Capítulo 56 ┋ Hilo.
Luego de esa conversación, él me llevó de nuevo a mi casa. Durante todo el camino no pude dejar de pensar. Me sentía un poco liberada al haberle confesado mis sentimientos, mis más verdaderos y sinceros sentimientos por él. Fue como haberme sacado una pesada mochila que cargaba en mis hombros por miedo, pero las piedras, las pesadas piedras aún se mantienen firmes en mi estómago. El dolor en mi cabeza crece cada vez más y las molestias emocionales me torturan continuamente.
Al estar frente a mi casa, él no deja que me baje, no sin antes detenerme. Cierro la puerta del auto que había abierto, y lo miro, esperando a que hablé:
—¿Recuerdas que me dijiste que no sabes de qué forma controlar toda esa pesadez que sientes? —asiento, desentendida. Veo como él toma una mochila de la parte trasera de su auto, poniéndola sobre su regazo para abrirla, y tomar algo de su interior; ese algo, es más bien, una pesada computadora color gris brillante. No entiendo a qué quiere llegar, entonces decido quedarme callada.
—Escribe. —es lo único que me dice, dejándome más confundida que antes—. Ya sabes, es la mejor forma de canalizar el dolor. En lugar de lastimarte a ti misma, escribe. Lo que sea. No importa qué. Escribe sobre lo que sientes, sobre tus pensamientos, lo que estás viviendo, lo que te pasa en tu vida. Pero escríbelo. Plasma todo lo tóxico en tu interior entre letras. Verás que te sentirás mejor, que esa piedra en tu estómago irá haciéndose cada vez más pequeña, hasta que llegue el momento en que no lo sientas tan fuerte, ¿Me entiendes?
Yo solo puedo asentir con la cabeza.
—Liam, es un gesto hermoso, pero no puedo aceptarla... —él me sonríe dulcemente.
—Hazlo, por favor. Me sentiré bien sí sé que tú lo estás, ¿bien? —vuelvo a asentir con la cabeza. Entonces recuerdo que mi computadora se había averiado la última vez que la use, y no puedo estar más que agradecida por su gesto. Él me entrega la computadora, haciendo que no me quedé otra que tomarlo y veo como repentinamente se acerca a mi rostro, pegando con delicadeza nuestros labios, sellando una despedida. No lo aparto, no se lo niego, solo puedo seguirlo hasta que nos separamos y esta vez sí me bajo del auto, viendo como él se aleja entre calles y calles. Entrando a mi casa descubro el silencio y la tranquilidad de esta. Entonces sé que seguramente mi madre se fue, una vez más. No me quejo, no estoy en condiciones de discutir con ella. Me siento arrepentida de todo lo que le dije, ella no se lo merece. Ella se merece todo lo bueno del mundo y fui muy egoísta al decirle todas esas cosas, pero es muy notable que no me encontraba en mi mejor momento. Ahora, luego de haber hablado con Liam y haber podido decirle todas mis penas, me siento un poco mejor. Quizás un poco presionada, pero intentando estar bien después de todo.
Subo las escaleras, aferrando el regalo de Liam entre mis manos, y me adentro a mi habitación. Me sobresalto un poco al ver a Dan, sentado en mi cama, con la mirada puesta en una hoja que desconozco su contenido. Al sentir mi presencia, me mira y rápidamente se pone de pie.
—¡Hey! —me saluda, dejándome ver las lágrimas acumuladas en sus ojos.
—Hey... —le devuelvo el saludo—. ¿Qué haces aquí?
Dejo la computadora sobre mi escritorio, volviéndome para mirarlo nuevamente.
—Había ido a visitar a mi padre. —es su respuesta y ahora comprendo el dolor en sus pupilas. Eso me hace saber que no le fue nada bien con ese hombre tan despreciable—. Ya sabes, él no está muy bien que digamos.
—Sí, lo sé. —pongo las manos en mis bolsillos trasero.
—También... También fui al hospital. En realidad, fui el día en que Franco, ya sabes. —no lo entiendo, y se lo hago saber en silencio—. Cuando Franco murió, había ido al hospital y entre a la que era su habitación. Ahí me encontré a la enfermera limpiando y me entregó esto. Ella me reconoció de las tantas veces que te acompañe a ese lugar.
Él me extiende la hoja y no dudo en tomarla. Mi garganta vuelve a presionarse cuando veo lo que lleva plasmado. Un dibujo: Él y yo. Un dibujo que no es propio de un chico de su edad, es un dibujo muy artístico, muy profesional. Nunca supe que le gustará dibujar.
—Se ve que nunca termine de conocerlo. —digo, tragando las lágrimas que me ahogan—. Nunca supe que supiera dibujar tan bien.
