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CAPÍTULO N° 27


<< Respira, Selene, respira profundo.>>

Inhalé y exhalé, llené mis pulmones a máxima capacidad con el gélido aire de la noche y luego liberé la carga dejando un vacío que pronto repitió el mismo hilo y ritmo.

Mi atención estaba perdida en largo sendero de tierra que marcaba el camino hacia La Torre de Forja, rodeada de una cantidad considerable y espesa de variedad de árboles infernales. Algunos mechones de mi cabello se removían contra mi rostro por los fuertes golpes de viento que también azotaban mi cuerpo. Las yemas de mis dedos rozaban el cuero liso de mis piernas mientras avanzaban al ritmo casi parejo de la cantidad considerable y sorprendente de los nuevos reclutas. Esta vez muchos demonios jóvenes, entre hombres y mujeres, decidieron enlistarse, aun sabiendo que muchos de ellos solían desistir apenas en las primeras semanas de ingreso. Aunque también era bien sabido que solo había dos formas de que un recluta saliera de La Torre, como un soldado o simplemente muerto.

La mayoría de los iniciados provenían de familias ricas, nobles e incluso hijos de tenientes, capitanes y hasta comandantes. Así que por mucho que tratasen de negarlo, ahí dentro, la gran mayoría de los que venían de cunas de oro tendrían ventaja sobre aquellos que solo buscaban una mejor existencia.

—  Hey, reacciona Zanahoria, pronto llegaremos.

— Te he dicho que dejes de molestarla, ha de estar conmocionada todavía.

— ¿Por qué?, ¿En serio creyó que con solo irse del lado del príncipe bastardo ya la convertía en parte de su fracción? — el rubio estalló en risas a mi costado derecho.

— ¿Y qué con eso?, yo también lo creí, debí suponer que ese imbéciles solo se estaban parando de cualquier lado y ya.

La morena echó la cabeza atrás soltando un resoplido que pronto fue seguido por el mío. Bien, quizá si fui una estúpida al creer que con tan solo caminar unos cuantos pasos de un lado de ambos príncipes me convertiría automáticamente en una iniciada de su escuadrón. Por un solo momento sentí tranquilidad, luego todo se fue a la mierda cuando Taika añadió que la división de fracciones se realizaría en La Torre de Forja como era de costumbre y según las reglas escritas desde dentro de la fortaleza.

Debí suponer que la idea de que cada uno se fuera al bando que quisiese era ridícula, desde luego algo así jamás sucedería, no sin antes pasar por algún tipo de prueba. Aunque debía admitir que deseaba que las cosas fueran de esa manera, solo así podría estar lejos de Bhal y de todo aquello que representaba y que, por alguna extraña razón, todavía continuaba llamando a cada parte de mi débil esencia.

— Las cosas no son tan fáciles — mi atención se dirigió al rubio quien me ofreció una sonrisa entera — nosotros no elegimos con quien nos vamos, lo hace el Octagrama.

— ¿Y ahora qué carajos es eso? — Ethelia arrugó el rostro irritada.

— Ya sabes, el Octagrama — Beira encogió los hombros como si fuera de lo más obvio— ¿Estrella de ocho puntas? — enarcó la ceja — ¿Seleccionador de esencias?, ¿Estrella del amanecer?, ¡Demonios entonces en serio no lo saben!

— Por si no lo recuerdas, genio, ella es una humana y yo una demonio que pasó la mitad de su existencia siendo preparada solo para casarse y concebir pequeños diablillos hasta que decidí enlistarme sin el consentimiento de mis padres. No muchos tenemos el placer de informarnos como quisiéramos.

— Buen punto, fui un idiota — levantó ambas palmas girándose hacia nosotras — de hecho, tampoco lo vi.

— No me digas, ¿Otra vez tu abuelito?

— Mi tatarabuelo, sí. Él es uno de esos demonios viejos que todavía no se dejan ir, así que siempre ha estado detrás de mí como una sombra insistiendo que me enlistase para seguir el linaje que por cierto mi padre rompió al hacerse parte de la corte y no así de las tropas. Todo lo que sé, se basa en los cuentos que he escuchado día tras día, sin embargo, no estoy seguro de qué tan veraces sean, después de todo, han pasado décadas desde que él perdió las piernas y quedó de baja, quizá las cosas hayan cambiado mucho ahí dentro.

También tenía esperanza en ello, de otra manera, podría acabar en el cuadrante de Bhal y era lo que menos quería.

— Bien, bien, ¿Entonces qué es el dichoso Octagrama?

— Una piedra demoniaca, pero no cualquiera, según las historias, es una que proviene de las cascadas desérticas.

— Eso es imposible, las cascadas desérticas no han tenido vida en miles de años. nada se puede sacar de ahí, ni siquiera un simple pedazo de roca.

— Pues ya lo veremos pronto. Mi tatarabuelo dijo que tiene una estrella de ocho puntas grabada, y que, si pones la palma de tu mano dentro de ese sello, su poder cala en tu esencia, escarba en lo más profundo de tu ser y descifra tu potencial para saber a qué fracción perteneces.

—¿Estás diciendo que algo entrará dentro de mí solo para decidir de qué lado de fracción me iré? — la morena se cruzó de brazos y mostró una sonrisa con burla.

Beira se inclinó ligeramente hacia atrás entrecerrando los ojos y curveando los labios perturbado.

— Carajo, no lo había visto desde ese punto de vista, ahora no podré evitar sentirme sucio.

No pude evitar soltar una sonrisa y negar con la cabeza cuando él abrazó su cuerpo con sus fuertes brazos bien marcados. La morena me observó de reojo con una mueca socarrona.

— Tranquila, yo también hubiese querido estar en la fracción de Arias, oí que es más diligente y se preocupa por sus soldados, no como Bhal, muchos dicen que siempre consigue victorias, pero a costa de la caída de otros. Tampoco entiendo cómo pueden alagarlo tanto.

También había escuchado aquellos rumores, Bhal siempre conseguía la gloria, pero con el fuerte peso de varios caídos sobre sus hombros. Llevé mi mano al pecho y respiré profundo rogando que el Octagrama no fuese a dejarme en su fracción, muy en el fondo temía ser un anzuelo más en su misión por conseguir la corona. Sabía perfectamente que dentro podría morir tanto como podría hacerlo fuera, sin embargo, mi plan era sobrevivir, entrenar lo suficiente y llegar a ser una pieza al menos útil con tal de que el rey no fuese a desecharme a las fosas de nuevo.

Tampoco es que sabía cómo eran las cosas ahí dentro, de lo que si estaba segura era de que haría cualquier cosa con tal de no arder el fuego por toda la eternidad. Existir un poco más era mi objetivo... pero jamás lo haría si continuaba siendo arrastrada por las crueles manos de alguien como Bhal, quien solo pensaba en sí mismo.

