Capítulo 40 ┋ Sombrío.
Bailo moviendo mis caderas de un lado al otro en un vaivén de emoción ante la música que me rodea. Mi cabello rubio menea a la par de mis movimientos y siento como Lucas se apega cada vez más a mí, besando mi mejilla, aspirando mi aroma.
—Es tu noche, nena, disfrútalo hasta que amanezca. —murmura sobre mi oído, traspasando la música que retumba las paredes del sitio en que nos encontramos.
—Lo disfrutaré, siempre y cuando no te alejes mucho. —subo mis manos por su pecho, hasta llegar a su nuca y sonreír como una cazadora que va a atacar a su presa. Junto nuestros labios en un solo movimiento y siento como él me corresponde sin dudarlo. Nuestros cuerpos juntos hacen que el calor se pegue a nuestras ropas y se abran paso por nuestras pieles. Mi celular vibra dentro de mi escote y lo ignoro, profundizando el beso que mantengo con Lucas. Él móvil parece no querer calmarse y rápidamente pienso en Maggie: ¿Y sí es ella de una llamada de emergencia porque algo sucedió? Me obligo a apartarme de él, con la excusa de que iré al baño. Lucas, con la mirada borracha y la sonrisa de deseo, lo acepta y me alejo, abriéndome paso entre la multitud escandalosa de personas.
Retiro el celular de mi escote y lo desbloqueo, viendo que se trata de Dan.
«¡Hey! Supongo que tú te irás con Lucas, así que yo ya me voy. Estoy demasiado cansado como para seguir aquí. Estoy afuera, ven que te devuelvo tu bolso porque luego te quejas si me lo llevo.»
Volteo viendo si Lucas está detrás de mí, pero no, él se encuentran sentado en los bancos de madera de la barra, bebiendo como si no hubiera un mañana. Creo que está noche seré yo quien tenga que dejar de beber si quiero que lleguemos a casa a salvo. Respondo con un «okey» y camino con dirección a la salida. Una vez en la calle, siento el frío del la noche abrazarme, congelando mis expuestos brazos. Me abrazo a mí misma, dejando que el viendo tire hacía atrás mi cabello, y es cuando lo veo de pie. Sus ojos cansados, rojos, y ojeras que decoran su pálida piel. Está notoriamente cansado.
—¡Hasta que llegas! —me reprocha, tirando el bolso hacía mí. Lo atrapo en el aire antes de que aterrice en el suelo y lo miro de mala gana.
—Malhumorado. —lo ataco.
—Tengo mucho sueño. —se defiende—. Iré por mi auto. Hasta luego.
Antes de disponerme a volver al lugar, mi celular vibra una vez más y me detengo en la acera para verificar de que se trata. Mi ceño se frunce con confusión al leer lo que lleva la pantalla.
«¡Hasta que por fin te tengo sola! Se viene un largo viaje, querida Laura.»
Siento unos pasos por detrás, y antes de que me pueda girar, un golpe nace desde la parte posterior de mi cabeza y todo se torna oscuridad.
Un bache... Mi cuerpo salta. Intento abrir mis ojos débilmente, pero no funciona. Otro golpe, mi cuerpo salta una vez más, lastimando mi piel y haciéndome doler los huesos. Mis ojos se entre abren un poco y es lo mismo que mantenerlos cerrados, ya que todo es oscuridad a mi alrededor. Mi cuerpo vuelve a saltar y siento una presión en mi boca: Intuyo sin dudar que se trata de una cinta adhesiva. Mis manos están adheridas a mi espalda, atadas con lo que sea que me pusieron. Intento moverme, pero es inútil, y mi cuerpo vuelve a golpearse con cada movimiento que hace el lugar en donde me encuentro. Un destello de luz entra por un circulo en el pequeño hueco en el que me encuentro y no puedo saber con exactitud en donde me encuentro. De pronto, me detengo. Quizás sea un auto, eso me hace pensarlo ya que se apaga el sonido de lo que pienso que es el motor y comienzo a sudar por el calor del encierro. Pienso que alguien me va a abrir, pero no, todo es silencio absoluto e intento callar mi propia respiración para poder escuchar algo del exterior, pero no funciona. Me muevo con un gusano, estirando mis manos para poder liberarlas, y de pronto pasa, la cajuela de lo que claramente es un auto se abre, y el rostro desesperado de Maggie aparece ante mí. Empiezo a llorar, callando mis propios quejidos con la cinta en mi boca. Ella me dice algo que no logro entender, pero por su expresión de sufrimiento, deduzco que intenta salvarme... Salvarnos. Giro mi mirada buscando al agresor, pero solo me encuentro con una sombra oscura que de pie se encuentra.
«Te sacaré de aquí, lo prometo.»
Llego a escucharla, antes de que la puerta se cierre y vuelva a hundirme en el silencio y el calor.
Intento escuchar algo de lo que sucede afuera y mi estómago se aprieta de dolor ante los nervios y la ansiedad. Se escucha algunos murmullos, como si ella estuviera hablando con alguien que conociera. Parece estar hablando con alguien, como si lo hiciera conmigo, pero con desesperación.
Como puedo, me muevo de un lado al otro y mi mano encuentra algo filoso. Grito ahogadamente cuando eso se clava en mi piel, haciéndome sangrar. Ignoro el dolor y me estiro hasta aferrar el objetivo desconocido entre la palma de mi mano.
«Vamos... Vamos...»
Grito en mi mente, mientras muevo el objeto punzante sobre la tela de lo que me tiene atrapada en las muñecas. Mis manos tiemblan, sintiendo los minutos y el tiempo que se abalanza sobre mí, queriendo atacarme. Mi pecho se acelera cuando logro liberarme, y en ese momento, el auto vuelve a tomar marcha, sacudiendo mi cuerpo. Retiro la cinta de mi boca y busco la forma de salir, pero la puerta de la cajuela se encuentra bien cerrada. Rebusco mi celular y no logro localizarlo, tampoco a mi bolso. No sé con exactitud cuanto tiempo el auto se mantuvo en movimiento, pero siento como el motor se apaga y nos detenemos. Vuelvo a ahogarme en el silencio. Pienso que vendrán por mí, pero durante unos largos minutos nadie parece percatarse de que estoy aquí dentro. Quiero gritar, pero tengo miedo. Quiero llorar, pero no puedo hacerlo. La cajuela se abre una vez más y veo la figura encapuchada, de lo que reconozco claramente que se trata de una mujer. Ella me toma con fuerza del cabello y me saca de ahí.
—¡Suéltame, hija de puta! —rasguño la piel de sus muñecas, y siento el brutal calor de mi cuero cabelludo siendo estirado mientras ella me arrastra con el asfalto. Lucho por liberarme, pero es inútil, me tiene agarrada con toda la fuerza que a mí me falta, y entramos a un lugar que reconozco como un cementerio ya que atravesamos miles y miles de lapidas. Grito con fuerza, desgarrando mi garganta, deseando que alguien me escuche y me salve, y no funciona—. ¡AYÚDENME! —grito una vez más, y nada. Ella me suelta y ahora, una figura alta y de espalda ancha, oscura como una sombra, se posiciona junto a mi cuerpo y solo puedo verle la boca, ya que la mitad de su rostro para arriba está oculto por una capucha.
—¡Ayúdenme, alguien que me salve! —se burla de mí, con cinismo, y solo puedo guardar silencio. Lo miro con horror y no hay nada en él que pueda reconocer, como ya haberlo visto antes. Él toma una pala del suelo y aterriza el mango de madera contra mi estómago, robándome la respiración de un solo golpe. Mis pulmones parecieran haberse vaciado de la impresión y lucho contra mi cuerpo por retomar un poco de oxigeno. Un golpe seco contra el suelo me hace saber que arrojo la pala de metal a un lado. Gruño ante el intenso ardor del golpe.
—Comienza a cavar, no tenemos toda la noche. —le ordena a la chica y ella le hace caso como toda sumisa. Mis ojos se mueven por todo mi alrededor, y junto a una tumba desconocida se encuentra arrojado, como si no tuviera vida, un cuerpo vestido con un pantalón gris de gimnasia y una campera color bordo. No tengo que pensar dos veces para saber que ese cuerpo no es de Maggie, ya que ella no estaba vestida de esa forma. Intento arrastrarme hacía el posible cadáver, pero se me dificulta ante el dolor que todo mi cuerpo está experimentando. La aterradora noche parece no tener final. Un par de fuertes brazos me abraza por la cintura, elevándome en el aire sin molestia alguna, y aterrizo sin suavidad alguna junto al cuerpo inerte de quien ahora sé que es otra chica.
—¡Sí querías estar junto a Sofía me lo hubieras avisado! —él se burla de mí, una vez más, y corro el cabello oscuro de la chica que le cubre el rostro. Es Sofía. La ex de Liam, la chica con la que no se lleva bien Maggie... ¿Qué hace ella aquí?
—¡Me estás desesperando! —el grito del hombre retumba en mis oídos y veo como le arrebata la pala a la asustadiza chica, que agacha la cabeza con temor y no dice nada. Él cava como un animal, tirando tierra y pasto húmedo por doquier y veo como el cuerpo de Sofía comienza a moverse en leves espasmos.
