
CAPÍTULO 34
Flashback
Damiano me tomó de sorpresa con su inesperado beso. Sus labios se sentían hinchados y calientes. Su lengua pulsó contra mis labios para que los entreabriera y de este modo tener acceso a mi boca. Se notaban todas sus ganas reprimidas. Yo luché por mantener la compostura y puse mis manos sobre su pecho, para intentar separarnos.
— Me parece que esto no está bien, Damiano.
— No te he pedido tu opinión.
— ¿Cómo puedes ser tan desvergonzado?
— No soy desvergonzado, soy directo.
Lo miré con el ceño fruncido y formé una fina línea con mis labios. Damiano soltó una ronca carcajada.
— ¿De qué te ríes? — inquirí, confundida.
— De que te pones muy tierna cuando te enfadas — me tocó la nariz con un dedo. ¿Por qué siempre la gente piensa que me veo linda cuando me enfado?
— Estoy enfadada, doy miedo — dije yo.
Él no contestó, solo se limitó a volver a unir nuestros labios. Esta vez colocó una de sus manos en mi nuca y con la otra cogió mis muñecas, para que no pudiera escapar. Aunque realmente por mi cabeza ni había pasado esa idea.
— Damiano, que estoy con Ethan — le insistí cuando me lanzó a la cama.
— Ahora mismo estás conmigo — contestó.
En cuanto me vine a dar cuenta, lo tenía encima de mí. Mi cuerpo se mantuvo rígido, mandándole a él un mensaje de negación. Pero él no lo captó así. De hecho, mi rigidez se fue cuando él acercó sus labios a mi cuello.
— Para, Damiano — musité con los ojos cerrados.
— No quieres que lo haga — susurró con confianza y puso su mano en mi costado.
— Esto está mal.
— Y es por eso que me gusta tanto — respondió con una sonrisa maliciosa.
¡Ethan estaba en la habitación de al lado!
Se suponía que si tenía que acostarme con alguien, era con él. No con Damiano. ¿Por qué hago las cosas tan complicadas?
— Damiano, por fa...— me quedé a mitad de formular mi súplica.
Él acababa de tocar con sus labios un punto sensible en mi cuello y yo estaba conteniéndome para no gemir.
Es con Ethan con quien debes estar haciendo esto...
¡Con Ethan!
Me reprendí mentalmente. Mi cuerpo no respondía a mis pensamientos, solo disfrutaba del dulce contacto de Damiano. Sus labios rozaban mi piel desnuda y mi cordura empezaba a difuminarse.
— Damiano, de verdad que...
— Shh, deja de hablar —me exigió y me miró con una mirada cargada de malas intenciones.
Acarició mi cintura y tragué saliva al darme cuenta de que esto solo podía acabar de una forma.
Su mano penetró dentro de mi ropa interior y paró un momento.
— ¿Puedo? — me preguntó.
Yo asentí. Damiano no era de pedir permiso.
Tocó mi intimidad con sus largos dedos. Yo me arqueé y di un grito. Él tapó enseguida mi mano.
— Shhh, cállate. Está Ethan al lado por si no te acuerdas, infiel — hizo hincapié en la última palabra, casi con ironía.
Me quedé en silencio. Dejé que Damiano me desnudara y diera rienda suelta a todos sus deseos.
— ¿Qué me vas a hacer?
— Prefiero no responder — lo miré con una ceja elevada — Es que no quiero asustarte.
Mi vello se erizó. Damiano estaba algo más serio de lo normal ahora. Agarró mis piernas y las elevó. Luego hundió su boca en mi coño. Me mordí el interior de la mejilla. Un solo ruido pondría a Ethan alerta. Una parte de mí se sentía culpable, pero otra estaba disfrutando.
La lengua de Damiano jugueteaba con mi clítoris. Agarré su pelo mientras él utilizaba también un dedo para darme placer. El orgasmo fue intenso, demoledor. Mis piernas se convirtieron en pura gelatina. Damiano lamió mis fluidos y luego me apartó.
— Levántate.
— ¿Me puedes mirar un momento? — bufé. Intenté abrazarlo por detrás, pero él me ladeó con su brazo — ¿Tan enfadado estás conmigo?
— No, ¿por qué iba a estarlo? — me preguntó con sarcasmo.
— Lo siento, yo...
— No te disculpes. No lo sientes — se levantó de la cama — Ponte de rodillas.
Señaló el suelo. Él se bajó los pantalones, junto con su boxer. Su miembro empalmado salió. Yo lo miré con los ojos muy abiertos. Me coloqué de rodillas delante de él. Junté mis muslos, necesitaba sentir algo de alivio en mi humedad. Estaba palpitando, deseaba sentir a Damiano.
— ¿Qué haces?
— ¿Eh?
— Los muslos — habló — Quiero que los separes.
— No, yo no...
— ¿Estás cachonda, eh? — se rió — Quiero verte sufrir, Amalia. Separa los muslos.
— Damiano, no seas cruel...
Me cogió de la mandíbula tan rápido que me asusté. Se agachó un poco.
— ¿Cruel yo? — me preguntó — ¿Y tú qué? Vas por ahí con el puto Ethan fingiendo que sois una pareja feliz solo para ponerme a mí celoso. ¡A mí! Has jugado con mi paciencia y me has llevado al maldito límite — me agarró del pelo — Pero ahora lo vas a pagar.
Él se mostró contento cuando cedí y separé los muslos.
— Abre la boca.
— ¿Para qué?
— Para que te la lave — dijo, con un ápice de malicia mezclada con ironía — La tienes muy sucia después de decir tantas mentiras.
Yo me dispuse a rebatir, pero no me dio tiempo. Movió sus caderas y acercó su hinchada erección hasta mis labios. Chupé su punta, untándola con saliva. Damiano movía sus caderas para meter y sacar su pene de mi boca. Toqué su sexo, sintiendo sus venas marcadas palpitando. Damiano hizo una mueca de placer y me agarró más fuerte del pelo.
No tardó mucho en venirse dentro de mi boca. Me sostuvo y me obligó a mirarlo mientras su caliente semen bajaba por mi garganta. Luego me cogió por los hombros y me levantó apresurado. Se movió a la mesita de noche y sacó un preservativo.
— Esto no está bien...
— Amalia, deja a un puto lado ya las mierdas morales — me dijo con un tono grave.
Me colocó contra la pared y posó sus manos en mis caderas. Escuché cómo se colocaba la protección y alineaba nuestros sexos. Me masturbó un poco antes de penetrarme. No fue gentil ni paciente. Fue rudo y rápido. Ambos gemimos cuando su enorme pene se deslizó dentro de mí.
— Shhh — susurró y me tapó la boca con la palma de su mano.
Sentía sus testículos chocar contra mis nalgas con cada embestida. Cada choque sonaba fuerte. Por mi cabeza pasó el hecho de que Ethan me esperaba en la habitación contigua. Y yo aquí engañándolo. ¡Y encima con su amigo!
Cada penetración era más profunda. Sentía a Damiano por todas partes.
— ¿Te hago daño? — me preguntó él.
Me destapó la boca para que pudiera contestarle.
— N-No.
— ¿Qué quieres de mí, Amalia? — inquirió con una voz misteriosa.
No sabía si se refería al sexo o a otra cosa. Supuse que a lo primero.
— Quiero que me folles muy fuerte — dije yo.
— ¿Muy fuerte, eh? — me cogió de la cintura y me empujó hacia atrás.
Ahogué un grito cuando noté toda su polla empujada dentro de mí. Mi culo chocó contra su pelvis.
— ¿Así, Amalia? — me preguntó mientras se movía dentro y fuera de mí.
— S-Sí.
— ¿Cómo dices?
— ¡Sí!
Mierda, mierda.
Damiano gruñó de manera brusca y yo le llamé la atención para que controlara el volumen.
— Joder — dijo él.
Salió de mí y casi caigo al suelo de no ser porque me cogió a tiempo y me dio la vuelta. Me alzó y rodeé sus caderas con mis piernas, casi por instinto. Mi espalda chocó contra la pared. Me agarré a los hombros de Damiano.
— Estoy hasta la polla — soltó de repente — Quiero follarte sin tener que controlar mi puto tono, joder. ¿En serio te cabe en la cabeza que estás pensando en lo que pueda escuchar Ethan pero no estás pensando en que le estás haciendo daño a él? — hizo una pausa — Y a mí también.
— Lo siento — murmuré.
Damiano siguió empujando dentro de mí. Uní nuestros labios. Aunque estábamos teniendo un sexo fantástico, él parecía un poco distante.
— Damiano, más...
