CAPÍTULO 36
AMALIA: ¿En algún momento dejarás de evitarme? Realmente quiero hablar contigo.
Suspiro mientras leo el mensaje y luego lo elimino, tal y como he hecho con el resto que me ha mandado. Estos últimos días los he pasado con Alessandra. Estoy sorprendido con ella. Parece una persona completamente diferente a la que conocí hace unos años.
De hecho, en mi armario hasta tengo ya ropa de ella. La dejé dormir solo una noche y ella ya lo tomó como una invitación para quedarse aquí a vivir. Quiere que empecemos una relación, y al parecer tiene mucha prisa porque eso pase.
— ¡Damiano! — la puerta de la entrada se abre.
Alessandra aparece enseguida con una sonrisa de oreja a oreja. Me encuentra desayunando y se sienta conmigo, pero no sin antes darme un beso en los labios.
— Hace buen tiempo hoy — me dice ella, entablando conversación.
— Ajá.
Ella tuerce los labios.
— Había pensado en dejar más ropa aquí — me anuncia ella — Sé que aún no hemos aclarado mucho de nuestra relación, pero la otra noche me dejaste dormir aquí y estos días los estamos pasando juntos... Quizá va siendo hora de que formalicemos.
— Mira, Alessandra, no sé. No quiero ir muy rápido.
— Lo sé, lo sé. Lo entiendo.
Extiende su mano y coge la mía.
— Damiano, me gustas mucho. ¿No crees que lo de que nos encontraramos quiere decir algo? Yo me lo he tomado como una señal del destino de que merecemos una segunda oportunidad.
Trago grueso. Sus ojos brillan de la emoción.
— Alessandra, me gustas. Pero salí hace poco de una relación y no sé si es muy coherente meterme en otra tan rápido.
— Claro que sí — me lleva la contraria — Yo creo que un clavo saca otro clavo.
— El que tengo yo enterrado en el corazón no creo que lo puedas sacar tan fácilmente.
Su expresión cambia. Mira hacia abajo y le da un apretón a mi mano. Sus labios forman una fina línea. No le ha sentado bien mi comentario, pero no dice nada al respecto. Se levanta de su silla y por un momento pienso que se va a ir, pero rodea la mesa y se sienta sobre mis piernas.
— Damiano, yo quiero estar contigo. Llevo pensando eso desde nuestro reencuentro. ¿Acaso tú no?
Toca mis brazos y me clava su mirada. Supongo que todo depende de mi respuesta.
— Alessandra, no he dicho que no quiera estar contigo. Solo que quizá es muy precipitado.
Ella asiente, decepcionada.
Me besa con delicadeza, pero solo al principio. Luego se vuelve más exigente y coge mi mano para meterla debajo de su camiseta. Mis dedos rozan sus sostén y después la suave piel de sus pechos.
— Oye, Alessandra — intento apartarme.
— Damiano, te deseo — me confiesa. Aunque yo ya lo sabía — ¿Cuándo me vas a tocar?
Se la nota desesperada. Menea su trasero y luego toca mi cinturón.
— No — agarro su mano.
Ella me mira confundida.
— ¿Por qué? Sé que tú también tienes ganas — acaricia mi mandíbula con sus fríos nudillos.
Se forma una sonrisa socarrona en su cara. Yo la aparto un poco, pero ella no se da por vencida.
— Damiano, ¿tú quieres estar conmigo?
— Sí — asiento — Pero quiero ir despacio.
— ¿Y por qué no quieres tocarme? — me pregunta — El Damiano que yo conocía era más atrevido y pícaro.
— Ya dejé esa vida atrás, ahora soy un caballero.
Me cuesta no reírme. Ella parece satisfecha con mi respuesta.
— Ya sé, tú quieres que nuestra primera vez sea especial — se sonroja — Aunque bueno, tan primera para nosotros no va a ser.
Ella me abraza. Huelo su perfume caro.
— Me alegro de que estemos bien — dice.
Luego se separa y se vuelve a ir del piso. No sé a dónde. Y tampoco sé si volverá. Aunque después de todo lo que hemos hablado, creo que lo hará. No quiero ir rápido con Alessandra, aunque quizá no es tan mala idea. Cuanto más tiempo pase con Alessandra, menos pensaré en Amalia.
