Capítulo 45 ┋ Dolor.
No dejo de mirar mi reflejo en el espejo. Ya vestida, arreglada, maquillada —para ocultar mis heridas poco notorias—, mi cabello moderadamente ordenado y mi mirada perdida en mi propia figura. Todo este año internada ha hecho efecto sobre mi cuerpo, no me avergüenzo de lo que soy, para nada, pero me gustaría agarrar un poco más de peso, tal y como estaba antes, sacar el rostro casi cadavérico de no haber estado comiendo, tomar un poco más de color a mi piel. Por más maquillaje que me coloque, es inevitable que las ojeras no se me noten. Por debajo de mi ropa, los huesos son notorias. Pongo las palmas de mis manos sobre mis costillas, sintiéndola como sí el más mínimo movimiento que haga, o cualquier golpe que me pueda llegar a darme, me quiebre con facilidad. Tomo una gran bocada de aire, disgustada ante como estoy ahora. Quisiera volver hace unos años atrás, que estaba perfecta de salud, más rellena físicamente y que ningún hueso de mi cuerpo se hacía ver como es ahora.
Ahora que me doy cuenta, miro con atención el tatuaje de colibrí que llevo en mi antebrazo. Me lo hice hace tantos años y ya no recuerdo cuál fue el motivo. El tatuaje de colibrí, para algunos simboliza la felicidad, la buena suerte y la protección. Muchas culturas consideran que avistar un colibrí es un buen augurio, un signo protección. Al igual que como ocurre con todas las aves, los colibríes simbolizan la libertad. Suena tan irónico para mí llevar este tatuaje, ya que ni de asomo me siento de esa forma.
Un fuerte bocinazo suena desde la calle y eso me hace saber que Laura ya está esperándome. Me doy una última mirada al espejo, para tomar mi bolso y salir de ahí. Llego a la sala principal y es cuando la veo a mi madre, sentada en la silla frente a la mesa, fumando en tranquilidad. Esa imagen me lleva al recuerdo de cuando llegaba de trabajar y la veía en esa misma posición, haciéndome saber en silencio que nada anda bien para ella.
Le envío a Laura que me espere en el auto. Hay algo más importante que tengo que hacer antes de salir.
—Mamá, —llamo su atención—, ¿Te encuentras bien?
Ella expulsa el humo de su boca, antes de empezar a hablar. —Sí, solo que estoy un poco pensativa.
Me siento en la silla junto a ella. —¿Qué sucedió?
Desde lo que me contó sobre Franco, ella ya no se guarda nada para si misma. —Siento que las cosas con Isaac están yendo muy... a serio. Ya sabes, desde que tu padre se fue, yo nunca volví a saber de él, sino hasta lo que pasó contigo. Yo creí que nunca iba a poder volver a estar con alguien, pero con él sentí que podía darme una oportunidad, como un volver a empezar, rehacer mi vida amorosa a su lado, pero Isaac no es malo, todo lo contrario, pero cada tiempo que paso a su lado no puedo evitar sentir que los estoy dejando de lado a ti y a Franco, estoy dejando de lado sus problemas y que estoy volcando todo mi tiempo en él, en lugar de ponerlo en ustedes.
—Mamá, —arrastro mi mano por la mesa hasta tomar la suya. El contacto de nuestras manos unidas me hace sentir el dolor que ella está experimentando—. Te mereces esto, mereces a alguien que te quiera. ¿Crees que yo no sé lo que has vivido con ese imbécil? ¿Crees que yo no me daba cuenta lo que él te hacía, la mierda de vida que te hacía pasar? Dime, ¿qué piensas que una niña puede estar pensando cuando escucha gritos y golpes secos afuera de su habitación, después de que su madre entró, pidiéndole que no saliera de su cama? Te mereces a alguien que te amé, y ese alguien es Isaac. Siento haberlo juzgado, siento haber dando prejuicios en su contra, él es un buen hombre. No te detengas a fijarte en nosotros, tú hiciste y haces mucho por tus hijos, y no podemos estar más agradecidos contigo por eso. Eres una buena madre, y que hagas tu vida no significa que nos estés dejando de lado.
Ella traga saliva conteniendo las lágrimas. Puedo ver en su rostro las líneas de que el tiempo hizo estragos con ella, un tiempo duro que ahora le está devolviendo todo lo que mi madre luchó.