Mi vientre se contrajo. Damiano me movía como si fuera una muñeca de trapo y él estuviera utilizándome solo para encontrar su propio placer.
Yo dejé escapar algunos jadeos. Me vine con una fuerte embestida que llegó a lo más profundo de mi interior. Clavé mis uñas en su espalda y él se tensó, corriéndose también.
Acababa de tener el mejor sexo de mi vida.
— ¿Has escuchado eso?
— ¿Qué?
Damiano miró a un lado y luego entrecerró los ojos. Yo solté un pequeño grito. Damiano seguía dentro de mí.
— ¿Qué haces...
Apenas me dejó acabar. Me tapó la boca y unos segundos después se escucharon unos golpecitos en la puerta.
— Damiano, ¿estás ahí?
Abrí los ojos como platos. Damiano me echó un vistazo y clavó las yemas de sus dedos en mis nalgas antes de contestar a Ethan.
— Sí, aquí estoy. ¿Qué mierda quieres?
— Guau, ¿de dónde te sale tanta simpatía?
— De la punta de la poll—
Damiano frenó cuando vio mi mirada disgustada. No era momento para ponerse con bromitas.
— ¿Has visto a Amalia? Vino hace un rato porque tú tenías la música muy alta.
— Oh, sí, es que me puse un poco melancólico con Coraline, ya sabes cómo soy — Damiano rió.
— Ya, ¿y Amalia?
Damiano y yo nos miramos.
— Pues sí, se pasó hace un rato y me puso en mi sitio. Tuve que quitar la música. Se puso muy mandona conmigo.
Damiano me guiñó el ojo y sonrió.
— Bájame — susurré cuando destapó mi boca.
Para mi sorpresa, él no objetó. Me soltó y me dejó en el suelo. Con mis piernas temblorosas busqué mi ropa interior. Damiano y Ethan continuaban hablando.
— ¿Puedo pasar?
— Estoy muy ocupado — Damiano respondió — Tú vete a dormir. Amalia ya aparecerá, no te preocupes.
— ¿Tú crees que está actuando raro?
— Obviamente.
Le lancé la almohada a la cabeza a Damiano. Él luchó por no reírse.
— Y un poco agresiva también la he notado.
— ¿Eh? — Ethan no lo entendió.
— Nada, nada.
Silencio incómodo.
— Oye, Damiano, quiero que dejes de meterte en medio de Amalia y de mí.
— ¿Cuándo he hecho yo algo semejante?
Damiano se colocó sus boxers después de tanto tiempo. Yo ya había terminado de vestirme.
— Nos arruinaste la cita — Ethan le recordó — Y sé que tú todavía la quieres. Pero si ella no está contigo es por algo, Damiano. Tú ya tuviste tu oportunidad, solo...déjame a mí intentarlo.
Damiano miró al frente con la mirada perdida en algún punto. Entonces, me dio la espalda y le habló a Ethan.
— Claro, inténtalo.
Ethan se fue, pero antes le dijo que le alegraba que él lo entendiera. Esperé cinco minutos antes de salir. Damiano no me dirigió la palabra. Solo se quedó en el baño en silencio.
Fin Flashback
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— Elígeme a mí — me insiste Damiano.
Tiene una mirada esperanzadora. Acaricia mis manos.
— Yo...no puedo.
— ¿Que tú qué?
Niego con la cabeza.
— Ethan también me gusta.
Damiano suelta mis manos y se levanta de la cama, como si no soportara estar cerca de mí.
— ¡¿PUEDES DEJAR DE SER UNA CAPRICHOSA DE LA HOSTIA?!
Reboto en la cama. Mi corazón martillea en mi caja torácica. Damiano está a punto de estirarse del pelo. Sé que no es fácil para él, pero también me tiene que escuchar.
— ¡Deja de jugar ya! No puedes estar con los dos. Así que abandona tus fantasías y elígeme a mí.
Yo rompo a llorar y él me mira con el ceño fruncido.
— ¿Qué te pasa ahora?
— No lo sé — admito.
No sé si es porque le importo o porque le doy mucha pena, pero se acerca y me abraza.
— Vale, estás borracha — asiento — Será mejor que vayas a dormir.
Me deja dormir en su cama. Sorbo por mi nariz y me acerco para abrazarlo, pero él me aparta.