— De hecho, prefiero estar con él — ambas miramos atentas al rubio — ¿Qué?, ¿Saben cuántas guerras ganó cuando apenas era un demonio adolescente?, podrá ser despiadado, pero nadie negará el hecho de que es uno de los demonios más poderosos de este infierno, y eso que su padre no le ha devuelto todavía la mitad de su esencia demoniaca. En las guerras no sobreviven los diligentes, ganan los implacables y feroces. Así que sí, mi meta es servir a uno de eso y el príncipe Bhal desde luego que lo es.

— Pues allá tú si quieres servirle de trapo en el campo de batalla — Ethelia rodó los ojos — aunque tengo la ligera sospecha de que eso también te llenaría de orgullo.

El rubio frunció el ceño y se encogió de hombros.

— Sería un honor.

Ella bufó sin poder creérselo.

— Anda, camina trapo con rizos.

Sonreí ligeramente siguiendo el paso de marcha, llevábamos como media hora caminando hacia La Torre, se encontraba detrás del inmenso castillo, en las profundidades del bosque, un terreno realmente vasto para el entrenamiento de los nuevos soldados. Podía recordar los días que pasaba por las alas traseras del palacio, en muchas ocasiones se veían los puntos de flanqueo y los estandartes que colgaban de las puntas del cimiento, sin embargo, siempre me pregunté cómo se dirigían las cosas ahí dentro. Nunca me habría imaginado que ahora estaría a punto de entrar y entrenar rodeada de muchos otros demonios fuertes e inteligentes, debía buscar maneras de poder igualarme a ellos y a su ritmo o me harían añicos, en casos peores terminaría siendo el trapo de ambas fracciones.

Todo el recorrido no pude evitar no sentirme ansiosa, no por el hecho de que era muy probable que muchos de los demonios recién iniciados desearían quitarme de su camino o aun peor extinguirme, sino porque ahora, estaría subsistiendo dentro las gruesas paredes de aquella enorme fortaleza bajo la perversa supervisión de Bhal y también la de Arias, ¿Cómo podrían coexistir dentro los mismos muros y no provocar su derrumbe encima de todos nosotros?

¿Y si en verdad terminaba siendo parte del cuadrante del aquel que tanto detestaba?

¿También querría deshacerse de mí?

Mi corazón empezó a latir con fuerza, mi respiración se hizo dificultosa y mis manos se cerraron en puño cuando mis ojos se alzaron frente a las enormes e imponentes murallas de La Torre. Sus cimientos eran de piedra negra, cada bloque que lo conformaba estaba ligeramente desgastado, una prueba de que quizá muchos otros guerreros, incluso de hace miles de años, se forjaron dentro de aquellas paredes para algún día llegar a ser letales. Desde lo alto ondeaban los estandartes de color carmesí, los que en su centro exhibían el emblema de la corona y se agitaban de un lado a otro con fiereza por el viento de la fría noche. Las ventanas eran angostas, como si fueran ojos vigilantes que muy posiblemente apenas dejaban entrar rayos de luz.

La puerta principal era enorme, de madera mole oscura y con varias bandas reforzadas de hierro que ya estaban corroídas por el tiempo. Mi ceño se frunció cuando mis ojos dieron con las varias marcas hechas sobre los tablones horizontales, quizá de asedios antiguos, estaban ahí como cicatrices que testificaban los posibles ataques feroces de enemigos que tal vez habrían tratado de derribar y tomar esta fortaleza.

— Impresionante, ¿No? — el rubio se acercó un poco más hasta mí y me levantó las cejas juguetonamente — no es noticia nueva, la mayoría sabe que los enemigos, a lo largo de nuestra historia, atacaban primero esta torre antes que las otras. No solo porque está detrás del castillo sino también porque parte de su estrategia era deshacerse de los nuevos, al ser un número abundante representaban un peligro para ellos.

— Pero... muchos solo eran iniciados... — mi voz se soltó con un susurró penoso.

— Lo sé, cuando la guerra era proclamada, no importaba mucho si los iniciados sabían o no empuñar una espada, solo importaba el número que representaban en las filas y para lo que podrían servir en batalla, así que usualmente no eran más que anzuelos para evadir o descubrir posibles trampas.

La morena y yo nos miramos de reojo, quizá ella también sentía aquella emoción rara y tan amarga encontrada en el pecho como yo. Una mezcla de tristeza y miedo, no solo por el hecho de que antes varios demonios iniciados fueron lanzados a la guerra simplemente para morir, sin ningún tipo de entrenamiento o piedad por sus altos mandos, sino también, porque si la guerra fuera desatarse contra los rebeldes, nosotros correríamos con la misma suerte. Seríamos abandonados, puestos en el plano más olvidado y soltados a las feroces garras de monstruos hambrientos de poder.

— Pero tranquilas, preciosas. No ha habido una guerra en décadas, así que podremos entrenarnos lo suficiente antes de que nos manden a las fronteras contra el bosque oscuro.

— ¿Y qué te asegura que la guerra no estallará hoy o mañana con los rebeldes al acecho? — Ethelia frunció el ceño no muy convencida — su número aumenta, cada vez salen más de aquel bosque y atacan las fronteras. Pronto podrían atacar el reino e ir por la cabeza del rey, tampoco es noticia nueva que por poco lo asesinan en los senderos rojos.

Vaya que los chismes corrían tan rápido como la sangre en el canal desparramada desde los salones de tortura...

Lo tomaron desprevenido, además, de no ser por la pésima protección del príncipe bastardo, el rey no habría resultado herido de gravedad. Las cosas habrían sido muy diferentes si desde un principio se hubiera llevado al príncipe Bhal para cuidar su espalda, más aún cuando decidió salir de su fortaleza con apenas un puñado de sus mejores soldados.

Rodé los ojos escuchando nuevamente cómo adulaba al idiota de Bhal, era increíble lo mucho que sus súbditos lo adoraban y alagaban por muy imbécil que se comportara, comenzaba a creer que la equivocada era yo, ¿Había algo que estaba ignorando?, es decir, le serví por mucho tiempo y casi nunca fue amable conmigo, al menos no si necesitaba algo de por medio o si solo se trataba para utilizarme como anzuelo favorito.

¿Entonces por qué los demás lo tenían puesto en un pedestal?, ¿Por qué tantos como Beira incluso, preferían pelear y morir bajo su mando que el de cualquier otro?

— Parece que sabes mucho del príncipe Bhal, incluso del mismo reino... — lo capté de reojo mientras él solo bajaba la cabeza y sonreía divertido.

Sus ojos azules se altivaron y dieron con los míos con una chispa animada, tanta como los rizos que se mecían igual que resorteras sobre su cabeza cada vez que asentía.

— Es verdad, da miedo — la morena burló con un tono irónico y entrecerrándole los ojos — hasta pareces un espía rebelde muy bien informado sobre cada detalle de la realeza.

