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CAPÍTULO N°25

Antes del consejo de Ancianos...

 — Los iniciados llegarán pronto...

Alcé el rostro de mala gana y observé a través del enorme ventanal, arrugué un poco la nariz observando tan solo una parte de las afueras del castillo y hasta los espesos bosques. Solté un bostezo que pronto cubrí con la palma de mi mano y asentí con la cabeza ligeramente para volverla a apoyar sobre mis brazos.

— Eso parece. — respondí con un tono de voz leve.

— ¿Otra vez con sueño? — fisgoneó con un tono de voz burlesco.

Volví a elevar el rostro solo para observarla con reproche y entrecerrando los ojos.

— ¿Qué?

Sus ojos verdes chispearon con picardía y sus labios se ensancharon con una sonrisa entera.

— Muy graciosa, Brie.

Rodeé los ojos lista para volver a acomodarme sobre mi asiento y tratar de pegar los parpados hasta que un dolor punzante recorrió toda la parte de mi cuello y me hizo reincorporarme sobre el respaldar con malestar. Llevé la mano izquierda y cubrí toda esa zona para hacer presión, al pasar unos segundos, la sensación fue desvaneciéndose por lo que pude volver a respirar.

— ¿Ese dolor de nuevo?

Brie me miró de reojo mientras acomodaba algunas copas en la alacena. Asentí ligeramente y removí el cuello de un lado a otro tratando de relajarme un poco.

— Es extraño, no recuerdo haberme lastimado el cuello, aun así, ese dolor punzante vuelve cada cierto tiempo. Comienza a ser molesto.

— Quizá se deba al estrés, relájate un poco. Aunque pensándolo bien...— trató de recordar algo y luego chasqueó los dedos cuando pareció lograrlo — ¡Eso es!, recogí algunas hierbas de nartendias hace dos días, Arcana mencionó que eran muy buenas para aliviar tensiones, ¿Quieres que te dé un poco?

— Desde luego, de ser necesario puedo tomarme más de tres tazas con tal de quitarme esta horrible molestia.

— Bien, te prepararé un poco antes de que te vayas a la cama. — Brie mostró una sonrisa amable y comenzó a limpiar algunos platos con sumo cuidado.

Llevé ambas manos mis hombros y traté de hacer algunos masajes por encima, quizá solo se trataba de eso, algo de estrés y preocupación que de alguna manera se combinaron muy bien y ahora me estaban pasando factura, después de todo, la molestia comenzó luego de la noticia de que el rey ya había salido de ensoñación. Eso fue hace varias lunas así que llevaba muy buen tiempo con ese insoportable dolor, a veces se sentían como punzadas y otras como si mi piel ardiera. No estaba segura, pero de no ser esa la razón, entonces estaba perdida, jamás me había sucedido esto antes, no después de que... ¡Ah, no iba a pensar en eso!, ¡Ni en eso ni mucho menos en el imbécil de Bhal!

No después de haberme ofrecido algo tan asqueroso como ese brazalete o...

Llevé la mano al pecho rápidamente cuando sentí una presión incomoda, tragué grueso y ceñí la frente tratando de canalizar nuevamente esa extraña sensación junto a las únicas palabras que resonaban en mi mente, las que él mencionó a los cuatro vientos y con tanta seguridad que ni siquiera me permitió dudar de que no era más que una mentira.

Nada.

Nada, Selene, no fue nada, no fuiste nada...

Solo fue sexo, solo fue...deseo.

Detrás todo eso solo existía un inmenso desprecio entre ambos, a estas alturas no debía extrañarme su comportamiento tan nefasto, no después de haber estado cumpliendo misión tras misión junto a él, ya conocía muy bien cómo se llevaban las cosas alrededor de Bhal, sin compromisos, sin responsabilidades, solo encuentros ardientes para sasear su lujuria y ya. Así que en parte tenía la culpa por ser tan ilusa, aunque realmente ni siquiera estaba tan segura de lo que realmente quería con alguien que al final no lograba soportar.

Demonios, quizá solo era yo la estúpida que tanto se atormentaba con algo como esto mientras él en estos momentos debía estar campante divirtiéndose con otras mujeres del harem, más hermosas, más dispuestas y más experimentadas, de otra forma, no sabría cómo interpretar su repentina desaparición. Después de nuestro pleito en la sala de juntas, ni él ni yo nos topamos en el camino del otro y de hecho lo prefería de esa manera, estaba casi segura de que si lo tendría de frente no dudaría en clavarle una de mis dagas en el pecho. En su pecho...En su pecho bien trabajo y su... su... ¡Carajo!

Sacudí mis cabellos sueltos cuando volví a sentir un cosquilleo en el estómago y una molestia en mi entrepierna. Bien, odiaba admitirlo, pero estos días tampoco había podido conciliar muy bien el sueño por su culpa, cada vez que cerraba los ojos él estaba ahí, encima de mí, jadeante y haciendo otras cosas tan sucias... Ni siquiera sabía en qué momento me había vuelto tan deseosa y morbosa, ¿Quizá esto se debía también a la perdida de mi energía?, estaba tan indefensa que ahora, inconscientemente, mi sentido de la razón estaba comenzando a flaquear tanto que solo me pedía más de Bhal. Solo tenía una posible explicación ante tanta insistencia y era que posiblemente solo él podía devolverme lo que me había quitado para empezar, ¡Pero ni loca iría a pedirle algo como eso!

¿Qué le diría?

