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CAPÍTULO N°37

El ruido a mi alrededor comenzaba a volverse más agudo; cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y los sonidos rebotaban en mis oídos como tambores llamándome a una posible derrota o, quizá, una victoria.

Este era el último asalto en la Crisálida, el último enfrentamiento cuerpo a cuerpo, mi última oportunidad...

Varios demonios, específicamente aquellos que ya había encontrado su salvación en el primer asalto, coreaban en la arena el nombre de sus amigos o simplemente de aquellos en los que creían que tenían todas la aptitud de tomar un puesto en los cuadrantes de los próximos adeptos.

¿Cuántos se habían enfrentado ya?, más de la mitad, muy probablemente. Faltaba poco para que llegara mi turno, y cuánto más pasaba el tiempo, más ansiosa comenzaba a sentirme. Mi mente iba maquinando a mil por hora, pensando en posibles desastres u oportunidades; no lograba concentrarme. Todo a mi alrededor se estaba mezclando: los nervios, los gritos, murmullos, el viento y hasta incluso las llamas chisporroteando de las antorchas. De repente, todo eso era una molestia.

Las palmas de mis manos estaban húmedas, y no podía dejar de jugar con los dedos, como si eso pudiera calmarme en estos momentos llenos de intensidad y adrenalina corriendo por cada vena de mi cuerpo. El nudo en mi estomago parecía apretar con cada respiración. Inhalaba y exhalaba una y otra vez, contaba hasta diez, luego iba hacia abajo mientras trataba de centrar mi mente en la confianza que se deseaba tener en este momento, y en aquellas noches duras y arduas de entrenamiento con Thapios.

Dijo que estaba lista, pero yo no me sentía precisamente preparada, no frente a un oponente tan fuerte y despiadado como Mavros. La duda era un eco persistente en mi cabeza: ¿Y si fallo?, ¿Y si todo sale mal?, ¿Y si vuelvo a terminar con las costillas rotas? ¿Y si al final no soy suficiente? , en estos momentos, nada parecía lograr calmar la tormenta en mis pensamientos.

Mi corazón latió con fuerza cuando el grito eufórico de los iniciados me sacó de mi autosabotaje mental. Solté las manos a los costados de mi cuerpo y caminé hasta la salida de mi pasillo. La mayoría estaba fuera calentando u observando los enfrentamiento; yo solo deseaba estar sola.

Tomé las cortinas rojas y las abrí un poco para observar la arena principal, rodeada de varios demonios emocionados y sedientos de ver enfrentamientos sangrientos e interesantes. Enfoqué muy bien la vista, y solo cuando un imponente cuerpo se apartó, solo entonces, pude ver a Sax haciéndole una llave a su contrincante. Lo tenía contra el suelo, presionando su rodilla sobre su espalda y con el brazo rodeándole el cuello en un fuerte intento de cortarle la respiración.

Apreté las manos en puños, esperando su victoria, y cuando la cuenta regresiva del instructor comenzó, supe que lo había logrado. El grito animado de los que lo rodeaban solo confirmó que efectivamente había ganado. Sax se puso de pie, soltando el cuerpo inconsciente de su contrincante, un demonio de complexión muy similar a la de él. Solté un suspiro cuando el pelinegro echó la cabeza atrás y limpió la sangre de su boca. Estaba realmente herido, pero ni siquiera el dolor de sus heridas le quitaba la sonrisa triunfal que marcaba sus comisuras.

Di un respingón cuando alguien me tomó del brazo. Me giré y me tranquilicé cuando di con Ethelia.

— Tranquila, soy yo.

Asentí volviendo a llevar mi atención hacia la arena, justo a tiempo para ver a Beira ayudando Sax en mantenerse firme para poder salir de ese lugar. El pelinegro dejó caer las manoplas ensangrentadas al suelo y caminó costosamente hacia la salida del otro extremo, entre aplausos y felicitaciones. Dejó atrás al demonio que ahora era considerado un Bramido más.

— Sabía que lo lograría.

Ethelia mostró una sonrisa entera al ver a Sax desaparecer de la arena junto al rubio. Traté de alzar las comisuras también, pero por más que lo intenté, aun cuando estaba feliz por Sax, no podía hacerlo. No cuando un sentimiento tan aplastante me esta dominando.

— ¿Cómo está Daegon? — mi voz se soltó con un murmullo tembloroso, sin dejar de observar cómo algunos centinelas arrastraban el cuerpo herido del demonio que había sido olvidado en la Crisálida.

— Varios huesos rotos, incluyendo el brazo izquierdo y la pierna derecha, pero tranquila — me echó una mirada discreta — es un demonio, se va a recuperar pronto.

— Lo sé.

Tragué grueso, sintiendo algo de alivió. Daegon logró vencer a su oponente gracias a la ayuda de Beira y Sax, aunque terminó bastante herido frente al hacha de su contrincante. Pero de ahora en adelante, nadie podría negar la victoria que su alabarda le había dado, mucho menos la increíble lucha y determinación que había demostrado en la arena.

— Ya falta poco — susurró.

— Lo sé — volví a repetir.

— Y ganarás.

No hubo respuesta, el silencio se extendió entre nosotras.

— Selene — insistió, apresurándose a tomarme de los brazos para obligarme a verle a la cara — Tú. Vas. A. Ganar.

Puntualizó cada palabra con determinación, mirándome fijamente a los ojos. Su aura emanaba seguridad. Yo deseaba esa misma confianza, pero en cambio, sentía que se me escapaba, que se desmoronaba por la duda.

— Di algo — pidió. Los labios le temblaron por unos segundos, pero se obligó a ella misma a mantener la firmeza — dime que podrás con esto.

¿Podría?

No estaba segura de eso, y aún así, tomé aire y tensé la mandibula para ser yo esta vez quien la tomara a ella de los brazos.

— Lo haré.

Sí, pronuncié aquellas palabras, pero en el fondo, sabía que la voz me temblaba, que mis manos seguían inquietas, y que el miedo seguía acechándome. No parecía una promesa, sino más bien una necesidad.

Pude notar que en sus ojos se reflejaron algunas lágrimas, pero se negó a soltarlas. Al contrario, me tomó desprevenida cuando me atrajo a ella y me abrazó con bastante fuerza. Solo nos separamos cuando la horda de demonios volvió a soltar gritos entusiasmados frente a lo que, muy posiblemente, eran los próximos contrincantes.

Caminamos juntas hasta las cortinas rojas. Cuando las abrimos por completo, vimos a Iliria entrar a la arena de lucha. Su largo cabello rubio estaba recogido en una cola alta, y el cuero de su uniforme se ceñía a su silueta como una segunda piel. En su mano derecha sostenía una espada de tamaño promedio que movía con una gracia letal, como si fuera una simple pluma danzando entre sus dedos. Rodeaba a su oponente con la calma de toda una cazadora, acechando a su presa: feroz, intimidante y segura de sí misma.

El fuego de la crisálida se encendió, y esa fue la señal que bastó para que el encuentro diera inicio. Iliria fue la primera en lanzar su ataque. Su espada fue veloz y brutal cuando chocó contra el fierro del látigo de púas que la otra demonio usó como escudo. Ambas se movían con destreza, decidas a no ceder, a no convertirse en un lastre para el cuadrante.