El rubio puso los ojos en blanco mientras Ethelia y yo liberábamos una risita socarrona en su contra, pronto aquella burla cesó de inmediato cuando las enormes bisagras que mantenían firmes los imponentes portones, crujieron con un molesto chirrido permitiendo que ambos lados de madera se abrieran al mismo tiempo para dejarnos el camino libre dentro de la impenetrable fortaleza.

Los susurros no tardaron en escucharse, todas las bocas a nuestro alrededor se movían una y otra vez soltando comentarios curiosos acerca de La Torre, así que no pude evitar oír un poco de lo que llegaba a mi sentido. Algunos comentaban que el lugar era tal y como lo habían descrito sus padres, otros se escuchaban afligidos y preocupados temiendo lo que les deparaba en las profundidades de los cimientos y solo unos cuantos aseguraban que, una vez dentro, nadie volvería a ser el mismo en cuanto saliera.

En parte estaba tranquila por ese dato, es lo que deseaba después de todo, deshacerme de la Selene débil... Y forjar a una completa fuerte, al menos con lo poco que mi cuerpo humano podía ofrecer. Tenía muy en cuenta que estaba rodeada de demonios de muchas clases y niveles, en comparación, no llegaría a superar su fuerza jamás, sin embargo, podía recompensar cada desventaja con mi agilidad y velocidad. Sabía muy bien que muchas veces la inteligencia superaba a la fuerza bruta, así que debía cuidar muy bien cada paso que daría y pensar quizá el triple de lo que los demás lo harían. Algo bueno que podía sacar de mí en estos momentos era que, a diferencia de muchos de los presentes, yo sí llegué a enfrentarme con demonios que, aunque fueron de bajos rangos, me otorgaron una base sólida para tener el valor de estar presente entre todos los demás.

Nos mantuvimos firmes en nuestras filas muy bien organizadas e intercaladas hasta que a lo lejos se pudo observar a un hombre caminando hacia nosotros con pasos lentos, era bastante peculiar pues llevaba puesto una túnica cerrada de color café oscuro con algunos guatos que se ajustaban en su cintura, mangas y cuello, del cual se desprendía también un pedazo de la misma tela que forma una capucha con el único fin de cubrir toda su cabeza. Tenía las manos entrelazadas sobre su pecho y repetía algunas palabras para él mismo como si estuviera maldiciendo en silencio. Al llegar al borde de la entrada, alzó el rostro y dejó ver sus ojos completamente negros, llevó ambas manos hasta su cabeza y quitó la tela restante para descubrirse a él mismo.

Tenía varias runas grabadas en su piel y algunas incluso se extendían por los costados de su rostro, mismo que exhibía una que otra arruga en su frente y mejillas. Tardó al menos unos segundos en estudiar a cada nuevo recluta y luego ladear la cabeza con disgusto mientas otra silueta similar a su mismo aspecto se ponía detrás de él como si fuera su sombra y le susurraba algo al oído.

— Sangre fresca... — pronunció sonriendo entre dientes y saboreando cada palabra — la desesperación por jugar con sus débiles cuerpos fluye por mis venas...

Beira llamó mi atención levantando las cejas y luego puso una mueca burlona mientras deletreaba lento y con cuidado algo que no tardé mucho en descifrar: "Está loco".

Negué sin remedio ante su comportamiento y pronto la morena le dio un codazo discreto para que se mantuviera firme sobre su posición. Algunos otros demonios más adelante de nosotros nos observaron de reojo y aquella atención no tardó en llamar la de una rubia en particular. Ella me observó con una expresión fría y de nuevo despectiva, sin embargo, no tuvo más opción que volver a ponerse recta sobre su posición cuando el hombre de los tatuajes extraños comenzó a caminar y guiar el camino en las entrañas de La Torre.

Las enormes puertas a nuestras espaldas comenzaron a cerrarse provocando el mismo crujido feroz que hicieron primeramente al abrirse, algunos, incluyéndome, nos atrevimos a mirar atrás así fuera por al menos unos cuantos segundos. Mis labios entre abiertos liberaron un suspiro y mis ojos se cerraron casi al mismo tiempo. En ese preciso instante, me enfoqué solo en aquellas palabras que se repetían una y otra vez en mi cabeza, una petición a mí misma, un suplica quizá.

Se fuerte, Selene, sé fuerte...

— Muévanse. — volvió a pronunciar con la voz rasposa y llena de repudio.

Trazó el camino a través el enorme lugar con pasos seguros y lentos, el resto no pronunció ni una sola palabra más, solo nos dispusimos a seguir sus huellas sin romper las líneas formadas antes de salir del castillo. Cruzamos al menos un segundo portón más antes de ingresar al pasillo principal y la sorpresa en el rostro de cada iniciado no tardó en hacerse presente a medida en que avanzábamos por en medio de enormes pilares tallados en piedra blanca. Se extendían por todo el camino hacia adelante junto a las estatuas de demonios con inmensas alas y espadas que estaban muy bien acomodadas en los fondos y por delante de las paredes, de las cuales también colgaban espejos relucientes que nos permitían observar nuestros reflejos y el son conjunto de nuestro andar.

No era una pesadilla, realmente estaba aquí, dentro de esta peligrosa fortaleza, quizá un lugar donde ningún otro humano podría si quiera imaginarse pisar. No podía evitar no ponerme ansiosa, temerosa e impaciente. Mi estómago se apretaba cada vez que daba un solo paso, las palmas de las manos me picaban y sentía escalofríos en cada extremo de mi cuerpo mientras poco a poco el largo pasillo llegaba a su fin solo para darnos acceso a un ambiente mucho más grande.

El salón era realmente inmenso, se erguía imponentemente frente a todos con una construcción de piedra gris tan colosal que parecía incluso desafiar con su altura al mismo cielo. Había cuatro columnas que custodiaban la entrada, mucho más altas que los pilares del pasillo anterior, las cortinas rojas colgaban desde las puntas como adornos y ondeaban con el peso del aire, denso y opresivo. Algunas telas escarlatas como la misma sangre caían por algunas paredes y tenían grabados los escudos reales, proclamando y recordándoles a los recién llegados a quien le debían su lealtad, sudor y sangre derramada.

En el centro, una larga y ancha alfombra roja con bordados dorados se extendía al fondo del ambiente con una sola finalidad, guiar a los iniciados hacia el altar. La textura suave de la tela bajo nuestros pies era realmente suave en contraste con la crudeza de todo lo demás. Aquel camino trazado terminaba en los escalones de la plataforma, justo a los pies dos braseros hechos en bronce que ardían con llamas que parecían eternas, uno ubicado del lado izquierdo y el otro del derecho. Sin embargo, nada captó más mi atención e intriga como la roca de piedra negra que estaba sobre el tribunal. El Octagrama...