—¿Te casarás con él? —le pregunto.
—Le di el sí. —me confiesa y sonrío.
—No puedo estar más de acuerdo.
—¿Qué hay de ti, hija? Nunca hablamos de tus sentimientos, de tus pensamientos. Estás pasando por momentos difíciles, pero me gustaría saber que es lo que te hace sentir viva. —nunca me gusto hablar de mí, creo que confesar toda la guerra por la que mi mente está sobrellevando es más difícil que cualquier cosa que me pueda pasar. Siempre me quede callada ante mis miedos, ante mis fantasmas, antes de tener que contarlo y no saber como hacerlo, de que forma hacerlo.
—El amor no es para todos. Existen esas personas que no están hechas para amar, o ser amadas, y yo soy una de ellas. —admito, apenada.
—Tienes una idea muy errónea de lo que es el amor. —dice—. El amor sí es para todos, y es de cobarde creer que alguien no está hecho para experimentarlo.
—Entonces soy una cobarde. Porque siento que no estoy hecha para amar. —el resentimiento es notorio en mí a la hora de hablar.
—El amor no es una mierda, —me me contradice—, la forma de amar que tienen las personas es una mierda. Yo creía que tu padre me amaba, y nunca fue así. Él solo buscaba lastimarme, y yo me di cuenta muy tarde de eso. Algunas personas siempre te van a fallar, pero no todas son así... Las personas podemos vivir sin amor, Maggie, el problema es que no queremos hacerlo.
—Quizás tengas razón, pero yo no encuentro una motivación en mi vida como para creer que estoy lista para estar con alguien. —hablo sin pensar en mis palabras. La veo sonreír.
—Con eso me dejas muy en claro que no amas a Alex, que él no es el indicado para hacerte cambiar de parecer. —aparto la mirada sabiendo que tiene razón—. Sí no quieres lastimarlo, lo mejor es que lo dejes ir de manera responsable y madura, porque quedándote al lado de alguien a quien no amas, pero ni un poco, lo único que lograrás es que sea tóxico para ambos.
Yo solo puedo asentir con la cabeza. Veo como apaga el cigarro en el cenicero y se pone de pie, arrastrando la silla hacía atrás.
Deja un beso en mi cabeza, antes de hablar por última vez. —Y él amor es para ti, solo que te ciegas y le niegas atención a quien realmente está dispuesto a dejarlo todo por ti.
Y se va, desapareciendo de mi vista. Ella es mi madre y siempre ha tenido el poder de leer a través de mis ojos. Tomo una gran bocada de aire y me pongo de pie, agarrando mis cosas, y yéndome de mi casa. En la esquina, en la soledad de la oscura noche, la veo a mi amiga dentro de su auto. Como siempre, como a ella siempre le gustó, va perfectamente arreglada y maquillada, pero la expresión de inseguridad se ve reflejada en su rostro con claridad. Me acerco hasta ella, escuchando mis propios pasos contra el asfalto, y me subo al auto.
—¿Todo bien? —ella me pregunta, antes de encender el motor.
—Claro. —fuerzo una sonrisa y nos ponemos en marcha. Cuando estacionamos, desde donde estamos podemos escuchar la música y el escándalo que hay ahí adentro. Ambas estamos incómodas, podemos escuchar los pensamientos de la otra, pero no nos echamos a atrás.
—Pase lo que pase, que ninguna se aparte de la otra, ¿de acuerdo? —ella asiente. Salimos del auto y caminamos hasta llegar. Para nuestra suerte, nadie nos pide documento, nadie nos pide nombre o lo que sea que pueda ser que no nos dejen ingresar. Se nota que lo de peleas clandestinas era muy en serio. Sin temblar y sin dudar, abro la puerta y ambas ingresamos. Lo primero que puedo sentir es el calor que el lugar alberga con intensidad. La música está tan fuerte que estoy casi segura que soñaré con este ritmo. Hay tantas personas borrachas, caminando de un punto al otro, que es imposible podes visualizar algún rostro.
—¿Estás arrepentida? —Laura me pregunta.
—Ni un poco. ¿Quieres esperar en el auto?
—Para nada.