— Todavía no entiendo cómo perdió en el primer asalto — el desprecio en la voz de la morena era evidente — se supone que es una de las más fuertes.

— Si es así, el demonio que la venció es aún más fuerte que ella entonces.

— Odio decirlo — se aclaró la garganta — pero hubiera preferido mil veces que te enfrentaras a ella antes que a Mavros. Aunque a estas alturas, ya no sé cuál de los dos es peor.

— Mavros — mi voz no vaciló al mencionarlo — el peor, por mucho, es Mavros.

Ethelia tragó con dificultad. El miedo y la preocupación se veía palpado en su rostro. A pesar de eso, intentó formar una sonrisa reconfortante.

— Selene, tu valentía es inquebrantable, ¿Ya te lo había dicho? — resopló — siempre sigues adelante, sin importar a lo que te enfrentes, y por eso...te admiro.

Sus palabras me tomaron desprevenida, tanto como el tono calmado de su voz y el brillo que trasmitía en esa sonrisa temerosa.

— Sonará ridículo, pero agradezco haber tropezado en el rito de iniciación aquella noche, porque de otra forma, jamás habrías ido a por mí, y entonces nunca tendría el privilegio de llamarte amiga. Sé que Beira piensa lo mismo. Estoy más que segura que esa luna vio algo en ti como yo lo hice; de lo contrario, no estaría como un bicho pegado a ti.

Bajé el semblante y solté una risa al recordar el momento en el que nos conocimos, ese preciso instante en el que cruzamos palabras pro primera vez y se marcó un lazo de amistad tan grande como el que teníamos ahora. Una calidez me invadió el pecho al pensar en lo irónico de la vida en este mundo. Antes de la Torre, siempre creí que todos los demonios eran repugnantes y despreciables. Después de todo, fue lo primero que conocí en el palacio.

Siempre pensé que Brie, Katrien y Arcane eran la excepción, las únicas que me aceptaban, pero en realidad, solo me estaba encerrando en una burbuja. Ahora, más que nunca, sabía cuán equivocada estaba.

Al final, no estaba rodeada de tanta maldad como creía, al final, Infernum no solo era un reino se sombras, sino tambien un lugar donde la luz podía nacer de los lugares más oscuros y en los momentos menos esperados.

No dije nada. Dejé que mi cuerpo hablara por mí. Rodeé a Ethelia con los brazos una vez más y permanecí así por varios segundos, aferrándome a las que su abrazo me trasmitía. Ella soltó una risa suave, como una complicidad silenciosa, y me dio algunas palmaditas en la espalda.

— Hey — susurró contra mí, como si estuviera a punto de revelar un secreto - demuéstrale a ese carroñero que no estás aquí para ser acechada. Que sepa que vas a marcar el final de su jodida cacería, ¿De acuerdo?

Asentí repetidas veces, aún con la cabeza enterrada en la hendidura de su hombro. Me separé de ella cuando el bullicio de una nueva victoria inundó la sala de espera en la que nos encontrábamos. Ambas nos miramos por unos segundos más, sabiendo que ahora solo quedaba un enfrentamiento antes de que llegara mi turno.

— ¿A caso te estas despidiendo, Selene?

Desvié la atención hacia la entrada y la tensión volvió a alojarse en cada músculo de mi cuerpo tan pronto como escuché su voz.

— Oí que Mavros lleva afilando su espada desde hace dos lunas solo para cortarte la carne con más facilidad en la Crisálida. Es una pena que no se pueda asesinar en la arena, así sería más fácil deshacerse de los lastres en los cuadrantes.

Detuve a Ethelia del brazo justo a tiempo para evitar que fuera a por ella.

Iliria nos observó con burla y rodó los ojos mientras caminaba hacia nosotras, contoneando divertidamente las caderas y arrastrando su espada ensangrentada en su costado izquierdo.

Se detuvo frente a mí recorriéndome de pies a cabeza con una sonrisa ladina.

— ¿Qué?, ¿No dirás nada? — bajó la voz — ¿Es el miedo que no te permite soltar la lengua? ¿O es solo que ahora finalmente reconoces tu lugar?

La observé fijamente, manteniendo el cuerpo firme frente al suyo. Me di unos segundos para detallarla, para notar la pequeña cicatriz en su frente, el brillo de sus ojos azules y su respiración, cansada, pero cargada de adrenalina.

Todavía tenía aquella pregunta rondando en mi cabeza, ¿Por qué me odiaba tanto?, ¿Solo porque era humana?, de ser una demonio como ella, ¿Las cosas habrían sido diferentes?, ¿Podríamos haber llegado a ser amigas?, ¿O incluso así la rivalidad permanecería intacta?

Formé una sonrisa a medias y liberé un ligero suspiro, bajando el rostro. Luego la volví a captar y esta vez, le mostré una seriedad tan latente que borró la mueca de su rostro.

— No pienso perder mi tiempo contigo. Así que ahórrate tus palabras y déjame en paz.

Pasé por si costado y choqué su hombro ignorándola, llevándome conmigo a una Ethelia que echaba humos por la cabeza.

Nos detuvimos cuando comenzó a carcajearse a nuestras espaldas. Ethelia fue la primera en girar el rostro y observarla con confusión, en cambio yo, solo ladeé la cabeza comenzando a perder la paciencia frente a su provocación.

— ¿Qué rayos le sucede? — Ethelia masculló entre dientes.

Giré sobre mis talones y crucé los brazos frunciendo el ceño. Iliria sostenía su estómago con su mano libre tratando de calmar sus sonoras risas mientras la punta de su espada danzaba en círculos sobre el suelo.

— ¿En serio crees que puedes darme la espalda así sin más? — me apuntó con su acero, tomó aire y luego soltó un suspiro — que mi quietitud con respecto a tu secretito no te dé esa tonta idea de que no soy capaz de acabar contigo en cualquier momento, porque lo haré.

Arqueó la ceja con malicia y mantuvo firme aquella posición de superioridad. Ethelia me observó confusa.

— ¿De qué secreto está hablando?

Mordí mi labio interno, aguantando las enormes ganas de no ir hasta ella y cerrarle la boca. Traté con todas mis fuerzas de repetir una y otra vez las palabras o más bien advertencias de Thapios: No dejes que las provocaciones te controlen.

Respira, Selene, solo respira.

— ¡Joder! — volvió a estallar en carcajadas — ¡Ni siquiera se lo has dicho a tus propios amigos!

— Cállate — advertí con demanda.

— ¡No me lo puedo creer!

— ¿De qué secreto está hablando, Selene? — Ethelia tensó la mandíbula y tomó el costado de mi manga, aun así, no volteé a verla. M atención y furia estaba solo en Iliria.

— No has tomado esta salida porque sí — mi voz salió calmada — sabías que estaba de este lado, así que déjate de rodeos, Iliria, y di qué rayos quieres.

Ella cesó su burla y limpió la sangre de su nariz con el dorso de la mano sin quitarme la mirada de encima. Luego sus ojos se desviaron hacia Ethelia, esta vez fingió una mueca tristeza y le añadió más dramatismo a su papel limpiando una lágrima imaginaria de su mejilla.

— ¿Por qué esa cara, guapa?, ¿En serio no sabías que tu amiguita se está cogiendo al príncipe favorito del reino?

¡Mierda!

— ¿Qué dijiste? — susurró al principio, pero luego alzó la voz — ¡Repite eso!

De un momento a otro, los sonidos desaparecieron y un zumbido abrumó todo el ambiente a mi al rededor. Ver el desconcierto en el rostro de Ethelia y la diversión que Iliria estaba teniendo en este preciso instante, me dejó helada en mi propio lugar. Incapaz de decir una sola palabra, incapaz de mover un solo dedo o incluso poder respirar con normalidad.

Sabía que tarde o temprano esto podría salir a la luz, porque los secretos nunca duran lo suficiente, siempre encuentran grietas por donde escapar, ya sea para traer claridad o calamidad. Y era por eso que estaba buscando el momento indicado para decírselo a los demás, para que la verdad saliera de mi boca y no de la de alguien que fuera a usarlo como arma. No entendía qué beneficio podría obtener con todo esto, pero tampoco podía subestimarla.

Solo tenía una certeza, y era que esta verdad podría dañar a Bhal mucho más de lo que me dañaría a mí. No porque yo fuese débil o insignificante, sino porque él tenía más que perder. La confianza de un reino recaía sobre los hombros del rey, y este reino estaba construido sobre jerarquías inquebrantables y la pureza de los linajes demoníacos.

Para ellos, yo representaría todo lo opuesto, una intrusión, un desafío a un sistema que consideraban perfecto Esto iba mas allá de la cuestión de mi valor, se anclaba en las tradiciones y el origen. Que Bhal haya puesto la marca en mí, algo tan significativo, ya se consideraba una falta demasiado grave o incluso traición a su casta.

Al principio creí que guardaba este secreto esto por mí, para protegerme. Pero ahora, con todo lo que habíamos pasado, comprendía que quizá... siempre se trató de él. Tal vez, muy en el fondo, sabía cuánto podría perjudicarlo. Y solo por eso, decidí negarlo todo, mis sentimientos, mi verdad y a mí misma. Y aunque ahora podía reconocer todo lo que Bhal causaba en mí, no era suficiente para darme la libertad de expresarlo, porque para empezar, libertad era lo que jamás tendría. Esta era mi manera de protegerlo, la única manera de decirle cuánto sentía por él sin hundirlo en el proceso.

Ethelia lo sabía ahora. No precisamente de la forma que yo esperaba. Pronto lo sabrían Beira, Sax y Daegon. Luego toda la Torre. Y cuando la noticia se extendiera al reino entero, el rey lo sabría. Entonces... volvería a castigar a Bhal, esta vez arrebatándole algo más que solo un título y una corona.

Quizá ese era mi mayor miedo. Perder a mis amigos dolería, pero la perdida era algo con lo que me sentía tan familiarizada, un dolor que siempre había sentido en los más profundo de mi esencia.

— ¿Qué es lo que quieres? — solté aquella palabras con un tono bajo, apenas audible, sabiendo a lo que me estaba exponiendo.

Esta vez su mueca ya no era de diversión, al contrario, solo expresaba pura satisfacción.

— Quiero que pierdas el segundo asalto.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Su petición me atrapó en un torbellino de impotencia, sabiendo que esto solo le daría el placer que siempre quiso desde un principio.

— Entonces... — exhalé con pesar dejando escapar una sonrisa débil — solo estabas esperando el momento adecuado, ¿No es así?

Ella ladeó la cabeza, divertida.

— Muy en el fondo quizá ya lo sabías, no te hagas la sorprendida, Selene.

— No, no estoy sorprendida, Iliria. Tenlo por seguro — la miré con molestia — Porque esto... esto es tan... — mis ojos delinearon su figura de pies a cabeza con desdén.

— Vas a perder ese asalto, humana, o te aseguro que toda la Torre lo sabrá.

Incliné la cabeza hacia atrás y respiré hondo. Al final, la esperanza de encontrar una posible escapatoria a su chantaje se desvaneció. Nadie sabía nada de Iliria, nada que me sirviera para ponerla a raya. Cora era de una familia influyente, y Razo solo un demonio más intentando superarse. No tenía nada que usar contra ella, pero ella tenía todo contra mí.

Estaba a punto de aceptar lo inevitable cuando ocurrió.

Ethelia caminó hasta Iliria con pasos firmes.

— ¡Como vuelvas a amenazar a mi amiga, te arranco los cabellos! — mi instinto fue rápido, la detuve antes de que iniciaría la pelea — ¡¡Déjame, Selene!!, ¡¡Voy a romperle esa cara tan repugnante que presume!!, ¡¿Perder el segundo asalto?!, ¡¿Pero quién mierdas te crees que eres tú, eh?!

Una risa se escapó de mis labios al verla furiosa, tratando de soltarse de mi agarre para lanzarse a golpes contra Iliria... por mí. La rabia en sus ojos, ver esas fervientes ganas por defenderme llenaron mi pecho de felicidad, de un sentimiento tan dulce y cálido que hacía más que dejarme en claro que la amistad era genuina, un recordatorio de que no estaba sola.

Iliria volvió a sonreír, y esta vez, cruzó los brazos con arrogancia y caminó hacia la salida.

— Te estaré vigilando, Selene.

— ¡¡Ella no va a perder este asalto!! — Ethelia se removió entre mi agarre — ¡¡Selene ganará, ella va a ganar!!, ¡¡¿Oíste?!, ¡¡Selene va a ganar maldita idiota!!

— Tranquila... — murmuré abrazándola, tratando de apaciguarla.

Sus brazos se aferraron a mí en un abrazo y pude notar su respiración casi desesperada

— Dime que vas a ganar, Selene — exigió — Dímelo, ¡Ella no puede salirse con la suya!

Sonreí con calma, acariciando su cabello.

— Te lo dije antes, ¿No? — respondí con suavidad — No importa si salgo con todos los huesos rotos de esa arena. Voy a ganar.

Ethelia asintió repetidas veces.

— Sí. Debes ganar. Yo... indagaré sobre ella, preguntaré a todos los demonios de esta Torre, de ser necesario los amenazaré, pero encontraré algo de información sobre Iliria. Todos tienen secretos, Selene, y estoy segura que esa jodida zorra no es la excepción.

Asentí con la cabeza tratando de mantener la calma, pero los nervios comenzaron a jugarme sucio cuando los gritos eufóricos de los demonios volvieron a hacer eco en la arena, anunciando que la lucha que se estaba dando ahora mismo, estaba llegando a su fin.

— Estarás bien... — volví a verla cuando su voz se soltó con una debilidad vacilante, y ante la incertidumbre, no hice más que asentir con firmeza.

Ethelia bajó el semblante y volvió a mostrar aquella mueca de seguridad antes de darse vuelta y marcharse por la salida contraria. Cerré las manos en puños a los costados de mi cuerpo y caminé hacia el pasillo con pasos lentos. Al apartar la tela roja, di unos cuantos pasos temerosos atrás al ver la escena.