Oye, Bhal, necesito recuperar mi energía porque después de la tremenda follada que me diste como una jodida bestia me he siento tan débil que no creo ser capaz de salir en otras misiones y andar por ahí peleando con asquerosos demonios, así que...

¡Ah, por supuesto que no!, ¡Jamás!

Prefería arrástrame en un suelo lleno de lodo como todo un gusano antes de si quiera sugerírselo. A estas alturas solo se burlaría en mi maldita cara, aun peor después de haberle soltado tan fresca que iría por ahí buscando otros demonios que estarían dispuestos a hacerlo, ¡Pero que estúpida fui!, yo y mi bocotá, yo y mi orgullo que siempre me anda metiendo de un problema a otro.

Lo peor de todo era que yo estaba pagando las jodidas consecuencias de nuestros impulsos y él...de seguro ni se le pasaba por la cabeza mi nombre, no después de haberle dicho que encontraría a otro, quizá esa la razón por la que ni siquiera se molestó en buscarme. No era la primera vez que desaparecía, hubo otras ocasiones desde luego pero ahora...se estaba tardando más. Oí a algunos guardias mencionar que solo estaba descansando, ¿Cuánto tiempo podía dormir un demonio de su clase?, ¿Realmente estaba tan agotado?, incluso las mucamas alegaban que era demasiado comprometido con los deberes de todo un príncipe, ignorando el hecho de que le quitaron ese título, quizá era algo natural en él, en su naturaleza de poder, cuidar lo que próximamente iba a pertenecerle.

Si es que aquellos comentarios eran ciertos, ¿Cuánto más dormiría?, estaba comenzando a impacientarme, hasta ahora el rey se había permanecido tranquilo debido a su recuperación, sin embargo, no tardaría en querer frustrar la existencia de algún ser cuanto antes y estaba segura de que la primera sería yo. El interrogatorio del ángel seguía pendiente, todavía permanecía en las catacumbas, privado de alimentos según las reglas contra la traición y privado del más leve rayo de luz. Lo más seguro era que estaría volviéndose loco allá abajo, pero también eso facilitaría su pesquisa cuando su majestad fuera a dar las órdenes.

¿Qué era tan importante con respecto a esa información como para que él rey mandara solo llevarlo a cabo en su presencia y tras su mandato?

Bien, quizá no debía meter las narices donde no me importaba, todas otras las veces en las que hice algo como eso solo terminé en la sala de torturas, mi deberes solo eran servir a Bhal y eso es lo que había hecho hasta ahora... quizá me había pasado un poco con ese asunto. Lo único que podía agradecerle a Alexa sería el hecho de que no abrió la boca en ningún momento con respecto a lo que vio en la habitación de su adorado príncipe, así que por el momento estaba a salvo, nadie se había llegado a enterar y Brie se encargó muy sutilmente de esparcir rumores en cada pasillo asegurando que los días que pasé inconsciente solo se debieron a que fui castigada duramente por faltas e imprudencias, y sí que lo fui, mi castigo fue muy grande...

Aclaré mi garganta sintiéndome nuevamente acalorada e hice algo de aire con mi palma en forma de abanico.

— ¿Tampoco puedes respirar?

Miré a Brie de reojo y noté que ella se veía preocupada, sonreí nerviosamente y me puse de pie para caminar un poco.

— Sí, es horrible.

Fingí una sonrisa discreta tomando otro trapo para ayudarle en su trabajo, desde luego no iba a corromper la mente de la pobre Brie, la mía ya estaba ardiendo en fuego y no podía pensar en otra cosa más que ver la manera de cómo sofocar las llamas. Brie siempre fue la más pulcra entre Katrien y yo, incapaz de dar su primer beso por su extrema timidez y aun peor de tomar un arma para atacar a alguien, la última vez que pisó accidentalmente los huevos de un nido en el bosque lloró por días enteros culpándose y diciéndose a sí misma que era una asesina de lo más cruel, obviamente no tenía mucha idea de toda la maldad que rondaba allí afuera.

No estaba segura de si eso era bueno o malo, si saliera más allá del castillo sin protección cualquiera podría aprovecharse de ella, y eso era lo que temía, que fuera su amabilidad la causa constante que la pondría en peligro. Aunque adoraba a esta Brie, la dulce, la bondadosa y comprensiva que lloraba por un par huevos abandonados y que terminaban aplastados por accidente a diario, prefería mil veces a esta amiga tan incondicional que a otra mujer de sangre demonio despiadada más. Desearía guardarla en una pequeña bola de cristal y cuidar su esencia de todo mal.

La puerta de la cocina se abrió sin mucho cuidado y haciendo un ruido rechinante por la madera hinchada lo que provocó que tanto Brie como yo nos sobresaltáramos en nuestro lugar, por el marco de la entrada se dio paso el cuerpo esbelto y fornido de un guardia real, su ceño fruncido se guio por toda la habitación hasta que dio con nuestros pequeños cuerpos en su comparación.

— Tú, pelirroja — me señaló con el mentón cubierto de una fina capa de barba — el rey ordena tu presencia en sus aposentos.

— ¿El rey? — Brie me captó poniendo una mueca atemorizada.

— ¿A caso tengo que repetirlo dos veces?

— No. — respondí firme soltando el trapo y el plato sobre la mesa.

El guardia se puso en marcha por lo que me dispuse en seguirlo hasta que ella sujetó mi brazo y susurró delicadamente a mis espaldas:

— Ten cuidado...

