CAPÍTULO 13
Me tiro sobre el colchón, hundiéndolo y haciendo rechinear los muelles de éste. Huele a sábanas limpias y con un ligero aroma a perfume.
Mi teléfono lleva desde ayer apagado. Absolutamente. Después de la pequeña discusión que tuve ayer con Damiano, me invitó a venir a París con él. Van a dar un concierto aquí y me dijo que era buena idea que los acompañara. Pero creo que realmente tiene ciertas intenciones conmigo en este viaje. Ayer mismo me dejó con las ganas de follar. Me quedé a cuadros. Literalmente me rechazó.
Esa actitud suya de superestrella engreída a veces no me gusta ni un pelo.
— ¿Amalia? — lo escucho entrar a la habitación del hotel — ¿Enserio vas a seguir sin hablarme?
Yo me tumbo boca abajo, con los ojos perdidos en el enorme cristal del balcón que deja ver desde aquí ya una hermosa vista de la ciudad.
Me asusto cuando lo noto sentarse junto a mi cuerpo. Ni siquiera le había escuchado acercarse.
— No entiendo por qué estás tan enfadada conmigo — dice en un tono burlón.
— Tú sabes por qué.
Lo noto moverse. Agacha su cabeza y coloca sus labios a la altura de mi oído. Puedo sentir su aliento chocar contra mi piel, provocando algo de calor y haciendo que mi vello se erice.
— ¿Es porque no te di lo que querías ayer, verdad? — pregunta con un poco de diversión — Pequeña rencorosa.
Yo me doy la vuelta, encontrándome con su penetrante mirada.
— No, si a mí me da igual — respondo un poco indiferente — Tú te lo perdiste.
Ahora que se joda.
Él entreabre los labios para hablar, pero se lo piensa mejor y vuelve a cerrarlos.
— No te necesito para nada — le restriego.
Un músculo de su mandíbula se tensa y un intento de sonrisa cruza su cara.
— Demuéstralo — me reta.
Coge una de mis manos y la pone sobre mi vientre, bajándola poco a poco hasta meterla por debajo de mis pantalones. Yo abro los ojos de par en par sin dar crédito a lo que está pasando. No puedo creer lo que pretende.
— Damiano, esto no es buena idea.
— ¿Te he pedido tu opinión?
Cierro la boca. Abre mis pantalones. Ahora solo sigo sus órdenes. Yo estoy tumbada, él se sienta a mi lado para no perder detalle. Quiere que me masturbe. Y quiere que lo haga delante de él.
— Yo prefiero que me toques tú — murmuro con un poco de vergüenza.
Él ríe. Es una sonrisa perfecta y satisfecha.
— Tú has dicho que no me necesitas para nada — acaricia mi mejilla con su helada mano — Y ahora quiero que demuestres eso, ¿sí?
— ¿Y si no quiero hacerlo? — insinuó con todo mi valor.
Él asiente, casi como si ya esperara esa pregunta. Así que se levanta de la cama.
— Entonces mejor me voy.
¿Qué?
— ¡No! — me lanzo a agarrar su brazo.
No quiero que me deje sola. Odio estar sola. Y si estoy aquí es porque él me lo ha pedido. Bueno, me lo pidió él y Ethan también me insistió. Desde que me quedé en su piso nos hemos acercado un poco.
— ¿No quieres que me vaya, eh? — sonríe victorioso.
Vuelve a su anterior posición y me espera. Me muerdo el labio pensativa. No sé si voy a poder hacer esto mientras él me mira.
— Déjame tu mano — me pide. Yo se la extiendo expectante.
Él la agarra fuerte y se mete dos de mis dedos dentro de su boca. Los chupa con rapidez. Yo contengo la respiración viendo como los mueve para que entren en su boca.
— Ya estás lista — dice, soltando mi mano.
Con mis dedos humedecidos por su saliva, meto mi mano por debajo de mi ropa interior. Damiano está a mi lado, expectante. Creo que cree que me voy a echar hacia atrás. Pero eso no va a pasar.
Acaricio los labios hinchados de mi sexo mientras echo mi cabeza hacia atrás. Él baja mi pantalón y mis bragas para poder verlo todo. Río un poco al ver su desesperación. Si él quiere espectáculo, eso es lo que le voy a brindar.