Tenía una forma oval y raramente se mantenía parada sobre su mismo eje, con imperfecciones y de tamaño grande, pero desde luego no más que las columnas macizas que la rodeaban como si la estuvieran resguardando. Había símbolo grabado justo en medio, solo cuando presté más atención me percaté de que era una estrella de ocho puntas encerrada en un círculo que tenía pulido varias runas indescifrables, al menos para mí. Brillaba con una luz dorada y desprendía un aura bastante fuerte, tanta que podía sentirse a la considerable distancia.

A decir verdad, aquí no había más que una quietud sofocante, no parecía solo un lugar más, la construcción entera advertía que tenía vida propia pues dejaba un peso en los hombros demasiado grotesco sobre todos aquellos que osaban adentrarse en su interior tras cruzar el primer umbral.

El hombre de la túnica oscura se dio pasó con toda confianza por los escalones, siempre seguido de aquella sombra que hace poco se había colado a su espalda, ambos se acomodaron a un extremo derecho y continuaron observándonos sigilosamente, como si aquellos ojos calculadores tuvieran el poder de incinerar a cualquiera desde su sitio al identificar cualquier movimiento irresponsable o signo de comportamiento altanero, comenzaba a preguntarme cuál sería su papel exactamente en el futuro. Como fuera, la crueldad que desprendían sus esencias solo confirmaba que no deberíamos meternos con ellos, no si no queríamos salir terriblemente heridos.

Desvié mi mirada tan pronto percibí una silueta darse paso desde atrás de la roca, algunos otros reclutas parecieron reconocerlo al instante pues comenzaron a murmurar entre sí con asombro y temor. Vi a la morena con la esperanza de que tuviera cierta información respecto a las incomprensibles reacciones del resto, pero ella solo se encogió de hombros y puso una expresión desinformada, así que la siguiente vez dirigí mi atención al rubio. Él tenía los ojos bien abiertos y brillantes como diamantes, su boca estaba entre abierta y su expresión eran tan similar a la de un niño cuando acababa de recibir el mejor regalo de su vida.

— No. Puede. Ser. — masculló pasmado.

— ¿Qué? — pregunté curiosa — ¿Quién es él?

— Sí, ¿Quién es el guapo con cara insufrible y cuerpo tallado por los mismos ángeles del cielo?

Beira tragó grueso sin apartar su admiración del hombre que se acercaba al borde de los gradones, todavía seguía observándolo con esa chispa inconfundible de fascinación por lo que tuve que golpear su brazo con mi codo, él solo se frotó sin prestarle mucha atención.

— Ese tipo es mi ídolo — vociferó señalándolo discretamente — joder, es Thapios.

— ¿Thapios?

Él rubio asintió casi embelesado.

— Es un Maestro Sangre, no solo sobrevivió a la redada en las cuevas rocosas contra los kamizakes, también lideró a un batallón completo en el asalto de los laberintos escarlata y capturó a muchos de los monstruos de la arboleda.

No entendía absolutamente nada de lo que Beira estaba soltando de forma extremadamente animada y rápida, como si fuera todo un fanático obsesionado, pero definitivamente el tal Thapios si causaba intriga. Me detuve a estudiarlo un poco, muchas veces hacer eso me ayudaba a descifrar las intenciones, acciones o incluso esencia de los demonios, quizá era algo así como un sexto sentido que había desarrollado muy bien para estar atenta contra cualquier ser que representase un peligro para mí, desde luego, el primero fue Bhal.

El misterioso hombre no solo llamaba la curiosidad de cualquiera que posara sus ojos en él por la enorme cicatriz que empezaba desde su frente y cortaba la mitad de su ceja hasta llegar hasta al borde izquierdo de su mejilla, sino que también provocaba esa reacción inmediata por el aura que desprendía, total paz y serenidad, muy a pesar de que su imagen gritaba todo lo contrario a simple percepción. Llevaba un atuendo imponente y oscuro que transmitía autoridad, estaba compuesto por una chaqueta de cuero negro ajustado a su musculoso cuerpo, tenía algunos detalles metálicos en forma de tachuelas que recorrían la parte de enfrente de su pecho. Su cintura estaba ceñida con un cinturón ancho del mismo color decorado con hebillas metálicas.

Su atuendo no solo estaba perfectamente estilizado, también era muy funcional, apto para cualquier situación de batalla o simplemente para imponer mando. Por último, estaba su capa oscura, larga y que caía desde sus hombros reforzando su autoridad, se ondeaba con la brisa fuerte que se filtraba desde el techo abierto, Ni quisiera me percaté de tal detalle solo hasta que la luna se detuvo justo encima de todos nosotros.

— ¿Eso es todo? — la morena enarcó una ceja y bufó sin gracia.

Beira negó sin dejar de obsérvalo bastante concentrado.

— Desde luego que no, logró todo aquello incluso teniendo sangre humana corriendo por sus venas.

Mis ojos se abrieron a máxima capacidad con una impresión petrificante, ¿Qué?, ¿A caso escuché mal?

— ¿Sangre...h-humana?

Apenas pude soltar las palabras de mi boca tratando asimilar la nueva e impactante información. El rubio solo asintió sin darle mucha importancia al asunto.

— Sí, ya sabes, su madre era un demonio, se enamoró de un humano y cuando tuvo a su hijo mestizo lo entregó a La Torre creyendo que no aguantaría lo suficiente y se fuese a morir. Obviamente logró superarse hasta obtener ese rango. Desde luego hay muchos demonios que lo detestan por su raza, sin embargo, también hay muchos que lo admiran. Creí que sabía de él, Selene...

Negué lentamente, de hecho, no, nunca había oído nada de él. Si una guerra se ganaba, el alago por la victoria iba directamente a la corona, no a aquellos que blandían sus espadas cuidando el reino y desde luego el trasero de su rey. Su identidad oculta podría deberse a dos razones según mis teorías, la primera era desde luego su origen, nadie querría ponerse a la par de un mitad demonio y humano, ni mucho menos admitir que era un líder aquí dentro. La segunda sería simplemente porque al ser una buena arma para aniquilar y capturar a traidores, preferían mantener su perfil bajo para soltar su potencial de manera sorpresiva y efectiva para los mejores resultados.

Thapios se detuvo al pie de la escalera y se permitió al menos unos segundos de su tiempo para examinarnos de pies a cabeza, en comparación de otros demonios, él no denotó asco en sus expresiones faciales, solo se mantuvo neutro y comprometido con su papel, que de hecho ya ansiaba por conocer.

Tenía los ojos de un color miel bastante claro y el cabello avellana un poco largo, no sobrepasando la línea de sus anchos hombros sino rozando por encima de ellos. Lo traía sujeto en una media cola un poco desordenada con algunos mechones sueltos que se mecían con el viento sobre sus tupidas cejas y los duros rasgos característicos de su faz. Bajé mi curiosa mirada tan pronto como la de él se posó directamente en la mía por al menos unos segundos efímeros.

