—Y luego de eso, desperté en el hospital. Tengo algunas imágenes distorsionadas de cuando estuve siendo trasladada en la camilla y demás. Lo primero que recuerdo, que sea claro, es de cuando desperté una mañana en aquélla habitación blanca. No me quisieron decir nada, sino hasta que pasaron algunos días y llego Dan a contarme todo. Los próximos días fueron lo mismo que te pasó a ti, a excepción de que yo no tuve ningún problema para caminar. Estuve sólo una día dormida. Pude salir a caminar por los pasillos, me dejaron visitarte, comer, me dieron mis medicamentos, hasta que me dieron el alta y pude salir. Lo demás fue todo chequeos una vez por semana durante tres semanas para ver sí no tenía ningún problema en mi cabeza, visitas de los oficiales, ir a declarar a la comisaria, hablar con ellos para ver sí recordaba algo más, la prensa que durante meses estuvieron encima mío hasta que se aburrieron y demás cosas que quiero dejar atrás. Lo más doloroso de toda esa mierda era que tú no despertarás, no saber sí algún día lo harías, no podía dejar de tener pesadillas contigo, con mi madre, con ese hijo de puta al que no pude verle el rostro y a esa perra que me llevo hasta ahí. Ahora tú estás aquí, bien, dentro de todo estás bien, y estoy tan asustada de que sea un sueño más...
Lamo mis labios, antes de tomar su mano y darle una sonrisa triste.
—Estoy aquí. No es ningún sueño, ninguna pesadilla. Estamos bien. —le sonrío una vez más, a boca cerrada—. ¿Qué sabes de Lena?
Da un largo respiro, tragando sus penas al hablar. —Ella... No he sabido mucho de ella... Luego de que pasaron los meses, fui a su casa para intentar hablar con ella. Ya sabes, quería saber como estaba y eso. Fue un tanto extraño de mi parte, yo no la conozco, a su hermana tampoco la conocí, pero si compartí la misma trágica noche y eso me dolió. No importa que tan mala persona era contigo, ella murió, y quise ir a hacerle saber que podía contar conmigo para lo que fuera. Haber perdido a una hermana no debió ser nada fácil. De todas formas, ella no me recibió. Salió su madre a decirme que se encontraba muy afectada como para atenderme. Insistí un par de veces más, pero obtuve el mismo resultado hasta que me cansé. No quise parecer una pesada y me alejé.
—No puedo dejar de preguntarme que hacía Sofía ahí. ¿Qué tenía que ver ella? ¿Por qué estaba ahí? —me hago millones de preguntas en la cabeza y puedo saber a través de sus ojos, que ella tiene la misma incertidumbre que yo. Casi sin darme cuenta, acaricio las cicatrices de mis brazos.
—Fueron marcas muy profundas. Te daré una crema que las eliminará cuánto más te la apliques, ¿está bien? —asiento, con una media sonrisa—. ¿Sabes? Todas las veces que fui a verte, fui a arreglarte.
Ambas reímos y miro mis uñas. Están prolijamente cortas, cuando antes yo las tenía largas.
—Tus uñas estaban llena de barro, rotas, tenías sangre por debajo de ellas. ¡Parecía una loca! Había ido al hospital con una mochila y te las arregle. —volvemos a reír—. Pero yo no fui la única que se quedaba mucho tiempo contigo mientras estabas en coma, Liam también lo hacía. No puedo explicarte bien por qué, pero él no te dejaba ni un segundo a solas. Cada vez que entraba a verte, él estaba ahí, cuando me iba, él entraba una vez más. No sé que hiciste con él, pero lo dejaste realmente hechizado.
Aparto la mirada porque reconozco que eso me hizo sonrojar como nunca antes.
—Ya sé le pasará. —me encojo de hombros, intentando sonar indiferente.
—¡No seas ridícula! —me reprocha—. Te apuesto lo que sea que cuando él decida olvidarte, ahí será cuando te des cuenta de tus sentimientos.
Hago una mueca.
—Te prometo que no será así. —comento, con una sonrisa de incredulidad—. Además, yo estoy bien con Alex. Estamos bien.
Ella pone sus ojos en blanco. —Claro, haré como que te creo.
Yo no le respondo nada.
Una vez que ella se fue, mi madre le fue a abrir y me prometió volver pronto, tan sólo tiene que ir a buscar algo al colegio en donde trabaja, y la soledad que me albergan en las cuatro paredes comienzan a desesperarme. ¿Y sí tengo otro episodio de pánico como en el hospital? Estoy sola, ¿cómo haré para calmarme, sí estoy sola y no sé como manejarlo? Intento pensar en otra cosa cuando siento que mi garganta se cierra de a poco y mi celular vibra en un mensaje. Eso logra asustarme un poco más, pero me calmo cuando veo que se trata de la psicóloga.