Abro mis piernas para que lo veo todo sin barreras. Jugueteo con los labios de mi coño bajo su embriagadora mirada. Él deja escapar algún suspiro. Creo que esto lo está matando.
Dejo de masajear y empiezo a introducir uno de los dedos que él mismo ha humedecido anteriormente. Hacia tiempo que no me masturbaba, así que me siento un poco rara volviéndolo a hacer.
Bombeo mi dedo dentro y fuera, sintiendo muy calientes mis paredes internas. Voy cogiendo un poco de ritmo y entreabro mis labios, soltando algún gemido de vez en cuando.
— ¿Lo estoy haciendo bien? — dejo salir mi descaro.
— Mete otro — es lo único que me responde.
Su mirada suelta fuego. Esto le gusta. Intento meter otro con cuidado. Espero hasta que me siento totalmente preparada para bombearlos juntos. Me siento muy apretada y muerdo mi labio, descargando una pequeña sensación de incomodidad.
— Eres tan sexy...— sisea él, colocando su mano en mi cintura desnuda y agachándose para besar mis labios.
Me distrae con sus besos mientras mueve su mano y lleva un dedo hasta mi clítoris, pulsándolo. Ese era el toque que me faltaba para sentir el fuego dentro de mí.
El éxtasis me azota mientras él comienza a frotar ese punto sensible de mi sexo y yo dejo de mover mis dedos.
— Te ves bien cuando te corres — me dice él.
Me parece que eso es lo más cercano a un cumplido que ha podido hacerme desde que lo conozco.
Coge mis dedos y los chupa. Me dice algo sobre lo bueno que es mi sabor y se aleja un poco de mí.
— Oye, no te alejes — le pido — He venido aquí por ti y tú me evitas.
— ¿Enserio has venido aquí por mí?
— Claro — asiento — Por ti y por Ethan, que también me lo pidió.
Él me da una mirada un poco insegura.
— Hablando de él, lleva cuidado.
— ¿Por qué?
— Creo que le gustas.
Yo bufo riendo. ¿Yo a Ethan? ¡Eso es imposible! Si apenas me habla.
— Serán imaginaciones tuyas.
— Ya te digo yo que no.
— ¿Qué? ¿Estás celoso? — ruedo los ojos, cerrando mis piernas.
— Para nada, si a mí me da igual.
Vuelvo a ponerme la ropa y lo miro de reojo.
— ¿Ah, sí? — pregunto con sorna — ¿Si beso a Ethan también te va a dar igual?
No responde. Ese silencio es un poco inquietante.
— ¿No seréis los típicos que comparten chica o algo así, no? — trago grueso y río nerviosa.
Me ha dejado un poco desconcertada. Y encima ni se digna a responder a mis preguntas.
— Me tengo que ir — me comunica un poco indiferente — Volveré en un rato.
Me da un pequeño beso a modo de despedida y sale de la habitación. Creo que no sé muy bien donde me estoy metiendo.
Me ducho un poco y salgo de la habitación. El ascensor está abierto y corro antes de que se cierre para poder bajar. Meto la mano para que el sensor la detecte y no se cierre. Y entonces, levanto la mirada y veo quien hay dentro.
— ¿Vas a entrar o no? — me pregunta un Ethan un poco desanimado.
Yo recuerdo lo que me ha dicho Damiano y me lo pienso un poco, pero no voy a bajar por las escaleras ni loca. Estamos en la séptima planta.
— Sí, sí — digo yo entrando.
Vamos en un profundo silencio y una tensión que se podría cortar con un cuchillo.
Cuando salimos él va derecho a la cafetería del hotel y se sienta en una de las mesas. Yo no sé porque le he seguido, pero ahora que estoy aquí me he acordado de que aún no he desayunado.
— Amalia — dice mi nombre y pone los ojos en blanco — ¿Qué quieres?
— No sé.
Me dedica una mirada un poco indecisa.
Le digo que yo también quiero desayunar y me dice que no le importa que me siente con él.
— Eh, oye, ¿has visto a Damiano? — le pregunto.