En la parte inferior me desea un feliz cumpleaños, diciendo que soy la mejor hermana que le pudo haber tocado en vida. Respiro muy hondo, y de pronto siento como los brazos de Dan me envuelven. Lo acepto sin dudar, respirando continuamente para no dejar derramar ninguna lágrima. En cambio, noto lo destrozado que Dan se encuentra, y no tardo en abrazarlo más fuerte, ya que entiendo que él necesita la muestra de afecto más que yo. Cuando nos separamos, doblo la hoja y la guardo dentro de mi cajón.
—Deberías dejar de ir a verlo. —soy quién habla—. No es sano, y él no se merece tu dolor porque fue una verdadera mierda en tu vida. Por más que te cueste, ve de a poco hasta que ya se vuelva una costumbre estar sin su presencia en tu cabeza.
Él asiente.
—Ojalá fuera tan fácil. —ríe, sin gracia—. Pero lo haré, haré el esfuerzo porque ir a visitarlo no hace otra cosa que intoxicar todo un poco más.
Él se limpia las lágrimas con la manga de su remera, para luego volver su mirada a la mía.
—Como sea, ya debo irme. —informa—. Solo quería hablarlo con alguien y aproveche para entregarte ese último presente de Franco.
Le sonrío, dándole un último abrazo antes de ver cómo desaparece por la puerta. Entonces, en la soledad de mi pesada habitación, recuerdo el mensaje que no respondí. Tomo mi celular y ahí veo nuevamente esa marca de Lena. No dudo en responderle, tecleando con rapidez, casi con desesperación.
«¿Es algo grave?» Pregunto, pero su respuesta nunca me llega. Espero y espero, pero nunca me contesta. Horas más tarde, me olvido al quedarme frente a la computadora el resto de la tarde.
«Sus mejillas levemente carmesíes se encontraban heladas, pero su mirada se mantenía ardiente por una ligera llama que las iluminaba.
Entonces ella supo que perdería la razón. Y no estaba dispuesta a aceptarlo. Pero después de todo, no hubo nada que se pueda hacer para ir en contra de la marea más abrumadora que pudo atravesar en su vida.»
Indecisa, vuelvo a borrar todo eso que escribí, dejando que el blanco cilindro de tabaco se consuma entre mis labios, olvidando que se encuentra encendido. La noche ya cayó sobre la ciudad y lo único que me ilumina el rostro es la pantalla de la computadora encendida ante mí. Simplemente no puedo despegarme de ella, no puedo dejar de escribir y casi creo sentir que el dolor se me olvido.
El poder de plasmar las emociones entre las letras es verdaderamente adictivo.
Mis dedos continúan moviéndose frenéticamente sobre las teclas de la computadora, como si yo no los manejara, como si tuvieran vida propia, como si no fueran parte de mí. A medida que voy avanzando de frase en frase, más ideas inundan mi mente, imposible de poder detener las palabras que voy escribiendo. Retiro el cigarro de mi boca, aplastando la colilla sobre el cenicero. En ese momento, mis ojos encuentran la hora del reloj. Casi es el momento en que ella me dijo de vernos. ¿Voy? ¿Por qué estoy dudando tanto? Algo pesado en mi interior me grita que no vaya, pero mi curiosidad es más grande. Ella, al igual que yo, pasó por mucho. Nadie mejor que yo entiende lo que es perder a un hermano, y Lena la debe estar pasando muy mal.
Guardo el documento y cierro la tapa de la computadora, desvistiendo mi cuerpo para arreglarme con algo sencillo, pero presentable. Me coloco la campera y no me olvido de tomar mi celular, saliendo de mi habitación. En ese momento mi mirada encuentra la puerta cerrada de la que siempre será la habitación de Franco. El dolor vuelve a hacerse presente en mi pecho, y aparto la vista, respirando muy hondo para poder controlar mis enloquecidas emociones. Siento como mis piernas se debilitan ante tanta desesperación al sentir como mi cabeza comienza a trabajar, torturándome desde que él ya no está. Me armo de valor y bajo las escaleras, saliendo de mi casa.
No vivo muy lejos del sitio en el que ella me informó que sería el encuentro, entonces decido caminar hasta ahí. Para mi comodidad, todas las calles están iluminadas y en ningún momento me siento perseguida, pero sí incomoda. Al llegar, el lugar se encuentra completamente desolado. Es una pequeña plaza con juegos para niños, bancos de acero, y a lo lejos veo las vías del tren. Las paredes pintadas en graffitis me consumen como una niebla, llevándome directamente a una escena de una pared rota, sucia, pintada también en graffitis, pero la imagen no pasa más que eso y rápidamente vuelvo a caer en donde me encuentro de pie. Ella no está aquí. Pienso en irme, o quizás tomar asiento y esperar a que llegue, pero no hago ninguna de las dos. Me quedo de pie, con las manos refugiadas dentro de mis bolsillos, con la mirada puesta en todos lados, buscando a alguien que también este aquí, así sentirme más segura, pero no hay nadie más que yo.