Asentí mostrándole una sonrisa para apaciguar su mueca aterrada, aun cuando en el fondo yo lo estaba más, ni siquiera tuve el tiempo de prepararme mentalmente para estar frente a él, ¿Y si mandaba a castigarme?, mi débil cuerpo no podría soportarlo, no como estaba en estos momentos. Debía ser cuidadosa con cada palabra, con cada gesto, movimiento y de ser necesario hasta con el ritmo de mis respiraciones.

Seguí los pasos del demonio con sigilo y en completo silencio, me sentía una pulga detrás de su imponente cuerpo, no era noticia nueva que el rey tenía a los mejores soldados cuidando muy bien su espalda, aunque la mayoría de ellos terminaban siendo mensajeros como estos, no me imaginaba entrenar arduamente solo para acabar siendo un recadista. Qué triste.

Aunque definitivamente odiaba a los soldados, muchos de ellos solo eran animales salvajes, en el sentido en el que creían que solo hecho de pertenecer a las tropas de su majestad los catapultaba directamente a creerse superiores al resto. Al menos hablaba por los que solían terminar sirviendo en el palacio, quizá solo estaba soltando demás la lengua, no sabía muy bien sobre los otros cuadrantes de guerreros, bien podrían ser más agradables o incluso más repulsivos que estos. No solían llegar mucho por estos lados, sus puestos se regían por los alrededores, por las fronteras o incluso en primeras líneas. Respecto a los nuevos, lo más seguro era que después de su rito de iniciación en el jardín de los Velos, se marcharían a ser entrenados y tal vez nunca más vistos.

Solo demonios como Katrien... O incluso Tielo, que lograron llegar a un rango alto podían darse la libertad de ir de un lado a otro, servían por un tiempo en sus puestos y luego tenían un lapso de descanso con lujos en el palacio. Debía comenzar a prepararme, ya habían pasado varias lunas desde la salida de ese imbécil, pronto regresaría y esta vez definitivamente cumpliría sus últimas amenazas.

Entrelacé mis manos y no tardé en juguetear con mis dedos nerviosamente de solo pensar en él, todavía tenía el polvo de Arcane muy bien guardado, lo estaba manteniendo intacto hasta el momento en que fuera a llegar, solo esperaba que fuera a funcionar al menos de alguna forma, de lo contrario, no tendría dónde ocultarme, Katrien no estaría siempre para protegerme y Bhal... a él no le importaban estas cosas.

Tenía los ojos puestos en mis botas de cuero mientras avanzaba pasillo tras pasillo, poco a poco íbamos subiendo piso tras piso hasta llegar a la planta más alta y lujosa, desde este punto, todo por debajo se veían realmente diminuto, los sirvientes caminaban de un lado a otro, algunos limpiaban uno que otro balcón y el resto solo se trataba de guardias que protegían cada punto del palacio. Pasó mucho tiempo desde la última vez que llegué a pisar el suelo del nivel más alto, por un momento recordé momentos agrios en los que solo ascendía para bajar con el peso de castigos sobre mi espalda, pero definitivamente sacaba un punto bueno de aquellos momentos y ese era la magnífica vista.

Se podía observar todos los alrededores y hasta un poco más allá de los bosques, las montañas y los campos. Katrien solían decir que los de mi raza eran graciosos pues muchos pensaban que el infierno, por sus ideologías impuestas, era un lugar horrible, putrefacto y deplorable. Nadie podría ni imaginarse los increíbles paisajes que había solo hasta llegar a esta dimensión, pero desde luego eran lugares tan peligrosos como hermosos, debías saber manejarte por este mundo, donde meterte y donde definitivamente no poner ni un solo pie.

Las ideas que se tenían sobre el inframundo eran en su mayoría erradas, como el simple hecho de que creían que no existía ni siquiera un sol para iluminar los días, lo que los humanos no entendían era que no estábamos por debajo de ellos, ni a su sombra, sino en otro plano, uno que tenía sus propias reglas y bases, sus propios gobernantes y súbditos, un eje al que nosotros llegábamos por estar corrompidos y en el que también éramos los extraños, los despreciados y encerrados hasta consumirnos pues ya no pertenecíamos a ningún lado.

Subí al menos unos escalones más hasta llegar a los corredores del nivel real, todo era desde luego más detallado y pulcro, casi todos los arrgelos eran tallados en oro, los pilares e incluso los marcos de enormes pinturas demoniacas, los ventanales eran inmensos al igual que las cortinas entre abiertas y los incontables candelabros con incrustaciones y caídas de vidrio y diamantes. Sin embargo, nada se comparaba a la cantidad de guardias que había, noté que su número aumentó así que supuse que eso se debía al reciente ataque contra el rey cerca del bosque oscuro. Muchos de ellos llevaban trajes negros con escudos en el costado de sus chaquetas, su vestimenta era muy diferente a los que usualmente se podían observar en los pisos inferiores. Muchos eran hombres, pero desde luego estaba una pequeña cantidad de mujeres, se veían tan fuertes y hermosas como lo era Katrien.

Algunos de ellos se me quedaron viendo de pies a cabeza y luego siguieron en sus labores o incluso se detuvieron a susurrar cosas a mis espaldas que me negué a oír, era algo que aprendí a hacer con el tiempo, simplemente ignoraba todo lo malo que decían sobre mí o mi raza, no obtendría más que inseguridades de sus palabras así que me hacía de oídos sordos y simplemente continuaba como si nada.