Dos demonios luchaban con ferocidad, cada uno intentando clavar su espada en el otro. El sonido de sus armas chocando me pesaba en el pecho, como si algo invisible me aplastara, impidiéndome respirar.

— Si no vas a hacerlo con firmeza, entonces ni siquiera lo intentes.

Un cosquilleo inquieto recorrió cada centímetro de mi piel cuando oí su voz, y en ese preciso instante, un debate se desató entre mi mente y mi corazón. Uno me exigía ignorarlo, sabiendo exactamente lo que podía provocarme con solo ver el hermoso tono de su ojos; y el otro, aquel que siempre salía con la suya y me había llevado a este punto de locuta por Bhal, imploraba voltear a verlo y perderme en la belleza de su esencia demoniaca.

Así que por primera vez, por el bien de mi estabilidad y la poca concentración que estaba a punto de perder, silencié ambas voces en mi interior. Tomé aire profunda y sutilmente, serené mi expresión ansiosa y giré sobre mis talones para enfrentarlo.

Y ahí estaba, apoyado contra una de las columnas talladas en piedra blanca cerca de la entrada, siendo lo único capaz de encerrar mi mirada embelesada en la suya, profunda y cautivadora.

— No voy a intentarlo, voy a ganar.

Me crucé de brazos y caminé rodeando la mesa piedra sin perderlo de vista. Bhal hizo exactamente los mismo, observándome desde su posición, de pies a cabeza, como si acabara de encontrar algo interesante en mí. Me detuve en su lado contrario, no porque le temiera, sino porque demasiada cercanía ahora mismo me haría flaquear en mi propia decisión de mantener la calma. Aunque evidentemente él ya provocaba todo lo contrario con solo su presencia.

La luz del salón, iluminado por las llamas de las antorchas, contrastaban perfectamente con el blanco de su cabello, largo y recogido en una cola alta. Llevaba puesta una armadura de cuero negro que se ajustaba a su figura y resaltaba cada músculo perfectamente trabajado. La coraza de su pecho tenía tallados varios diseños intrincados de oro reluciente, afirmando su estatus y nobleza. Sus hombreras, protegiendo sus fuertes brazos, y la capa larga que caía desde ahí le añadía un aire de grandeza e imponencia.

Su atuendo estaba complementado con el elegante cinturón en la cadera y una espada de empuñadura decorada que sostenía la misma. Las botas oscuras y los guantes de cuero ceñidos a sus nudillos le daban más poder, y su expresión fría y calculadora que tanto le caracterizaba, solo me provocaba inquietud. Porque, aunque odiara admitirlo, esa faceta suya era lo que desde un principio me empujó al borde del precipicio y me obligó a caer en su peligroso atractivo.

— Entonces deja de temblar, Selene. Tu boca dice una cosa, pero tu cuerpo expresa todo lo contrario.

— ¿Y tú qué sabes sobre lo que mi cuerpo demuestra o no? — avancé unos pasos sonando sarcástica — suficientes derechos te has tomado poniéndome la jodida marca, ahora no vegas a decir lo que siento o expreso como si tuvieras la razón siempre. Puedo fingir perfectamente tener miedo y luego tomar la ventaja para acabarte.

— A estas alturas, Selene, estoy bastante seguro de todo lo que tiene que ver contigo. Así que no finjas incredulidad cuando ya hemos cruzado el límite, no después de que nuestros cuerpos hablarán más claro que cualquier jodida lengua existente en este reino.

Solté una risa seca, sin gracia, y eché la cabeza atrás, aguantando las inmensas ganas de ir hasta él y golpear su estúpido y perfecto rostro.

— ¿Qué rayos haces aquí? — mi pregunta se soltó con un tono airado — Que no mal recuerde, los comandantes tienen una exclusiva y privilegiada vista desde el balcón superior.

— Créeme, furia, no habría dejado mi maldita comodidad solo para venir hasta aquí e iniciar una discusión contigo.

Retrocedí unos cuántos pasos cuando se enderezó por completo y caminó hacia mí con pasos duros y decididos.

— Aléjate de mí — advertí, retrocediendo, teniendo su presencia en este instante como el mayor de los peligros. Pero no lo hizo. En cambió, avanzó con una seguridad que nunca antes había visto en él.

Apreté los labios con impotencia, alarmándome cuando su aroma empezó a desestabilizarme. La nostalgia me invadió el corazón cuando lo tuve frente a mí. Podía jurar que incluso escuché cómo mi corazón se quebró por dentro cuando sus manos me tomaron por los hombros. Sentí mis ojos humedecerse casi de inmediato, y solo entonces, ese sentimiento tan fuerte de sobrevivir, incluso a la letalidad de su toque me hizo reaccionar rápidamente.

Mi mano derecha tomó la daga acomodada en la funda de mi muslo, y tan pronto como la desenvainé, la deposité en su cuello al mismo tiempo en que mi espalda chocó contra el pilar. Quedé atrapada frente a su imponente figura. No supe de dónde saqué el valor, pero no me atreví a cerrar los ojos ni por un solo segundo. Incluso cuando las palmas de sus manos golpearon fuertemente la piedra a mis costados, incluso... cuando su cuerpo estaba solo a centímetros del mío.

Lo miré con un odio tan cargado, con un desafío tan evidente, que sacó a flote su claro fastidio. Lo sentí en su respiración, exactamente igual a la mía, dificultosa, pesada y llena de tensión. En sus facciones, el ceño fruncido, la mandíbula tensa. Y en su cuerpo, deseando perder más distancia de la que ahora nos separaba. Lo único que lograba apartados, era el filo de mi cuchilla y el orgullo que ninguno de los dos cedería.

Nos miramos fijamente, trasmitiéndonos más que solo un sentimiento de querer acabarnos mutuamente, de dejarnos en claro que ahora, más que nunca, queríamos destrozarnos en más de mil maneras posibles. Y en medio de ese enfrentamiento, me di el descaro de detallar el color de sus ojos. Bhal siempre los tuvo azules, pero yo notaba los destellos lilas que se escondían muchas veces, que solo se descubrían dependiendo la luz o el momento. Ese toque tan diferente que le lo hacía ver único... especial.

— ¿Qué? — carraspeó, apenas en un susurro — ¿Ahora hemos vuelto atrás?, ¿A Cuándo jurabas acabar conmigo?, ¿A cuándo me odiabas tanto?

— Yo te he odiado todos los días, Bhal — tragué con dificultad — desde que te conocí. Ese sentimiento no me lo quita nadie.

El aire se cargó con el peso de una verdad a medias. Odiaba a Bhal, antes por ensañarse en hacerme la vida imposible, y ahora por no dejarme vivirla sin pensar en él un maldito día.

Una sonrisa a medía se curvó en sus labios.

— El sentimiento ha sido mutuo.

El sonido de su voz me desarmó por completo, un ronroneo oscuro, con una mezcla de peligro y atracción.