Comenzamos a caminar, adentrándonos más y más al corazón de la fiesta y claramente es un sitio al que yo nunca fui, y nunca pensé hacerlo. Mujeres de poca ropa y cabellos de diferentes colores se entregan a las manos de los hombres llenos de tatuajes como si fueran un pedazo de carne. Ellas caminan por nuestro lado, mirándonos con desdén, como sí adivinaran que nosotras no pertenecemos a este mundo. Ellos creen que somos la carnada de cualquier animal de este lugar, pero no saben que, por lo menos yo, no le temo a ninguno. Hago bailar mis pupilas como todos lados, visualizando un gran ring de pelea pintado de rojo y negro. Todos están alrededor de ella, esperando a la llegada de los que está noche se matarán a golpes. Estoy casi segura que está es la noche del famoso escorpión.
—¿Crees que será él quien salga? —Laura me pregunta por sobre la música.
—Eso espero. —es lo único que respondo.
De pronto, las luces de alrededor se apagan y se encienden las del ring, iluminando ese lugar en particular. Un hombre robusto de espalda ancha y tatuajes hasta en el rostro se sube con un micrófono en su mano.
—Buenas noches, damas y caballeros. —empieza, haciendo oír su gruesa voz—. En está hermosa noche, después de tanto tiempo, tenemos con nosotros a nuestra bestia favorita: ¡El escorpión!
Todos aplauden y aúllan con ferocidad, a excepción de nosotras, cuando un hombre de capucha que le cubre todo el rostro sale a la luz, haciéndose ver. Llego a verle el brazo y me asombro al verle el tatuaje que en mis recuerdos se apareció. Es él, tiene que ser él. Cuando va a sacarse la capucha, una gran cantidad de personas me empujan, tirándome para atrás, e impidiendo que pueda descubrir la identidad del psicópata.
—¡Mierda! —exclama Laura—. ¿Lograste ver algo?
—Le vi el tatuaje, es él, tiene que ser él. —digo con desesperación. Intento abrirme paso entre la multitud, pero es imposible, ellos me lo impiden.
—¿Qué me empujas? —escucho la voz de Laura a mi lado y volteo a ver como discute con una chica de cabello azul.
—¡Mueve tu trasero gordo y deja de estorbar! —la chica la ataca, empujándola, haciendo que Laura tambaleé y llegue hasta mí.
—Por lo menos no soy una zorra drogadicta. —abro mis ojos, impresionada ante la frase de Laura y tengo que tomarla del brazo y sacarla de ahí antes de que la chica decida matarla, porque en su expresión se notaba que haría eso.
—¿Estás loca? Lo que menos necesitamos es salir de aquí golpeadas, o mucho peor, ni siquiera salir. —Laura lleva su ceño fruncido con furia.
—Y yo lo que necesitaba es que me ayudarás, no que me sacaras de ahí. —nos detenemos en un costado del lugar, intentando mirar la pelea, pero es imposible.
—No quiero ser la chica que anda por las noches peleando con cualquiera. Y lo que más quiero es no sentir que estoy dejado de ser yo misma desde la noche en la que termine en el hospital con Liam y asesiné a esas personas. No quiero ser una bestia que se deja manejar por el veneno del enojo. —ella no me dice nada—. ¿Y desde cuando eres de las que insultan diciendo zorra?
Se encoje de hombros. —Me deje llevar, lo siento.
Inevitablemente comienzo a caminar por los costados, queriendo ver al escorpión, y Laura me sigue en todo momento. Llego hasta el final del lugar, en donde más al fondo hay diversas puertas y detrás nuestro hay una enorme barra con personas bebiendo en las bancas.
—Es inútil querer ver algo, sí me necesitas, no me moveré de la barra. Necesito beber. —Laura me hace saber, para después alejarse a donde me dijo que estaría. La veo sentarse y hablar con el chico que atiende.
Sin pensar en rendirme como ella, comienzo a abrirme paso entre las personas. Y entonces pasa, llego más adelante y es en donde veo su espalda expuesta, tirado de lleno sobre su rival, golpeándolo sin piedad alguna. La sangre cae por doquier y la imagen es demasiado brutal. El hombre que anteriormente estaba con el micrófono da la orden de finalización y, por supuesto, el escorpión es quien gana. Él alza sus manos con victoria y cuando va a girar su rostro a dónde estoy, me vuelven a apartar, impidiéndome, una vez más, que pueda ver de quien se trata. Maldigo a voz alta, haciendo que mi frustración se pierda entre el bullicio del lugar.
