Capítulo 63 ┋ Piedad.
Una manta me envuelve el cuerpo, mientras me encuentro sentada en la vereda, con una policía hablándome al oído, y viendo como sacan a Dan en una camilla, lo suben a la ambulancia, y lo alejan de mi vista. Clara, quién se encuentra en un absorto estado de shock, no responde a las preguntas que los enfermeros le hacen y no hace otra cosa que mirarme, como si estuviera mirando más allá de donde estoy, como si no estuviera aquí. Ella se encuentra muy afectada, y algo me dice que no es solamente por los años que vivió en cautiverio.
—Señorita, necesitamos saber si se encuentra estable. —vuelvo de mi trance cuando la escucho a la mujer con claridad. Noto que, como la chica no es capaz de hablar o expresar palabra alguna, la suben a otra camioneta y también se la llevan.
—Estoy... estoy bien. —es lo único que puedo decir, cuando se reconocer en mí que eso no es verdad. No estaré bien hasta que esto no se haya terminado en serio, y algo me dice que aún no se termina. Dejando a la policía atrás, me pongo de pie, aferrando la manta a mi cuerpo. Me acerco a Alex, quién corta su teléfono al verme llegar.
—¿Estás bien? —es lo que me pregunta, pero no me gasto en responder.
—¿A dónde se lo llevan? —pregunto, en referencia a Dan, con la mirada perdida a la esquina por donde se acaba de ir la ambulancia.
—Aún tiene signos vitales. Se lo llevan a la guardia. —aclara.
No, no, no.
—No, no pueden hacer eso. ¡No lo pueden salvar! ¡Es un hijo de puta, es un enfermo mental! —comienzo a perder el control, tirando la manta a la vereda en un incontrolable ataque de ansiedad. Alex me toma por los hombros cuando mi objetivo era correr hacia ningún lugar en especial.
—¡Cálmate, Magali! Tienen que hacerlo, no pueden abandonarlo. Él es un enfermo, y como enfermo mental, lo salvarán y lo trasladarán a un psiquiátrico si así la justicia lo dicta. Verán si realmente no está cuerdo, si lo está, irá a la cárcel. Sea cuál sea su estado, de cualquier forma, él estará encerrado, no saldrá a la calle nunca mientras yo siga con vida. —tomo un profundo bocado de aire, intentando controlarme. Él tiene razón, no puedo perder los cabales, no si quiero presenciar cómo lo privan de su libertad, tal y como él hizo con Clara. Se lo merece. Por ella, por mí, por todos los crímenes que cometió.
Inevitablemente, giro mi rostro hacia la puerta principal de la casa abandonada, viendo como por ella sacan una bolsa negra, de la altura de un cuerpo humano. Estoy segura de que debe tratarse del cadáver de Héctor. Detrás de él, salen con otra bolsa e intuyo que debieron encontrar el cadáver semi-enterrado de su ex novio. Si es que realmente fueron novios alguna vez. Las luces de las patrullas estacionadas ciegan mi vista y me provocan un agudo dolor en la cabeza. Pero no tengo ganas de volver a casa, no tengo ganas de alejarme de esto y olvidar todo lo que sucedió. Ahora recuerdo todo, ahora tengo todo claro. Ahora estoy más despierta que nunca y no me olvido de nada. Mis recuerdos son latentes y nunca quedarán en el pasado hasta que no consiga poder deshacerme de su presencia en mi mente.
—Acabo de cortarle a Liam. —la voz de Alex me devuelve a la realidad—. Yo lo llame para avisarle sobre tu paradero.
Eso me sorprende. No creí que sería capaz de poder interactuar civilizadamente con Liam, no luego de lo sucedido entre él y yo.
—No puede venir hasta aquí, sobre todo por eso... —me señala a detrás de mí, consiguiendo que me gire y vea a todos los periodistas y las personas que se acercaron a ver la escena. Todos ellos están siendo retenidos por la policía, impidiéndoles el paso de poder acercarse—. Te está esperando en tu casa, con Laura, quien por cierto no está muy calmada que digamos.
Resoplo, llevándome las manos a la cabeza.