En ese momento, escucho un ruido y me sobresalto.
Es solo el viento que ha movido una de las hamacas. El chillido del acero oxidado es demasiado molesto y estremecedor. Trago saliva, sintiendo mi garganta seca.
Miro a todos lados, deseando tener ojos hasta en mis espaldas, pero de todas formas no veo a nadie. Volteo, mirando hacia atrás: La nada misma. Pero cuando vuelvo la vista al frente, ahí la veo. De pie. Estática. A unos cuántos pasos de mí. Por un instante tengo que enfocar la vista para saber si es ella, y sí, lo es. La reconozco fácilmente. Al notar como ella no hace ni dice nada, camino unos cuantos pasos hasta estar a una prudente, pero cerca, distancia de ella. Suficiente como para ver sus rojos y atormentados ojos color café.
—Creí que no llegarías. —digo, sonriendo, aunque no quiera hacerlo. Es un gesto propio de alguien quién no se encuentra del todo confiada, sobre todo al ver como su expresión se mantiene neutra, y sus ojos arden como si ella estuviera en su propio infierno—. ¿No prefieres ir por un café? Hace un poco de frío y así podemos estar cómodas para hablar de lo que sea que quieras decirme.
—Hubiera deseado que no vinieras. —balbucea, pero ante el silencio que nos rodea logro escucharla con claridad.
—No... No te entiendo. —dentro de su bolsillo de la campera que lleva puesta, veo algo abultado que su mano sostiene con fuerza, y tiembla. Me mira directamente a los ojos.
—Ella... Ella no se lo merecía. Tú no te merecías nada de lo que te pasó. Lo siento tanto, Magali. Tenía tanto miedo, me encontraba tan desamparada, que no supe que hacer, por cuál camino escapar. Él supo aprovecharse de lo perdida que yo estaba. —piezas perdidas comienzan a encontrarse mutuamente y se encajan en mi cabeza, armando respuestas.
—¿De qué hablas? —estoy tan enfocada mirándola, que mis pupilas comienzan a arder al no detenerme a parpadear. Gruesas lágrimas descienden de sus ojos, por sus mejillas.
—Él sabe todo de mí: Mis miedos, lo que más me atormenta, mi pasado y mi futuro incierto. Él sabe cómo controlarme, como mantenerme a su lado, que hacer y decir para manejarme como a su muñeca. Él se mantiene hablándole a mi cabeza, incluso cuando estoy sola. —sus ojos comienzan a desorientarse, como alejándose de la realidad en la que se encuentra—. Él me obligó a hacer cosas horribles, cosas que jamás me imagine capaz de hacer. Pero él me salvó, después de todo es lo único que tengo en este mundo, es lo único que con certeza sé que no me abandonaría, incluso después de la muerte. Él siempre estará conmigo, y mi cabeza no puede soportarlo.
—Él... —me paralizo al pronunciar esa palabra, que bien sé a quién se refiere.
—Él sabe lo que le duele, lo que me atormenta. Él sabe lo que hice en el pasado, él sabe mis pecados, sabe lo mucho que envidiaba a Sofía, mi hermana. Sabe que mis deseos más impuros por ser como ella cada día se descontrolaban más y más. Sabe lo mucho que la odiaba por haberse acostado con quien yo tanto amaba. —mi cabeza comienza a doler al darme cuenta de muchas cosas.
—¿Liam? —pregunto, casi inconscientemente.
—No, —niega con su cabeza, al mismo tiempo que habla—, Julian es su nombre. Era nuestro vecino antes de que se mudará. Yo estaba completamente cegada de amor por él, pero él se fijó en mi hermana, ambos estuvieron juntos. Ese bebé era de él. Julian nunca lo supo, él se fue a estudiar a otro país.
—Pero... —hablo atónita—. Creí que era de Liam.
—No, Liam fue después de que ella supiera sobre su embarazo. Estoy casi segura de que Sofía buscaba que Liam creyera que ese bebé era de él, y así poder atarlo a su vida. —yo no respondo nada. Teorías se arman en mi cabeza—. Pero entonces un día, en el que estaba con Sofía en las desoladas calles, intenté golpearla en la cabeza con un fierro por haberme enterado del encuentro sexual que tuvo con Julian, pero no lo hice. Y él en las sombras me vio. Y comenzó a acecharme con su obsesión y locura.
—¿Por qué? ¿Por qué a ti? —pregunto, sin entenderlo.
