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CAPÍTULO 37

Beso el pecho desnudo de Damiano mientras él sigue aún dormido. Su respiración es lenta y casi inaudible. Su rostro permanece relajado y casi angelical. Deslizo mi mano por su suave piel y cuando estoy cerca de su cintura, él me agarra la mano.

— Buenos días — le sonrío.

Él me mira inexpresivo y se queda callado. No suelta mi mano. Mi sonrisa se desvanece.

— ¿Estás bien?

Más silencio.

— Damiano, ¿estás bien?

Mis palabras hacen eco. Damiano se echa encima de mí y me aprieta las muñecas contra el colchón. Me deja las manos por encima de la cabeza y puedo notar que está desnudo. Acerca sus labios a los míos y yo me preparo para el beso. Pero no llega. Damiano lleva sus labios a mi cuello y lo lame, antes de succionar una zona.

— Oh, mierda — me quejo yo.

No me hace falta mucho para saber que mañana luciré un buen chupetón ahí. Siento ese tramo de piel arder. Él sonríe satisfecho mientras mira el resultado.

— Damiano...

— Shh...— me pone un dedo sobre los labios. Luego me susurra al oído — Nunca voy a amar a nadie con la misma intensidad con la que te amo a ti.

— ¡AMALIA!

Oigo un fuerte golpe en la puerta. Entonces me despierto. Estaba sentada y con la cabeza apoyada sobre la mesa. Tengo algo pegado en la mejilla. Me lo quito con cuidado y veo que es una fotografía del montón que hay esparcidas sobre la mesa. No me puedo creer que me haya quedado dormida en el trabajo. Mi jefe me mira desde la puerta con los brazos en jarras y una mirada de cargada de reproche y decepción.

— Lo siento, yo no quería...es que estoy muy cansada y apenas pego ojo últimamente — me excuso.

Pero realmente no es ninguna mentira. Llevo mucho sin dormir. Para ser exactos desde la última vez que vi a Damiano. Y de eso ya hace una semana.

<<Nunca voy a amar a nadie con la misma intensidad con la que te amo a ti>>.

Dios, esa frase me persigue. Se me acelera el corazón solo de pensarlo. Él me dijo que me amaba. Y encima me besó como si se le fuera la vida en ello. Pero después se volvió a su piso con Alessandra y el bebé de ella. ¿Se rió de mí? ¿Me mintió?

Yo lo sentí muy real. Pero fue como una despedida. Una amarga y cruda despedida, obviamente. ¿He perdido a Damiano definitivamente? ¿Este es el final para nosotros? ¿Él prefiere a Alessandra?

¿Y si está enamorado de ella?

La sola idea hace que entre en pánico.

— Amalia — la voz de mi jefe me saca del trance — La novia te está esperando en la otra sala. Por favor, ve a fotografiarla y después de la sesión te puedes tomar el resto de la tarde libre.

Asiento. Por lo menos ha sido considerado. Busco la cámara y la reviso antes de entrar en la sala contigua y saludar. Una mujer de unos treinta años está vestida con un blanco y pomposo vestido de novia.

— Ya era hora — dice y me mira de arribabajo — Llevo cinco minutos esperándote.

— Disculpe — digo, evitando su mirada.

— Por favor, Susana, no pagues tus mierdas con la chica y sé un poco más amable. O finge que lo eres al menos.

Me giro hacia la voz. Hay un chico sentado en la silla que tenemos para los acompañantes al lado de la puerta. Tiene el cabello rizado, de color azabache. Me da una sonrisa compasiva.

— ¿Podemos empezar ya? — la novia pregunta — No tengo todo el día.

Coloco el decorado rápidamente para la sesión y le pido a la mujer que se coloque en el centro de la sala. Detrás le he colocado un fondo blanco y un par de cosas a los lados que utilizaremos en unos minutos.

— Venga, tía, las he visto más rápidas — la mujer se pavonea con el vestido.

El chico le vuelve a decir que se relaje. La sesión de fotos comienza bien, aunque enseguida vienen las quejas de la novia sobre todo. Literalmente me saca de quicio. Parece que todo está mal para ella.

— Susana, ¿podrías dejar de quejarte? Ni siquiera sé por qué quieres hacerte fotos. Esta es la tercera vez que te casas, ¿para que quieres tantas fotos de boda? — el chico le pregunta irritado.