Elevé mi mano izquierda lentamente, con la respiración entre cortada, y puse la palma sobre su pecho. Sus ojos siguieron cada movimiento, y cuando mis dedos tocaron los detalles intrincados de su armadura, noté que él tambien perdió esa estabilidad que se esforzaba tanto en aparentar. Sabía que jamás me correspondería, pero ni siquiera él podría negar lo que un simple toque mío podía provocar.

Pero estaba muy equivocado si pensaba que esta vez cedería. No quería, ni pensaba dejar atrás lo que hizo, en este momento, mi rabia era más grande que mis jodidas ganas de mandar a la mierda todo y besarlo. Presioné tortuosamente su pecho. Él supo al instante lo que significaba y aquello desató su molestia, contrajo el rostro en impaciencia, y su mirada volvió a atraparme mientras empujaba ligeramente su cuerpo para crear distancia.

— Aléjate de mí, Bhal.

Cerró los ojos con disgusto, intentando controlar el impulso por no darle rienda suelta a su furia.

— Solo he venido a sellar el maldito lazo, Selene. Por tu bien, quédate quieta.

— El lazo — repliqué con ferocidad — ya fue sellado por Arias.

Y eso bastó para que perdiera la cordura. Sus ojos se tornaron de rojo oscuro, y su respiración se volvió errática. Su paciencia, al fin se había agotado. Permanecí firme cuando su puño golpeó con fuerza el pilar a mi lado. Fragmentos de piedra cayeron sobre mi hombro mientras el polvo danzaba entre nosotros.

— ¡¡Ese jodido lazo me pertenece!!, ¡Es mío por una mierda, no del imbécil de Arias!!

Sonreí con diversión y presioné mi daga contra él. Ni siquiera se inmutó, es más, permitió que el filo cortara ligeramente su piel.

— Eres un egoísta de mierda. Tú más que nadie sabes lo que el lazo provoca cuando el ritual no se completa, ¡¿A caso sabes cuánto dolor estoy soportando por tu maldita incompetencia?!

La ira en el ardió con más intensidad. Me arrebató la daga sin mucho esfuerzo y la partió en dos como si fuese una simple galleta. Me quedé atónita con su reacción, pero lo siguiente me tomó completamente por sorpresa.

Su mano izquierda me tomó por la nuca y la otra aprisionó por completo mi cintura con brusquedad. Mi pecho chocó contra la coraza de su firme torso, y antes de que pudiera resistirme, me alzó lo suficiente para obligarme a quedarme de puntas.

— ¡¡Suéltame, animal!! — grité clavando las puntas de mis botas en el suelo agrietado para intentar frenar su avance.

Bhal caminó sin importarle mucho mi petición, y solo se detuvo cuando mis caderas chocaron contra el borde de la mesa de piedra que estaba justo en medio del salón. No perdió un segundo en inclinarse y meter el rostro en la hendidura de mi cuello, como una bestia hambrienta por tomar lo que deseaba.

— ¡¡Bhal, suéltame!! — mis manos empujaron las hombreras de su armadura una y otra vez — ¡¡No te atrevas!! — mi grito fue furioso cuando sus labios se posicionaron en mi cuello — ¡¡Ni si quiera lo pien... ah!!

Cerré los ojos con fuerza cuando sus colmillos mordieron mi piel. Mis manos, antes en resistencia, buscaron apoyo en sus hombros. El dolor era soportable, pero la sensación de cómo me sujetaba, de cómo se aferraba a mí cuerpo mientras sus suaves labios hacían contraste con la rudeza de su agarre me estaban quebrando exquisitamente.

El lazo comenzó a arder, como cuando Arias dejó el sello frente al Guarda Sellos, así que supe lo que Bhal estaba tratando de hacer, quería poner uno encima de ese y borrar todo rastro de su hermano.

Esto era tan típico de él. Lo odiaba por ello. No estaba dispuesto a tomarme, pero tampoco soportaba que otro lo hiciera. Apreté los labios con impotencia y mis ojos se humedecieron, muy en el fondo deseaba dejar de empujarlo, de alejarlo, de solo atraerlo a mí y no soltarlo nunca, pero no podía. Tomé aire profundamente y cuando menos lo esperó, aparté su rostro logrando hacer que soltara mi piel. Aun así, sus manos se fundieron en el cuero de mi ropa, negándose a liberarme por completo.

Tomé su quijada con una mano y lo miré con los ojos llenos de rabia y debilidad.

— Te lo advierto... — murmuré con la voz temblorosa — detente.

Él jamás cedía, por supuesto. Así que, cuando hizo ademan de volver a sellar de nuevo el lazo con su propia energía, lo abofeteé. Su rostro giró por el impacto y removió la mandibula antes de dejar escapar una sonrisa cruel.

— Estoy tratando de protegerte, maldita sea.

— ¿Protegerme? — mi voz tembló — No, no hacías eso. ¡¡Es solo que no soportas a Arias y quieres dejarle en claro que todo te pertenece!!, ¿O no?, lo peor de todo es que ni siquiera puedes admitirlo.

A pesar de la rabia trasmitida en su mirada, quiso decir algo, pero en cambio, solo se contuvo y volvió a tensionar la quijada con rudeza. Al final solo mostró una sonrisa cruel.

— Estoy en lo correcto, ¿No es cierto?

Quise que se negara, que dijera algo que probara que había algo más en él que solo esa frialdad. Pero no lo hizo.

Solté un jadeo cuando me soltó con abrupto y me volteó contra la mesa, obligándome a colocar ambas palmas sobre la superficie. Me inclinó un poco y me estremecí cuando sentí sus caderas empujando las mías por detrás, inmovilizándome. Mi piel se erizó cuando sus labios se quedaron en mi oreja, sentí su respiración calidad y pausada y sentí cómo mi corazón latía frenéticamente.

— Ninguna otra cosa me jode más, que Arias reclamando lo que es mío. Y tú lo sabes.

Su mano se deslizó hasta mi muslo, marcando un contraste hiriente con sus palabras.

— Quieres algo más, lo sé. Pero no voy a darte mas, Selene — cerré los ojos con fuerza cuando deslizó sus dedos entre mis piernas — mucho menos amor, porque no conozco esa estupidez, ¿Lo entiendes? Así que voy a hacerme responsable por el jodido lazo porque yo fui quien lo puso para empezar, buscaré la manera, eso puedo asegurártelo. ¿No quieres la protección que te ofrezco?, bien — masculló con rabia — será como quieras, esto no va afectarme en lo más mínimo, tenlo por seguro.

Sus dedos apretaron mi cadera, y cuando menos lo esperé, escuché cómo desenvainó el filo de algún acero a mis espaldas, caí en cuenta que se trataba de su daga cuando la deslizó en la funda de mi muslo, justo la que quedó vacía tras haber destrozado la que me pertenecía.

Esperó unos segundos largos antes de soltar un suspiró y alejarse de mí. Me giré con dificultad, sosteniéndome de la mesa, y lo vi marcharse hacia la salida. Tragué el dolor con fuerza, y antes de que desapareciera por completo, me armé de valor e hice lo posible por mantener la voz firme.

— Alguien sabe de lo nuestro.

Se detuvo justo antes de cruzar el marco del pasillo.

— Sé que no valoras otra cosa más que tu reputación. Y el hecho de que te hayas metido conmigo podría poner a muchos demonios en tu contra. Si te digo esto ahora, es porque he intentado buscar una manera de manejar el asunto. Sin embargo, el tiempo no ha estado de mi lado — relamí los labios, nerviosa — fui descuidada. No quiero que esto te tome por sorpresa, así que prefiero que lo sepas de mí, antes de que los rumores lleguen a ti.

— ¿De quién se trata? — me observó de reojo, y en su voz no había más que un hilo de amenaza.

— Al principio solo fue Cora, pero todos saben bien que ella no mueve un solo dedo si Iliria no se lo ordena.

Bhal echó la cabeza hacia atrás y soltó una risa entre dientes.

— Bien, arreglaremos esto de una vez por todas — chasqueó la lengua, irritado — Cuando haya luna media, en el salón abandonado de la Torre oeste, te estaré esperando.

Intenté negarme, pero se fue, dejándome las palabras atrapadas en la garganta, ¡Joder!

La tensión se disipó como si alguien lo hubiera quitado de encima de un solo golpe, cada sonido impactó contra mis oídos, y por fin pude respirar plenamente. Tenía las manos temblorosas, así que llevé una hasta mi pecho solo para tratar de calmar a mi inquieto corazón. Tragué con dificultad y di un respingón cuando las cortinas rojas se abrieron de par en par y por ellas se dio paso un centinela.

— Es tu turno, humana.

Asentí con un único movimiento y me reincorporé, llevando algunos mechones de mi cabello detrás de mis orejas. Ahora estaba más conflictuada que antes, a punto de entrar a la Crisálida para enfrentarme a Mavros, mientras mi corazón y mi razón seguían a Bhal por ese oscuro pasillo.

El centinela me dio unos segundos más a solas, pero no fueron los suficientes para calmarme y quitarme los pensamientos tan enredados que tenía en la cabeza. Los gritos de los demonios, algunos que coreaban mi nombre, me alteraron aún más, ¿Estaban ansiosos porque sabían que tenía una oportunidad contra un peligroso carroñero, o solo porque querían ver a ese demonio romperme algo más que solo las costillas?, no estaba segura. Solo tenía una cosa clara entre la bruma que nublaba mi mente, y era que esta noche, haría lo posible por vencer a Mavros.

Inhalé el aire profundamente, buscando calmar mis pulsaciones desorbitadas, y el temblor que me recorría la piel. Mentalicé la concentración y luego la atraje como una luz a mis ideas más oscuras. Mis piernas dieron los primeros pasos hacía la salida que guiaba a la arena. y mantuve los ojos cerrados al menos unos segundos antes de cruzar aquella línea. Mis mano derecha subió por mi costado, asegurándome de que llevaba al menos unas cinco dagas en las vainas, incluida la que Bhal había dejado en el lado derecho de mi pierna.

El momento había llegado. Las voces comenzaron a corear el nombre de Mavros. Era un hecho que tenía varios demonios que lo repudiaban, pero también estaba aquella otra mitad que lo apoyaba y admiraba por ser hacerle justicia a su naturaleza. El fuerte ruido de afuera fue un duro golpe que me trajo a la realidad, a punto de luchar, a punto de demostrar el fruto de mis largas noches de entrenamiento y la confianza que mis amigos siempre tuvieron en mí.

El aire estaba cargado de una tensión que casi podía cortar como el filo de un cuchillo. El calor de las llamas que ardía a mis costados, se extendían por los bordes como un camino que trazaba el rumbo hacia ese punto de encuentro. Me hicieron sentir viva y vulnerable al mismo tiempo. Apreté los dedos contra el cuero de mis guantes mientras mis ojos recorrían todo el círculo que marcaba un límite entre el público y el escenario donde la lucha estaba a punto de desatarse.

La multitud estaba allí, su voz era un rugido lejano, lo único que me importaba en este instante, era la arena bajo mis pies, y la figura que esperaba por mí al final del camino: Mavros. Su mirada era una mezcla de odio y diversión, dejaba un peso de solo crueldad en todo lo que él representaba. La marca en su rostro solo me recordaba cuan peligroso era, la marca de los carroñeros. Su postura era de amenaza, las piernas ligeramente abiertas, lo hombros anchos y los brazos a los costados de su cuerpo. Su espada en el sustentor de su cadera.

Permanecía inmóvil, pero sus ojos, aquellos ojos tan oscuros y acechantes, seguían y calculaban cada paso que daba. Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida cuando tomé mi lugar frente a él, como si ya estuviera saboreando todo el dolor que podía infringirme. La trenza de mi cabello caía sobre mi espalda, rozando el cuero negro de mi ropa mientras daba solo unos pasos más hacia adelante.

En un abrir y cerrar de ojos, el combate daría inicio. La Crisálida se encendería con una llama viva y sería mi momento de luchar, así que la tensión en mis músculos llegó con una brutalidad dolorosa.

Pero entonces algo cambió. Desde lo alto, desde el balcón de piedra, un observador distante y presente, tenía su atención puesta únicamente en mí. Una presencia que sabía muy en el fondo que no podía evitar. Bhal.

Una chispa se encendió en mi pecho al tener esos ojos azules puestos en mí. No solo era el hecho de que me estuviera observando, era la intensidad con la que lo hacía, y el cómo esa frialdad y calma me alteraban tanto hasta el punto de desestabilizarme. Mi corazón saltó de mi pecho, y vacilé solo unos momentos desvaneciendo todo a mi alrededor. Solo él y yo, mi cuerpo firme sobre la arena próxima a ser mancillada, y él deleitándose con mi esencia sobre el elegante sillón donde reposaba. La espalda contra el terciopelo rojo y el codo sobre su respaldar izquierdo, sosteniendo sus labios contra los nudillos de su mano.

Todo ocurrió tan lento en ese preciso momento, la Crisálida, metida en la llama de fuego se encendió con potencia, dando la señal de inicio. Mavros se acercó con rapidez, su gruñido atravesó el mismo aire, y la realidad de la pelea regreso de golpe, mis manos fueron rápidamente hacia las fundas de mis costillas, pero pronto recordé las palabras de Thapios en mi cabeza: Cuando la Crisálida se encienda por segunda vez, ambos podrán usar sus armas.

Todavía no era el momento...

Apenas pude enfocarme cuando su puño se lanzó contra mi con la velocidad de un trueno. No pude esquivarlo. El golpe se estampó directamente contra mi rostro, me envió al suelo tan bruscamente, que incluso las palmas de mis manos ardieron al ponerlas como escudo. Gruñí con frustración y escupí la sangre removiendo la mandibula. La multitud rugió al rededor, disfrutando el nuevo espectáculo, y entre los gritos, divisé aquellos que conocía muy bien.

— ¡¡Arriba, Selene!! — Beira se sostenía de la baranda de metal, junto a él, estaba Ethelia animándome.

Me reincorporé sobre los brazos rápidamente, pero no lo suficiente, Mavros me tomó por detrás, listo para alzar mi cuerpo, así que ejecuté un movimiento para soltarme y esta vez, mi puño se estrelló contra su cara, haciendo que retrocediera con pasos largos. Levanté ambas manos, lista para su próximo ataque, respirando con una rapidez desmesurada, como si alguien me fuera a prohibir del oxigeno en cualquier momento. Relamí mi labio inferior y tragué grueso analizando cada paso que daba.

