09.57.2022
Sollozos, lamentos y disculpas en un hilo de voz resuenan como jamás lo han hecho antes en el interior de nuestra habitación.
Esto es doloroso, pero no puedo decir que sea algo inesperado.
—Di algo, por favor —logras decir, finalmente sin un quiebre en tu voz.
No sé qué decir, ¿Qué dice o hace uno ante una situación como esta?
He visto varias veces en televisión, justo en aquellas novelas que tanto amas ver, que cuando uno descubre una infidelidad tiende a gritar insultos varios, tirar palabras de odio solo de la lengua hacia afuera al aire, tirar alguna cosa por la rabia que desata en el interior el haber sido traicionado, además de llorar mientras se busca un culpable hasta luego llegar a reclamar por cada día perdido, por el poco amor recibido y el dolor no merecido.
En mi caso, no sé cómo actuar.
No podría gritarte, mucho menos insultarte. Va contra lo que mi madre me enseñó, va contra las promesas que te hice hace años. Además, sé bien que de llegar a insultarte, más tarde no podría conmigo mismo.
¿Soltar un te odio? Imposible, odio mentir.
Tirar algo... ¿De qué serviría? ¿Arreglaría algo?
El tirar los cuadros con fotos nuestras que decoran la habitación, tirarlos... ¿Quitaría de mi mente tu imagen desnuda llena de marcas ajenas a mis labios? ¿Haría que mis oídos olvidaran tu voz gimiendo otro nombre?
¿Lo haría?
La respuesta es un no rotundo, desquitarme con algún objeto de nuestra habitación no haría cambio alguno en lo que hace minutos he descubierto.
—Voy a darme un baño —necesito pensar.
—YeonJun...
—Me daré un baño, después vamos a hablar, ¿bien?
No dices nada, entonces asumo que lo has entendido. Camino hasta el armario, abro el primer cajón y encuentro allí mis camisas de ayer, están planchadas, dobladas y desprendiendo el buen aroma del enjuague a lavanda como de costumbre.
Siento una opresión en el pecho.
—Deberías abrigarte, cariño —sabor agridulce en mi boca ahora al llamarte por aquel apodo— si no quieres ponerte unos pantalones, acuéstate y abrígate con las sábanas.
—No, yo...
—Es una noche fría, puedes enfermar.
Giro sobre mis talones con el cambio de ropa en mano que usaré y unos pantalones extra por si los deseas.
Mis ojos dan con los tuyos solo por unos segundos pues agachas rápidamente la cabeza. Tus manos se esconden bajo las largas mangas de aquella camisa negra que no es mía, tus piernas parecen querer huir, tu labio inferior tiembla y las lágrimas vuelven a fluir.
¿Cuánto daño te he ocasionado?
Deseo abrazarte, pero te siento lejos.
—¡¿Tan poco te importo?! ¡¿Tan nada soy para ti?! —preguntas, reclamas.
¡No y no! Respondo en gritos dentro mío.
Las preguntas siguen llegando y noto que todas ellas tienen algo en común, inseguridad sobre ti. No me reclamas algo directamente, indirectamente te reclamas a ti. ¿Qué pudiste haber hecho? ¿Qué faltó en ti? ¿Qué hiciste mal?
Mi respuesta a ellas es el silencio, el cobarde silencio.
—¡¿Cuándo dejaste de amarme, YeonJun?! ¡Responde! —Has explotado.
Para que pregunte eso, sé que has sobrepasado el límite de lo que un corazón enamorado puede y debe soportar.
Tomas asiento en la cama. Empiezas a respirar por la boca, tu llanto es crudo y tus manos dejan de estar ocultas para abrazas a ti mismo, no buscando reconfortarte, sino lastimarte. Veo tus uñas clavarse de a poco y con mucha fuerza sobre la camisa, el negro se intensifica, es por la sangre.
Dejo caer lo que tengo en manos y me acerco para sujetar tus manos. Al ver tus ojos nuevamente encuentro un gran vacío en ellos y empiezo a preguntar en mi mente si está bien el tocarte.
Cuánta mierda te he hecho pasar para que vuelvas a lastimar tu cuerpo...
—Responde, responde... Por favor, YeonJun. Responde, lo siento, lo siento... Responde, ¡lo siento, YeonJun!—Desesperación y angustia en tu voz.