— El valor no se mide por la fuerza, sino por la voluntad del sacrificio — sentí un escalofrío cuando el tono de su voz, ronca y autoritaria, resonó con rigor dentro de las paredes — este día entregaron un fragmento vital su esencia, pero les aseguro que el entrenamiento les exigirá mucho más. Aquí la debilidad solo los arrastrará a un abismo sin retorno, solo aquellos que abracen el dolor, la ira y desesperación emergerán victoriosos. Algunos de ustedes no sobrevivirán, la sangre es la única moneda con la que muchas veces se paga para ser un soldado de la corona, sin embargo, si lo hacen, puedo asegurarles que no solo encontrarán gloria en el campo de batalla. Aquellos que no se atrevan a vencer sus estúpidos miedos serán arrastrados por ellos, así que es mejor que desde ya vayan deshaciéndose de su antiguo yo pues aquí se forjarán su verdadera identidad, el fuego los escogerá, pero solo su sangre y perseverancia decidirá el resto.

Aquellas palabras marcaron una huella profunda en mi esencia, creí ser la única hasta que dirigí mi mirada al resto de los reclutas y caí en cuenta de que muchos lucían motivados, aterrados y hasta arrepentidos. Esto ni siquiera había empezado y unas simples frases lograron sembrar desconfianza en cada iniciado, era realmente sorpréndete como simples aseveraciones podían jugar con la mente de una multitud, de buena o mala manera. Cómo podían conseguir desestabilizar las almas de muchos demonios y hacerles dudar sobre su propósito y elección voluntaria. Definitivamente los primeros no caerían simplemente por heridas o trampas, lo harían únicamente por una lucha interna e inseguridad por sí mismos.

Mi corazón latió incomprensiblemente contra mi pecho, azotando con fuerza en cada palpitar y entre cortando mi respiración, no supe la razón de su repentina reacción hasta que vi su silueta darse paso por el umbral que sujetaban dos columnas, justo detrás de donde estaba la extraña roca. Caminó con pasos lentos y seguros sobre el altar, avanzó de esa forma hasta acomodarse en un extremo derecho y en el proceso, sus hermosos ojos lilas azulados chocaron directamente con los míos, robándome un suspiro que pronto ahogué apretando muy fuerte los labios y desviando mi atención en otro punto que no fuera precisamente él.

Mis nervios aumentaron considerablemente cuando Arias salió del mismo lugar, caminó exactamente como lo hizo Bhal hasta posicionarse del lado izquierdo, ambos se miraron fijamente con desdén, desafío y desde luego rivalidad. Era increíble el hecho de que ambos príncipes desprendían una fuerza única, un poder temible y asolador con tan solo su presencia. Aun así, solo uno de ellos lograba ponerme tan inquieta como una hoja siendo arrastrada por el viento.

Thapios se acomodó en medio del estrado, entre ambos comandantes, los observó de reojo y tras obtener una señal de aprobación, se dio vuelta y caminó hasta la enrome roca. Todos alzaron un poco la cabeza para ver atentos lo que estaba sucediendo, desde luego no era la única bajita entre todos los cuerpos mastodontes y maculosos, había muchas chicas de mi tamaño y hasta chicos, chicos a los cuales muchos otros los observaban como pequeños insectos a quienes deseaban pisar cuanto antes.

El mestizo puso la mano dentro del símbolo de ocho puntas y tras aquel toque, la estrella comenzó a brillar con más potencia, le dio exactamente dos vueltas a la marca antes de quitar su extremidad de esa base sólida. Volvió a girar sobre sus talones y esta vez se dirigió nuevamente hasta nosotros llevando ambos brazos por detrás de su espalda y enderezarse al borde de la primera escalera hacia su descenso.

— El Octagrama — declaró firme — decidirá a qué fracción pertenecerán.

— ¿Una roca decidirá a qué cuadrante perteneceremos? — el susurro molesto de Ethelia llegó hasta mis oídos.

— Eso parece...

Mi respuesta se soltó de la misma manera. Entonces la piedra negra iba decidir sobre mi destino, servir a Arias...o servir a Bhal.

— Deben poner la palma completa dentro de la estrella del amanecer, dos giros bastarán. Uno a la izquierda y el otro a la derecha, solo entonces los braseros encenderán sus llamas para definir a qué fracción servirán. Rojo, el príncipe Arias y azul, el príncipe Bhal.

— Oh mierda...

— ¿Qué sucede? — capté al rubio desconcertada ante su inmediata reacción.

— Entonces es cierto...

— Explícate...— insistí ansiosa.

— El príncipe Bhal posee el fuego azul...

— ¿Fuego azul?

Él asintió sin dejar de observarlo con asombro.

— La más poderosa, por encima del rojo incluso. Solo una persona más lo tuvo antes que él.

— ¿Quién?

El rubio me miró esta vez a mí, cambiando su expresión a una completamente seria que me hizo sentir frio en todo el cuerpo.

— Su madre...

— Primera línea, avancen.

La orden de Thapios bastó para que los primeros iniciados se formarán de manera vertical haciendo que el resto diera pasos considerables atrás. Uno por uno fue dándose paso por el camino alfombrado, el que los encabezaba fue el primero en girar la estrella tan cual las instrucciones dadas, tras solo unos segundos se espera, uno de los dos braseros acomodados a los cantos se encendió con una llama roja.

Arias...

Mierda, entonces la división se daba así. ¡Demonios!, esto era incluso más tenso que caminar en sentido de un bando, ¡Esto daría en vista de todos!, frente a ambos príncipes.

Rayos, rayos, rayos...

— Carajo — maldijo la morena carraspeando los dientes con frustración — solo espero que mi llama sea la roja.

Tragué grueso pensando exactamente lo mismo. Debía alejarme de Bhal, tenía que hacerlo, de otra manera jamás podría concentrarme y alcanzar mi meta teniéndolo a él pisando mi sombra como tanto le gustaba, si antes me hacia la vida imposible no quería ni imaginarme lo que podría hacerme aquí, bajo su mando y duro entrenamiento. No, no, la llama debía encenderse en rojo. Rojo, rojo, rojo.

Fila por fila fue subiendo al altar hasta que llegó el turno de la rubia, Iliria, si no mal recordaba. Ella caminó decidida y sin titubear hasta la piedra, tras girar la estrella, su llama tomó un color azul.

Bhal...

Apreté la mandíbula con impotencia y ansiedad, otra razón más para ansiar la llama roja, esa mujer estaba completamente loca y ansiosa por destrozarme cada hueso del cuerpo. Desde luego su nueva fracción era la correcta para alguien de su cruel naturaleza. Dirigí mi mano a mi pecho cuando sentí un horrible peso sobre este, todo mientras ella caminaba hacia el extremo derecho, justo detrás del cuadrante de...

— Bien, llegó nuestro turno.

Mi respiración se intranquilizó cuando el rubio me motivó a dar los primeros pasos hacia el sendero trazado. La morena iba delante de mí guiando el camino y Beira por mi detrás seguido de otro demonio bastante fornido.