— Amalia, jodidamente no te entiendo. Quieres estar conmigo, pero a la vez no quieres. No quieres que me entrometa entre tú y Ethan, pero no lo soportas si no lo hago. Tienes sexo conmigo, luego haces como si no ha pasado nada. Y lo mejor de todo, no quieres salir conmigo, pero, eh, tampoco quieres que salga con nadie — me quedo mirándolo. Su pecho sube y baja muy rápido — ¿Qué coño quieres de mí?
— Lo siento, Damiano.
— ¿Por qué? ¿Por no sentir nada?
— No, yo...— extiendo mi mano para tocar su mejilla.
Él se levanta. Las aletas de su nariz están dilatadas.
— Me voy a dormir con Thomas.
— Pero no quiero estar sola.
— Haberlo pensado antes — dice desde la puerta y da un portazo.
— Damiano...
No sé cuándo me quedo dormida. Supongo que cuando se me agotan las lágrimas y no tengo más remedio que descansar mis ojos y mi mente.
Me levanto sola en mitad de la penumbra. Cogemos un avión temprano para volver a Roma. Damiano me ignora. Sin embargo, Ethan reclama toda mi atención. Durante el vuelo, en un momento dado, Ethan me besa. Pero ya no es tan dulce y gentil como otras veces, es brusco y dominante. Me recuerda a los besos de Damiano.
Cuando giro la cabeza, Damiano nos está mirando fijamente desde su asiento. Luego, mira al frente con una mirada indiferente.
Una vez en Roma, Ethan me insiste para que me vaya con él a su piso. Damiano va todo el rato hablando con Victoria. Yo voy con Ethan a su piso. No sé ni cómo puedo aguantarle la mirada después de lo que hice con Damiano.
Ethan me agarra de la cintura y me besa con ganas.
— Amalia, te deseo.
Ay, madre.
Que él y yo teníamos una cuenta pendiente y no me acordaba. Reparte besos por mi cuello y mete la mano por debajo de mi camiseta.
— Eh, oye, estoy cansada.
Ethan me mira con una ceja elevada.
— Y me duele la cabeza — excusas, excusas.
— Bueno, está bien — él dice y me da un beso en la frente.
Giro sobre mis talones y voy a entrar a una de las habitaciones. Pero la voz de Ethan me hace voltear.
— Amalia, ¿estamos bien?
— Sí, ¿por?
— Nada, solo quería oírte decirlo.
Vale, Ethan se ha dado cuenta de que actúo de manera extraña. Tengo que cambiar un poco de actitud. Estoy siendo muy fría con él.
Unas horas después, Ethan viene a la cama y yo le propongo de ver una película. Eso parece animarlo. Trae su portátil a la cama junto a una manta y me deja elegir una película. Pasa su brazo por mis hombros y me atrae más hacia sí. Lo cierto es que me divierto mucho con Ethan.
Pero a la mañana siguiente, él no está en la cama. Al igual que Damiano la mañana anterior. Llevo dos días despertándome sola. ¿Tendrá razón Damiano? ¿Yo misma me he ganado estar sola?
Casi se me sale el corazón por la boca cuando encuentro a Thomas en la cocina comiendo.
— ¿Qué haces aquí?
— Hacemos — me corrige.
En la cocina está Damiano. ¡Y está cocinando!
— Ethan me ha dicho que podíamos desayunar aquí — me informa — Él ha ido a comprar más comida.
Me alivia saber que Ethan no me ha abandonado.
— Ya verás, Damiano hace unas tostadas buenísimas. Nunca se le queman.
Me señala la silla para que me siente. Damiano aparece con dos platos de para ellos de tostadas con frutas y mermelada. Y tienen muy buena pinta.
— ¿Para mí no hay?
Damiano me da una mirada dura.
— Que te cocine tu novio.
— Damiano — Thomas le dice a modo de regaño — Hazle unas tostadas a Amalia.
— Oye, no hace falta, no...
— No, ¿quieres tostadas? — Damiano se levanta con un cierto enfado — Yo te las hago.
Creo que debería haberme callado. Thomas engulle literalmente las suyas. De pronto lo llaman y él se disculpa para levantarse y cogerlo. Estoy a punto de suplicarle para que no me deje sola con Damiano, el cual vuelve y me coloca un plato delante. Veo que tiene una sonrisa socarrona en su rostro.
— Que aproveche.
