Capítulo 4 ┋ Enfrentamiento.
Alrededor de todos mis años de vida nunca me deje intimidar por nadie. Siempre fui de defenderme, incluso cuando asistía a la primaria no dejaba que nadie se metiera conmigo o con los de mi círculo social. Me gustaba y me gusta valerme por mi misma, demostrar que no le temo a nadie como tampoco me quedo en silencio bajo ninguna circunstancia. Pero ahora, que estoy a unos simples metros del hombre que prácticamente se insinuó a sacarme de ese antro, que me encerró entre su cuerpo y la pared, lo miro a los ojos y es como si las palabras se hubieran quedado atragantadas en mí y no supiera si salir corriendo o simplemente quedarme ahí frente a él, con todos los productos de limpieza en las manos y que mi traje de sirvienta me parece más corto que de costumbre logrando que me sienta horriblemente avergonzada.
—Me habían dicho que varias veces que logro esa reacción en las mujeres, no lo creí, pero tu rostro perplejo me sorprende. —habla logrando que todos mis pensamientos se esfumen. El calor sube a mi rostro.
—¿Me dirás quién eres, que haces aquí y que quieres o simplemente me mirarás como si fuera un puto fantasma? Veo que lograste hacerme perder la paciencia sin decir ni una sola palabra. —ahora sus brazos están cruzados sobre su pecho dejándose ver superior a mí. Eso logra sacar cualquier miedo de mi cuerpo haciendo que me sienta molesta.
—Soy... —carraspeo—. Soy quien trabaja aquí. Simplemente vine a terminar con mi trabajo, pero ya me iba.
—Veo que si puedes hablar. ¡Te felicito! —sé que intenta humillarme, pero no lo logrará. Antes de que pueda decir una palabra, la puerta se abre y por ella entra Anabell.
—Liam, creí que ya te habías ido. —habla ella.
—Agradezco no haberlo hecho. —sonríe de manera desagradable.
—Permiso, tengo que continuar con mi trabajo. —hablo y a paso rápido salgo de esa habitación. Cierro la puerta y por fin siento que el aire vuelve a entrar a mis pulmones. Es la peor sensación y no quisiera volver a sentirla.
Bajando las escaleras, me adentro en la cocina viendo a Emma secar los platos con la mirada perdida. Al saber que estoy ahí, prácticamente es como si hubiera caído de una nube.
—¡Dios, estás muy pálida! ¿Te encuentras bien? —pregunta notablemente preocupada. Le cuento lo sucedido y parece más sorprendida de lo que me esperaba.
—Eso sí que es interesante. Siempre sentí curiosidad por ese chico y créeme cuando te digo que todo este tiempo en el que estuve trabajando acá, nunca cruce palabra alguna con él. —cierro mis ojos para intentar respirar con normalidad. Es solo el hijo de mis jefes, nada más. Con suerte y si es como ella dice, no tendré que verlo seguido por la casa y dudo que le guste establecer conversación con los empleados. También dudo que intente buscar alguna forma de hacerme sentir incomoda. De todas formas, él parece no recordar el acontecimiento del sábado.
—Debería de dejarlo pasar y calmarme. Él no parecía recordar lo que sucedió. —ella asiente.
—Relájate. Y si te hace sentir incomoda, evítalo a toda costa. No es de suma importancia que tengas que hablar con él, pero si lo haces, intenta ser amable. No querrás tener a nadie de esta casa en tu contra y menos si son los hijos de los que nos dan el dinero. —asiento.
—Tienes razón. Me mantendré los más alejada posible. Iré a terminar con esto. —con una sonrisa señalo la canasta de ropa en mis brazos, para luego salir de ahí. Una vez dentro del lavadero, vuelco todas las prendas dentro del lavarropas para encenderlo. Me quedo ahí por no sé cuantos minutos hundida en mis pensamientos hasta que la presencia de alguien detrás de mí me hace sobresaltar. Al girarme, lo veo a centímetros de mí. ¿Y yo pretendía no tener que cruzarme con él?
—Sólo vine a dejar esto aquí. —noto como tiene una gran bola de ropa la cual tira al suelo cayendo a mis pies. Esa acción me molesta, pero sin embargo no puedo decir nada sino quiero tener problemas. Aprieto mis labios para no soltar palabra alguna—. ¿Te conozco de algún lado?
—No... —aclaro mi garganta—. No lo creo. Permiso.
Me agacho para juntar la ropa del suelo y una vez que me enderezo, la dejo dentro de la canasta. Su mano toma mi mentón obligando a que lo mire. Su aliento esta vez no es desagradable como la otra noche. Se puede sentir el aroma a menta de la pasta dental, mezclado con la colonia que ya había apreciado mientras juntaba su ropa, más el jabón de baño. Agradezco que se le haya ocurrido vestirse.
—Puedo asegurar de que ya te vi en otro lado. ¿Estuviste en la fiesta del sábado? —lo último que quisiera es que recuerde eso. Tomando su muñeca, libero mi mentón de su mano para apartarme.
—No. Lo siento, pero tengo que ir a tender esto. —se queda en silencio viendo como retiro la ropa limpia y húmeda para por fin poder salir de ahí. Llego al jardín en donde cuelgo la ropa dejando que se seque con el sol. Al volver al lavadero con la esperanza de que ya se haya ido, unas voces provenientes de adentro llaman mi atención.
—Conozco tus intenciones y no es la primera que vez que lo haces. No andes detrás de las empleadas ya que no quiero que suceda lo mismo que la anterior chica. —es la voz de Ashton es la que se hace oír.
—No estoy intentando nada, ¿puedes dejar por unos minutos tu rol de hombre maduro? Además, con la última chica no había sucedido nada, ni me acerque a ella en ningún momento. No fue culpa mía su renuncia. —esta vez es Liam quien habla.
¿Están hablando de mí?
—¿Y tú puedes dejar tu rol de adolescente inmaduro? Tienes veintidós años, Liam. Estoy harto de mirar a otro lado cuando no llegas a cenar o incluso apareces a la madrugada borracho. —no oigo respuesta de su parte—. Simplemente dudo que mamá quiera ver como otra empleada abandona la casa, aunque digas que no fue tu culpa. ¡Deja a esa chica en paz! No es otra de tus juegos, ella viene a trabajar, no a sentirse incomoda.
Realmente creo que están hablando de mí.
—Y tú deja en paz a la otra... ¿cómo era su nombre? Emma si no me equívoco. Sólo un despistado podría no darse cuenta de que como la acechas. Y eso que nunca estoy aquí. —silencio.
—Yo no me meto con las empleadas. Espero que me hagas caso. —antes de poder reaccionar, la puerta se abre frente a mí haciéndome sobresaltar. Las miradas de ambos ahora me ven.
—Creo que tenemos una curiosa trabajando en nuestra casa. —habla Liam, con diversión.
—Yo... —carraspeo—. Yo recién llego. Justo ustedes salían.
Me esfuerzo por sonar sincera. Para mi suerte, Ashton no parece molesto y lo que piense Liam no me importa.
—Te creo. Puedes continuar con tu trabajo. —habla el mayor para luego irse. El resto de la tarde la pase evitando los lugares de la casa por los que Liam pasaba. Para mi mala suerte, él estuvo merodeando por la mansión sin intención de irse. Me adentro a la cocina en donde la veo a Emma terminar de cocinar.
—¿La mesa ya esta? —asiento—. Mientras preparo el segundo plato necesito que lleves estos.
Sirve lo que parece ser el primer plato. Tomo todos los platos juntos, rezando mentalmente que nada se caiga, y al llegar a la sala, todos están sentados ahí. Con la mirada fija en los en la comida, los voy dejando frente a cada uno hasta llegar a donde Liam se encuentra sentado. Él continua con sus ojos fijos en mí y es como si lo hiciera a propósito. Dejo el plato frente suyo y antes de poder irme, Isabella me detiene.
—¿Puedes ayudarme con esto? —pregunta dulcemente mostrando su servilleta.
—Claro. —coloco un mechón de mi cabello detrás de mi oreja para que no estorbe y hago lo que me pide. En ese momento la voz del señor Hamann suena por la sala.
—¡Liam! —habla fingiendo sorpresa en su voz desde su asiento—. ¡Me sorprende verte en la misma mesa que nosotros! Creí que no volveríamos a tener ese placer.
De reojo lo veo a Liam sonreír con burla.
—Nunca es mal momento para fingir ser la familia perfecta que cenan en la misma mesa. —mantiene su sonrisa y extrañamente no sé a lo que se refiere. Tampoco me tiene que importar.
—¿Así está bien? —le pregunto a la nena sentada frente a mí. Ella asiente.
—Gracias, Magali. —habla Anabell y le dedico una sonrisa. Vuelvo a la cocina en donde Emma continua con la comida.
—¿Puedo preguntarte algo? —ella asiente—. No quiero ser una metida, pero ¿Liam y el señor Hamann son de llevarse muy mal?
—Ni te imaginas. —veo como sirve una especie de sopa en dos platos—. No son de cruzar palabras ya que por lo general Liam nunca está en la casa, pero cuando hace acto de presencia, alguno de los dos siempre suelta algún comentario para empezar con las miradas pesadas. Llegue hasta creer que él evita estar aquí por su padre.
No respondo nada. Minutos más tarde vuelvo a la sala con el segundo plato. Hago el mismo recorrido pudiendo sentir el pesado silencio entre ellos. En ese momento, Liam se pone de pie llamando la atención de todos, incluso de mí.
