cerrando la puerta y asomándome por ella —no deberías partir enseguida, por si no me quiere aquí.
Niega divertido y enciende el auto, el motor del pequeño Mazda negro ruge por unos instantes. Una manera de llamar al dueño de la casa y me cruzo de brazos viéndolo sonreír pisando el acelerador.
Lo hace porque ha visto algo que yo no, o es una manera de congraciarse con el hombre que le dio el empleo de su vida. Niego apretando mis brazos viéndolo dar la vuelta y sacar la mano como despedida. Eso sería como venderme y su comportamiento estos últimos meses me dicen que es incapaz de hacer algo así.
—¿Espero que no seas una ilusión óptica? De ser así, es la más hermosa que ha podido recrear mi mente —su aliento fresco acaricia mi cuello al tiempo que sus manos arropan las que tengo sobre mí.
—Te he estado llamando...
—Estaba sin batería, he tenido unas horas complicadas —gira mi cuerpo hasta quedar frente a frente y suelto un respingo al ver su rostro.
—¡Por Dios Justin!
Alrededor de su ojo izquierdo hay un enorme moretón, negro en la parte baja y morado en el costado. Su ojo está semi-cerrado y en la parte interna tiene lo que parece sangre. Alzo mi mano para acariciar esa parte viendo como los cierra ante mi caricia.
—Sabía que estabas mal — comento sintiendo su abrazo fuerte. —no pensé que tanto. —confieso.
—Es menos doloroso de lo que se ve —comenta cerca de mi cuello —entremos.
Pide, alejándome de él y tomando mis manos al dar media vuelta. El camino de ingreso es en piedra blanca, con césped a lado y lado, enormes arbustos a ambos costados, sin porche, acabados en piedra y estilo clásico.
No es lo que suele usar, pero desborda clase, lujo y elegancia.
(...)
Me ha permitido curarle en el más absoluto silencio, sentado en uno de los sillones cabeza inclinada hacia tras y ojos cerrados. He dispersado el botiquín en sus piernas y realizado milagros con lo poco que hay. Fue a la clínica y le dieron varios medicamentos, pero solo tomó el calmante.
Sentada sobre mis piernas, descalza y en la parte libre del sillón curo su hinchazón. La parte menos golpeada son sus labios, casi todo lo demás tiene magulladuras. Lanza un quejido al sentir el algodón húmedo en su ceja y abre su ojo sano.
—Lo siento —me excuso al notar el reproche en sus ojos verdes. —Nathan me dijo que volverías a casa.
—Es lo que dicen —responde cerrando los ojos nuevamente.
—¿Tuviste problemas por el ataque a Connor? —niega en silencio y suelto el aire.
Su rostro de perfil luce desastroso de ese lado, su nariz, ceja y pómulos están hinchados. Dejo el algodón a un lado y regreso mi trasero a mis piernas soltando el aire. El movimiento lo hace abrir los ojos y soy pillada viéndolo sin pudor.
—Mi relación con mis padres ya estaba dañada.
Recoge todas las cosas que deja en el morral, lo cierra deja a un costado en el suelo. El asalto a mi cintura y ser suspendida en el aire me toma por sorpresa. Me deja en sus piernas sin ninguna ceremonia y me hace verlo.
— Tú y yo tenemos un beso que quedo a medias Maggie y que no ha salido de mi cabeza, tampoco es mi deseo.
—Leí algunas notas—hablo apresurada cuando siento sus manos entrar por debajo de la capucha de Nathan.
—¿Si? —cuestiona sin dejar de verme y subiendo las manos por mi vientre —¿Qué dicen esta vez?
—Que ambos nos éramos infieles, pero al parecer nosotros éramos más listos y no fuimos cachados.
—Somos infieles ante el mundo y por un beso —comenta deteniendo su mirada en mis labios y continuando la exploración por debajo de la enorme capucha. —Si vamos a ser señalados ¿No te parece que debe valer la pena?
—¿Hablas de ser infieles? —pregunto titubeante y sonríe.
—Amantes. —me corrige y paso saliva viendo en sus ojos el deseo.
La prenda de Nathan me llega hasta media pierna, pero la alza hasta quedar en mi cintura. Pequeñas descargas eléctricas invaden mi piel cada que sus manos exploran mi cuerpo. Cierro los ojos cuando su mano va en línea directa a uno de mis senos y mi cuerpo se arquea cuando alcanza su cometido.
—Ambos estamos en proceso de divorcio... el termino Infiel es incorrecto—comenta subiendo la prenda llevándose el jersey con ella y alzo mis manos para ayudarle en su labor.
Mis pechos quedan expuestos por debajo de mi lencería de encaje blanco. Su rostro al observarme es como una caricia cuando recorre con sus ojos cada parte de mi cuerpo.
Sus ojos conectan con los míos y me encuentro retirado su buzo. Lanzo la prenda por su espalda detallando su cuerpo, tal cual lo hacía él hace unos segundos.
—Te puedo lastimar —advierto al ver que acerca sus labios a los míos ganándome una mirada, mitad ternura, mitad traviesa.
Pasa una de sus manos por mi espalda y retira el sostén de un solo movimiento y acerca su rostro a ellos. Vuelvo a pasar saliva apoyando mis manos en su pecho desnudo ante el súbito mareo que produce su boca en esa zona. Mis senos reaccionan endureciéndose y mi entrepierna empieza a mojarse.
Su lengua tortura mi pezón, con lentos movimientos. Si sólo un beso logró mojarme en la oficina y alterarme por horas, no me imagino lo que puede lograr en mi todo lo demás.
—Sé que sentiste lo mismo que yo Maggie...no puedes negarlo. — habla al retirar su boca dejándome un enorme vacío.
Sin la menor dificultad me alza en brazos y paso mi brazo por su cuello. Me lleva a lo que imagino es la habitación principal dejándome en la cama de manera delicada.
Su boca presiona la mía logrando sacarme un gemido y su lengua irrumpe en la mía. Sabe a Whisky costoso y exquisito, sea por su sabor o el beso me embriaga y me lleva al borde la locura.
Mis uñas se entierran en su ancha espalda y me sujeto a ella ante el arrebato de éxtasis que causa su beso. Lo ilógico de todo es que hasta hace unos minutos parecía adolorido por el paso del algodón en sus heridas.
Gruñe al enterrar mis uñas con más fuerza en su piel al sentirlo gobernando, chupando, teniendo el control de todo y como a él se le antoja y por dios, solo quiero aferrarme a sus labios cuando pasa su lengua sobre la mía.
Me invade una sensación casi diabólica de sentir su piel desnuda sobre la mía. Mis manos van a su pantalón deportivo y la suya a mi vaquero sin dejar de besarnos. Intento detenerme ante el temor de herirle, pero el parece tan poseído como yo.
—Te estoy lastimando. —comento alejándome lo suficiente para poder decirlo, pero vuelve al ataque no sin antes decir.
—¡Nunca!
Nos deshacemos del resto de prendas quedando solo nuestras pieles desnudas, rosándose, amándose. Sus manos hacen un lento recorrido hasta llegar a mi entrepierna y sus dedos se hunden en mi humedad. Tarda en llegar al punto exacto y cuando lo hace mi respiración falla, mis piernas tiemblan y gimo su nombre.
—Justin.
Ruego cuando sus dedos entran y salen en un lento vaivén y otro de sus dedos estimula aquella parte que esta hinchada productos de sus besos y caricias. Muevo mis caderas para incrementar la mágica sensación y lo escucho reír entre mis labios.
—Debimos ser tu y yo hace mucho, en Grecia, en Roma, en Berlín —enumera deteniéndose un instante y ubicando su cuerpo entre mis piernas.
Estoy demasiado excitada para decir cualquier cosa, acerco su rostro al mío respondiendo con un beso. Puedo sentir su dureza en mi entrepierna y me arqueo instándole a entrar. Lo que sigue puedo solo describirlo como miles de fuegos artificiales cuando me posee.
—Nos robaron dos años Maggie...no permitiré ni un segundo más.
Después de algunos minutos ambos llegamos nuestros cuerpos al punto máximo del deseo gritando uno el nombre del otro.
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