Hace un rato desde lo que ha pasado en la habitación y no le he vuelto a ver el pelo.
— No.
Miro como su pelo se mueve mientras él gira la cabeza para llamar la atención de uno de los camareros. Estaría bien que me dijera como cuida su cabello, porque yo lo llevo casi igual de largo y siempre lo llevo encrespado.
— ¿Pu-Puedo tocarte...— Ethan me mira con una ceja arqueada — El pelo, el pelo, digo.
Me siento un poco estúpida. El camarero se acerca justo cuando me estoy sonrojando y nos toma nota de lo que vamos a pedir.
Luego Ethan acerca un poco más su silla a la mía y me deja tocar su cabello. Y me da mucha envidia, lo lleva súper sedoso y suave.
— Ojalá yo tuviera el pelo así.
Él me da una media sonrisa, pero la borra enseguida. Tengo la sospecha de que Ethan sonriendo ampliamente tiene que ser como una bomba atómica.
El camarero vuelve con nuestro desayuno y al segundo aparece una chica rubia en nuestra mesa. Le pasa la mano por el pelo a Ethan y éste le da un manotazo.
— ¡Quita, coño! — se me hace raro ver a Ethan gritar.
— Oye, ella te estaba tocando el pelo y no te quejabas — le recrimina Victoria señalándome.
— Tú llevas las manos mojadas.
— Joder, hijo, que amargado estás.
Victoria se sienta con nosotros en la mesa y se nos queda mirando.
— Hacéis buena pareja — comenta.
— Victoria — le dice Ethan, como a modo de advertencia.
— ¿Qué pasa? ¿No puedo dar mi opinión? — le pregunta malhumorada — Tenéis el pelo muy parecido, aunque el tuyo está mucho mejor — mira a Ethan y luego a mí — No te ofendas.
— Tranquila — respondo.
Ya me había dado cuenta de ese detalle.
Victoria le comenta algo a Ethan sobre el concierto y él solo asiento o pronuncia un simple "sí" o "ajá". Ella es sin duda la más extrovertida del grupo y Ethan el más introvertido.
— ¿Y tú qué tal con Damiano? — me pregunta ella centrando de pronto su atención en mí.
— Pues bien, supongo — no sé muy bien que contestar a eso.
— Victoria, ¿podrías irte? — Ethan la invita educadamente a pirarse.
A mí no me está incomodando, pero si se va creo que sería mejor.
— Vale, vale — la rubia levanta las manos — Perdona por interrumpir tu cita.
Ethan le da una de esas miradas que podrían matar a cualquiera.
— Me ha gustado verte — me dice ella antes de irse — Pareces maja.
Le sonrío. Damiano me la había presentado junto a Thomas hace un rato de forma rápida, muy rápida.
— Disculpa a Victoria — Ethan me mira — A veces es un poco impertinente.
— No pasa nada. Me ha recordado mucho a una de mis amigas — río pensando en Bella.
— ¿Enserio?
— Sí — sonrío y tomo mi taza de café.
Le soplo un poco, la porcelana está ardiendo.
— ¿Qué tal antes con Damiano?
¿Eh?
— ¿A qué te refieres?
— Te he escuchado — espeta como si nada — Mi habitación está al lado de la de Damiano.
Casi escupo el café al suelo. Me sabe mal el trago y empiezo a toser, llamando la atención de las demás personas que están desayunando. Él me da unos golpecitos en la espalda, intentando calmar mi ataque.
— No hace falta que te pongas así — lo siento susurrar cerca de mi cara — No sientas vergüenza. No pretendía hacerte sentir así.
— ¿No?
Él frunze el ceño.
— Claro que no — mi duda le ofendió.
Coge mi mano y reboto en el asiento. Noto un escalofrío recorrer mi columna y me levanto rápidamente de la silla, disculpándome con él.
Me voy de allí, aunque todavía escucho a Ethan gritar mi nombre. Me he sentido muy rara con él. Creo que voy a empezar a creer que haber venido con ellos no ha sido una buena idea.
¿Qué diablos me está pasando?