—Estoy harto de esta falsedad. —tira la servilleta sobre la mesa para luego subir las escaleras y perderse en ella. El silencio es mayor que antes y me dedico a terminar de dejar los platos sin acotar nada. Horas más tarde todo está en perfectas condiciones. Antes de poder ir a cambiar mi ropa, Beatriz me llama.
—El señor Liam quiere que usted vaya a limpiar su habitación. Luego podrá irse. —un suspiro de frustración sale de mí sabiendo que no puedo quejarme. Es lo que tengo que aceptar debido a la buena paga que me dan. Subo las escaleras de nuevo con los productos de limpieza en mis manos. Al estar frente a la puerta de madera, lo golpeo tres veces y su voz me invita a pasar. Lo hago notando su figura sobre la cama. Lleva un cigarro en su boca y hay cenizas en el suelo además de papeles.
—Permiso. —hablo. Comienzo por tirar las cenizas del recipiente de cristal, para luego barrer. Todos mis movimientos están por debajo de su atenta mirada. Es como si se entretuviera viéndome limpiar su desastre.
—¿Puedo preguntarte el motivo del por qué decidiste trabajar como sirvienta en un lugar como este? —su pregunta me toma por sorpresa. Sin embargo, no respondo y continúo con lo mío. No sé en qué momento, pero lo tengo junto a mí—. Te hice una pregunta.
—Estoy para limpiar su habitación, no para responder preguntas de lo que decido hacer con mi vida. —hablo sin mirarlo. Una vez que termino, antes de poder irme, su mano se apodera de mi brazo para girarme a su dirección. Su rostro esta frente al mío y noto como deja la colilla de cigarro apagado dentro de la bolsa que llevo en mis manos. Su verdosa mirada conecta con los míos y puedo apreciar una cicatriz proveniente de su frente.
—Puedes irte. —habla separándose. Salgo de ahí sintiéndome aturdida. Cuando ya estoy vestida con mi ropa casual, paso por el despacho de los señores de la casa. Golpeo la puerta y escucho la voz de Anabell.
—Ya estoy por irme, señora. —hablo. Ella toma un cheque del escritorio para acercarse a mí.
—Acá esta tu paga, nos vemos mañana al mediodía. —le sonrío.
—Gracias, señora. Nos vemos mañana.
—Puedes llamarme por mi nombre. —me guiña el ojo y asintiendo, salgo de ahí. Una vez en la calle, tomo el transporte público. Un largo viaje después ya estoy en mi casa. Al entrar, todo está tranquilo y puedo ver a mi mamá sentada frente a la mesa con un cigarro entre sus dedos.
—¡Maggie, llegaste! —habla sin ánimos. Me acerco para besar su cabeza.
—¿Qué sucede? —murmuro ya que supongo de Franco debe de estar durmiendo.
—Solo... No puedo dejar de pensar en lo que pasará mañana. Franco estuvo toda la tarde con vómitos y nuevas manchas le salieron en su estómago y brazos. —puedo notar en sus cansados ojos que estuvo llorando.
—Pero... pero, estará bien, ¿verdad? La quimioterapia ayudara y él mejorara. —pregunto inquieta y la veo encogerse de hombros.
—Quizás... —dice y entiendo a lo que puede ir esta conversación. No quisiera que terminemos hablando de lo que sucederá si Franco no logra vencer esta batalla por lo que lo termino acá.
—Estoy cansada, iré a dormir. Mañana temprano nos levantamos para ir al hospital. —asiente y sé que estará en la misma posición durante toda la noche. Sé que se pasa noches enteras sin dormir y eso no hace otra cosa que inquietarme. Al subir las escaleras, paso por su habitación en donde lo veo acostado. Me siento a su lado y veo que sus ojos están abiertos.
—Franco. —murmuro. Él hace un sonido con su boca incitando a que continué—. ¿Comiste?
Esta sin remera y puedo ver los hematomas en su cuerpo además de que su pérdida de peso con el tiempo se hace notar cada vez más.
—No tenía hambre. —habla débilmente y puedo sentir mis ojos inundarse con lágrimas—. Tengo sueño.
Entiendo que quiere que me vaya. Dejo un beso en su cabeza y vuelvo a mi habitación en donde respiro hondo, queriendo no dejar salir ninguna lagrima. Tengo que ser fuerte y pensar en un futuro en donde los médicos nos digan que mi hermano es libre de su enfermedad.
Retiro la vestimenta de mi cuerpo, pongo el despertador para las siete de la mañana y apenas apoyo mi cabeza en la almohada, dejándome vencer por el sueño. Incluso entre sueños no puedo liberarme de las preocupaciones.
***
¡Nuevo capítulo!
¡Espero que les haya gustado el capítulo!
Como no voy a volver a actualizar hasta el miércoles próximo, desde ahora les deseo que pasen bien noche buena y Navidad con su familia, amigos o lo que sea. ♥🎄
¡Gracias por leerme! ❤
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