—Está bien... Todo estará bien. —le murmuro al oído, y ella parece oírme porque deja de temblar. No sé para que sea que están haciendo un hueco en el suelo, pero cuando acaba, él abre un gran ataúd y lo mete en la tierra.
—Ve por ella. —ordena. La chica le hace caso y veo como arrastra, desde los tobillos, el cuerpo inerte de Maggie.
—¡Espera! ¡¿Qué están haciendo?! —grito, pero no me responden.
—Vamos, sirve para algo. —él le dice a ella, y juntos meten el cuerpo de Maggie. Cierran la tapa y comienzan a enterrarla, tirando la tierra húmeda, nuevamente dentro del hueco. Mis gritos de blasfemias se hacen cada vez más ruidosos, y mientras la chica sigue enterrando a Maggie, él se gira, abalanzándose sobre mi cuerpo. No llego a reaccionar cuando él reparte golpes y patadas por todo mi cuerpo. Mi cabeza, mi estómago, mi boca, mi nariz, mis brazos, piernas: Absolutamente todo mi cuerpo. Intento defenderme, pero de nada sirve. Es mucho más grande y fuerte que yo. Es una bestia.
—¡Ya está, ya está! —la chica lo toma del brazo y logra que deje de golpearme.
—Me encantan los juegos, así que tú jugarás esta noche. A ver si ahora eres capaz de salvar a tu amiga. Tienes cinco minutos antes de que se quede sin oxígeno y muera. Pero también la vida de Sofía está en juego, eso es lo divertido. ¿A quien salvas primero? Tienes toda la responsabilidad sobre ti. ¡Buena suerte! —se despide con una sonrisa terrorífica y, tomando el brazo de su complice, la arrastra hasta la salida y se alejan con el auto en el que me trajeron. Todo mi cuerpo atraviesa por un dolor inexplicable, que nunca antes había sentido en mi vida. Adolorida, llorando, y como puedo, me arrastro por el suelo, echándole una mirada a Sofía, quien mantiene sus ojos abiertos, y suelta leves sonidos de su boca. Quizás todavía este viva, tengo que sacar a Maggie de ahí.
Llego al sitio en que está, y entierro mi uñas en la tierra. Para mi suerte, está tan húmeda que no me cuesta arrancar pedazos grandes de tierra, y arrojarlos a un lado. Mis brazos se debilitan y se aflojan, impidiéndome poder seguir, pero lo hago. Sigo sacando tierra del hueco, desesperada por encontrar un pedazo de madera que me diga que estoy cerca. Sigo sigilosamente los pasos de la sombra vestida de la muerte desde muy cerca, cuando pienso en que tengo que hacer esto, por más que me cueste mi propia vida. No tengo las fuerzas suficientes para seguir, pero lo hago, continúo hasta el final y mi corazón late con ritmo acelerado cuando deviso la madera y rasguño la tierra con más velocidad. Retiro la tapa, abriendo el ataúd, y es cuando el rostro de ojos cerrados y piel pálida como una hoja de Maggie aparece ante mi mirada. Me tiro sobre ella, envolviendo mis brazos alrededor de su débil cuerpo, y la arrastro como puedo, sacándola de ahí. Llego hasta donde está Sofía y nos junto a las tres, esperando a que alguien venga por nosotras. Lucho por mantener mis ojos abiertos, sé que si los cierro, será el final.
Doy un largo respiro que inunda mis pulmones, y suelto un grito, acompañado de gruesas y tibias lágrimas. —¡AYUDA, POR FAVOR!
Todo mi cuerpo lleno de golpes, sangre y tierra, es acompañado de la sangre que la cabeza de Maggie desprende. Arranco un pedazo de la tela inservible de mi vestido, y lo pongo sobre su cabeza, evitando así que la hemorragia siga circulando. Miro a Sofía y ella parece no responder. Su mirada puesta en el cielo me hace saber que quizás ella no siga aquí. La acerco como puedo a mi cuerpo, y vuelvo a gritar: «¡AYÚDENME, POR FAVOR! ¡AUXILIO!»
La desesperación crece a gran escala y una luz cegadora alumbra mis ojos. Un hombre de edad avanzada mira la escena con horror y veo como toma su celular, marcándole a sea quien sea. Todo mi cuerpo se relaja y no termino de comprender como me puede invadir tal sensación de paz en un momento como este. Es como si ya no sintiera nada, como si el dolor se hubiera ido y ahora puedo descansar en paz. Cierro mis ojos, porque extrañamente ya no me importa más nada.
Dentro de mis recuerdos, Maggie sonríe abiertamente, llena de vida, de alegría, de paz. En un destello de mirada alucinante, una mujer me mira a un costado de la escena, y sonrío sabiendo que es ella... Mi mamá.
Me absorbe la oscuridad... Una vez más.
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