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CAPÍTULO N° 15


Jodida.

Así estaba.

Ya había pasado tres días desde la luna roja y yo todavía seguía recordando cada segundo de lo que pasó en ese club, primero con el repulsivo ángel y luego con las horribles palabras de Bhal, no paraban de resonar en mi cabeza y cada vez que los recuerdos volvían a mí, las ganas de reventarle la estúpida cara eran más grandes que incluso desear hacer lo mismo con Tielo, lo único bueno que sacaba del hecho de que el rey decidió mandarlo a las fronteras era que no estaba pisando mi sombra ni mucho menos haciéndome una de sus tantas propuestas detestables. 

Entendía perfectamente que los  impulsos de Bhal eran incontrolables, que el ser demonio lo justificaba pues estaba en su naturaleza ser cruel, que lo criaron de esa manera, para ser frío, calculador e hiriente, para ser un oponente invencible y algún día un rey digno del infierno y sus miles de súbditos, pero yo era todo lo contrario. También estaba en mi naturaleza el ser sensible, el sentir demasiado y el equivocarme creyendo estúpidamente que en él había quizá algo de piedad.

Me sentía fatal, después de todo era una mujer, de una u otra forma el no sentirme hermosa o deseada a la vista de alguien me afectaba, de por si la vida aquí era desesperante y aunque me habían quitado la memoria, por alguna razón que no terminaba de comprender, muy en el fondo de mi corazón sentía que me faltaba algo. Lo peor de todo era que me percibía patética por pensar en todo aquello, estaba en este lugar únicamente para cumplir una condena que muy probablemente seria eterna, no para ser anhelada ni mucho menos amada.  

— ¿Te encuentras mejor? — las palabras preocupadas de Brie hicieron eco en mi habitación y provocaron que saliera al instante de mi trance. 

Ella sostenía mi mano en señal de consuelo, le había contando lo que había pasado obviando la horrible escena de Bhal y yo diciéndonos nuestras verdades a diestra y siniestra. 

La angustia en su mirada continuaba presente después de haberme visto llegar de ese club y su intranquilidad no desaparecía a pesar de los días que ya habían transcurrido, ahora podía recordar más sobre cómo reaccionó al percatarse de mi ropa, estaba hecha casi añicos, mi maquillaje lucía corrido, mi piel estaba llena de moretones y rasguños provocados por las feroces garras de ese infeliz. 

Bhal lo trajo con nosotros a rastras e inconsciente, lo llevó personalmente a las catacumbas, según oí por los pasillos en los siguientes días, ordenó a todos los guardias no proporcionarle ningún tipo de alimento o misericordia, desde luego no era por mí, solo lo estaba preparando y debilitando para su interrogatorio que muy probablemente se realizaría tan pronto como el rey promulgara su mandato. 

En todo el camino, Bhal no pronunció una sola palabra, mucho menos yo a él, me sentía tan molesta que no podía pasar por alto sus palabras, cada una de ellas se clavó como espinas en mi pecho que hasta el momento seguían pinchando e incrustándose más en mi carne. 

Aun faltaba unas cuantas horas para que amaneciera y no lograba pegar el ojo de nuevo, ni siquiera las hierbas que había preparado Brie especialmente para mi lograban hacer efecto. Estaba tan pérdida en mi habitación recordando cada momento en el club y maldiciéndome por lo estúpida e ingenua que fui, el resentimiento en mi propia contra era demasiado, me estaba autosaboteando la mente pensando cosas horribles sobre mi misma.  

¿Cuán inútil más podría ser?, ¡Estaba harta de ser una simple humana! De siempre ser la presa en un mundo donde dominaban horribles demonios que solían tomar muy bien su rol de cazadores.

— ¡Selene! — Brie agitó levemente mi cuerpo elevando un poco la voz. 

Cuando mis ojos dieron con los suyos me percaté que los tenía brillosos, su vista estaba siendo nublada por algunas lágrimas que amenazaban con desbordarse por sus mejillas rosadas, se negaba a soltar mi mano y la apretaba cada vez más tratando de transmitirme confianza, algo que en este momento definitivamente solo podía sentir con ella. 

— Lo siento — le sonreí débilmente — en serio estoy bien Brie, deberías irte a dormir. Servir a los soldados del rey debe ser fastidioso y agotador, eres tú quien debería ir a descansar cuanto antes — aseguré abrazando mi cuerpo.

Estaba sentada sobre mi cama, estos días me había sentido sin ganas de hacer nada, simplemente no me sentía con la energía suficiente como para ir al campo de entrenamiento o hacer cualquier otra cosa más que estar en mi habitación. Mis ojos bajaron por mi piel, por mis brazos y piernas, las heridas y rasguños todavía tenían la energía que el ángel había provocado así que estaba tardando en sanarme, estaban frescas y todavía ardían, lo peor era que las medicina que las sanadoras me proporcionaban no eran lo suficiente, su calidad no era la mejor y desde luego eso tenía que ver con mi especie. Ver los moretones y todo lo demás era el fuerte recordatorio de mi dura realidad. 