Paso la siguiente hora completamente solo. Antes la soledad me hacía bien, pero ahora parece que no la sé aguantar. Alessandra vuelve poco después. Pero no vuelve sola. Viene con un carrito y la miro con el ceño fruncido.
— ¿Qué es eso? — le pregunto.
— Mi hija.
— Perdona, ¿que es qué?
Veo como curva su espalda y saca del carrito un bebé. Se acerca a mí con la cría y yo me aparto.
— Oye, tranquilo, que no muerde — se ríe Alessandra — Se llama Sofía.
El bebé voltea la cabeza hacia mí y me mira con sus ojos oscuros. El chupete se mueve en su boca y se aferra más a su madre.
— ¿En qué momento pensabas decirme que tienes una hija?
— Es que tenía miedo de que no quisieras estar conmigo sabiendo que tengo una hija — contesta apenada.
El bebé se retuerce en sus brazos y rompe a llorar de repente.
— Ay, Sofía — se queja Alessandra. Luego sus ojos caen sobre mí — Espera, que te va a tomar Damiano.
— ¿Que yo qué? — me asusto.
Alessandra prácticamente me echa al bebé encima para que no me dé tiempo a negarme. Tengo que colocar el brazo debajo del cuerpo del bebé, que no para de moverse y de lloriquear. Tiene la cara mojada e hinchada.
— Qué lindos os veis juntos — comenta Alessandra con una sonrisa.
Yo muevo a la cría a ver si se relaja y deja ya de hacer ruido, pero Alessandra me toca el brazo para que me detenga.
— No la zarandees — me riñe — Qué poco tacto tienes con los bebés.
— Perdona, es que no soy niñero.
Ella me da una mirada ofendida, pero luego se relaja. Me coge la mano y la pone sobre la cara de la cría. Me guía y me hace acariciarle la cara con los nudillos suavemente. El bebé patalea un poco más, pero después se relaja.
— Venga, dile algo a Damiano — Alessandra intenta quitarle el chupete a la cría.
Resulta ser una tarea más complicada de lo que pensaba, porque el bebé no quiere dejar ir el chupete.
— Sofía, por favor — Alessandra le ruega.
— Alessandra, se me está durmiendo el brazo — le aviso.
La niña pesa más de lo que creía. Según yo, tiene más de un año seguro o quizá incluso más. Alessandra agradece a Dios y a todos los santos cuando por fin le arrebata el chupete de la boca a su hija.
— Vamos, di algo a Damiano.
— Ah, ¿es que habla? — le pregunto.
Alessandra me mira con cara de <<¿estás bromeando, no?>>, pero lo he preguntado muy enserio. Pensaba que quizá aún no sabría hablar.
— Papi — me dice la cría.
Yo abro los ojos como platos.
— No, cielo, no es papi.
— Papi — repite la cría.
¿Acaso no sabe decir otra cosa?
— Perdonala, es que es un poco tozuda — me informa su madre — Tiene dos años, por cierto.
A pesar de que Alessandra me insiste en que siga con su hija en brazos, yo se la devuelvo.
— Alessandra, no me hace gracia que no me dijeras que tienes una hija.
Ella devuelve a la cría al carrito y se encoge de hombros.
— Te lo he dicho ahora — ruedo los ojos — Es que no creía oportuno decirte el primer día que tengo una hija. Ibas a salir corriendo.
Bufo. Alessandra ve mi descontento y viene a besarme.
— Venga, no te enfades. Si la mayor parte del tiempo se la dejo a mis padres, no va a afectar a nuestra relación. Y así practicas para cuando tengamos un hijo tú y yo.
— Ahora sí que voy a salir corriendo.
— ¿Es que no quieres tener hijos o qué?
— Sí, pero no ahora.
Ella sonríe al ver que no todo está perdido. Me coge de la mano y me besa en el hombro.
— Oye, esta noche trabajo. ¿Te gustaría quedarte con ella?
— No.
— ¡Damiano!
— ¿Qué coño quieres que haga con ella?
— En el bolso del carrito hay comida para ella y juguetes. Se porta muy bien, lo juro.
Me siento presionado. Pero cómo Alessandra me gusta, no me opongo. Alessandra se ocupa de ella el resto de la tarde y luego se va al hospital a cubrir su turno como enfermera. Yo dejo a la niña en el carrito. En verdad se porta bien.