— ¡Cállate! Yo hago lo que me da la gana.

Se ponen a discutir y yo me quedo parada esperando. Descubro que ella es su cuñada. Su pequeño desencuentro dura más de lo que esperaba, pero finalmente ella suspira exasperada y el chico sonríe satisfecho, después de haberla sacado de quicio.

Terminó la sesión tan rápido como puedo. La mujer es fotogénica, no puedo negarlo. Parece que llevara toda su vida posando, la he notado muy desenvuelta.

Cuando acabo, la mujer sale para cambiarse y el chico viene detrás de mí hacia el mostrador.

— Perdona a Susana, es muy histérica. Espero que no te hayan disgustado mucho sus comentarios.

El chico me da una mirada afligida, pero a la vez empática.

— No te preocupes, no ha sido para tanto — le sonrío.

Él me devuelve la sonrisa. No deja de mirarme mientras dejo la cámara en el mostrador y voy a la caja registradora para ver cuánto me tiene que entregar la mujer por las fotos. Pero me sorprende que el chico me diga que él se va a encargar de pagarlo.

— Quiero tener un bonito detalle con mi hermano — me explica mientras me da unos billetes.

Guardo el dinero y espero a que la mujer salga. Tarda unos minutos, pero cuando sale ni siquiera nos dirige la palabra, solamente pasa por nuestro lado y sale del estudio para meterse en el coche que hay estacionado frente a la puerta.

— Oye, yo me llamo Matteo.

— Yo soy Amalia.

Al chico se le dibuja una sonrisa.

— Qué nombre tan original, nunca lo había escuchado.

Matteo juguetea con sus manos y mira hacia el coche antes de volver a hablarme.

— Oye, Amalia...¿qué haces esta noche?

— Dormir.

El chico suelta una carcajada nerviosa y se rasca la nuca. No quería parecer tan cortante, pero es que creo que sé por dónde va.

— Vale, eh, básicamente me acabas de dar una hostia verbal, pero sabía que me arriesgaba a ello. ¿No te gustaría salir conmigo?¿Tienes novio?

— Simplemente no sé si me apetece.

— Oh, vale, claro.

Coge una de las tarjetas que tengo en el mostrador con el teléfono de contacto del estudio y un bolígrafo y apunta algo en ella.

— Por si cambias de idea.

Me deja la tarjeta y se va un poco decepcionado. Lo veo meterse en el coche con su cuñada y desaparecer calle abajo. En la tarjeta ha escrito su nombre y un número de teléfono.

¿Acabo de ligar sin haber hecho absolutamente nada?

Pienso en tirar la tarjeta, aunque luego lo reconsidero y me la guardo en el bolso.

Cuando llego a mi piso, lo primero que hago es revisar mi Instagram. Busco la cuenta de Alessandra y veo que ha subido varias historias. En una de las fotos sale besando a Damiano en lo que parece la terraza de una cafetería y ha escrito: <<en Ámsterdam con mi novio>>.

Y efectivamente, están en Ámsterdam. En las siguientes fotos veo distintos sitios de la ciudad y en la última aparece Damiano con la hija de ella en brazos. Siento una punzada en el pecho. A Damiano se le ve muy bien en las fotos.

¡Es un puto falso de mierda!

El otro día me dice que me ama y hoy está por ahí de viaje comiéndole la boca a otra. Y encima parece que la cría fuera suya también.

Parecen una puta familia feliz.

Y yo la ex obsesionada.

Algo se me viene a la mente y revuelco mi bolso para buscar una tarjeta. Cuando la tengo, apunto el número que tiene escrito en mi teléfono y le escribo un mensaje.