El guardia que me escoltaba se detuvo frente a una puerta blanca con detalles dorados, habló con los otros dos demonios que la custodiaban y después de darme una mirada de reojo asintieron y se hicieron a un lado para permitirnos en libre acceso. Me apresuré a seguir los pasos del demonio cuando me percaté que se adentró sin esperar ni un solo segundo y bajé un poco la cabeza ignorando la aplastante atención de los otros dos hombres sobre mí y a mis espaldas. Hice a un lado algunas telas blancas semi transparentes de caían del techo como cortinas y a los lejos pude ver el trono del rey, desde luego, también a él.

Estaba sentado en ese imponente lugar en completo silencio, vestía una túnica roja bastante elegante con bordados dorados y traía el cabello suelto. Con algunos rayos de sol que se filtraban fácilmente por las puertas vidriadas entre abiertas, sus hebras rojas y largas brillaban un poco más y danzaban con la brisa. Su brazo izquierdo reposaba sobre el respaldar de su lugar por lo que tenía la facilidad de apoyar su quijada sobre los nudillos de su mano, estaba ligeramente inclinado hacia ese lado y sus ojos estaban cerrados. Su respiración era calmada y pausada, no sabía si dormía o solo reposaba, tenía la ligera sospecha de que un ser tan despiadado con el padre de Bhal no podría si quiera pegar los parpados con tantas cosas horribles que había hecho.

— Mi rey, la humana está aquí, como lo ordenó.

El guardia se hincó bajando la cabeza por lo que también lo hice casi de inmediato, él soltó un suspiro agotado y levantó solo la mano derecha para agitarla y dar la señal a su subordinado para que se marchara, este se puso de pie y pasó por mi lado no sin antes echarme una mirada de reojo. Di un pequeño respingón cuando las puertas se cerraron a mis espaldas, continúe agachada hasta que su majestad abrió los ojos e hizo un solo movimiento con la cabeza para que me enderezara.

— Cuánto tiempo sin verte, Selene. — su voz, ronca e imponente retumbo contra las paredes del lugar.

— Me alegro de que se encuentre mucho mejor, mi rey.

El mostró una sonrisa de lado y me observó de pies a cabeza.

— Noto algo diferente en ti...Aunque no logro descifrar qué es exactamente.

Mi sangre comenzó a circular con más rapidez, mi pecho subió y bajó por lo que me aclaré la garganta y traté de ponerme lo más firme posible frente a su aura tan oscura y temerosa.

— He estado entrenando más, mi señor.

— ¿Y entonces por qué te ves tan débil? — mencionó en un tono sarcástico.

— Es mi raza la razón, mi rey, no importa cuánto entrene, siempre me veo como una debilucha, sin embargo, le ruego que no juzgue mis habilidades por mi origen.

— Bien, entonces no haré tal cosa, no después de que haber oído de boca de otros tu fiel compromiso por atrapar al informante sobre el paradero del Cordus.

— Solo cumplía mi deber, su majestad.

— Es verdad, Selene, es tu deber.

Se puso de pie y bajó pequeños gradones para alejándose de su trono y dirigirse hacia un mesón que estaba ubicado a una esquina del salón. Se tomó el tiempo de servirse una copa de vino y beber casi todo de un sorbo antes de voltear y mirarme de reojo mientras caminaba hacia uno de los ventanales.

— Sin embargo, humana, tu deber termina aquí.

Tras pronunciar aquellas palabras mi corazón se detuvo por lo repentino de sus palabras.

— P-pero, mi señor, la misión del Cordus...

— Prescindirás de esa misión, de ahora en adelante, mis hombres se encargarán personalmente.

Esto era malo, esto era jodidamente muy malo. Si el rey no necesitaba en lo absoluto de mi trabajo, por muy bajo nivel que fuera comparado con el resto, ¿Qué sucedería conmigo?, ¿Qué haría con una humana inservible?, ¡¿A caso podría mandarme de nuevo a las fosas?!

— El príncipe Bhal...

— Tampoco vas a servirle en adelante — caminó nuevamente hacia su trono — Bhal será promovido esta misma tarde, pienso quitarle el castigo impuesto, así que no necesitará de ti.

Apreté ambas manos a mis costados en puños sintiendo que mi pecho comenzaba a contraerse, era una mezcla de rencor y decepción. Bhal nunca lo mencionó, no dijo ni una sola palabra sobre esto. Ahora lo entendía, entonces esto era lo que quería desde un principio, por este motivo no se atrevió ni siquiera a buscarme, porque simplemente le dio igual, le importó mucho una mierda lo que podría pasarme siempre y cuando le quitarán el estúpido castigo de encima y lo promovieran con vistas de recuperar lo único que deseaba, su corona.

¿Desde cuándo lo supo exactamente?, antes o después de haberse acostado conmigo?

¡Imbécil de mierda!, ¡Solo deseaba llevarse a la humana inepta a la cama para experimentar un poco!

Mordí mi labio interior y bajé un poco el rostro conteniendo las inmensas ganas que tenía de llorar, estaba tan aterrada por lo que ahora iba a pasarme, pero definitivamente el sentimiento de odio hacia él fue mucho más grande. Me sentía traicionada y entregada a la boca del mismo lobo sin compasión. Ni siquiera se puso a pensar en lo que sería de mí si yo no lo serviría más, aun después de que su mismo padre me entregó a él con esa única función.

Debía encontrar la forma de salir de esto...

— Si ya no soy prescindible para el príncipe quizá yo...