Llama roja, llama roja, llama roja, roja, roja, roja, que sea roja...

— Tranquila, Selene — la voz del rubio llegó hasta mi oído en un sigiloso susurro mientras subíamos los escalones. Carajo, no me di cuenta de que estaba hablando en voz alta. — El Octagrama escucha, si tanto lo deseas entonces pídele la llama roja cuando la gires. Indaga en nuestra alma, en nuestros más profundos deseos, así que solo pídeselo y lo tomará en cuenta...

— ¿Eso es cierto? — pregunté antes de subir el último peldaño.

— Desde luego, estoy seguro de que no se trata se simples rumores.

— ¿Qué llama pedirás tú?

— ¿No es obvio? — Ethelia arrojó un bufido — él ansía pertenecer a la llama azul. Roguemos que la nuestra sea roja, Selene.

Asentí completamente segura, tanto como ella, tanto como mi cabeza repetía una y otra y otra vez haciendo ecos tras cada reiteración. Nos detuvimos antes de cruzar la línea marcada hacia la gran piedra. Ethelia fue la primera en avanzar tras la orden discreta de Thapios, se veía más que nerviosa, incluso pude observar que su mano temblaba a medida en que iba acomodándola dentro de la estrella. La llama azul se encendió haciendo que retrocediera con temor.

¡Mierda!

La morena apretó los puños a los costados de sus muslos y caminó firme hasta el cuadrante que tanto evitaba hace unos momentos y entonces, llegó mi turno...

— Tu turno.

Miré a Thapios de reojo, él enarcó una ceja y movió la quijada señalándome el camino para que avanzara de una buena vez. Comencé a caminar hasta la piedra temblorosa, a estas alturas ya no comprendía si eso de debía simplemente a la fría noche o a la constante inquietud que se desató en mí desde el primer momento que vi a Bhal sentado al costado derecho del rey en el castillo.

Elevé la mano nerviosa y luego la acomodé dentro del símbolo perfectamente pulido. Me inquieté todavía más cuando sentí que algo fluyo por mis venas a gran velocidad, por un momento quise despegar la mano de la base, pero fue imposible, era como si la marca me tuviera prisionera bajo su fuerza, reacia a dejarme ir hasta darme una fracción. Mi piel y la roca parecían magnetos atrayéndose mutuamente, la fuerza que desprendía era bastante poderosa, sería inútil tratar de alejarme, no había marcha atrás.

Giré la estrella primero a la derecha, luego a la izquierda y fue entonces que los siguientes segundos fueron decisivos. Rojo Arias, azul Bhal.

Cerré los ojos con fuerza y comencé a repetir mentalmente aquella palabra.

Roja, roja, roja, roja, roja, roja, roja, roja... ¡Llama roja maldición!

Y pasó, la brasa se encendió.

El mismo infierno pareció detenerse junto a mi corazón.

Azul. Llama azul.

Bhal...

Mi mano cayó a mi costado derecho, mis ojos se desviaron de inmediato hacia su dirección, una sonrisa maliciosa se formó en sus comisuras mientras el orgullo se denotó en cada una de sus facciones demoniacas.

Idiota...

Caminé hasta su extremo sin dejar de verlo fijamente con solo desdén, luego aparté mi atención de su perfecto cuerpo cuando pasé por su costado sin bajar la cabeza, demostrándole que no le tenía miedo, que jamás lo haría, que, por el contrario, pensaba hacerle la existencia de cuadritos si se atrevía a tratar de jugármelas. Me acomodé del lado de la morena y mantuve mi firmeza llevando los brazos detrás de mi espalda.

— Estamos jodidas... — comentó resoplando.

— Al menos uno de nosotros está feliz.

El rubio caminaba sonriente hasta nuestro extremo, entre Ethelia y yo, solo Beira terminó consiguiendo lo que tanto quería, pertenecer a la fracción de Bhal.

— No hagas que te borre la sonrisa de un buen golpe.

— Anímense chicas — burló ante la amenaza de la morena — estaremos juntos después de todo, es el destino.

— Dijiste que la estrella escucharía mi pedido...

Beira me captó confuso.

— Así es.

— Mentira, pedí la llama roja, repetí la llama roja en mi cabeza mientras giraba la estrella, ¿Cómo explicas que este de este lado ahora mismo?

No pude evitar oírme frustrada.

— Quizá tu mente pidió una cosa...y tu alma exigió una completamente diferente.

Me quedé estupefacta tras su respuesta, ¿Mi alma eligió a Bhal?, ¡¿A caso era un maldito chiste?!

Pase los siguientes minutos tratando de procesar las palabras de Beira, mientras un recluta tras otro pasaba al frente y completaba el proceso de fraccionamiento. Solo volví a mis cinco sentidos cuando el último de ellos terminó tomando su lugar del lado contrario. Thapios volvió a ponerse en medio de ambos extremos.

— El Octagrama ha decidido, la división equitativa está hecha, a partir de hoy el rumbo de su destino y gloria solo dependerá de ustedes, de cuanto estén dispuestos a sacrificar, de cuan bien se desenvuelvan bajo el mando de sus comandantes.

Tanto Bhal como Arias avanzaron algunos pasos hacia el frente, quedaron muy cerca el uno del otro y tras unos segundos de total silencio se fueron por lados completamente diferentes. Arias, por un parte, se marchó por el mismo lugar por lo que antes había ingresado, no sin antes lanzarme una mirada y sonrisa ladina mientras ocultaba ambas manos en los bolsillos de su pantalón. Bhal por otro, solo desapareció de mi vista por el mismo camino carmesí por el que todos habíamos entrado, tal como esperaba, ni siquiera se molestó en prestarme atención.

— Centinelas.

Varios hombres exactamente iguales a los que antes nos dieron la bienvenida en el portón principal acudieron al llamado autoritario de Thapios. Salieron desde los pasillos ubicados detrás de las columnas como ratas escurridizas, al menos eran veinte de ellos, incluyendo a los dos primeros. Se posicionaron en filas de cinco consecutivamente y bajaron las cabezas con sumisión. Así que esas escorias si temían a alguien...

— Ha sido una noche muy larga, lleven a los iniciados a sus dormitorios — esta vez se dirigió a nosotros — descansen como se debe porque pronto iniciarán los entrenamientos y les aseguro que el dolor ni siquiera les dejará hacer eso.

Tras aquella ultima motivación, el trigueño se marchó del enorme salón abierto sin decir más.

Los centinelas se enderezaron sobre sus ejes y luego se dividieron en diez, los primeros se fueron del lado contrario y pronto se llevaron a los reclutas de ese extremo por uno de los tantos pasillos. Los siguientes diez llegaron hasta nosotros encabezados lamentablemente por el primero que conocimos. Ensanchó una vez más su sonrisa junto a su sequito de ratas.

— Síganme.