Pero solo durante los primeros diez minutos.
Luego se pone a llorar. Estoy a punto de tirarme de los pelos. Bidet y Legolas están por el salón y de repente se quedan parados al escuchar los berridos de la cría. Voy al carrito y abro el bolso que me ha dicho Alessandra. Le doy los juguetes a la cría, pero ella los tira al suelo. Legolas llega y se acerca a una muñeca.
— Legolas, deja lo que no es tuyo — le digo.
El gato se pone encima de la muñeca y se acuesta. Yo saco un yogur del carrito e intento dárselo a la cría, pero es imposible, o no abre la boca o lo hace y lo escupe.
— Qué puto infierno — murmuro yo.
— Puto — repite la cría.
— No digas eso, joder.
— Joder.
Qué desesperación, hostias. Acerco el carrito al sofá y enciendo la tele. Busco un canal de dibujos animados y lo dejo ahí. La niña aún se retuerce. Entonces, la tomo y le meto el chupete en la boca. Eso la apacigua. Espero que dure bastante, porque si no voy a tener muchos problemas.
Enseguida se duerme y la dejo en el carrito, el cual meto a mi habitación. Parece surrealista que tenga un bebé en casa.
Por la mañana, me levantan unos fuertes golpes en la puerta. Tardo unos segundos en espabilarme y darme cuenta del carrito que hay en el cuarto y en el que parece haber movimiento. La cría de Alessandra ya se ha despertado. Y creo que está a punto de coger un berrinche. La tomo en brazos y voy a abrir la puerta. Cuando lo hago, me quedo pálido.
— ¿Amalia?
~~~~~~~
AMALIA: Damiano, necesito hablar contigo.
AMALIA: ¿Puedes dejar de ignorarme? Solo quiero hablar.
AMALIA: Sé que lees mis mensajes, así que contesta.
No hay manera de que Damiano me responda. Me muerdo las uñas pensando qué he hecho tan mal como para que él ni se digne a enviarme un mensaje.
Me meto por primera vez en mucho tiempo a Instagram y busco la cuenta de Damiano. Varias personas lo han etiquetado en unas fotos en las que aparece él con...una chica. Están paseando por Roma. A ella no se le ve bien la cara porque su cabello castaño se la oculta por el viento, pero Damiano le está sonriendo. La gente ha comenzado a especular sobre que esta chica podría ser la novia de Damiano. La foto se hizo pública hace solo un par de días. Intento ver si alguna cuenta ha sido capaz de reconocer a la chica o encontrar su Instagram. Pero no, al nompoder verle bien la cara, nadie la reconoce.
¿Se ha olvidado Damiano ya de mí? ¿Está con otra y por eso no contesta mis mensajes?
Me meto a mirar las cuentas que sigue Damiano, en concreto las que no están verificadas. Son unas cuantas, pero hay una que me llama más la atención. Tiene cuatro mil seguidores y en la foto de perfil aparece una chica de espaldas. El cabello coincide con el de la chica de la otra foto. Su nombre de usuario es alelionel_, lo cual no me da mucha información. En la descripción de su cuenta solo averiguo que es enfermera, vive en Roma y tiene veinticinco años.
El único problema es que la cuenta es privada y no puede ver sus publicaciones. Le mando solicitud de seguimiento. Para mi sorpresa, en menos de cinco minutos me la acepta. Una vez que tengo acceso completo a su cuenta me fijo en las fotos que ha compartido recientemente. La última es de hace dos días. En ella aparece besando a...no me lo creo.
¡Está besando a Damiano!
Es como si acabara de recibir un golpe justo en el pecho. Así que por eso él no me contesta, porque está muy ocupado con esta pava. Reviso las fotos más antiguas. La tía es muy guapa, comparada con ella soy una patata.
En todas las fotos está luciendo su cuerpo o mostrando sus buenas y caras ropas con selfies. Abandono su espacio personal de egocentrismo y me quedo súper chafada.
¿Ahora qué? Ya no tengo oportunidad con Damiano. Y lo peor de todo es que él ni se ha molestado en decírmelo a la cara.
Me merezco una explicación, creo. Voy a ir a su casa. Es muy temprano, pero me da igual. Que se levante y dé la cara. Quiero ver con mis propios ojos con quién está.