Antes de que pudiera terminar mi frase, las puertas se abrieron de par en par, por ella se abrió camino soldado que un principio me había guiado hasta aquí. Dio pasos largos y fuertes hasta acercarse hasta nosotros y acomodarse a mi costado ignorando por completo mi presencia, volvió a hacer una reverencia y en cuanto se puso de pie extendió ambas manos ofreciendo a total disposición al rey el pergamino sellado que traía.

— Los iniciados, mi señor, la lista completa. Llegarán apenas la luna este en su punto más alto para el ritual en el Jardín del Velo.

— Perfecto — respondió él, desde luego ensanchando la sonrisa e inclinándose sobre su lugar para sujetar aquel papiro — Nuevos peones para mi juego favorito.

El soldado se aclaró la garganta.

— El número de los rebeldes incrementa, pero incluso muchos más devotos se levantan en su causa su majestad, este año muchos de los nobles ofrecieron al menos a uno de sus descendientes para servir en su nombre.

— No me interesa si incluso los Duques mandan a su único progenie, todos serán entrenados de la misma manera, con sangre y sudor, quiero soldados hábiles y capaces de cortar cabezas rebeldes, no niñatos que jueguen con espadas y mueran en su primer combate.

El rey abrió el papel de mala gana y comenzó a revisarlo con detenimiento.

— Pero qué sorpresa...— pronunció con un tono cantor — mucha sangre pura nueva...

— El Jardín de los Velos ya está preparado, mi rey, tan pronto terminé su rito de iniciación, serán trasladados a La Torre de Forja.

— Nada de eso, este año su integración será diferente, no solo estarán presentes los ancianos del consejo, también lo estaré yo, así que encárgate de los arreglos cuanto antes.

— Como usted mande, mi señor. Siendo así, he de convocar a los ancianos cuanto antes.

— Se pertinente, los ancianos son demasiado supersticiosos, si algo sale mal, los rumores se esparcirán. El pueblo los respeta y los toma como símbolos de nuestros antepasados, creen en cada palabra que sale de sus bocas así que hay que tener cuidado con ellos.

— Seré cuidadoso con mis acciones, mi rey, puede estar seguro de ello.

— Bien, retírate.

El guardia se dio vuelta y continuó su camino hasta desaparecer del salón una vez más. Tragué la saliva espesa que había comenzado a acumularse en mi boca, todavía tenía las manos en puños y el corazón latiendo a mil, durante toda su conversación, no hice otra más que pensar en posibles soluciones a mis grandes problemas, pero la cabeza se me puso en blanco y ninguna idea pudo fluir en mis pensamientos. Aun así, había una voz que se repetía en mi cabeza, insistía una y otra vez repitiendo las mismas palabras, cada vez lo hacía con más rapidez y fuerza.

Debes sobrevivir, Selene, debes sobrevivir, ¡Sobrevive maldición!

Mis ojos buscan en la habitación con desespero, actuando inconscientemente ante esa orden, mi pecho sube y baja tratando de encontrar algo o alguien que interceda por mí, que le haga notar que sigo aquí, parada y frente a él, ignorarme solo aumentaba mi incertidumbre de las cosas horribles que podrían pasarme. Desintegración, encierro eterno en oscuridad, fosas de fuego...

Cerré con fuerza los ojos rogándome a mí misma y mi propia fuerza de voluntad de mantener firme, de pensar en alguna forma, en alguna manera de salvarme porque sabía bien, por muy doloroso que fuera, nadie vendría en mi rescate, no ahora, no en este preciso momento. Era solo yo, yo contra el propio futuro que me esperaba. ¡Piensa, Selene, piensa!

La niebla se disipó de mi vista cuando volví a abrirlos, mi atención cayó en un solo punto, uno que pareció ser la respuesta a mi suplica, el pergamino del rey, los iniciados...

— Deseo unirme a los recién iniciados, mi señor.

El silenció fue un peso que tan grande en la instancia que por un momento ni siquiera fui capaz de respirar con normalidad, aun así, me paré recta sobre mi lugar y mostré no solo decisión en la posición de mi cuerpo, sino también en todos los pequeños músculos de mi rostro, mantuve el semblante en alto pero desde luego no crucé el límite con el rey mirándolo directamente a los ojos, aun así me percaté que esa mirada feroz se alzó hasta dar con mi pequeña y débil anatomía.

— No juegues con mi paciencia, humana, podría acabar con tu existencia de solo chasquear mis dedos.

— Jamás me atrevería a insultarlo, mi rey, mucho menos provocar su intranquilidad, mi petición es tan firme como una montaña ante el viento.

Tu petición puede ser tan firme como alegas — contradijo— pero al final todo termina cediendo, así que, por tu bien, sal de este este salón y no te atrevas a insistir una vez más, de otra forma, tu destino será incluso peor de lo que muy posiblemente tu cabeza ya ha estado empezando a maquinar.

Mordí mis labios ansiosa y por un momento flaqueé, solo por un segundo lo hice, después, toda esa duda se convirtió en perseverancia y resistencia, así que una vez más me mantuve inerte en mi propio eje.

— Y aunque todo termine cediendo, siempre queda quien no se rinde, así que mi señor, le ruego considere a esta humana para seguir sirviéndole en adelante como lo ha hecho hasta ahora.

Su garganta liberó una risa burlesca dejando caer el pergamino de sus manos sin mucha importancia, luego, acomodó su barbilla entre sus dedos entre cruzados y se centró solo en mí y en lo que posiblemente era lo más tonto que había escuchado hasta el sol de este día. Era mi oportunidad, logré llamar su interés en mi petición, era el momento de convencerlo a como diera lugar.