Mavros limpió la sangre de su nariz sin perderme de vista y no tardó en volver a lanzar su rudos golpes. Cada uno de sus movimientos eran aplastantes. Cada intento por derribarme era más perseverante que el anterior. Mis piernas se movían con agilidad, saltando a los costados, esquivando y bloqueando sus puños, tal y como lo había practicado con Thapios antes.

Volvió a tomar la delantera cuando atrapó mi cintura y me alzó sin mucho esfuerzo, embistiendo como un toro furioso próximo a clavar sus enormes cuernos en mi piel. Volvió a lanzarme como si no fuera más que un costal inservible y no perdió el tiempo en aprisionarme desde atrás, apretándome de las costillas y logrando hacer que mi garganta liberara un grito de dolor.

— ¿Esto te recuerda a algo, zorra?

Su voz rasposa chocó contra mi oído, seguido de una risa divertida que me hirvió la sangre. Desde mi posición, giré el rostro ligeramente para calcular mi movimiento y lo golpeé con el codo. Me soltó gruñendo de dolor, sujetándose por segunda vez la nariz, caí de rodillas sobre la arena caliente, y cuando volteé a verlo, una sonrisa llena de satisfacción se formó en mis labios al notar que esta vez le había roto la nariz.

Levanté los puños de nuevo, sin perderle de vista.

— La próxima vez — jadeé limpiándome la sangre del labio — te romperé los dientes. Así que cállate, imbécil. No quiero oír tu horrible voz.

— ¡¡Eso es Selene, acaba con ese maldito hijo de puta!! — el grito de Ethelia encendió los ánimos de los demás iniciados.

La arena entera vibró con la euforia incontrolable de la multitud. Mientras yo trataba de controlar mi respiración, canalizando el dolor en mis costillas. Mavros intentó romperlas de nuevo, de no haberme liberado a tiempo, esto ya habría terminado. No podía permitir que fuera a encerrarme de nuevo, no de esa manera. Volvió a cortar la distancia entre nosotros, su brazo se extendió hacia mi rostro velozmente y me incliné hacia atrás de la misma forma, sentí el viento de su ataque rozarme el rostro y aquello me sobresaltó.

Caía sobre mi espalda para evitar el siguiente puño que fue hasta mi vientre, y solo cuando percibí su sombra cernirse sobre mí, flexioné ambas rodillas sobre mi pecho y las extendí a máxima capacidad y con toda la fuerza para patear su estomago y lanzarlo hasta el lado contrario. Ambos nos levantamos al mismo tiempo y corrimos de frente dispuestos a ejecutar cada uno nuestros propios movimientos.

Desvié su puño derecho una vez y giré sobre mi cuerpo para treparme en su espalda y encerrar su garganta con mi brazo. Mavros comenzó a removerse ferozmente haciéndome tambalear, y cuando la respiración le comenzó a faltar, la desesperación le dio la ventaja y la fuerza en el momento. Tomó mi pierna izquierda por debajo y me jaló hacia él haciendo que cayera por su costado. Esta vez no tuve tiempo de esquivarlo, su puño se estrelló en mi mejilla, volcando mi rostro a un lado con una fuerza impresionante, tanta que me desconcertó por unos instantes.

— No des un paso en falso — susurró con una voz distante — te están observando.

Mavros señaló con su mentón hacia los palcos y solo entonces me percaté de que Iliria miraba atentamente la pelea. Sin embargo, había algo diferente en sus ojos que en estos momento me era imposible descifrar. Así que solo me limité en soltar un carcajada profunda y ver a mi oponente con burla.

— ¿Me tienes tanto miedo que tuviste que recurrir a ella? — esta vez saboreé y tragué mi propia sangre riendo — ¿Ahora eres su peón?

Su expresión fue tal cual una bestia, los orificios de su nariz se extendieron como si el aire que entraba por ellos no fuera lo suficiente como para calmar a su monstruo interior. Y no lo hizo, no se limitó. Tomó un puñado de mi cabello y me alzó un poco haciendo que gimiera de dolor. Ni siquiera eso evitó que volviera a burlarme en su cara. Aquella mueca lo sacó tanto de quicio que tuvo que silenciarme propiciándome otro golpe que terminó por lanzarme contra el suelo de nuevo.

— ¡Repite eso maldita perra!, ¡¿Quién es el peón de quién?!

Sus dedos se metieron entre las hebras de mi cabello otra vez solo para volver a levantarme, esta vez, me llené de odio, y cuando me puso de rodillas, me giré y estrellé mis nudillos contra su nariz, otra vez. Se llevó las manos hasta su rostro y retrocedió rápidamente, corrí hacía él y pateé su estomago con una pierna para lanzarlo contra el suelo. Trató de ponerse de pie, reincorporándose, pero tomé su cabeza y lo obligué a verme.

— Te dije...- relamí la sangre de mi labio — que no quería oír esa horrible voz tuya.

Estampé su cara contra mi rodilla, y en la segunda me di más impulso, su cuerpo cayó tendido a un costado, se arrastró de ese lado y metió los dedos en su boca. Fruncí mi ceño e hice una mueca de asco cuando sacó dos dientes de adentro llenos de sangre y saliva. Me tomó desprevenida cuando tomó algo de arena en su mano y me la lanzó directamente a los ojos. Retrocedí con pasos largos tratando de limpiarme, pero fue inútil. Me derribó con el peso de su cuerpo. Los dos comenzamos a forcejear en el suelo, yo tratando de liberarme y él intentando golpearme en la cara. Al no encontrar esa oportunidad, lanzó sus puños en mi estomago y los costados de mis costillas.

Presa y motivada por el dolor, alcé ambas piernas y aprisioné uno de sus brazos, incluso con los ojos cerrados, podía darme cuenta de la distancia entre nuestros cuerpo, así que tomé su mano y la giré al lado contrario rompiéndole la muñeca. Mavros se lanzó hacia atrás liberando un grito de dolor desgarrador, dándome el tiempo de arrastrarme y toser algo de sangre, mi mano temblorosa fue hasta mi vientre, y tan solo tocarlo con las yemas de los dedos era algo desgarrante.

La lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, eran lágrimas cargadas de dolor e ira. Tomé aire y me puse de pie con dificultad. Mi corazón latió rápidamente no solo por la adrenalina del momento, sino porque los ecos de aquellos gritos comenzaban a llegar a mis oídos después de ese zumbido ensordecedor. Todo lo que oía era mi nombre, solo el mío, solo... Selene.

Beira me miraba fijamente lleno de preocupación y Ethelia gritaba sin cesar mi nombre, limpiando su rostro con las mangas de su chaqueta. Al girar sobre mis talones, la Crisálida se encendió por segunda vez, y Mavros corrió hacia mí desenvainando su espada. Esquivé la punta de su arma, salvándome por un segundo del primer corte. El sonido de aquel veloz ataque, provocó un ligero silbido en el aire.