¿Cuándo podría ser más eficiente?, ¿Cuántas horas más de entrenamiento me harían ser menos incompetente?

A este paso el rey se cansaría de mí y me mandaría nuevamente a las fosas o me vendería al mejor postor, lo peor era que yo no valía mucho aquí, mi cuerpo podría ser comprado incluso por una moneda de oro, así de jodida era la existencia de un humano en el infierno.

— ¿Pero qué estas diciendo? — la molestia y desesperación de Brie me tomaron desprevenida una vez más — ¡Eres tú la que necesita descansar!, ¡¿Es qué acaso no te estas viendo?!

Sí, desde luego que lo hacía y lucía fatal... Es lo que días sin dormir, heridas sin curar y las fuerzas por el suelo hacían a un cuerpo como el mío. 

— Bueno, estos ungüentos harán efecto tarde o temprano— burlé mirando las tantas vendas que puso en mi cuerpo — Ya ni siento ardor en mi piel, hiciste un buen trabajo de curación para alguien que esta lejos de ser una sanadora. 

Reí forzosamente, quería tranquilizarla pues sabía que no se marcharía a descansar si continuaba viéndome en este estado tan deplorable, Brie de por si ya vivía su propio suplicio en este lugar soportando el recelo de algunas compañeras de trabajo y ni hablar de los soldados, no quería ser otra piedra en sus zapato cuando el camino que estaba recorriendo era igual de complicado que el mío. Además, quería estar sola y llorar a gusto.  

A veces lo hacía en mi soledad, odiaba que alguien me viera en ese estado, me sentía más débil de lo que ya era.

— Debí conseguir algo más efectivo... — susurró guardando lo que había quedado de los ungüentos y las vendas. 

— Será más que necesario, te lo aseguró — tomé sus manos — ahora vete, las hierbas que me trajiste finalmente están haciendo su trabajo, siento pesadez en mis ojos, pero definitivamente no dormiré si continuas viéndome de esa manera. 

Ella lo pensó unos segundos y tras una batalla mental contra su propia intranquilidad, asintió con un suspiro cediendo a mi petición.

— ¿Entonces estarás bien si me marcho? 

— Desde luego que sí — asentí falsamente convencida.

Ella soltó un resoplido resignando y se puso de pie para comenzar a quitar las vendas que habían llevado bastante tiempo reposando en mis muñecas, brazos y piernas. Las plantas del sufrimiento hacían un efecto lento, se llevaban tu dolor físico, lo hacían al paso de una tortuga pero al final cumplían su cometido, aunque a decir verdad, olían fatal. Era una lástima que no lograran llevarse el dolor de mi pecho también.

Hice una mueca asqueada cuando llevé la nariz una vez más a mi muñeca y eso le sacó una sonrisa a Brie.

— Lávate muy bien y duerme, mañana te traeré un delicioso desayuno para que recuperes fuerzas, ¿De acuerdo? — parecía más bien una orden que una petición, pero debía admitir que Brie se veía muy tierna en su modo protector.

— ¡Que pesada! — me puse de pie de un brinco y caminé hacia la ducha quitándome el corsé que mantenía firme mis pechos y la tela de mi camisa.

— ¡Duerme bien! — se despidió recogiendo algunas otras cosas como toda una mamá regañona. 

— ¡Lo haré! — le seguí cerrando la puerta detrás de mi.

Deshice la trenza que había hecho con mi cabello y mis hebras no tardaron en caer sobre mi espalda, me quité la camisa remangada y la dejé caer al piso seguido de mis pantalones de cuero negro, al final me quite mis bragas y solté la llave del grifo por lo que el agua comenzó a brotar con fuerza y empezó a llenar la bañera. Cuando ya estaba completamente lista me metí con cuidado y sumergí todo mi cuerpo en el líquido tibio, la sensación de relajo fue acompañado por la tenue luz de algunas velas que Brie se había encargado de poner para mí junto al exquisito olor del aromatizante artificial, lavanda. 

Pero entonces pasó... mis lágrimas comenzaron a caer en contra de mi maldita voluntad, mi vista se nubló solo por algunos segundos, tomé aire y continúe limpiando todo rastro de los residuos de ungüento. Ver las heridas de mi cuerpo era horrible, no es que fuera nuevo, casi siempre me lastimaba en mis entrenamientos, solo me sentía afligida pues cada vez mi habilidad en combate era pésimo, no entendía qué era lo que estaba haciendo mal. Mi cuerpo era tan frágil y no apto para un mundo como este. 

El rey era bastante bueno jodiendo la existencia de los que le rodeaban, es decir, primero le arrebató el gran ejercito que tenía Bhal de las manos y luego le dio a una humana tan simple que con un pequeño empujón podría quebrarse. ¡Su intención de burla contra su hijo era tan obvia con lo ridículo y frustrante que sería para él trabajar junto a una debilucha como yo, desde luego solo fui un efecto colateral de ese castigo.