— Necesito demonios fuertes que sirvan a mi causa, no a una simple y débil humana estorbando en mis filas.

— Incluso los demonios más fuertes se forjaron en sangre y duro entrenamiento, no podré llegar a su nivel jamás, pero de algo estoy segura, puedo ser de gran ayuda en su objetivo.

Él lo pensó unos segundos y luego se dejó caer por completo en ese imponente sillón.

— ¿Y cómo lograrías tal cosa?

— No eh llegado ilesa hasta este día por algún milagro o suerte, lo he hecho porque todos mis enemigos siempre me han subestimado. Piensan que soy pequeña, escuálida y débil por mi raza. No se dan cuenta que puedo ser un peligro solo hasta que tienen mis dagas clavadas en sus cuellos que logran temerme. Sí su fin es acabar con rebeldes, estoy segura que puedo traerle muchas de sus cabezas, no tendrá que responderle mi existencia a nadie pues mi ideal siempre será trabajar arduamente en su objetivo, solo necesito una oportunidad...

Los siguientes segundos fueron tan decisivos como frustrantes, el rey me miraba fijamente, tanto que por un momento temí que fuera a ver tan dentro de mí como para poder notar que estaba aterrada por pensar que no iba a aceptar, sin embargo, cuando menos lo esperé, una ligera sonrisa se formó en sus comisuras casi al mismo tiempo en el que ladeó la cabeza por completo y asintió ligeramente.

— Bien, humana, estas tan ansiosa de extinguirte incluso de este mundo por tu propia cuenta que no pienso impedírtelo, será interesante si es que no mueres en la primera semana de entrenamiento. Solo te advierto que metas muy bien en tu cabeza que ahí dentro, tú serás una más. No importa si se te rompen los huesos, si lloras sangre o te arrastras suplicando piedad, no pienso mover un solo dedo ni siquiera como para dejarte ardiendo en las fosas de donde te saqué para empezar.

Bajé la cabeza rápidamente sintiendo un gran alivio en todo mi ser, me encontraba casi aturdida sin poder creer del todo que finalmente cedió, que logré convencerlo, ¡Que pude salvarme a mí misma!

— No pienso defraudarle, mi señor.

— Desde luego que no lo harás — su voz se tornó fría — porque de otra forma, yo mismo arrastraré tu cuerpo a esas jodidas llamas.






Mi atención quedó fija en mi reflejo a través del único espejo que había en mi habitación, el traje era bastante ceñido a mi cuerpo, tanto que parecía una segunda piel, aunque también me permitía ser más ágil con mis movimientos. Las placas reforzadas en mis hombros, torso y muslos protegían zonas vitales sin sacrificar mi flexibilidad. El brillo mate del cuero relucía con las velas encendidas a mi alrededor y mis botas altas no solo ofrecían protección a la parte aja de mis piernas, sino que también me daban una buena estabilidad.

No podía terminar de creer que esta noche sería una iniciada más... sería un soldado oficial de las tropas del rey, sería parte de aquella horda de demonios que tanto detestaba...

Tomé las hebras sueltas de mi cabellera rojiza y comencé a trenzarla tomándome mi tiempo y analizando la situación en la que pronto me encontraría. No sabía mucho sobre los soldados, cómo se entrenaban, cómo lograban superarse y ascender a niveles altos de combate. Cuando llegué al palacio, me entrené sola, nadie se molestó en ensañarme algunas bases sobre una lucha de cuerpo a cuerpo o incluso cómo debía agarrar correctamente una daga, aprendí observando de algunos guardias y luego con Katrien, cuando nos hicimos amigas. Sabía que esto sería completamente diferente, entrar en La Torre de Forja implicaría meterme a un nuevo mundo, donde se corría riesgo constante solo para prepararse, superarse y terminar muy posiblemente en la cima o bien limpiando el lodo con el propio rostro.

También estaba el hecho de que sería la única humana ahí dentro, nadie querría relacionarse con alguien como yo, o más bien dicho con alguien de mi raza, no la tendría nada fácil, debería entrenar el doble, aprender el doble y desde luego, protegerme el doble. Comenzaba a pensar que hice algo realmente estúpido, pero no tenía otra opción, era tan evidente que el rey me devolvería a las fosas o bien vendería mi cuerpo, de no ser la primera o segunda opción solo sería entregada a sus locas ratas empecinadas en crear nuevas especies demoniacas. No solo jugarían con mi cuerpo, me harían lo peor solo para comprobar sus tontas teorías o bien utilizarme de comida para sus nuevas mascotas mutantes.

Mis dedos se detuvieron antes de hacer el último cruce con mis cabellos cuando un demonio en particular se metió en mis pensamientos como todo un intruso. Bhal... Quizá ya no volvería a verlo, al menos no en un muy buen tiempo y si es que lograba sobrevivir ahí dentro y rodeada de muchos demonios.

Incliné el rostro y respiré profundo soltando una sonrisa amarga, entonces así era como terminaría esto, distantes como lo fue en un principio. Jamás debí cruzar la línea con él, fui una completa estúpida...

Solo esperaba una cosa, no tenerlo frente a frente de nuevo, no podría aguantar mi rabia y en definitiva lo golpearía, le haría daño. De alguna forma esto era bueno, ya no tendría que soportarlo o... pensar en él, no después de lo que hizo y en cómo medio la espalda en cuanto tuvo oportunidad, solo esperaba que disfrutara muy bien de su nuevo rango y de la eximición de su castigo, aquel que tanto deseaba quitarse de encima.