—Necesito ir al hospital. —demando.
—¿Por qué? ¿Te sientes mal? —pregunta, preocupado.
—No es por sentirme mal que quiero ir hasta allá.
• • •
Alex detiene la patrulla frente a la clínica en la que Dan se encuentra siendo atendido. Nos bajamos, y noto como él se detiene a mitad del camino para atender una llamada. En su distracción, aprovecho y me adentro al hospital, pasando por alto a la recepcionista, que muy concentrada en su computadora se encuentra como para detenerse a notarme. Me pierdo por los pasillos, con la esperanza de poder encontrarlo. Pasaron algunas horas de lo sucedido, ya que Alex me retuvo en la calle hasta poder liberarse de sus responsabilidades; no quería dejar que me vuelva sola. Lógicamente.
Al ver a un enfermero salir de una de las habitaciones, me acerco a él sin dudar.
—Disculpe, quisiera saber sobre el estado de uno de los pacientes recién ingresados: Daniel Powley.
Él, sin mediar palabra alguna, comienza a revisar la carpeta que lleva en sus manos, y la impaciencia se apodera de mí.
—El paciente Powley está siendo atendido en este momento. Puede esperar en la sala, hasta que tenga nuevas noticias. ¿Usted es un familiar suyo? —me pregunta.
—Soy su hermana. —miento. Si decía la verdad, no sé qué me diría, pero por las dudas, solo miento. Él me promete traer nuevas noticias, por lo tanto, me voy a la sala de espera, en dónde me dejo caer en uno de los asientos y Alex ingresa por la puerta, mirando a todas las direcciones, hasta que sus ojos me encuentran y se acerca con prisa.
—Deberías dejar de desaparecer de esa forma. —me recrimina, sentándose a mi lado. Al no responderle, siento como su mirada busca la mía, esperando alguna respuesta de mi parte.
—Hay que esperar. Lo están atendiendo. Uno de los enfermeros prometió traerme noticias en cuánto las tenga. —informo.
—Así que para esto querías venir hasta aquí...
—¿No era muy obvio? —pregunto, tragando saliva cuando siento que mi garganta se seca, o quizás solo sea un tic, como ahora me encuentro moviendo mis manos por sobre mis piernas, frenéticamente; un tic nervioso.
—Sí, lo era, pero creo que te estás obsesionando. —responde. Suelto una risa que no puedo controlar, y más que una carcajada, me sale un sonido desesperante, rasposo.
—¿No es para menos? Sí, estoy obsesionada, estoy abrumada y desesperada; nadie, sino que Daniel este encerrado, podrá calmarme.
Durante las próximas horas, adentrándonos a la mañana que poco a poco va saliendo a la ciudad, Alex se va a buscar café, vuelve, se sienta, se queda dormido, se despierta, atiende llamadas, cabecea cuando no quiere dormirse, y va por más café. En todo ese momento, yo respondí los infinitos mensajes que me llegaron, tanto de mi madre, Isaac, Laura, como de Liam. Ignore las llamadas de este último, y me quede con la mirada puesta en el pasillo por el cuál vi irse al enfermero que me atendió anteriormente. Me arranco la piel muerta del labio, me paso las manos por el rostro cansado, y descubro la sangre que se va secando en mi piel. En un momento, veo como ingresa por la puerta una mujer de edad avanzada, cabello blanco y mirada que guarda lágrimas.
Ella pregunto por Clara. Se presentó como su abuela, y se la llevaron a dónde no alcance a escuchar, pero cuando volvió a la sala de espera, era un mar de lágrimas incontrolables. Luego de eso, por la puerta entró un hombre del mismo aspecto que la señora, y se la llevó consigo.
¿Dónde estará la madre de Daniel? Si lo tendrán que ingresar a una clínica psiquiátrica, supongo que ella vendrá para firmar la aprobación, al igual que el padre de Héctor. Si es que él no existe y fue otra de las mentiras de la cabeza desquiciada de Daniel. De su vida, y de todo lo que me contó, ya no sé qué es verdad y que es mentira.
En un momento dado, cuando mis parpados tiemblan de tanto que me esfuerzo por mantenerlos abiertos, veo venir al mismo enfermero de antes y él me llama con un movimiento de su mano. Al levantarme y acercarme a él, siento como Alex me sigue por detrás.
—El paciente ya se encuentra libre de peligro después de su operación, pero ahora está medicado e inconsciente. Pueden venir más tarde o mañana, y así poder visitarlo, cuando esté consciente y pueda escuchar. —me aconseja, pero me niego a irme. No sin antes verlo.
—¿Puedo ingresar, aunque sea unos minutos? —él me está por insistir en que es inútil, pero lo detengo—. Solo unos minutos.
Por fin desiste, y me acompaña hasta la habitación del hombre que hasta hace unos días lo consideraba un hermano. Cuando me deja ingresar, en soledad y privacidad, cierro la puerta lo veo claramente. Lleva conectado un respirador, sus pupilas cerradas, respira calmado y su presencia hace temblar la mía. Conteniendo todos mis sentimientos eufóricos, me acerco a la camilla, mirando su rostro más de cerca. Las millones de ideas sobre lo que puedo hacerle en este momento, como desconectarle el respirador o hacer lo que sea con tal de atentar contra su vida, inunda mi mente e intento alejar esos pensamientos, porque sé que no debo. Me siento extraña, cuando lo miro más de cerca me siento extraña, como si ya no tuviera sentimiento alguno por él. Todo el cariño, el amor, la amistad, todo lo que sentía por él desapareció y fue remplazado por odio, molestia e incomodidad cuando se trata de estar cerca suyo. Ahora solo me invade un aura de despreció.
Inclinándome sobre la cama, tomo con mis dedos el tubo por el cual está conectado el respirador.
—Sé que estás despierto... —le susurro, haciendo que mis uñas jueguen con ese tubo—. Sé que puedes escucharme, sé que sabes que no pararé hasta destruirte como hiciste conmigo, o al menos intentaste hacer. Quizás no lo sepas, a decir verdad, ya no sé qué es lo que sabes y no sabes de mi día a día, pero una vez le prometí a Laura que acabaría contigo, por ella, por mí, por todas las personas que tuvieron que pasar por tu desagradable vida; y lo cumpliré. Ahora estás aquí, luchando por tu vida, y lo lograrás, aunque quiera verte muerto, te salvarás, y de este hospital, irás directo a un psiquiátrico, que es a dónde perteneces, y ahí te pudrirás como la rata que eres y siempre intentaste ocultar.
Mi voz, como no pensé que sería, se escucha en un débil susurro, que solo él puede escuchar.
—Eres tan hijo de puta, —aprieto el tubo, impidiendo que el aire artificial siga fluyendo. Espero que pueda sentirlo, sé que puede sentirlo. Pero como no pienso, ni puedo matarlo, lo suelto y dejo que pueda respirar, aunque a los segundos vuelvo a apretarlo y así—, que estoy segura de que no estás inconsciente. Puedes engañar a todos los que quieras, pero conmigo ya no te funcionará. Sé que puedes escucharme, así que te lo digo y te lo repito: Perdiste. Tendrás que ir viendo que es lo que te pondrás cuando estés internado y vaya a visitarte, aunque sea una sola vez, porque no pienso perderme la satisfacción de ver cómo te hundes en lo que tú mismo has creado. Agradéceme, porque tu vida depende de mí. Si yo fuera como tú, en este momento estarías sin el respirador que mantiene tu existencia de mierda en este mundo. Espero que te hayas divertido, porque tu juego se terminó.
Y el infierno al que él me quiso arrastrar, terminó por consumirlo.
***
*Magali poniéndose los lentes negros mientras sale del hospital*
Bueno, ya saben:
Comenten, voten, díganme algo con respecto al capítulo o a la novela.
A question:
¿Qué esperan leer como capítulo final y epílogo de esta historia?
Respondan, porque yo ya tengo una idea sobre cómo va a terminar todo esto.
Gracias por leerme. 🖤
Lxs amo.
Atte:
*Espacio para meme*
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