Cuando quedé por completo limpia, me puse de pie y enrollé una toalla blanca en mi cuerpo. Salí de la tina y retomé más fuerza, como solía decir Brie, era decisión de uno mismo si quería levantarse o quedarse tirada en el suelo. Yo no quería ser pisoteada jamás y aunque dolía cada segundo de existencia aquí, debía ser fuerte y aceptar que no habría más que esto para mí. Lo único que me quedaba era proteger mi propia espalda, tratar de sobrevivir y entrenar más arduamente para no continuar siendo un lastre.  

Salí del baño después de secarme el cabello y humectar un poco mi piel, me encontré con mi habitación a oscuras. Fruncí mi ceño un tanto confundida, no recordaba haber apagado las luces, quizá Brie había vuelto...

Mi atención se dirigió esta vez a la ventana, estaba entre abierta, una fuerte brisa soplaba y hacía que las cortinas se azotaran contra las paredes laterales de la habitación por lo que caminé hasta ahí y cerré las ventanas. Giré sobre mi cuerpo para encender las luces, pero di un respingón con susto cuando vi una sombra junto a la puerta principal.  

Al notar de quién se trataba me estremecí al instante, era Bhal...

— ¡¿Qué rayos haces aquí?! — hablé con toda la frialdad posible acercándome a él.

Ni siquiera se movió, solo esperó atento a que perdiera lejanía con su cuerpo. Bhal llevaba el cabello suelto y no traía puesto su típica chaqueta por lo que su pecho estaba al descubierto, así podía ver algunos de sus temibles tatuajes y la cadena que siempre colgaba de su cuello, su preferida. 

Cuando me detuve frente a él solo se me quedó viendo fijamente, ni siquiera su altura podía intimidarme ahora, estaba muy molesta y ofendida. ¡Pero qué estúpido era!, ¡¿Cómo se le ocurría si quiera venir aquí después de todas las mierdas que me había dicho antes?! 

— ¡Te hice una pregunta! —  levanté la voz con firmeza.

Bhal arqueó una ceja totalmente serio, justo en la que estaba su piercing y luego deslizó aquella mirada por todo mi cuerpo, cuando estos volvieron a subir y dieron nuevamente con los míos, me percaté de que habían cambiado de color, se habían tornado dorados, sí, definitivamente estaban dorados de nuevo. Entre abrió los labios pero no pronunció una sola palabra. 

— ¡¿No piensas decir nada?! — pregunté sin bajar mi tono y furia — Si  viniste aquí por nada entonces lárgate, Bhal, no estoy de humor para soportarte y por si fuera poco no quiero ver tu horrible rostro en estos momentos. 

Hice ademán de darme vuelta y dejarlo ahí plantado, pero él fue más rápido y me sujetó del brazo haciendo que volviera a mirarlo a la fuerza. 

Quise zafarme de su agarre, pero pronto se encargó de tomarme de ambas muñecas. ¡¿Y a este qué carajos le pasaba?!

— ¡Suéltame joder! — logré empujarlo, pero él se apresuró a sujetarme de la cintura y pegarme a su cuerpo. 

Choqué contra su pecho desnudo y cuando quise alejarme me aprisionó entre sus fuertes brazos, empujé su pecho con las palmas de las manos y apenas ese toque bastó para que pudiera sentir cómo se erizó su piel, entre su cuerpo podía sentir el calor que emanaba, parecía que tenía fiebre, demasiada, ¿A caso estaba enfermó?, ¿Le dolía algo? 

Como fuera, debía quitármelo de encima.

— ¡Ya para Bhal, suéltame! — empujé su cuerpo tratando de poner lejanía entre ambos. 

Él ni siquiera me miró, cuando menos lo esperé tomó uno de mis brazos y lo extendió hacia su dirección para dejar expuesta la parte de mi muñeca, luego, sin soltar mi cintura ni mucho menos alejarme de él, revisó mi piel detenidamente. No entendía su repentino comportamiento, pero definitivamente se estaba ganando una buena golpiza. No terminaba de entender que en estos momentos no deseaba verlo, que mi rabia era tan grande que podría lastimarlo sin importarme muy un poco las posibles consecuencias. 

Su atención estaba fija en mi cuerpo, se hacía de oídos sordos e ignoraba mis advertencias, ¡Me ignoraba como siempre!, ¡No le importaba ni siquiera un poco!, no le provocaba ni un poco de miedo. Apreté la mandíbula tratando de contenerme pero su comportamiento frio terminó con mi paciencia así que sin que lo viera venir, logré zafarme y soltarle una fuerte abofeteada en la mejilla que resonó en el silencio y oscuridad de mi habitación. 

Bhal dejó el rostro en la dirección en la que había quedado tras el impacto y segundos después volvió a mirarme lentamente, estaba furioso, sus ojos no cambiaron de color, todavía seguían manteniendo ese tono dorado pero toda la expresión de sus facciones destilaba ira. Apreté los puños de las manos a los costados de mi cuerpo mientras que mi pecho subía y bajaba con la respiración agitada. 

— Te dije que te alejaras de mí... — mi voz se soltó en un susurro. 

No sentía miedo, en lo absoluto, creí que al tenerlo frente a frente estaría temerosa pero ahora...con lo que había hecho pude liberar algo de mi enojo, lo peor era que quería más, quería golpearlo tan fuerte, una y otra vez hasta sentirme saciada. 