Nuestros caminos finalmente se separaron, ahora todo dependería únicamente de mí y la capacidad que tendría de adaptarme a este nuevo rumbo.

La puerta de mi habitación se abrió con demasiada fuerza, aunque eso no provocó alguna reacción mía, ya sabía muy bien de quien se trataba así que terminé de hacer un nudo en mi trenza con una cinta antes de que pudiera llegar hasta mí. Cuando lo hizo, me tomó por los hombros y me obligó a mirarla directamente, estaba más que furiosa.

— ¡Dime que alguien te obligó a hacer esto o en serio pensaré que estas loca, Selene!

No pude responder ante su exigencia, mucho menos calmar su molestia.

— ¡¡Dímelo, Selene!! — sacudió mi cuerpo sin poder contenerse.

— No importa la respuesta que quieras oír, eso no cambiará lo que haré esta noche, Brie.

— ¡¡Entonces estas loca!!, ¡¡No puedo encontrar otra respuesta a la estupidez que estas por hacer!!, ¡¡Si Katrien estuviera aquí ella se negaría a esto!!

— No, ella lo entendería, y me apoyaría desde luego.

— ¡¿Insinúas que yo nunca lo he hecho?! — su voz se quebró.

— Por supuesto que no, jamás diría lo contrario... Así que apóyame esta vez más y solo no me juzgues.

Ella negó insistente y ahogó su llanto tragando grueso.

— No puedo apoyar tu idea de condenarte a ir a ese espantoso lugar, ¡La Torre de Forja no es para humanos, Selene!

— El infierno no es un lugar para humanos, Brie, nada aquí lo es. Lo único que me queda es adaptarme y superarme, no estancarme y temer a todo aquel que pisa mi sombra o respira en mi nuca como lo hizo Tielo. Hago esto no por capricho, sino porque quiero vivir, al menos aquí... quiero hacerlo...

— Habla con el rey — sollozó tomando mi mano — anda, hazlo, solo suplica su misericordia para que te permita al menos servir en el palacio conmigo y las demás chicas...

Sonreí de lado y negué lentamente.

— Estoy cansada de suplicar, Brie, y de temer. Quiero al menos tomar las riendas por esta vez, ahora que se me ha concedido esta oportunidad.

— ¡¡Entrar a las tropas del rey no te asegurará vivir!!

— Nada aquí tampoco lo hará, no si no intercedo.

— Bhal...

— Ni siquiera menciones su nombre — hable fría — él y yo no tenemos nada que ver de ahora en más. Si tu idea es que vaya a suplicarle protección entonces estas muy errada porque no pienso hacer tal cosa, jamás volveré a rogar, ni a él ni a nadie.

— ¡Que tu orgullo no ciegue tu vista Selene!, ¡Por mucho que te cueste admitirlo, Bhal puede protegerte!

— ¿Protegerme? — reí sin gracia — ¿Protegerme cuando fue el primero que me desechó como si fuera basura?, ¿Estas segura de que hablamos del mismo Bhal, Brie?

Ella frunció el ceño y negó.

— Pero él y tú...

— Fue algo tan banal como un simple encuentro, tanto Bhal y yo lo tenemos claro. Ese simple hecho no une mágicamente nuestras vidas como un maldito cuento de hadas, Brie, aquí no pasan esas cosas y menos con alguien como él. Lo tengo claro, tenlo claro tú también de una buena vez.

Las lágrimas se desbordaron de sus ojos cuando solté aquellas últimas palabras, mi corazón se estrujó casi de inmediato sabiendo perfectamente que fui cruel, aun así tenía que dejarle muy claro cómo eran las cosas, tenía que tener presente que al final del día nadie vendría en mi rescate, solo yo, yo misma sería mi propia salvadora.

Brie asintió herida y se dio vuelta para darme la espalda y cruzarse de brazos, seguía llorando así que solo pude tocar su hombro con las puntas de mis dedos, sin embargo, ella estaba tan molesta conmigo que solo apartó mi toque haciendo a un lado su brazo. Solté un largo suspiro cansado y eché la cabeza atrás rogando por más fuerza.

Mi atención dio con la ventana abierta y supe que ya era hora cuando la luna estaba en su punto más alto. Debía ponerme en marcha...

Pasé por su lado y salí por la puerta no sin antes girar un poco el rostro y observarla al menos por unos segundos más, ella no se dignó en voltear a verme o despedirme, siguió dándome la espalda y llorando en silencio.

— Cuídate mucho, Brie, mantente alerta al menos hasta que vuelva.

— Si es que lo haces. — soltó hipando.

— Lo haré, tenlo por seguro.

Sin más cerré la puerta de mi habitación y la dejé sola para que pudiera descargar su molestia, aunque le costaba admitirlo sabía muy en el fondo yo que tenía la razón. El día de hoy me iría y dejaría a la Selene débil entre estas sofocantes paredes, en La Torre de Forja me encargaría de crear a una completamente diferente, una más fuerte, más hábil y decidida, una Selene que jamás temería ante nada ni nadie, nunca más.

Llegué hasta el nivel más alto del castillo en medio de un silencio abrumador, únicamente el sonido de las llamas chispeantes de las antorchas en las paredes hacía un ligero ruido, al parecer era la última en unirme al resto, respiré una y otra vez tratando de controlar mis nervios. Dos de los guardias de la planta me vieron acercarme hasta ellos en completo silencio, se miraron de reojo cuando me paré al pie de sus sombras, pero no dudaron en cederme el paso al notar que llevaba puesto el traje típico de los iniciados.