Mi hermosa y querida luna, yo soy el que más lo siente.
—¿Quién dijo que dejé de amarte? Jamás podría. Te amaré hasta que las estrellas caigan del cielo, ¿recuerdas?
Tenía veinte cuando dije aquello, ahora con veintisiete puedo decir que algunas cosas no cambian.
—Lo siento, no quería... Realmente no quería, yo solo...
—Necesitabas el amor que dejé de demostrarte, supongo que entiendo —digo interrupiéndote.
Niegas con la cabeza, pero yo sé que he dicho la verdad.
Pido que te quites la camisa que llevas puesta para ver el estado de tus brazos, con vergüenza te despojas de la prenda, me encuentro con piel magullada y no solo la de tus brazos.
Muerdo mi lengua, le doy fuerzas a mi corazón.
—Acuéstate, ya vuelvo.
—YeonJun... —parece que la única palabra que puedes decir es mi nombre, pero aquella suposición muere al recordar lo que escuche al llegar del trabajo.
Entro al baño, busco el aloe vera y la pomada de árnica en el botiquín. Noto que faltan algunas cosas allí.
Condones, faltan unos cuantos.
Duele y jode mucho, ¿Puedo seguir manteniendo la calma?
No lo creo, pero me retaré a hacerlo, siempre me ha gustado ganar retos, ya sea contra otros o contra mí mismo.
Te curo los brazos y tenía intenciones de curarte el cuerpo también, pero el solo ver tu semidesnudez, se siente incorrecto.
¡Cielos, qué nos hice!
Después de preparar un té y asegurarte que hablaríamos mejor al amanecer cuando puedas hablar y yo estar listo para escuchar todo, finalmente estoy bajo la llave del baño, pensando y pensando.
Parece un mal chiste el que entienda lo que hiciste, que no te odie y sobre todo el que no esté enojado con tu amante.
Es una mezcla de sentimientos y emociones.
Cariño, no voy a justificar tu infidelidad porque siempre he pensado que para ello no hay justificación, pero tampoco voy a darme golpes de pecho diciendo que no la entiendo, que no puedo creer cómo pudiste meterte con un total desconocido cuando hemos estado compartiendo cama y vida durante los últimos siete años.
No haré eso.
Haré un mea culpa, pero con ello no quiero quedar como el bueno aquí. No voy a decir que tú estuviste mal y yo bien pues no es verdad.
BeomGyu, un ser como tú no es infiel solo por serlo. Debías tener motivos fuertes para hacer algo que juraste, en nuestra primera cita, aborrecer.
Duele saber que yo te di motivos para llegar a esto.
Mientras paso el jabón por mi piel pienso en mí y el cómo día tras día me iba alejando de ti. Si alguien más oyera que me fuiste infiel porque me aleje de ti a causa del trabajo que me exigía más y más atención, te tildaría del malo aquí. De ser un desconsiderado con tu pareja porque si es por trabajo uno debe tragarlo todo porque es finalmente para algo bueno, ¿no?
No lo veo así porque uno puede hacerse tiempo para cosas importantes, tú eras mi prioridad o así lo era hasta que empecé a olvidarlo, fui desplazando nuestros almuerzos juntos, las salidas al parque en la tarde y los paseos descalzos a la playa en la noche.
Duele imaginar el cómo te llegue a hacer sentir nada al lado de mi trabajo, tu impotencia al ver que cada día llegaba a nuestra cama solo a dormir y ni siquiera apreciaba la cena que dejabas cubierta en la mesa con una nota en la cual me pedías te despierte para que me la calientes y acompañes.
Imagino tu soledad en nuestro hogar y aquel sentimiento de no saber qué estaba pasando con nosotros. El dolor de sentirte de manos atadas y verte obligado a ser solo un espectador de cómo nuestra relación iba yéndose al abismo de la costumbre, pero de aquella que es aburrida y cansina.
Imagino tu decepción cuando llamabas a la oficina en alguna fecha especial para ver si estaba libre para hacer algo, cualquier cosa, y mi secretaria te decía que estaba en alguna reunión, que luego tenía otra y otra, así hasta que casi se acababa el día.