Nuestras piernas se pusieron en marcha para adentrarnos en un pasaje completamente diferente al anterior. Dentro, el lugar era angosto y pequeño por lo que los hombres y mujeres más altas no tenían otra opción más que agacharse para no golpear sus cabezas en el techo. Una que otra antorcha pegada a las paredes de piedra gris guiaban la dirección a la cual nos dirigíamos entre susurros y quejas molestas de algunos inconformes por la incomodidad del ambiente.

— Ambas fracciones dormirán en extremos contrarios para evitar confrontamientos incensarios. Los centinelas los estaremos vigilando de cerca, fuera de la hora establecida de descanso, ninguno de ustedes tiene derecho a rondar como alimañas escurridizas, de otra forma nosotros tenemos todo el poder de castigarlos y créannos, es nuestro pasatiempo favorito...

Entonces ese era su papel en La Torre, resguardar que ninguno se pasará de listo por las noches.

Me mantuve detrás de Ethelia y Beira, prácticamente al final de todos, observando el avance y coordinado de mis pies mientras los dichosos centinelas continuaban explicando algunos datos como los castigos usuales por las faltas. Estaba perdida en mis pensamientos que no me percaté en qué momento me había alejado tanto del resto.

Apresuré mi caminar con intención de doblar el siguiente pasillo hasta que alguien cubrió mis labios y me estiró con fuerza hacia una entrada desconocida. Me removí con dureza ante su agarré y logré soltarme cuando golpeé su abdomen con mi codo, solo entonces pude girar sobre mis talones y dar directamente con el atacante. Quedé sorprendida cuando vi su sonrisa entera y ojos color verdes, solo así pude reconocerlo y bajar los puños que antes había alzado para defenderme.

— Rayos, eso dolió.

Soltó una risita adolorida mientras se enderezó haciendo su capa roja a un lado para no continuar molestándolo.

— ¡¿Estás loco?! — le reproché molesta.

— Lo siento, pelirroja, pero tenía que verte...

— Si es por lo de tu secreto, puedes dejar de fingir amabilidad, no voy a soltar mi lengua.

Hice ademan de marcharme, pero él se apresuró a detenerme sujetando mi brazo.

— Wo, wo, wo, alto, ¿Ahora tengo un secreto?

— Deja de hacerte el gracioso, Arias, ¿O prefieres que te diga alteza quizá?

Notó que iba realmente en serio y solo en ese momento borró su sonrisa y soltó un largo suspiro acercándose un poco más hasta mí.

— Te lo dije... No planeaba gustarte por mi posición, mi objetivo era lograrlo siendo yo mismo...

— Mentirme desde luego no va hacer que me gustes.

Arias asintió entendiendo mi punto.

— Lo sé...

Eché la cabeza atrás soltando un poco de aire igual que él.

— Escucha, te prometo que no le diré a nadie lo que sucedió esa noche... Puedes estar tranquilo.

— Para mí es lo de menos, Selene — se apresuró a responder — solo necesito saber si al menos seguimos siendo amigos...

Sonreí de lado ante sus palabras, siempre directo al grano.

— Nunca lo fuimos para empezar...

— Es verdad — volvió a sonreír — no estamos destinados a serlo, no amigos, nunca amigos... Algo más que eso quizá.

Tragué grueso con lo que soltó, tan de repente y tomándome desprevenida, haciendo que mi sonrisa se fuera borrando.

— No juegues con eso.

— Jamás jugaría contigo.

No supe cómo reaccionar ante su intención tan clara, solo retrocedí algunos pasos nerviosa.

— Si esto es por Bhal, te aseguro que no tengo información valiosa sobre él, si buscas la manera de tomar ventaja entonces deberías ir con Alexa, ella es como un lastre en su sombra...

Arias negó caminando hasta mí y tomó mi mano con lentitud y cuidado para acercarme a él.

— Tomar ventaja sobre Bhal es lo que menos me interesa en este preciso momento.

— ¿Y qué es lo que te interesa justo ahora?

Él lo pensó unos segundos y luego volvió a mostrar una sonrisa amable en sus comisuras, se quedó viendo la herida en mi palma provocada por la daga del juramento y luego se inclinó un poco hacia ella para soplarla levemente provocando un ligero cosquilleo en mí piel. Aquel acto me puso realmente nerviosa.

— Tu bienestar, Selene — susurró — no sabes cómo hubiera deseado que la brasa fuera roja, así te tendría bajo mi protección.

— No necesito tu protección, Arias.

Él asintió divertido.

— Es verdad, después de todo, fuiste tú la que pateó mi trasero esa noche. Aun así, no puedo evitar preocuparme por ti, no estando con Bhal. Ahora soy comandante de la fracción contraria a la tuya, pronto la rivalidad se hará presente...

— Estaré bien.

— Lo sé — burló — sé que estarás bien, y aunque no puedo hacer mucho por ti "enemiga", pues cada acto mío sería juzgado como preferencia, al menos haré esto...

Arias sacó un pañuelo de su pecho y comenzó a vendar mi herida con cuidado, después de unos segundos soltó su agarré y llevó ambas manos por detrás de su espalda, bajó un poco la cabeza soltando una sonrisa.

— Gracias... — susurré llevando mi mano a mi pecho.

— No fue nada... Me gustaría hacer más por ti...

Me aclaré la garganta y asentí.

— Ahora debo irme, y tú también de hecho, pronto se darán cuenta de que no estás en tu fracción, puedes decir que te perdiste, al ser tu primera vez en esta torre no te harán nada...

— Entiendo...

Arias volvió a mirarme directamente a los, luego se acercó un poco más hasta mí y habló bajito.

— Espero verte de nuevo, pelirroja...

Sin decir más, se dio vuelta y se marchó no sin antes volver a mirarme y sonreírme dulcemente. Desapareció tras cruzar un pasillo al final del salón, me quedé petrificada en mi lugar, tratando de analizar si lo que acababa de pasar era una mentira más o si solo era Arias siendo...Arias, estaba realmente confundida.

Di un respingón cuando un trueno se soltó en el cielo e iluminó la sala completa, la lluvia no tardó en soltarse. Un trueno tras otro creaba sombras en las paredes.

— Pero que sorpresa...

Mi corazón se detuvo cuando escuché su voz ronca, un trueno más se soltó y calcó su sombra en el piso reluciente, justo detrás de mí. Giré sobre mis talones solo para encontrarlo apoyado contra el marco de la puerta, con ambos brazos entre cruzados y la cabeza de lado, contrastando con la sonrisa ladina y maliciosa de su rostro.

Bhal...

— ¿Qué haces aquí?

Mi pregunta hizo que él soltará una risa entre dientes.

— Me distraigo un momento y me encuentro con esta patética y cursi escena de mierda...

Apreté la mandíbula con repudio y bajé la mano que sostenía contra mi pecho.

— No confundas las cosas y mucho menos te metas en mis asuntos.

Bhal echó la cabeza atrás soltando un resoplido.