«Maggie, Liam me comentó que ya estás bien en tu casa. Me alegra saber eso. Lamento mucho lo que te sucedió. Yo estaré disponible cuando sea que me necesites para hablar, ¿de acuerdo? Sé que debes tener toda una marea de pensamientos en tu cabeza, no dejes que eso te ahogue, necesitas hablarlo con alguien y yo estoy a tu disposición. Llámame cuando así lo desees.»
No lo dudo, me reconforta saber que tengo a alguien en quien confiar. No quiero hablar de mis pensamientos con mi madre, no quiero ahogarla a ella en la marea que, cómo la psicóloga dijo, me ahoga lentamente. Necesito vaciar todo lo que estoy sintiendo con alguien que pueda ayudarme profesionalmente, y con quien sé que va a resguardar a la perfección todos mis problemas, por lo que decido teclear mi respuesta sin pensarlo dos veces.
«¿Puede ser mañana mismo?»
Me quedo mirando a la pantalla, deseando su respuesta, y llega cuando más distraída me encuentro.
«Mañana es perfecto. ¿Crees poder venir a mi oficina o prefieres que yo vaya a tu casa?»
Lamo mis labios. Lo pienso por unos largos minutos y tengo la respuesta clara.
«La veo en su oficina.»
Respondo sin más. Dejo el celular a un lado cuando no recibo más respuestas y me cambio de vestimenta, poniéndome un jean oscuro, una remera azul, y una campera de jean celeste. Maquillo las cicatrices de mi rostro y una en especial me lleva al recuerdo de cuando fui atacada por ese drogadicto, la vez en la que Liam había desaparecido. Paso las yemas de mis dedos por ella, pensando en como puedo tener tantas cicatrices en mi cuerpo que son como trágicos tatuajes.
Tatuajes.
En ese instante, como si fuera el flash de una cámara de fotos, un recuerdo llega a mi mente y lo veo con claridad. Unos fuertes brazos me toman con brutalidad y entre el humo de un cigarro puedo ver como su oscura campera se levanta a la altura de la manga. En su muñeca puedo ver un tatuaje: Un escorpión.
Retrocedo unos pasos, sintiéndome mareada, abrumada, confundida. Me siento en el borde de la cama, tomando mi cabeza con ambas manos. Cierro mis ojos con fuerza hasta que me siento con la capacidad suficiente para tomar mi celular y teclearle a la única persona disponible, con auto, a quién no le molestaría llevarme a donde sea, cuando sea, con tal de ayudarme.
Dan.
Necesito ir a la casa de Sofía. Lena puede ayudarme. Quizás ella vio, escuchó algo, quizás Sofía tenía, claramente, alguna relación con aquél sujeto y pueda ayudarme a llegar a él. El tatuaje de escorpión tiene un significado, esa persona lo lleva en su muñeca y ahora sé que, cada mínimo recuerdo que me llegue a la memoria, no se trata de ningún sueño que nunca pasó. Eso pasó. Lo sé, lo siento, y tengo que llegar al final del túnel, por más que no sea una luz brillante lo que me lleve a ella, sino una fría oscuridad.
«En unos minutos me tienes ahí.»
Es la respuesta que recibo de su parte; y así fue, él vino a buscarme y me ayudo a llegar hasta su auto, porque el miedo y la sensación de que el pánico regresará cuando menos lo espere no se aleja de mi cuerpo. Él conduce con tranquilidad por toda la ciudad. Recorremos varios barrios que desconozco, dejando muchas casas atrás en nuestro camino. El día parece estar aliado con mi estado de ánimo: Gris, triste, nubloso, oscuro, un poco frío, pero no lo suficiente como para que sea invierno.
—¿Sabes dónde vive? —le pregunto.
—¿A quién crees que Laura llamó las veces en las que quiso ir a visitar a Lena? —no le respondo, la respuesta a su pregunta me queda más que clara.
—¿Puedo preguntarte algo? —él asiente.
—Pregunta lo que quieras, total nos queda un largo viaje por recorrer. —intento que su estado de ánimo se me pegue, pero es imposible, estoy tan afectada que no sé qué pensar.
—¿Qué significado tiene el tatuaje de escorpión? —el frunce el ceño y me mira por unos segundos, antes de volver la mirada a la carretera—. Las personas que se tatúan un escorpión, ¿Por qué lo hacen? ¿Qué significado crees que tiene?
—Bueno... —se aclara la garganta antes de hablar—. No tengo mucho conocimiento sobre tatuajes, ya ves que yo no llevo ninguno en mi piel, pero creo que, el escorpión, al ser un animal tan temerario, oscuro, venenoso, puede representar a su portador como una persona temida entre quienes lo rodeen, la persona que lleve el tatuaje puede ser que quiera hacerse ver como poderoso. No sé, puedes buscarlo en Internet. Eso sí, en mi época de boxeador y maleante, vi a muchos hombres de mi circulo con un tatuaje de escorpión en sus brazos. Creo que lo hacían para verse, como dije anteriormente, temerosos.