Bhal soltó una sonrisa de lado y caminó hasta mi con pasos largos y determinados. Quería intimidarme y no, hoy no le daría el gusto, hoy le pondría alto a toda esa altanería.  Su mano se extendió para volver a sujetarme pero fui más rápida y volví a abofetearlo, esta vez en la otra mejilla. Se quedó inmóvil ante mi y tras unos segundos de silencio elevó el rostro, pude notar que le sangraba el labio inferior, aun así, aquella sonrisa cruel no se borró de sus comisuras. 

Ambos nos miramos con odio, con furia y con desafío. 

Y entonces pasó. 

Me tomó desprevenida. 

Sujetó mi nuca y guió mis labios a los suyos, me besó. 

Su otra mano fue directamente a mi cadera y me apretó con rudeza a su cuerpo. Empecé a golpear sus hombros una y otra vez para alejarlo, cerré fuertemente los labios y giré el rostro negándome a corresponderle, pero no perdió ni un segundo, sus labios besaron mi cuello con desenfreno mientras yo me removía con todas mis fuerzas. 

— ¡¿Estás loco? !, ¡Desgraciado infeliz! 

Puse la mano en su quijada y empujé su rostro atrás con rabia, sin embargo, Bhal no se detuvo, al contrario me tomó con ambas manos por detrás de los muslos y me levantó en el aire sin mucho esfuerzo mientras yo seguía
resistiendome a su ímpetu por tomar mi labios. Miré hacia atrás y me di cuenta que nos dirigía hacia la cama. ¡Oh mierda! 

— ¡Suéltame! — grité removiendo las piernas y las manos en un esfuerzo de vencer su altura y vigor.

Al llegar me dejó caer sin delicadeza sobre las sábanas, así que antes de que se pusiera sobre de mi, empujé su abdomen con mi pierna extendiéndola por completo y creando una distancia entre nosotros, él volvió a sonreír  con diversión y tomó mi tobillo, inclinó un poco el cuerpo y besó mi piel logrando hacer que perdiera el control al instante, aprovechó ese momento para bajar mi pierna y lanzarla al lado contrario para tratar de meterse entre ellas por lo que me di vuelta y caminé de rodillas para llegar al otro extremo de la cama hasta que sentí cómo volvió a atrapar mi pierna arrastrarme atrás. Me tomó de las caderas y las elevó hacia él con fuerza, quería someterme. 

¡Idiota!

— Quieta fiera... — susurró contra mi oído inclinándose por detrás.

Eso me hirvió la sangre, me jodió a más no poder así que sujeté su brazo derecho y lo jale haciendo que cayera a un lado mío,  puse mi antebrazo en su cuello y lo miré con desdén mientras ejercía presión intentando hacer que borrara esa horrible y egocéntrica sonrisa, no lo logré pues él me tomó del cuello y me empujó nuevamente contra la cama para cernirse entre mis piernas. Ambos comenzamos a forcejear, él quería sujetar mis manos, las que estaban en puños y golpeaban su pecho y su brazos y yo solo intentaba fervientemente quitármelo de encima. Al final logró aprisionarlas sobre mi cabeza por lo que no tuve más que tratar de empujarlo con las piernas. 

Solté un gemido cuando sentí lo duro que se había puesto, había intentado quitarlo de encima pero solo logré que él se metiera aun más al punto de rozarse contra mi desnudez. 

— Shh... un movimiento en falso y sentirás lo duro que me estas poniendo al comportarte como toda una fiera, Selene. 

— ¡Imbécil! 

Hice caso omiso y volví a removerme, eso provocó que Bhal se apretara contra mí por lo que volví a gemir al sentir la presión. Entonces lo hizo, logró tomar mis labios, volvió a besarme. Me negué a corresponderle cerrando los labios, eso le molestó pues soltó un gruñido y volvió a pegarse a mí haciendo que no pudiera evitar soltar un quejido, esa fue su ventaja, me besó con desesperación, tanta que no podía seguirle el paso. 

— Abre la boca, Selene... — ordenó entre besos. 

Y lo hice, sin ser consiente abrí los labios y él me tomó con brusquedad, su boca se movía freneticamente y su lengua no paraba de jugar con la mía, con los segundos comenzó a hacerlo lento, se sentía delicioso, pude percibir el sabor metálico de su sangre, de la herida que yo misma le había hecho. Aquel pensamiento hizo que volviera a recuperar mi voluntad, esta vez lo empujé con ambas manos y piernas y logré hacerlo a un lado. 

— ¡Mierda ya detente!

Me puse de pie y corrí hasta la puerta principal pendiendo de un hilo, a este paso terminaría follando con Bhal y era lo que menos quería. Lo detestaba y él me detestaba a mí, ¡¿Pero por qué esta tensión era tan fuerte?!

Lo repudiaba pero cada vez que me tocaba mi cuerpo reaccionaba con placer y solo deseaba dejarse llevar. Tenía que salir de aquí cuanto antes. Apenas toqué la perilla y abrí la puerta cuando él llegó hasta mi rápidamente y la volvió a empujarla con fuerza para cerrarla haciéndome sobresaltar, me giré rápidamente y empujé su pecho antes de que pudiera acercarse más.

Los ojos de Bhal... Su mirada estaba oscurecienda, se veía sediento y desesperado, sus ojos brillaban en ese color tan hipnotizante y sus mejillas estaban un poco coloradas. él... Él se veía hermoso.

Me vio por unos segundos  directamente, ambos estábamos jadeando gracias al terrible encuentro de nuestras bocas, Bhal bajó la cabeza y miró la mano que detenía su cuerpo, la sujetó inmediatamente y entonces hizo lo que menos me esperaba, acercó sus labios y lamió mi piel con cuidado, con una lentitud desgarradora. Siguió subiendo por mi brazo robándome algunos suspiros inconscientes.

Esperó algunos segundos y al notar que las otras heridas comenzaron a desaperecer una por una dejando una piel limpia mostró una sonrisa ladina de suficiencia, luego dirigió su atención a mi y esta vez se acercó hasta mi oído. Su respiración se tornó lenta y pausada, su aliento se sentía caliente.

— Déjame curarte... — susurró con la voz ronca, como si lo que estábamos haciendo fuera algo prohibido.

Y lo era, definitivamente lo era, sabiendo perfectamente qué clase de demonio era Bhal, estaba cruzando la línea que yo misma había puesto.

Estaba terriblemente molesta, demasiado pero, por alguna extraña razón, mi pecho comenzó a latir con más fuerza y mi cuerpo cegado por su impulso deseoso, imploró por mandar todo a la mierda y ceder a esas tentadoras palabras.

— ¿C-cómo... Vas a curarme? — hablé con la voz temblorosa al igual que piernas.

Él mostró una sonrisa satisfecha y maliciosa, sus colmillos resaltaron en sus carnosos labios y se apresuró a tomar mi cintura con ambas manos.

Sin darme cuenta me había dejado de mover, mi resistencia se fue al caño con esa sonrisa. Bhal comenzó a avanzar lentamente sin soltarme, yo seguía sus pasos nerviosa y sin quitar la atención de sus hechizantes ojos. Me sujeté de sus fuertes brazos y me detuvé a observar algunos de sus tatuajes, a esta distancia se veían mucho mejor, tenía serpientes y fuego alrededor junto con algunos símbolos demoníacos de la realeza.


Lo odiaba, definitivamente lo odiaba pero tampoco quería que me soltara, quería quedarme así, mi cuerpo quería quedarse de esta manera e ignorar a la razón que me decía una y otra vez que huyera.

Llegó hasta el pie de la cama y me soltó lentamente delineando mis caderas con ambas manos. Luego subió por mi abdomen ladeando la cabeza y pasó por en medio de mis pechos, siguió la curva de mi clavícula y envolvió los dedos al rededor de mi cuello, hizo que me sentará. En mi posición, con él delante de mí y esa altura dominante me sentía muy pequeña.

Bhal siguió parado frente a mi así que me di la libertad de ver sus fornidos pectorales y sus bien trabajados abdominales, mi respiración comenzó a desestabilizarse cuando bajé aun más y tragué grueso al percatarme de su prominente erección contra el cuero de sus pantalones.

Se inclinó un poco y llevó su mano al nudo de mi toalla, el que estaba peligrosamente entre mi pechos. Me puse nerviosa pero no me atreví a quitar su toque, así que dejé que lo hiciera. La tela cayó inmediatamente por mis costados dejando a la vista mi cuerpo totalmente desnudo.

Bhal relamió sus labios viéndome descaradamente, se quedó observando mis pechos y luego bajo hasta mi entrepierna. Soltó un pequeño suspiro y solo ese acto hizo que mi vientre bajo comenzara a doler, era un dolor delicioso. No podía creer que con tan solo mirar la expresión de Bhal me estaba excitando.

Tenía que parar esto cuanto antes, había llegado muy lejos. Quería pasar rápidamente a la segunda fase del juego sin saber del todo las reglas, estaba siendo una estúpida.

Me paré dispuesta a marcharme pero él me atrapó nuevamente sujetando mis caderas y pegándome a su cuerpo con esa fuerza bruta suya. Mis pechos chocaron contra sus pectorales, duros y firmes. Lo miré sonrojada, me gustaba tanto lo que estaba sintiendo que no podía evitar tener miedo.

La mano de Bhal llevó un mechón de mi desordenado cabello detrás de mi oreja y una vez se más se acercó para besar mi piel y susurrar:

— Déjame verte completa, Selene... Déjame ayudarte y ayúdame tú también a mí...

Su voz... Su sola voz ronca y varonil estaba desarmando todos mis escudos.

— ¿Cómo puedo ayudarte yo? — pregunté tratando de no temblar.

Comencé a respirar desenfrenadamente y solté un gemido cuando Bhal me empujó en la cama, él se quedó de pie observándome  por completo, mi cuerpo estaba tendido y a su completa disposición.

Llevó su cabello blanco  hacia atrás mientras sonreía mostrandose  malditamente sexi. Mierda, me estaba comenzando a mojar. 