Media hora después, llego a su edificio y entro gracias a que ha salido un vecino. Una vez frente a la puerta del piso, toco al timbre. Como no se escucha nada dentro, empiezo a golpear la puerta. Hasta que finalmente un Damiano que se queda pálido al verme aparece. Es como si hubiera visto un fantasma. Cuando bajo la mirada, se me para el corazón. Lleva un bebé en brazos, el cual me mira fijamente.
— ¿Amalia?
Miro a Damiano.
— ¿Qué haces aquí? — me pregunta — Amalia, ¿estás bien?
— Yo...
Él señala al bebé.
— Oye, el bebé no es mío.
Eso me tranquiliza, había empezado a imaginar muchas cosas raras.
— Entonces, ¿de quién es? ¿De tu nueva novia?
Calma, Amalia, se notan mucho tus celos.
Damiano aprieta la mandíbula.
— ¿De qué estás hablando?
— Oh, ¿te vas a hacer el sueco ahora? — entro al piso — Sabes de qué te hablo.
Damiano viene hacia mí con el bebé, el cual me mira raro. Parece que no le gusto.
— Escucha, Amalia, no tienes derecho a presentarte aquí y montar una escena de celos porque te recuerdo que tú te fuiste con Ethan.
Auch, golpe bajo.
— Sí, pero...
— Pero nada. Tú decidiste que habíamos terminado.
Me está dejando sin argumentos.
— Te queda bien el bebé — mención yo.
Creo que realmente lo he pensado desde que ha abierto la puerta. Él asiente y musita un "gracias". Luego lleva a bebé a la habitación y sale sin él.
— Yo siempre he querido tener un bebé.
Él me mira confundido.
— Algún día tendrás uno — se aclara la garganta — Con alguien que te quiera.
Lo último que ha añadido ha sido un puñal directo a mi pecho, joder.
— ¿Nosotros nunca vamos a tener un bebé?
Él endurece su expresión y da un paso adelante.
— No, Amalia.
— Hubiéramos sido perfectos juntos — musito.
Él se queda parado muy cerca de mí y se encoge de hombros, como si fuera indiferente a todo.
— Nunca fuimos perfectos juntos.
— ¡Para mí sí lo éramos!
Él tuerce los labios. Mis ojos se cristalizan.
— Es mejor que te vayas.
— Damiano, por favor.
Me llevo las manos a la cara. No quiero ponerme a llorar, pero es que la situación me supera, así que me lanzo a los brazos de Damiano.
— Por favor, Damiano, yo te quiero — sollozo sobre su pecho — Estoy enamorada de ti, por favor, no me dejes. Podemos ser felices juntos, lo sé. No quiero estar con nadie más.
Él me pone las manos en la espalda.
— Amalia, es mejor así. Cuando estábamos juntos no sabíamos querernos bien.
— Pero ya hemos aprendido, por favor, Damiano.
Todo mi cuerpo tiembla.
— Quiero que estés con alguien mejor, Amalia — me dice — Alguien que te sepa querer bien.
— No, Damiano, no...
Me lanzo a sus labios. Él no reacciona.
— Damiano, por favor.
— No lo hagas difícil, Amalia.
La puerta se abre de golpe. Damiano me aparta suavemente. La chica que he encontrado en Instagram aparece y le da un beso a Damiano. Y yo como una estúpida viéndolo. Ella tarda en darse cuenta de mi presencia.
— Alessandra, esta es Amalia — nos presenta Damiano sin emoción.
¿Alessandra?
Recuerdo ese nombre de algo.
— Encantada, Amelia — la castaña meda dos besos en las mejillas.
— Es Amalia.
— Bueno, se equivocarían en el registro al ponerte el nombre.
— Es el nombre que mis padres me pusieron, no se equivocaron en el registro.
Ella me brinda una sonrisa satisfecha. Creo que solo quería hacerme rabiar.
— Voy a hacer el desayuno, cariño — le dice a Damiano.
Yo salgo corriendo, casi estampándome con la pared. Damiano me sigue. Yo corro a las escaleras, pero él agarra mi muñeca.
— ¿Qué haces?
Junta nuestros labios. Me da un beso de verdad, no como el de antes. Lo noto un poco triste. Solo me dice una cosa antes de darse la vuelta y volver a meterse al piso:
— Nunca voy a amar a nadie con la misma intensidad con la que te amo a ti.
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