—Porque el lobo sabe encontrar al cordero, con solo oler su cobardía. —su frase retumba en mis oídos—. Soy insuficiente, cobarde, asustadiza, débil, sensible, fácil de manipular y mi cordura depende de un hilo, y eso él lo supo cuando me vio. Mensajes que hacían sonar mi celular sin parar, me seguía a todos lados, su presencia la sentía, aunque él no estuviera. Me amenazaba con mandarle las fotos que había tomado a Sofía de cuando intente golpearla. Al mismo tiempo me daba el amor que tanto yo deseaba. Se adueña de mis sueños y mis pesadillas.
—¿Es por eso que Sofía fue asesinada esa noche? ¿La llevaste hasta ahí porque ella te vio desde la ventana hablando con él? Eso me que contaste que tú la habías visto hablando con alguien de capucha oscura desde la ventana de tu habitación; no eras tú, era ella la que sospechaba. —comienzo a unir esas piezas en mis recuerdos, que se proyectan como una película—. Ella comenzó a revisar tus pertenencias, y...
—Y encontró un vídeo que yo tenía escondido. —el color de sus ojos se oscurece como la noche que nos rodea—. Un vídeo en el que yo estaba teniendo sexo con él. Y sentí mucha vergüenza, sobre todo cuando ella comenzó a burlarse de mí.
—Eras tú quien estaba descontrolada: Agitada, sudorosa, nerviosa, ansiosa. —murmuro, dejando que ella complete todas mis dudas.
—Extasiada. Él se había colado bajo mi piel, en mis pensamientos. Me arroje sobre Sofía y su cabeza dio fuertemente contra el borde de la cama. —habla, recordando—. Entonces él me ayudo a cargarla en su auto, pero me dijo que me ayudaría a deshacerme de ella, a cambio de que yo lo ayudará a él...
—A deshacerse de mí. —termino por ella. Su silencio es mi respuesta—. A Laura la arrastraron como carnada para poder atraparme a mí. Para que él pudiera concretar su objetivo conmigo.
Ella no dice nada.
—La soberbia de Sofía alimento mi irá y envidia, y solo pude reaccionar de esa forma agresiva contra ella. —como sospechaba, de su bolsillo saca una fría y pesada pistola, que logra erizar mi piel con solo mirarla—. Pero ya no aguanto más. Lo amo con tanta obsesión que mi corazón ya no aguanta tanta presión. Su forma de ser, su sonrisa macabra, esa doble personalidad que lleva: Son dos hombres en un solo cuerpo, batallando por quien sale a la luz. En un momento es una persona, y al otro segundo es totalmente diferente. Me arrastró a un infierno del que ya no puedo salir, del que ya soy parte. Sus fríos y oscuros ojos, esos lentes con los que intenta camuflarse, esos tatuajes que, siendo un mortal los oculta, pero siendo el diablo mismo los revela con orgullo. Él me lastima, física y psicológicamente. Y siento más dolor de lo que un débil corazón puede soportar.
—¿Quién? ¿A quién amas? ¿Quién es él? —ella no responde a esas preguntas que le hago.
—Pero él nunca me amó, solo me utilizó a su antojo para llegar hasta ti. Está obsesionado por ti. Está enfermizamente enamorado de ti. —mi sangre se hiela ante sus palabras, sobre todo porque lleva un arma en sus manos—. Hacía todo por él, soportaba todo el dolor por él. Lo amo y no existe mayor dolor que el dar hasta la cordura por una persona, y que esa persona solo acabe con todo de ti, acabe por destruir todo lo que eras.
Veo como su temblorosa y sudada mano sube, hasta posicionar el arma sobre su sien. Todas mis alarmas se activan al ver esa escena.
—¡No lo hagas, Lena! Si lo haces, él habrá ganado, habrá obtenido lo que más quiere. ¡No se lo permitas! —intento hacerla entrar en razón, pero es imposible. Abandonó por completo quien era, quien conocí.
—Él siempre obtuvo lo que quería.
Y dispara.
***
¡Hola, hola!
¿Como les va en esta bella noche de jueves lluvioso?
Iba a publicar este capítulo mañana a la noche, peeeero me había olvidado que es el cumpleaños de mi hermana así que se adelantó. ¿Qué les pareció? ¿Algo para comentar? ¿Sospechaban de Lena?
(Esta revelación no se compara en nada a lo que está por venir. Prepárense.)
¿Algo para decir?
¿Un voto para dejar?
Estoy sumamente emocionada por cerrar esta segunda parte y poder comenzar con la tercera.
Lxs amo.
Atte:
NO es NO.
No importa hasta donde hayan llegado:
Si vos no queres, no te sentís segura, estás incómoda o tenes miedo; no sientas culpa o temor de lo que pueda sentir o pensar la otra persona. Decís que no. Nunca va a ser tu culpa.
#YoTeCreo #MiraComoNosPonemos.
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