Bhal mordió su labio inferior tan fuerte que una ligera linea de sangre volvió a salir de su herida.

— Joder... Es mejor de lo que imaginaba.

Tragué grueso y cuando hice ademán de sentarme, él se apresuró a deslizarse por mi cuerpo con astucia hasta quedar por completo encima de mi. Sus labios rozaron los míos, más no me besó, los bajó por mi quijada, luego por mi cuello y siguió por mi hombros.

Solté otro suspiro cuando lamió mi hombro, ahí estaba otro rasguño pero algunos segundos después desapareció sin dejar rastro, justo como el anterior.

Oh joder... Ahora entendía a qué se refería con curarme.

Bajó por en medio de mi pechos dejando algunos besos húmedos, comencé a removerme ante la delicosa sensación.

— Bhal... — gemí cerrando muy fuerte los ojos, me estaba conteniendo demasiado.

Llegó hasta mi vientre bajo y lamió suave y lento, relamí mis labios y cubrí mis ojos con mi antebrazo sin poder creer lo que estabamos haciendo. Ambos estabamos cediendo a nuestros impulsos deliberadamente y me estaba fascinando.

— ¡Ah!

Gemí fuerte cuando mordió la curva de mi cintura, soltó una risa ronca y se reincorporó sobre mi cuerpo..

— Definitivamente esto es mejor... — pronunció juguetón. 

Lo miré molesta, le estaba diviertiendo tenerme bajo su control. Traté de empujarlo con las manos pero él las sujetó con una sola sobre mi cabeza.

— ¡Si estás bromeando conmigo de nuevo detente! — amenacé.

Él lo pensó unos segundos y se acercó una vez más a mis labios.

— ¿Y si no lo hago? 

Su expresión era seria, me desconcertó.

— ¿De qué hablas? — pregunté tímida sin haber esperado esa respuesta.

Apretó la mandíbula fuertemente y eso solo hizo resaltar sus perfectas facciones.

— Esta vez... Voy muy en serio.

Antes de que pudiera hablar tomó mis labios con los suyos y volvió a besarme con abrupto. Arqueé mi espalda y rocé mis pezones ya duros contra su piel, eso lo avivó aun más pues continuó moviendo su boca ferozmente contra la mía, no podía seguirle el ritmo, no me estaba dando tregua pero se sentía tan malditamente bien.

Saboreé su sangre y percibí el aroma de su perfume con ligera mezcla de su vino favorito, era exquisito, me ponía más deseosa, quería más, quería sentirlo mucho más.

En un astuto movimiento, abrió más mi boca y su lengua comenzó a jugar con la mía, no sabía cómo hacerlo por lo que dejé que él me guiara, la sensación fue más placentera. El sonido de nuestros besos y el de nuestras lenguas entrelazándose una y otra vez era lo único que se escuchaba en la habitación, eso y mis gemidos ahogados.

Me estremecí cuando sentí las manos de Bhal bajar hasta mis rodillas, las sujetó con fuerza y abrió mis piernas lentamente para introducirse en medio.

Creí que eso era todo hasta que bajó su mano a mi entre pierna y me tocó. Me despegué de sus labios rápidamente y lo miré directamente a los ojos alarmada. Nadie me había tocado, no en ese lugar y yo... Solo lo había hecho algunas veces por mi misma.

Él mostró una sonrisa de lado y apartó su mano rápidamente.

— ¿Te haz tocado alguna vez? — preguntó arqueando la ceja.

Tragué grueso y dude en responder pero finalmente asentí dudosa, Bhal puso una mueca seria y acercó sus labios a mi oreja. 

— Quiero que te toques para mí — ordenó.

— ¿Qué dices? 

— Tócate para mí, quiero ver que te toques y gimas para mí.

Liberó mis manos y me dejó actuar por mi misma, bajé las manos con cuidado y nerviosamente llevé una hacia mi entre pierna, comencé a hacer movimientos lentos y cuidadosos sobre mis pliegues, di una vez más con los ojos de Bhal y él continuaba observando atento. 

— ¿Te haz tocado pensando en mí?

Su pregunta me desconcertó por lo que detuve mi toque, él se apresuró a tomarla de nuevo y guiarla nuevamente hasta mi entre pierna, dejó su mano sobre la mía y la comenzó a guiar a su antojo, aquella acción hizo que arqueará la espalda al sentir cómo me obligaba a hacerlo con más fuerza. Estaba totalmente mojada.  

— Respóndeme, Selene, quiero que lo digas, deseo escucharlo. 

Ya no tenía las ideas claras, a este punto era imposible. Comenzaba gemir un poco más alto, mi labios se abrieron y gemí sin apartar de mi atención de Bhal mientras continuaba guiando mis movimientos. 

De hecho no lo solo había sido una vez , lo había hecho muchas más y por eso no soportaba verlo a la cara. Porque me sentía estúpida de solo imaginarlo ser consciente de que ahora estaba encima de mi, moviendo mi mano sobre mi centro y  guiando que los movimientos fueran correctos, aumentando cada vez más el ritmo y la velocidad, luego lo hacía lento y seguía con esa frecuencia sacándome suspiros pero no la respuesta que quería oír. 

