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Seis

Las últimas gotas de vino fueron vaciadas en el vaso de Lisa, quien decidió mojar los labios de la omega con ellas. Por alguna razón le gustaba ver como aquellos belfos hermosos se volvían más elegantes, tintados de un suave rojo profundo.

―Tu alfa debe ser idiota. ―habló de repente, cortando el cómodo silencio entre ambas.

―Lo creo, pero ¿por qué lo dices? ―preguntó apoyando el codo sobre la mesa, mientras apoyaba la mejilla en su mano.

―Eres hermosa, cocinas demasiado bien, eres independiente, parece que nada te puede asustar. ―sonrió cautivada.

―Parece, por que en realidad si me asusta, todo esto me asusta. ―la miró, aceptando que la alfa acercara más su rostro.

―¿Yo te asusto? ―indagó demasiado cerca.

―Me asusta lo que pueda salir de esto, Lisa. ―el silencio sucedió a sus palabras.

Se dedicaron a compartir la misma copa un rato más.

―Aún nos duele, ¿Verdad? Mientras duela no sabremos si actuamos bien o mal, solo lo haremos... ―comentó Lisa, algunas lágrimas rodaron por sus mejillas.

Tal parece que era una alfa de corazón blando, Jennie estiró la mano despacio, quitando las lágrimas con su dedo, muy suave. Manoban apoyó el rostro en su mano, algo en ella estaba disfrutando aquel contacto.

―No quiero hacer algo de lo que me arrepienta después. ―dijo Jennie sin quitarle la mirada de encima.

―Tampoco yo, aún así... ―la rubia acarició la mejilla de la omega.― Sé que nos arrepentiremos el doble si les damos otra oportunidad.

En eso tenía razón, Jennie lo sabía, podían hacer miles de cosas, pero volver sería la peor de todas.

―¿Entonces? No sé que hacer.

La omega se sentía perdida en un mar de dudas.

―¿Y si nos conocemos? Tenemos una semana para conocernos mejor... ―besó la frente de la omega con ternura y junto ambas frentes.

―Suena bien, tengo una idea. ―le miró divertida. Sus ojos gatunos brillaron.

―Dime, te escucho. ―Lisa esperó sin cambiar su posición.

―Mañana, veámonos en cualquier lugar, e imaginemos que nos vemos por primera vez. ―suspiró.

―De acuerdo, podemos tener un picnic cerca de muelle de Busan. ―sugirió, complacida con la idea.

―Bueno, que así sea... ―miró los labios de la alfa, tan cerca.― No me hagas esto...

―¿Hacerte qué? ―preguntó rozando sus labios.

―Esto. ―Jennie la besó, moviéndose lento, degustando los labios carnosos.― A eso me refiero.

Lisa sonrió leve al escucharla, esta vez fue la alfa rubia quien tomó la iniciativa y besó a la omega. Despacio, danzando sobre sus labios rosaceos. Mientras su mano acariciaba con delicadeza la de la contraria.

Unos quince minutos se fueron entre besos, sus lobas querían más, pero las humanas en los que habitaban no estaban seguras.

―Tienes que irte. ―Jennie respiró, separándose de esos labios.

Lisa bufó, insistiendo con otro beso.

―No quiero irme, no hagas que me vaya. ―ahora Manoban acariciaba con cuidado la cintura de la omega.

―Quédate, estamos en esta locura juntas. ―le robó otro beso.

Se levantó de la silla y tomó su mano, guiando a la alfa hacia la habitación. Hizo que se recostara en la cama, cuando Jennie estaba lista para salir del cuarto, una mano la detuvo.

―No te vayas. ―pidió la alfa.

―¿No te incómoda? ―la omega se sintió confundida.

Lisa negó, atrayendo el pequeño cuerpo para atraparlo entre sus brazos. Su cintura estaba ahora entre las extremidades de la alfa, y Jennie no tenía ganas de escapar. Cerró sus ojos, rendida al sueño, envuelta en la calidez del aroma a café que el cuerpo contrario emanaba.

Jennie observó a la alfa dormida, le daba pena despertarla, suponía que, al igual que ella no había dormido, sino más bien, tuvo un sueño ligero y despertaba de tanto en tanto. Ambas pudieron dormir bien, una al lado de la otra.

La omega suspiró, aún le parecía algo increíble. Gracias a los celos de Jisoo, Nayeon y Momo eran sus únicas amigas alfas, pero no porque haya recibido una especie de permiso, resulta que ambas mujeres tenían gusto por los de su mismo rango, y mantenían una relación con una dulce alfa menor que ellas.

Quitando el lado de los celos, Jennie estaba contenta con eso, le parecía mejor que tener amigas omegas, todas sentimentales y delicadas, además debía reconocer que en su momento sentía celos de que vieran a su alfa.

Jisoo siempre fue una chica hermosa, se conocieron por el mismo autobús, en Daegu. La alfa bajaba en la escuela y la omega se dirigía a su trabajo de medio tiempo después de estudiar. Un día Jisoo fue quien rompió el silencio del viaje, y desde entonces no volvieron a separarse.

Jennie amaba con locura cada uno de sus lunares, su piel color pálida, sus ojos grandes y expresivos, sus cabellos negros que caían de forma salvaje en su rostro y hombros, le gustaba todo de ella. Razón por la que nuevamente lloraba, en silencio. Se movió despacio para no despertar a Lisa, abandonó su agarre y se encaminó a la cocina, allí buscó algunos ingredientes, algo con lo que pudiera preparar un buen desayuno y dos tazas de café.

Más tarde, con los platos acomodados, el pan tostado y el café servido, volteó la mirada tras sentir un peso en su cuerpo. La alfa le abrazaba por la cintura, y dejaba la cabeza reposar en el cálido hueco entre su hombro y su cuello.

―Huele delicioso... ―murmuró.

―¿Nunca te despertaron con el desayuno listo? ―alzó una ceja curiosa.

―La verdad no, siempre era yo quien hacía el desayuno... mi matrimonio no era un lecho de rosas ―aquellas palabras hicieron que Jennie volteara a verla.—. Rosé iba a dejarme de todos modos, la escuché decirlo por teléfono.

Lisa suspiró, la verdad le dolía, no exactamente por que su vínculo con esa omega fuera intenso, lo hacía por qué perdió muchos años queriendo dar vida a una relación inexistente. Por ello es que comenzó a ver en Jennie a la omega que siempre deseó, pero había un problema. Esa omega aún amaba a su alfa.

Jennie la abrazó, lento, deslizando sus manos hacia arriba y abajo sobre su espalda. En ese momento la puerta sonó, algunos toquidos las hicieron romper esa burbuja de consuelo que habían creado en tan solo dos días y medio.


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