AMALIA: Hola, Matteo. Soy yo, Amalia. ¿Sigue en pie lo de quedar esta noche?

~~~~~~~

— Qué feliz estoy de que estemos aquí — me dice Alessandra mientras empuja el carrito de su hija.

Señala una terraza en la acera de enfrente y me pide que paremos allí a merendar. Yo acepto y su rostro brilla de felicidad. La idea de venir a Ámsterdam fue suya, dijo que quería que hiciéramos un viaje juntos. Yo aún no me acostumbro bien a salir con alguien que ya tiene una hija, pero tengo que ir haciéndome a la idea.

— Ven aquí, mi amor — me dice Alessandra y al instante me da un beso mientras sube su brazo y lo captura en una foto.

La camarera viene a tomarnos nota y dejo que Alessandra decida por mí.

— Bien, nos vas a poner dos cafés con leche y...— ojea un segundo la carta — Un croissant relleno de chocolate blanco y una magdalena de cereza.

Cuando la camarera se va, Alessandra acerca más su silla a la mía y su mano cae a mi muslo. Mis músculos se aprietan y miro al resto de mesas. Solo hay un par ocupadas. La mano de Alessandra se coloca sobre mi entrepierna.

— Alessandra, por favor, estamos en un lugar público.

— ¿Y qué?

Sus ojos se oscurecen y presiona un poco su mano. Solo la aparta un segundo cuando la camarera viene con la comanda.

— Qué buena pinta tiene todo — opino yo mirando los dulces.

Pero a Alessandra se la suda la comida.

— ¿Qué vamos a hacer esta noche?

Ella acerca su boca a mi cuello y ronronea.

— Dormir.

Suelta una risa traviesa.

— ¿No tienes ganas de hacerme tuya?

— Ahora mismo tengo ganas de comer, luego si eso hablamos de lo otro.

Le doy un sorbo al café que está ardiendo.

— Yo tengo ganas de comerte la poll—

Le pongo un dedo sobre los labios. Ella por fin parece entender mi disgusto y se calla un poco, pero enseguida vuelve a romper el silencio.

— ¿Te ha molestado mi comportamiento?

— Siendo sincero, no me molesta que seas vulgar, pero, ¿por qué tienes que ser tan viciosa? — hago un gesto hacia el carrito — Y está tu hija delante.

— Está durmiendo, no se entera de nada.

Rompe el croissant con sus manos y se lleva un pedazo a la boca. El chocolate fundido cae por su barbilla y yo se lo chupo con mi lengua.

— Esta noche me tienes que follar — me dice como si nada.

Alessandra es muy deshinibida.

— ¿Estoy obligado por ley a hacerlo? — ella niega con la cabeza — Entonces, ¿por qué ha sonado como una orden?

— Damiano, yo tengo ganas. ¿Tú no?

— No sé, es que yo preferiría que surgiera solo. Tú lo estás forzando.

— Normal, es que tú nunca das el paso.

Me lo dice como un reproche. Yo me termino el café antes de responder.

— Ya veremos lo que pasa esta noche.

Ella no añade nada más. Después de merendar, paseamos por el centro de la ciudad. Ella me da a la niña para que la lleve en brazos.

— Ve con papá —le dice. Cuando me ve con una ceja arqueada rectifica — Ósea, ve con Damiano.

La niña se porta bastante bien. No se la oye en todo el camino. Cuando cae la noche, Alessandra insiste en comer algo en un sitio de comida rápida. Esta vez ella insiste en pagar.

— Oye, tu ex no deja de mirarme las historias en Instagram — comenta ella mientras vamos de vuelta al hotel.

Veo que tiene cara de asco.

— ¿Y?

Se escandaliza.

— ¿Cómo que "¿Y?", Damiano? ¡Es tu ex! Y por lo poco que sé de ella parece que está obsesionada contigo. No sé, no me gusta.

— Alessandra, solo te ha visto las putas historias. No es un crimen.

— Ya, y el otro día se presentó en casa con un ataque de histeria. No me da buena espina. Parecía un poco desequilibrada.

— ¡Eh!

Ella da un bote del susto y se lleva una mano al pecho. No voy a dejar que insinué ciertas cosas de Amalia.

— ¿Y si se le ocurriera hacerle algo a mi hija para fastidiarme?

— Alessandra, Amalia no es el tipo de persona que estás pintando. Es buena persona, nunca le haría daño a nadie.

— ¿Que bien hablas de ella, no?

— ¿Qué coño estás insinuando?

— ¿Yo? Nada, nada.

Se forma un silencio incómodo.

Al llegar al hotel, Alessandra sigue un poco enfadada. Acuesta a la niña y yo me voy al balcón. Saco mi teléfono y empiezo a teclear hasta que tengo delante el chat de Amalia. Lleva varias horas sin conectarse.

DAMIANO: No sé ni cómo empezar a decirte esto, así que simplemente voy a escribirte todo lo que soy incapaz de decirte cuando te tengo delante. Lo he intentado. Con todas mis fuerzas. He intentado mantenerme alejado de ti. He intentado dejarte ir. Pero no puedo. Quiero sacarte de mi cabeza, pero, ¿cómo voy a hacerlo si no te saco de mi corazón, Amalia?

Pensé que Alessandra me ayudaría a olvidarte, pero no lo hace. Es más, estar con ella solo me hace recordar lo bien que podría estar si estuviera contigo. Y ella además tiene una hija. Nunca se me han dado muy bien los niños, pero siempre he querido tenerlos. Incluso alguna vez me imaginé teniéndolos contigo, llámame iluso si quieres.

Te echo de menos. Pensé que eso se me pasaría con el tiempo, pero cada día te echo más de menos. A veces sueño contigo. Se siente muy real, pero cuando me despierto nunca estás. Eres como una fantasía prohibida, pero yo no quiero que lo seas. Quiero que estés conmigo.

Perdóname por haber roto tu corazón. Yo solo pensaba que alejarte de mí nos haría bien. Pero no podría haber estado más equivocado. Te necesito a mi lado.

Me gusta la persona que soy cuando estoy contigo, Amalia. Déjame volver a serla. Aunque sé que ya no soy nada para ti ahora, te lo ruego, vuelve conmigo.

No te volveré a fallar más, lo nuestro va a funcionar. Haré lo que haga falta para que me perdones. Solo quiero estar contigo, ahora y siempre. Por favor, vuelve a ser mía.

Te ama, Damiano.

Le mando el mensaje y espero. Los minutos pasan despacio. Entro a la habitación y me encuentro a Alessandra aún con Sofía en brazos. Me encierro en el cuarto de baño y me doy una ducha fría.

¿Me habrá contestado ya Amalia?

¿Querrá volver a intentarlo?

¿Y si no quiere?

¿Y si ya no me quiere?

— Damiano...

La voz de Alessandra me devuelve al aquí y ahora, sacándome de mis pensamientos. Se empieza a quitar la ropa y yo aparto la vista. Ella entra a la ducha y se coloca detrás de mí. Rodea mi abdomen con sus brazos y se ríe mientras me besa la espalda. Pega sus pechos a mi piel, para que pueda sentirlos.

El agua fría corre rápidamente por mi cuerpo desnudo. Alessandra empieza a tocarme con más brío, más ansias.

— No sabes cuánto tiempo llevo pensando en esto...— me susurra en el oído sensualmente.

Sus manos descienden por mi estómago. Lo hace lentamente.

— Alessandra, no me siento muy bien.

— ¿Qué?

Cierro el grifo y me separo de sus manos. Cojo una toalla y me la enrosco en la cintura.

— ¿Estás bien? — me pregunta desde la ducha — Damiano, esta era nuestra noche.

— Lo sé, lo sé, pero es que no me siento bien, Alessandra. Creo que la comida de hoy me ha sentado mal.

Me toco el estómago y finjo malestar.

— Bueno, pues échate en la cama y espérame allí. Seguro que se te pasa enseguida, amor.

Salgo del baño. No tengo ningún mensaje de Amalia, pero sí de Victoria. Me ha mandado unas fotos. Son unas capturas de pantalla del Instagram de Amalia. En las fotos aparece Amalia con un chico. Están en la barra de un bar. Amalia lleva un vestido corto y el pelo recogido en un moño.

En la última foto, se está besando con ese chico.

Y yo pidiéndole que volvamos. Borro el mensaje que le había enviado. El teléfono resbala de mi mano temblorosa. Siento un nudo en la garganta. Quiero gritar, pero no encuentro mi voz. Unas lágrimas escapan de mis ojos. Las seco con mis puños. Quiero mantener la compostura.

Pero ya no puedo evitar derrumbarme.

Cuando Alessandra sale del baño me encuentra sollozando.

— Amor, ¿qué te ocurre?

No puedo hablar.

Ella me abraza por detrás. Siento la suavidad del albornoz contra mi piel.

— Tranquilo, mi amor — me besa el hombro — Estoy contigo, no pasa nada. Te quiero, Damiano.

Y, después de estas palabras, me dejo consolar entre sus brazos.

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