Miro el plato y se me vienen a la mente las palabras de Thomas: "Damiano hace unas tostadas buenísimas. Nunca se le queman".
Me ha puesto delante una tostada quemada y se ha quedado tan contento.
— Muy gracioso.
— Tú eras la que quería una tostada — responde.
— Oye, no quiero estar de mal rollo contigo.
Si sigo con Ethan no quiero que Damiano me haga la vida imposible. Damiano me dice que no tiene intención de estar de mal rollo.
— Has quemado la tostada a propósito porque sabías que era para mí, Damiano.
— No está tan quemada — le quita importancia.
— Oye, de verdad que quiero que estemos bien — cojo su mano.
Pienso que me la va a apartar, pero no. Una corriente eléctrica pasa por mi espina dorsal cuando siento la piel de Damiano. Nos miramos fijamente. A mí se me forma una pequeña sonrisa en la cara.
Yo me acerco un poco. Él me imita. Nuestros labios están a unos centímetros. Entonces, Thomas aparece de nuevo.
— ¡No os lo vais a creer! — vuelve el guitarrista agitando su móvil. Su expresión cambia cuando ve que Damiano y yo estamos tan cerca — ¿Qué está pasando...?
— ¡He vuelto! — mierda, mierda.
La puerta se abre y yo me vuelvo a sentar enfrente de Damiano. Ambos volvemos a nuestra posición anterior y fingimos compostura. Ethan entra con unas bolsas y lo primero que hace es venir a besarme. Tiene una sonrisa amplia en la cara.
— ¿Por qué la tostada está quemada? — pregunta Ethan, mirando mi plato.
Yo me lanzo a sus brazos para desviar su atención. Y funciona.
— Qué bonito es el amor, ¿no crees, Damiano? — Thomas le pregunta al otro.
Thomas se ha dado cuenta de lo que estaba pasando hace solo unos minutos.
— Sí, sí, el amor...— veo de reojo a Damiano poniendo los ojos en blanco.
Damiano básicamente arrastra a Thomas para irse. Muevo mi mano a modo de despedida, pero Damiano agacha la cabeza.
— Por fin solos — dice Ethan y me coge.
Yo río. Parece que tiene mucha prisa. Me lleva a la cama, la cual sigue desordenada. Su boca busca la mía. Nos tumbamos en la cama. Ethan quiere llegar hasta el final. Llevamos posponiendo esto varios días. Y no voy a poder atrasar esto para siempre. Si estoy con Ethan tener sexo con él tiene que ser algo normal.
Él mete la mano dentro de mi pijama y va hacia mi intimidad. El chico sabe lo que se hace, está claro. Cierro los ojos y siento como una ola de calor se concentra en mi centro. Ethan se deshace de mi pantalón y mi ropa interior. Acaricia los labios de mi sexo y cuando cree que estoy preparada me introduce un dedo.
— ¿Estás bien?
— Sí, sí — respondo.
Él mueve su dedo con cuidado.
— Ethan, más rápido — le pido.
Él asiente. Saca su dedo y se pone de rodillas entre mis piernas. Echa su cabello hacia atrás y lleva sus labios a mi coño mojado. Su lengua se mueve rápido, haciendo círculos. Yo respiro con dificultad y entreabro los labios. Me muerdo el labio. Esta sí que es una buena manera de empezar la mañana.
— Damiano...— gimo.
Mierda.
Mierda doble.
Mierda triple.
El calor se difunde por mis mejillas. Gimo más alto para que no se dé cuenta. Él no para, así que supongo que no me habrá entendido o escuchado. Así mejor porque, joder, qué vergüenza.
Me acabo de equivocar de nombre. Ha sido una cagada increíble. Me siento idiota. Seguro que a Damiano no se le ha escapado nunca mi nombre estando con otra chica.
Finjo que me corro porque literalmente he dejado de sentir cuando he dicho el nombre de su amigo. Doy un gemido largo y arqueo mi espalda. Luego me derrumbo y exhalo.
— ¿Ha estado bien? — me pregunta Ethan, acostándose junto a mí.
— Muy bien.
— ¿Seguro?
— Claro.
No puedo leer su expresión. Yo trago saliva. Él me dedica una sonrisa, pero no sé por qué no la veo real.
— Venga, Amalia, dime la verdad — utiliza un tono grave y serio — ¿Quién lo hace mejor, Damiano o yo?
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