~~~~~~
Unas horas después me encuentro en el concierto de la banda. Como siempre más del cincuenta por ciento del público son chicas y muchas de ellas no llegan ni a la mayoría de edad, yo incluida. Damiano me echa miraditas de vez en cuando mientras va de un lado a otro con el micrófono en la mano. E incluso alguna vez lo he pillado guiñándome el ojo en las partes más subidas de tono de las canciones.
Mis ojos se encuentran de vez en cuando con los de Ethan, pero intento apartarlos lo más rápido posible. Encima después del viaje me tendré que seguir quedando en su piso. Damiano me dijo que intentaría arreglar la situación cuanto antes, pero se está demorando un poco.
— ¡Tú eres la de las fotos! — grita una chica a mi lado, mirándome de arriba a abajo — Pensaba que eras más alta.
Me muerdo la lengua. ¿Por qué todo el mundo se mete con mi altura? ¡Ni que fuera un gnomo de jardín!
La ignoro y miro hacia otro lado. No me siento precisamente orgullosa de las fotos que circulan en las redes de Damiano y yo besándonos.
— Oye, te estoy hablando a ti — la chica no se da por vencida.
Intento moverme para evitarla, pero me coge del brazo. Está cruzando un límite que no le voy a permitir.
— ¡Eh! — forcejeo con ella para que me suelte — ¡A mí no me toques!
Otra chica se acerca a esta. Supongo que es la amiga o algo. Me mira y sé que también me reconoce.
— Yo te he visto esta tarde en la cafetería de un hotel con Ethan — habla la que acaba de llegar.
— Seguro que se acuesta con todo el grupo — sisea la morena poniendo los ojos en blanco.
— ¿Y qué si lo hago? — se sorprende porque pensaba que no diría nada y agacharía la cabeza — ¿Te da envidia?
— ¡No!
— ¡Sí! — responde la amiga.
La morena la mira con una cara de "¿qué coño dices?". Vuelve a por mí y me alza la voz.
— No soporto a las chicas que se entrometen en relaciones. Damiano y su novia eran muy lindos juntos.
Bufo. Odio que muchas veces las fans hablen como si los conocieran o supieran algo de sus vidas. Veo a Damiano mirando hacia aquí con el ceño ligeramente fruncido y baja del escenario con la excusa de hacer un pequeño descanso de cinco minutos hasta la próxima canción. Se acerca a la valla que separa el escenario del público y los tipos de seguridad se ponen alerta. Él hace un gesto hacia la chica morena que me está molestando y ésta se mueve como si fuera un perro detrás de una pelota hacia él. Damiano se pone un poco serio cuando la tiene delante y le dice algo. Desde aquí claramente no se escucha y por eso me gustaría saber leer los labios. Después de eso el concierto se vuelve a retomar con normalidad y la chica morena vuelve y se disculpa conmigo. Lleva la cabeza gacha. Parece que le acabaran de dar un escarmiento. ¿Qué le habrá dicho Damiano?
Disfruto del concierto después de haber solucionado el imprevisto con la morena maleducada. Él le pide al público que ellos mismos elijan la última canción y se escuchan gritos. Pero cada uno dice una canción diferente.
— Choisissez une chanson maintenant! — le grita Damiano al público en francés.
Elijan una canción ya.
Al final todos los gritos se acaban concentrando con el nombre de "Morirò da Re". Damiano asiente un poco sorprendido por la elección del público, pero le parece bien.
— Me gustaría dedicarle esta última canción a una chica que está entre el público — Damiano me señala y enrojezco cuando la gente empieza a girarse hacia mí — Se llama Amalia. Y últimamente está recibiendo mucho odio por unas fotos que salieron hace poco. Ya todos sabemos cuales son — la gente escucha con atención — Me gustaría que dejaran de apuntarla con el dedo, diciendo que ella se ha metido en mi relación y la ha roto, porque no es así. Así que dejen de juzgar a una chica por ser libre, por favor. Y sobre todo — señala a todo el público — Dejen de hablar de cosas de las que no saben una puta mierda.
El público chilla de ovación y le aplaude. Me alegro en parte porque se haya pronunciado pero sé que mañana esa intervención se convertirá en un vídeo viral. Pero ya no me importa.
— Amalia — dice él mi nombre. Thomas y Victoria empiezan a tocar Morirò da Re — Esta canción es para ti.
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