Veo su silueta que baja del ring y se abre paso entre el público que se quiere tirar sobre él. Sin pensarlo dos veces, comienzo a seguir sus pasos, viendo como la capa oscura de capucha que cubre su cabeza y su rostro se mueve con cada movimiento que hace. Lo sigo sin detenerme a pensar en que le diré, o que haré sí lo tengo frente a frente. El escorpión se pierde entre los pasillos sombríos, como si fuera parte del humo. Cuando llego a por dónde se fue, él ya no está. ¿Acaso es un fantasma o qué?
Me giro, y casi sin esperarlo, una mano se apodera de mi muñeca, encerrándome entre su cuerpo y la pared. Impresionada, abro mis ojos que los había cerrado ante el impacto, y subo mi vista hasta dar con su rostro que claramente reconozco.
Liam está ante mí, y no parece muy feliz de verme.
—¿Cómo obtuviste la dirección? —me pregunta, molesto. Intento salir de su encierro, pero el pone ambas manos a los costados de mi cabeza, contra la pared, impidiendo que me vaya.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Te seguí, ¿crees que no sabía que vendrías de todas formas?
—¿Estás enfermo? No eres mi padre, no eres nada mío, deja de molestarme. No puedes andar siguiendo a las personas. —lo quiero apartar de mi cuerpo, pero él no hace otra cosa que pegarse aún más.
—¡Eres terca, insoportable, y no te entiendo!
—¡No es difícil entenderme! ¿Qué parte de que yo hago lo que quiero no entiendes? Sí tan insoportable te parezco, aléjate de mí y deja de haga lo que se me de la gana. —me remuevo entre sus brazos, buscando mi escapatoria, pero es imposible.
—¿Cómo puedo hacer eso, sí todo el tiempo estás buscando meterte a ti misma en peligro? —logra que deje de luchar, poniendo mis brazos detrás de mi espalda. Estamos tan cerca que nuestras respiraciones se vuelven una sola y su aliento acaricia mi boca—. Además, ¿cómo puedo alejarme y evitar protegerte, sí te ves tan hermosa cuando te hago enojar?
—Liam... —pronuncio su nombre, sin saber bien que es lo que quiero decirle.
—¿Quieres que te bese? Porque tus labios me están tentando a hacerlo, y te ves tan linda con el ceño fruncido que me voy a volver loco. —mi mirada cae a sus labios, y entonces pasa, Liam pega nuestras bocas como hace mucho no lo hace y me pierdo en él. Deja libres mis manos, y las dirijo a su pecho, permitiendo que siga besándome como lo está haciendo. Es tan adictivo que logra, por un momento, arrancarme todo el dolor que llevo sintiendo. Su mano toma mi nuca y profundiza el beso, volviéndolo más brutal, con más desesperación, como si llevará tiempo anhelando besarme.
—Sí no fuera porque estás con Laura, —habla entre húmedos besos—, te llevaría directo a mi departamento.
Sus besos viajan hasta la piel de mi cuello y lo muerde como hizo tantas veces, mientras que sus manos me toman de la parte baja de mi espalda, pegándome más a su pecho. Estoy tan atrapada a sus encantos que no pienso en otra cosa que el ardor que sube por mi cuerpo.
—No. —logro pronunciar, con la respiración entre cortada y él en seguida se separa de mí, mirándome a los ojos—. No puedo sentir esto.
Es lo único que digo y me alejo de él, volviendo al lugar de antes. Localizo a Laura en la barra y me acerco a ella.
—Ya vayámonos. —ella acata mi orden y salimos de ahí. El aire frío de la noche hace contraste con el calor de mi cuerpo y a lo lejos veo el auto estacionado de Liam. Nos subimos al de Laura y suelto un gran suspiro.
—¿Por qué estás despeinada? —ella me pregunta, encendiendo el motor.
—No importa. —contesto.
—¿Sabes? Mientras estaba en la barra, escuche a dos personas que hablaban sobre una fiesta el próximo sábado al que irá el escorpión. Tenemos que estar ahí.
—Estaremos ahí. —respondo, y ella arranca el auto.
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