— ¡Dilo! — elevó la voz molesto.

Asentí una y otra vez.

— ¡Oh joder sí! — grité avergonzada. 

Eso le encantó, lo desorbitó por completo, a Bhal le encantaba de alguna forma siempre tener la razón, quizá ese era el motivo por el cual siempre andábamos peleando, porque yo nunca se la daba, yo era esa excepción. Me arrepentí casi de inmediato de habérselo dicho, le estaba dando un arma bien cargada, para que en un futuro pudiera disparar contra mí echándome en cara que yo lo deseaba y que había echo cosas morbosas a solas hipócritamente y a oscuras en mi habitación. Incluso en mi sueños, lo tocaba y él a mi, pero definitivamente esto se sentía mejor, muchísimo mejor. 

Mis gemidos comenzaban a ser más fuertes, más descontrolados, mi corazón latía con demasiada fuerza, mi vientre cosquilleaba y exigía mucho más, quería sentirlo mas cerca, quería sentirlo mas directamente pero no pensaba pedírselo. No quería ceder más de lo que ya lo había hecho, esta vez, debía ser él quien me suplicara poder tenerme.

Aquel lado malvado de mi personalidad quiso salir y yo gustosa me serví a dejarle la puertas abiertas y no siendo suficiente, le mostré el jodido camino, quería divertirme un poco y si permitía que él llevara las riendas no tendría lo que en mi mente ya estaba maquinando. A Bhal perdiendo el control y suplicando por más. 

Tomé su mano con la mía libre y la aparté de mi entre pierna, ya no necesitaba de su guía. Él frunció el ceño molesto y apretó la quijada tratando de volver a tocarme, así que fui rápida y detuve su brazo. 

— Vamos a jugar algo, príncipe — susurré con una sonrisa pícara. 

— No quiero jugar, quiero cogerte, fuerte y duro — acercó sus labios a los míos pero yo aparté el rostro riendo. 

Cerré las piernas impidiéndole el paso a mi feminidad lo que hizo que Bhal gruñera como una toda bestia. 

— Estas son las reglas — espeté acariciando hábilmente su quijada y luego las hebras blancas de su cabello que caía por los costados de su rostro y me hacían cosquillas la piel— voy a tocarme para ti, gemiré solo para ti... Pero si eres el primero en caer y tocarme, me obedecerás, harás lo que pida, por el contrario, si yo caigo y tú ganas puedes hacer lo que gustes conmigo.

— En ese caso...

Bhal levantó su cuerpo de encima y se paró frente a mí dando ligeros pasos atrás, me quedé viéndolo sin entender lo que trataba de hacer y me coloré todavía más cuando comenzó a desabrochar la evilla de su cinturón.

Abrí mis ojos sobresaltada y me reincorporé sobre los codos.

— ¿Qué crees que haces?

Él me miró fijamente bajando esta vez el cierre de sus pantalones.

— Igualando el juego, pequeña tramposa — mostró su sonrisa pervertida.

Sacó su notable elección y el vientre me dolió al ver su tamaño.

— No seas tímida — habló sarcástico tomándolo entre su mano.  

Me eché por completo en la cama y me cubrí los ojos tratando de volver a recuperar la respiración. Ahora sí estaba en grandes problemas, la erección de Bhal me distraería mucho en nuestro juego, de solo verlo me mojé más. ¡Madre mía si que era toda una bestía! 

No seas estúpida, tú fuiste la idea y no te puedes retractar.

Asentí convencida de mi misma y cuando lo volví a ver mis piernas flaquearon, Bhal me miraba fijamente comenzando a frotar su pene, subía y bajaba su mano lento y pausado, esa escena era jodidamente deliciosa.

¡Mierda no podía perder!

Debía sacar mis cartas y ponerlas sobre la mesa, ¡pero ya!

Abrí mis piernas lentamente a su disposición y bajé mi mano derecha tocando mis senos en el camino, la deslicé tan lento como pude logrando captar su completa atención. Llegué  hasta mi monte de venus y masajeé esa zona, a Bhal le fascinó pues gimió levemente y comenzó a masturbarse cada vez mas rápido. 

Abrí más las piernas ante él y comencé a mover los dedos en mi punto más sensible, así comenzó nuestro pequeño duelo lujurioso, la duda de quién cedería primero era desesperante. Ambos gemíamos mientras nos tocábamos sin dejar de mirarnos, esto era realmente sucio, era lo más pervertido que había hecho, lo peor era que lo estaba haciendo frente al demonio que más detestaba, al que menos soportaba, al que más deseaba encajarle una de mis dagas. 

Arqueé la espalda y comencé a sentir los espasmos, mis gemidos eran cada vez más fuertes e incontrolables, Bhal continuaba dándose placer a sí mismo a costa de mi imagen, su erección estaba bastante prominente, se veía doloroso pues tenía una mueca tensa, como si no le fuera suficiente con solo observarme. 

— ¡A la mierda! — maldijo y me tomó de la caderas para voltearme y ponerme en cuatro.

Cuando se rozó con mi entrada solté un gemido placentero pero me negué reincorporándome sobre mis rodillas. Bhal me abrazó a espaldas y besó mi cuello, mordió y chupó apretando mis pechos y una y otra vez. Quería que me follara pero no podía autosabotearme, yo misma dejé las reglas muy claras y por más que me doliera de todas la manera posibles pensaba hacerle sufrir un poco más. 

— Perdiste — reí disfrutando sus caricias y besos. 

Él asintió y mordió mi oreja.

— Entonces haz lo que quieras...

Su sumisión me encantó, no pensaba dejar que se comiera el postre tan fácilmente, solo permitiría que disfrutara de la pequeña cereza del delicioso pastel. Tomé la mano que estaba en mi pecho y la bajé velozmente a mi entrepierna, al sentir su tacto directamente contra mi piel me estremecí y pude notar que Bhal también.

— Tócame — ordené.

Él mordió mi cuello y tras soltar una pequeña sonrisa lo hizo, sus dedos abrieron mis pliegues y se introdujeron lento haciéndome soltar suspiros y todo tipo de palabras incoherentes. 

— Mierda, Selene, estás tan húmeda, tan mojada...tan lista para mí...


Ambos estábamos de rodillas sobre la cama, gimiendo y rozándonos una y otra vez, tenía a Bhal a mis espaldas, sujetándome del abdomen con un brazo para mantenerme firme y tocándome lento y duro con la otra.

Solté un pequeño gritó placentero cuando introdujo un dedo más, comencé a ver borroso, el aire me estaba faltando en los pulmones y en mi vientre había un ligero dolor que se sentía tan malditamente bien. Mi respiración se disparó más rápido cuando introdujo otro, sentía mi cuerpo arder, pero Bhal no paró ni un solo segundo. Siguió frotando y penetrándome con los dedos una y otra vez robándose cada aliento mío. Los metía y sacaba, me apretaba y frotaba mi hinchazón casi al mismo tiempo haciéndome tiritar. 

Puso los labios en mi oreja y pude sentir que tambien tenía la respiración frenética, podía sentir su pecho subir y bajar contra mi espalda. 

— Jamás vuelvas a contradecirme en una misión — susurró embistiendo los dedos con dureza. 

— Jamás vuelvas a usarme de anzuelo... 

Mi respuesta altanera lo molestó así que me metió los dedos con fuerza haciéndome gritar.  

— Eres mía, mi presa, mi humana, mía, ¿Te quedó claro? 

— No soy tuya. 

Volvió en embestirme haciendo que arqueara la espalda. 

— Lo eres, eres solo mía pequeña fiera.

Me removí contra su agarré y él volvió a rozarse contra mi entrada con amenaza y lujuria, hizo que soltara maldiciones, podía sentir su polla dura y húmeda entre mi piernas. 

— Mira cómo te pongo, Selene, estás deliciosamente húmeda, y aunque te cueste admitirlo, por más que intentes no puedes negar cuanto deseas que te folle, que te lo haga duro, que coja como solo yo sé hacerlo.

— Bhal... — pronuncié costosamente pegando mis caderas a las suyas. 

— Mierda...estás siendo cruel conmigo... no me tientes jugar sucio...

— ¡Ah, rayos! 

— Vamos, Selene, córrete para mí.... — pidió intensificando el movimiento de sus dedos.

— ¡Ah! — gemí sintiendo llegar a mi límite.

Comenzó a mover los dedos más rápido haciéndome delirar y entonces lo hice, me corrí, tan pronto sentí esa exquisita sensación fluir por todo mi cuerpo, me dejé caer en sus brazos. Bhal me sostuvo con cuidado y me depósito sobre la cama, mis parpados comenzaban a sentirse pesados, mi respiración recuperó su ritmo pero me sentía demasiado cansada. Extremadamente agotada. 

Tomó las sábanas y me cubrió el cuerpo por completo, luego acercó sus labios a mi oído y tras unos segundos susurró:

— Duerme, Selene...

Y así lo hice, cerré los ojos y por más que quise, no pude volver a abrirlos, el profundo sueño cayó fuertemente sobre mí y me perdí.








Fuegooooooo manassss fuegooooooooooooo  🔥🔥🔥🔥

Uffff, creo que fue un capítulo largo así que espero que compense la tardanza y la espera. 🫶

Una cosa antes de caer rendida en mi cama. Estaba leyendo sus comentarios y vi que muchas aman y odian a Bhal, eso es bueno 😆 quiero dejar muy en claro que Bhal es un demonio de raza pura, lo criaron así, para ser feroz, su naturaleza es esa así que no esperen que sea tierno de un momento a otro, que Bhal sea todo un romántico llevaría un proceso muy difícil porque no está en su escencia. De ser así lo habría hecho un ángelito. 🤭

— Beshote. 💋

No olviden comentar y votar quiero saber sus opiniones. Me encanta leerlas. ❤️🫶🔥Así también les agradecería un montón si me ayudan a compartir esta historia para que llegue a más lectoras. ❤️‍🔥

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