Cuando ambas puertas se abrieron de par en par al unísono, las miradas de varios hombres y mujeres cayeron directamente en mí. Todos vestían igual que yo, sin embargo, sus facciones perfectas los distinguían pues eran extrañamente agradables físicamente. Los hombres altos y fornidos en músculos prominentes, las mujeres esbeltas y con curvas perfectas, rostros casi angelicales y auras de grandeza. Muchas de ellas y ellos eran hijos de nobles así que eso lo explicaba todo.

Como lo esperaba, lo que más destacó en todos fuera la forma en cómo me miraron. Algunos con sorpresa, otros con confusión y desde luego, muchos con repudió y aversión. De todos ellos destacó un demonio en particular, una mujer, una hermosa mujer de cabellos rubios, tes pálida y ojos azules que no tardó en acerarse hasta mí con amenaza, detrás de ella venían otras chicas más, muy probablemente con las mismas intenciones.

Se detuvieron a unos pasos de mi cuerpo y me vieron de pies a cabeza con el ceño fruncido y los ojos ardiendo en desdén, en cualquier momento podrían soltar fuego y convertirme en cenizas si quisieran.

— Esto debe de ser una broma de mal gusto, nos unimos a las tropas del rey para obtener honor, no para luchar al lado de una inútil humana.

La miré directo a los ojos sin doblegarme ante su veneno, ella se cruzó de brazos y mostró una sonrisa entera creyendo que logaría atemorizarme, por el contrario, yo solo reí de lado y negué levemente caminando poco más hasta ella para tenerla lo más cerca posible y dejarle claro una cosa.

— Escucha — susurré logrando hacer que todo el salón guardara silencio para poder oír — No obtendrás tu honor de mí, lo harás de qué tan bien sepas defenderte en batalla.

La rubia oscureció su mirada y trató de acercarse a mí dispuesta golpearme, pero una de las mujeres que la acompañaba la detuvo del brazo de inmediato.

— Aquí no, Iliria, no es el lugar, ni mucho menos el momento.

La rubia captó su indirecta observando a los guardias que comenzaban a perder la paciencia con nosotros, la rubia solo asintió y volvió a captarme una última vez.

— Ten cuidado, humana, no prendas el fuego si sabes que vas quemarte.

Volví a sonreírle mientras ella se dio vuelta y se alejó sin decir más.

Todos los demás me vieron tal como ella lo hizo en un principio, solo pude ignorarlos bajando un poco la cabeza.

— ¡Muy bien niñatos, quiero filas de cuatro, pero ya! — uno de los guardias dio órdenes que la mayoría no tardo en cumplir.

Quedé en medio de tres mujeres que solo me vieron indiferentes y siguieron con lo suyo.

— ¡Hoy será el gran día en el que entregarán su esencia al rey de reyes, al soberano de este inframundo, al único lider de este vasto territorio!, ¡Recuerden esta noche porque cuando acabe ya no serán hijos de sus papis nobles, serán fieles soldados dispuestos a entregar sus vidas con tal proteger un solo cabello de su soberano!

Vaya... que motivador.

Las puertas se abrieron ampliamente dejando ver la silueta de otro soldado, todos se pusieron nerviosos al ver que se trataba de Sade, uno de los gemelos Arrax quien esperaba pacientemente del otro lado.

— Síganme. — pronunció con un tono de voz raspado y no tardó en darse vuelta para guiar el camino.

El salón era demasiado enorme y por mucho más lujoso y majestuoso que cualquier otro, mi mirada recorrió por todos los rincones, pero en definitiva se quedó fija cuando di con el trono del rey en medio y al fondo del espacio, lo curioso eran los seis ancianos sentados a sus extremos, viéndonos con las sonrisas de oreja a oreja y tomándonos como sangre fresca.

Cuando quedamos lo suficientemente cerca de su majestad, él se puso de pie y camino hasta el borde los escalones, detrás de él pude visualizar a Taika. Seguí la misma acción de los demás cuando se inclinaron para mostrar respeto en una reverencia, todo marchaba normal hasta que elevé el semblante y di con un rostro muy familiar.

Su pelo era de color negro, lo tenía suelto y perfectamente peinado, vestía un traje negro y una capa roja y sus ojos... Verdes. Mi ceño se frunció con confusión hasta que todas las piezas en mi cabeza se juntaron. Me miraba fijamente mientras una sonrisa se formaba en sus comisuras, di un fuerte golpe en realidad cuando supe quién era. Sentado a un extremo izquierdo del trono, observándome como si fuera la cosa más interesante en este preciso momento.

El desertor...

Me quedé viéndolo solo unos cuantos segundos más, solo hasta que sentí una fuerte tensión sobre mí, solo hasta que sentí un llamado en cada parte de mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se aceleraron sabiendo perfectamente quien era el único demonio que podía provocar algo tan arrollador como esto. Desvié el rostro hacia mi lado derecho y mi respiración se entre cortó cuando lo vi. Sentado del lado derecho, fuerte e imponente como solo él podía lucirse, con una mirada oscura, dominante y... ¡Rayos!

Bhal...

Bhal...

¡¿Qué hacía aquí?! 













La uni me esta consumiendo.

Aun así, ¡Aquí tienen el capítulo narrado desde la perspectiva de Selene! ¿NO SE PREGUNTARON CÓMO LLEGÓ AHÍ LA PEQUEÑA FURIA? 🫢🫢🫢🫢





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