Yo asiento como respuesta. Claramente, cuando llegue a mi casa, lo primero que haré es buscar información en Internet.
Nos estacionamos frente a una casa de rejas blancas, y al salir del auto, el aire frío y el clima gris me reciben con rapidez. Camino los pasos que me separan de la puerta, con Dan siguiendo mis pasos por detrás. Toco el timbre y, cuando creo que ella saldrá a abrirme, por la puerta aparece una mujer de rostro arrugado, cabello gris, y mirada ausente.
—¿Qué necesitan? —de mala gana, es lo primero que ella dice.
—¿Se encuentra Lena? —Dan es quién pregunta por mí.
—No, ella no está. No regresen a molestar. —y vuelve a cerrar la puerta de un portazo, dejándonos del otro lado de la reja.
—Ven. —Dan tira de mi brazo—. Sí esa mujer no mintió, sé dónde debe estar.
Volvemos a montarnos en su auto y seguimos una vez más por la carretera, atravesando sitios que desconozco. Visualizo un cementerio y los malos recuerdos regresan a mí. No puedo saber por cuenta propia que fue lo que sucedió, pero con todo lo que Laura me contó, logro hacerme la película en mi cabeza. Puedo ver todo, paso a paso de lo que ahí sucedió. No sé con exactitud si se trata del mismo cementerio, pero puedo verlo de todas formas, hasta puedo sentirlo. El frío, el calor, la oscuridad, el temor. Todo.
Intento mentalizarme de que eso ya pasó, de que él no estará esperándome entre las tumbas, con una sonrisa espeluznante, listo para atacarme y terminar conmigo. Estoy a salvo, estoy con Dan, él me protegerá. Volvemos a estacionarnos y miro con temor a lo que hay fuera del auto, no hay nada, pero siento miedo de que, si pongo un pie afuera, alguien saltara a mí con intensión de matarme.
—¿Estás bien? —Dan apoya la palma de su mano en mi hombro y un escalofrío recorre todo mi cuerpo—. ¿Prefieres que regresemos?
—No, estoy bien. —sonrío—. Vamos.
Salimos una vez más de su auto y, para mi suerte, Dan se mantiene a mi lado en todo momento. Caminamos a través de las tumbas y a lo lejos visualizo a una chica de contextura rellena. Sin llegar a ver su rostro, puedo apreciar la sensación de dolor en la chica de ojos tristes. Doy un largo respiro y camino hasta ella. Dan no dice nada, él sólo me sigue. Llego hasta ella y solo nos separa un par de centímetros. Al llamar su atención, ella voltea a vernos. Me mira a mí, lo mira a Dan, y luego vuelve sus ojos a mí.
—¿Qué hacen aquí? —es lo que pregunta con su tono de voz suave. Agacha la mirada como si no quisiera vernos a los ojos.
—Fuimos a tu casa, tu madre nos echó y Dan supo que seguro estarías aquí... —digo, pero ella sigue sin mirarme. Noto lo mal que debe estar sintiéndose.
—¿Por qué estás aquí? —sé que me pregunta a mí, a pesar de que no está mirándome.
—Quiero saber porque Sofía estaba ahí, que es lo que hacía ella ahí. Pero al verte tan mal, mejor te pregunto, ¿cómo estás? —intento poner mi mano sobre su hombro, pero ella retrocede.
—¡No me toques! —ordena, y no entiendo su actitud. Noto como lo mira a Dan y vuelve a bajar sus ojos al suelo—. Sí dices notar que estoy mal, ¿para qué me preguntas? Estoy para la mierda, y no quiero ver a nadie, no estoy para responder preguntas de mierda.
Ella se descontrola y Dan habla luego de un largo silencio.
—No la ataques a ella. Es tan víctima de lo que sucedió como tu hermana. —el tono de voz de mi amigo es fuerte y dura.
—Tú no me hables. —exige con odio, mirándolo unos segundos, y luego vuelve a apartar la vista como si estuviera temerosa de todo lo que la rodea—. Lo siento. —habla una vez más—. Lo siento, de verdad lo siento.
No dice nada más y se aleja a paso rápido, desapareciendo entre las tumbas.
—Déjala, cuando ella así lo quiera, hablara contigo. Vamos, regresemos a tu casa que no quiero que tu madre termine enloqueciendo sí no te ve. —Dan pasa su brazo alrededor de mis hombros, y caminamos a paso tranquilo hasta su auto.
Realmente, Lena, se encuentra muy inestable. Y yo también.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro