—Te odio... Te odio... Te odio...

Hoseok golpeaba la almohada y reprimía las lágrimas, Taehyung había sido descarado antes pero lo que estaba haciendo estaba superando el nivel.

Era la quita vez que no llegaba a dormir.

¿Cuánto tiempo más le iba robar de su esposo aquel amante?

Aquél al que no podía ponerle rostro ni nombre pero que estaba ahí como una sombra.

Y de nuevo volvía a tocarse, a tener que satisfacerse solo.

Lamía sus dedos para penetrarse con ellos, masagueaba sus testículos, bombardeaba su pene hasta llegar al orgasmo y cuando terminaba no podía sentirse bien consigo mismo, algo le faltaba, tal vez era la forma en la que Taehyung le hacia el amor pero eso ahora era cosa del pasado. Hoseok ya no se sentía deseado.

Taehyung seguía con él por costumbre, por Eunha y él porque no tenía nada más que a Taehyung. Dependía de él en todos los sentidos.

—Maldito seas Taehyung, mil veces maldito. Maldito sea tu amante, malditos sean todos.

Se cubrió con las sabanas y dio un grito seco antes de acostarse finalmente a dormir.

Jungkook se sentía cada vez más feliz, Taehyung le había comprado un departamento más grande y lo habían estrenado de todas las maneras posibles y lo mejor es que como el castaño prometió se había quedado a dormir con él.

Sí, Jungkook era dichoso di mil formas.

Taehyung dormía a su lado, tenía el rostro intranquilo y el ceño fruncido, eso le preocupaba.

Él sabía que Taehyung se preocupaba por su otra familia, aún en sueños no los podía abandonar. Jungkook había aceptado eso, había aceptado compartir a Taehyung con su esposo y la hija que adoptaron, había aceptado que no siempre sería el número uno en el corazón de Taehyung. Lo había aceptado y aún así a veces le dolía.

Porque sabia que él no era más que él amante y aún así era codicioso.