Salgo del baño ya cambiado, la televisión está encendida, pero tú ya estás por el quinto sueño. Acaricio tus hinchados párpados y dejo un beso sobre tus cabellos.
—YeonJun... —murmuras, pero tus ojos no se abren, estás soñando.
Extraña alegría florece en mi pecho.
—Descansa, BeomGyu.
Jamás pensé que el sofá sería dónde dormiría, supongo que por eso no elegí uno muy cómodo.
Cuando bajas puedo notar que dudas varios minutos entre preparar o no el desayuno, pero optas por prepararlo y te lo agradezco, siempre me gustó cómo te quedó el café y el pan con mantequilla.
—Hablé con HueningKai —dejas tu taza de café— dijo que podría quedarme en su departamento mientras está con sus hermanas.
—No, YeonJun, no pedí que te vayas, no quiero que te vayas —dices rápidamente.
—Lo sé, pero quiero irme.
Uno, dos, tres... Diez minutos en silencio, los puedo contabilizar por el reloj que está sobre el horno microondas.
—Pero yo no quiero que te vayas, lo de ayer fue un error.... No signi...
—Tú y yo sabemos que no tendrías sexo con alguien que no significa nada y creo imposible el que hayas venido con él aquí para hacerlo en nuestra sala, por lo cual deduzco que te dejaste llevar y eso me reafirma que él no significa nada.
Tu silencio significa que tengo razón, quizás muy en el fondo esperaba no tenerla. En el fondo esperaba que niegues rotundamente con tu cabecita, pero no fue así.
—BeomGyu.
—¿Sí?
—Me hubiese gustado que hayas terminado con todo cuando sentiste que dejé de amarte, desde ese momento ya estabas soportando demasiado.
Tus disculpas nuevamente llueven y las mías también. Dejas tu asiento y te lanzas a mis brazos, tus lágrimas humedecen mi camisa.
Aguantaste tanto, cielo, sobrepasaste el límite de tu amor y eso no es bueno.
Después de hablar un rato más decidimos que lo mejor era terminar pues yo estaba herido y tú ya no me amabas. Te dejaría a ti nuestra casa, dijiste que solo sería por unos días pues pensaste que venderla era lo más sensato.
La noche en el departamento de Huening se siente rara, pero cómoda.
Decidí darme unos días libres en el trabajo y en uno de esos fue que te vi, fue en un restaurante elegante y con flores en los centros de mesa. Sonreí al ver que el tipo conoce tus gustos.
Él te contó algo y tú empezaste a reír, tu brillo llegó hasta mi mesa.
Al momento de irse él te tomó de la cintura y no voy a mentir, dolió como el infierno, pero más dolió el saber que si yo hubiese notado mis errores antes, hubiese seguido tomándote de esa manera.
Cuatro meses después estoy alistando mis maletas cuando me llega una llamada tuya, me preguntas cómo estoy y si me llegó el depósito con el dinero de la que fue nuestra casa, te confirmo eso. Cuando pregunto cómo te va, me sueltas que él te ha pedido vivir juntos, la realidad me cae como un balde de agua fría.
En el mundo existen personas que ven cosas hermosas y deciden que van a ir con todo por obtenerlas. Él es de esas personas.
Te digo que hagas lo que te dicte el corazón, me respondes que solo te hago sentir mal.
—Cariño, el amor está tocando nuevamente a tu puerta. No tardes en atender por el pasado, deja de atormentarte por el nosotros.
Colgaste.
A la semana siguiente estoy fuera del país.
Me llega un mensaje de HueningKai mientras veo una película que ni siquiera entiendo, no hay subtítulos y yo de alemán sé muy poco. Cuando leo el mensaje sonrió, te has comprometido.
Te deseo en el silencio de mi habitación una boda más grandiosa de la que algún día planeamos cuando jóvenes, también una bella casa, quizás hijos y gran felicidad.
Cuando en la película los protagonistas se besan bajo el cielo nocturno estrellado me permito llorar.
Las estrellas aún no caen, mi amor sigue allí.
Espero que tanto tú como él sean felices hasta el final de esta vida, espero te disfrute al máximo porque en la siguiente ten por seguro que voy a buscarte, te conquistaré y no cometeré ningún error.
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Gracias por leer, espero que les haya gustado esta corta historia. ♡
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