— Ahora resulta que mi jodido hermanastro no solo desea quitarme la corona, sino también a mi hembra.

No pude evitar soltar una carcajada sin gracia.

— Tú sí que eres un completo imbécil, Bhal — retrocedí unos cuantos pasos ladeando mi cabeza — ¿Entonces marcas a todas tus hembras con el mismo brazalete?, dime, ¿Cuántas de ellas lo tienen exactamente? — endureció las facciones — claro, sin contarme, porque te recuerdo que yo jamás acepté algo tan detestable, ¿Sabes lo que eso significa o solo no terminaste de comprenderlo?, no te pertenezco, ni antes ni mucho menos ahora.

Le lancé una mirada despectiva y luego rodé los ojos dándome vuelta sobre mi espacio para comenzar a caminar victoriosa del lado contrario del salón.

Apenas llegué al pasaje más cercano cuando sentí su agarre en mi cintura, me giró estampó contra la pared de piedra, pero puso su mano izquierda detrás de mi cabeza para evitar lastimarme, la otra la dejó por encima de mi cuerpo solo para encerrarme con su intimidante altura. Mi pecho subía y bajaba por lo rápido que había actuado, él respiraba con descontrol aguantando las enormes ganas de explotar.

— ¿Quién rayos te dio permiso para enlistarte en las jodidas tropas?, ¿eh? — interrogó mirándome fijamente — ¡¿Quién?! — elevó la voz airado, sus ojos lilas se tornaron rojos.

Empujé su pecho con ambas manos.

— ¡¿Y eso a ti qué mierdas de importa?!

Ambos comenzamos un duelo de odio mutuo.

— ¡¿Sabes en lo que te estas metiendo?!

Sonreí sarcásticamente tratando de mover su cuerpo.

— ¿Y tú sabes lo que le pasa a un humano inservible?

Bhal frunció el ceño confuso. Desde luego eso no le importaba en lo más mínimo.

— No, ¡No lo sabes joder! — estallé — ¿Qué esperabas?, ¿Qué iría tras de ti a rogarte protección?, ¿Qué correría a suplicarte para interceder por mi ante el rey?, ¡¿Estabas esperando solo marcharte y dejarme a mi suerte cuando sabes muy bien que mi existencia aquí depende de mí servicio a tu causa?, ¿Creías que iba a cruzarme de brazos y esperar que me lanzarán de nuevo a las fosas mientras tú obtenías una nueva oportunidad de recuperar tu maldita corona?

Bhal se quedó neutro sobre su lugar, negándose a moverse un solo centímetro lejos de mí, aun cuando mis manos empujaban su pecho en un intento fallido por apartarlo.

— No sobrevivirás aquí... — habló más calmado.

— Un problema menos para usted... comandante.

Bhal bajó la cabeza un poco y soltó una sonrisa cruel, luego me miró fijamente y acercó su rostro al mío hasta dejar sus labios por encima de mi oreja. Sentir su respiración caliente me erizó por completo cada centímetro de la piel.

— No sabes nada...— susurró contra mí.

Se quedó ahí, en la hendidura de mi cuello y hombro por al menos unos cuantos segundos, luego, se apartó lentamente para dejarme ver el tono dorado en sus iris. Me observó por un momento, en silencio, analizándome y permitiéndome a mi analizarlo a él. Su largo cabello sujeto en una cola alta, su armadura oscura y ceñida a su perfecto cuerpo bien trabajado, la capa del mismo color cayendo por los costados de sus anchos hombros y la espada que colgaba en el sustentor de su cadera. ¿Por qué debía lucir siempre tan hermoso?

Mis ojos se fueron directamente a sus labios, entre abiertos, ansiosos y un poco temblorosos. Cuando menos lo esperé, bajó la mano que tenía sobre mi cabeza y se apresuró en tomar mi barbilla entre su dedo índice y pulgar.

— Déjame besarte.

Aparté su agarré con brusquedad y lo observé con molestia.

— No.

Mi respuesta fue firme.

Bhal cerró los ojos y ladeó la cabeza aguantando su furia, justo en ese momento volví a sentir el horrible dolor en mi cuello, ardió mucho más que antes, así que esta vez no pude evitar no soltar una queja de aflicción que traté de ahogar rápidamente. Él todavía manantía los ojos fuertemente cerrados por lo que agradecí que no viera mi molestia, aun así, el agobio volvió a abatirme con más fuerza logrando desestabilizarme un poco, esta vez no pude contenerme y solté un gemido adolorido para luego sostenerme de sus hombros.

Bhal volvió a captarme, estudió mi reacción un poco confuso y volvió a acercar sus labios a los míos.

— Bésame, Selene, hazlo.

Apenas lo rocé, estábamos tan cerca que solo bastaría un ligero impulso para unirnos, aun así, puse toda la fuerza que me quedaba en mi voluntad y aparté el rostro más decidida que nunca.

— He dicho que no.

La mirada de Bhal se enfureció, sus ojos se volvieron rojos nuevamente y esta vez me tomó del cuello, para acercarme a él.

— No colmes mi paciencia.

— No colmes tú la mía, antes no te tuve miedo, aquí las cosas no van a cambiar.

Él soltó una sonrisa y tomó mi mano izquierda con brusquedad, justo donde estaba mi herida, justo donde Arias había envuelto su pañuelo. Entrelazó nuestras manos por completo y luego las pegó contra la pared, un poco más encima de mi cuello. Solté un quejido cuando hizo una fuerte presión.

— De eso voy a encargarme personalmente.

Sentí que mi corte comenzó a arder, me removí un poco, pero Bhal no tardó en liberarme. Me lanzó una última mirada y tras enderezarse se marchó hecho toda una bestia iracunda.

Traté de recuperar la calma de mi respiración mientras mi atención se centraba directamente en mi mano, abrí y cerré mi palma confusa, luego quité el pañuelo de Arias con cuidado y en ese preciso instante mi corazón dio un brinco.

La herida ya no estaba...

Elevé el rostro rápidamente en su dirección, pero no había rastro de él...



OCTAGRAMA

THAPIOS








*se esconde de los tomatasos*

Bien, en mi defensa, no ha sido una semana fácil, muchos trabajos, actividades y costumbres festivas en mi ciudad. Aun así este es el capítulo más largo oficialmente, llevo escribiendolo todo este tiempo y solo editarlo me ha llevado casi 7 horas. :')

Espero que les guste, disfrutenlo mucho, leanlo con calma y no se pierdan ningún detalle.

- PD: Dramáticas, cómo es posible que anden comentando hasta en mi cuenta de tik tok que no actualizo en un mes cuando apenas pasó una semana. *Nalgada en la cola a todas* 😑😑😑😑

PD2: Pronto haré live en la cuenta para interactuar, conocernos más y hablar sobre algunas dudas del libro. ❤️❤️❤️🪻🪻🪻


No se olviden ⬇️

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