Mis manos se fueron a los lados contrarios de mis costillas y saqué mis primeras dagas para ponerme en guardía, crucé ambas cuchillas para detener su espada frente a mi rostro y liberé un grito cargado solo de dolor y cansancio. Esto estaba a punto de llegar a su final y yo ya estaba comenzando a agotarme. Él lo supo, pateó mi abdomen tirándome contra la arena, y su espada siguió mi caída. Volví a formar un escudo lo más rápido que pude, pero esta vez no fue suficiente, su filo cortó el acero de mis cuchillas haciéndolas inservibles. Cuando volvió a atacar, giré sobre mi cuerpo y me puse de pie a tropezones.

Busqué mis otras dos dagas en mis caderas, pero solo había una de lado derecho, la otra había quedado en la arena, justo a los pies de Mavros. La tomé a tiempo para para desviar su espada con todas mis fuerzas y ese movimiento de defensa me costó un corté en la mejilla y en el costado de mi cintura izquierda. Me sujeté la herida rápidamente y él aprovechó eso para tomar mi muñeca y torcerla hasta el punto de obligarme a soltar mi arma.

Golpeé su rostro con mi puño izquierdo e hice distancia desesperadamente. La mano me dolía, pero la adrenalina que corría por mis venas era más grande que eso. Entonces, cuando mis ojos se desviaron hacia él palco lo vi, la oscuridad en su mirada, la tensión en cada músculo de su cuerpo y lo recordé. Mi mano se deslizó hasta mi muslo derecho, tomé la empuñadura y la deslicé de la funda con cuidado. El acero brilló y contrastó con el fuego de las antorchas. Un sentimiento extraño me invadió cada centímetro del cuerpo, era su daga.

Tragué con dificultad y mis dedos recorrieron cada detalle tallado en el oro, las joyas rojas y... las rosas.

Elevé el rostro cuando Mavros soltó un grito airado y corrió hacia mí, todo se detuvo en ese preciso instante, ocurrió lento decisivo. Beira y Ethelia dándome ánimos, Iliria y la amenaza en su mirada. Thapios, apoyado contra uno de los pilares del fondo, oculto entre las sombras y observando todo con una seriedad intimidante. Arias, sentado junto a los otros comandantes, deseando mostrar algo más que solo preocupación y... Bhal... firme y únicamente fijo en mí, sin mostrar una sola emoción.

Cuando todo volvió a tomar su curso, supe lo que tenía que hacer, esta sería la última vez que iba a esquivar su ataqué. La espada de Mavros llegó hasta mí, giré sobre mis talones no sin antes cortar la piel de su brazo y hacer que dejara caer su arma. Esa fue mi señal, me posicioné detrás de él y pateé sus piernas para que cayera de rodillas. De un solo movimiento, tomé su cabeza y lo expuse ante mí.

Llevé mis labios a su oreja hablé con firmeza:

— Hasta aquí llegó tu cacería, imbécil.

Cambié la posición de mi daga y clavé la punta en su cuello, terminando el enfrentamiento.

Los gritos cerraron el momento de tensión y supe que había ganado.

Gané. Yo gané. Pasé el segundo asalto.

Los instructores dieron la señal de que todo había terminado, y solo entonces empujé el cuerpo de Mavros para alejarme de él. Todos los demonios llenaron la sala de gritos, y mi cuadrante no se limitó en quedarse detrás de las barandillas, las pasaron y corrieron hasta la arena. Beira fue el primero en llegar hasta mí seguido de Ethelia, me sostuvo justo a tiempo para evitar que fuese a desplomarme y me encerró entre sus brazos justo como Ethelia lo hizo desde mi espalda.

— ¡¡Joder, lo hiciste zanahoria!! —Beira me zarandeó de los hombros — ¡¡Ahora eres una adepta!!

Formé una sonrisa a medias, dejándome llevar por la seguridad que mis amigos me estaban trasmitiendo. Pero todo aquello se fue a la mierda cuando a lo lejos divisé a Iliria, se mantenía sentada sobre las bancas, de brazos cruzados y mirándome con una ira acumulada. Le susurró algo al oído de Cora y sentí en lo más profundo de mi ser, que no era nada bueno cuando Razo me miró con evidente amenaza. Los tres se pusieron de pie sin perderme de vista y se marcharon de la arena dejándome llena de ansiedad.

Busqué a Bhal rápidamente, pero ya no estaba en aquel balcón, aquel imponente sillón estaba vacío. Aun así, volví a observar la daga que me dio la victoria y cerré los ojos con lentitud al mismo tiempo que la estreché contra mi pecho. Podía sentir su energía muy palpada en el acero. No estaba segura si era eso, pero podía sentirlo, su apoyo, su fuerza, preocupación y quizá... algo más.






VOLVIIIIIIIIIIIII Y QUE ARDA TROYA 🔥🔥🔥😆😆😆

AL FIN DE VACACIONES 💖💖💖✨✨✨✨✨✨ Ahora si voy a tener más tiempo de publicar mas seguido. 🤭🤭🤭 Pero heyyy también necesito descansar de todo el ajetreo del año. Bien, rápidamente comunicados:

- Tendremos un Live en tik tok yeiiiii. Hablaremos un poco del libro, aclararé dudas y responderé preguntas en directo, sobre los capítulosx dudas que aun persisten y aclaraciones de capítulos. Este live será el día sábado 21 de diciembre 🤔 tipo 20:00 pm hora Boliviana.. 🇧🇴 Sí, soy de Bolivia. ❤️ Besos desde aquí. Esta es mi cuenta de tik tok: @_escritora123

De todas formas atentas a mi tablero de wattpad y más que todo al grupo de Telegram por la hora cambia dependiendo de qué país tenga más lectoras. El link para un unirse esta en mi cuenta de Instagram: 1pril_3 puede mandarme un punto a mi privado o directamente unirse del link de mi tablero también.

Espero que el capítulo les guste, me debilidad son las escenas de combate así que hago lo mejor que puedo. ❤️

Por otra parte agradezco a el apoyo de muchas lectoras que estuvieron dejando lindos comentarios en mis diferentes cuentas, apoyándome en esta dura semana con respecto a mi defensa pero heyyyyy todo salió excelente y ahora este dobby es un elfo libre. ✨✨✨✨

Gracias por la paciencia y comprensión, esta semana se viene con todoo. 📚📚📚

No se olviden de dejar su estrellita en el capítulo, es una manera de apoyar mi trabajo y no cuesta más que hacerle un clik por favor, a demás les agradecería un montón si pudieran compartirlo con otrad lectoras que disfrutan la lectura como nosotras. 🍀🍀🍀🍀✨✨✨📚📚

PD: Únanse al grupo de lectoras. EL HAREM DE BHAL, así se llama ahora hasta nueva idea 😆

PD: BESOS Y LINDA LECTURA. ESCUCHENSE LA CANCIÓN QUE ELEGÍ CUIDADOSAMENTE PARA ESTE CAPÍTULO. ❤️

BYE. BESOS EN LA COLA 💋

Mis capítulos tardan pero siempre procuro que valga la pena, espero no estar fallando. ❤️‍🩹




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